El potencial revolucionario de la bancarrota capitalista debe ser estudiado y evaluado, en cada momento, de acuerdo con las fuerzas en presencia y a la conciencia y organización de los explotados.
Crisis conjunta
Nuestra corriente presenta una caracterización única que integra todas las contradicciones de una transición histórica con formas propias y específicas.
¿En qué escenario nos encontramos ahora?: 1) ocho años después de la caída de Lehman Brothers, la economía capitalista no ha podido remontar la bancarrota; 2) la política de rescate ha acumulado contradicciones explosivas; 3) China y, en segundo lugar, la ex Unión Soviética, se han transformado en un factor, sino el principal, de agravamiento de la crisis; 4) los “países emergentes” han sido arrastrados al vendaval de la crisis por el derrumbe de los precios internacionales y de la fuga de capitales.
El Estado y la crisis
La intervención estatal para neutralizar o contrarrestar la bancarrota capitalista terminó dándole un nuevo impulso. Esa intervención fue saludada por la izquierda burguesa como una reacción al régimen neoliberal o como una negación estatal del mercado. El Estado, al revés, no intervino contra el mercado, sino en su socorro; no como un poder exterior al capital, sino como un engranaje de la acumulación y la bancarrota capitalista.
En el octavo año desde la aplicación de enormes programas de rescate en Estados Unidos, Europa, Japón y también China, la quiebra financiera, detonada por la crisis bancaria en Estados Unidos, ha llevado a una quiebra de los Estados y a un derrumbe del sistema financiero y del mercado mundial. En Estados Unidos sigue en aumento la cesación de pagos de las hipotecas. El parate industrial no fue superado y la situación de los bancos tampoco ha sido saneada, sino disimulada con la “contabilidad creativa” -que le permite mantener créditos incobrables a su valor original- y la nueva onda especulativa con fondos estatales para lucrar con operaciones de corto plazo en las Bolsas y en los “emergentes”.
Las inversiones no se han recuperado, ni siquiera en Estados Unidos. La recuperación de la tasa de ganancia es limitada y baja, sobre todo, frente a los enormes perjuicios acumulados por el sistema financiero. Las grandes empresas no reinvierten sus utilidades, sino que son derivadas a inversiones u otras operaciones financieras. Estamos frente a una crisis de sobreacumulación de capital que no encuentra posibilidades de inversión lucrativa (o, lo que es otra cara de la misma moneda, de caída de la tasa de ganancia, de la rentabilidad del capital).
La emisión gigantesca de moneda por parte de la Reserva Federal ha creado un bombeo especulativo de dimensiones enormes.
La deuda pública y de las corporaciones ha alcanzado los 100 billones de dólares, un aumento del 30 por ciento respecto de 2008; la deuda pública mundial pasó de 22 billones de dólares en 2008 a más de 70 billones a fines de 2014, y continúa creciendo a ese ritmo; el conjunto del crédito mundial llegó a unos 300 billones y la totalidad del sistema financiero al trillón de dólares -contra un PBI mundial de 60 billones.
Los bancos centrales han intervenido en el salvataje bancario luego de la quiebra de Lehman Brothers. Sólo la Reserva Federal dio préstamos por 16 billones de dólares a los principales bancos mundiales. Han pasado a tener una participación muy activa en los mercados comprando en forma directa acciones de empresas, más allá de ser los principales adquirientes de títulos de la deuda pública de sus propios países. Los bancos centrales de la zona euro y de China son los últimos de la saga. Se trata de una cartera de inversiones de más de siete billones de dólares. Como consecuencia de esto, su capacidad para proceder a nuevos rescates bancarios ha disminuido en forma extraordinaria.
En este escenario se conoce la devaluación del yuan. Representa un salto en la crisis, pues refleja una enorme fuga de capitales por la caída de las exportaciones de China, que se han desplomado, afectadas por el conjunto de la crisis mundial.
La demanda internacional hacia Beijing se encuentra en descenso, la caída de la tasa de ganancia refleja que la industrialización ofrece retornos relativos inferiores a los precedentes.
Las medidas que ha tomado el gobierno chino, para contrarrestar la tendencia recesiva de la economía, han ingresado en la fase declinante de su efectividad -por eso el estallido.
La incorporación del yuan como moneda de reserva ha quedado postergada… hasta finales de 2016.
Es cierto que China cuenta con casi 2 billones de dólares, que tiene invertidos en bonos del Estado norteamericano. Pero su uso implicaría una guerra financiera, precisamente cuando el Banco Central norteamericano está buscando distanciarse del financiamiento del Tesoro de su país. Un retiro del financiamiento de China, Japón y Alemania del mercado de deuda norteamericano sería causa suficiente para una guerra financiera. Pero ningún rescate capitalista depende de la caja del Estado, sino de aplicar una reestructuración completa de relaciones sociales.
Depresión
Para figuras prominentes del establishment capitalista hay una perspectiva de “estancamiento prolongado” -o sea, un horizonte de sobreproducción crónico como alternativa a una sucesión de bancarrotas y a una guerra o revoluciones. En Europa y en Japón hay una tendencia definida: la deflación. La tendencia a la caída de los precios o deflación es la manifestación extrema de la depresión económica.
