El alcance de la actual crisis mudial

La crítica de la ITO a la Declaración de Buenos Aires


Luego de finalizada la reunión de fines de mayo del 98 de las organizaciones partidarias de la refundación inmediata de la IVª Internacional, los representantes de la Oposición Trotskista Internacional presentaron una declaración que pretende establecer una serie de reservas al documento aprobado por unanimidad en esa reunión (1). Aclaremos que la corriente representada por los autores de la crítica se denomina Oposición, debido a que en su origen constituyó una tendencia de ese carácter dentro del Secretariado Unificado, en el cual aún sigue actuando la mayoría de los grupos que la integran.


 


La objeción principal que plantean los delegados de la ITO se refiere al "ritmo de desarrollo de la crisis (mundial)" que estaría establecido en el documento. En el aspecto económico, se estaría exagerando "la importancia de los mercados de valores y de la especulación financiera, en relación con la economía real de producción y distribución". Ya en el terreno político, la exageración tendría que ver con "el desarrollo político de las masas y la perspectiva de confrontaciones revolucionarias". Los compañeros resumen su crítica declarando su "desacuerdo con el ritmo del desarrollo de la revolución mundial, particularmente en los países avanzados". Advierten que la "simplificación excesiva" y los "análisis impresionistas" concluyen llevando "a la confusión, al fracaso, a la desmoralización y a las desviaciones políticas". Lo cual no es poco, por cierto.


 


El ritmo es lo de menos


 


El planteo de la ITO contiene varios errores, el principal de los cuales es suponer que su divergencia con el documento aprobado en la reunión, tendría que ver con el problema del ritmo de la crisis mundial. Ocurre que las organizaciones que se agrupan detrás de la consigna de la refundación inmediata de la Cuarta no constituyen un partido mundial o internacional lo que tratan de hacer es precisamente refundarlo. En estas condiciones, la cuestión de los ritmos del desarrollo político se encuentra fuera de su campo de análisis, no es su objetivo, ya que el ritmo importa cuando tiene que ver con la intervención concreta en la lucha política, incluso a veces en forma extraordinaria. El ritmo del desenvolvimiento de una crisis política tiene que ver, más que con los factores históricos o estratégicos, con los tácticos, los subjetivos o los coyunturales.


 


La tesis fundamental que hemos venido desarrollando las organizaciones "refundacionistas" no tiene nada que ver con los ritmos sino con la situación histórica a partir del derrumbe de la URSS y del proceso de restauración capitalista en los ex estados obreros degenerados. Nuestra tesis es que ese derrumbe no podía servir ni ha servido a la mayor estabilización del capitalismo mundial, porque antes, o sea para lograr este objetivo, debe llevar a una completa catástrofe a la economía estatizada y abrir de este modo un período de crisis mundial todavía más intenso que el que le precedió; de mayor número de estallidos revolucionario y de confrontaciones internacionales más numerosas y agresivas, principalmente militares. En estas condiciones, la época histórica abierta por la revolución de Octubre, lejos de haber caducado, como lo sostienen los ex stalinistas y el Secretariado Unificado (XIVº congreso), ha entrado en un período de agudeza excepcional, lo que significa que pone al día el programa histórico del marxismo (dictadura del proletariado) y la necesidad de refundar la IVº Internacional de un modo inmediato. El planteo "refundacionista" se deriva así, de un modo directo, de las modificaciones extraordinarias que se han operado efectivamente en la situación mundial, algo que sus adversarios ignoran olímpicamente y que los lleva a seguir rumiando sobre la reconstrucción de la IVº y a rendirle un tributo ritual, mientras prosiguen con la mediocre tarea de ajustar cuentas con todos y cada uno de los grupos trotskistas y no trotskistas que pueblan el universo o, simétricamente, tejer y destejer combinaciones organizativas sin principios. Los términos del debate con los compañeros de la ITO confirman, en cambio, que la agenda de cuestiones que se deriva del planteo de refundar la IVº es la única que permite proceder a una delimitación política concreta.


 


El proceso corriente de liquidación completa y final de la propiedad estatizada y de la economía planificada en los ex estados obreros degenerados, así como la involución de la conciencia política de las masas de esos países con relación a su tradición revolucionaria; este proceso demuestra el acierto de Trotsky cuando planteó, en La Revolución Traicionada, que la descomposición del capitalismo mundial era uno de los tres factores principales, junto a aquellos otros dos que han desaparecido, que señalaban la vigencia histórica de la Revolución de Octubre. La delimitación política que emerge de esto no podría ser más rotunda: la vigencia de Octubre y, por lo tanto de la actualidad de la revolución proletaria, por un lado; el entierro del bolchevismo y la consecuente adaptación al capitalismo democratizante, del otro. Dentro de la ITO, digamos al pasar, se ignora esta delimitación de principios entre nosotros y el Secretariado Unificado.


 


Incidentalmente, la declaración de los representantes de la ITO presenta de un modo diferente el lugar que ocupa el derrumbe de la URSS en las modificaciones catastróficas que se han producido en la situación mundial en su conjunto. Dice, por ejemplo, que "la caída de la Unión Soviética… ha removido un elemento de estabilidad de la situación precedente: la burocracia stalinista contrarrevolucionaria". En primer lugar, importa señalar la falta de sentido de este planteo , ya que ningún elemento de estabilidad es removido por la historia hasta que no ha agotado sus recursos, posibilidades o circunstancias y no se ha convertido en un elemento de inestabilidad. Lo que acabó convirtiendo a la burocracia contrarrevolucionaria en un factor de inestabilidad fue, precisamente, la profundización extraordinaria de la crisis mundial y los alzamientos de masas cada vez más frecuentes en los ex estados burocráticos. El desplazamiento del régimen burocrático por parte del imperialismo y no por parte de las masas le permitió a la burguesía mundial (y a la propia burocracia) aplazar a corto plazo el estallido de las nuevas situaciones revolucionarias que hubieran sido provocadas por la continuación de la dominación agotada de esa burocracia. Pero como la burocracia no es en definitiva más que un agente del imperialismo en los estados obreros, el agotamiento de sus posibilidades de supervivencia no era sino la expresión superficial del agotamiento del propio imperialismo mundial y puso al desnudo la envergadura extraordinaria que había alcanzado la crisis mundial tomada en su conjunto. La afirmación que hace el texto de la ITO de que el desplazamiento del régimen burocrático tiene por sí solo un carácter progresivo es de un inconfundible signo democratizante (lo que explica por qué fue tan usada por Mandel y el morenismo), porque separa artificiosamente la remoción de la burocracia stalinista de la instauración de un remedo seudoparlamentario que protege la restauración capitalista y los propios intereses sociales de la capa superior de la burocracia. La aceptación por parte de la vanguardia de los trabajadores de que el paso de un régimen burocrático en crisis a un régimen seudodemocratizante sería positivo, haciendo abstracción de las condiciones históricas y sociales de uno y otro, constituiría un retroceso de su conciencia de clase y no removería sino que reforzaría los obstáculos que bloquean el camino de la revolución.


