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Bolivia: un balance de la lucha contra el golpismo

Organizar a la vanguardia tras una intervención y política independiente

El 8 de noviembre asumió la presidencia de Bolivia Luis Arce Catacorras.

Los resultados de los comicios del 18 de octubre dieron un rotundo triunfo -y en primera vuelta- a la lista del MAS. La fórmula encabezada por Arce recibió el 55,10% de los votos, mientras el derechista Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana -CC) obtuvo 28,81% y, mucho más atrás, el fascistoide Luis F. Camacho (Creemos) apenas llegaba al 14%.

Arce superó los cómputos de las elecciones del 20 de octubre del año pasado, cuando el MAS, con Evo Morales a la cabeza, había obtenido el 47,08% y el mismo Mesa (CC), el 36,51%. El MAS, ahora, avanzó 8 puntos y la CC de Mesa retrocedió 8.

Desde el New York Times, pasando por Clarín y La Nación de la Argentina, así como el PTS argentino, que declaró su sorpresa “por la contundencia” del voto al MAS y hasta el Partido Obrero Revolucionario (POR) de Bolivia, resaltaron el carácter sorpresivo de estos guarismos. El POR título en su periódico Masas: “Contra todas las predicciones: los impostores masistas ganan las elecciones en primera vuelta”.

Nuestro Partido, que militó activamente contra el golpe en noviembre de 2019, en la huelga general de agosto de este año y en la lucha contra el fraude y por el aplastamiento electoral de los golpistas, no se mostró sorprendido, sino que -actuando en forma militante para acompañar e impulsar este proceso- reivindicó este resultado y se prepara para encarar la nueva etapa.

La huelga general impuso las elecciones

El golpe del 10 de noviembre de 2019 que derribó a Evo Morales tuvo que -ante la fuerte resistencia de masas- acordar con la dirección del MAS la convocatoria a nuevas elecciones en 90 días. A cambio del compromiso del MAS con un “acuerdo de pacificación” que frenara la creciente y radicalizada movilización y sacara a las masas de las calles.

Pero el gobierno golpista de Jeanine Añez no cumplió con su promesa. Tres veces postergó las elecciones, al percibir que no podía garantizar un triunfo de la derecha represora en el poder. En esos largos meses de postergación de la convocatoria electoral, sumergidos por la pandemia bajo colapso sanitario y un agudo deterioro social (despidos, etc.), hubo continuos movimientos de lucha y represiones.

Cuando Añez volvió a postergar la convocatoria del 6 de septiembre, el MAS convocó a una huelga de protesta. Tomada por la Central Obrera (COB) y las centrales campesinas se transformó en una huelga general. Durante doce días, más de 200 piquetes cortaron todas las rutas y paralizaron por completo el país. Las amenazas del ministro de Gobierno, Carlos Murillo, de levantar los cortes con la represión, no lograron su propósito; por el contrario, se radicalizaron más. Del reclamo inicial de que se convocaran a inmediatas elecciones se pasó a exigir la caída de Añez y el gobierno golpista. Las masas indígenas y campesinas se movilizaron masivamente. Y fueron acompañadas por fuertes y combativas marchas de las poblaciones sumergidas de las ciudades (Cochabamba, El Alto, La Paz, etc.). El gobierno no se animó a sacar las tropas a la calle para una represión frontal. Temió que los soldados de origen aymara no les respondieran para reprimir a su pueblo movilizado y empoderado. Los intentos de Añez y Murillo de volcar a la clase media en defensa del gobierno contra la huelga general fracasaron. Esto, a pesar de la fuerte campaña mediática del gobierno y los medios de prensa contra los huelguistas y su bloqueo de rutas. Sectores de clase media, que en octubre-noviembre del año anterior se habían dejado arrastrar por la propaganda falsamente democratizante contra el ‘fraude’ electoral de Evo, ahora no acompañaron los pogromos que la derecha quería desencadenar. Habían realizado una rápida experiencia de la orientación represiva, oscurantista, racista, corrupta, inepta y antidemocrática de Añez y su gobierno. Los intentos de los grupos fascistas (juventud santacruceña, etc.) de despejar las calles, con patotas que sembrarán el terror, fracasaron. Esta vez no se enfrentaron a mujeres ‘con polleras’ aisladas, sino que estaban organizadas en los piquetes. Y las fuerzas de seguridad no alcanzaron para protegerlos de la autodefensa popular.

La mayor parte de la burguesía y el imperialismo intervinieron activamente para levantar la huelga general y evitar que se extendiera y se enfocara en la lucha por el derrocamiento del gobierno golpista. La huelga general puso en el orden de día el problema del poder. No teórica, sino prácticamente: se evidenció como un reclamo democrático (¡elecciones ya!) pudo transformarse -en un enfrentamiento contra un régimen autoritario- en una consigna transicional que llevara al derrocamiento del gobierno e impusiera un poder revolucionario asentado sobre las masas movilizadas. Dependerá de la intervención del partido revolucionario que tal poder sea un gobierno revolucionario de los trabajadores.

Para cortar está dinámica de lucha de clases es que intervino Evo Morales y la cúpula del MAS, especialmente la dirección de las bancadas parlamentarias. Establecieron un nuevo “acuerdo de pacificación”, por el cual Evo declaraba el levantamiento de la huelga general y sus piquetes, y el gobierno se comprometía a realizar las elecciones el 18 de octubre. La fecha electoral sería garantizada por la OEA y representantes del imperialismo europeo.

Por segunda vez, Evo Morales levantaba en forma unilateral la lucha en ascenso de las masas, sin consulta alguna con ellas. Y se empeñó en ello, salvando el pellejo -su derrocamiento- a Añez y su gobierno golpista. Hubo una fuerte reacción de repudio en los piquetes: ¡Traición! ¡Traición! Se salvaba al gobierno derechista acorralado por la huelga general. Muchos piquetes recién levantaron 24 horas después.

Las elecciones

La convocatoria a las elecciones del 18 de octubre, hay que verla, entonces dialécticamente. Por un lado, el gobierno golpista se vio obligado a renunciar momentáneamente a sus propósitos continuistas y convocar a las elecciones, cediendo al reclamo democrático que enarboló la huelga. Tuvo que retroceder y echar lastre. Pero lo hizo para permitir su sobrevivencia, para alejar un peligro revolucionario inmediato y encarrilar, circunstancialmente, la potente lucha de masas hacia una salida electoral.

La derecha golpista, fuertemente golpeada por la huelga general, no se dio por vencida. No había dado un golpe -apoyado abiertamente por Bolsonaro, Trump, Macri, la OEA y la derecha latinoamericana- contra el gobierno del MAS, para volver a entregarle el poder un año después. Desde el fin de la huelga hasta el día de las elecciones (y después de las mismas) siguió complotando: aumentaron las denuncias y procesos judiciales contra Evo Morales, Arce y el MAS, planteando su ilegalización y proscripción, que el Tribunal Electoral quedó en definir pocos semanas antes de las elecciones.