La Unión Europea ha seguido una política deflacionaria, con la intención de salir de la crisis por la vía de mayores exportaciones -o sea, por medio de la exportación de la deflación interna. La finalidad estratégica de la política deflacionaria es rebajar en forma drástica el valor de la fuerza de trabajo, incluyendo la destrucción de la protección laboral y previsional.
La línea que está abriéndose paso son acuerdos bilaterales y de bloques, como el Acuerdo Transpacífico (conocido como TTP) que se acaba de firmar. El TTP es un acuerdo principalmente entre Estados Unidos y Japón contra China, la gran excluida del tratado. Washington ha trabajado con Tokio para impulsar el acuerdo, a la vez que fomenta la remilitarización de Japón. La Casa Blanca ha estado reforzando sus alianzas diplomáticas y militares en toda la región de Asia- Pacífico para desafiar las reivindicaciones territoriales de China en el estratégico Mar de China meridional.
Crisis de la restauración capitalista
La restauración del capital en los ex Estados obreros se combina con poderosos remanentes de la economía centralizada -es decir que no se ha completado como fenómeno de conjunto. Domina una forma bastarda de capitalismo, constituida por una hegemonía del Estado y por una apropiación de los activos del Estado por parte de una oligarquía sin capital (en una especie de acumulación primitiva de capital tardía o sui generis), que busca introducirse en los intersticios del capital financiero mundial. La distinción entre capitalismo en ascenso, y capitalismo decadente o en declinación, como instrumento de análisis, revela su pertinencia histórica.
La deuda mundial viene creciendo a un ritmo vertiginoso, pero en China ha adquirido un carácter explosivo: pasó de 7 billones de dólares en el año 2007 a 28 billones a mediados del año pasado -es decir, se cuadruplicó en menos de diez años. En relación con el PBI es ahora más grande que la de Estados Unidos -el 282 por ciento del PBI (Informe de la consultora McKinsey Global Institute).
Una tercera parte de la imponente deuda proviene del llamado sistema bancario en las sombras, el cual funciona al margen de las regulaciones legales. Los préstamos a los gobiernos locales han crecido también muy rápidamente sobre una base extremadamente frágil; 1,7 billones de dólares corresponden a instrumentos financieros de dudosa cobrabilidad -se los cataloga como bonos basura.
Las huelgas han sido tan numerosas como espectaculares en China. Cada vez mejor organizados, los trabajadores duplicaron la cantidad de huelgas durante los últimos cuatro años. Estamos frente a “un movimiento de protesta que supone un difícil problema para el gobierno del Partido Comunista, atento a cualquier indicio que pueda amenazar su control del poder” (AP, 8/4/15). A pesar de la persecución, el activismo gremial se está ampliando lentamente. El gobierno ha empezado a tantear otras variantes de contención.
En medio de estas presiones cruzadas y crecientes de las diferentes clases sociales, se ha ido acentuando el papel de árbitro que juega el presidente, que va adoptando una forma bonapartista. La institución presidencial ha ganado poder y autoridad en detrimento de la burocracia estatal y partidaria. Las remociones y las purgas hechas por el primer mandatario son una manifestación de este proceso.
Un razonamiento metodológicamente similar se puede aplicar a Rusia.
La irrupción de Vladimir Putin al gobierno fue un recurso excepcional para poner un límite a la desintegración estatal de Rusia. Putin impuso un régimen de poder personal, promoviendo un nuevo “reparto de la propiedad”, que incluso asumió la forma de una reestatización. La nueva centralización del Estado, precaria en su base económica (exportación de petróleo), estuvo dirigida a salvar el ímpetu de la restauración capitalista. Ahora, la caída de los precios del petróleo ha dado un golpe de gracia a un régimen acosado por el derrumbe económico (retroceso del 5% del PBI, caída del rublo, fuga de capitales).
En China o Vietnam no se ha completado, ni de lejos, la expropiación capitalista del inmenso campesinado de esos países, víctima, según una definición reciente, de un “capitalismo gangster”. La pretensión inicial de restaurar el capitalismo en China mediante una progresiva diferenciación en el campo fue rápidamente abandonada, porque entrañaba una acumulación de capital muy lenta.
Las rebeliones en el campo chino son sistemáticas: hace dos años produjeron una comuna local, que hizo frente al Estado central durante varios meses.
Asistimos a un desarrollo combinado: en China, una nación donde 2/3 de sus 1.400 millones de habitantes se encuentran por debajo del nivel de la pobreza, se desarrolla una especulación inmobiliaria.
La cuestión agraria en Rusia no es menos aguda, porque aún está en juego el destino de decenas de miles de cooperativas agrarias que carecen de capital, pero cuya conversión en empresas capitalistas modernas supondría la cesantía de millones de personas y la destrucción del medio urbano en el campo. Es uno de los puntos cruciales de la crisis de Ucrania.
Crisis de los países emergentes
A diferencia de la crisis de los años ’30, la bancarrota capitalista no debutó con una crisis agraria ni se tradujo inicialmente en una caída de los precios de las materias primas. En lugar de ello, asistimos a un auge de las cotizaciones de los commodities y, a caballo de esto, de un florecimiento económico de los llamados países emergentes. Mientras la economía de los países centrales se hundía en la recesión, aquellos países experimentaban una onda ascendente en su actividad económica. Esto se apoyó en la expansión de China, que le dio un gigantesco impulso estos años a la demanda mundial. Precisamente por esto, los emergentes se vieron favorecidos, asimismo, por el ingreso de capitales.