 


A ritmo de samba


 


Lamentablemente para los compañeros que firman la declaración, la crisis mundial tomó un ritmo más violento precisamente desde que ellos dejaron establecidas sus reservas acerca de los ritmos de esa crisis, a fines de mayo pasado.


 


Habían pasado poco más de sesenta días cuando se produjo el espectacular derrumbe ruso, lo que desató un período de recesión en numerosos países que habían sido menos afectados por la crisis asiática, en especial en Europa del Este y en América del Sur. La misma crisis rusa provocó, por primera vez desde 1987, la posibilidad de una bancarrota de los más grandes bancos del mundo, afectados por la quiebra del fondo especulativo Long Term Management Capital, comprometido negativamente por contratos derivativos de casi un billón y medio de dólares (un trillón y medio, en inglés). Los precios de las materias primas se despeñaron, lo cual contribuyó, por primera vez en la Posguerra, a que el comercio mundial descendiera el 2% en términos de valor en 1998. Más de la mitad de las naciones se encuentra en recesión. Primero en agosto, como consecuencia de la crisis rusa; luego en octubre, a raíz de la quiebra de LTMC; más tarde en diciembre y finalmente en enero, la crisis mundial ha comenzado recién a manifestarse a pleno en Brasil, de cuyo mercado dependen ingentes capitales norteamericanos. La devaluación del real se produjo a pesar de un paquete "preventivo" del FMI, de 41 mil millones de dólares. Mientras que la crisis rusa puso en riesgo de desvalorización y falencia a capitales prestados y a contratos de seguros o derivativos del orden de los 300.000 millones de dólares, la crisis brasileña amenaza valores de más de un billón y medio de dólares si se considera solamente al Mercosur. No obstante esta hecatombe, la preocupación de los círculos capitalistas pasa por otro lado: la perspectiva de un derrumbe chino a corto plazo y la crisis de las finanzas públicas y el riesgo de hiperinflación en Japón, que está pasando por una depresión económica más importante, en términos de duración, que la de los años 30. De vía de salida para la sobreproducción mundial de capitales, las ex naciones soviéticas y China se han convertido parcialmente en su cementerio; en lugar de funcionar como atenuantes de la crisis capitalista, mediante la absorción de mercancías y capitales, como ocurrió luego de la caída de las Bolsas en octubre de 1987, la están potenciando. No hay que dejar de lado otros datos igualmente significativos, como el fracaso económico de la mayor parte de las fusiones de monopolios (destacado recientemente por The Economist), si se tiene en cuenta que la centralización de capitales es uno de los principales recursos del capitalismo para contrarrestar la tendencia a la crisis. Para cerrar el inventario, añadamos que los últimos informes económicos han reducido al 1,5% la tasa probable de crecimiento de la Unión Europea para 1999, con el consiguiente incremento de la elevadísima tasa de desocupación, en cuanto se anuncia directamente una recesión para Gran Bretaña.


 


Desafortunadamente para los redactores de la declaración, el ritmo de la crisis económica mundial se ha acentuado superlativamente desde el preciso momento en que ellos denunciaban la exageración del documento aprobado en la última reunión. Se podría afirmar incluso que ese ritmo ya ha afectado a la mayor parte de los registros musicales nacionales y a sus principales elaboraciones etílicas (sasha, vodka, tequila, caipirinha, pisco y vino). Los compañeros de la ITO dicen en su declaración, sin embargo, que habría que esperar "dos o tres años" para que "las respectivas posiciones se(an) testeadas por los acontecimientos", pero ése es justamente el tiempo que ha transcurrido desde que tuviera lugar nuestra primera reunión y nuestras primeras discusiones en 1996. Es hora de que, sin menoscabo de la necesidad de someter las posiciones a la prueba de futuros acontecimientos, se elaboren posiciones concretas que tengan en cuenta los acontecimientos pasados.


 


Con la economía real se come


 


La declaración de la ITO le reprocha al documento internacional lo que ya es también un clásico en el debate económico oficial: exagerar la especulación financiera en relación con la "economía real"; la primera, según la ITO, sufre una crisis tras otra y quizás hasta su ritmo puede que sea frenético, pero no ocurre lo mismo con la producción. Se plantea, entonces, una dicotomía entre lo real y lo financiero, que es el mismo punto de partida de todos los planteamientos vulgares referidos a la crisis económica mundial y que reina sobremanera en los círculos del centroizquierda y de todos los matices, incluido al trotskismo (SU). Es así que atribuyéndole todos los males a la así llamada economía financiera, aparecen los partidarios del impuesto Tobin para gravar los capitales de corto plazo (Le Monde Diplomatique, SU); los defensores de la baja de los intereses (Sachs, Cavallo, Jospin, Bensaid); e incluso los que abogan por convertir al FMI en un banco central mundial con la función especial de supervisar y regular las operaciones financieras en todo el globo (¡Soros!).


 


Hay que reconocerles a los compañeros de la ITO, de todos modos, su originalidad. Es que mientras todo el arco centroizquierdista que va desde la socialdemocracia al Secretariado Unificado, atribuye a la exuberancia de la especulación financiera las desgracias de la economía real, para la ITO ocurriría lo contrario la economía real se expande y la crisis se circunscribe a la economía virtual. Según la ITO, se exagera la crisis porque se toma como referencia a los mercados de valores o Bolsas y se ignora la continua expansión de la producción. Mientras que el centroizquierda describe una crisis productiva que tiene su raíz en el exuberancia de la especulación, la ITO dice que prevalece la expansión productiva aunque la especulación se encuentre en crisis. Si las autoridades financieras internacionales aceptaran el diagnóstico o caracterización de la ITO, saldrían a socorrer al capital especulativo, como lo ha hecho reiteradamente la Reserva Federal, para evitar que su derrumbe se traspase a la producción. Los centroizquierdistas afirman, al revés, junto con el especulador George Soros, que la producción sólo podría recuperarse si se ataca el desmadre especulativo. Pero a pesar de su apariencia de ubicarse en antípodas, una respecto a la otra, las dos posiciones tienen una coincidencia básica de caracterización, o sea, que la crisis actual sería de des-proporcionalidad entre las finanzas y la producción. Y aunque sólo el centroizquierda saca la conclusión práctica de que la crisis podría corregirse con una intervención estatal y con remedios keynesianos, la declaración de la ITO tambien dice lo suyo, porque si "En los próximos dos o tres años la economía capitalista podrá o no colapsar…", la posibilidad de que no colapse dependería de que la producción siga su camino sin que la afecte la crisis de los mercados de valores, o que esta última sea disipada o reabsorbida sin afectar a la economía real. Se trata en definitiva de restablecer el equilibrio y la proporcionalidad.


