A 10 AÑOS DEL ASESINATO DE MARIANO FERREYRA

Precarización laboral, gobiernos y burocracia sindical

Los cambios que se operan en esta nueva fase de desarrollo de la crisis mundial son de una intensidad histórica superior. En el marco de quebrantos y bancarrotas del capital, guerras comerciales y militares, los trabajadores de todo el mundo son sometidos a una precarización cada vez más generalizada de sus condiciones de existencia. La tercerización, la contratación temporal y el trabajo precario se extienden por todo el planeta. Los viejos convenios colectivos son reformados, los trabajadores son flexibilizados y el régimen de estabilidad laboral comienza a desaparecer. La sociedad capitalista ingresa a un estado avanzado de descomposición. La superestructura de explotación del trabajo asalariado, creada durante el siglo XX, se desmorona y en su lugar reemergen formas primitivas de contratación, más precarias, más brutales. La burguesía intenta resistir a su declinación histórica apretando con más fuerza su yugo sobre los pueblos del mundo e imponiendo una mayor desvalorización de la fuerza de trabajo. Pero contra esta avanzada reaccionaria del capital emerge en la organización y la lucha la respuesta enérgica de los trabajadores.

1. Mariano Ferreyra y la lucha contra la tercerización

Hace diez años, en un mediodía de octubre, el ataque de una patota asesina organizada por la burocracia sindical ferroviaria acabó con la vida de Mariano Ferreyra, militante y constructor del Partido Obrero, y causó graves heridas a Elsa Rodríguez, compañera y dirigente del Polo Obrero. Ese día, Mariano y Elsa acompañaban una movilización por el pase a planta de trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca. Más de 3.500 trabajadores divididos en 22 empresas tercerizadas, muchas de ellas vinculadas con la dirigencia de la Unión Ferroviaria, percibían hasta el 40% del salario de planta (en ese entonces, entre 2.200 y 3.500 pesos de salario frente a salarios de convenio de 7.020 pesos)[1].

La muerte de Mariano conmovió a la gran masa del pueblo. Fue la reacción ante un crimen político perpetrado por la burocracia sindical, el gobierno y los empresarios del riel en defensa de un fraude millonario contra los trabajadores. Pero, a su vez, una gran parte de la población se vio identificada en la tercerización y en la precarización laboral que en ese entonces representaba a casi el 40% de la población trabajadora. La lucha popular, la movilización de las organizaciones sociales y políticas, con el Partido Obrero a la cabeza, llevaron al banquillo de los acusados a los jefes del sindicato ferroviario, barrabravas y policías. Entonces, el entramado mafioso que salió a la luz reveló ante la población hasta qué punto gobierno, sindicato y empresarios eran responsables del vaciamiento y deterioro del sistema ferroviario, que llevaría solo 16 meses después a la tragedia de Once. Finalmente, luego de meses de movilización, y enmarcado en este proceso más general que abrió una crisis política al interior del gobierno, 3.500 tercerizados del Roca conquistaron el pase a planta permanente.

El 20 de octubre significó un punto de inflexión en la historia del movimiento obrero argentino y en el desarrollo del clasismo. La burocracia sindical se delineó con mucha más claridad, con sus intereses, tendencias y aspiraciones ante los ojos del pueblo trabajador y, en particular, ante los ojos de las nuevas generaciones de jóvenes luchadores que rápidamente se integrarían con esta comprensión a los agrupamientos del sindicalismo clasista empujando su desarrollo a un nivel superior.

¿Qué ha pasado desde ese entonces en Argentina? Los años que siguieron se caracterizaron por la progresiva desorganización económica, la fuga de capitales y la tendencia al quebranto empresarial y del Estado en el marco de un agravamiento de la crisis mundial. El ciclo de expansión y acumulación capitalista apoyado en las tendencias alcistas del mercado de commodities llegó a su fin y la estructura económica nacional fuertemente primarizada se derrumbó. En ese marco, en el ferrocarril se impuso una nueva ola de precarización y tercerización. La lucha popular no pudo acabar con la burocracia ferroviaria, y de su riñón surgió una nueva conducción bajo el apañamiento del gobierno de Cristina Kirchner.

