Grecia: el eslabón roto

Grecia es el país emblemático de la actual crisis capitalista mundial. Desde el momento en que el país declaró la imposibilidad de pagar su gigantesca deuda y el primer “rescate”, en 2010, de la Comisión de la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) -el primer vergonzoso “Memorando de entendimiento”, que introducía una austeridad draconiana- Grecia pasó a ser el foco de la atención mundial.

Se convirtió en una causa constante de temor y preocupación para las clases dominantes y las instituciones imperialistas, particularmente en la Unión Europea.También, en una fuente de inspiración para todas las víctimas de la misma crisis en todo el mundo, gracias a las movilizaciones sin precedentes -a menudo de carácter insurreccional- de las masas populares que resistían a las bárbaras medidas de austeridad impuestas por la troika UE-BCE-FMI y sus sirvientes voluntarios en los sucesivos gobiernos griegos.

Lo que especialmente ha producido temor y esperanzas, tanto en el país como internacionalmente, fue un poderoso giro a la izquierda de las masas empobrecidas, buscando encontrar una solución política a los explosivos problemas sociales, conduciendo al poder gubernamental a un antes pequeño partido reformista, Syriza.

Ahora, toda esta secuencia histórica de eventos, desde la primera movilización de masas en 2010 a la elección de un “gobierno de izquierda anti-austeridad” liderado por Syriza en enero de 2015 y su ignominiosa capitulación a la troika siete meses después -mediante la firma de un tercer “memorando”, de una austeridad incluso más severa-, ha sido definitivamente clausurada y comienza una nueva.

Para el movimiento de los trabajadores, especialmente para su vanguardia militante en la izquierda revolucionaria, es vital entender esta secuencia no como una sucesión lineal de diversas luchas sociales y elecciones parlamentarias, sino como una invalorable experiencia estratégica que debe ser analizada de manera seria y profunda, y superada dialécticamente.

No es posible ningún análisis ni elaboración de una estrategia revolucionaria como guía para un programa, tácticas, políticas y una organización política práctica en la lucha por una salida de la crisis política y socio-económica, sin entender firmemente y sin profundizar constantemente una comprensión marxista de la dialéctica en proceso entre los desarrollos históricos mundiales y las peculiaridades nacionales, sin disolver la crisis universal en una generalidad abstracta y sin convertir la particularidad nacional en una entidad auto-contenida.

La crisis capitalista mundial y Grecia revisitadas

En diciembre de 2008, tres meses después del colapso de Lehman Brothers y del colapso financiero mundial, surgió en Grecia una revuelta revolucionaria masiva y prolongada, liderada por la juventud, que sacudió a todo el país y al gobierno derechista de Karamanlis, luego del asesinato de un estudiante de 15 años, Alexis Grigoropoulos. El director del FMI en esa época, Dominique Strauss-Kahn, hizo la aguda observación de que esta revuelta representaba “la primera explosión política de la actual crisis económica mundial”(1). Fue el trueno antes de la tormenta mundial y el preludio de una tragedia griega en continuo desarrollo y sin final, donde “todo el mundo es un escenario”(2).

La crisis capitalista global, que hizo erupción con el colapso del mercado de las hipotecas sub-prime estadounidenses en 2007, movió rápidamente su epicentro a la Unión Europea y a la zona euro, donde Grecia, el legendario “eslabón más débil”(3) de la cadena europea, ha sido roto irremediablemente en 2010, bajo el peso de una deuda insostenible sobre las contradicciones específicas de la formación social griega. Los “rescates”, por parte de la troika de la Comisión UE-BCE- FMI, atados a medidas de austeridad draconianas, han devastado la sociedad griega con una catástrofe humanitaria sin lograr resolver -sino más bien exacerbar- la crisis, aplastando a las clases medias, agudizando la polarización social y agregando combustible a la revuelta popular.

La resistencia a la austeridad hizo colapsar el sistema político bipartidista de la burguesía (la derecha de Nueva Democracia y la socialdemocracia de Pasok, vigente en las últimas cuatro décadas luego de la caída de la dictadura militar en 1974), tumbó a sucesivos gobiernos y catapultó a un pequeño partido reformista de izquierda (Syriza) al lugar de oposición oficial en las elecciones de 2012 y, finalmente, al gobierno -en 2015.

Los siete meses de “negociaciones” infructuosas del gobierno de Alexis Tsipras con la troika UE, BE y FMI fueron una verdadera tortura, otra “vuelta de tuerca” sobre Grecia, una coerción sin límite, amenazas de una Grexit (salida de la UE), extorsión mediante de una asfixia de liquidez sobre el quebrado sistema bancario. Mientras tanto, el llamado “primer gobierno de izquierda” pagaba la deuda a todos los usureros internacionales, exacta, completa y puntualmente, vaciando los depósitos de todas las instituciones públicas y los fondos de pensión. Finalmente, contra el deseo de la mayoría del pueblo expresado en el referendo del 5 de julio con una impresionante victoria del No a la austeridad y la extorsión de la troika, el gobierno de la “izquierda radical” convirtió esta victoria en una vergonzosa y humillante derrota: el grupo liderado por Tsipras capituló el 13 de julio de 2015. Firmó un nuevo rescate, vinculado con un tercer “Memorando de entendimiento” de nuevas medidas de austeridad, incluso peores que la previas, descriptas muy acertadamente por el diario alemán Der Spiegel, como “una lista de horrores”. El resultado inmediato fue una crisis política impresionante que llevó a una división en Syriza, a la caída del gobierno y a elecciones inmediatas el 20 de septiembre.

A pesar de la desilusión y la amargura del pueblo ante la capitulación de Syriza, prevaleció la lógica del “mal menor”. La desilusión se expresó en una abstención sin precedentes y la pérdida de cientos de miles de votos para todos los partidos (con la excepción de las listas de la pequeña izquierda anticapitalista). Está claro que la mayoría popular no quería un retorno al desacreditado sistema burgués de partidos del pasado, así que la derecha fue derrotada y se sumergió en una nueva crisis interna. Lo mismo sucedió con todos los otros partidos neoliberales burgueses. Pero, al tiempo que el pueblo no quería retroceder, todavía no veía ningún camino alternativo hacia adelante. Por lo tanto, Syriza ganó nuevamente las elecciones, contra sus oponentes tanto de derecha como de izquierda.