 


Toda crisis capitalista fundamental significa, sin embargo, que la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes, ha llegado a un punto de explosión. La caracterización que gira en torno a la dicotomía entre la producción y la especulación, la ignora olímpicamente y se pierde en su laberinto. El desarrollo del llamado sector financiero obedece a la necesidad del capitalismo de superar su contradicción de base que se reproduce incesantemente. Se opone al capital productivo como un hermano siamés a otro. El desarrollo del sistema de crédito y de los bancos; las sociedades por acciones y los mercados de valores; el desdoblamiento del capital en productivo y financiero; la centralización de los capitales y el sistema de la deuda pública; la aparición del capital ficticio; todo esto obedece a la necesidad del capital en su conjunto de superar los límites que se oponen a su reproducción indefinida: esos límites son, de un lado, el consumo personal relativamente limitado de las masas frente a una capacidad productiva creciente; del otro lado, la estrechez que representa la producción para el beneficio privado frente a la revolución constante de la técnica y los procedimientos de producción (tendencia al descenso de la tasa de ganancia y a la extinción de la ley del valor). En síntesís, "el límite del capital es el capital mismo".


 


El desarrollo financiero facilita el pasaje del capital de una rama de producción sobreexpandida o no rentable a otra en desarrollo o que ofrece mayores beneficios; moviliza con mayor rapidez esos capitales; ayuda a superar dentro de sus propios límites (conciliar) la contradicción entre la creación y la destrucción de capitales (absorciones); extiende los límites del consumo más allá de los salarios que paga a la población trabajadora; desenvuelve una acumulación de capital propia (ficticia) que actúa como un crédito sui géneris tanto para la producción como para el consumo. Este desarrollo (parasitario porque no crea valor) actúa como factor contrarrestante de la crisis capitalista hasta que se transforma en el principal factor de su estallido. Esto ocurre cuando la sobreacumulación de capital que no asume una forma productiva directa, y que se ha sobreacumulado para contarrestar los límites impuestos por la sobreacumulación de capital productivo, alcanza proporciones incompatibles con la plusvalía total que este último puede arrancar a la fuerza de trabajo. Se percibe entonces que el capital financiero, en sus diversas formas, se ha transformado en una gigantesca hipoteca que traba más allá de toda posibilidad la reproducción del capital en general. Su derrumbe constituye, por eso mismo, la etapa final de una crisis que ha tenido ya un largo proceso de incubamiento, así como la condición destructiva para iniciar una nueva etapa. Esto es lo que ha ocurrido en el curso de toda la presente crisis. Alegar que una crisis no es tal porque es financiera y no real, es un auténtico contrasentido, porque ambas se condicionan y limitan mutuamente en el proceso único de la acumulación del capital "en general". El ejemplo que da la ITO del derrumbe bursátil del 87, que "afectó pobremente a la producción", demuestra lo contrario: primero, porque la producción sólo se recuperó tres años después, recién a partir de 1991, y porque ello obedeció, no a la vigencia de la dicotomía entre lo real y lo virtual, sino a la intervención de poderosos factores extraeconómicos y por supuesto extrabursátiles, como lo fueron la caída de la URSS, la anexión alemana y la extraordinaria apertura del mercado chino después de la masacre de Tien An-men. Pero la omisión más descomunal que hacen los compañeros de la ITO es que la crisis bursátil mundial de 1987 provocó el hundimiento sin fondo de la segunda mayor bolsa del mundo, de la segunda mayor economía del mundo y de la segunda mayor potencia mundial. Olvidan nada menos que la debacle japonesa es un elemento estratégico del proceso de derrumbe general actual; es evidente que no han entendido en absoluto la crisis bursátil del 87. La crisis de los 80 y el derrumbe del 87 tuvieron su culminación en un gigantesco terremoto político, que a su turno ha abierto una nueva etapa de crisis y terremotos. La perspectiva de esta etapa no es que el sistema capitalista pueda "colapsar o no colapsar" (si es que se puede hablar en estos términos), sino la forma que tomará ese colapso (revolucionaria o contrarrevolucionaria, con guerras internacionales o con revoluciones en los países más importantes, incluso con unas llevando a las otras, etc.).


 


La gran hipertrofia financiera de los últimos años ha permitido acentuar enormemente la confiscación relativa de las clases medias, a través de los fondos de inversión y en especial de la privatización de las jubilaciones. Los ingresos que percibe la clase media han sido transformados por estos medios en capital en términos muy baratos, lo cual aumenta la tasa de beneficio del nuevo capital que se pone en movimiento y contrarresta la tendencia declinante de la tasa de ganancia que obtenía el capital ya existente. En Estados Unidos se ha logrado el récord de afectar a un 36% de las familias en el negocio financiero, lo que significa que se agota el pozo de recursos adicionales al que el capital norteamericano podría recurrir en el caso de un derrumbe. Una caída bursátil de gran alcance llevaría a la quiebra a la clase media, la que por otro lado se ha endeudado para su consumo más allá incluso de las rentas que percibe por sus colocaciones financieras, y destruiría por completo lo que todavía se llama seguridad social. Esto significa que las posibilidades histórico-económicas del capital norteamericano frente a una crisis son infinitamente menores que en los años 30, y lo mismo ocurre con las llamadas recetas keynesianas.


 


El auge de la Bolsa financió una gran parte del crecimiento del PBI norteamericano, que tanto subrayan los compañeros de la ITO, porque permitió una expansión sin precedentes del crédito al consumo, sobre la base de la garantía que le ofrecían las inversiones del consumidor en la Bolsa (llamado "efecto riqueza"). Es decir que la inversión bursátil de la clase media se encuentra totalmente hipotecada a favor de los bancos, con el agravante de que un derrumbe bursátil seguramente desvalorizará esa garantía colocada en títulos públicos y acciones, pero no hará bajar un dólar las deudas contraídas por los consumidores. Es así que el conjunto de la economía norteamericana depende hoy de la marcha de la Bolsa y la marcha de ésta depende de la hegemonía económica y política del capital norteamericano en el plano mundial. Así como no existe una dicotomía infranqueable entre la economía real y la virtual, tampoco la hay entre la acumulación del capital y la lucha de clases internacional, es decir entre la economía y la política.


 


El alegato de la declaración de los compañeros de la ITO, de que "por ahora las economías de los países desarrollados continúan expandiéndose", se da de bruces con la afirmación previa que ellos mismos hacen de "que el capitalismo mundial ha estado en crisis desde los inicios de los años 70 y que los capitalistas no tienen soluciones para la crisis". ¿En qué estamos, entonces, en crisis o en expansión? Pero ningún índice de producción industrial puede suplantar a las condiciones históricas en que se desenvuelve la acumulación del capital. La producción debe ser analizada a la luz del proceso de la acumulación capitalista, de ningún modo al revés; los datos no pueden suplantar al análisis, tienen que ser explicados a la luz de éste. En realidad, la economía de los países desarrollados crece en el último cuarto de siglo, medida tanto en valores reales como ficticios (las armas que se destruyen en una guerra; las operaciones de limpieza de un derrame de petróleo, incluido el petróleo derramado; los gastos que corresponden a un déficit fiscal, etc., se computan como valor agregado en el sistema de contabilidad nacional) a una tasa del 2% anual, no solamente bien por debajo de la mitad de los 20 primeros años de la última posguerra sino fundamentalmente bien por debajo del potencial productivo existente. La economía real, como se puede ver, no tiene nada de qué jactarse. La financiera, en cambio, sí ha tenido una expansión descomunal, como lo demuestran las cotizaciones estratosféricas que han alcanzado las principales bolsas; el colosal incremento de la deuda pública; el surgimiento de los fondos de inversiones, especialmente los de pensiones; el mercado de créditos derivativos, cuyos contratos se estiman mundialmente en más de 40 billones de dólares (40 trillones en inglés).


