“Acuerdo sobre un proyecto de profesión de fe”


Como lo habíamos anunciado en nuestro número anterior, publicamos el texto de profesión de fe para las elecciones europeas, sobre el que las delegaciones de la LCR y LO se pusieron de acuerdo. Dicho texto fue publicado esta misma semana en Rouge, semanario de la LCR. La puesta en marcha de este texto, en corto tiempo, demuestra la voluntad que nuestras organizaciones tienen para que se presente en las próximas elecciones una lista que se defina claramente como la oposición al capitalismo.


 


Evidientemente, este acuerdo que fuera aprobado por ambas direcciones no pone término a nuestras divergencias. No era esta la pretensión ni de la LCR ni de LO. Pero demuestra que es posible encontrar, en el marco de la próxima elección, una base de intervención común entre las dos organizaciones sin que ninguna deba abandonar lo que considera esencial en su intervención.


 


¡Medidas radicales contra la desocupación en Europa!


 


Una Europa unida, sin fronteras entre los pueblos, ése es el futuro. Pero la Europa que ellos pretenden construir no tiene nada que ver con los intereses de los trabajadores, de los desocupados, de los jóvenes. Está al servicio de los industriales y de los grupos financieros. Su Europa, la de ellos, es la de la explotación, un fuerte de las multinacionales, de Elf, Shell, Bouygues, Thomson, Siemens, Alcatel. Está concebida para aumentar sus ganancias tanto sobre las espaldas de sus propios asalariados como sobre las de los pueblos de los países pobres.


 


La Europa de ellos no es democrática. El Parlamento europeo no es más que un parapeto para el poder ilimitado de la "Comisión Europea" surgida de los negociados entre los gobiernos y sometida al poder del dinero. Sin embargo, la Europa que necesitan los asalariados, los desocupados, los jóvenes, es:


 


una Europa de derechos democráticos donde las poblaciones controlen las decisiones;


 


una Europa de derechos igualitarios, comenzando por el derecho de voto para todos los que allí viven, trabajan y estudian. Todas las leyes


de discriminación deben ser eliminadas. Todos los indocumentados deben ser regularizados;


 


una Europa con igualdad real, social y cívica entre hombres y mujeres;


 


una Europa donde el aborto sea libre y gratuito en todas partes;


 


una Europa respetuosa del medio ambiente, que controle las industrias contaminadoras, que se retire de los proyectos nucleares, ya que la lógica capitalista de máximo beneficio sacrifica tanto a la naturaleza como a los hombres y mujeres;


 


una Europa que anule la deuda del Tercer Mundo, que fue pagada muchas veces a los banqueros; una Europa que planifique el desarrollo con los países del Tercer Mundo apuntando a satisfacer las necesidades fundamentales de todos.


 


La Europa que se construye hoy, con más de 10 millones de desocupados y más de 60 millones de pobres, está enferma de desocupación, desigualdades, miseria y racismo.


 


No son las fronteras las que nos protegen de la desocupación. Nuestros gobiernos no esperaron al euro y a los Tratados europeos para imponer una política de austeridad. Las políticas que desembocan en la moneda única, el Banco Central y los Tratados europeos de Maastricht y Amsterdam, han generalizado y coordinado a escala europea la reducción de los presupuestos sociales.


 


Se pusieron de acuerdo sobre la moneda única, pero para ello han elegido atacar no a las grandes fortunas sino a las clases trabajadoras, en perjucio del empleo y de los asalariados, privatizando y desmantelando los servicios públicos, imponiendo una política agrícola que no contempla ni a las poblaciones rurales, ni la hambruna en el mundo.


 


A la derecha, ya sea por más Europa o por menos Europa, están a favor de la misma política propatronal que golpea a los explotados y a los oprimidos. En cuanto a Le Pen, es nuestro peor enemigo; quiere agravar esta política atacando aun más a los trabajadores, empezando por los inmigrantes.


 


Pero el gobierno de Jospin, como el de sus predecesores, se niega a echar mano a las enormes ganancias de las grandes empresas, único medio de poder financiar la creación de puestos útiles, la cantidad suficiente que permita reabsorber la desocupación y la precariedad.


 


Multiplica los obsequios a los grandes patrones, quienes, por su parte, siguen despidiendo y generalizando el trabajo precario de pocas horas, cuyas primeras víctimas son los jóvenes y las mujeres. Se hace pagar cada vez más impuestos a los jubilados y les aumentan el pago a la Seguridad Social mientras que, del lado de los ricos, el impuesto a las grandes fortunas es menor que el de la televisión. Las promesas no se han cumplido: el gobierno persigue la ejecución del plan Juppé, privatiza Air France y France Télécom, se niega a aumentar el mínimo social. Su política, que converge con el "pacto de estabilidad" económica europea, impone una perpetua austeridad. No es serio pretender "reorientar Europa" sosteniendo al mismo tiempo la política de ese gobierno, como lo hace el Partido Comunista, que levanta la voz justo para las elecciones, pero sin oponerse verdaderamente.


