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América Latina, en una tormenta política y social

Resoluciones de la Conferencia Latinoamericana (Buenos Aires, 15 al 18 de noviembre del 2018)

Informe de apertura de la Conferencia Latinoamericana presentado por el Partido Obrero

 

Del 16 al 18 de noviembre se desarrolló en Buenos Aires la conferencia convocada por el Partido Obrero y el Partido de los Trabajadores de Uruguay. A continuación, publicamos el informe de apertura para dicha conferencia.

1. Esta conferencia latinoamericana tiene lugar dos semanas después de las elecciones generales en Brasil. La victoria de Jair Bolsonaro y el ingreso de numerosos representantes de los bloques ruralista, evangélico y militar cierra, provisionalmente, el período de crisis política inaugurado en el segundo mandato de Dilma Rousseff y, más decididamente, con el golpe de Estado que provocó su destitución. Abre, al mismo tiempo, una etapa de crisis que va más allá de las fronteras de Brasil: plantea una alianza más agresiva con el imperialismo yanqui, se inserta en el cuadro de la guerra económica internacional y amenaza el equilibrio interno precario de los Estados nacionales de América del sur, incluida la violación de sus retaceadas soberanías políticas.

El triunfo electoral del bloque reaccionario que encabeza Bolsonaro y el alto mando militar involucra a Brasil y a América Latina en la fase bélica que caracteriza a la economía y la política mundiales. Nada caracteriza mejor este cambio que el salto cualitativo que tendrá la asociación de Brasil con Israel (ya ha anunciado el traslado de su embajada a Jerusalén, siguiendo los pasos de Trump, y amenazó con expulsar de Brasil la embajada de Palestina) y su alcance en las guerras del Medio Oriente. Desde el punto de vista de la crisis política internacional, el gobierno Bolsonaro-Heleno (el ministro de Defensa) asesta un golpe a los esfuerzos de Irán de desarrollar un escudo defensivo en América Latina, frente al bloque Trump-Netanyahu. Por otro lado, no se oculta la intención de establecer bases militares en las fronteras oeste-norte, en el Amazonas, mientras la prensa deja ver el desarrollo de negociaciones para autorizar la instalación de bases militares del Comando Sur del Pentágono norteamericano. Heleno ha identificado a la “seguridad pública” con la “seguridad nacional”, convirtiendo en doctrina militar la estrategia de militarización de la llamada “lucha contra el narcotráfico” que vienen impulsando los gobiernos norteamericanos.

El triunfo obtenido por el bloque reaccionario, constituido por una fracción de la pequeña burguesía fascista, el capital agroexportador, el alto mando del Ejército y el capital financiero, constituye un importante revés para el proletariado y los trabajadores de Brasil, y del conjunto de América Latina. Culmina el golpe de Estado iniciado con la destitución de Dilma Rousseff, que refrenda por medio de una elección plebiscitaria, una característica típicamente bonapartista. La preparación de ese golpe se remonta en el tiempo al envío del Ejército latinoamericano a Haití -en el caso de Brasil y Argentina, por decisión de Lula y el PT, y los Kirchner. Utilizan la ocupación de Haití como campo de entrenamiento para intervenir en la represión urbana como ocurre hoy en Río y otras ciudades de Brasil, y en diversas barriadas en Argentina. El desarrollo de la crisis brasileña ha demostrado, a través de sus episodios sucesivos, la hondura de la crisis del régimen político diseñado en la Constitución de 1988, que fue pactado con los militares de la dictadura en retirada. Ha demostrado también la incapacidad de la izquierda integrada al Estado, el PT, para ejercer la mínima defensa de los trabajadores frente a la explotación capitalista y los ataques patronales asociados a la crisis, y al veloz ascenso de la reacción política. Los catorce años de gestión del PT en el poder revelan que los regímenes de colaboración de clases pueden transformarse en un recurso de contención, domesticación y sometimiento de las masas duradero en el tiempo (y no simplemente un expediente pasajero) y una carta fundamental con que cuenta la clase capitalista, con más razón en ausencia de un polo obrero independiente.