 


El desarrollo creciente de la contradicción entre la acumulación más rápida del capital financiero respecto del productivo; entre éste y la tasa menor de producción corriente; entre ésta y el menor consumo de las masas; entre la progresión geométrica de la renta financiera y el rezagado beneficio productivo; entre todo esto y la rentabilidad capitalista en su conjunto (no solamente la rentabilidad media sino también la de los monopolios); la agudización cada vez más intensa del conjunto de estas contradicciones; esto es lo que caracteriza a la crisis actual y a la etapa histórica de la descomposición capitalista.


 


¿De dónde saca la ITO, entonces, que a la producción le va bien y a las finanzas mal, y de que exageramos la crisis mundial porque tomaríamos unilateralmente las performances de las Bolsas? Una descripción más adecuada de la crisis económica mundial tomaría en cuenta, no la dicotomía entre el mundo virtual de las finanzas y el real de la producción sino el hecho más prosaico de la desigualdad con que la crisis, sea bursátil o industrial, se manifiesta en los diferentes países, o sea tanto en las Bolsas como en los índices de producción, y el encadenamiento que produce su desarrollo entre todas las economías nacionales.


 


¿Qué podría significar, por otra parte, bien o mal? Una Bolsa que ha sufrido una caída enorme no quiere decir que esté mal si la caída sirvió para eliminar del mercado a las empresas o capitales menos rentables o impulsar la centralización de éstos, porque ello significaría que existe la posibilidad de un nuevo período de expansión. Lo mismo vale para el caso contrario, que es el de Wall Street en la actualidad, cuyos valores están superinflados a la espera de un derrumbe anunciado. Como el proceso económico no es una estadística sino que traduce en forma fetichizada un proceso social, se puede entender que Wall Street haya subido gracias al agravamiento de la crisis mundial y no porque esta crisis no exista o se haya atenuado; la Bolsa de Nueva York canaliza por ahora los capitales que huyen de los restantes mercados y de ningún modo está reflejando una tendencia creciente de beneficios de los capitales que cotizan en su recinto. Pero es precisamente debido a esto último que el derrumbe norteamericano es completamente inevitable; sólo están en duda el momento exacto, su alcance y su impacto. Es probable que el derrumbe no lo produzca un factor endógeno sino exógeno, como una devaluación del yen o, lo que parecería contradictorio con esto último, una devaluación del dólar, en especial frente al euro, como resultado del espectacular déficit comercial norteamericano (300.000 millones de dólares) y la creciente tensión en el comercio internacional. La economía mundial se encuentra desde hace tiempo en una situación de devaluaciones competitivas de las monedas, o sea ante un fuerte tendencia devaluacionista de los capitales.


 


Cuesta admitir que la ITO mencione la expansión económica de los países avanzados (el segundo más importante, Japón, está en ruinas), ignorando la extraordinaria tasa de desocupación en Europa y la caída en el nivel de vida de las grandes masas norteamericanas; ignora de este modo uno de los datos de la crisis que más influyen sobre la política mundial y en especial sobre la política obrera. La tendencia a una pauperización absoluta de las masas, que era desconocida desde la crisis de los años 30 y la guerra, es una manifestación más que fundamental de las dificultades extraordinarias que sufre el proceso de reproducción del capitalismo y constituye para la actual generación de las masas una experiencia concreta sobre el destino histórico del capitalismo. Los capitalistas se han visto obligados a reconocer la realidad de la crisis en el plano microeconómico al establecer en sus cálculos empresarios un nuevo break even point, o sea el punto de producción y de precios compatible con el beneficio esperado, sobre la base de una utilización del 60% de la capacidad productiva instalada, lo que automáticamente significa una reducción de salarios y una acentuación de la flexibilidad laboral.


 


Agreguemos que la destrucción masiva de industrias que ha acompañado a la restauración capitalista en la ex URSS, en la mayor parte de Europa del Este y ahora en China, no es sino una manifestación brutal de la enormidad del excedente de capital acumulado con relación a sus posibilidades de beneficios y de realización; la centralización pacífica de capitales que tiene lugar en el mercado mundial asume características violentas y despóticas cuando se opera en los territorios de los ex estados obreros. Es que no estamos aquí ante la confiscación de un capitalista por otro en el marco de las relaciones de mercado y de la ley del valor sino de la confiscación de la propiedad confiscada por la revolución a los capitalistas en el marco de lo que fue una economía planificada. La mecánica de la crisis actual pone al desnudo el carácter social antagónico del régimen de los ex estados obreros y el régimen capitalista mundial. El saqueo que produce la restauración capitalista asume entonces la forma de una confrontación histórica y muestra la extensión y la profundidad de la crisis mundial.


 


"La política es economía concentrada"


 


En la misma vena de querer poner un poco de sensatez a nuestras desmesuras, los compañeros que firman la declaración de "reservas" caracterizan que el documento aprobado "generaliza mucho acerca del desarrollo político de las masas y exagera sobre la perspectiva de confrontaciones revolucionarias". ¿De nuevo el ritmo?


 


Pero en este punto como en el anterior, por la misma cuestión de método ya apuntada, la cuestión del ritmo está fuera de lugar. Somos nosotros, por otra parte, los únicos que estamos llamando y que nos estamos movilizando por la recreación inmediata de un partido obrero internacional, o sea por la refundación inmediata de la IVª Internacional. ¿En qué sentido podríamos estar exagerando este u otro desarrollo de las masas, si somos los únicos que estamos apuntando en la vía de la refundación de la IVª, o sea en la vía que destaca los límites de cualquier "desarrollo político de las masas" que no sea introducido desde afuera de las relaciones económicas inmediatas de los obreros con sus capitalistas y transformado de inconsciente en consciente, por parte de un partido mundial?


 


Aunque esto puede exceder los marcos de la presente polémica, se tiene la impresión de que los compañeros no han entendido realmente el planteo refundacionista; que caracterizan a nuestros esfuerzos como conciliábulos que tienen por objeto medir con termómetro el ritmo de los acontecimientos, con una tendencia irrefrenable, claro, de nuestra parte, a la exageración; y de que no ven que nuestro propósito es establecer (degager, derivare, to set out) una perspectiva y un programa para construir un partido revolucionario mundial que intervenga como el factor decisivo de la victoria final. Si esto es así, ¿no se invierte el acta de acusación? ¿No será, entonces, que son los compañeros de la ITO los que están obsesionados con los famosos ritmos y que esperan poder llegar a un cálculo de ellos sin margen de error para poder anunciar urbi et orbi la inminencia exacta de la emancipación universal? ¿A cuento de qué si no este afán, esta vez sí exagerado, con relación a este asunto de los ritmos?