Syriza revivió su gobierno de coalición con los nacionalistas de derecha de Griegos Independientes -Anel- con un claro viraje más hacia la derecha, incluyendo a los ex ministros de Pasok más liberales. Un gobierno esta vez no comprometido a poner fin a la austeridad, sino a implementar una visión mucho más dura de ella, con algunas promesas de “medidas de alivio” y una vaga perspectiva para una futura “reestructuración” de la deuda insostenible.

Surgen cuestiones candentes de naturaleza estratégica que en la actualidad son intensamente debatidas, dentro de la izquierda griega e internacional, en todos sus sectores. ¿Por qué fracasó la primera experiencia de Syriza? Y ¿por qué aquéllos que en Syriza rechazaron la capitulación y se escindieron no pudieron presentar una alternativa de izquierda convincente y se encontraron con una aplastante derrota en las elecciones de septiembre? ¿Por qué otras fuerzas a la izquierda de Syriza están estancadas? (es el caso del stalinista Partido Comunista- KKE o el caso de las listas de la izquierda anticapitalista -las cuales, a pesar de haber incrementado relativamente su votación e influencia, aún no han superado sus limitaciones.

Todas estas preguntas se refieren a la estrategia, no solamente a la táctica; por eso, tienen que ser tratadas adecuadamente, comenzando por el fracaso de Syriza que llevó a su capitulación irreversible.

¿Por qué fracasó Syriza?

El giro de 180 grados del liderazgo de Tsipras en Syriza, desde una retórica de izquierda desafiante, valiente, radical y anti-austeridad a una vergonzosa capitulación a la troika del capital global (ahora un “cuarteto” dado que el Mecanismo de Estabilidad Europeo -ESM- se unió a la Comisión en un nuevo acuerdo de préstamo), fue un impacto para mucha gente, particularmente todos aquellos que depositaron sus esperanzas en Syriza desde 2012 en adelante. Sin embargo, tiene detrás de él una larga “crónica de desastres anunciados”, en particular luego de su ascenso inicial en 2012, como está ahora bien documentado (por ejemplo por el profesor John Milios, ex miembro del Comité Central de Syriza y ex jefe de consejo económico del partido de izquierda gobernante(4).

La capitulación estaba inscripta en la principal línea estratégica declarada oficialmente y seguida firmemente por Syriza: “Ni ruptura ni capitulación (con la UE, el BCE y el FMI), sino un compromiso honesto”.

Detrás existe, como lo señaló Milios, la ilusión de que es posible un retorno al estado anterior a la crisis capitalista de 2008, mediante una mezcla de tibias medidas keynesianas con “reformas estructurales” neoliberales pedidas por la UE y el FMI. Esta ilusión socialdemócrata está combinada con un vínculo estratégico con el proyecto de integración de la UE, un rechazo firme a cualquier idea de ruptura con la UE y un temor paralizante ante la posibilidad de una “Grexit” forzada de la zona euro.

Una búsqueda desesperada de un “compromiso honesto” imposible, con las inflexibles clases dominantes en crisis, tanto en el país como en el exterior.

Mucho antes de la capitulación del 12 de julio de 2015 o, incluso, del Acuerdo inicial del 20 de febrero de 2015 con la troika (o “las instituciones” como amablemente se la ha renombrado), desde el momento en que arribó a las puertas de conducir el gobierno en junio de 2012, Syriza multiplicó todo tipo de reaseguros, ante todo, a la burguesía griega, a la Unión de Industriales Griegos (SEV) o a los navieros y banqueros, de que sus políticas y programa de gobierno no amenazaban al status quo capitalista.

Además de las apariciones y enunciados de los principales cuadros de Syriza en los eventos públicos organizados por los “think tanks” y las asociaciones de los círculos dominantes del capital griego, existen ahora denuncias que vienen del ex entorno de Syriza que revelan lo que había detrás de las escenas: constantes encuentros secretos y discusiones directas entre Tsipras y su círculo más íntimo de consejeros (como Alekos Flambouraris y Nikos Pappas) con grandes y muy conocidos capitalistas involucrados en la construcción y proyectos de obras públicas, así como de los medios de comunicación(5).

El llamado Programa Thessaloniki 2014, abandonado a principios de 2015, era una aún más diluida versión del programa reformista inicial votado en el último congreso partidario.

Como evidencia de sus sinceras intenciones de colaboración de clases “para defender los intereses nacionales”, Syriza, incluso antes de las elecciones del 25 de enero de 2015, hizo un acuerdo para formar una coalición con el derechista Anel, de Panos Kammenos, un amigo de los navieros y la Iglesia Ortodoxa. La decisión se tomó en un encuentro cerrado del Comité Central de Syriza, con sólo dos votos en contra y con la abstención de los miembros de la oposición interna, la Plataforma de Izquierda, liderada por Panagiotis Lafazanis.

Luego, con el mismo espíritu de colaboración de clases, y como una maniobra de reconciliación política con el ala liberal de la derecha que gobernó durante décadas el país, Syriza propuso para el puesto de presidente de la República a Prokopis Pavlopoulos, un muy conocido cuadro de la dirección y ex ministro de Nueva Democracia.

En forma repetida, Tsipras brindó los mismos reaseguros a la UE y el FMI (por ejemplo, cuando estuvo en Texas en 2013) de que los compromisos tomados por los anteriores gobiernos con los prestamistas internacionales oficiales serían respetados. El mantra expresado, tanto a la clase dominante griega como a la troika, era que “la continuidad del Estado” no sería perturbada.

