Educación a distancia: El negocio del siglo

Desde hace algunos años, se viene desarrollando en forma creciente en varios países del mundo la denominada “educación a distancia”. Como indica su nombre, la novedad consiste en que los alumnos que estudian bajo esta modalidad pueden cursar sus carreras desde su casa, a partir del uso de computadoras, sin necesidad de concurrir a las aulas de las facultades.

Aunque, en apariencia, parezca un proyecto para el futuro, la “educación a distancia” tiene ya en el presente un desarrollo muy importante. En Turquía, hay 580 mil estudiantes a distancia, 350 mil en Indonesia, 242 mil en la India, 217 mil en Tailandia, 211 mil en Corea, 530 mil en China (1). También en nuestro país hay ejemplos que muestran este desarrollo. En la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA hay 10.000 estudiantes a distancia y, recientemente, la Universidad de Quilmes ha dispuesto que dos carreras se cursen exclusivamente bajo esta modalidad (2).

Sus defensores han equiparado el surgimiento de la “educación a distancia” con una verdadera revolución en materia educativa, que viene a remover siglos y milenios de estancamiento. Uno de ellos afirma que “ya pasaron 2.500 años desde la época de Sócrates, Platón y Aristóteles. Desde entonces, creamos naves espaciales, biotecnología, ingeniería genética, rayos láser, radioastronomía, matemáticas no-lineales, teoría del caos, satélites, supercomputadoras, TV interactiva e inteligencia artificial. Denominamos a esto progreso. ¿Pero qué sucede con la educación? Dos milenios y medio después, todavía ponemos alumnos en las aulas con una autoridad que les enseña por períodos determinados de tiempo. Avanzamos muy poco desde el paradigma educacional de Sócrates y sus discípulos” (3).

Esta pomposa definición viene a ocultar la verdadera finalidad de la “educación a distancia”. En realidad, ésta se ha convertido en un instrumento de primer orden para desarrollar la privatización de la educación estatal, abriendo la posibilidad de que los grandes capitalistas se apropien del presupuesto destinado a la educación, que sólo en los países pertenecientes a la Ocde se calcula en más de un billón de dóIares anuales. Este mercado, que es codiciado activamente por los capitalistas, abarca en la UE a cuatro millones de docentes, 80 millones de alumnos y estudiantes, 320 mil establecimientos escolares. Pero, como reconoce un importante órgano del imperialismo francés, será necesario, para desarrollar este objetivo, producir el “desmantelamiento de lo principal del servicio público de la enseñanza” (4).

Educación y empresa

En junio de 1989, una mesa redonda de empresarios europeos publicó un informe denominado “Educación y competencia en Europa”, en el que se señala que la “educación y la formación están consideradas como investiduras estratégicas vitales para el éxito futuro de la empresa”, pero que, lamentablemente, “la educación y la formación son consideradas siempre por los gobiernos como un asunto interno”, desvinculado de la industria. Para superar esta dicotomía, proponía que establecimientos de educación y empresa trabajen juntos en el desarrollo de programas de enseñanza, sobre todo gracias al “aprendizaje a distancia” y la puesta a punto de los “didacticiels” (logiciels de aprendizaje en computadora).

En 1991, la Comisión Europea señaló que una “Universidad abierta es una empresa industrial y la educación superior a distancia es una industria nueva. Esta empresa debe vender sus productos en el mercado de la enseñanza, regido por las leyes de la oferta y la demanda”. Califica a los estudiantes como “clientes” y a los cursos como “productos” susceptibles de ser realizados en el mercado de la educación. Para ser categóricos, en 1994, durante una reunión del G7 dedicada a la “sociedad de la información”, se planteó que “la responsabilidad de la formación debe estar, en definitiva, asumida por la industria… La educación debe ser considerada como un servicio devuelto al mundo económico”.