El entrelazamiento del PT con el Estado recorrió toda la escala institucional -desde el Parlamento, las gobernaciones, los municipios y el Ejecutivo, en un régimen altamente centralizado y burocratizado. Durante los catorce años de su gestión de gobierno operó como una agencia del capital y como su agente remunerado. Fue protagonista de un gigantesco esquema de corrupción, en el marco de una política de colaboración de clases en el Parlamento (mensalão) y más tarde en el binomio ejecutivo. El pretexto de la corruptela fue la promoción de “campeones nacionales” (Eike Batista, contratistas de obras públicas) -la burguesía nativa, en un esquema de alcance internacional.

La crisis política subsiguiente al golpe de 2016 ha dejado en jirones a los partidos de la mayoría parlamentaria, PMDB y PSDB, que tomaron la iniciativa de la destitución de Dilma Rousseff. El intento por parte de estos ‘partidos de la democracia’, poblado de corruptos, de encaminar y usufructuar la crisis resultó en un completo fracaso, no solamente por la implacable marcha de la recesión industrial y un enorme crecimiento de la desocupación, sino porque mostró que el bloque anti-corrupción era más corrupto que sus adversarios.

El avance del minúsculo grupo fascista en la cúpula del Estado se fue filtrando por los poros de un derrumbe económico y político, captado en su alcance por el alto mando del Ejército. Los militares han tenido que reclutar sus peones en los círculos del lumpenaje fascista. Han quedado al desnudo, más que nunca, los pies de barro del democratismo burgués, en especial en un país que no barrió en forma revolucionaria al régimen esclavista. Por una vía, diríamos negativa, la experiencia en curso ha vuelto a confirmar la tesis de que la conquista de la democracia política, basada en la soberanía popular, sólo puede ser alcanzada por medio de una revolución proletaria.

2. El carácter del régimen político que emergerá con la asunción de Bolsonaro y los legisladores está sujeto aún al desarrollo de los acontecimientos. En torno de Bolsonaro puede cobrar vida una formación propiamente fascista, si logra convertir los resultados político-electorales en la construcción de un partido, y si logra extender el número y radio de acción de las bandas provocadoras y para-militares que ya han hecho una aparición pública. Para eso, sin embargo, debería superar la tutela política de las Fuerzas Armadas, que no permitirán la vulneración de su autonomía ni su monopolio de la fuerza. No puede descartarse, sin embargo, un acople entre el gobierno y las Fuerzas Armadas, como ha ocurrido en otras experiencias históricas, pero esto, sólo podrá operarse a través de sacudidas y crisis políticas. El impacto de la crisis económica y de la política de ‘ajuste’ sobre su propia base social y la clase obrera deberá hacer sentir su efecto disgregador, más tarde o temprano, sobre la camarilla fascista e incluso dentro de las Fuerzas Armadas. Bolsonaro desarrollará, en principio un régimen semi-bonapartista, lo que significa que su capacidad de arbitraje político se verá limitado, e incluso cercenado, por la presión del capital internacional. Sería un bonapartismo bicéfalo, o aún tricéfalo, dependiendo de la influencia política que adquirirá el capital financiero. El propósito de este texto es impulsar un debate que desenvuelva una caracterización política de conjunto acerca de la etapa y el régimen político.

La experiencia de Collor de Mello ha sido aleccionadora. En 1989 surgió de las entrañas del lumpenaje burgués un figurón que buscó representar a la pequeña burguesía resentida. Collor de Mello enarboló también la demagogia reaccionaria del ataque a los “rojos” y el slogan “cárcel o exilio”. Duró lo que un suspiro; es más, su caída renovó las expectativas acerca de la “democracia”. La historia no se repite (no hace falta decirlo) en su formato original y menos del modo que los individuos quisieran. La dimensión y alcance de la bancarrota capitalista, en aquel período, eran menores, pero, de todos modos, extremadamente severas: el Estado debió salir al rescate del conjunto del sistema financiero mediante un congelamiento duradero de los depósitos. A diferencia de la situación actual, el movimiento obrero no había atravesado aún por la descomposición de las organizaciones surgidas de las luchas de los ‘80. Las masas enfrentan la etapa que se abre en retroceso, pero de ningún modo derrotadas. Las grandes movilizaciones de 2013 siguen presentes en la memoria, así como la huelga general del año pasado y la irrupción callejera del #EleNão. Por último, la crisis mundial que torpedeó los gobiernos de Dilma y Temer no dejará de hacer su trabajo de zapa con el gobierno de revanchismo militar y saqueo financiero que se inaugura en enero. Las mismas causas, en principio, deberán producir los mismos efectos, en un cuadro político diferente. El desplome financiero internacional apunta a agravarse precisamente en estos momentos, lo mismo que la crisis en China y la desintegración de la Unión Europea -Gran Bretaña, Italia, Grecia y los Balcanes, mediante. La prensa ya ha recogido una nueva etiqueta, el Braxit -en alusión a una salida de Brasil del Mercosur, en caso de que no se transforme de unión aduanera en área de libre comercio.

