Presentación del libro El marxismo y la liberación de las mujeres trabajadoras

Recuperar la historia de la organización socialista de la mujer

Como señaló Olga Viglieca, este libro intenta hablar del pasado, pero sobre el presente, teniendo en cuenta de que muchos de los debates que se tratan de recuperar en este libro, tienen mucha vigencia en la actualidad. Este libro recoge la experiencia de la organización del movimiento sufragista y particularmente del movimiento socialista de mujeres en Europa durante las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX, que coincide con la primera ola feminista, en donde la lucha por los derechos democráticos se habían convertido en una cuestión política de primer orden para las mujeres, por eso todo el movimiento va a estar atravesado por la lucha por el derecho al voto.

Los debates que atraviesan el conjunto del movimiento de mujeres para nada tenían un carácter marginal, porque estamos hablando de movimientos de características de masas, por un lado, el movimiento sufragista era efectivamente un movimiento de masas, con epicentro en Inglaterra y presencia en toda Europa y, por el otro, el movimiento socialista de mujeres, organizado fundamentalmente por la socialdemocracia alemana y por Clara Zetkin, que llegó a tener más de 120 mil mujeres organizadas en 1914, que se reivindicaban no solamente luchadoras por los derechos democráticos de las mujeres, sindicalistas, etcétera, sino que abrazaban la causa del socialismo. Estamos hablando de movimientos de masas en torno de los cuales incluso se logró estructurar una experiencia de organización internacional, con al menos tres reuniones internacionales de mujeres socialistas, a las que se convocaba al conjunto de las mujeres organizadas en distintas organizaciones que reconocían el principio de la lucha de clases y que todas tuvieron una importancia crucial en el momento de su desarrollo.

Entonces, teniendo un movimiento de mujeres en ascenso, a nivel internacional, y con nuestro país también en el centro de la escena política, porque, sin dudas, el movimiento NiUnaMenos en Argentina es referencia para muchas de las luchas que están desarrollando las mujeres a nivel internacional. Me parece fundamental que podamos recuperar no solamente esta tradición de organización de las mujeres a estos debates, sino sacar las conclusiones para poder mejor emprender ese camino hacia su liberación.

Dicho esto, éste es nuestro aporte, junto con Daniel, que no ha podido participar de esta presentación, y que apostamos que sea materia de estudio y que sea completado, como decía Olga.

Las mujeres socialistas alemanas, que es donde se origina esta experiencia más fuertemente, tenían un bagaje teórico muy importante en ese momento. Ya, en 1879, August Bebel, uno de los líderes de la socialdemocracia alemana, había editado un libro, La mujer y el socialismo, previo al libro de Engels y Marx, por todos conocido, pero, dice Zetkin, “más allá de las lagunas teóricas que pueda tener este libro, es la primera vez que, desde el socialismo, desde las organizaciones de los trabajadores, se intenta sistematizar una definición en torno de cuál es el origen de la opresión de la mujer y cuál debería ser la estrategia para emprender la lucha por su liberación”. Esto, naturalmente, va a ser completado y desarrollado más acabadamente con El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Engels y Marx, en 1884, y que eran los insumos con los que contaban en general las mujeres socialistas y las organizaciones obreras para poder enfrentar y pararse frente al problema de la mujer y al problema de la mujer trabajadora en particular. Sin embargo, la cuestión de la mujer no era una cuestión nueva que hubiera aparecido a mediados del siglo XIX, sino que -como dijo Olga- las mujeres habían sido protagonistas en las principales revoluciones burguesas, tuvieron un rol importantísimo en la Revolución francesa, una intervención política muy activa en la Comuna de París, aunque no haya sido registrado como tal, pero sí tuvieron una participación muy activa y hubo un intento, un esfuerzo, por establecer una equiparación entre los derechos de las mujeres y de los trabajadores en esa breve experiencia obrera. Sin embargo, el problema de la mujer aparece como cuestión política con el desarrollo y la irrupción de la revolución industrial. Con la incorporación de grandes capas de mujeres al mercado laboral se establece lo que Marx y Engels señalaron, el principio base para poder avanzar en la liberación de las mujeres, devolviéndoles su rol dentro de la producción social. Este aspecto es de suma importancia, porque es lo que convierte que una reivindicación de derechos civiles, que venían levantando las mujeres, generalmente de la pequeño burguesía o de la burguesía durante períodos anteriores, adquiera características de masas y sea un problema no solamente de la pequeño burguesía y la burguesía, sino fundamentalmente de las trabajadoras, que habían sido arrastradas al mundo del trabajo, pero que estaban excluidas de derechos políticos y civiles, y privadas de poder organizarse política y sindicalmente frente a las condiciones de explotación que les imponía el capital.