 


Es indudable, sin embargo, que la crisis asiática provocó el derrumbe de la dictadura de Suharto y un debut de revolución en Indonesia; es también un hecho que la crisis euro-oriental (las "pirámides financieras") fue la causa de la revolución albanesa que aún tiene fragmentado al estado restauracionista; es también verdad que la crisis económica ha acentuado por decenas de miles las huelgas obreras y los levantamientos campesinos en China; es igualmente cierto que el llamado efecto samba provocó la ocupación de fábricas automotrices en Brasil, cortes de ruta y el recule transitorio de las patronales imperialistas en el mantenimiento de los despidos masivos que ya habían puesto en práctica; tampoco se puede objetar que, en la Argentina, desde el comienzo de la declinación del plan Cavallo, se han producido el Santiagueñazo, el Cutralcazo y el Jujeñazo, que el gobierno menemista y el peronismo están fuertemente divididos y que hay una constante aunque irregular radicalización política; ¿quién puede negar la descomunal huelga minera en Rumania, que fue desatada en respuesta a los acuerdos con el FMI? Los propios compañeros de la ITO destacan la importancia del movimiento de masas en Francia, desde 1995; no se puede tampoco arrinconar en el silencio al extraordinario desarrollo del movimiento guerrillero colombiano, muy cerca de Estados Unidos, por un lado, y de Cuba, por otro, y cuyo progreso ha ido paralelo a la crisis económica; en Rusia se han producido, luego de la crisis de agosto, renacionalizaciones forzadas de empresas por parte de los trabajadores; incluso en los Estados Unidos el reflujo sindical es una cosa del pasado, como lo demuestran las huelgas de la UPS, General Motors, la defensa de los despedidos en Caterpillar, la andanada de huelgas de pilotos de aviación. Los expertos adjudican este renacer sindical al bajo desempleo norteamericano, pero lo que motoriza a los trabajadores es la caída de los salarios, la descomunal flexibilidad laboral, la precariedad de los empleos, en suma, el ataque al que se ven obligados a recurrir los capitalistas para superar la crisis económica. Existe, i-rre-fu-ta-ble-men-te, una inversión de tendencia de las luchas populares internacionales con relación a la década de 1985-94.


 


Hemos sido nosotros, como lo admite expresamente el texto de la ITO, los que hemos dicho que el imperialismo pretende enfrentar este "desarrollo político de las masas", no con métodos de dictadura o guerra civil sino democráticos. Lamentablemente los compañeros de la ITO no saludan esta posición ponderada (sage, wise, savia) de nuestra parte. Este acierto de pronóstico tiene que ver con la valoración que damos al hecho de que no hay partidos revolucionarios que polaricen la lucha de clases; a que el imperialismo no ha perdido la confianza en los métodos que le permitieron contener y derrotar a las revoluciones políticas en el Este antes del 90 (especialmente en Polonia, Alemania y Rumania) y en Centroamérica, e iniciar un proceso contrarevolucionario; a que la propia crisis económica mundial aún no ha disuelto las relaciones de comercio desarrolladas desde la posguerra.


 


Por eso, mientras que toda la prensa centroizquierdista del trotskismo europeo calificó como peligros inminentes a Le Pen, a los neonazis alemanes, a Berlusconi y a Bossi; la prensa del Partido Obrero destacó reiteradamente que la extrema derecha no era por ahora la alternativa de la burguesía europea y que los centroizquierdistas del trotskismo se prestaban a la misma operación que habían ejecutado los stalinistas en el 30, aunque con menos justificación: o sea, a encubrir su apoyo a las alternativas centroizquierdistas que sí estaban de nuevo en el firmamento de la burguesía europea. Inclusive allí donde el imperialismo actúa con métodos de guerra civil, como los bombardeos frecuentes a Irak, la intervención militar en la ex Yugoslavia, la sistemática agresión contra el pueblo palestino o la intervención en Colombia, levanta como alternativa la variante democratizante, no la fascista. Es por eso que nuestros partidos deben intervenir e intervienen en los procesos democráticos y parlamentarios, no los pueden ignorar en función de una suerte de revolución inminente, porque tienen el deber de trabajar para que las masas superen estos obstáculos democráticos para desarrollar su conciencia y su organización de clase.


 


Con lo que entramos en el tema de los gobiernos de frente popular. ¿Qué dicen los compañeros de la ITO? Que "Los Prodi, Blair y, en cierta medida aún, el gobierno de Jospin han sido elegidos por los grandes capitalistas para implementar su política neo-liberal, no para descabezar levantamientos revolucionarios". Nos preguntamos si los compañeros de la ITO no han sospechado siquiera que se trata de una posición un poco vulgar.


 


Debiera ser claro para cualquiera que Prodi (ahora DAlema), Jospin, incluso Blair, y más recientemente Schroeder, se han diferenciado de la llamada política neo-liberal, y no sólo de palabra sino también en los hechos. Claro que la palabreja neo-liberal es lo bastante difusa como para que puedan entrar toda suerte de gatos en la misma bolsa. Pero, de conjunto, los gobiernos centroizquierdistas de colaboración de clases acceden al gobierno cuando, desde círculos capitalistas cada vez más amplios, se reclama reglamentación de los movimientos de capitales para salvaguardarlos de sí mismos; medidas públicas frente a la desocupación; bandas cambiarias organizadas entre las principales monedas; establecimiento de bancos regionales para contrapesar al FMI. Y estos reclamos no solamente tienen que ver con la crisis en su faceta económica, sino más especialmente con su faceta social, o sea con la tendencia de las masas a responder de nuevo con luchas, ya sean los obreros como los estudiantes. Aunque los movimientos de mayor escala han sido las movilizaciones de los mineros del Ruhr, a principios de 1997 (que, digamos de paso, crearon una fugaz situación de doble poder en la ciudad de Bonn), y las huelgas de trabajadores estatales, camioneros y choferes de colectivo en Francia en repetidas oportunidades; también han habido movimientos conjuntos a la escala de Europa y, en el caso de Bélgica, una gigantesca movilización de masas, que aún continúa organizada, contra la corrupción y la pedofilia oficiales (en este país, algunas direcciones sindicales de fábrica están propagandeando la necesidad de lanzar un partido de trabajadores en abierto choque con el PS y las direcciones oficiales de los sindicatos).


 


Si para determinar (o caracterizar) es necesario negar, para determinar el carácter de los gobiernos centroizquierdistas hay que establecer que es lo que niegan. La ITO asegura que no niegan nada, que son la continuación (repetición) de los neo-liberales. ¿Pero para qué entonces cambiarlos? Para retomar un tema anterior, es el momento de decir que los gobiernos neo-liberales o conservadores fueron removidos porque se habían constituido en un elemento de inestabilidad de la situación política; el Financial Times pedía a gritos que se le pusiera fin al gobierno de Major. Los gobiernos centroizquierdistas están, por lo tanto, literalmente obligados a intentar modificar las condiciones y la política que transformó a sus predecesores de factores de estabilidad en factores de perturbación, so pena de acabar de la misma manera, pero con el agravante de haber agotado las soluciones moderadas. Lo que convirtió a los gobiernos conservadores en factores de desorden fue el agotamiento de su política neo-liberal, la profundización de la crisis mundial y su incapacidad para contener a las masas que reaccionaban a la crisis. La realidad de fondo que provocó el derrumbe conservador se manifiesta mejor que nada en la incapacidad de sus partidos para recuperarse ahora que están en la oposición.