Fiel a la continuidad de la doctrina del Estado burgués, no solamente se respetaron los compromisos internacionales sino también los aparatos represivos del ejército, la policía y los servicios de inteligencia -el “Estado profundo” conectado con Amanecer Dorado nazi y otros grupos paramilitares de extrema derecha permanecieron intactos.

Ni inexperiencia ni ingenuidad política, ni “falta de preparación para un Plan B” ni errores tácticos pueden ser una excusa. La propia línea estratégica de Syriza era una receta para el desastre. Su orientación estratégica para un “histórico compromiso” de clase en Grecia y, sobre todo en el extranjero, estaba condenada a fracasar ignominiosamente: pedía una paz entre clases en condiciones de una abierta guerra de clase. Tsipras y su equipo fueron a Bruselas y Berlín, marchando en un campo minado en una guerra declarada para confrontar a enemigos feroces e inflexibles, levantando la bandera de la paz entre clases -es decir, la bandera blanca de la rendición.

Austeridad y deuda como métodos de control

Si hay algo probado más allá de cualquier duda durante los siete meses de falsas negociaciones con las “instituciones” imperialistas que llevaron a la capitulación incondicional del lado griego, es que esa “austeridad”, particularmente en el período posterior a 2007, no es simplemente una doctrina económica del neoliberalismo, ya sea en la variante alemana de “ordo-liberalismus” o en las versiones anglosajonas o francesa o italiana, y no es sólo un medio para salvar a los bancos y el sistema financiero, es un método político de control social de las poblaciones empobrecidas, en las condiciones producidas por el fracaso del neoliberalismo como estrategia capitalista y la implosión de la globalización del capital financiero.

El círculo vicioso de austeridad que genera más deuda que, a su vez, genera más austeridad, sin resolver -sino exacerbando- la crisis económica y social, produce solamente lo que Maurizio Lazzarato (2014) ha llamado “un mecanismo trasversal de control y captura” bajo la implacable supervisión de todos los aspectos de la vida económica y social de un país bajo un nuevo Panoptikon supranacional, llamado “troika” o, luego de agosto de 2015, un “cuarteto”.

La hostilidad, la brutalidad imperialista y la arrogancia que dominaron el comportamiento, tanto de Schauble como también de todos los líderes de la UE, manifestaron que no sólo Tsipras sino todo el pueblo griego que se atrevió a desafiar los decretos dictatoriales de la troika, que se moviliza y ha elegido en las elecciones un gobierno que prometía poner un fin a la austeridad, tenían que ser aplastados, humillados, “disciplinados”. Debía ser reducido a un ejemplo que convenciera a los otros pueblos europeos de que cualquier resistencia a la austeridad, a un programa de canibalismo social, estaba condenada a ser vencida y que llevaba a una austeridad aún peor. Ningún mandato electoral de ningún pueblo podría ser nunca más respetado, ninguna regla democrática burguesa, sino las que surgían de Bruselas, de Frankfurt o Washington.

Una actitud similar ha sido tomada en Portugal, luego de las elecciones de septiembre de 2015, cuando el presidente de la República de Portugal, de derecha y pro-UE declaró que la formación de un gobierno del (pro-austeridad, pro-UE) Partido Socialista apoyado por el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, a pesar de su mayoría parlamentaria, moderación política y aceptación de las órdenes de la Unión Europea de pagar la deuda, es “incompatible con los principios de la UE”. Se intentó una clase de golpe presidencial. Si bien fracasó -debido a la debilidad de un esfuerzo demasiado ambicioso para establecer un bonapartismo presidencial en la tierra de la “Revolución de los claveles” de 1974-, la advertencia es clara: en condiciones de la bancarrota capitalista y de la agonía mortal del propio proyecto de la UE, el legado político democrático de la caída de las dictaduras en el sur europeo en 1974-76 es un obstáculo a la estrategia de austeridad de la UE: una barrera que debe ser abolida.

En tales condiciones, hablar -como lo hace Syriza- de “continuidad del Estado” para disipar el temor de la UE, el FMI y de las clases dominantes a nivel mundial y en Grecia, es ceguera política, autoengaño, una ironía histórica o más bien una combinación de todos ellos.

La historia siniestra de los tres memorandos impuestos a Grecia en los últimos cinco años anula, en forma y en esencia, toda soberanía económica y legislativa del Estado griego. Lleva a sus extremos una larga historia de deudas, defol, interferencia política extranjera y dependencia económica del país, incluso desde los tiempos que precedieron a su independencia en 1829. Un resumen basado en evidencias de esta historia trágica fue presentado en septiembre de 2015 por Carmen M. Reinhardt y Christoph Trebesh (muy posiblemente en apoyo de la línea del FMI sobre la deuda griega, contrapuesta a las instituciones de la UE). Los autores citan el comentario del historiador griego T. Lignadis de que la “independencia” de Grecia significó desde el comienzo ser sometida a la esclavitud por sus acreedores extranjeros…

En nuestros días, el Estado griego ha sido reducido a un aparato opresivo de extracción de plusvalía a un pueblo pauperizado y en una crisis humanitaria, que lucha por sobrevivir bajo condiciones draconianas de austeridad permanente y desempleo masivo impuestas por los bancos extranjeros para salvarse de la crisis y resolver el derrumbe de su sistema social en bancarrota. ¿Quién desea ignorar el hecho bien documentado de que el 90% de los préstamos otorgados por la troika a Grecia han retornado a los bancos alemanes y franceses?(6).

Durante el verano de 2015, en plena crisis de la zona euro, Larry Summers llamó a Grecia “El Estado fallido de Europa en espera”. Pero el pueblo pauperizado de este “Estado fallido en espera” europeo no acepta esperar en forma tranquila y pasiva en este “estado de emergencia” que se ha convertido en una regla. Su resistencia desafía desde hace media década las reglas bárbaras de los gobernantes de Europa y de sus dispuestos aliados en Grecia. Esta resistencia es una bomba de tiempo política, que las instituciones del capital no pueden desactivar.