Este ciclo abrió la ilusión -incluso en la izquierda- de un cambio de paradigmas, de la afirmación de China como nueva potencia hegemónica y la emergencia de un polo alternativo como el de los Brics, capaz de rivalizar con los principales bloques capitalistas. Hoy, estamos de vuelta de este proceso. Estamos frente a una inversión de tendencias. China, en lugar de sacar al mundo de la crisis, terminó siendo arrastrada por ésta. Los precios de las materias primas han caído en picada, empezando por el petróleo, pero la situación se extiende a los metales y a los alimentos, mientras asistimos a una fuga de capitales. Por primera vez, en China, han salido más capitales de los que ingresan.
Algo que no se ha advertido lo suficiente es que el período de bonanza de los emergentes no ha redundado en un desarrollo independiente -ni siquiera se ha insinuado un avance en esa dirección. Por el contrario, la demanda internacional de materias primas ha potenciado la primarización y el carácter rentista de las economías de América Latina. Esto, no solamente en materia de minería metalífera y petróleo, como ocurre en Chile, Perú, Ecuador o Venezuela, sino también en el caso de las exportaciones agrarias, donde nuevamente el capital financiero acapara la mayor parte de la renta del campo, por la vía de los fideicomisos, los pool de siembra y los pulpos proveedores de semillas modificadas e insumos agroquímicos. Más allá de los límites del comercio agrícola, las naciones de la periferia han sido víctimas del estallido de la burbuja especulativa alimentada por la emisión monetaria de Estados Unidos y por el boom del mercado agrario internacional (que sirvió de sustento a esa especulación). Los métodos aplicados para neutralizar la bancarrota capitalista, por parte de los distintos Estados, han potenciado el alcance de esa bancarrota.
Europa
1) La crisis y la evolución política de Grecia constituyen el corazón de los problemas políticos de Europa en la etapa actual. El año 2015 se abrió con un triunfo de Syriza y un gobierno con el partido derechista Anel.
Este gobierno acepta desde el inicio las condiciones de colonización de Grecia por parte de la Unión Europea. La capitulación final de Syriza se produjo luego del monumental pronunciamiento en el plebiscito convocado por el mismo gobierno, donde el 62 por ciento de la población se inclinó contra el ajuste. Esto demostró la excepcional capacidad de maniobra de un gobierno contrarrevolucionario de centroizquierda cuando frente a él no se ha desarrollado un partido revolucionario. Todos los balances que omiten este hecho son inútiles para ofrecer una salida obrera a la crisis. La clase obrera no pudo improvisar una dirección en medio de batallas políticas decisivas. La falta de una preparación previa, por medio de una estrategia política, no puede corregirse con la intervención en las “instancias decisivas”. La definición clásica del abstencionismo propagandista se ha visto refutada.
En el viraje de las masas que pavimentó el ascenso político de Syriza en 2012, el conjunto de la izquierda griega por fuera de Syriza (comenzando por el Partido Comunista, de importante base en los sindicatos) sostuvo una posición abstencionista en relación con la crisis de poder. En ocasión de esas elecciones de 2012, desarrollamos el planteo de que la consigna de Syriza de “un gobierno de izquierda” debía ser tomado por la izquierda revolucionaria, oponiéndolo a la acepción que le da Syriza (gobierno parlamentarista) y definiéndolo en términos anticapitalistas -en primer lugar, como un gobierno de trabajadores que repudia la deuda externa, que revierte todas las medidas de ajuste contra los trabajadores, que plantea la confiscación de la banca y rompe con la Unión Europea. El objetivo era intervenir en una crisis abierta por un viraje de las masas con un planteo de poder, contrastando los objetivos de éstas con las perspectivas de la izquierda democratizante e interviniendo especialmente en la base obrera del Partido Comunista. Planteamos el Programa de Transición como un programa de movilización política de las masas por el poder, en lugar de entenderlo como un sistema de consignas sindicales aisladas entre sí.
Los límites de la estabilización política que ha logrado Syriza ya se encuentran en naufragio. Los gobiernos kerenskistas han probado en, otras experiencias históricas, su capacidad de contención y desmoralización de los trabajadores y que pueden llegar a tener una existencia prolongada en el tiempo, amparados en un reflujo de las masas. Ninguna crisis va a resolver la crisis de dirección, que sólo será revertida por una preparación sistemática de la izquierda anticapitalista con un programa de transición, en especial sobre el gobierno obrero-campesino.
2) La situación en Grecia también ha sido un golpe para la izquierda agrupada con Syriza en toda Europa. Podemos, surgido con posterioridad al movimiento de indignados de España, y que puso énfasis en un cuestionamiento de la ‘casta política’ más que en el ajuste capitalista (frente a lo que se limita a plantear una malla de contención social), ha desarrollado acuerdos de gobierno a nivel regional con el PSOE (o sea, con la ‘casta’). En España, Podemos encaró la elección del 20 de diciembre en un cuadro de retroceso y derechización. Las posiciones de Podemos han ido a la derecha de la mano de la capitulación de Syriza, que Pablo Iglesias acompañó viajando luego de las elecciones que ratificaron a Tsipras. Podemos encaró la campaña golpeado, asimismo, por el retroceso del chavismo, en el cual toda su plana mayor ha abrevado. Críticos de izquierda señalan incluso en este plano una capitulación, porque Podemos ha dejado de reivindicar al chavismo en el marco de su crisis. La campaña contra “la casta” política ha abierto lugar al crecimiento de Ciudadanos, una formación política de derecha, que también explota el eslogan de la “renovación” -mostrando que se presta para una utilización derechista. La campaña de Podemos, por último, plantea una reforma constitucional “de consenso” de las fuerzas parlamentarias luego del 20 de diciembre.