Es sobre esas bases que Clara Zetkin va a hacer un esfuerzo por dirigirse a esas mujeres y va a establecer la necesidad hacia los partidos socialistas de tomar fuertemente la organización de la mujer trabajadora, particularmente de las de sectores industriales, que se habían ganado un lugar en la industrial textil y en la alimentación. Esto trajo muchos debates, dentro del movimiento obrero en general, pero también dentro de la I Internacional; es decir, no todos los que se reclamaban defensores de organizaciones obreras entendían que el rol de la mujer estaba dentro de la producción y que se debía organizarlas junto con los hombres trabajadores. Uno de los ejemplos más claros son los dichos de Proudhon, quien consideraba que la mujer tenía dos destinos, ser cortesana o ser ama de casa, por tanto, las organizaciones obreras y socialistas de ninguna manera debían apoyar la inclusión de la mujer al mundo laboral ni mucho menos organizarlas. Marx y Engels van a polemizar fuertemente con esto y ya en la II Internacional no solamente se va a ver superada esta discusión sino que también, a iniciativa de los líderes de la socialdemocracia alemana, se va a incluir el reclamo de los derechos civiles, del derecho al voto, universal, libre y secreto para todos los y las trabajadoras, con lo cual se da un salto enorme, porque se entiende que no solamente hay que organizarlas políticamente sino que hay que luchar abiertamente por la conquista de los derechos civiles. Sin embargo, no consideraban que la conquista de los derechos civiles y democráticos de las mujeres, dentro de los marcos del sistema capitalista, permitieran efectivamente una liberación de las condiciones de opresión en que vivían. Entonces, todo el proceso de desarrollo de la organización de mujeres de la socialdemocracia alemana y posteriormente de la Internacional Socialista de mujeres va a estar atravesado por un fuerte debate, que está expresado en el folleto de delimitación tajante, que escribió Clara Zetkin desde el exilio, y va a polemizar con las feministas porque considera que, a diferencia de éstas, no existe una única cuestión de la mujer sino que existen varias cuestiones, y que la cuestión de la mujer va a estar determinada por la clase social a la que pertenecen. Para graficar esto va a tomar el ejemplo del análisis de la lucha por el sufragio universal, no es lo mismo el reclamo del sufragio universal para la pequeña burguesía, para la gran burguesía y para la clase trabajadora. En la gran burguesía, las mujeres que lideraban de hecho el movimiento sufragista estaban reclamando, en última instancia, el derecho a administrar sus propiedades, es decir, tener los mismos derechos de explotación que tenían los hombres de su clase.

De ninguna manera, el reclamo del derecho al voto para estos sectores de mujeres tenía que ver con mejorar las condiciones de explotación infrahumanas que tenían las trabajadoras en los talleres textiles o en las fábricas, o los trabajadores en general, sino que era la última etapa de la liberación de la propiedad privada, de emancipación de la propiedad privada. La pequeña burguesía tenía otros problemas, la mujer necesitaba incorporarse al mercado laboral, dentro de las profesiones liberales, entonces, tampoco el derecho al voto o la lucha por los derechos democráticos implicaba lo mismo que para la gran burguesía ni para las mujeres trabajadoras; finalmente, lo que ellas estaban reclamando era la igualdad de competencia en el mercado laboral que los hombres, que se les permitiera, por supuesto, el derecho a la educación, el acceso a las profesiones liberales, que tuvieran los mismos derechos que los hombres para poder acceder a estas profesiones, demandaban la ‘libre competencia’. Ahora, las mujeres trabajadoras ya tenían las mismas condiciones que los hombres para acceder al mercado laboral, porque estaban siendo explotadas en las mismas o en peores condiciones que los hombres dentro de las fábricas, su problema no era la independencia económica, ellas ya la habían conquistado, su problema era tener derechos civiles y políticos para luchar contra la explotación capitalista que les imponía el régimen laboral de las fábricas, de los talleres textiles y otros. Es decir que para ellas no era un fin último sino una herramienta, una herramienta muy necesaria para organizarse política y sindicalmente en iguales condiciones, junto a sus compañeros trabajadores.