Con el macrismo, esta burocracia se integró al directorio de Trenes Argentinos y compartieron la gestión vaciadora del sistema ferroviario. Se dispuso el cierre de Ferrobaires y el despido de más de 1.500 trabajadores de la línea provincial con cierres de ramales en toda la provincia y en el resto del país. Ahora, bajo el gobierno actual, la burocracia participa junto a las organizaciones del triunvirato piquetero de un proyecto productivo para crear más trabajo precario, cuatro millones de puestos de trabajo con subsidios por desempleo y planes de empleo precario (trabajo en negro)[2].

2. Trabajo asalariado y precarización laboral

a. Trabajo y capital

Ahora bien, la precarización laboral y la tercerización forman parte esencial de la organización capitalista del trabajo desde sus orígenes. En los albores de la producción capitalista de la fusión del capital mercantil y la producción artesanal surgió la manufactura. Esta representaba la centralización de los medios de trabajo, las herramientas y los insumos de producción en un mismo taller. En él trabajaban los artesanos antes dispersos en sus propios talleres bajo el mando único del capitalista. La manufactura creó al obrero colectivo sobre la base de la cooperación y así surgió una nueva fuerza social capaz de realizar operaciones imposibles para una fuerza individual (Marx, 2008). El capitalista contrataba a los obreros y estos, a su vez, subcontrataban a sus familiares. Pagaba por igual la fuerza de trabajo, la pieza terminada y las materias primas. No distinguía entre el tiempo de trabajo que compraba al trabajador y el trabajo tercerizado que este le vendía. Las riquezas que fluían del saqueo de los pueblos americanos y del mundo eran vertidas en los talleres, y los progresos técnicos y científicos eran utilizados para reemplazar el trabajo humano por máquinas.

La sustitución progresiva del trabajo humano por el trabajo mecánico, la transformación de capital humano en capital maquinizado se llevó adelante siempre que esto representara un abaratamiento de los costos globales de la producción (Marx, 2008). La industria maquinizada del algodón hizo crecer enormemente la demanda de algodón en Estados Unidos y con ese cultivo la trata de la población africana se convirtió en el principal negocio de los estados esclavistas del sur, que si en el censo de 1790 contabilizaban unos 697.000 esclavos, en 1861 ascendía a los 4 millones[3]. Se fue produciendo una nueva división internacional del trabajo, que dividía al mundo en campos de producción industrial y regiones especializadas en la producción agrícola.

b. Taylorismo y fordismo

La maquinización introdujo, a su vez, el ritmo regular de la producción y con este el control patronal investido de atributos científicos. Pero era necesario acabar con la subcontratación para ejercer el control de toda la fuerza de trabajo implicada en el proceso de producción. La transformación creciente de los instrumentos de trabajo simplificó las tareas y permitió contratar en el lenguaje brutal de Frederick Taylor “trabajadores de menor calibre y capacidades y que por lo tanto son más baratos de los que se requerirían bajo el viejo sistema” (Taylor, 1967). El taylorismo se impuso sobre la base de la derrota obrera en Estados Unidos.

A fines del siglo XIX, las principales potencias se habían repartido el mercado mundial y el ciclo de expansión capitalista llegaba a su fin. Los partidos políticos de la clase obrera crecían al calor de las luchas proletarias y estas eran alimentadas por las cada vez más violentas crisis comerciales. En este cuadro, en 1908, se erigió en Estados Unidos el fordismo, como expresión de un capitalismo capaz de establecer un régimen de colaboración con la clase obrera y, a través de él, un círculo virtuoso de estabilidad en el trabajo y capacidad de consumo de las masas (Rath, 2011). Este modelo económico solamente fue posible sobre la base de un régimen salarial de absorber en un corto plazo la enorme masa de productos fabricados. Esto implicaba iguales condiciones de trabajo y salario para toda la planta de los sectores productivos.