El Bloco de Esquerda y el PC en Portugal han formado gobierno con el PS en nombre de un conjunto limitado de reivindicaciones sociales. La contradicción es manifiesta, porque el sometimiento del Partido Socialista a la Troika coloca a los “trotskistas” como parte de un gobierno ajustador. Esto no ha impedido que este bloque esté sufriendo una dura ofensiva por parte de la derecha portuguesa, frente a la cual es cantada una capitulación política del frente PS-Izquierda en todos los puntos en disputa. En este escenario planteamos el llamado a movilizarse por un gobierno de izquierda, frente único de las organizaciones obreras contra el ajuste y la ruptura de la política de colaboración de clases.
El Secretariado Unificado ha acentuado su línea movimientista. En España, Izquierda Anticapitalista se disolvió para poder ingresar a Podemos, lo que generó una crisis en la organización. Izquierda Unida no ingresó en Podemos, pero encara una campaña marginal con un contenido democratizante acentuado. En Francia, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) se encuentra en franco retroceso, atravesado por una crisis interna y una división entre los partidarios de subirse a un frente de izquierda dominado por el Partido Comunista y quienes postulan una vía autónoma. Esta crisis ha dejado al desnudo el fracaso de la operación política que llevó a la construcción de un partido amplio y plural que acogiera las “sensibilidades diversas”. Francia tuvo un ascenso de la izquierda, pero no de la revolucionaria. En el último período, incluso la izquierda partidaria de la colaboración de clases ha experimentado un repliegue.
En términos generales, los desafíos que la bancarrota capitalista le ha colocado a la izquierda europea ponen al desnudo, más que nunca, la crisis de dirección del proletariado como problema histórico.
3) Las tendencias disolventes de la Unión Europea tienen otra de sus manifestaciones en el resurgimiento de los movimientos separatistas. El nacionalismo catalán es un resultado directo de la bancarrota capitalista, dado que la burguesía y el autonomismo catalán reclaman una porción mayor de la recaudación tributaria y plantean que Cataluña podría atenuar las consecuencias de la crisis si lograra desembarazarse de los gastos generales que afronta el Estado español para el conjunto del país. Arthur Mas ha armado un cronograma “separatista” para no llegar nunca a la secesión: cada una de las estaciones del proceso está pensada para arribar a una negociación con el Estado español. Pero la pretensión de una redistribución de los ingresos fiscales del conjunto de España a favor de Cataluña acicatea la crisis para el conjunto del Estado. Esto explica los choques políticos y la amenaza de intervención catalana por parte del gobierno central.
La burguesía catalana, que se ha beneficiado de los rescates bancarios del Estado español, defiende una integración a la Unión Europea frente a la inviabilidad de que una Cataluña independiente haga frente por sí sola a los rescates que impone la crisis mundial. La ruptura con España daría pie, en estas condiciones, a una caricatura de Estado, una suerte de protectorado bajo la tutela de la Unión Europea y, en especial, de Alemania.
La cuestión catalana está hundiendo a la izquierda bajo el peso de la adaptación a dos bandas: de un lado, a la burguesía española; del otro, a la burguesía catalana. Podemos sostiene una posición ambigua, reflejando las presiones capitalistas opositoras a la independencia de Cataluña. La izquierda soberanista (CUP) discute el voto a Arthur Mas, representante de la burguesía catalana y ajustador en regla, bajo la presión de tener que convocar nuevas elecciones que podrían “retrasar” el proceso soberanista. La discusión por el voto a Mas va a engendrar una crisis interna en la CUP. Defendemos la autodeterminación catalana, con un programa de unión republicana y socialista de los pueblos de la península ibérica, la ruptura con la Unión Europea, la unidad de los trabajadores del Estado español.
4) La expansión de la Unión Europea hacia el este ha replanteado, a su vez, la cuestión nacional ucraniana.
El trasfondo de la situación ucraniana es un vasto operativo de recolonización imperialista que tiene por objetivo último a Rusia y, más inmediatamente, el desmantelamiento de remanentes agrarios de la ex Unión Soviética. Esta tentativa incluye una posible incorporación a la Otan.
La supuesta resurrección del “imperialismo ruso” constituye un anacronismo: la restauración del capitalismo ha convertido a Rusia en un Estado periférico que no podría ser superado por un régimen putiniano.
5) La catástrofe de los refugiados es un resultado directo de la guerra imperialista y ha incorporado a Europa en un mismo campo geográfico de crisis con el Medio Oriente.
Los ‘cupos’ de refugiados propuestos por Merkel -o sea, la ‘socialización’ de la crisis- han provocado una división en el bloque: Reino Unido le saca el cuerpo, un grupo de países del Este buscan desentenderse (“es un problema alemán”, dijo el primer ministro húngaro) y Grecia e Italia se muestran desesperados ante la impasse por ser los receptores primarios. En este escenario, algunos países optaron directamente por el levantamiento de muros, control de fronteras y una política abiertamente represiva (movilización del ejército).