3. El desvío derechista en Brasil (se trata, precisamente, de esto, y no de un pretendido giro histórico) tiene lugar en un continente sacudido por las convulsiones económicas, el derrumbe social y las crisis políticas. Miles de centroamericanos se encuentran marchando hacia el norte, organizados, sin el trabajo de ninguna organización política, para escapar de la miseria y la muerte en sus países. Es un testimonio de la crisis gigantesca que atraviesa América Latina. López Obrador enfrenta esta movilización en su paso por México, un país con crisis iguales o mayores a las de Brasil, cuando aún no se ha puesto la banda de rigor. En Costa Rica, una huelga general prolongada, y en Nicaragua, una rebelión popular, han hecho frente a la contrarreforma previsional, en los moldes del FMI, que Macri, Temer y Bolsonaro quieren ver impuesta en sus países. La misma lucha se repite una y otra vez en Argentina, donde el ataque a los derechos jubilatorios tiene características multifacéticas, y las respuestas populares no disminuyen en intensidad.

Desde un punto de vista funcional, Macri se adelantó a sus socios brasileños en el propósito de desembarazarse del gobierno ‘populista’ precedente, que se encontraba en estado de ruinas avanzado, por medio de métodos ‘electorales’. El macrismo se encuentra hoy, sin embargo, envuelto en una crisis financiera, que ha provocado una crisis industrial y, en otro plano, una crisis política, pocos meses después de haber ganado una elección de renovación parlamentaria. Ha enfrentado movilizaciones, algunas de ellas vigorosas y tres paros generales, en un escenario dominado todavía por la política de contención de la burocracia sindical y de la coalición de hecho que tiene armada con el peronismo. Este dique de contención es el responsable directo que las políticas de ofensiva contra las masas avancen, a pesar de la crisis general que ha colocado al gobierno en un cuadro de debilidad.

La aprobación del Presupuesto en Diputados ha representado un triunfo del macrismo. Este triunfo, sin embargo, no alcanza para superar la crisis de fondo de la economía argentina. Luego de firmar un acuerdo con el FMI, ha crecido aún más (casi el doble) la desvalorización de la deuda pública (700 puntos básicos de riesgo país), con una tasa de interés de arriba del 70%, que infla la deuda hiperinflacionaria del Banco Central y cierra el tubo de oxígeno al comercio y a la industria -disparando la tasa de desocupación y la caída de los salarios. La fase inmediata posterior a la firma de este acuerdo describe un gigantesco impasse financiero.

Es precisamente por esto que, ahora, es la camarilla de Ceo’s que caracteriza al macrismo la que deposita expectativas en “un efecto Bolsonaro” -o sea, recuperar una base derechista que contrarreste las luchas y el estado de movilización que hay en Argentina. Pero un Braxit podría tener un efecto disruptivo mayúsculo, dada la dependencia del mercado brasileño, que tiene grandes capitales de Argentina.

El macrismo intentará valerse del triunfo del ex capitán de navío para reforzar un ataque contra las masas. En la misma dirección, las patronales argentinas han salido a reclamar la implementación de una agenda antiobrera más ambiciosa, empezando por los proyectos de reforma laboral pendientes. En la capacidad del gobierno para llevar a cabo esta ofensiva se juega la suerte del macrismo y sus planes reeleccionistas. El imperialismo, por ahora, sigue alineado con el gobierno y el rescate del FMI se inscribe en esta política.