Pero inevitablemente, la competencia entre los capitalistas por colocar sus productos se fue intensificando en enfrentamientos abiertos por la ocupación y la rapiña de los mercados. La destrucción masiva de la riqueza social en una gran guerra asomó en el horizonte como única salida posible facilitada por la crisis de dirección del proletariado mundial, cuyas direcciones se habían alineado a las burguesías beligerantes.

c. Fordismo y convenios colectivos

Luego de la Primera Guerra Mundial y de la revolución alemana de 1918-1919, la formación de un gobierno liberal bajo la denominada república de Weimar dio lugar a una importante legislación en materia laboral. Se trataba de imponer un programa capitalista de reglamentación de las relaciones del trabajo, pero también de contener al movimiento obrero y cooptar a sus direcciones, en un cuadro dominado por la crisis, la ruina que había dejado la guerra y con la amenaza bolchevique en el este. Así la Constitución de Weimar de 1919[4] estableció un derecho laboral uniforme (art. 157), la libertad de asociación (art. 159), la representación en igualdad de condiciones entre el obrero y la patronal, y al gobierno como árbitro en las negociaciones colectivas (art. 165), sentando así las bases jurídicas para la formación de los convenios colectivos. Se proponía, a su vez, como un programa para la cooptación del movimiento obrero internacional afirmando que “El Imperio luchará por obtener una reglamentación internacional de las relaciones jurídicas de los trabajadores, con objeto de asegurar a toda la clase obrera de la humanidad, un mínimum general de derechos sociales” (art. 162).

Puede decirse que la OIT tiene sus antecedentes, tanto en el Tratado de Versalles de 1919 como en esta Constitución. Los convenios colectivos comenzaron a aparecer para esta época en todo el mundo y, unos años más tarde, fueron uno de los pilares del corporativismo fascista de alianza entre la burocracia sindical y las empresas. Recibirían un nuevo empuje con el ingreso a la OIT de Estados Unidos luego de la crisis del ’29 y la declaración de Filadelfia de 1944. En Argentina quedarían regulados por primera vez en 1953.

El convenio colectivo se impuso como recurso del capital para reforzar su dominación en el comienzo de su fase imperialista, signada por grandes procesos de masas, guerras y revoluciones. Como categoría histórica debe ubicarse en una fase específica del desarrollo del capitalismo. Sus condiciones objetivas están determinadas por su función de herramienta de regulación de las relaciones entre el colectivo obrero y la patronal bajo un régimen fordista de organización social del trabajo, y sus condiciones subjetivas están dadas por el desarrollo de los grandes partidos obreros en la lucha de clases, la crisis de dirección del movimiento obrero, la cooptación de su capa superior y el desarrollo de una corriente burocrática en los sindicatos, que lleva adelante negociaciones colectivas con las patronales y el gobierno a espaldas de su base).

d. Toyotismo y tercerización

En Japón, luego de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota de las grandes huelgas obreras del ’49 se impuso el toyotismo. Como describe Christian Rath (2011), este consistía en la fractura del colectivo obrero mediante la estructuración de “un núcleo de trabajadores estables rodeados de una enorme masa de organizaciones periféricas contratistas que explotan trabajadores precarios”. Implicaba, a su vez, la rotación de tareas para dejar el terreno libre a la robotización y el sistema just in time para abaratar costos de almacenamiento y producir solo la demanda y calidad requerida. Pero, por sobre todo, la tercerización se impuso “al solo fin de mantener una rebaja salarial en empresas del mismo grupo económico que se subcontrata a sí mismo con el fin de pagar salarios menores, (…) y fracturar el colectivo de trabajadores” (Rath, 2011).

A su vez, se impuso el sindicato por empresa con su dirigencia gremial alineada a la dirección de la empresa. En 2005 se contabilizaban en Japón unos 60 mil sindicatos a los cuales estaban afiliadas unas 7 millones de personas, alrededor de 100 obreros por sindicato[5]. La partición y desorganización gremial del colectivo obrero permite elevar la explotación de los trabajadores, intensificar y extender la jornada laboral. Este modelo se extendió a partir de la década del ’60 en los países oprimidos, cuando la crisis capitalista internacional planteó la necesidad de incrementar la tasa de explotación para sostener la competencia en el mercado mundial. Con posterioridad se impondría también en el seno de las potencias imperialistas.

3. La precarización laboral en Argentina

a) Peronismo y precarización laboral

En la década del ’70, cuando la clase capitalista buscaba implantar el toyotismo en el mundo para hacer frente a la caída de la tasa de ganancia, Perón introdujo la tercerización formalmente en Argentina. Con la revisión de la Ley de Contrato de Trabajo (20.744) durante el tercer gobierno peronista se habilitó la subcontratación por fuera del convenio colectivo del sector. Así se abría la puerta a la fragmentación del colectivo obrero en distintos encuadramientos laborales, condiciones salariales y condiciones del trabajo.