Finalmente, la presidenta Añez presentó su renuncia como candidata presidencial a fin de unificar a la derecha en torno de la candidatura de Mesa. De forma tal que le permitiera sino ganar en la primera vuelta, lograr que se pasara a la segunda. Esto, porque la legislación electoral boliviana declara vencedor al candidato que reciba la mitad más uno de los votos o bien tenga un guarismo superior al 40% de los votos y una diferencia de 10 puntos con su inmediato seguidor. De pasar a una segunda vuelta podría intentarse unificar a todas las expresiones derechistas y derrotar al MAS. Esta fue la justificación del golpe y las acusaciones de fraude sobre los resultados de los comicios del 20 de octubre de 2019. Evo Morales había sacado el 47,08% de los votos contra el 36,51% de Mesa. Por apenas una diferencia del 0,57%, obtuvo esa diferencia de 10 puntos. Evo tuvo, entonces, una nítida mayoría, pero la diferencia de 10 puntos necesaria, respecto al segundo candidato, era escueta. Sobre esta base, la derecha acusó de fraude, impugnó la elección y azuzó el golpe.

Después de Añez, se bajó la lista del “Tuto” Quiroga, llamando también a concentrar el voto derechista en Mesa. Algunos izquierdistas trasnochados hablan de un ‘acuerdo’ entre Evo Morales y el candidato fascista Camacho, de Creemos, por el cual este último no levantaba su lista y dividía el voto de la derecha. Los resultados electorales finales demostraron, con la votación plebiscitaria que obtuvo la lista del MAS, que aún uniéndose toda la derecha no hubiera derrotado a la candidatura de Arce. Camacho también fue confundido por las encuestas preelectorales y el amplio margen de indecisos que se señalaba existían: apostó a la segunda vuelta y a presentar su bloque fascista con una bancada propia en el Parlamento.

El régimen golpista se preparó, incluso, para realizar un fraude ‘patriótico’ -si las cifras daban márgenes ajustados como había sucedido un año atrás- obligando a una segunda vuelta electoral y/o a su continuidad en el poder. El ministro de Gobierno, Murillo, viajó diez días antes de las elecciones a Estados Unidos sin ninguna justificación plausible. Fue, evidentemente, a discutir cómo forzar la realidad electoral que se avecinaba para impedir un triunfo del MAS. Volvió cargado de armamento para las fuerzas represivas, anunciando que el objetivo de estas era consolidar el orden al costo que fuera, acusando al MAS de querer hacer terrorismo. Veinticuatro horas antes de los comicios, el Tribunal Electoral declaró que no se iba a aplicar el sistema de conteo provisorio (Direpre), que se había utilizado en elecciones anteriores, sino que se iba a esperar a anunciar los escrutinios definitivos, lo cual preanunciaba maniobras de todo tipo. La noche del sábado 17 de octubre se lanzó un amplio operativo de militarización de las principales ciudades del país como política de intimidación y eventualmente persecución. La ley electoral plantea claramente que, 48 horas antes de una elección, las Fuerzas Armadas deben estar acuarteladas, sin presencia pública.

Las autoridades electorales colocaron diversas trabas en los lugares donde se esperaba ganara el MAS. En la Argentina, donde reside la colonia más numerosa de bolivianos en el exterior, se negaron a colocar mesas en diversos lugares donde la votación había sido ampliamente favorable al MAS en los comicios de 2019. En Tierra del Fuego, Santa Cruz, Córdoba, Mendoza y otros distritos hubo importantes movilizaciones de bolivianos -donde el Partido Obrero y la Agrupación de Trabajadores Bolivianos residentes en la Argentina (Atrabol) participaron activamente-, reclamando por la puesta de mesas, logrando en muchos casos su propósito contra el sabotaje antidemocrático de las autoridades consulares de Añez.

Efectivamente, el Tribunal Electoral tardó largas horas en la noche del domingo 18 de octubre en dar a conocer los resultados electorales. Los primeros cómputos volcados eran seleccionados, otorgando la primacía a Mesa. Los datos de todas las encuestadoras que comenzaron a hacerse públicos evidenciaron el aluvión de votos en favor de la lista del MAS y, por el contrario, la caída estrepitosa de Mesa. Era un hecho irreversible que no podía ser ignorado por un ‘fraude patriótico’ del oficialismo. Obligó al reconocimiento de la presidenta Añez, de Mesa e incluso, en un primer momento, de Camacho.

El camacho-fascismo intenta un nuevo putsch

Camacho, que obtuvo un triunfo electoral solo en Santa Cruz, 48 horas después pasó a una campaña golpista activa. Convocó a una serie de “Cabildos Abiertos” en dicha ciudad, desde donde lanzó la acusación de fraude, planteando una “auditoría” del resultado electoral y la no asunción de Luis Arce a la presidencia el 8 de noviembre. Rápidamente, su planteo se deslizó a reclamar que la auditoría debía ser realizada bajo un ‘gobierno de transición’ cívico-militar. Impulsó autoconvocatorias y movilizaciones en todo el país, llamando a coordinar y enviando delegados a Santa Cruz. Una convocatoria similar de Marco Pumari -el candidato a vicepresidente, acompañante de fórmula de Camacho en la lista de Creemos- en Potosí, donde tenía su base territorial, terminó en un desastre político. Fracasó por desavenencias y violentos choques internos.

Derecho a veto a la minoría derechista en el Parlamento

Añez hizo grandes depuraciones del cuerpo de oficiales. Colocando mandos derechistas, pasando por encima de las propias normas de la ‘institución’ y del régimen político. El pliego de nombramientos de altos mandos, presentado por la comandancia y Añez, no fue aprobado por el Parlamento, que es el que tiene que hacerlo. Esto motivó, hace unos meses, un ‘planteamiento’ militar: un par de decenas de oficiales de los altos mandos se hicieron presentes -vestidos con ropa de combate- en el Congreso para intimar que en el plazo de una semana fuera ratificado el pliego de nombramientos enviado. Caso contrario…

Un semiplanteo golpista. Pasado ese período, finalmente, fue el Poder Ejecutivo de Añez el que ratificó los nombramientos de los mandos golpistas-derechistas.

El triunfo electoral del MAS se ratificó también en que obtuvo mayoría absoluta en las dos cámaras parlamentarias. Pero no le alcanzó para garantizar los dos tercios de votación especial que se necesitan actualmente para remover y nombrar a los mandos militares y policiales, para formar comisiones de investigación, etc. Lo que lo estaría obligando al MAS a ponerse de acuerdo, en estos casos, con las bancadas opositoras de Mesa y/o Camacho. En su última sesión, el Parlamento saliente -dominado por el MAS- modificó, por mayoría especial de más de dos tercios de los votos, el reglamento, posibilitando que esas funciones puedan ser aprobadas, en el futuro, por simple mayoría de votos. Esto le permitiría, eventualmente, al MAS en el nuevo Congreso (que asumió el 2 de noviembre) destituir a los mandos militares involucrados en la represión contra el pueblo trabajador y reemplazarlos.