 


"Los Prodi, Blair…(no) han sido elegidos para descabezar levantamientos revolucionarios"; no son, por tanto, verdaderos frentes populares. Es una diferencia de matiz, sí, pero en ella está en juego nada menos que la cabeza de las masas levantadas; son un cáncer benigno; no son "un recurso último del imperialismo". ¿Pero acaso León Blum, Largo Caballero, Salvador Allende, fueron elegidos para "descabezar levantamientos"? De eso se encargaron Franco, Pinochet y Petain-Hitler. De ninguna manera; en forma similar a DAlema, Jospin, etc., fueron elegidos para contener los levantamientos populares, o sea, no para masacrar a la revolución sino para prevenirla o desviarla. Esto vale incluso para el gobierno Ebert-Noske de 1919-21, que asesinó a Rosa Luxemburgo y a Liebknecht y que volvió a enfrentar una tentativa revolucionaria en 1923. La masacre de los trabajadores viene después de que los gobiernos de frente popular han tenido su oportunidad de intentar contener la revolución: si han logrado prevenirla, esa masacre puede ocurrir cuando el reflujo y la desmoralización subsiguientes le permiten a la reacción levantar cabeza de nuevo y ahora con mayor ferocidad; si la prevención ha fracasado, mediante la sustitución del frente popular por el fascismo. Es cierto que una situación revolucionaria también puede disiparse pacíficamente, sin llegar a interrumpir decisivamente el régimen parlamentario, pero con ello se disipa también el frente popular y las riendas del gobierno vuelven gradualmente a los representantes directos y normales de la burguesía. Igualar a los gobiernos de frente popular con los que descabezan levantamientos revolucionarios (se supone que de masas) es regresar a la especie stalinista del social-fascismo.


 


La llegada generalizada de gobiernos centroizquierdistas en Europa, en varios países de Asia y eventualmente en América Latina (Frente Amplio de Uruguay, Frente Brasil con el PT, la evolución que podrían tener en esa dirección el gobierno de Chávez o los eventuales de De la Rúa o Duhalde), lo que es diferente de experiencias aisladas u ocasionales, es la expresión de que la burguesía mundial ha comprendido que no tiene otro recurso para contener el agravamiento de la lucha de clases y la transformación de ésta en revolucionaria o pre-revolucionaria sin el concurso de los partidos obreros reformistas y de origen stalinista. En el importantísimo estado de Rio Grande do Sul, Brasil, hay ahora un gobierno de frente popular con la participación muy amplia del Secretariado Unificado, que incluso tiene la dirección de un importante instituto militar. El gobierno gaúcho está jugando un papel de primer orden en tratar de desarmar la crisis que se ha creado entre el gobierno federal de Cardoso y varios gobiernos estaduales, los que en algunos casos han llegado a dejar de pagar la deuda externa de sus estados. En el momento en que Brasil se desplaza hacia el centro de la crisis mundial; en que como consecuencia de ello todo el andamiaje del Estado está amenazado de derrumbe; cuando los obreros son obligados a ocupar fábricas y a cortar auto-estradas, el gobierno Dutra-Brizola-SU está llamando a defender la estabilidad federativa del país, o sea el sometimiento de los estados al gobierno central y al FMI. Esta es la función clásica del frente popular, con la yapa adicional de que esta vez cuenta con la colaboración del trotskismo.


 


Las limitaciones descomunales del texto de la ITO para caracterizar el fenómeno generalizado de los gobiernos de colaboración de clases o frente-populistas de Europa obedece a la falta de unidad de método de su análisis. En esto consiste el impresionismo, no en exagerar en más o en menos, porque esto es inevitable y sólo puede ser corregido por la acción. Importa todavía más este defecto cuando el conjunto del trotskismo europeo, es decir salvo mínimas excepciones, se ha convertido en ladero de los gobiernos de centroizquierda, a los que se niega a caracterizar precisamente de frente populistas, contrarrevolucionarios, antiobreros y representantes de sus burguesías imperialistas. Al trotskismo europeo, que siempre es una copia desteñida y atrasada de los planteos del SU en general y de la LCR de Francia en particular, la gran experiencia rusa no le ha servido para nada y es por eso que aplica una versión claramente desmejorada de la política de presión sobre el gobierno kerenskiano que Lenin combatió en las Tesis de Abril. En la reciente unión electoral de LO y la LCR no hay una palabra de caracterización del gobierno Jospin; su programa es un recetario poco pretensioso de medidas anti-neo-liberales.


 


Los compañeros objetan que hablemos de una "latinoamericanización de Europa", cuando lo único que puede reprocharse a esta afirmación es que no agregue "y de Estados Unidos". ¿O los suburbios de las grandes ciudades de Europa y los barrios dentro de las grandes ciudades norteamericanas, no se convierten cada vez más en enormes villas miserias? Los diarios informan con mayor frecuencia de los levantamientos que se producen en las ciudades periféricas en Francia; del estado de guerra civil latente con los negros en Estados Unidos ("tolerancia cero") y la confrontación permanente con la inmigración latinoamericana, a la que se le ha quitado el derecho a la seguridad social y hasta la posibilidad de estudiar los primeros grados en su idioma. El cine europeo y norteamericano recoge cada vez más este tema; el inusitado retorno del nazismo alemán a la literatura histórica, al cine y hasta a los tribunales es un reflejo inconsciente del acecho de la barbarie.


 


No es el ritmo, no; definitivamente


 


El núcleo de las ideas de los compañeros, ese que explica el conjunto de sus posiciones y que deja al desnudo su completa falta de método; ese núcleo se encuentra en el anteúltimo párrafo de su texto. "El tiempo dirá", dice, "si estamos acertados o equivocados en nuestras afirmaciones sobre la situación mundial. En los próximos dos o tres años la economía capitalista podrá o no colapsar, y confrontaciones revolucionarias tendrán lugar o no en Europa occidental y otros países imperialistas. Las respectivas posiciones serán testeadas por los acontecimientos".


 


Para limpiar previamente el terreno de lo que realmente importa, digamos que no compartimos, en principio, las teorías sobre la posibilidad de un colapso del capitalismo, porque así como es manifiesta la primacía de sus tendencias a la disolución social (tendencia a la sobreproducción, a la extinción de la ley del valor, al descenso de la tasa histórica de beneficio, a la pauperización absoluta de las masas cuando de sustento de la clase capitalista pasan a ser sus mantenidas, en definitiva, a la destrucción de fuerzas productivas), en ausencia de una revolución proletaria triunfante, volverían a ganar primacía las tendencias que la crisis desplaza y oculta, a saber, a la reconstitución de un sistema de explotación, de un mercado y en definitiva de un modo capitalista de producción. De lo que se trata entonces no es de pronosticar si el capitalismo va o no a colapsar sino de las alternativas contradictorias que plantea esta tendencia, en última instancia irreprimible, al mal llamado colapso. Para que exista alguna esperanza de que en diciembre del 2002 podamos sacarnos las dudas de si ese colapso puede producirse o no, es necesario que la tendencia hacia el colapso exista con bastante antelación. Entonces, una de dos: o la posibilidad del colapso existe para el 2002 como una tendencia de la realidad actual, en cuyo caso lo que importa es discutir las alternativas que plantea esa tendencia al colapso y qué política debemos darnos para incidir revolucionariamente en el desenlace; o esa tendencia no existe como tal en la actualidad y el colapso del capitalismo tiene las mismas posibilidades que la de ganar la lotería, es decir, aleatorias.


