Indigenismo y Marxismo


Pocas semanas atrás, un lector de Prensa Obrera cuestionó la defensa que desde allí se hacía de la movilización de las comunidades mapuches e indígenas en nuestro país. El PO no haría "otra cosa que capitularle a la presión milenarista-romanticista de esos sectores movilizados, quedando …(en el) oportunismo" (1).


 


Bien mirados, los genocidios de aztecas, incas, mapuches, araucanos y tantas otras comunidades indígenas, primero bajo la conquista de la madre patria y los jesuitas, después bajo el dominio de las oligarquías y las burguesías emancipadoras y aun de los marines, tuvieron la función de abonar la penetración del capitalismo.


 


Aún hoy, casi una cuarta parte de nuestro continente se encuentra poblado de comunidades campesinas aborígenes, que en países como Guatemala son su mayoría absoluta, y que en México, Perú, Brasil, El Salvador, Ecuador o Colombia, se encolumnan entre los principales movimientos insurgentes. Aún hoy, la "espantosa realidad" y la "agresión colectiva" que sufren los indígenas del Amazonas o de Pernambuco, similares a las de los neuquinos o los de la sierra peruana, "tiene que interpretarse como una tentativa de genocidio" (2), según lo denuncia el Consejo Indígena Misional de Brasil, una institución de la Iglesia.


 


Nuestro crítico quien nos cuestiona "ante todo en términos metodológicos" pretende sostener sus argumentos nada menos que en Marx. El fundador del socialismo científico habría devenido en un justificador de los genocidios en defensa de la labor civilizadora del capitalismo. ¡Como si Marx no hubiese sido el que denunció, como nadie en su época, los atropellos de la guerra de ocupación yanqui en México, de la guerra del opio en la China, de la defensa de la libertad contra toda forma de esclavitud, de la autodeterminación nacional (Irlanda, Polonia)! ¿Cuál fue, si no, el sentido de su defensa de Lincoln en la guerra de secesión norteamericana, contra los esclavistas del sur (a quienes apoyó la civilizada Inglaterra)?


 


La penetración históricamente revolucionaria del capitalismo en la India, y más en general en los países atrasados, no lleva a Marx a una defensa o encubrimiento de condiciones "contingentes", donde el capitalismo "no (tenía) otras formas de imponerse" (3). Marx no dejó de observar la forma bárbara con la que procedió el capitalismo en la India. "Más que la historia de cualquier otro pueblo, la administración inglesa en la India dice Marx, en El Capital ofrece una serie de experimentos económicos fallidos y realmente descabellados (en la práctica, infames). En Bengala crearon una caricatura de la gran propiedad rural inglesa; en la India Sudoriental, una caricatura de la propiedad parcelaria; en el Noroeste, en la medida en que les fue posible, transformaron la comunidad económica india, con su propiedad comunal de la tierra, en una caricatura de sí misma". Se adelantó así en señalar la ley del desarrollo desigual y combinado, que Lenin y Trotsky desenvolverían más tarde en la madurez del capitalismo-imperialista.


 


El crítico de Prensa Obrera se coloca en el campo del positivismo, una doctrina que imbuyó, en el siglo pasado, a las élites oligárquicas liberales de América Latina. Sarmiento en la Argentina coincidía con Justo Sierra y los llamados "científicos" en México, en que "los indios y razas mezcladas eran gente irremediable y peligrosa, condenada biológicamente a la inferioridad y la tutela".


 


Curiosamente, se nos acusa de actuar de acuerdo al "método revisionista a lo Fermín Chávez". El crítico seguramente ignora que los nacionalistas a lo Chávez, Puigross y Cía. no fueron defensores de los indígenas, sino de una fracción de la oligarquía (la del interior contra la porteña, y ni siquiera, porque inventan a un Rosas antiimperialista que fue la encarnación del centralismo portuario); también defienden a la cruz (de la Iglesia que acompañó la conquista española después de la inquisición) y a la espada (del ejército de línea que presentan como encarnación de la nación).


 


Revisionistas y liberales coincidieron siempre en el primer término del lema comptiano de "orden y progreso". Como representantes de la misma clase social, esto es lo que importa. Las divergencias sobre el segundo término han pasado casi al olvido. Fermín Chávez acaba de agradecer al neo-liberal Menem su reivindicación de Rosas (4). ¿Acaso el Frepaso no ha unido a los antisarmientinos de Mary Sánchez con los socialistas liberales de La Porta y Cía.?


 


Las extraordinarias rebeliones indígenas en todo el continente, que duraron más de tres siglos, y que tuvieron sus expresiones más altas en los levantamientos de Túpac Amaru y los "comuneros" en los actuales dominios de Perú y Colombia a fines del siglo XVIII, y en la gran revolución de la isla de Santo Domingo a principios del último siglo, emancipando antes que en ningún otro lado a los esclavos del continente, y destruyendo los privilegios de los colonizadores y de la Iglesia; no son reivindicadas ni por revisionistas ni por liberales.


 


Casualmente, cuando las burguesías chilena y argentina recalientan el viejo plato del nacionalismo de pacotilla, vale la pena resaltar que los mapuches se encolumnaron masivamente en el campo de las fuerzas republicanas en las guerras civiles de 1851 y 1859 en Chile. Y una vez derrotados esos levantamientos, las tolderías sirvieron de refugio a importantes dirigentes republicanos.


 


Esto llevó, entre otras cosas, a la masacre conjunta de 1880/1, mal llamada, en ambos países, conquista del desierto; Argentina colonizó la Patagonia, y Chile concluyó la colonización de sus provincias sureñas y Magallanes (el actual territorio chileno de la isla de Tierra del Fuego).


 


La lucha contra el indio brinda la posibilidad de examinar cuán profundamente reaccionaria fue la acción de las armas en nuestra historia nacional. La lucha contra el indio tiene ya el carácter de una guerra civil bajo el virreinato, a partir de 1777 con el virrey Cevallos, en beneficio de los grandes hacendados terratenientes que van a liderar la independencia. Unitarios y Federales no tuvieron divergencias respecto a la cuestión indígena. Lavalle, Dorrego, Quiroga y Rosas, todos ellos, participaron vívamente de la primera conquista del desierto, practicada desde mediados de 1825, que va a concluir en la gran ofensiva de 1833. Un estudio oficial del Ejército argentino del año 1974, que estudia esa "guerra que tuvo el carácter de Nacional, desatada ofensivamente en el año 1833 contra tribus indómitas, rebeldes, audaces y delictivas", destaca sintomáticamente la colaboración y la sincronía de todas las ofensivas contra los indígenas de nuestro país, con el ejército y los gobiernos chilenos durante todo el siglo pasado (5).


 


De algún modo, la gran oligarquía terrateniente no tuvo patria a pesar de que sus representantes políticos se pinten frecuentemente de nacionalistas, porque como sucedió en el sur con los Menéndez, pasaron a reinar sobre ambos lados de la cordillera (y en cierta medida lo siguen haciendo hasta hoy), mandando a exterminar a los indios.


 


Notas:


1. Prensa Obrera, Nº 522, 5/12/96.


2. La Nación, 13/1/97.


3. Ver Prensa Obrera, Nº 522, 5/12/96.


4. La Nación, 15/1/97.


5. Política seguida con el Aborigen, Comando General del Ejército, Círculo Militar, Tomo II período 1820/53, cursivas del original.

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