Los industriales que han fogoneado estas resoluciones de la Comisión representan a las grandes empresas informáticas europeas (Olivetti, Philips, Siemens, British Telecom, Telefónica). Este sector del gran capital espera beneficiarse con la generalización de la educación a distancia, que producirá el crecimiento de la venta de materiales y del volumen de las comunicaciones telefónicas y, lo que no es menos importante, las ganancias provenientes de la venta de los derechos de autor y derechos vecinos sobre la comercialización y explotación de los “didacticiels” (5). El conjunto de la estrategia debe desembocar en una “mejor adecuación de la enseñanza a las exigencias de la industria, una reducción de los costos de formación de la empresa y una atomización de los estudiantes y docentes, cuyas turbulencias son siempre temidas”.

Las empresas también han visto los beneficios de que sus empleados se formen a distancia. Por ejemplo, Bosch estimó que los costos de formación de su personal eran elevados y resolvió que el personal se forme a domicilio a través del uso de computadoras personales. Desde 1996, el 20% del personal se forma en su casa durante sus horas de “ocio”. Bosch se ahorra así los gastos de formación en la empresa, que ahora corren por cuenta de sus empleados y, además, se aprovecha de toda la jornada laboral.

Privatización y copamiento imperialista

Una de las características fundamentales de la educación a distancia es que el sostenimiento de la educación ya no estará a cargo del Estado sino de los propios estudiantes y de sus familias. La Ocde publica un informe, en 1996, donde se señala que “el compromiso más importante del lado de los estudiantes es el financiamiento de una gran parte de los costos de su educación”. En otro documento, señala algo similar: “los estudiantes se transforman en clientes y los establecimientos competidores luchan para obtener una parte del mercado… Los estudiantes deben pagar total o parcialmente sus cursos” (6).

Con la educación a distancia se invierten los términos del planteamiento que Marx había hecho sobre la educación, al criticar el Programa de Gotha del Partido Socialista Alemán. Según Marx, mientras la clase obrera debía luchar para que el Estado sostenga a la educación, a la vez, tenía que rechazar que el control ideológico de la enseñanza quedara en manos de éste, ya que, como representante de la clase capitalista, iba a condicionar su sostenimiento al del régimen social burgués. Como puede verse, con la educación a distancia los capitalistas refuerzan como nunca su control sobre el proceso de aprendizaje y sobre los contenidos que se dictan, pero el sostenimiento de la educación no corre por cuenta del Estado sino que pasa a manos directas de los trabajadores, es decir, que aumenta la confiscación del salario.

Para los sectores de la población que no puedan pagar sus estudios, los funcionarios de la enseñanza les tienen reservada una educación básica, completamente descalificada. “Se distinguen claramente los fines de los industriales: crear al margen de las redes de enseñanza pública, reducidas a otorgar una educación básica, un vasto sistema privado y comercial de teleenseñanza” (7). Para los capitalistas, el rol del Estado no es desconocido; su papel “se limita a asegurar el acceso al aprendizaje de los que no constituyen un mercado rentable y de los que su exclusión en la sociedad se acentuará a medida que otros van a continuar progresando”. Acá la Ocde expresa claramente lo que no se atrevió a decir la Comisión, “los docentes que sobrevivan se ocuparán de la población no rentable”. De esta manera, la educación, lejos del sueño pequeñoburgués que le atribuye la función de niveladora social, se convierte en un instrumento de profundización de las diferencias clasistas de la sociedad.

La posibilidad de estudiar a distancia crea también la oportunidad del copamiento de los sistemas educativos de las semicolonias por parte de las grandes potencias imperialistas. Un estudiante de nuestro país, por ejemplo, puede elegir entre estudiar, a través de su computadora, en la Universidad de Quilmes o del Comahue, o hacerlo en Harvard o la Sorbona. Así lo reconocen los papers de la Comisión: “la posibilidad nueva de proponer programas de enseñanza en otros países, sin que los estudiantes o docentes salgan de sus casas, podría tener gran repercusión sobre la estructura del sistema de enseñanza y formación a escala mundial”.

Las transformaciones a las cuales se hace referencia serían el copamiento del mercado educativo por parte del gran capital y tendría, como una de sus consecuencias, la destrucción y el cierre de las universidades y facultades de las semicolonias. El ministro de Educación francés señaló, en 1996, que estaban listos para lanzarse al copamiento del mercado mundial. “Nosotros vamos a vender nuestra habilidad en el extranjero y nos hemos fijado como objetivo la cifra de 2 mil millones de francos en el negocio durante 3 años. Estoy convencido de que se trata del gran mercado del siglo XXI. Un solo ejemplo: un país como Australia gana 7 mil millones de francos gracias a la exportación de sus formaciones” (8).