Argentina se encuentra, en lo que se refiere al movimiento popular, en un estado contradictorio: una lucha excepcional del movimiento de mujeres (no solamente por el derecho al aborto), movilizaciones del estudiantado, algunos conflictos sindicales aguerridos en puntos diversos del país se combinan con ataques de grandes dimensiones, que han logrado abrirse paso, imponiendo golpes importantes a los trabajadores. El gobierno y los partidos patronales, a su turno, se fragmentan en grados diferentes.

En Uruguay, por otro lado, el gobierno del Frente Amplio viene incrementando su agresión a los trabajadores y al movimiento obrero, en un intento reaccionario de acomodarse todavía más al capital nacional e internacional, con la finalidad de no ser consumido por la crisis, como le ocurrió al PT y Dilma Rousseff. Con vistas a las elecciones del año próximo el Frente Amplio se enfrenta internamente entre varias listas, incluso dentro del Partido Comunista, y la burocracia sindical asiste a un proceso de división creciente y disputas encendidas. Husmean el final del régimen de colaboración de clases en el que se han insertado desde hace dos décadas y buscan una salida en la oscuridad. Las combinaciones de luchas y crisis políticas se presentan en grados diferentes en todos los países de América Latina y el Caribe -Perú, Nicaragua, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Colombia, Bolivia y Chile. El fracaso de la tentativa de negociar la salida al mar compromete la tentativa de reelección de Evo Morales y crea el peligro de un “gobierno cojo”.

La crisis peruana ilustra la descomposición de un régimen dominado por variantes derechistas (de la caída de Kuczynski al encanamiento de Keiko Fujimori). El caso ecuatoriano muestra al “Scioli” Lenin Moreno, un ex ‘revolución ciudadana’, aplicando el programa del capital internacional. En Chile, Piñera y todos sus cómplices se encuentran acechados por la rebelión educativa. La gigantesca movilización de la mujer, en Argentina, por el derecho al aborto, contra la agresión social y estatal, y en la lucha política contra los agravios que sufren todos los explotados, se ha convertido en un factor de poder -que se manifiesta ahora en la lucha contra el clero, la Iglesia, y por la separación de ésta del Estado.

4. La descomposición histórica, política y moral del Partido de los Trabajadores de Brasil va a la par del conjunto del llamado bloque bolivariano; es la prueba de que no asistimos a una suerte de accidente político. La colosal emigración de ciudadanos venezolanos es el último capítulo de un régimen de desfalco financiero. Se vale de la oposición e incluso conspiración de la derecha para maniatar, regimentar y reprimir toda tentativa de lucha de las masas, así como aniquilar al activismo. La crisis mundial puso fin al nacionalismo fiscal petrolero, que benefició, por sobre todo, a una boliburguesía que sustituyó en parte a la vieja burguesía en el negocio parasitario de la importación.

El callejón sin salida de este régimen se acentuará ahora con el repliegue de la asistencia financiera de China, que, de paso, ha hecho varios negocios a pérdida en su proyecto de un corredor internacional de comercio hacia Europa, Japón y Medio Oriente. La Asamblea Constituyente, con la que el chavismo ha querido cancelar a la Asamblea Nacional, es un monumento a la uniformidad y la regimentación, y un taparrabos de la camarilla militar y ejecutiva. La continuidad de este tipo de régimen policial favorece la emergencia de Macris y Bolsonaros, al punto que se ha convertido en el punto de atracción de millones de votantes. En tanto todo luchador debe defender a Venezuela del boicot y de una agresión militar del imperialismo y sus lacayos del sur, hay que rechazar el uso de esta amenaza como argumento para aceptar el reforzamiento del Estado policial. La amenaza de guerra contra Venezuela señala el fracaso del llamado ‘grupo de Lima’, que alentaba un solución exterior al país negociada con la camarilla civil y militar bolivariana.