La catástrofe de los refugiados y la rebelión de mediados de 2015 (marchas de refugiados y solidaridad popular) plantea un programa: asilo incondicional y sin cupos, asistencia estatal integral, abajo las deportaciones y los “centros de traslado”, derecho al trabajo. Y una acción internacional común de los trabajadores contra la guerra y el imperialismo, por un gobierno de trabajadores y los Estados unidos socialistas de Europa y del Medio Oriente.
6) Los atentados fascistas del Estado Islámico en París, como previamente ocurrió con el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo, han sido manipulados por los Estados europeos para avanzar en legislaciones de excepción y supresión de libertades constitucionales.
Los socialistas revolucionarios deben denunciar la ‘unidad nacional’ reaccionaria y la guerra imperialista, y plantear la unidad de los explotados y la lucha contra sus propias burguesías. Una parte de la izquierda democratizante europea se está plegando a la ofensiva del imperialismo bajo el pretexto del terror del Estado Islámico.
7) A la par de manifestaciones hacia la izquierda, el agotamiento de los partidos tradicionales se expresa también por derecha. Las variantes de tipo fascista (Ukip británico, Amanecer Dorado, Jobbik húngaro, etc.) se distinguen por el planteo de poner fin a la zona euro y, en algunos casos, por plantear una alianza con Rusia. Son un último recurso para el caso de desintegración de la Unión Europea.
Medio Oriente
La situación actual de Medio Oriente se caracteriza por: 1) la reversión de la Primavera Arabe; 2) el tortuoso desarrollo del intento del imperialismo de reordenar el mapa de Medio Oriente a partir de la intervención en Irak y Afganistán, y proceder a un nuevo reparto de la región en beneficio del Estado sionista, y 3) el agotamiento progresivo, y de larguísimo término, del nacionalismo árabe.
1) El golpe de Estado en Egipto, en 2013, representó un punto de inflexión en la evolución de la Primavera Arabe. El golpe contó con la venia del imperialismo y, fundamentalmente, de Israel.
El golpe derribó al gobierno de los Hermanos Musulmanes, un gobierno de nacionalismo religioso islámico que había canalizado la rebelión popular contra el gobierno de Mubarak, en un primer intento de reconstituir el Estado. Las conexiones de los hermanos Musulmanes con Hamas, que posibilitaban un apoyo a través de la frontera de Gaza, resultaban intolerables para Israel.
El apoyo de la izquierda y de la burocracia sindical fue vital para los golpistas, en la medida que les permitió presentar el golpe como la expresión de una reacción popular laica contra el gobierno islamista. La orientación de la dirección del movimiento popular contra Mursi se volcó hacia el golpismo. En las recientes elecciones del régimen, la izquierda ni siquiera fue a elecciones. Ha quedado totalmente relegada. La lucha contra el golpe no implicaba, por supuesto, ningún apoyo al gobierno de los Hermanos Musulmanes. La contribución decisiva de los bolcheviques en la derrota del golpe de Kornilov fue la antesala de la revolución de octubre contra el gobierno de Kerenski. La derrota al movimiento popular en el golpe de Egipto ha sido un factor fundamental en el revés de la Primavera Arabe.
En Turquía se constata también esta inversión de tendencias. Hemos pasado de la rebelión de Parque Gezi y la revitalización del movimiento nacional kurdo a la victoria de Recep Erdogan en las últimas elecciones. Erdogan ha creado un estado de guerra interna, que oficia de excusa para atacar al movimiento nacional kurdo y quebrar el proceso de convergencia creciente entre éste y los trabajadores y la juventud turca, enfrentada al gobierno. Los atentados, cuya autoría es atribuida al Estado Islámico, se inscriben dentro de este propósito: no podrían haberse consumado sin la complicidad directa del gobierno o, al menos, su apañamiento.
2) La situación en Siria tiene su origen, a su vez, en el callejón sin salida al que han llevado a las rebeliones populares en el mundo árabe las direcciones del nacionalismo árabe, de un lado, y la intervención del imperialismo, de otro. La debilidad relativa del levantamiento popular sirio impidió una victoria frente al régimen de Al Assad de las características que tuvo el derrocamiento de Mubarak, en Egipto, o Ben Alí, en Túnez. Hay quienes siguen sosteniendo, incluso en las filas de la izquierda, que en Siria hay, incluso el día de hoy, una “revolución democrática”, pero las formas de organización populares han desaparecido, vaciadas de contenido, desnaturalizadas o cooptadas al servicio de formaciones militares que actúan de peones del imperialismo o de los principales países árabes que se diputan la hegemonía de la región.
La intervención rusa ha modificado el escenario de la guerra en Medio Oriente. Los frentes abiertos que enfrentan a Putin y Occidente involucran toda la agenda de colonización capitalista del este europeo.
3) El Estado Islámico (EI) se formó sobre la base de una reacción de un sector proveniente del viejo aparato de Estado de Saddam Hussein, en combinación con las milicias provenientes de Al Qaeda.