En el mercado educativo se puede ver el mismo mecanismo que rige la competencia capitalista. El gran capital desplaza al más pequeño, que va a la quiebra mientras el primero se concentra. Por lo tanto, ya no estamos sólo ante una política de privatización, es decir, ante un acuerdo o ante la adquisición por parte del capital privado de una universidad o un centro educativo estatal sino ante la eventualidad de la destrucción del sistema educativo nacional, que desaparecerá, y en su lugar se deberá estudiar a distancia los cursos dictados en los países imperialistas. Como el capital busca, para que sea lucrativa su inversión, mercados de escala, se están realizando nuevos estudios para aplicar la “educación a distancia” a la enseñanza primaria y secundaria, “los principales mercados en términos de economías de escala”.

Si se desarrolla el “gran negocio del siglo XXI”, estaremos ante un retroceso nacional de características históricas, ya que la burguesía nativa perdería el control no sólo del proceso de formación de sus jóvenes sino de todo proceso de investigación científica y de desarrollo tecnológico que permite a un país adquirir un desenvolvimiento autónomo en el mercado mundial. Se agudizaría aún más la división del planeta entre países explotadores, por un lado, que concentrarían la riqueza, la investigación y hasta el monopolio de la cultura y, del otro, los países explotados o semicoloniales, que verían acentuadas la transferencia de riqueza a las metrópolis (para pagar, por ejemplo, un curso a distancia a EE.UU. o Francia) y su dependencia tecnológica y productiva.

Estudiantes sin títulos…

Los mentores de la “educación a distancia” no han podido obviar que para poder copar el mercado educativo mundial es necesario terminar con el monopolio por parte de los estados nacionales del otorgamiento y reconocimiento de los títulos habilitantes. Para sortear este obstáculo, no han elegido el camino de promover un cambio en la legislación de cada país porque esto llevaría años o décadas. Los miembros de la Comisión han optado por la creación de una “tarjeta de acreditación de competencias” que reemplazaría a los actuales títulos emitidos por las Universidades.

Como explica Le Monde Diplomatique, la idea es simple, “imaginemos que un joven accede a numerosos proveedores comerciales de enseñanza por Internet y obtiene así, pagándolos, competencia en técnica, en gestión, en lenguas. A medida que avanza su autoaprendizaje, los proveedores de enseñanza le van a acreditar los conocimientos adquiridos. Esta acreditación será contabilizada sobre un disquete (“la tarjeta”) introducida en su PC, que estará conectado con los proveedores. Cuando ese estudiante busque un empleo, introducirá el disquete en la máquina y se conectará a un site de ofertas de empleo administrado por una asociación patronal. Su perfil será analizado y si sus competencias corresponden a las buscadas será contratado”.

Como puede verse, la forma que han encontrado para sortear el reconocimiento de los diplomas es eliminándolos. Los grandes capitalistas administrarán su propio sistema sin preocuparse del control del Estado Nacional ni de las propias Universidades. De esta forma, el desarrollo de la cultura y la investigación quedarán directamente en manos de la clase capitalista (no así el sostenimiento, que estará a cargo del estudiante), en momentos en que su declinación histórica, ha demostrado ya su incapacidad para ser un factor de desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad.

… y sin docentes

Desde el mismo momento en que los estudiantes pueden realizar sus estudios en su domicilio, a través de su computadora personal o Internet, los docentes han dejado de existir. Como reconoce un documento de la Ocde del 96: “el aprendizaje no debería fundarse sobre la presencia puramente de los docentes sino que debería estar asegurada por prestadores de servicios educativos” (9). Y, como señalamos más arriba, los docentes que sobrevivan serán sólo para la población no rentable que no puede acceder a los “prestadores de servicios educativos”.