Con esta ley, el gobierno convirtió en “prescindibles” a los trabajadores estatales de la administración pública nacional y pudo recortar el gasto estatal mediante una ola de despidos. Dejó por fuera a las trabajadoras domésticas de los alcances de la norma incrementando la opresión sobre el sector más golpeado de la clase trabajadora.

Con el art. 71 se habilitó a las patronales a introducir todos los cambios relativos a las formas y modalidades de la contratación. El trabajo temporal o eventual fue regulado en esta ley, luego de décadas de aplicación patronal de hecho, y se reglamentó la actividad de las empresas subcontratadas o “agencias de empleo” de servicios eventuales o temporales. Fue privado de indemnización y pago de preaviso. Prescindió de la responsabilidad solidaria a las empresas madres con las subcontratadas cuando estas prestan servicios en actividades por fuera de la actividad normal de la empresa.

La Ley 20.744 fue concebida como una herramienta para golpear y fragmentar la organización de la clase obrera y abrir paso a una mayor explotación de la fuerza de trabajo. Formó junto a las leyes Antisubversiva y de Asociaciones Sindicales una unidad antiobrera que, en 1974, buscó derrotar y regimentar la organización obrera y su lucha independiente de las conducciones burocráticas. Luego del golpe del ’76, con la dictadura militar se impuso sin frenos la tercerización, y la flexibilidad laboral se difundió por todas las ramas de la producción. Los gobiernos democráticos que le sucedieron heredaron y conservaron todo el andamiaje legal de precarización y flexibilidad laboral. Finalmente, el gobierno de Néstor Kirchner amplió la explotación del trabajo eventual o temporal que regulaba la Ley de Empleo de Carlos Menem de 1991.

b) La precarización y las pymes

Las pequeñas y medianas empresas son las principales contratistas de fuerza de trabajo tercerizada del país que integran “el tejido productivo” de los grandes grupos económicos. Así, un universo de 140 mil pequeñas y medianas empresas concentra el 66% de la fuerza de trabajo en Argentina[6]. Gozan de grandes beneficios en materia de flexibilidad laboral y exenciones impositivas. De este modo, la burguesía se sirve de estas contratistas (muchas veces fantasmas e integradas en sus directorios por integrantes de los grandes grupos) para fragmentar y subcontratar la fuerza de trabajo.

3) Formas distintivas de precarización

a. Trabajo textil

En ciertos rubros, como el textil, la explotación laboral alcanza niveles tan elevados que el trabajo no registrado asciende al 40% de la fuerza de trabajo. En el ámbito del trabajo textil domiciliario, subcontratistas que venden a las grandes firmas nacionales explotan fuerza de trabajo migrante no declarada bajo condiciones de trabajo esclavo. Este sector tiene una gran conexidad con la trata de personas.[7]

b. Albañilería y construcción

En el rubro de la construcción, donde se producen la mayor cantidad de accidentes y muertes laborales en el país, el trabajo informal alcanza al 80%. Obreros precarizados, enrolados en pequeñas cuadrillas, son expuestos a trabajos de alto riesgo sin el más mínimo equipamiento en materia de seguridad, con la total anuencia de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra) y la cámara patronal. El Convenio Colectivo de Trabajo de la Uocra del 75/76 estableció las condiciones de precarización laboral vigentes al día de hoy, profundizadas con los convenios 445/06, 545/08, 577/10.

c. Trabajo doméstico

En una publicación reciente, la OIT[8] señala que el trabajo doméstico en Argentina representa el 17% de la población trabajadora femenina -1,5 millones de mujeres- y que la tasa de informalidad llega al 75% con un salario mínimo, que en febrero de 2020 se ubicaba en un 40% del valor de la canasta familiar. El Ministerio de Economía, por su lado, informa que el aporte del sector durante la pandemia alcanzó el 22% del PBI[9]. Las agencias de empleo son el principal contratista y las condiciones del trabajo son propias de la servidumbre doméstica feudal. La trabajadora doméstica expresa en su carácter una condición universal. La doble opresión que sufre la mujer, como trabajadora y como mujer, se representa en el trabajo doméstico de la forma más acabada. Reclama en su existencia la lucha por la socialización de las tareas domésticas como base fundamental para la emancipación de la mujer trabajadora.