Una nueva bandera de los derechistas y fascistoides, en su pseudo ‘defensa de la democracia’, se concentra ahora también en el reclamo del mantenimiento de los dos tercios y la institucionalización -objetiva- del derecho a veto de la derecha en cuestiones parlamentarias trascendentales.

Cómo se alinea la burguesía

El movimiento camachista-fascista pasó a la acción directa. Instaló un campamento permanente frente al Octavo Regimiento del Ejército y el Departamento de Policía en Santa Cruz, reclamando que intervengan y asuman el poder. Y se ha tratado de replicar en distintas ciudades con menor eco. La convocatoria de un paro cívico nacional -apoyado por la gobernación de Santa Cruz- solo fue cumplido en este departamento.

El obispo que preside la Iglesia católica se plegó al reclamo de Camacho contra el fraude y por una auditoria del proceso electoral. Un miembro del Tribunal Electoral salió a denunciar -luego de haber firmado, anteriormente, el reconocimiento de los resultados electorales- sobre la probable existencia de un padrón alternativo, manejado electrónicamente, y pidiendo la intervención de la OEA. El ministro de Gobierno de Añez envió una nota oficial al Tribunal Electoral pidiendo que se realice la auditoría. El propio Mesa, que había reconocido los resultados electorales, anunció que no pensaba asistir al protocolo del asunción de Arce, como un signo de ruptura, por haber anulado la obligación de los dos tercios en la votación parlamentaria.

¿Pretenden ejecutar un nuevo golpe de Estado que impida la asunción de Arce a la presidencia?

Difícil. En 1936, ante al triunfo del Frente Popular en la España republicana, Franco inició un golpe militar desconociendo los resultados electorales. El fracaso de este descerrajó una guerra civil durante tres años. La diferencia de votos entre el frente popular español y el de las derechas era exigua; en cambio, en Bolivia, es apabullante y nítida.

La burguesía tiene miedo de encarar este camino aventurero de los fascistas. Teme una nueva irrupción revolucionaria de las masas, frente a una derecha dividida.

Cuarenta y ocho horas después, un plenario de obispos desautorizó a su presidente y reconoció el resultado electoral, manteniendo el reclamo de no eliminar el requisito de los dos tercios en las votaciones parlamentarias esenciales. Mesa también se rectificó y anunció su presencia en la ceremonia de asunción de Arce, también reclamando la restauración de los dos tercios. Hasta, el secretario de Estado yanqui, Mike Pompeo, se tomó el tiempo -en mitad de la crisis que está derrumbando las pretensiones continuistas de Trump en las elecciones estadounidenses- de llamar a Arce, felicitarlo e instar a la normalización diplomática entre los dos países.

Los corcoveos golpistas de Camacho y sus bandas fascistas parecería que van quedando aislados en el seno de la burguesía. Pero un atentado con dinamita se produjo en la sede del MAS en La Paz, cuando Arce estaba adentro en una reunión.

Estos emprendimientos de acción directa de los fascistas deben ser enfrentados, no despreciados.

Un dirigente de segunda línea del MAS planteó la necesidad de una “reforma constitucional” para formar “milicias ciudadanas” que defendieran el gobierno democráticamente elegido. Inmediatamente, el Comando en Jefe del Ejército sacó un comunicado público pidiendo a la Fiscalía judicial que procese a ese funcionario por levantar un planteo subversivo. Pero mientras el funcionario del MAS pide una reforma constitucional para introducir la constitución de estas “milicias ciudadanas”, los camacho-fascistas se plantan ante los cuarteles reclamando en forma abierta un golpe militar.

Ante la delimitación (tímida) burguesa contra las aventuras fascitoides-golpistas, el alto mando militar sacó un nuevo comunicado, donde -prometiendo su apoyo al gobierno constitucional- se proclama como “la Institución Fundamental del Estado cuya base y estructura se sustenta en su jerarquía y disciplina”. Lenin ya había señalado que las fuerzas represivas son la esencia última del Estado burgués. Aquí tenemos directamente radiografiada una autoproclamación que coloca a las Fuerzas Armadas golpistas como custodias “de la Constitución”, como un gendarme reaccionario, contra cualquier ‘veleidad’ populista del gobierno masista.

La burguesía que no acompaña, ahora, las aventuras fascistoides -como sí lo hizo en el golpe de noviembre- quiere, sin embargo, utilizar esta presión para condicionar al nuevo gobierno. Han salido una serie de voceros a plantear que hay que ser equidistante de los dos extremos: de los que plantean el golpe y de los que propugnan la formación de “milicias ciudadanas”. Intentarán salvar todo lo posible las ‘conquistas’ reaccionarias impuestas en este año del gobierno golpista. En especial, la defensa de la mayor parte del cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas y policiales.

La lucha contra el golpe y las elecciones

Respondiendo, entonces, a la pregunta con la que iniciamos esta nota: ¿el resultado electoral estaba ya inscripto? ¿O ha sido producto de una dura lucha de clases?

Elecciones y lucha de clases están directamente unidas. Las masas movilizadas, al imponer la convocatoria electoral con la huelga general, se colocaron como caudillos del conjunto de los explotados. Las elecciones bolivianas desmienten todos los planteos de los centroizquierdistas latinoamericanos que afirman que hay que ser moderados para poder ganar las elecciones. No movilizarse contra los golpes -apelando solo a vías jurídicas y constitucionales- esperando, eventualmente en caso de una destitución, que un posterior pronunciamiento electoral les devuelva el poder, es un camino de desmoralización, desgaste y derrota. Así fue cómo Dilma Rousseff, que asumió la presidencia de Brasil con 55 millones de votos de apoyo, fue destituida por el voto de ¡61 senadores! No se trató de un mecanismo constitucional, sino de un golpe parlamentario-militar. Sin la intervención de los militares, la destitución golpista no se podría haber consumado. Y la presidenta de Brasil, su partido (el PT) y su líder histórico, Lula, decidieron no movilizar a las masas contra el golpe que colocó en el poder a Temer y a su término abrió el camino al triunfo electoral del fascistoide Bolsonaro y las Fuerzas Armadas, por desmoralización de las masas obreras que fueron frenadas y contenidas frente a los ataques antiobreros y derechistas. El PT de Brasil dirige la central de trabajadores (CUT) y la de campesinos (MST), que hicieron solo ‘protestas’ simbólicas. No tomaron el camino de las huelgas y manifestaciones políticas de masas, de la huelga general, contra el golpe ‘parlamentario’-militar.

Esta es una orientación común en el accionar de los líderes nacionalistas burgueses frente a los golpes reaccionarios. Perón, en Argentina en 1955, a pesar de contar con mayoría en las Fuerzas Armadas, con la CGT y las masas reclamando armas para defenderse, prefirió renunciar y exilarse. Tenía pánico que una resistencia de masas al golpe gorila destrozara a las Fuerzas Armadas y generara el armamento de los trabajadores y el desarrollo de una movilización de masas revolucionaria. Dejó que la resistencia obrera se desangrara y fuera perseguida por un largo período de la historia argentina.