Políticas de desesperación

La ejemplar ferocidad de clase ejercida contra Grecia para imponer un monstruoso “tercer memorando”, que cualquiera puede ver que es insostenible social, económica y políticamente(7), refleja de una forma contradictoria la desesperación de las elites burguesas que gobiernan Europa. Para ver esta desesperación, volvamos a la metáfora de Lenin sobre “el eslabón más débil” mencionada anteriormente.

Generalmente, esta metáfora es utilizada para priorizar la importancia de las peculiaridades nacionales que hacen más vulnerable a un “eslabón” en una cadena internacional. Pero es la fortaleza de la cadena en su totalidad la que es medida por su eslabón más débil. El mismo Lenin, al introducir la metáfora en el caso de Rusia en 1917, insistió en que la propia cadena, no solamente un eslabón, había sido rota.

Toda analogía tiene sus propios límites. En Grecia, por supuesto, la ruptura de la cadena, bajo el impacto de una crisis mundial de dimensiones históricas, no ha producido aún una revolución social como en 1917. Pero ha impulsado movilizaciones populares sin precedentes y una crisis de régimen prolongada. La globalización, la interconexión de la vida socioeconómica es mucho más desarrollada y profunda hoy que en la época de Lenin. En la actual crisis mundial del capitalismo global no es solamente el eslabón griego el que ha sido roto en 2009-2010, sino la propia cadena europea, sin que esto signifique su colapso automático.

Nada puede ser igual en la zona euro, en la UE y a nivel global luego de la bancarrota griega

A pesar de la importancia mínima del tamaño de la economía griega, con relación al PBI de la Unión Europea, debido a la interconexión internacional en la globalización capitalista y a la crucial posición geopolítica de Grecia, las consecuencias son devastadoras. Incluso el gobierno de Obama debió admitirlo durante el clímax de la crisis de la zona euro en junio-julio de 2015, como lo hizo previamente al calor de la crisis de la zona euro en junio de 2012.

No es posible un retorno de la zona euro y de la UE en su totalidad a la situación pre-crisis, antes del defol de Grecia

Primero, el “eslabón” griego no es solamente el más débil, es el eslabón roto. Y permanece irremediablemente roto, como lo prueba lo insostenible de su deuda. La gravedad de las implicaciones para la Europa acosada por la crisis y la economía global es continuamente acentuada por el FMI y Estados Unidos, que exigen a la UE y a Alemania un necesario “alivio de la deuda griega”. Tsipras, al saludar la posición del FMI y Estados Unidos, quiere ignorar u ocultar el hecho de que éstos combinan esta presión sobre la UE con la insistencia en la continuación de la austeridad, sin ninguna moderación del programa de “reformas estructurales” desastroso e inefectivo para la economía griega arruinada.

Segundo, la bancarrota griega reveló inequívocamente y agudizó inmensamente todas las fallas, vulnerabilidades y desbalances de la arquitectura del euro, y todas las contradicciones de la integración capitalista europea. En consecuencia, se exacerbaron todas las divisiones y antagonismos, particularmente entre los protagonistas de esta integración, Alemania y Francia, en otro nivel Italia y una Gran Bretaña en los umbrales de un posible “Brexit” (N. del T.: su salida de la UE).

Tercero, una nueva profundización de la crisis global, anticipada por los problemas financieros de agosto de 2015, ligados a la desaceleración de la economía china, el aumento esperado de las tasas de interés de Estados Unidos y los resultados desalentadores del programa “Quantitative Easing” (Flexibilización cuantitativa), introducido con atraso por el BCE a principios de 2015, hizo a una frágil UE más vulnerable a las tormentas venideras.

Lo último, pero no por ello menos importante, la gigantesca crisis migratoria, las imparables mareas de migrantes provenientes de Siria y Medio Oriente, Asia Central y Africa hacia Europa, a través de una Grecia en ruinas, exacerba enormemente la crisis social, económica y política en la UE, desestabilizándola desde los Balcanes hasta Europa central y del este, golpeando sobre todo a su núcleo duro, Alemania.

Es el trágico regreso de una Némesis, luego del Hubris imperialista de guerras de intervención, primero en Afganistán e Irak, luego de la “Primavera árabe” en Libia y Siria, llevando a un colapso total del orden imperialista, tal como fue establecido por el Acuerdo Sykos-Picot de 1916. Está emergiendo una nueva “cuestión oriental”, en condiciones históricas que han cambiado dramáticamente, de declinación y crisis del imperialismo capitalista.

Grecia como “el Estado fallido de Europa en espera” está situada en el cruce de caminos de toda contradicción internacional: en los Balcanes, en un proceso de desestabilización, en la parte más vulnerable de Rusia, a las puertas de Medio Oriente, en el centro de tres guerras en proceso -Ucrania, Siria-Irak, Libia. Un “agujero negro” geopolítico está en espera en las fronteras más estratégicas de una Unión Europea que enfrenta un verdadero peligro, como advirtió en un reciente artículo Wolfgang Muncheau, “languideciendo y convirtiéndose en un fantasma”.

¿Una “nueva vieja Syriza” o una estrategia revolucionaria alternativa?

La dialéctica de lo global y de lo local, de lo internacional y lo nacional, de la cadena europea y del eslabón roto griego fue ignorada no solamente por la dirección de Syriza, sino también por aquellos ex líderes del partido que rechazaron el tercer memorando, se separaron y formaron la Unidad Popular (LAE).

También fracasaron. No solamente en las elecciones de septiembre de 2015 quedaron fuera del Parlamento, sino que primero -y ante todo- fueron incapaces y reacios a presentar una estrategia socialista alternativa.

El LAE se ha presentado como una nueva “vieja Syriza leal a sus orígenes”, consecuente, esta vez, con sus promesas iniciales anti-auste- ridad, más resistente a las presiones de la UE, preparada para utilizar como una herramienta de negociación la perspectiva de una ruptura con la zona euro y posiblemente con la UE. No se hizo ninguna evaluación crítica de toda la experiencia de Syriza ni ninguna autocrítica del papel jugado, particularmente por aquéllos que fueron miembros del gobierno Syriza-Anel y del liderazgo central del partido de Syriza hasta el final, hasta el momento en que Tsipras llamó a elecciones adelantadas por Tsipras.