d) Reforma laboral y reforma de convenios colectivos

La venta de activos nacionales durante la década menemista como prenda de cambio en la renegociación de la deuda externa entrañó un proceso de reestructuración del capital. La privatización de empresas públicas implicó el desprendimiento de cientos de miles de trabajadores, la destrucción de los convenios colectivos y una mayor precarización laboral. A los trabajadores que aceptaron el retiro voluntario se les ofreció organizar emprendimientos societarios de diverso tipo con una fuerte polifuncionalidad bajo la orientación y asesoramiento del sindicato para cubrir las mismas tareas que antes desempeñaban dentro de la empresa solo que ahora desde afuera.

Décadas más tarde, con la quiebra del régimen kirchnerista, el sistema de subsidios a la renta petrolera llegó a su fin. El gobierno le abrió la participación en la explotación del suelo a los pulpos petroleros del imperialismo y suscribió el acuerdo secreto con Chevron por Vaca Muerta, que contemplaba entre otras cuestiones, un nuevo ataque sobre las condiciones de trabajo de los petroleros.

El gobierno de Macri, punta de lanza del imperialismo en la región, expresó en el país un proceso más general de reestructuración del capital en el continente y en el mundo. Evaluó la posibilidad de darle tratamiento a un proyecto de ley que modificaría aspectos generales en las relaciones del trabajo. En su articulado regulaba de una forma novedosa la relación entre el patrón y el obrero, caracterizándola como un vínculo de cooperación. Esta concepción, y una normativa de mayor flexibilización y precarización social, buscaba introducir una adecuación a las reglas vigentes del mercado mundial.

El gobierno decidió avanzar primero con la reforma previsional. La respuesta de las masas a su tratamiento en el Congreso fue aleccionadora. El desborde general de la capacidad de contención de la burocracia sindical, abiertamente repudiada y obligada a escapar de su propio acto solo unos meses antes, dejó en claro al gobierno y a la burguesía los límites que tenía el abordaje parlamentario de las reformas en carpeta. La autoridad de la CGT se había quebrantado y con ella la capacidad del régimen de avanzar abiertamente en un plan de guerra contra los trabajadores. Entonces, el gobierno se volcó a imponer reformas laborales sector por sector.

A la reforma del convenio colectivo petrolero le siguió la reforma del convenio colectivo de la industria láctea con la firma del sindicato Atilra y la reforma en la industria automotriz cordobesa con el aval de la UOM, el Smata y Asimra. La burocracia sindical kirchnerista y el PJ, replegadas las luchas contra la reforma laboral al ámbito sindical, colaboraron con el gobierno para garantizar la modificación de los convenios y los regímenes laborales.

En el informe anual presentado por YPF en diciembre de 2019 ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores de Estados Unidos se lee: “nuestra plantilla total está formada por empleados permanentes y temporales. Al 31 de diciembre de 2019, teníamos 22.932 empleados. (…) Al 31 de diciembre de 2019, también había aproximadamente 45.000 empleados externos bajo contrato, principalmente con grandes proveedores de servicios internacionales”. Esta mayoría, subcontratada a su vez, se encuentra dividida en diferentes encuadres sindicales. El informe continúa: “las condiciones laborales y los salarios de los empleados externos están representados por otros dieciséis sindicatos”. De esa forma, de una fuerza productiva de trabajo global compuesta por 77.932 trabajadores, solo el 30% integra la planta permanente y el otro 70% está subcontratado y fragmentado. Esta fragmentación del colectivo obrero y el rol de la burocracia sindical explican la facilidad con la que la empresa se ha desprendido en 2017 de 1.700 trabajadores y los anuncios de 1.500 despidos en el presente.

4. Derrumbe capitalista y trabajo temporal

El desarrollo del proceso histórico contemporáneo se orienta hacia una trasmutación de las relaciones sociales productivas preexistentes. Las tradicionales relaciones del trabajo contractuales, determinadas por un convenio colectivo entre el obrero y el patrón, se van desintegrando al calor de la caída mundial de la tasa de ganancia, las quiebras y del derrumbe de la sociedad capitalista.