La misma actitud adoptó Evo Morales: a pesar de haber ganado la elección, no llamó a movilizarse en defensa de su gobierno y del resultado electoral contra el accionar fascista que se empeñó en adueñarse de las calles. Presentó la renuncia y también se fue al exilio. Evo no solo presentó su renuncia, sino que obligó a que renunciaran quienes le continuaban en el orden constitucional, hasta llegar a una ignota Jeanine Añez (quinta en el orden de sucesión), permitiendo que tomara la presidencia de Bolivia. La fuerte resistencia obrera al accionar fascista y represivo (Senkata en El Alto, Sacaba en Cochabamba, etc.) fue frenada y contenida por Evo y la cúpula del MAS, que firmó un “acuerdo de pacificación”: aceptaba el ascenso de Añez como ‘gobierno de transición’, se mantenía abierto el Congreso dominado por el MAS y en 90 días se convocaba a nuevas elecciones. Ya Evo Morales se había subordinado al planteo de la OEA, que había dictaminado -sin poder definir si había fraude o no en los resultados del 20 de octubre- la necesidad de convocar a nuevas elecciones. Pero la derecha movilizada no lo aceptó, reclamó (contra)revolucionariamente en las calles, sacando a los militares de los cuarteles, la caída de Evo Morales.

Durante esos meses hubo una suerte de cogobierno, donde el Parlamento, dominado por el MAS, quedó subordinado al accionar derechista y provocador del gobierno golpista. Préstamos al FMI, nombramientos de militares, etc., rechazados por el Congreso, fueron puestos en práctica, directamente por el Poder Ejecutivo.

La huelga general de agosto puso nuevamente al gobierno golpista contra la pared. Como ya analizamos, la consigna que desde los piquetes rápidamente se universalizó planteaba: ¡Fuera Añez! Evo, en ningún momento, estuvo de acuerdo con la misma. Y cuando avaló el segundo “acuerdo de pacificación”, explicitó públicamente su oposición a la misma.

Contrariando las aspiraciones de las masas de cambios de fondo anti-imperialistas y de resolución de los reclamos populares, Arce, rápidamente, declaró que subía con el propósito de constituir un gobierno de ‘unidad nacional’. Esto significa de conciliación de clases con la oligarquía agroexportadora, las mineras, las petroleras, el gran capital y el imperialismo. Pero Arce asume montado no en una derrota, sino una firme movilización de masas, que preanuncia fuerte resistencia a sus intentos de imponer ajustes fondomonetaristas. En momentos que se acentúa la crisis mundial del sistema capitalista es una utopía que haya margen para que se repita una política, sustentada en la exportación en manos del capital financiero. Arce, rápidamente, será llevado a ser instrumento del ajuste contra las masas trabajadoras. Anunció que está dispuesto a pagar la usuraria deuda pública. Pretende lograr que el FMI y los bonistas le otorguen un período de gracia, una postergación de los pagos, por dos años. Es un calco de lo que planteó Alberto Fernández en Argentina y el costo de esta renegociación es altísimo: un ajuste en toda la línea contra los jubilados, los trabajadores y los gastos sociales. Igual que Alberto Fernández, pretende -a pedido de las cámaras patronales- un Pacto Social, empeñado a que la COB se dedique a contener a los trabajadores y sus luchas de resistencia.

Siguiendo el reclamo de los exportadores ha anunciado que tiene en estudio una devaluación. En esto sigue también a Alberto Fernández y a Bolsonaro, que han entrado plenamente en la espiral devaluacionista. Al igual que casi todos los gobiernos burgueses -desde Trump hasta Alberto Fernández, pasando por Bolsonaro y otros-, plantea un Bono Contra el Hambre, que sería de 1.000 bolivianos (144 dólares). Es un débil paliativo frente a la fenomenal crisis sanitaria, social y económica que está en desarrollo en Bolivia. Se anuncian medidas tributarias -un impuesto a la riqueza, que en los anuncios se ha minimizado al máximo (pareciera el escaso impuesto a los bienes personales vigente en la Argentina), disminución del IVA para consumos con uso de tarjeta bancaria y para algunos alimentos que consumen los pobres.

Mientras, la industria petrolera de conjunto está en un retroceso, han caído las reservas y no hay inversiones de los monopolios en este terreno. No hay anunciada ninguna medida anti-imperialista: la exportación minera e hidrocarburífera sigue en manos del capital financiero. No por culpa de Añez (que sí agravó todo), sino como consecuencia de la política que llevó Arce siendo ministro de Economía de Evo Morales. No casualmente, el FMI ha hecho elogios de Arce como ministro de Economía.

En torno del litio hay una fuerte lucha de intereses interburgueses. El acuerdo que se había establecido con un consorcio alemán fue anulado por el mismo Evo días antes de su caída. Existen numerosas denuncias que uno de los motores del golpe giró en torno de que consorcios explotarían este estratégico ‘nuevo’ metal, que será utilizado, especialmente, en la fabricación de autos eléctricos. Ello explicaría también la intervención directa en la gestación del golpe por parte de Bolsonaro, que estaría asociado a un monopolio yanqui que va a construir una gran planta reelaboradora complementaria en Brasil.

¿Crisis de poder?

Hasta el momento no se conoce cuál va a ser el gabinete del próximo presidente Arce. Se habla de que hay un choque en desarrollo entre el depuesto Evo Morales y el electo Luis Arce. Frente a la proscripción de Evo Morales, este eligió a Luis Arce como su delfín. Y lo eligió porque fue su ministro de Economía y el que estableció las relaciones de convivencia con el capital financiero y el agropower. Un tecnócrata bien visto por el capital financiero internacional. Ya hemos analizado en otra nota (publicada en la revista En Defensa del Marxismo N° 54), la dificultad de un régimen nacionalista burgués bonapartista, de un país semicolonial, en transmitir el prestigio de su líder nacionalista, de su Bonaparte, a otro liderazgo. Es lo que sucedió entre Cámpora y Perón en los ’70, siendo el primero rápidamente sobrepasado por la agudización de la lucha política y de clases, y -golpe mediante- reemplazado por la asunción directa del anciano Perón para intentar arbitrar con energía frente a la crisis. Es lo que sucedió también en Ecuador, donde Lenin Moreno, sucesor nominado por Rafael Correa, rápidamente se apartó del mismo y desarrollo un giro político abiertamente derechista. Pero hay que tener cuidado en embellecer a los Rafael Correa o Evo Morales: en condiciones de aguda crisis económica y social, seguramente habrían adoptado medidas ajustadoras similares a las de Lenin Moreno. No es solo un problema de liderazgos, son los límites del nacionalismo burgués en condiciones de aguda crisis mundial y nacional capitalista. También en Argentina, con un bonapartismo bifronte entre Alberto Fernández y Cristina F. de Kirchner, que empantana su gobierno. Decir que Arce puede transformarse en un Lenin Moreno, rompiendo con Evo Morales, es una obviedad. Arce fue nombrado a dedo, directamente por Evo Morales, entre otras cosas porque no tenía una base de sustentación propia dentro del MAS y evidenciaba su predisposición a acordar con el capital financiero. Para ello fue desplazado David Choquehuanca a la vicepresidencia, a pesar de contar con el apoyo activo de las organizaciones campesinas (y también Andrónico Rodríguez, líder de la poderosa federación cocalera del trópico de Cochabamba).