 


La gran huelga del invierno de 1995, el movimiento de desocupados y sus marchas europeas, han manifestado el rechazo a la lógica capitalista y han suscitado la simpatía de todo el continente. La lucha colectiva de los asalariados, los desocupados y los sin fronteras, sobre la base de objetivos comunes, es la que defenderá los intereses de la aplastante mayoría de la población.


 


Para terminar con el drama individual y colectivo que significa la desocupación total o parcial de más de cinco millones de trabajadores en este país, hay que sacarles a los patrones y a los financistas, el control absoluto que ejercen sobre la economía. Las ganancias acumuladas por las grandes empresas deben servir para eliminar la desocupación, en lugar de alimentar los circuitos financieros que amenazan a la economía con una mayor catástrofe.


 


Por esto:


 


que el Estado cese con los regalos a los grandes patrones: subvenciones, desgravaciones fiscales, disminución del aporte patronal en las cuotas sociales;


 


utilizar el dinero así ahorrado para que el Estado vuelva a crear empleos en los hospitales, en los transportes públicos, en la educación nacional;


 


priorizar los servicios públicos de calidad, frenar sus privatizaciones y extender al sector público las empresas que sacan ganancias de las necesidades elementales de la población: distribución de agua, industria farmacéutica…


 


prohibir los despidos colectivos. Las empresas que ganan miles de millones y que despiden de todos modos no deben quedar en manos de los patrones, deben ser confiscadas;


 


imponer la reducción masiva, y coordinada en toda Europa, del tiempo de trabajo semanal: 35 horas hacia las 30 horas, manteniendo el salario, sin una flexibilidad que permita a los patrones cambiar los horarios de trabajo según su voluntad;


 


Alinear las convenciones colectivas sobre la base de mejores conquistas de los asalariados. Garantizar un salario mínimo europeo, eliminando las diferencias actuales que contribuyen a la competencia entre los trabajadores, de acuerdo con el país donde sea más alto.


 


Hay que poner mayores impuestos tanto a los ingresos altos como a las ganancias especulativas. Hay que controlar todo el sistema bancario y al Banco Central Europeo. Y para que estas medidas no caigan en saco roto, hay que hacer públicas las cuentas reales de las grandes empresas, así como las cuentas en los Bancos de los grandes accionistas, para que los asalariados, los consumidores, toda la población pueda tener un control sobre el funcionamiento que hoy es secreto. Sería, al mismo tiempo, el mejor medio de terminar con los escándalos político-financieros.


 


Votar por la lista Lucha Obrera-Liga Comunista Revolucionaria:


 


Es aprobar una política de medidas radicales que haga pagar la crisis a los que son responsables y se aprovechan de ella, y no a la población.


 


Es afirmar que para tener una Europa sin desocupación y sin miseria hay que sacarles a los capitalistas el control de la economía.


 


Es votar lo más a la izquierda posible; es además, una manera radical de mostrar su oposición a la derecha; es hacer contrapeso a la extrema derecha.


 


Es expresar su terminante oposición a la política que lleva a cabo el gobierno.


 


Es oponerse claramente a todo reagrupamiento nacionalista. Los trabajadores de todos los países tienen los mismos intereses y la única frontera que vale es la que separa a los explotadores del mundo del trabajo.


 


Votando por la lista que conducen Arlette Laguilier y Alain Krivine, usted puede elegir para el Parlamento europeo a mujeres y hombres que defenderán los intereses de los trabajadores, serán fieles a los compromisos asumidos y estarán de su lado para preparar las luchas colectivas de mañana.


 


 


 


Notas


 


(*) Las dos mayores organizaciones trotskistas de Francia la Liga Comunista Revolucionaria, sección francesa del Secretariado Unificado, y Lutte Ouvrière establecieron un acuerdo político con vistas a la formación de una lista común en las elecciones parlamentarias europeas del próximo mes de junio.


 


Ofrecemos a nuestros lectores el texto del acuerdo político establecido entre Lutte Ouvrière y la Liga Comunista Revolucionaria, la crítica a ese programa formulada en Prensa Obrera; la crítica que formula a nuestras posiciones el compañero Chris Edwards de la ITO, a los planteos del PO, y nuestra respuesta.


 

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