Cuando este número de En defensa del marxismo ingrese a imprenta, las características convulsivas de la transición política de Argentina habrán emergido con toda su intensidad. La decisión del gobierno de Macri de aumentar las tarifas de los servicios públicos entre un 300 y 500%, al tiempo de que se redoblan los despidos de empleados estatales y en la industria, echan por tierra la pretensión de una transición indolora.
En verdad, esa pretensión chocó rápidamente con las contradicciones explosivas de la bancarrota capitalista. La conjunción de la devaluación de la moneda y el tarifazo redoblaron las tendencias inflacionarias, que el gobierno busca contener a costa de acentuar la recesión económica. Es esa crisis temprana la que explica el apuro de toda la burguesía y sus partidos para tramitar un socorro del capital internacional. El acuerdo con los fondos especulativos que litigaban en los tribunales de Nueva York, y que agravará la hipoteca de la deuda pública argentina, es el certificado de nacimiento del nuevo régimen político que intentará poner en pie el macrismo.
El acuerdo buitre ha sido justificado con el argumento de que abriría paso a un financiamiento internacional, que haría menos cruentos los términos del ajuste. La realidad mostró, muy pronto, lo contrario: los rescatistas exigen primero que el Estado inicie un ajuste feroz, como garantía de repago de las nuevas operaciones de deuda. Ello explica el “rodrigazo” desatado apenas se terminó de votar en el Congreso la ley exigida por el juez norteamericano Griesa.
El imperialismo respalda políticamente este rescate financiero, bajo la condición de una reconfiguración económica general, en función de sus intereses -y los de las corporaciones norteamericanas- en la región. En suma: la transición argentina exige un replanteo de las relaciones entre todas las clases sociales. Para construir un nuevo régimen político, la coalición gobernante deberá vérselas con las tendencias disolutorias de la crisis mundial, con la disgregación del régimen político -con múltiples manifestaciones en sus partidos, su Justicia y sus aparatos de seguridad- y, principalmente, con la clase obrera, a la que el kirchnerismo nunca pudo doblegar. Esta acción de los trabajadores ha comenzado a desplegarse con fuerza, como lo revelan las huelgas y multitudinarias marchas de maestros y estatales en Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero o Tierra del Fuego.
Este número de En defensa del marxismo da cuenta de las primeras batallas políticas del Partido Obrero en la nueva etapa. Una caracterización de los primeros sesenta días del macrismo -el primer artículo- constituye toda una hoja de ruta para la comprensión del proceso político y las tareas que se desprenden para la izquierda revolucionaria. El pasaje del nacionalismo burgués a la oposición ha colocado en el escenario político una tentativa de prolongar una polarización entre el kirchnerismo y el macrismo. El carácter ficticio de este antagonismo -la “grieta”- se revela, por un lado, en la condición del Frente para la Victoria como partido del ajuste, o en la camarilla empresarial kirchnerista -Lázaro Báez, Szpolski- que ha actuado como punta de lanza en el despido de trabajadores. La guerra judicial contra esta camarilla -que ya se ha cobrado varias detenciones- es un intento por avivar esta polarización política, y justificar al ajuste oficial como la consecuencia “inevitable” de aquellos desfalcos.
En un reportaje, que aquí reproducimos, Altamira desmitifica esa “grieta” ficticia y coloca las cuestiones políticas de fondo que deberán desarrollar una verdadera polarización -entre el Estado y los partidos del ajuste, de un lado, y los trabajadores y la izquierda, del otro.
Por eso, la nueva etapa coloca al rojo vivo la cuestión estratégica que ha recorrido a la izquierda argentina -la de su delimitación con el nacionalismo burgués. Nuestra tesis -que el XXIII Congreso del Partido Obrero debatió intensamente- es que la lucha contra los ajustadores macristas deberá conducir a una diferenciación aún más aguda con el nacionalismo. Si, por el contrario, la izquierda se disuelve en éste, con el pretexto de la “lucha contra el ajuste”, habrá cometido dos crímenes. El primero, hipotecar la propia lucha contra el macrismo, al subordinarse a quienes, en definitiva, son otra fracción de los ajustadores. El segundo, y más importante: echar por la borda las conquistas de independencia política arrancadas durante todo el período de lucha contra el gobierno kirchnerista, y que tuvieron en el Frente de Izquierda a su mayor expresión. La “resolución sobre el Frente de Izquierda” que incluimos en este número formó parte de los materiales preparatorios del XXIII Congreso del PO, y llama a desarrollar al FIT como frente único de clase contra el Estado y sus partidos.
La transición política argentina se integra a un proceso continental caracterizado por el agotamiento de los regímenes nacionalistas o centroizquierdistas. Mecanismos históricos de regimentación y estatización de la clase obrera se han derrumbado, sin que los bloques derechistas que pretenden sustituirlos cuenten aún con los recursos políticos y económicos para consolidarse como alternativas. Los Macri continentales deberán construir su autoridad en medio de choques de fondo con las masas, y en el cuadro signado por la bancarrota capitalista. El horizonte político, en Argentina y el continente, preanuncia crisis políticas y la configuración de situaciones prerrevolucionarias. Como concluye Altamira en su texto sobre Lanata: “El fracaso de los regímenes bolivarianos, ahora que se cayeron los precios de las materias primas, no habilita, sin embargo, un pronóstico de sosiego (…). El viejo orden ha caducado, y por eso siembra de cadáveres los mares Egeo y Mediterráneo y erige muros en las fronteras que la Unión Europea había declarado definitivamente abolidas”.
Precisamente, la hoja de ruta de esté número de En defensa del marxismo prosigue con un texto de Savas Matsas sobre la crisis de los refugiados: huyendo de los eufemismos que se refugian en una supuesta “crisis migratoria”, el texto de Savas sitúa la cuestión en la crisis mundial y la guerra imperialista, que ha trasladado sus consecuencias lacerantes al corazón de Europa.
La revista completa su contenido con materiales históricos de enorme valor documental y teórico: nos referimos al texto de Daniel Gaido, sobre la burocracia sindical y la Socialdemocracia alemana; las reflexiones de Luis Emilio Recabarren, el legendario dirigente obrero chileno, sobre una visita a Rusia durante los primeros años de la revolución; el artículo de Nicolás Marrero, sobre el debate económico en la Unión Soviética; y el abordaje de la cuestión de la mujer en el tránsito de la Tercera Internacional revolucionaria al stalinismo, del investigador francés Jean-Jacques Marie. Publicamos también dos artículos sobre la filosofía del marxismo: el artículo que Georgi Plejanov escribió en ocasión del 60 aniversario de la muerte de Hegel, donde presenta su método; y el de Diego Bruno, sobre Marx y la contradicción dialéctica. Finalmente, la enorme contribución que escribiera nuestro compañero Pablo Rieznik sobre la caracterización del PT en sus orígenes, que es a la vez una fuerte delimitación respecto de las corrientes trotskistas que oscilaron entre el embellecimiento político y el sectarismo.
Esperamos que la lectura de este nuevo número de En defensa del marxismo contribuya a la comprensión de un período político apasionante para el desarrollo de la organización y las ideas revolucionarias.