En este contexto de disolución se imponen formas más precarias del trabajo. Un censo realizado en 2018 por la consultora Gallup, Inc.[10] reveló que el 36% de la población trabajadora en Estados Unidos trabaja bajo la modalidad de contratación temporal (trabajo contingente).Conocida en inglés como gigwork y gigeconomy, la economía del trabajo temporal flexibiliza la jornada laboral y, en función de las condiciones de precariedad preexistentes en que encuentra la fuerza de trabajo incrementa la intensidad de la explotación forzando al trabajador a aceptar las condiciones que el capital le impone.

En este cuadro, el programa proteccionista de Donald Trump, basado en la defensa de la industria y la producción norteamericanas, se ha revelado como una avanzada reaccionaria de características históricas sobre las condiciones de trabajo, el salario y la vida de las masas trabajadoras.

Solo este año, la tasa de desocupación se incrementó de febrero a abril de un 3,5 a un 14,4 por ciento. La recuperación económica que se ha observado en los meses siguientes se ha procesado en gran parte mediante la reabsorción de la mano de obra desocupada a través de contratos precarios. La clase capitalista se sirve de la crisis para incrementar la tasa de explotación sobre la fuerza de trabajo.[11]

5. La ciencia al servicio de la precarización

La automatización de la producción desplaza a la fuerza de trabajo hacia eslabones cada vez más alejados del proceso productivo y de la circulación mercantil. La progresiva sustitución del trabajo humano por trabajo automatizado, por un lado, y la necesidad de incrementar la productividad del trabajo, por el otro, impulsan a una masa de trabajadores creciente a asumir papeles prescindibles. El capital vuelve inútil el trabajo humano y solo lo vuelve a contratar allí donde la explotación del trabajo vivo (fuerza de trabajo humana) representa un costo menor que su sustitución por trabajo muerto (máquinas).

a) Conectividad y precarización

Durante la década del ’70 del siglo pasado, cuando se agotaron las medidas contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia, el capital buscó una salida a la crisis de sobreproducción y a la tendencia a la desocupación mediante el ensanchamiento de la economía de servicios. Una gran masa de trabajadores desocupados encontró trabajo en los call centers, concebidos como la organización taylorista de la fuerza de trabajo por el capital para la colocación de las mercancías en un mercado sobresaturado. La forma especial que asume esta imposición se verifica en la transfiguración del salario por tiempo al salario por pieza o productividad que suele dominar en el sector. En cuanto las ventas comienzan a caer, el salario se torna insuficiente. Como la producción no se organiza en función de las necesidades humanas sino en función de aquello que en un momento dado más ganancia otorga, es entendible por qué la burguesía se encuentra en la situación ridícula de tener que pagar para poder vender, mientras esas necesidades básicas siguen sin satisfacerse o se agravan.

b) La descentralización del trabajo

En los últimos años, la aplicación de la tecnología digital a la organización social del trabajo permitió la descentralización del colectivo de trabajadores antes ubicado en la oficina para prescindir de gastos productivos en materia de capital fijo como estructuras edilicias, impuestos urbanos, servicios de electricidad, internet, agua. Parte del capital constante, como los gastos en servicios de luz, agua, telefonía e internet son absorbidos por los trabajadores, entre quienes se distribuye el gasto total, transfiriendo su coste de la clase capitalista a la clase trabajadora. Reduciendo el gasto en capital constante se incrementa la plusvalía relativa y permite un intento de recomposición de la tasa de ganancia. En Estados Unidos, gran parte de la juventud posee un segundo trabajo, ejercido desde la casa en conexión con alguna plataforma digital.