Es instructivo el hecho de que el gobierno chavista ha comenzado un enajenamiento mayor de sus reservas petroleras, disimulado por una moneda virtual, que las usa como respaldo o garantía. La serie de recambios derechistas, que ahora se completa electoralmente en Brasil, es testimonio del derrumbe del ‘populismo nacional’ o nacionalismo militar, en una escala incomparablemente mayor al pasado -peronismo, varguismo, brizolismo, emenerismo boliviano, aprismo, adecos. En 2016, el PT entregó su gobierno, aliado a Temer, sin ninguna resistencia.

La caracterización anterior es confirmada en forma plena por la experiencia kirchnerista, que debutó con personal político del menemismo y delarruismo -que hoy integra, en buena parte, el macrismo. Fue el giro de la pequeña burguesía entreguista para contener el Argentinazo. Agotó los recursos financieros mediante un pago monumental de la deuda externa, respaldó el vaciamiento financiero del Estado, creó, de hecho, un impuesto al salario, acabó pactando con el Club de París y Chevron -en ambos casos, mediante acuerdos que aún son secretos. La mayor parte del personal del kirchnerismo se encuentra, en la actualidad, pactando con el macrismo las leyes fundamentales, en una suerte de gobierno de coalición ‘sui géneris’.

La cuestión de Cuba en este escenario histórico debe ser objeto de un balance sistémico y riguroso. La revolución cubana abrió un período histórico revolucionario mundial en América Latina. Los gobiernos cubanos han apoyado incondicionalmente las experiencias bolivarianas; son parte de su derrumbe. La restauración del derecho de propiedad, que establece la reciente reforma de la Constitución, constituye una declaración de restauración capitalista -de ningún modo un repliegue excepcional. La experiencia de Rusia demuestra que bajo un régimen burocrático, el derecho a la propiedad privada significa, a término, no una suerte de concesiones al capital internacional, que ya se encuentra, por otra parte, en pleno desarrollo, sino la conversión de la burocracia en burguesía. La defensa de la revolución cubana presenta ahora nuevas connotaciones y, por lo tanto, nuevas reivindicaciones; la lucha por un gobierno de trabajadores en Cuba debe ser parte de una lucha internacional en América Latina, en las nuevas circunstancias históricas.

5. La base última de las conmociones sociales y políticas de América Latina, que no distinguen entre Macris o Maduros, es la bancarrota capitalista internacional. El trabajo de topo de las contradicciones capitalistas es más poderoso que los esquemas políticos que se pergeñan para contener las crisis políticas, que han tomado un alcance universal. Luego del duro impacto de 2007/9, las economías de la región asistieron a un rebote determinado por una combinación de circunstancias: el auge de demanda de materias primas por parte de China, por un lado, y la emigración de capitales de los países centrales, determinado por la crisis en ellos, y por la inyección de liquidez destinada a sacar al capital de la quiebra. Este ingreso de capitales tuvo un carácter parasitario, valorándose financieramente (carry trade mediante) con las mayores de tasas de interés que ofrecen los países periféricos. Desde 2013, aproximadamente, la curva internacional volvió a inclinarse hacia abajo. Hubo una debacle de precios internacionales -con impacto poderoso en el derrumbe de países como Argentina y Brasil- como también Chile, Perú, Colombia o Uruguay. Desde fines de año pasado se acrecentó una salida de capitales, debido a los aumentos de las tasas internacionales de interés y a la guerra económica. China ha cambiado su rol de amortiguador internacional de la crisis capitalista y se enfrenta a la inminencia de crisis financieras.

Cualquier pronóstico político acerca del desarrollo de la crisis política y las luchas en América Latina se encuentra condicionado al desenvolvimiento de esta crisis -desde quiebras en China, Brexit e Italia en la Unión Europea, un desplome de la Bolsa de Nueva York.