“Al menos hay tres cuestiones de la mujer -dice Clara Zetkin-, naturalmente, nos une que todas queremos el derecho al voto, entonces podremos marchar separadas pero golpear juntas”, y es así que las mujeres socialistas y las sufragistas se encontraron en muchos momentos en instancias decisivas y en movilizaciones masivas. También hay que rescatar acerca de los métodos con los que luchaban las sufragistas, que eran de movilización, de acción directa y de lucha callejera. La virulencia con las que ellas defendían el derecho al voto era algo que nos encontraba en las calles junto a las socialistas en muchas oportunidades; sin embargo, la estrategia o el fin que sufragistas y socialistas entendían por el derecho al voto tenían diferencias abismales, y esto también se vio en algunas polémicas en relación de cuáles eran las tácticas que debían desarrollar en determinados momentos. Hubo un debate en el seno de la socialdemocracia alemana por la publicación de una petición a la monarquía alemana por el reconocimiento de los derechos civiles, democráticos y políticos de las mujeres, de las que estaban excluidas; un grupo de feministas hizo esta petición en nombre de todas las mujeres alemanas. Esto fue reproducido por Vorwärts, que es como la Prensa Obrera de la socialdemocracia alemana, llamando a firmar la petición y a defenderlo, todas las mujeres de todos los partidos políticos pidiéndole el derecho al voto a la monarquía. Clara Zetkin lo reprodujo en su periódico, La Igualdad, que fue el estructuró todo el movimiento de mujeres, y llamó a cualquier compañero y compañera que reconozca la lucha de clases a no firmar dicho petitorio. Para Zetkin, la columna vertebral de la lucha de la mujer no podía acompañar esta petición a la monarquía alemana, en primera instancia, por no haber sido producto efectivamente de un debate de las trabajadoras y, segundo, marca una diferencia sustancial en la táctica, “nosotros no vamos a ir a pedir a la monarquía, que viene proscribiendo a la socialdemocracia alemana y a las mujeres de la vida política y civil de este país desde hace años, permiso para obtener derechos civiles y políticos, nosotros tenemos que arrancarlos, organizando a las fábricas, a los centros de trabajadoras, organizando sindicalmente y políticamente a las mujeres en una perspectiva independiente y así imponer el derecho al voto. Fue rechazado por Clara Zetkin y, finalmente, fue rectificada esta posición, es decir que la posición sobre el cual fue estructurado el movimiento de mujeres de la socialdemocracia alemana permitió inclusive ubicar en muchos casos las propias direcciones, en este caso, del Partido Socialdemócrata alemán, que cedía frente a las presiones de la burguesía y la pequeño burguesía en torno de los derechos democráticos.

Esta experiencia permitió poner en pie, como dije al principio, tres conferencias internacionales socialistas de mujeres, en 1907, en 1910 y en 1915, las tres tuvieron un rol muy importante. En 1907, que fue la primera conferencia, se resolvió hacer propia una legislación para la protección laboral de las mujeres trabajadoras, esto había sido un punto de debate muy fuerte también con las feministas, particularmente con la pequeño burguesía, quienes consideraban que una legislación laboral protectora para las trabajadoras iba a poner trabas en esta aspiración del ingreso a las profesiones liberales; es decir, “si ustedes nos ponen licencia por maternidad, igual salario a igual trabajo, jardines maternales -una legislación que hoy estaríamos discutiendo en cualquier gremio-, una serie de medidas protectoras a la maternidad, esto implicaría dificultades en la competencia del mercado laboral respecto del hombre”. En principio, las feministas rechazaron esta legislación. Otilie Baddier va a señalar esto como el punto de inflexión o de quiebre definitivo con el feminismo pequeño burgués, porque dice “si no reconocemos las condiciones de sobre-explotación que tienen las mujeres trabajadoras y no batallamos por una protección, no solamente en su condición de trabajadoras sino también de madres, estamos admitiendo la explotación capitalista sin resguardo”.