Pero una educación sin docentes, donde el estudiante está aislado de sus pares, es en realidad una no-educación, que se limita a la repetición de los cursos recibidos a distancia, sin posibilidad de una formación crítica ni de confrontar posiciones divergentes. Así lo admite, con sus propias palabras, la Comisión al decir “la educación apunta a aprender, no a recibir una enseñanza… no tenemos tiempo que perder”. La educación del hombre pierde, de esta manera, su carácter social, entendiendo como social la cooperación de diversos individuos para un fin determinado. Conclusión: los que prometieron una revolución pedagógica y educativa, que iba a superar la magra herencia de los griegos, finalizan realizando un retroceso cultural fenomenal, reforzando las tendencias más reaccionarias de la educación actual como su carácter memorístico y autoritario.

Este profundo retroceso no puede ser encubierto con el llamado de la Comisión a los gobiernos nacionales para que entiendan a la educación como un proceso que debe extenderse desde “la cuna a la tumba”, debido a que la velocidad de los cambios que introducen las nuevas tecnologías harían necesario un proceso de adaptación permanente. En realidad, estamos en presencia de una descalificación permanente, que limita el aprendizaje a las necesidades básicas para poder manejar una máquina o una nueva computadora. La “educación a distancia”, entonces, implica llevar al plano educacional la desvalorización de la mano de obra que ya se opera en la propia realidad económica capitalista.

Este proceso tiene como base la tendencia contradictoria del desarrollo tecnológico en la producción y en la industria a que se hace referencia. “El desarrollo de las nuevas tecnologías hace que, en todos los ámbitos, las tareas que realizan los trabajadores sean más sencillas que hace pocas décadas. El crecimiento en complejidad de las máquinas y los sistemas administrativos va en paralelo a la simplificación de los conocimientos necesarios para los operarios. Lo que la clase patronal pretende es reducir la instrucción impartida por el sistema educacional a los conocimientos específicos o parcializados, considerando superfluo todo lo que contribuya a dar al niño y al joven una comprensión de conjunto del mundo que lo rodea, lo cual quedaría reservado para una elite de la clase dominante” (10) En definitiva, la “educacion a distancia” viene a corroborar el gran acierto de Marx, quien en el Manifiesto Comunista denunció que, bajo el capitalismo, “la educación es para la inmensa mayoría de los hombres sólo un adiestramiento que los convierte en máquinas”.

Ingreso y movimiento estudiantil

Para el capital, la “educación a distancia” representa, antes que nada, la posibilidad de encontrar una salida a la crisis del sistema universitario, crisis que hasta ahora no ha podido resolver. Para el régimen social capitalista, la causa de la crisis actual se debe a la masificación de la educación superior, que se demuestra en el gigantesco crecimiento de la matrícula. Este crecimiento, que data de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se puede verificar en los siguientes datos: en América Latina, en 1950, había 75 universidades con 270 mil alumnos y 25 mil profesores. En 1988, las universidades eran ya 450, más 2.000 institutos de enseñanza superior, siendo la cantidad de alumnos superior a los 6 millones, sólo en la universidad. En la denominada década perdida de 1980-1990, las universidades crecieron un 5% anual, a pesar del retroceso económico (11). Este proceso tiene características mundiales: en Francia, por ejemplo, la cantidad de estudiantes universitarios creció de 150 mil en 1956 a 605 mil en 1967.

La masividad de la educación superior ha sido una conquista de los explotados, que lograron que muchos sectores antiguamente marginados de la universidad, puedan ingresar a ella. La burguesía debió tolerar, al principio, este proceso como una forma de evitar un desenvolvimiento revolucionario de la juventud en la posguerra. La universidad se convirtió, entonces, en una playa de estacionamiento para las nuevas generaciones que, mientras permanecían en el sistema educativo, aliviaban la presión sobre el mercado de trabajo, en el cual no podían tener cabida.