Se está desarrollando una fuerte lucha en torno de la composición del gabinete a asumir. Evo recibe fuerte oposición a su deseo de volver a nominar ‘a dedo’ a los ministros de su viejo entorno, contra el planteo -sostenido por las direcciones burocráticas de las organizaciones de masas controladas por el MAS- de que debe haber una ‘renovación’, promoviendo a nuevos dirigentes. En la oposición a los ministros que promueve Evo Morales está la acusación que renunciaron y huyeron, que no fueron partícipes directos de la resistencia y la lucha contra el golpe. En este marco está encuadrado, también, el reciente asesinato del dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Boliviana (FSTMB), Orlando Gutiérrez. Denunciado por sectores activistas por políticas burocráticas al frente de su sindicato, frente a la amenaza de fraude electoral, había amenazado con el relanzamiento de la huelga general en caso de concretarse. Había propuestas para que fuera nominado ministro de Minería. Su asesinato está rodeado por circunstancias confusas. Se afirma que ha sido víctima de un artero atentado de una patota ‘pitita’ de la derecha. Otras versiones hablan de un ajuste de cuentas en la lucha interna que se está desarrollando dentro del MAS en torno del ‘cuoteo’ de ministros para cada sector. Pero la investigación del crimen -frente al cual paró 48 horas la FSTMB y otros sectores- permanece en un cono de sombra. Evo ha salido a enfrentar los planteos de renovación. Ha dicho que a su retorno a Bolivia ayudará a explicar y a ‘realinear’ la situación.

Por de pronto, se le ha pedido que no fuera a la asunción del 8 de noviembre. Esto para no quitarle protagonismo al empoderamiento de Arce. Evo Morales cruzaría la frontera y entraría en Bolivia, el 9. Yendo no a La Paz, sino a su terruño en el trópico cocalero de Cochabamba, al que espera arribar el 11 con una caravana que recorra desde la frontera argentina hasta su pueblo. Un operativo plebiscito.

La lucha por la autonomía del movimiento obrero y campesino

Frente a la ascensión de Arce al gobierno se plantea ¿qué política deben desarrollar las masas trabajadoras? En primer lugar, es necesario desarrollar la autonomía de los sindicatos obreros y campesinos respecto del gobierno. Los dirigentes del MAS se oponen a esta autonomía, afirman que el MAS surgió y está constituido por las diversas organizaciones de masas existentes. Dicen que el MAS es el “instrumento político” del movimiento nacional indigenista. Esa es la pretensión de todos los movimientos nacionalistas burgueses. El peronismo, en su época más movimientista, estaba integrado por diferentes ramas (sindical, de la mujer, etc.), que muchas veces tenían asignadas cuotas de candidatos de su sector. Pero el ‘movimiento’ estaba controlado por una camarilla bonapartista, resumida en última instancia en el líder. La orientación política de ese ‘instrumento político’ no es discutida, ni aprobada, por los trabajadores. Por el contrario, las organizaciones sindicales obreras y campesinas se van estructurando en torno de burocracias que regimentan a fondo el accionar de estas. Los sindicatos han nacido para defender el salario y las condiciones de vida de los trabajadores. Para poder hacerlo en forma consecuente, necesitan ser independientes del Estado y las patronales. Deberse solo a las decisiones que tomen en forma independiente los trabajadores. Las burocracias sindicales fueron abandonando la realización de asambleas y se subordinaron a las necesidades de los gobiernos de turno y las patronales. Esto ha hecho ‘involucionar’ a las propias burocracias, que han perdido en gran medida todo signo de combatividad. La central obrera, la COB, nació con la gran revolución de 1952, impulsó y fue producto de la formación de milicias obreras, la nacionalización de las minas, etc. En su trayectoria, una dirigencia que se fue entrelazando al MNR fue participacionista, copartícipe del gobierno burgués que fue rearmando el Estado fuertemente golpeado por la revolución obrera. Desde el ascenso del gobierno de Evo Morales en 2005 se aceleró más que nunca su integración política y física al Estado burgués. Se burocratizó más que nunca, el número de afiliados a los sindicatos disminuyó en forma drástica a mínimos históricos. No es siquiera un interés ideológico (nacionalista) el que guía su accionar, sino una política de integración, de colaboración de clases. Por eso cuando se desarrolló el movimiento golpista en noviembre de año pasado, viendo que la mayoría de la burguesía se inclinaba por el derrocamiento de Evo Morales, paralizó por completo el movimiento de resistencia de los trabajadores. Fue la dirección de la COB la que pidió al ‘hermano’ Evo que presentara la renuncia y se retirara del poder. Fue un pronunciamiento público y clave. La notificación del alto mando militar de esta orientación de la COB lo envalentonó para impulsar el golpe, seguro de que la COB no iba a movilizar a las masas trabajadoras. No solo eso, apoyó el ascenso de Añez al poder, que colocó a Vitaliano Mamani, miembro del Comité Ejecutivo de la COB, como viceministro del gobierno golpista.

Más adelante y ante el avance de la radicalización de la movilización de masas y el derrumbe del gobierno golpista (en nueve meses tuvo 50 renuncias de ministros y secretarios), la burocracia se pasó nuevamente a coquetear con el campo de las movilizaciones de masas. En el caso de los obreros, su intervención en esta lucha fue despareja y desorganizada. Las burocracias dirigentes no se empeñaron en reorganizar y movilizar a sus bases. Por el contrario, aprovechando la cuarentena por el Covid-19, las patronales han lanzado una ola de despidos, suspensiones y ataques a las conquistas obreras nunca vistas. La resistencia a esas medidas antiobreras no fue tomada por las burocracias, sino encarada en forma atomizada por diversos núcleos activistas. El sentimiento antiburocrático ha crecido enormemente en la base obrera donde, sin embargo, existe una gran confusión debido a la falta de alternativa política independiente a las burocracias del MAS.