El enfoque no clasista de Syriza -de un “compromiso honesto” y en defensa de los “intereses nacionales” por encima de las clases- es continuado por LAE, que llama a formar un “frente patriótico democrático anti-austeridad” sin referencias de clase o programa transicional hacia el socialismo.

El énfasis dado por LAE a un retorno a la moneda nacional -el dracma- sin romper el marco capitalista, no solamente juega para aquéllos que, en la UE y Grecia, utilizan como una trampa y una herramienta de chantaje el falso dilema “¿euro o dracma?”, sino que también contrapone el nacionalismo económico como la única alternativa a la capitulación pro-UE. Esto último es, en la actualidad, una tendencia bastante común y peligrosa en una Europa en crisis, con implicaciones reaccionarias -como lo demuestra el caso del “sobera- nista de derecha” Jacques Sapir flirteando con Marine Le Pen.

Existe un fetichismo de las relaciones monetarias y de la moneda nacional, que ignora la forma valor como el principio regulador universal en el capitalismo y las limitaciones históricas alcanzadas por la forma valor. Las ilusiones fetichistas de beneficiarse mediante un retorno a la moneda nacional están atadas al fetichismo de la Nación-Estado, erróneamente tomado como una barrera contra los efectos desastrosos de la globalización del capital ficticio, el fetiche final.

La “continuidad del Estado (burgués)” impulsado por el liderazgo de Tsipras como un reaseguro a la burguesía griega y las instituciones de la UE toman aquí otra forma: le devuelven al mismo Estado su forma perdida de soberanía nacional, sin cambiar su contenido social de clase, sin romper el viejo aparato del Estado y sin expropiar a los capitalistas.

Pero, en el caso de Grecia, la dependencia está, histórica y estructuralmente, consolidada por el propio Estado burgués. La acumulación griega del capital, desde los tiempos de su acumulación primitiva hasta ahora, no entra en un conflicto relativo con la acumulación de los países centrales, como en el caso de las antiguas colonias, pero está ligada orgánicamente al destino del proceso de acumulación de capital en el centro. La liberación de la dependencia imperialista solamente es posible mediante la liberación del yugo de la clase capitalista griega, a través de una revolución social que se expanda hacia la propia Europa y a nivel internacional.

Correctamente, el pueblo griego reconoce a las instituciones de la UE como responsables de su miseria y la reducción del país a un protectorado sui generis de la UE. Pero duda mucho de que su vida cambiará solamente al cambiar la moneda, mientras sus bolsillos permanezcan vacíos. Teme que su miseria no termine y que empeoren las condiciones de hiperinflación con nuevo dracma, enfrentando los peligros de aislamiento nacional en un país ya arruinado, mientras las otras relaciones sociales (capitalistas) en el país e internacionalmente permanezcan en las mismas condiciones. Si esto es así ¿por qué elegir a una réplica más débil de Syriza, con un perfil nacionalista más pronunciado, y no la original como un mal menor en ausencia de una alternativa creíble?

Obviamente, el nacionalismo económico o “patriotismo de izquierda” no puede dar la respuesta. “Capitalismo en un solo país” no es más prometedor o factible que “socialismo en un solo país”, el dogma del stalinismo. La primacía que se da a romper con el euro y la UE sin, al mismo tiempo, proponer una alternativa socialista internacionalista concreta, el peso que el nacionalismo “de izquierda” todavía tiene en la izquierda griega (incluyendo los sectores de la izquierda anticapitalista, como las organizaciones en el frente de Antarsya, que lo han abandonado para unirse a LAE en las vísperas de las elecciones de septiembre de 2015) tiene mucho que ver con el legado del stalinismo en Grecia y su papel de liderazgo en la lucha revolucionaria de liberación durante la ocupación nazi, que terminó en un desastre y la capitulación al imperialismo en el acuerdo de Varkiza en 1945(8).

El Partido Comunista de Grecia

El propio Partido Comunista estalinista de Grecia (KKE) fue y es incapaz y reacio a sacar conclusiones sobre esta revolución perdida. En la actualidad, en medio de una nueva crisis histórica, su burocracia esclerótica no tiene una verdadera estrategia para enfrentar el desafío de la situación.

Trata de revivir un estalinismo fosilizado expresando un “tercer período” de hostilidad sectaria contra los partidarios de Syriza, así como contra todas las fuerzas de la izquierda, de los movimientos sociales y de los trabajadores. Utiliza una retórica de “poder popular y de los trabajadores” y el socialismo (de un tipo similar, aunque mejorado, de “socialismo real en un solo país” que ya hemos conocido y que ha colapsado en forma ignominiosa en 1989-91). Pero, incluso estos objetivos de poder popular y de los trabajadores y socialismo no están en la agenda, están proyectados y demorados hasta un futuro indefinido.

Las promesas de socialismo y comunismo están combinadas en el día a día con una práctica reformista conservadora de trabajo aislado en los sindicatos, activismo político y campañas electorales. Su estancamiento electoral muestra su impase política y su esterilidad, no “el conservadurismo de las masas” que plantea, culpando al pueblo de sus propios fracasos.

Incluso aquellas fuerzas que permanecen fieles o que han sido atraídas temporariamente al KKE (o más bien a la tradición revolucionaria de la década del ’40, a la idea del comunismo y la revolución socialista de octubre de 1917), se han desilusionado rápidamente.

El KKE no puede capitalizar la capitulación de Syriza y se sumerge nuevamente en una crisis. Esto se debe a que, en todos los momentos cruciales de levantamientos populares, desde la revuelta juvenil de diciembre de 2008 hasta las movilizaciones de masas anti-austeridad de 2010-2012 y las de 2015, incluyendo el inesperado triunfo popular del No en el referendo del 5 de julio de 2015, se ha encontrado siempre en confrontación directa con el verdadero movimiento de las masas hacia la izquierda, “para abolir el orden existente de las cosas”.