Si los recursos de rescate de los episodios anteriores se verifican agotados, los Estados capitalistas deberán recurrir a nacionalizaciones provisionales y a una confrontación económica y política mayor. El ‘desacople’ Estados Unidos-China -cuya dependencia recíproca determinó el auge de la economía mundial enseguida después de la crisis del sudeste asiático-, es el eje disruptivo de una nueva ronda de crisis financieras ‘globales’. Significativamente, en la punta de los derrumbes bursátiles en potencia se encuentran las llamadas Faang (Facebook, Amazon, Apple, Netlix, Google), que eran presentadas como una nueva ‘revolución’ que cancelaría las contradicciones capitalistas. Ninguna revolución tecnológica neutraliza, a término, claro, la tendencia a la sobreproducción y a la caída de la tasa de beneficios; el capital ‘tecnológico’, sobrevalorado en las Bolsas, presiona por un incremento de la tasa de plusvalía. Es en estas empresas de punta donde han comenzado luchas reivindicativas crecientes. El encarecimiento del crédito va poniendo límites a la financiación del pago de dividendos y recompra de acciones, lo que dejará al desnudo la sobrevaloración del capital accionario internacional. La combinación de este conjunto de factores será el vector de un nuevo episodio de bancarrota que superará a la de 2007/8.

El choque estratégico entre Estados Unidos, de un lado, y China, del otro, que tiene por eje el llamado “plan 2025” de China, tiene el potencial de desatar una guerra sin precedentes. Es un plan que apunta a romper el monopolio norteamericano en semi-conductores e inteligencia artificial. Es una colisión con el Estado chino, que mediatiza la restauración capitalista con el sector privado. El desmantelamiento de los restos estatales del Estado burocrático precedente aceleraría, sin embargo, la descomposición política en China y hasta su unidad nacional y, en consecuencia, una nueva revolución social. Las expectativas de una restauración capitalista ‘pacífica’ en China o Rusia, sin guerras ni revoluciones, están cuestionadas en forma abierta -como ya se ha perfilado en Crimea y Ucrania en su conjunto, y en las guerras y la balcanización siguiente al desmembramiento de Yugoslavia.

El protagonismo de la clase obrera crece en forma sostenida, en especial en China, sudeste de Asia, varios países de América Latina e incluso Estados Unidos. Es lo que ocurre con las huelgas y el movimiento por sindicatos independientes en China; en Estados Unidos, docentes, mecánicos y camioneros han producido huelgas y chocado con la burocracia de los sindicatos, que ha firmado convenios a pesar de la oposición de los trabajadores. En Gran Bretaña existe una tendencia hacia la izquierda, que se expresa deformadamente, en el Labour Party, de Corbyn, mientras en Estados Unidos crece una juventud socialista que se refleja mal en Bernie Sanders. El potencial de acrecentamiento de la lucha de clases, en especial en China y también en Estados Unidos, pone un límite económico y político a la tasa de explotación capitalista y fuerza a renovadas crisis comerciales y políticas entre los principales Estados, así como al desarrollo del militarismo y las guerras imperialistas.

6. El pasaje de los gobiernos del PT, siempre en alianza con la burguesía nacional -ultracorrupta, por añadidura-, pone de manifiesto una monumental crisis de dirección de las masas trabajadoras. La decadencia capitalista y sus crisis cada vez más intensas no pueden ser capitalizadas en forma sostenida por los explotados. La crisis de dirección expresa la contradicción, por un lado, entre el agotamiento y decadencia del capitalismo, y la pérdida, por lo tanto, de su iniciativa histórica y, por el otro, la inadecuada comprensión de esta situación por parte de las masas. El derrumbe de los partidos obreros democratizantes obedece a una estrategia que ha declarado caduca la revolución socialista internacional y que sostiene, en cambio, la perennidad del actual régimen social. Las oportunidades para una iniciativa histórica de las masas son dejadas de lado por su dirección oficial, incluidas las que reciclan a éstas en formas políticas aparentemente diferentes.

El factor fundamental de la crisis de dirección es la ruptura de la continuidad histórica de la clase obrera, que expresaron cuatro internacionales. Las masas enfrentan un impasse histórico. La emergencia de un llamado populismo de derecha por unos, o proto-fascismo por otros, son, precisamente, formas de arbitraje político semi o antiparlamentario que emergen en las situaciones de crisis extremas de la dominación capitalista, ahora en su decadencia. La ausencia de partidos revolucionarios puede ampliar el espacio temporal de estos regímenes, pero él es, por definición, inestable y transitorio. Incluso el bonapartismo ‘progresivo’ de aquellos gobiernos que se apoyan en las masas para ampliar el marco nacional en disputa con el imperialismo, se convierte en contrarrevolucionario en períodos de crisis, como lo demostraron el segundo gobierno de Perón respecto al primero y Maduro frente a Chávez, o en el presente con Ortega. Estas expresiones de la crisis no constituyen las herramientas de su superación. Lo ocurrido con los gobiernos de conciliación de clases del PT es una prueba irrefutable.