El EI es la última estación de la descomposición del nacionalismo árabe islámico, que actúa con los métodos del terrorismo y el fascismo. Los enfrentamientos pretendidamente sectarios, en realidad, tienen un carácter de choque entre intereses sociales definidos.
Denunciamos la posición de todo un sector de la izquierda europea que ha llamado a apoyar la ofensiva imperialista con el argumento de la lucha “contra el fascismo”. Pero, la excusa de la guerra “contra el terrorismo” lleva al estado de excepción y al crecimiento de las tendencias fascistizantes en la propia Europa.
Apoyamos a fondo las movilizaciones contra este estado de excepción. La lucha por las libertades democráticas en Medio Oriente, incluso contra el terror fascista del EI, es una tarea de las masas. Los métodos de movilización de las masas de la Primavera Árabe marcaron el camino y no podrán ser borrados de la experiencia de las masas por un largo período.
En este cuadro general hay que colocar la cuestión de Palestina y la larga colaboración política de la Autoridad Nacional Palestina con el imperialismo, su integración colaboracionista con los servicios israelíes, fundamentalmente a partir de los llamados “acuerdos de Oslo”. El Estado sionista cabalga en forma simultánea con Estados Unidos, por un lado, y Rusia, por el otro, para obtener la mayor tajada del reparto, en colaboración con las dictaduras de Egipto y Arabia Saudita.
América Latina
1) La crisis, que tiene su expresión más emblemática en Venezuela y Brasil, pero que sacude a otros países de la región, incorpora, en mayor grado, a América Latina en la crisis internacional en curso. Ingresamos en una nueva etapa política caracterizada por la fractura de los regímenes políticos y una tendencia a la explosión social o situaciones prerrevolucionarias.
La bancarrota del chavismo y del PT brasileño, como el de sus asociados en el continente, está vinculada al derrumbe del precio de las materias primas -proceso, a su turno, íntimamente relacionado con la velocidad que ha adquirido la crisis capitalista en China, a su vez afectada por la profundización de la bancarrota mundial.
Los elevados ingresos por la exportación de commodities actuaron como garantía de un nuevo ciclo de endeudamiento en la región.
Fue un fenómeno generalizado el fuerte crecimiento de las reservas de los bancos centrales de los países latinoamericanos. Esto produjo la ilusión de que la deuda externa de estas naciones latinoamericanas se había finalmente ‘domado’, que estaba bajo control, cubierta por las excedentes reservas de divisas. Estamos, ahora, frente al proceso inverso: fuga de capitales hacia las metrópolis, dejando nuevamente en pie las usurarias deudas externas de las naciones atrasadas con el capital financiero.
En el período de ‘bonanza’, la burguesía latinoamericana no usó los ingresos para avanzar en un proceso de industrialización ni en una mejora drástica de su infraestructura productiva, para sentar las bases de un desarrollo nacional independiente. Estos ingresos extraordinarios fueron usados para ‘honrar’ la deuda y como botín de las oligarquías capitalistas que se formaron en torno de los gobiernos nacionalistas y centroizquierdistas. Nos referimos al régimen de prebendas y corruptelas que beneficiaron directamente a la boliburguesía venezolana, la patria contratista brasileña -hoy sentada en el banquillo del “Petroláo”- o los ‘amigos del poder K’, los Cristóbal López, Lázaro Báez y compañía en la Argentina.
Como balance de conjunto se debe concluir que mientras se invocaban ‘modelos productivos’, las experiencias nacionalistas continentales agravaron la primarización económica y la desindustrialización. De ese boom, las masas latinoamericanas sólo recibieron la carestía alimentaria, la precarización laboral y un agravamiento de la polarización social, que los gobiernos atendieron con medidas asistenciales.
2) Una de las lecturas más extendidas es que estamos asistiendo a un cambio de ciclo -del populismo al ascenso de la derecha. Pero la tarea de la derecha está en pañales: derrotar a las masas en condiciones de bancarrota económica internacional.
3) Venezuela se dirige a una suerte de doble poder entre el Ejecutivo y la Asamblea Nacional en el marco de una crisis económica de características catastróficas. El sector mayoritario de la oposición tiene conciencia de que este panorama podría desembocar en una explosión social y política, y a un “voto castigo” o una victoria por la negativa. Una fracción minoritaria de opositores, que encabezan el encarcelado Leopoldo López y María Corina Machado, plantea pasar a la vía de los hechos. Estamos frente a una división tanto del oficialismo como de la oposición. La llamada “comunidad internacional” presiona por una “salida dialogada”, precisamente porque teme que la situación se desmadre.
El oficialismo y buena parte de la izquierda latinoamericana han atribuido a la ‘guerra económica’ la derrota electoral, encubriendo la responsabilidad de la camarilla gobernante en la desorganización económica. El boicot económico que se desenvuelve contra el gobierno es consecuencia directa del fracaso del intervencionismo estatal, que nunca alteró la base de la gestión capitalista de la economía.
El sabotaje económico que denuncia Maduro tiene una de sus fuentes en la “boliburguesía”, la burguesía amiga, cuyo crecimiento ha promovido el propio gobierno.
Las numerosas nacionalizaciones que ha llevado adelante el chavis- mo no han servido para desarrollar las fuerzas productivas nacionales. Sidor, por ejemplo, trabaja a un mínimo porcentaje de su capacidad. Queda nuevamente de manifiesto que el carácter progresivo de las nacionalizaciones está condicionado a la orientación general del régimen político: el estatismo bajo control de la camarilla chavista y la boliburguesía fue un factor de quiebra de las arcas públicas que no abrió ninguna perspectiva de desarrollo.