 


Pero el desafío que plantean los compañeros es, precisamente, que la posibilidad de un colapso en el 2002 es remota o está completamente fuera de lugar, pero esto significa entonces que no existe tampoco como tendencia en la actualidad. Las contradicciones del capitalismo, si es que existen y se puede hablar de ellas, ni siquiera habrían comenzado a madurar, no digamos ya a desbordar sus posibilidades de conciliarse y a explotar; toda la divergencia sobre los ritmos ha sido un puro distraccionismo. No es la rapidez de la marcha de la revolución lo que está puesto en cuestión sino, antes que todo esto, la existencia misma de una tendencia relevante a la revolución, su posibilidad como una de las alternativas de la situación histórica presente; la posibilidad de una acción política en esa dirección, o sea, de una acción política revolucionaria. Para el texto que criticamos no estaría todavía presente una tendencia relevante a la disolución del capital, a la crisis del Estado, al estallido de las relaciones internacionales y, por lo tanto, a la revolución.


 


El planteo de los compañeros revela una inconsistencia de método, es decir su impresionismo, cuando escamotea otra posibilidad histórica: la de una revolución que se produzca antes del tan mentado colapso. Es que si el ser humano es una animal con capacidad de conciencia, tiene la posibilidad de anticiparse a una catástrofe haciendo la revolución, pero, insistimos, para ello tiene que estar presente ya como una tendencia poderosa. El factor decisivo no es entonces la posibilidad del colapso en términos mecánicos sino la capacidad del proletariado de asimilar el proceso objetivo de la crisis y transformarlo en un programa y en una acción que acelere el final del capitalismo. En esto consiste, en la actualidad, la conciencia de clase del proletariado.


 


La orfandad metodológica es sustituida, por los compañeros, por el prejuicio; esto es normal, porque la falta de ciencia es siempre ocupada por la superstición. Recuerden, nos advierten los compañeros, lo que ocurrió con las ensoñaciones catastrofistas de Pablo, Healy, Lambert y Moreno. Pero entre la fatalidad anti-revolucionaria y la imaginación catastrofista quizás sea preferible esta última, porque deja abierta una posibilidad de corrección a través de la experiencia que da la lucha; la primera es una condena a la pasividad y al estancamiento intelectual.


 


El error de Pablo no fue ni siquiera exagerar la posibilidad de una tercera guerra mundial, una opinión que compartía la mayoría inmensa de los miembros de la IVª sino deducir de ello que la burocracia de Stalin se transformaría en revolucionaria y que no pactaría una coexistencia estratégica con el imperialismo. Pablo no sucumbió a las presiones catastrofistas de la crisis sino a las presiones contrarrevolucionarias de la burocracia, algo que luego lo llevó a colaborar con Belgrado y Argel. Pero después de todo, el error que los compañeros le atribuyen a Pablo es inferior al que cometió Marx cuando aseguró, en 1848, que era inminente una revolución proletaria en Alemania. El revolucionario tiene una tendencia a sobreexcitarse; el que no lo es no sale nunca del letargo. La guerra de Corea, las amenazas de bombardeo atómico a China, incluso la crisis de los misiles en Cuba, demostraron el grano de verdad que había en el error de Pablo. El problema es que la previsión de Pablo ya había quedado desactualizada antes de que la formulara, cuando la guerra de Corea, precisamente, había dejado en claro, tanto a la burocracia como al imperialismo, que no les quedaba otra alternativa que la "guerra fría".


 


De Lambert se puede decir algo parecido: la inminencia de la revolución que él pronosticaba había quedado atrás, con la derrota del Mayo Francés y de la Primavera de Praga, que casualmente fue incapaz de prever, porque sostenía que el mundo vivía en las vísperas del fascismo desde el ascenso golpista al poder de De Gaulle en 1958/60. Para peor, creyó que la revolución era inminente en Francia, como una consecuencia, decía, de la contradicción que él estimaba, contra toda razón, insuperable, entre un gobierno de frente popular y las instituciones de la Vª República gaullista; ahora cena con los funcionarios del régimen de la cohabitación entre el centroizquierda y la derecha. Creía que la Vª República se caería más o menos sola y que ello daría paso a la revolución proletaria del mismo modo que Lora creía que una insurrección popular en general llevaría a la dictadura del proletariado si él estaba físicamente presente, o que Moreno, que sostenía en 1956/60 que la consigna del retorno de Perón conducía a la insurrección y ésta a la revolución proletaria.


 


Pero en el planteo de Lambert había un grado de visión, como lo demostraron las revoluciones polacas del 70, del 76 y del 80, las victorias vietnamitas y su consecuencia sobre la estabilidad política norteamericana, y la revolución portuguesa del 74. En cuanto a Moreno, no tenemos atenuantes y no porque hayamos sido vecinos del mismo barrio sino porque sostuvo la impostura de que podía existir una situación revolucionaria mundial única en todos los países, y esto cuando, avanzada la década del 80, la clase obrera de los principales países se encontraba en reflujo. Pero más equivocados que los "análisis impresionistas" de Pablo, Lambert y Moreno, fueron los macaneos sesudos, académicos y por supuesto moderados de Mandel, que aseguró que Gorbachov reformaría al régimen soviético y que lo democratizaría defendiendo la propiedad estatal. O que defendió, hasta las últimas piedras de su muro, la existencia separada de Alemania oriental, es decir, de la burocracia del sector oriental, oponiéndose a la consigna de la unidad socialista de Alemania y, más adelante, a la exigencia de una Asamblea constituyente contra el anchluss germano-occidental. Moreno, Healy y Lambert decían que había que ir a la clase obrera, aunque llegado el caso capitulaban ante los milicos de la dictadura, los jeques árabes o los funcionarios socialistas o gaullistas; los intelectuales del SU cultivan el medio académico y sucumben a las modas políticas del Quartier Latin. Es decir que son un caso sin remedio.


 


Las alternativas de la situación actual


 


Una vez clarificado de que no se trata de esperar pasivamente el colapso ni de perder tampoco la esperanza de que pueda producirse, de lo que se trata es de ver cuáles son las alternativas de la crisis actual y adónde nos llevan.