Los trabajadores no cuentan hoy en día con organizaciones que defiendan con cierta consecuencia sus reivindicaciones e intereses de clase. Es fundamental luchar por la total autonomía de las organizaciones obreras respecto del nuevo gobierno del MAS. Este vendrá a plantear que estamos frente a una crisis creada por el gobierno golpista y que hay que apretarse los cinturones, postergar las reivindicaciones en aras de la reconstrucción nacional. Esto es totalmente falso: la crisis económica ya venía desarrollándose bajo la última fase del gobierno de Evo Morales y se ha agravado no solo por una determinada política gubernamental, sino por el fuerte estallido de la crisis capitalista a nivel mundial. Lo que está en discusión es quiénes pagan la crisis: los trabajadores con nuevos ajustes o los capitalistas que la han creado. Es necesario plantearse la lucha por una nueva dirección clasista de los sindicatos, independiente de los gobiernos, las patronales y sus partidos. El movimiento obrero debe debatir y votar cuál es la política que va a desarrollar en este período. Es fundamental para ello convocar al Congreso de la COB, de las departamentales y de los sindicatos. Deberían ser congresos con delegados elegidos por las bases obreras, para que sean realmente representativos y puedan votar agendas reivindicativas y adoptar medidas de reorganización efectiva del movimiento obrero. Para llevar a fondo la lucha antigolpista -cárcel, juicio y castigo a los militares represores del pueblo, etc.- y aplastar al fascismo de Camacho y compañía. El movimiento obrero y de los explotados no debe sentarse a esperar a que el gobierno resuelva sus angustiantes necesidades y reclamos. Hay que pasar a la acción directa. Contra los despidos, reclamar la reincorporación de todos los cesanteados y organizar la ocupación de las empresas cuyas patronales echaron, para poner en práctica esta medida. Y así en cada campo de acción.

La izquierda: su papel y sus planteos

Corresponde balancear cómo intervino la izquierda que se reclama marxista en este agudo proceso de luchas de masas contra el golpe. Y cómo se plantea intervenir en la nueva fase del proceso de lucha política en Bolivia.

Lamentablemente, la izquierda no jugó un papel protagónico de ningún tipo en la lucha contra el golpe. No se preparó para ello.

Y cuando sí lo jugó, lo hizo en un sentido antirrevolucionario. El caso más notable es el del POR. Y el más importante, porque se trata de un partido con 85 años de existencia, que tuvo importante influencia en diversos momentos sobre la vanguardia obrera minera. El POR desarrolló una política de confluencia (ver nota En Defensa del Marxismo N° 54) con las movilizaciones de la derecha contra el gobierno de Evo Morales. No enfrentó el golpe, más aún lo consideró una revolución popular. Y lo sigue considerando hasta el día de hoy: “no borra que hicieron fraude para perpetuarse en el poder e inventaron la teoría del golpe de Estado para justificar su agotamiento político”, dice. Pero, primero y elemental: no hubo fraude. Nadie, nunca lo pudo demostrar: la OEA no logró documentar sus insinuaciones al respecto, que luego silenciosamente fue abandonando. Diversos organismos internacionales ratificaron que no hubo fraude. Si bien el MAS retrocedió de sus votaciones plebiscitarias anteriores, producto de la desilusión y desánimo que fueron originando sus políticas de ajuste y confluencia con el capital financiero, mantuvo en forma escasa, pero mantuvo, su mayoría. Segundo y más elemental aún para un marxista: el MAS fue, entonces, el partido mayoritario por un poco más o un poco menos de 10 puntos. Eso es reconocido por todo el mundo. La segunda vuelta electoral es una medida antidemocrática para eventualmente robarle el triunfo a la corriente mayoritaria, creando una mayoría artificial. Han transformado la lucha contra el fraude y por la segunda vuelta en una categoría universal, que en el caso boliviano ha sido agitado falsamente contra el triunfo del MAS, como base para desarrollar un golpe derechista. Apoyar esta pseudolucha contra el fraude es una posición contrarrevolucionaria.

El POR colocó uno de sus centros fundamentales de actividad en los Comités Cívicos existentes en cada distrito. Estos eran especies de multisectoriales, de carácter claramente policlasista y fueron base de acción de las corrientes burguesas más derechistas. En varios de ellos estuvieron a su frente elementos fascistoides como Camacho, en Santa Cruz, y Pumari, en Potosí. El POR saludó y confluyó con las movilizaciones ‘pititas’, denigrando los intentos de resistencia de las masas a la campaña golpista (“hordas del MAS” las llamó). Para el POR, hasta el día de hoy, el golpe cívico-militar-fascistoide que derrocó a Evo Popular fue una movilización revolucionaria que podía haber llevado a la formación de una dictadura del proletariado. No supo ni pudo ver, por su necedad, que se instauraba un régimen represivo de la derecha fascistoide, con la cruz y el revólver como símbolos.

Desde ya que el POR no se volcó masivamente a organizar la resistencia contra el golpe. No tuvo ningún papel ni en Senkata ni en Sacaba, dos grandes epopeyas de masas regadas con decenas de muertos, heridos y detenidos que, como en todo proceso de ascenso, no lograron quebrar la resistencia de masas y estabilizar al gobierno golpista.

Tampoco jugó un papel protagónico en la huelga general de doce días en agosto. Esto es fundamental. Porque ¿cómo se hace fuerte un partido de izquierda, crece en prestigio político y organizativo, si no lucha codo a codo con las masas contra el golpe?

La izquierda revolucionaria debe mostrarse como la más decidida y consecuente luchadora contra el gobierno golpista, por la derrota y caída revolucionaria de este. Criticando a la dirección nacionalista por no ir a fondo, por conciliar y frenar esa lucha, proponiendo -y organizando- la extensión y profundización de la movilización y organización de las masas en lucha. Estando en primera línea en los piquetes, organizando la autodefensa contra las pandillas fascistas. Realizando un frente unido para aplastar el golpe, para llevar al triunfo total la huelga general y echar a Añez y a su gobierno.

En el primer párrafo de esta nota reproducimos la sorpresa ‘inaudita’ del POR ante el triunfo del MAS en primera vuelta. En el último número de su periódico Masas (12/10), previo a la elección, caracteriza que solo 6 puntos separan a Arce de Mesa y pronostica que existe una tendencia a acortar esa diferencia. Afirma que el “voto indeciso” seguirá esta tendencia. Como el POR se jacta de estar inserto en las masas y seguir el ritmo de su evolución política, debe analizar la ceguera que tuvo para apreciar la realidad. Gran parte de los indecisos se volcaron a votar al MAS para repudiar a los golpistas y no lo profesaban públicamente por temor a la represión. Un partido inserto debiera constatar esta evolución.

¿Qué fue lo que determinó que ese voto ‘indeciso’ se trasladara a las listas del MAS? La experiencia que realizaron las masas (entre ellas, amplios sectores de clase media que se dejaron arrastrar por las consignas pseudo-democráticas contra el ‘fraude’ en noviembre) con diez meses de régimen golpista. Influyó en su cambio de actitud la lucha de las masas y la contundencia de la huelga general. En noviembre de 2019, algunos de ellos quedaron impactados por la audacia del camachismo y los grupos de orden, y por la pusilanimidad de Evo y el MAS. El 18 de octubre estos indecisos inclinaron su voto -aunque tuviera diferencias con el MAS- hacia los que habían enfrentado con energía el golpe. Lo que la huelga no logró por la ‘traición’ del MAS, que no quiso continuarla y profundizarla hasta el derrocamiento revolucionario del gobierno, se trasladó al ámbito de las urnas.