En la primera Conferencia Internacional Socialista de Mujeres se hizo propio este programa de legislación laboral de protección para las trabajadoras; en la Conferencia de 1910 se va a votar el problema del día internacional de la mujer trabajadora, que se vota a raíz de una iniciativa de las socialistas estadounidenses, que ya habían desarrollado una experiencia de organización de un día específico para salir a batallar por los derechos de las mujeres trabajadoras. Hacen propia esta experiencia y lo interesante de la votación en relación con el día internacional de la mujer trabajadora es que si bien se da colocando como eje, como centro, la lucha por el derecho al voto, se hace en la perspectiva de entender que la lucha por el derecho al voto era una lucha democrática, parcial, en la perspectiva de dotar a las mujeres de las herramientas necesarias para sumarlas a una lucha por el socialismo; entonces, entendían que era necesario establecer una jornada particular de organización por los derechos de las mujeres, pero no desligadas de organizarlas bajo las banderas del socialismo. Esto luego va a ser abrazado por el conjunto del movimiento de mujeres. Y la de 1915 fue clave, entiendo yo, porque fue justo un año después del estallido de la guerra y también del estallido en la II Internacional. La II Internacional, que había resuelto la declaración contra el militarismo y rechazar las tendencias a la guerra mundial, finalmente, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, va a estallar ella misma también en mil pedazos y los partidos agrupados allí se van a volcar a votar créditos de guerra de las burguesías de sus propios países, no solamente las sufragistas, en muchos casos salieron a defender a sus partidos nacionalistas, sino también muchos de los partidos que se reclamaban socialistas. A raíz de una propuesta de las socialistas rusas se va a convocar a una Tercera Conferencia Internacional, muchas de sus participantes tuvieron que hacerlo clandestinamente y contra las propias direcciones de sus partidos socialistas que, en ese momento, estaban apoyando las guerras de sus burguesías nacionales; esta tercera conferencia va a votar un rechazo a la guerra, va a haber un fuerte debate, las rusas con una posición de guerra a la guerra y vamos al derrotismo revolucionario; las inglesas, las alemanas, con posiciones más moderadas, pero finalmente se vota por el rechazo categórico a la guerra y hacen un llamado a recuperar la unidad socialista internacional de los trabajadores en rechazo a la guerra imperialista.

La ubicación y la experiencia de la socialdemocracia alemana en la estructuración de ese movimiento, que tuvo características de masas y expansión mundial, no solamente fue un aporte enorme al movimiento de mujeres, sino que fue un aporte a la propia organización socialista del movimiento de trabajadores en general, que permitió ubicar a los partidos socialistas siempre en una posición de vanguardia revolucionaria, de unidad del proletariado, incluso cuando muchas de sus organizaciones habían claudicado frente a la Primera Guerra Mundial. Todas las aspiraciones del movimiento socialista de mujeres, inclusive el movimiento feminista, fueron concretadas en la Revolución Rusa, el primer país en legalizar el aborto, en facilitar el divorcio, en despenalizar la homosexualidad, una revolución que no solamente otorgó todos los derechos democráticos que reclamaban las sufragistas y el movimiento de mujeres socialistas, sino que intentó llevar a la práctica, lo que entendían los socialistas, era la base necesaria para establecer efectivamente la eliminación de la opresión que pesa sobre las mujeres, que es la socialización de las tareas domésticas y de la crianza de los niños. Fueron experiencias del tipo de comedores comunitarios, guarderías comunitarias, etcétera. Las condiciones propias de la revolución en cuanto al límite de su desarrollo estaban atravesados por la guerra civil, por la guerra mundial y, luego, la asunción del estalinismo terminó llevando al fracaso todos estos intentos por establecer la socialización del trabajo doméstico, de la crianza de los niños y, por ende, las bases materiales para avanzar en la liberación efectiva de la mujer, no solamente en el terreno formal, democrático, civil hacia la ley, sino que el estalinismo produjo un gran revés en todas estas conquistas, volvió a penalizar la prostitución, volvió a penalizar el aborto, volvió a empujar a las grandes masas de trabajadoras a la miseria y, por ende, hubo un resurgimiento de la prostitución; toda una serie de retrocesos, pero creo que lo más dañino del estalinismo es borrar toda la experiencia de organización mundial que tuvieron las socialistas durante el final del siglo XIX y principios del siglo XX, que habían hecho aportes teóricos y prácticos enormes al movimiento de mujeres en general y al movimiento de trabajadores en particular. Muchas veces, cuando de repente leemos a teóricas de la segunda ola recoger cosas como si fuesen una novedad del movimiento de mujeres, uno dice: “Estas mujeres en 1907, en 1910, ya estaban discutiendo el problema de los derechos sexuales, de los derechos reproductivos, de la autonomía sobre nuestros cuerpos, etcétera”.

Creo que recuperar esta historia es clave, nosotros tenemos un desafío enorme, estamos nuevamente frente a una lucha por un derecho democrático, porque el derecho al aborto lo es. No derrocaremos al capital con el derecho al aborto, pero sí lograremos poner en pie un gran movimiento de mujeres contra el Estado, contra el gobierno, capaz de levantar una estrategia política de organización independiente que no solamente nos permita, por supuesto, conquistar el derecho al aborto sino fundamentalmente avanzar en la organización política y sindical de las mujeres contra el Estado, contra el gobierno, contra la opresión capitalista.

* Cintia Frencia, ex legisladora del Partido Obrero en Córdoba y dirigente del Plenario de Trabajadoras, es docente en la Universidad Nacional de Córdoba y co-autora del libro El marxismo y la liberación de las mujeres trabajadoras: de la Internacional de Mujeres Socialistas a la Revolución Rusa.

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