 


La crisis actual está provocando un proceso de desvalorización de capitales y de mercancías, que plantea la posibilidad de una depresión económica internacional. Son pocos los que disienten con que en tal caso habría una dislocación del comercio internacional y una serie muy fuerte de crisis y de polarización políticas. Se plantearía una variante de lo ocurrido en los años treinta. Sería entonces el colapso que nuestros compañeros de la ITO aseguran que de ningún modo podría producirse, al menos antes del 2002. La llamada "globalización" fue precisamente una tentativa de contrarrestar por mucho tiempo la tendencia a la desvalorización de capitales, para lo cual fue lanzada una intensa campaña de apertura de los mercados mediante las privatizaciones y el derribamiento del proteccionismo de los países llamados emergentes. Pero la pieza central de esta política era la penetración en gran escala en China y la ex URSS. La perspectiva de alcanzar estos objetivos alimentó la valorización accionaria de los capitales, en especial en Nueva York. Para quienes sostienen que el capitalismo tiene una salida, es necesario refrescarles que la globalización ha sido precisamente un intento de salida; que, salidas mediante, la crisis mundial no ha ido progresando en forma lineal sino a saltos, es decir, doblegando las distintas tentativas del capitalismo para superarla y abrir un período de sostenida expansión del capital. La debacle rusa y la crisis generalizada que empieza a tomar cuenta de China han hecho fracasar esta perspectiva. Pero hay algo más: después de la crisis asiática se acentuó a extremos agudos la deflación japonesa (la Bolsa de Tokyo pasó de 39.000 puntos en 1989 a 12.500 puntos el año pasado, es decir que se desvalorizó un 60%, equivalente a tres billones de dólares), y lo que es más importante, se le plantea a la burguesía japonesa una perspectiva de depresión y una descomunal pérdida de posiciones en el mercado mundial. Es decir que la "globalización", como salida, benefició enormemente a determinados sectores del imperialismo mundial y perjudicó a otros también enormemente. Es esto lo que explica que el imperialismo norteamericano siga siendo hoy partidario de la "globalización"; que la burguesía europea reclame la administración concertada de los tipos de cambio; y que los capitalistas japoneses quieran un mercado regional protegido en Asia.


 


La nueva fase de la crisis encuentra al capital mundial comenzándose a dividir en términos estratégicos. Si en esta nueva situación la lucha interimperialista se acentuara, por ejemplo con choques comerciales, devaluaciones masivas o crisis políticas internacionales, es seguro que la crisis actual se transformará directamente en una depresión que se asemejaría al colapso que tendría in mente la ITO cuando se refiere a éste. Con seguridad asistiríamos a un derrumbe de la Bolsa de Nueva York y a una gran recesión norteamericana.


 


Desde la crisis asiática, sin embargo, está en curso una nueva variante de salida, que consiste esencialmente en el acaparamiento del capital de la región y de importantes pulpos japoneses, por parte de los monopolios norteamericanos. La penetración norteamericana en ramas reservadas hasta ahora a los pulpos locales no tiene comparación con nada de lo que ocurrió en las dos décadas previas. Todas las críticas de moda que se hacen al FMI apuntan precisamente a sus exigencias de que la economía debe reestructurarse, es decir cambiar de manos y de nacionalidad; de que debe haber transparencia un sucedáneo para reclamar procesos sumarios de quiebra; y mantener naturalmente elevadas tasas de interés para que ningún grupo local pueda ser rescatado mediante subsidios financieros. Las recetas del FMI agravaron la crisis asiática precisamente porque tenían esa finalidad, o sea eliminar el capital sobrante del mercado y retomar la acumulación capitalista bajo la dirección del capital financiero norteamericano. La enseñanza que surge de esto es imperdible: fue la salida y no la falta de salida lo que ha arrinconado a una amplia franja del capital mundial a una situación sin salida, es decir a la quiebra. Es que toda salida capitalista significa antes que nada una salida contradictoria, explotadora y confiscatoria. Mientras que para los revolucionarios toda salida representa una contradicción y la contradicción es la salida, para el conformista salida y contradicción son mutuamente excluyentes. Las salidas capitalistas no eliminan la tendencia a la revolución social y la posibilidad de su realización; sólo alteran los términos en que ambas son planteadas.


 


Una salida de la crisis asiática en beneficio del capital norteamericano reforzaría las posibilidades de éste para volver a encarar con mayor fuerza la colonización de China y de la ex URSS. Los procesos de confiscación económica y política en estos gigantescos países se reforzarían en forma brutal y, paralelamente con ello, la dislocación económica, la crisis política, las huelgas y los levantamientos; pero, además, se rompería decisivamente el equilibrio de fuerzas entre las distintas burguesías imperialistas, lo que replantearía la posibilidad de una guerra mundial. La vigencia de la posibilidad del reforzamiento de la posición internacional del imperialismo yanqui es lo que mantiene a flote a Wall Street, justificando políticamente su infladísima valuación, y lo que explica en gran parte la tendencia de una parte de los monopolios europeos a preferir la alianza con el capital norteamericano en detrimento de sus socios de la Comunidad. Pero esta reafirmación de la posición mundial del imperialismo tendería a minar la cohesión de la flamante Unión Europea y a dejar a la deriva la posibilidad de la integración de los países del este. Actuando como dirección de una salida de conjunto para el capitalismo, la política del capital norteamericano plantea una dislocación aún más intensa de la economía y la política mundiales.


 


Pero la salida norteamericana tiene que enfrentar los obstáculos del propio capitalismo norteamericano. Si la hegemonía de éste fuera tan sólida como se la pinta, no hubiera sido necesario que recurriera al hiperatrofiamiento financiero para esquivar la crisis. No son Asia, Japón o América Latina, y mucho menos Rusia o China, los que concentran la sobreacumulación de capital y mercancías. Son los Estados Unidos el centro de la crisis mundial; la zona crítica se encuentra en su propio patio. Es extraordinariamente difícil que las salidas que está buscando imponer el imperialismo norteamericano en detrimento de sus rivales internacionales, tengan el alcance suficiente para contrarrestar sus tendencias de crisis interna. Esto explica la exasperación, que nadie logra entender, que han alcanzado sus enfrentamientos políticos. La gran burguesía yanqui tiene un precario control del Congreso, donde dominan las tendencias aislacionistas y proteccionistas, a la espera de poder imponer su agenda.


 


Las alternativas que hemos examinado conducen, con variantes, a una misma conclusión de conjunto: crecientes crisis económicas y políticas; conflictos internacionales; agravamiento de la situación de las masas y de las naciones más débiles; agudización de la lucha de clases; achicamiento del margen de acción de las direcciones fundamentalistas o nacionalistas en las naciones atrasadas; crisis sin precedentes en las organizaciones obreras tradicionales que se aferran con desesperación a un status quo perimido.


 


La táctica de los revolucionarios deberá llevar en consideración las diferentes alternativas de la evolución de la crisis, pero siempre en el marco metodógico de conjunto de que se trata de la mayor crisis mundial de un capitalismo agonizante, preñado de alternativas revolucionarias. Esto es lo nuevo de la actual situación histórica. Por eso es el punto de partida para plantear a la vanguardia obrera de todos los países la refundación inmediata de la IVª Internacional, cuyo objetivo estratégico ha sido el de llevar a la victoria a la revolución proletaria mundial, es decir efectivizar la revolución permanente. Este es el marco en que se debe producir la delimitación de posiciones políticas entre los revolucionarios. Una delimitación en estas condiciones será el fundamento más firme para alumbrar y hacer crecer y madurar una organización revolucionaria internacional común en los plazos y tiempos que reclama el momento histórico.


 


 


 


Notas:


1. Ver En Defensa del Marxismo, Nº 21, agosto/octubre de 1998.


 

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