La vanguardia obrera y campesina que incluso estaba disconforme con la traición de haber levantado la huelga sin lograr el objetivo de acabar con Añez y su gobierno no tuvieron ninguna otra herramienta para enfrentarse a las listas derechistas.

Pero el balance electoral del POR no logra salir de su gorilismo progolpista. Se lamenta que Camacho no haya bajado su lista para derrotar al MAS (“Camacho fue la nota negra porque persistió hasta el final con la irracional lógica de que él se constituiría en una expresión nueva y pujante de la política inspirada en una Bolivia descentralizada y en el modelo económico cruceño”) y de los ‘excesos’ cometidos (“La derecha cavernaria ha cometido la torpeza de pisar y quemar la wiphala y se ha burlado de los símbolos de los oprimidos del agro, hecho que ha exacerbado el instinto de la secular rebelión indígena”) en una óptica aclasista y goriloide.

Propagandismo derechista, antirrevolucionario e impotente

El POR ha devenido en una secta propagandística que lo ha arrastrado al campo de la reacción política. Las grandes conmociones políticas y de las luchas de clases lo dejan sin mosquear. Ha desarrollado una teoría sobre la pérdida de las ilusiones democráticas y en el MAS, que estarían experimentando las masas, justificatoria de la pasividad impotente de este partido. Las masas -nos dice- venían desarrollando su experiencia de agotamiento con el MAS pero lo han abandonado “momentáneamente” por la emergencia de las elecciones y los errores de la derecha golpista: “lo cierto es que las masas no abandonaron la acción directa hasta días antes del plebiscito electoral y anunciaron que retornaran a ella apenas concluyan las elecciones”. Pero lo cierto es que la mayor demostración de acción directa de las masas fue la huelga general de doce días en agosto, reclamando “elecciones YA!”, deviniendo en el planteo revolucionario de echar a Añez y los golpistas del poder. Y el POR no tuvo una participación.

Es interesante que el POR en su prensa se pregunte, refiriéndose al PO y a otros partidos que tuvieron -con sus contradicciones- roles no golpistas: “¿Por qué las corrientes centristas no pueden entender el proceso contradictorio de agotamiento de las ilusiones democráticas en Bolivia?”.

Para el POR, el proceso de agotamiento de las ilusiones democráticas y el apoyo al MAS de las masas se da en forma objetiva. Basta que se instale con un programa revolucionario para que las masas ‘tarde o temprano’ se eleven a él y se encolumnen con ese partido.

Es un proceso empírico: “el centrismo es una expresión política pequeño burguesa, que no entiende cómo es que la experiencia empírica de la clase obrera se troca en conciencia política; no entiende cómo en concreto se desarrolla ese proceso; nunca lo han vivido, porque jamás entendieron lo que significa el partido-programa”.

Pero el programa no es un recetario de medidas que aplicará el proletariado cuando tome poder, sino una guía de acción para intervenir en la lucha de clases y guiar la lucha por la revolución y la toma del poder.

No hay evolución objetiva en el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, es la tarea revolucionaria más subjetiva. El desarrollo de la conciencia de clase, la formación y fortalecimiento del partido revolucionario dependerá de la intervención política de los revolucionarios, del acierto de sus caracterizaciones, propuestas, consignas y métodos de intervención. Lo contrario es rancio propagandismo.

Para el POR, en cambio, es una tarea objetiva, cuyo resultado estaría asegurado por el programa ‘correcto’ que levante: “Lo concreto es que muy rápidamente las masas volverán a retomar su actitud radical de descreimiento en las instituciones burguesas, que nunca abandonaron, pero momentáneamente pasó a un segundo plano. Así reflota con más fuerza el agotamiento de las ilusiones democráticas”.

Para el POR, “en Chile, este proceso (de agotamiento de las ilusiones democráticas) no se da, no se acumula la experiencia cotidiana como conclusión político-programática que permita reflejar la superación de las ilusiones en la democracia burguesa y sus instituciones”… ¿por qué no está el POR? No entienden que la lucha de masas chilenas ha planteado objetivamente el hastío de ellas con el régimen y la caída del gobierno de Piñera. Y que esta maniobra cuenta con la ayuda fundamental de las organizaciones frentepopulistas para sostenerse. En este caso, incluso las elecciones democráticas juegan por un período un papel progresivo, porque lleva a las masas a movilizarse e intervenir -no pudiendo derribarlos- en los procesos dilatorios (referéndum, etc.) con un planteo de choque contra el gobierno burgués. Lo mismo sucedió en Bolivia: las masas fueron a la huelga general reclamando elecciones ¡ya!

Para el POR, ahora se abre un escenario político ‘empírico’ fatal: “En este escenario político, lo relevante es que se abre la posibilidad de un salto en la conciencia del proletariado y las masas en general, viviremos la continuación de ese proceso que en octubre-noviembre de 2019 no pudo culminarse, por la torpeza y estupidez de la vieja derecha ultrareaccionaria, tal como dijimos en el balance sobre la caída de Evo en su momento”. El POR se enfrenta con la realidad. No es su política la que fracasó, sino la realidad la que no condice con la misma. No se trata de que un partido se asimile al estadio de conciencia circunstancial de las masas, nos dice: “no hay que temer quedarse aislados. Dios ciega a quien quiere perder, dice un sabio refrán popular”. Sin una crítica profunda al curso derechista y propagandista sectario, el POR seguirá degenerándose y no podrá intervenir en forma revolucionaria en próximos procesos de la lucha de clases.

Por ahora, el POR está lejos de un análisis crítico de la realidad y de sus posiciones. Por el contrario, considera -en forma autoproclamatoria- que: “el campo de la oposición obrera revolucionaria está libre, abierto, estamos solos; los centristas, los estalinos, los reformistas de todo pelaje, están en el campo del oficialismo, defensor de la burguesía y las transnacionales. La tensión en el proletariado, especialmente fabril y de la minería privada, impuesta por la crisis y las medidas antiobreras de la patronal y el Estado, los apertura a las ideas revolucionarias; eso abre la posibilidad de su reencuentro con la Tesis de Pulacayo por decirlo de una manera gráfica”.