La izquierda revolucionaria

La tarea de abrir conscientemente un camino hacia adelante, una salida revolucionaria de la impasse política y de la insoluble crisis capitalista recae, ante todo, en las fuerzas dispersas y aún vacilantes de la izquierda revolucionaria, atrayendo particularmente a la generación más joven de las masas proletarizadas, víctima principal de la crisis pero también la más combativa y hostil a las burocracias y a los dogmas muertos, la fuerza de la emancipación social.

El potencial de la izquierda revolucionaria griega, a pesar de sus debilidades, vacilaciones y errores, no puede ser subestimado como lo hacen algunos sectores de la izquierda internacional, hipnotizados por la “radical” Syriza y su “gobierno de izquierda anti-austeridad”. Las mismas fuerzas (y algunas personalidades en la intelligentzia de la izquierda internacional) maquillaron con argumentos muy débiles la capitulación del liderazgo de Tsipras, para continuar sus actividades como de costumbre, o mudaron su apoyo de la vieja a la nueva-vieja Syriza, el LAE.

La subestimación de la izquierda revolucionaria griega por parte de aquéllos que internacionalmente dicen también ser parte de una izquierda internacional radical o anticapitalista (un ejemplo, pero no el único, es la mayoría del ex Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional) va de la mano de una subestimación de la verdadera capacidad de lucha de la clase obrera europea y de los estratos populares empobrecidos. En realidad, estas clases subalternas se están moviendo mucho más hacia la izquierda que la llamada extrema izquierda, si bien su comportamiento político está aún dominado por la bancarrota política de la izquierda oficial parlamentaria de la socialdemocracia o de los remanentes de los partidos comunistas. El problema es que muchas veces, en su conciencia, la así llamada “extrema izquierda” -que no es muy “extrema” y ni demasiado de “izquierda”- se identifica más o menos con la izquierda reformista (no tan) oficial, burocratizada y parlamentaria.

En Grecia, incluso después el meteórico ascenso en 2012 de Syriza, el rechazo de la mayoría anticapitalista de Antarsya, del EEK y otras fuerzas de la izquierda extraparlamentaria a capitular o adaptarse a la dominación de Syriza y la línea de colaboración de clases no los aisló para nada de las masas. El papel y la influencia de la izquierda revolucionaria en las luchas sociales, en los sindicatos, incluso en las elecciones gubernamentales de 2014, fueron fortalecidos como nunca antes.

En las elecciones parlamentarias, por supuesto, los resultados fueron modestos o muy modestos. Pero un paralelismo mecánico estricto entre los cambios en la conciencia política-social y los resultados electorales es un punto de ventaja falso de electoralismo reformista o, incluso, de lo que Lenin llamaba “cretinismo parlamentario”.

Esto no significa que no sea necesario un balance, así como un amplio y profundo debate dentro de la izquierda revolucionaria y en el movimiento de los trabajadores para una reorientación estratégica. En realidad, es absolutamente vital, es urgente y ya ha comenzado.

¿Y ahora qué?

Todo el último período de crisis y las luchas todavía no ha sido clausurado por una derrota decisiva de las masas populares.

El potencial de resistencia social que ha sacudido a Grecia y al mundo en el período 2010-2015 todavía no ha sido aplastado ni agotado. Numerosas manifestaciones de solidaridad social y núcleos de auto-organización popular para enfrentar la catástrofe social, incluyendo ahora un creciente movimiento de solidaridad hacia los migrantes contra la hostilidad de la UE, el racismo, la xenofobia y la demagogia fascista de Amanecer Dorado, muestra que no prevalece la atomización y la parálisis.

Por el contrario, han comenzado las primeras batallas contra el tercer memorando, como lo ha demostrado la primera y poderosa huelga general de 24 horas del 12 de noviembre de 2015 contra la austeridad y el gobierno de Syriza-Anel, y lo confirmaron las decenas de miles que marcharon días después, el 17 de noviembre, en conmemoración del levantamiento en 1973 de la Universidad Politécnica contra la dictadura militar.

La “capacidad” del gobierno de Tsipras de equilibrarse entre las presiones de abajo y las exigencias desde arriba de las instituciones imperialistas del “cuarteto” UE-BCE-FMI-MSE está disminuyendo día a día. Cuando el gobierno envió al parlamento, el 19 de noviembre, la primera lista de medidas prioritarias solicitadas por los prestamistas internacionales, incluyendo el desalojo de las personas endeudadas de su vivienda única, el gobierno de Syriza-Anel perdió tres parlamentarios que rehusaron votarlas. Un ex consejero muy cercano al propio Tsipras y vocero del gobierno anterior, Gavriil Sakelaridis, renunció, mientras que otros dos diputados votaron en contra y fueron excluidos del grupo parlamentario del gobierno, disminuyendo la escasa mayoría de 155 a 153 (el parlamento griego tiene 300 miembros).

Sería igualmente errado esperar una continuidad lineal del período previo, que también estuvo lleno de zigzags, regresiones e inesperados saltos hacia adelante. Definitivamente tuvo lugar, en el “breve verano caliente” de julio de 2015, una ruptura de la continuidad. Por lo que toda la experiencia hasta entonces debe ser tomada y tratada como una experiencia estratégica a ser superada en el sentido dialéctico de aufheben = superar = terminación = mantener (simultáneamente preservar)(9).

El período de crisis de régimen donde la cuestión política número uno del poder del Estado en sí mismo es disputada, no está detrás sino frente a nosotros. No puede ser dejado dentro de las limitaciones de un movimiento espontáneo, como ya nos ha demostrado la trágica experiencia de Egipto y de la “Primavera árabe”.