Esta política, que fue haciendo aguas por todos lados, fue arrasando las propias conquistas bolivarianas, desde el control nacional de PDVSA hasta las medidas sociales para los más explotados. La contracara de este proceso es el fabuloso enriquecimiento de la camarilla capitalista ligada al gobierno chavista, que accede privilegiadamente a las divisas que se obtienen en el mercado oficial.
El movimiento obrero venezolano, a pesar del creciente desencanto con el régimen, sigue atenazado políticamente al chavismo. La izquierda ha contribuido a reforzar esa tendencia, llamando a cerrar filas con el gobierno en nombre de la lucha contra la derecha.
El impasse que se ha creado pone más al rojo vivo la necesidad imperiosa de una acción política independiente de la clase obrera. Los explotados deberían terciar en la crisis política. Pero, para que ello suceda, es necesaria su independencia política y formar un partido obrero independiente. Las consignas transicionales que apunten a la cuestión de poder deberán ir siendo precisadas en el propio curso de la crisis, teniendo en cuenta la comprensión que la propia clase obrera vaya alcanzando de la crisis planteada.
4) En Brasil, el nuevo mandato de Rousseff se reveló impotente, pese a las sucesivas devaluaciones, para contener la crisis económica y la salida de capitales. El PBI se contrajo más del 4% en 2015. La desocupación superó el 8% y hubo una ola de despidos en la industria y la construcción. La caída del precio internacional del petróleo ha tenido un efecto demoledor sobre el conjunto de la economía, cuyo pivote se encontraba en las inversiones ‘pre-sal’ de Petrobras y su constelación de contratistas. Hasta el asistencialismo oficial, que contuvo la agudización de los antagonismos sociales, amenaza ser desmantelado bajo el impacto de la bancarrota capitalista. La popularidad de Rousseff se desmoronó en tiempo récord.
El declive económico se conjugó con una crisis política de fondo: el “Petroláo” (escándalo de sobrefacturación de obras públicas relacionadas con Petrobras) golpea a los principales partidos e involucra a todos los estamentos del Estado, especialmente al PT y el Poder Ejecutivo. La incapacidad de pilotear el ajuste ha provocado el avance del impeachment contra Rousseff. El juicio político, sin embargo, constituye un mecanismo tortuoso y crítico de reorganización política.
Detrás del “Petroláo” se esconde una pelea entre la burguesía local, empezando por los popes de la patria contratista brasileña (Odebrecht y compañía, cuyos directivos están en la cárcel), que supieron orbitar alrededor de Petrobras, y un sector del capital extranjero que reclama una apertura económica y comercial que termine con las preferencias del régimen en favor de la gran burguesía: pretenden una ola de privatizaciones en el petróleo y en la contratación de obra pública. El agotamiento del régimen petista tiene su epicentro en Petrobras: un “rescate” brasileño pondría en el centro de la agenda el desguace del esquema de explotación petrolera, una cuestión que demandará una reorganización social de fondo de alcance continental.
Los movimientos Sin Tierra y Sin Techo, así como algunos grupos de izquierda, se movilizan a favor del gobierno en nombre del peligro de la derecha. Pero el PT le allanó las puertas: cogobernó con ella, la entronizó en los principales ministerios y le entregó -al PMDB- toda la línea de sucesión presidencial. El PT es responsable también del avance privatista sobre Petrobras. Esto vale también para el PSOL, el cual se ha colocado -con matices- en el campo de apoyo al gobierno, lo cual no impidió que el grupo brasileño del PTS (el MRT) acordara candidaturas comunes para las elecciones municipales del año próximo y reclamara el ingreso al PSOL, en nombre de capitalizar “por izquierda” lo que caracterizan como una “crisis de representación”. De nuevo, quedan de manifiesto los límites insalvables de estas categorías de análisis, cuando lo que se desarrolla es una bancarrota económica y política de fondo.
El Congreso brasileño no tiene autoridad para encarar el juicio político. La podredumbre se extiende a todo el régimen político. Como ángulo de intervención ante la crisis abierta, ponemos a consideración el planteo: que se vayan todos, que la crisis la paguen los capitalistas, combinando la cuestión del ajuste y la crisis política. Es una consigna por la negativa, pero que cumple la función de denuncia política y delimitación de los trabajadores de los bloques patronales en presencia.
5) Los gobiernos nacionalistas o frentepopulistas han fracasado en todos los planteos de unidad continental que pergeñaron en estos años. La Alianza Bolivariana para América (Alba) impulsada por el chavis- mo se ha hundido. El Mercosur nunca pudo superar el marco de un conjunto de arreglos comerciales en beneficio de los monopolios capitalistas -en primer lugar, la industria automotriz- que operaban en sus propios mercados. La Unasur nació bajo la presión bolivariana y de las contratistas brasileñas que aspiran al desarrollo de una industria de armamentos bajo su égida. La meta más ambiciosa de esta etapa, el Banco del Sur, que fue acariciada al compás del boom especulativo de las materias primas y de los flujos de capitales, hoy está abandonada. La incorporación de Venezuela al Mercosur -con el planteo de una integración energética- quedó en la nada: el Gasoducto del Sur no pasó de los planes.