En este cuadro de conjunto deben ser examinadas las responsabilidades de la izquierda revolucionaria. El seguidismo al llamado populismo, que respalda sus roces con el imperialismo (episódico o táctico) mediante la regimentación del proletariado (estratégico y de alcance histórico), ha sido liquidacionista para la tarea de construir partido obreros independientes -realmente socialistas. Se confunde el frente de clases que se esconde detrás de caudillos populares con un movimiento de masas, que sólo puede ser emancipador si es autónomo y sirve, por eso, al desarrollo de una conciencia de clase socialista. De otro lado, es necesario mencionar el sectarismo izquierdista frente a los movimientos nacionales, que consiste en negar su expresión deformada del despertar político de las masas y de las luchas contra el imperialismo. En la experiencia brasileña reciente, ponemos de manifiesto la naturaleza sectaria de la posición abstencionista en ocasión del golpe contra Dilma Rousseff, cuando debía llamarse a la huelga general contra lo que era un ataque militar-institucional. Los aportes de la Conferencia Latinoamericana a un balance de la izquierda revolucionaria en América Latina es obviamente fundamental. En Argentina, la delimitación sistemática respecto del kirchnerismo ha servido para un crecimiento de la izquierda revolucionaria. En oposición a diferentes frentes democratizantes, reivindicamos el desarrollo del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) como una expresión de la independencia de clase. Del mismo modo, la construcción de un partido revolucionario debe asentarse en un programa, que es la expresión de una experiencia histórica, a diferencia de los slogans naturalmente episódicos que caracterizan al movimientismo. El objetivo estratégico de este programa es el gobierno de los trabajadores. La frontera entre el movimientismo y el populismo y el caudillismo es siempre tenue.

7. La victoria provisional del bolsonarismo no puede conducir a un repliegue hacia la democracia burguesa -que es precisamente el huevo de la serpiente del fascismo. No se debe confundir la democracia (burguesa), como régimen político, con la conquista de derechos democráticos de los explotados a su interior y, por lo tanto, en antagonismo con ella. Las conquistas democráticas de los explotados al interior de la democracia capitalista son formas incipientes de doble poder. La victoria del bolsonarismo ha acentuado la derechización de la llamada oposición democrática, que se ha pronunciado por una ‘naturalización’ política e institucional del grupo fascista y sus tutores militares. Cualquiera sea el ropaje constitucional, la caracterización de fondo es que estamos ante un gobierno de fascistas, militares y banqueros.

De un modo más general, las ilusiones de las masas en la democracia, que incluso se reforzarán si se produce una lucha enérgica contra la derecha y el fascismo, deben desarrollarse en esta lucha, pero con un carácter de autonomía obrera y contraria a la conciliación de clases. De lo contrario, se convierte en un freno a esa lucha y en una trampa política -como lo ha sido el PT. Las reivindicaciones de la democracia no deben plantearse en detrimento de la lucha de clases y las reivindicaciones, sino en base a ellas -más que nunca. La tesis de una ‘derechización’ de las masas, allí donde el democratismo pequeño burgués arribista ha sembrado la confusión y la desmoralización, es la cobertura del derrotismo. La crisis mundial y los golpes que asesta a las masas, las llevarán, más temprano que tarde, a desempolvar sus grandiosas luchas pasadas y recientes.

La lucha por el poder enfrenta el desafío de superar la crisis de dirección del movimiento obrero, que en todas partes desempeña un papel de freno y de recurso último de la contrarrevolución. Esto pone en el orden del día la necesidad de enarbolar un programa de salida frente a la crisis y los medios para imponerlo. Un programa transicional para que la crisis la paguen los capitalistas, que ligue las reivindicaciones inmediatas con la cuestión del poder, y que promueva el desarrollo revolucionario en los sindicatos y la independencia política de los trabajadores.