La crisis capitalista, sin embargo, ha llevado a la burguesía, una y otra vez, a querer quebrar el ingreso masivo a la Universidad. Los exámenes de ingreso que la dictadura de Videla hizo célebres, el CBC de Alfonsín en la UBA o, más recientemente, el CPI de Ferreira en Medicina de la misma universidad, son distintas formas para llegar al mismo objetivo. Pero es necesario reconocer que todos estos intentos han fracasado, como se demuestra en el crecimiento imparable de la matrícula estudiantil. No es casualidad, entonces, que en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, donde el aumento de la matrícula supera a cualquier otra facultad de América, sea la primera en el país en aplicar la “educación a distancia”. En poco tiempo, ya hay más de 10.000 estudiantes a distancia que deben pagar un arancel, pero que reciben una educación completamente devaluada, Aunque todavía no hay estadísticas oficiales, el porcentaje de bochazos entre los estudiantes a distancia alcanza en algunas cátedras el 90%, una cifra muy superior comparada con los estudiantes presenciales.

Por un lado, la necesidad de los gobiernos de reducir los presupuestos educativos como una forma de disminuir los gastos del Estado y, por otro lado, la incapacidad del mercado para emplear mano de obra calificada, han transformado la cuestión del ingreso en un problema de características estratégicas. Pero está claro que, para poder llevar a cabo esta política, primero se deberá derrotar al movimiento estudiantil, que ha resistido durante estos años la política limitacionista de los regímenes dictatoriales y democráticos.

La “educación a distancia” busca precisamente desmantelar al movimiento estudiantil, destruyendo su unidad en los edificios y aulas, que es lo que le da el carácter de un movimiento masivo. La “atomización de los estudiantes y docentes, cuyas turbulencias son siempre temidas” representa, entonces, un objetivo fundamental de la educación a distancia. No es casualidad que sea en China, donde el movimiento estudiantil ha sido protagonista de las principales acciones históricas, desde la revolución de 1911 contra la monarquía hasta la Plaza de Tienanmen en 1989, donde la educación a distancia alcanzó su máximo desarrollo.

Descomposición capitalista, educación y universidad

La razón del proceso que ha dado nacimiento a la “educación a distancia” no ha sido, como señalan sus apologistas, la necesidad de producir un revolución educativa ni un profundo cambio pedagógico. Por el contrario, si se quiere transitar por un camino cierto, deben buscarse sus causas en la descomposición capitalista, que tiene como característica inmanente la tendencia a la destrucción de capital productivo de la sociedad, que abarca también a las propias universidades, y la necesidad de incorporar al terreno directo de la explotación capitalista todos los campos de la vida social, inclusive la educación.

Es la crisis y la descomposición del capital la causa de que la masividad que han alcanzado las universidades en las últimas décadas sea sinónimo de su retroceso y estancamiento, y no de su desarrollo y esplendor. La crisis, que se produce por la incapacidad del capital de valorizarse a una tasa apropiada, se ha convertido en un freno al avance de la ciencia y de la investigación. De esta forma, la formación de mano de obra calificada aparece como una tarea desactualizada e innecesaria. Por esto surgen comentarios del tipo, “sobran médicos, ingenieros o historiadores”, como si sobrara que el ser humano se forme en la ciencia y en los conocimientos modernos.

La “educación a distancia” es, en definitiva, un producto del propio capital, que expresa, en la forma más parasitaria, su tendencia a la crisis y a su propia disolución. Al movimiento estudiantil se le presenta el desafío de rechazar esta política, como un paso más en la lucha por la defensa de la cultura y la educación que, para darse en forma consecuente, debe enfrentar al propio responsable de su destrucción, es decir al capitalismo.


Notas:

1. Osvaldo Coggiola, Revista ADUSP Nº 15.

2. Clarín.

3. Osvaldo Coggiola, Op.Cit.

4. Le Monde Diplomatique, junio de 1998.

5. En la Universidad Ableta de Cataluña, los requisitos para poder estudiar a distancia son los siguientes: disponer de una computadora personal, impresora, modem, CD-ROM, televisor, casete, video. Ver Temas y Propuestas Nº 15, revista pedagógica de la Facultad de Ciencias Económicas.

6. En la universidad a distancia Open University cada curso oscila entre los 400 y 3.000 pesos.

7. Le Monde Diplomatique, junio de 1998.

8. Idem.

9. Le Monde Diplomatique, junio de 1998.

10. Ver Análisis y crítica de los proyectos para implementar la Ley Federal de Educación, editado por Tribuna Docente, 1994.

11. Osvaldo Coggiola, Op.Cit.

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