Los comentarios de Trotsky en el Prefacio de su Historia de la Revolución Rusa sobre los cambios en la conciencia de las masas durante un período de levantamientos revolucionarios son hoy en día más actuales que nunca:

Los cambios rápidos que experimentan las opiniones y el estado de espíritu de las masas en las épocas revolucionarias no son productos de la elasticidad y movilidad de la mente humana sino, al revés, de su profundo conservadurismo. El retraso crónico en que se hallan las ideas y relaciones humanas con respecto a las nuevas condiciones objetivas, hasta el momento mismo en que éstas se desploman catastróficamente sobre el pueblo es lo que en los períodos revolucionarios engendra ese movimiento rápido de las ideas y las pasiones que a las mentalidades policíacas se les antoja el mero resultado de la actuación de los “demagogos”.

Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de reconstrucción social, sino con un sentimiento agudo de la imposibilidad de seguir soportando el viejo régimen. Sólo el sector dirigente de cada clase tiene un programa político, programa que, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. El proceso político fundamental de una revolución consiste, precisamente, en que esa clase perciba los objetivos que se desprenden de la crisis social en que las masas se orientan de un modo activo por el método de las aproximaciones sucesivas. Las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidadas por el desplazamiento de unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos. Cuando esto sucede, comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, crecimiento del indiferentismo y consiguiente consolidación de las posiciones de las fuerzas contrarrevolucionarias (Trotsky, 1930).

En Grecia, el camino hacia adelante definitivamente pasa ahora por la inevitable lucha contra el tercer memorando y contra el legado de los dos anteriores, sin ningún tiempo de gracia o concesión al nuevo gobierno de Syriza-Anel. Las ilusiones sobrevivientes del pasado deberían combatirse, pero sin sectarismo ni ultimatismo. Es necesaria con urgencia la unidad de acción y un amplio Frente unido de todos los trabajadores y oprimidos, así como sus organizaciones y movimientos.

La lucha lleva necesariamente al conflicto con las burocracias políticas y sindicales que sabotearon las movilizaciones de los trabajadores en el período posterior a 2010 o trataron de disolver su militancia a través de huelgas generales de 24 ó 48 horas, que resultaron inefectivas.

La raíz misma de los movimientos sociales y las formas de auto-organización popular heredadas de las luchas pasadas (asambleas populares de vecinos, fábricas ocupadas bajo gestión de los trabajadores, servicios médicos gratuitos, ollas populares, iniciativas antifascistas, espacios sociales ocupados, etc.) deben ser mantenidos y desarrollados como formas de un contra-poder de los trabajadores y el pueblo empobrecido, independiente del Estado y del gobierno, de cualquier subordinación a las burocracias o manipulación por parte de las ONG.

También es urgente, más allá de las experiencias pasadas, un reagrupamiento de las fuerzas de la izquierda revolucionaria, ya sea en forma de frentes o de organizaciones autónomas. Las vacilaciones centristas hacia el reformismo de izquierda, esta vez en relación con LAE o con el nacionalismo económico o hacia grupos que se separaron del KKE, desde la derecha, como lo hemos visto anteriormente por Antarsya, serían esta vez desastrosas. El reagrupamiento de una izquierda realmente comunista, revolucionaria e internacionalista exige, no una suma mecánica y cuantitativa de fragmentos de Syriza y el KKE para formar una supuesta “tercera fuerza”, sino un crecimiento cuantitativo en las masas mediante un salto cualitativo pronunciado en la teoría y práctica revolucionarias. Para alcanzar este impulso necesitamos una acción común y un debate no dogmático ni sectario, abierto a los camaradas sobre todas las cuestiones de estrategia, táctica y programa.

Necesitamos un programa transicional, que supere la división reformista entre programa mínimo y máximo, el reformismo de Syriza o el estalinismo esclerótico.

La transición es contradicción, desarrollo y superación de las contradicciones en el camino a la revolución. No es un progreso paso a paso de una serie de rupturas “en la dirección al socialismo” como una vieja fórmula heredada por los estalinistas y eurocomunistas y repetida por los centristas.

El Programa de Transición, como Trotsky ya lo expresó en 1934 en ¿A dónde va Francia?, “No es un programa de pasividad sino un programa de revolución”:

La lucha por el poder debe comenzar con la idea fundamental de que si la oposición a un mayor agravamiento de la situación de las masas bajo el capitalismo es aún posible, no es concebible ninguna mejora real de su situación sin una incursión revolucionaria contra el derecho de propiedad capitalista. La campaña política por un frente único debe basarse en un programa de transición bien elaborado -por ejemplo, en un sistema de medidas que, con un gobierno de obreros y campesinos, pueda asegurar la transición del capitalismo al socialismo (…)

Ahora hace falta un programa, no para tranquilizar la propia conciencia sino para guiar la acción revolucionaria.

La crisis social en su expresión política es la crisis del poder. El viejo amo de la sociedad está quebrado. Se necesita un nuevo amo.

¡Si el proletariado revolucionario no toma el poder, el fascismo lo hará inevitablemente!

Un programa de reivindicaciones transicionales para “las clases medias” puede naturalmente asumir una gran importancia si este programa responde, por un lado, a necesidades reales de las clases medias y, por el otro, a las exigencias del desarrollo hacia el socialismo. Pero, una vez más, el centro de gravedad no se encuentra ahora en un programa especial.

Las clases medias han visto muchos programas. Lo que necesitan es tener confianza en que el programa será llevado a cabo. En el momento en que el campesino dice: “Esta vez, parece que los partidos de los trabajadores no retrocederán”, la causa del socialismo ha triunfado.

Pero, para ello, es necesario mostrar en la acción que estamos firmemente preparados para aplastar todo obstáculo en nuestro camino (…)

No es el espíritu de arreglos entre parlamentarios y periodistas, sino el odio legítimo y creador de los oprimidos hacia los opresores, el que constituye en la actualidad el único y más progresivo factor en la Historia. Es necesario dirigirse a las masas, a sus capas más profundas. Es necesario apelar a sus pasiones y a su razón. Es necesario rechazar la falsa “prudencia” que es un sinónimo de cobardía y que, en los grandes momentos de cambios históricos equivale a la traición. El frente único debe tomar como lema la fórmula de Danton: “De l’audace, toujours de l’audace, et encore de l’audace”. Entender completamente la situación y extraer de ella todas las conclusiones prácticas, con valentía y sin temor, y hasta el final, es asegurar la victoria del socialismo (Trotsky, 1936: 28-30).