Lucha de clases y lucha electoral

La lucha electoral es también una lucha política de clases. Por eso, Lenin y la III Internacional estigmatizaban a la ultraizquierda que se negaba a intervenir en los procesos electorales, porque son parte de un mecanismo del Estado burgués. La lucha en este terreno, como en el de la acción directa, busca en primer lugar diferenciar al proletariado y los explotados de los partidos burgueses y reagruparlos políticamente detrás de alternativas políticas socialistas revolucionarias. La definición concreta frente a cada elección tiene que provenir -en la mejor tradición marxista- de un análisis concreto de la situación concreta. Siempre buscamos diferenciarnos de las corrientes políticas burguesas presentando listas propias de los trabajadores y la izquierda revolucionaria. ¿Cómo intervenir en Bolivia frente al desvío electoral, en un proceso prerrevolucionario y donde las masas no contaban con una expresión política de independencia de clase? La crisis política abierta con la resistencia al golpe no se había cerrado. Y la situación preelectoral, las elecciones mismas y la situación post electoral así lo evidencian. Las masas buscaron en el campo electoral la derrota de los golpistas. Se ha acusado al PO de un apoyo crítico al MAS. Esto es completamente falso: nuestro partido no apoyó políticamente en ningún momento al MAS, sino que críticó a Evo Morales y el MAS, y denunció la política de conciliación de clases y de ajuste que intentaría llevar de asumir el poder. En las condiciones de una crisis política de lucha por el poder, que no se había cerrado y que pugnaba por reabrirse nuevamente con la movilización de masas, planteamos continuar la lucha contra el golpe derechista también en el terreno electoral. Y no existía ninguna herramienta de izquierda. El POR, por su cretinismo antiparlamentario; y las otras corrientes, por ser muy chicas y -en algunos casos- también por su oportunismo y/o sectarismo propagandista. Varias son tributarias del POR. El PO planteó usar la boleta del MAS sin darle ningún apoyo político, sino criticando fuertemente y demostrando sus limitaciones y el futuro de nuevas traiciones a las aspiraciones y luchas de las masas. Se trata de un ‘apoyo’ circunstancial en el campo de un terreno de lucha común con las masas contra el golpismo (que incluso se manifestó después de las elecciones), que abre mayores perspectivas a que las críticas que desarrollemos sobre el MAS sean escuchadas por estas y progrese una alternativa de independencia obrera. Al decir de Lenin: se trata de un apoyo como el de la soga que sostiene al ahorcado.

Un grupúsculo de izquierda nos ha acusado de desechar las enseñanzas de Trotsky, quien en las elecciones de 1932, ante la amenaza creciente del ascenso de Hitler y el nazismo, se opuso a un frente electoral que llevara a los revolucionarios a votar por al Partido Socialdemócrata. Pero en Alemania había un Partido Comunista, que aún se consideraba como revolucionario a pesar de su fuerte copamiento por el estalinismo. Había que apoyar en las elecciones a los revolucionarios y reclamar el frente único en la movilización callejera. Pero Trotsky planteó un frente único entre el PSD y el PC en la lucha contra el nazismo. Y en los distritos donde el PC no se presentaba, no dudaba en apoyar al PSD contra los nazis. Al contrario, criticó al PC alemán cuando se mandó una burrada de tipo porista, votando junto al partido nazi la caída de un gobierno estadual dirigido por el PSD.

En Brasil, frente a las elecciones contra Bolsonaro, llamamos a votar por el PSTU, que es un pequeño partido, con él que aunque tengamos fuertes críticas a su política y accionar, ha constituido una opción de independencia política. En la segunda vuelta y ante la irrupción de una combativa y masiva movilización de las mujeres (Elle Não) llamamos a votar -igual que el PSTU y gran parte de la izquierda- a la lista del PT. En la Argentina también, en 2015, votamos al FIT contra Macri y el kirchnerismo de Scioli. Votamos la opción de izquierda revolucionaria y de independencia obrera existente. Y en la segunda vuelta votamos en blanco, porque no había ninguna crisis de poder planteada en términos revolucionarios y las dos opciones -la nacionalista burguesa y la liberal derechista- eran contrarias a los trabajadores. Pero en Bolivia no había expresión política de independencia de clase en el terreno electoral.

Algunas corrientes han planteado su disposición a luchar en caso de un fraude electoral (se entiende que contra el MAS). Pero ¿hay que esperar a la consumación de dicho fraude? ¿o promover el desarrollo de acciones de masas contra la preparación del fraude impulsando la auto-organización de las masas?

Lo mismo sobre impulsar un frente único antigolpista con la vanguardia y no con el MAS y sus masas movilizadas. El frente único con las bases ya fue denunciado por Trotsky como ridículo. Un frente único se plantea con quién tiene capacidad de movilización. Y en las jornadas de resistencia de noviembre, la huelga general de agosto y la campaña contra el fraude posterior hicimos muchas acciones en común con fuerzas integrantes del MAS. Solo así se puede pretender librar una lucha política para aplastar a los golpistas: en el terreno de la unidad de acción. Y acrecentar la fuerza de la izquierda revolucionaria. Hoy se está en mejores condiciones frente al nuevo gobierno para explicar nuestra oposición activa a las medidas antiobreras que tomará y para influir en la organización activa de la resistencia a las mismas.

“Tarde o temprano, las masas insatisfechas saldrán a las calles para exigir que el nuevo gobierno cumpla con sus promesas electorales”: pronostica el POR y se sienta a esperar que esta situación se produzca ‘objetivamente’. Hay que prepararse, interviniendo activamente en cada fase del proceso político y de la lucha, para tener la autoridad y mayor fuerza en el próximo proceso.

Construir el partido revolucionario

El fracaso histórico del POR plantea la emergencia de la construcción de un real partido revolucionario militante. Seguramente lo integrarán muchos militantes y dirigentes que están en el POR o han pasado por él. Pero hay que plantearse esta perspectiva política y programática. Una corriente que se reclama del trotskismo (el Nuevo MAS argentino) propugna la necesidad de construir un “instrumento político” de características revolucionarias. No solo usa el mismo léxico que los movimientistas, contrarios a la formación de partidos revolucionarios, centralistas y democráticos, para el desarrollo de la acción militante y el accionar de la vanguardia obrera. Una posición similar tiene la corriente hermana en Bolivia de Izquierda Socialista (integrante del FIT). Quieren retomar la idea de formar un partido de trabajadores, que fue lanzada hace una década por sectores de la burocracia sindical de la COB. La burocracia sindical, hoy masista (ayer fue golpista), es tributaria no solo del nacionalismo burgués, sino del estatismo, sea quien sea que esté al frente del Estado en ese momento. La clase obrera boliviana necesita la construcción de un partido de independencia de clase y no un campo electoralista para promover burócratas al Parlamento.

La vanguardia boliviana tiene una larga experiencia política. A esa experiencia apelamos para sacar un balance y avanzar en la construcción de un partido revolucionario.

Impacto latinoamericano

La lucha antigolpista de las masas bolivianas ha tenido gran repercusión en la situación política latinoamericana. Se suma, en primer lugar, al ascenso de la lucha de masas en Chile, Ecuador, Colombia, etc. Y también a la debacle electoral de Trump en curso. En Estados Unidos y en Bolivia, la reacción trumpista ha sido fuertemente golpeada.

Esto también lo reconocen todas las tendencias de izquierda, particularmente las que integran el FIT-U en Argentina. Más que nunca se plantea la necesidad objetiva (y subjetiva) de encabezar la convocatoria común de una Segunda Conferencia Latinoamericana. Para prepararse, intervenir y reagrupar a la vanguardia continental en la nueva oleada de ascensos de luchas de masas.

6/11/2020

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