La presión del imperialismo yanqui ha llevado a la firma de un acuerdo de libre comercio -Acuerdo Transpacífico (TTP)- que arrastró a un conjunto de países latinoamericanos (México, Chile y Perú -se habla de que también adheriría Colombia) a una apertura de fronteras comerciales con vistas a una guerra comercial contra China. En las conversaciones mantenidas entre Macri y Rousseff se habría coincidido en la búsqueda de una aproximación a este eje del Pacífico, lo que sería un peldaño más en la defunción del Mercosur.
Entre tanto, se agravan todas las disputas comerciales y enfrentamientos dentro del Mercosur. Las burguesías regionales buscan arreglar por separado con la Unión Europea y con el imperialismo yanqui. La carrera devaluatoria al interior de la región es una competencia por la mayor explotación y precarización de los obreros de sus respectivos países -en esto consisten las invocaciones a la competitividad de los economistas de Massa, Macri o Scioli en Argentina, o el llamado a reducir el “costo Brasil” por parte de sus similares en aquel país.
El desenlace electoral en Venezuela desatará una nueva pugna por el petróleo de ese país -una réplica de lo que ocurre en el Medio Oriente. El destino de PDVSA y el desarrollo productivo del Orinoco replicará lo que ocurre con Petrobras, donde hay una disputa de fondo entre los capitalistas locales y las corporaciones extranjeras por la apropiación de los recursos hidrocarburíferos del país. El derrumbe del nacionalismo y el centroizquierdismo convertirá a América Latina en campo orégano de la disputa por nuevos repartos de recursos y territorios entre las potencias capitalistas.
Oponemos a estos enfrentamientos, y a la guerra de rapiña que se prepara, la unidad de los pueblos latinoamericanos en la defensa de sus recursos y de las necesidades sociales. Impulsamos una acción internacional por la expropiación de los pulpos petroleros y la nacionalización de los principales recursos al servicio de una industrialización y del interés popular. Por gobiernos de trabajadores. Por la unidad socialista de América Latina.
6) Cuba ha entrado en una nueva fase transicional de características contradictorias. Por un lado, la apertura del presidente norteamericano Obama es un reconocimiento de que, en más de medio siglo, no pudo doblegar a la Revolución. Por el otro, la isla protagoniza un pronunciado proceso de diferenciación social, donde la burocracia castrista fogonea y apunta a favor de una restauración capitalista. Pero la tentativa de una integración plena de Cuba al mercado mundial capitalista choca con las tendencias de la propia bancarrota internacional. El imperialismo le exige al régimen cubano el levantamiento de todas las barreras a su penetración y la liquidación de conquistas históricas de sus explotados. Pero tiene muy poco para ofrecerle en el marco de su propia crisis. En este marco, el agotamiento del chavismo ha operado como factor adicional de crisis para el régimen, que depende de las entregas petroleras de Venezuela para mantener su exiguo esquema energético.
Es necesario tener en cuenta todos estos factores a la hora de formular un programa, que debe plantear que el levantamiento del bloqueo sea incondicional, que los derechos de los trabajadores sean defendidos por sindicatos independientes libremente elegidos, que la defensa de la salud y la educación gratuitas sea garantizada por una gestión directa de los trabajadores. La defensa, asimismo, de una economía que aún es planificada, implica el monopolio del comercio exterior y de los bancos.
Muchos en la izquierda descuidan el aspecto contradictorio del proceso en marcha, lo ven como un retroceso histórico fatal. “No hay un signo igual entre el levantamiento del bloqueo y la privatización de la economía; al revés, para imponer esta privatización el imperialismo necesita usar el bloqueo como arma de presión. Una perspectiva revolucionaria haría del levantamiento incondicional del bloqueo un arma de agitación en los Estados Unidos” (Prensa Obrera N° 1.377).
Puerto Rico, la isla hermana, muestra la otra cara de la moneda. Los ‘privilegios’ del colonialismo se vienen a pique con la bancarrota del capitalismo mundial. A través de la crisis -o sea del pago forzado y confiscatorio de una deuda ‘externa’ que ha beneficiado por un largo tiempo a los especuladores-, resurgirá el tema de la independencia en la agenda política. De todos modos, Puerto Rico es el eslabón más débil de una cadena de insolvencias que se prepara en distintos niveles sub-estatales de Estados Unidos, con la consecuente afectación del “orden público” en el territorio continental.
7) Resumiendo, la crisis continental y el agotamiento irreversible de la experiencia bolivariana y centroizquierdista abren un inmenso campo de intervención política para la izquierda revolucionaria. Esta intervención se va tener que desenvolver en un escenario especial dominado por la fractura del Estado y la economía capitalista, y una tendencia a la explosión social o situaciones prerrevolucionarias.
Este escenario pone al rojo vivo y a la orden del día la formación de partidos revolucionarios, de modo de transformar a la clase obrera en un factor político en la crisis que ya está en desarrollo y en una alternativa de poder. En esa perspectiva se inscribe la convocatoria a una Conferencia Latinoamericana que el Partido Obrero impulsa junto al PT de Uruguay.
16 de diciembre de 2015
Pablo Heller y Juan García son miembros de la dirección nacional del Partido Obrero.