El programa transicional hace suyas las demandas inmediatas más candentes de las masas y, al mismo tiempo, expone las exigencias que las movilizan en el camino al poder obrero y la autoemancipación social; combina la lucha por la ruptura con todos los organismos imperialistas, la Unión Europea, el FMI y la Otan con un llamado internacionalista a todos los oprimidos en la región, en los Balcanes y en Europa para una lucha común que conduzca a la unificación socialista del continente.

El bloque electoral formado por Antarsya, el EEK y militantes independientes de la izquierda adelantó un esbozo general de tal programa en las elecciones de septiembre de 2015: abolición de la deuda, nacionalización de los bancos y los sectores estratégicos de la economía bajo control y gestión de los trabajadores, ruptura con la UE y todos los organismos imperialistas, por una lucha internacional e internacionalista de todos los trabajadores y oprimidos de Europa por el socialismo y el comunismo.

Este programa no debe ser abandonado sino que debe ser desarrollado en profundidad, ya que estamos confrontando nuevos desafíos en Grecia, en la región, en Europa y a nivel internacional.

Lo último y no por ello menos importante: la cuestión del partido revolucionario y de la Internacional, su interconexión y su interrelación.

No son reliquias de una era antediluviana. Continúan siendo desafíos sin respuesta de nuestra época histórica que exigen ser nuevamente tratados a través de un examen crítico del pasado y presente como Historia, con el deseo y la determinación de imaginar, experimentar y descubrir la organización antiburocrática, internacionalista, comunista, revolucionaria necesaria en las primeras líneas de la necesaria lucha de todos los explotados, los oprimidos y los excluidos para cambiar el mundo.

4 de noviembre de 2015

Savas Michael-Matsas es dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia (EEK). Una primera versión de este documento se presentó en la XII Conferencia sobre materialismo histórico, celebrada en la Universidad de Londres del 5 al 8 de noviembre de 2015.

NOTAS

1. Le Monde, 13 de diciembre de 2008. Ver Matsas (2010:54-55).

2. Shakespeare (1599, Acto 2, escena 7).

3. De acuerdo con la metáfora de Lenin a menudo citada (Lenin, 1917).

4. Ver John Milios (2015).

5. Ver por ejemplo el artículo en griego de P. Charalambopoulo y P. Theodoropoulus: “Gobierno de bandidos made in Bruselas” en el ex diario político pro-Syriza Unfollow, N° 46, págs. 34-43, octubre de 2015.

6. Apenas una cita, de Martin Wolf en Financial Times: “En verdad, los préstamos otorgados por la zona euro y el Fondo Monetario Internacional llegan a la enorme suma de 226.000 millones de euros (…) Pero sorprendentemente no fueron para beneficiar a los griegos, sino para evitar la rebaja del valor de los malos préstamos al gobierno griego y a los bancos griegos. Tan sólo el 11% de los préstamos financió directamente las actividades gubernamentales (destacado del autor). Otro 16% fue al pago de intereses. El resto fue a operaciones de capital de varios tipos: el dinero entraba y luego salía nuevamente. Una política más honesta hubiera sido rescatar directamente a los prestadores. Pero esto hubiera sido demasiado embarazoso” (Wolf, 2015).

7. Ver El tercer memorando es insostenible al igual que los dos anteriores, 1° de octubre de 2015, por el Comité para la verdad sobre la deuda pública griega (www.cadtm.org).

8. Sobre el tema hemos publicado en esta revista, ver Osvaldo Coggiola: “Por quién doblan las campanas griegas”. En defensa del marxismo Nº 45, octubre de 2015 (N. del E.)

9. Ver Lenin (1980: 106).

Referencias

Charalambopoulo, P. y P. Theodoropoulus (2015): “Gobierno de bandidos made in Bruselas”, en el ex periódico político pro- Syriza Unfollow, N° 46, octubre.

Comité para la verdad sobre la deuda pública griega (2015): “El tercer memorando es insostenible al igual que los dos anteriores”, www.cadtm.org, 1° de octubre.

Mauricio Lazzarato (2014): El ser humano endeudado.

Lenin, Vladimir Ilich (1917): “Tesis de abril”. Pravda N° 67, 9 de junio (27 de mayo), en Obras Completas, vol. 24 (1964). Progress Publishers.

—.— (1980): Notas filosóficas, Obras Completas, vol. 37, Progress- Moscú.

Milios, John (2015): Un balance sobre la transmutación de Syriza con algunos elementos autobiográficos, artículo posteado en su sitio oficial, 14 de julio.

Matsas, Savas Michael (2010): La revuelta griega, la crisis mundial y la libertad de expresión, Critique, N° 38:1.

Munchau, Wolfgang (2015): “La ampliación y la zona euro son los dos grandes errores que arruinaron Europa”, Financial Times, 1° de noviembre.

Reinhardt, Carmen M. y Christoph Trebesh (2015): Las trampas de la dependencia externa: Grecia 1892-2015, Brookings Papers on Economic Activity, BPEA

Conference, 10-11 de septiembre. Shakespeare, William (1599): Asyou like it. Ediciones varias. Summers, Lawrence (2015): “Grecia es el Estado fallido de Europa en espera”, Financial Times, 20 de junio.

Trotsky, León (1930): Historia de la Revolución Rusa, www.marxists. org/archive/trotsky/1930/hrr/ch00.htm

—.— (1936): “¿A dónde va Francia?”, número especial de Quatriéme Internationale, febrero de 1936, www.marxists.org/archive/ trotsky/1936/witherfrance/ch00.htm

Wolf, Martin (2015): “La deuda griega y un defol de estadistas”, Financial Times, 27 de enero.

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