Que la crisis la paguen los capitalistas significa: por salarios y jubilaciones equivalentes a la canasta familiar, ningún despido, reparto de las horas de trabajo, sin afectar los salarios; anulación de los tarifazos, la apertura de todos los costos y libros de los monopolios energéticos, de la industria, de los servicios y del transporte, y el control de los trabajadores; abolición de los impuestos al consumo y al salario, y su reemplazo por impuestos progresivos al gran capital y a la renta minera, agraria, financiera e inmobiliaria; investigación y desconocimiento de la deuda usuraria; por la gestión de la economía y del país por parte de los trabajadores.

Esto plantea, a su vez, la necesidad de alentar la irrupción en la crisis de la clase obrera para que emerja como un factor autónomo y una alternativa de poder. Llamamos a impulsar la deliberación de la clase obrera para derrotar los planes de ajuste y ataque en marcha y los que se avecinan, y discutir un programa de conjunto de salida a la crisis. Por congresos de bases, con delegados elegidos y mandatados de los sindicatos y centrales sindicales. Por agrupaciones clasistas y combativas. Por una nueva dirección obrera.

En las condiciones de crisis del régimen político burgués, la consigna de Asamblea Constituyente libre y soberana puede servir -concretamente discutida- como un arma política vigorosa, entendida como una indicación para poner fin a los gobiernos patronales, antiobreros y entreguistas, por medio de una movilización revolucionaria de masas que aún no han agotado sus expectativas democráticas. Se trata de una consigna de poder, de carácter transicional. En este caso, debe servir para despojar a las masas de esas ilusiones, por medio de la experiencia, para establecer un gobierno socialista de trabajadores.

8. Los participantes a esta conferencia llamamos a incorporarse a este debate político, que tiene por finalidad desarrollar un movimiento obrero independiente en América Latina. Llamamos a aportar a esta lucha por medio de campañas comunes en todos los países.

• Repudio a la reunión del G20 en Buenos Aires. Manifestaciones en todos los países. Trabajadores de América Latina y del mundo: uníos.

• Fuera el FMI, que la crisis la paguen los capitalistas, por el no pago de la deuda externa; nacionalización de la banca y del comercio exterior, sin indemnización y bajo control obrero.

• Frente único para luchar contra el fascismo y el desarme de los ‘grupos de tareas’ y ‘escuadrones de la muerte’, mediante la acción directa y la organización.

• Fuera las bases militares extranjeras de América Latina. Abajo la militarización de la lucha contra el narcotráfico; derogación de todas las leyes represivas.

• Por el pleno derecho de tránsito y migración para los migrantes centroamericanos y para todos los trabajadores del mundo.

• Fuera las manos del imperialismo y sus lacayos de Venezuela.

• Fuera el ejército de Río y las favelas; disolución de los escuadrones de la muerte, por medio de medios de lucha efectivos; esclarecimiento del asesinato de Marielle Franco y su compañero chofer.

• Abajo las reformas previsionales y las reformas laborales en toda América Latina. Salario mínimo igual al costo de la canasta familiar; jubilación del 82% del salario; no al aumento de la edad para el retiro jubilatorio; derecho al convenio colectivo; control obrero de los procesos de trabajo; comisiones internas y comités de fábrica; abajo la desocupación, por el reparto de las horas de trabajo.

• Por el derecho a la maternidad, subsidios a la mujer embarazada hasta el tercer año de crianza; por el derecho a la anticoncepción gratuita y al aborto; por la organización independiente de la mujer para luchar contra la violencia social y estatal; por la separación de la Iglesia del Estado y por el carácter privado del derecho al culto religioso.

• Por la defensa del Amazonas, la Patagonia y los Andes de la depredación capitalista: defensa de los derechos de las comunidades indígenas, control obrero-popular de los emprendimientos mineros, petroleros y agropecuarios.

• Apoyo a las luchas campesinas contra la expulsión por los latifundistas y el capital financiero.

• Nacionalización bajo control obrero y sin indemnización de los hidrocarburos y la minería.

• Por gobiernos obreros y campesinos y la Unidad Socialista de América Latina.

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