c) La regulación del teletrabajo en Argentina

Párrafo aparte merece la conversión del trabajo presencial al trabajo remoto durante la pandemia de 2019. En todo el mundo, las patronales se han servido de esta excepcionalidad para extender y disolver la jornada laboral. Ocurre que en el ámbito doméstico, el trabajador convive con todos los problemas, las presiones y necesidades de la organización del hogar y la familia. Mediante la explotación de las redes sociales, internet, mensajería, whatsapp y aplicaciones de videollamada, las patronales se han basado en la excepcionalidad de la situación para hostigar al trabajador y condicionarlo a trabajar a cualquier horario. En su capítulo sobre la jornada laboral en El capital, a la pregunta sobre qué es una jornada laboral para la burguesía, Marx responde: menos que un día. No existe límite para el capital en la explotación del trabajo vivo. En este cuadro, el derecho a la desconexión ha sido un factor de organización de numerosos contingentes de trabajadores. Contra eso, en un intento de regularlo pero también de imponer un mayor piso de explotación por este medio, el gobierno ha impulsado la Ley 27.555, de Régimen Legal de Contrato de Teletrabajo, una ley a medida de la burocracia sindical y las patronales, que entrará en aplicación 90 días después de finalizado el período de aislamiento social preventivo y obligatorio.

http://revistaedm.tk/edm/55/la-virtualizacion-en-la-educacion-superior/

d) Conectividad, descentralización y trabajo temporal: las apps

La desocupación masiva, producida por la quiebra y cierre de fábricas y los recortes en el Estado, liberó una enorme masa de trabajo social en el mundo para su explotación mediante el contrato temporal a través de las apps. Las plataformas de trabajo atrajeron rápidamente la atención del capital por su capacidad para montar un sistema moldeable y flexible de precarización laboral. La enorme masa de inversiones que afluyeron a estas empresas se volcó a subsidiar los precios de los productos a un punto tal que estos se volvieron accesibles para sectores crecientes de la población. Con el ciclo abierto de inversiones surgieron nuevas empresas, nuevos competidores y se incrementó la explotación de la fuerza de trabajo.

En particular, la expansión del uso de las aplicaciones de delivery entre la población tiene como trasfondo un incremento de la precarización laboral y de la extensión de la jornada de trabajo de la población, que debe trabajar más horas para poder comer. Así, sobre la base de una confiscación creciente del tiempo libre de la población trabajadora por parte de la clase capitalista crece la demanda de la población de alimentos listos para el consumo.

En lo que a la forma de contratación respecta, lo que domina es un vínculo de paridad que oculta la existencia de una relación laboral. Aquí, el trabajo temporal es llevado a su expresión mínima, su duración está determinada por el tiempo de trabajo que conlleva la ejecución de la tarea y con la compraventa se extingue el vínculo de colaboración con la empresa, para reanudarse nuevamente con la aceptación de un nuevo pedido.

La descentralización de los trabajadores, las oficinas de atención y la prescindencia de instalaciones físicas colocan a los trabajadores ante verdaderas patronales fantasma, cuyo rostro no es más que un chat virtual, detrás del cual se esconde el capital ciego, apátrida, que alimenta la actividad de explotación que lleva adelante el holding.

Apoyado en el carácter internacional del trabajo de reparto se desarrolla un movimiento combativo, de carácter histórico, que unifica por primera vez a trabajadores de todo el mundo detrás de un frente único internacional de lucha contra la superexplotación y la flexibilización laboral.

Conclusiones

Del recorrido histórico trazado por el desarrollo del capital surge indudablemente una marcada tendencia a la desorganización del trabajo, a una mayor flexibilización y precarización, a la descentralización mediante el teletrabajo y a la fragmentación del colectivo obrero, tanto en Argentina como en el mundo. El capital se encuentra en una fase avanzada de declinación histórica como relación social para el desarrollo de la productividad del trabajo. La sociedad del convenio colectivo tiende a desmoronarse y todas las relaciones preexistentes, propias del capitalismo primitivo, parecen reemerger para ejercer la explotación a una escala superior. Sin embargo, la expansión de la precarización al interior de las ramas productivas de la economía y la generalización del régimen de trabajo temporal a toda la sociedad capitalista es algo que se resolverá en la arena de la lucha de clases.

La introducción de los progresos científicos en el ámbito de la producción, lejos de abreviar el tiempo humano de trabajo, lo ha prolongado. En vez de facilitar el trabajo, ha aumentado su intensidad. En vez de aumentar la riqueza de los trabajadores, ha resultado en una pauperización del trabajador. Pero, además, lejos de resultar en una victoria de la humanidad sobre la naturaleza, le ha impuesto el yugo de las fuerzas naturales. Ahora, en vez de permitir una relación consciente con la naturaleza, eleva la depredación sobre sus recursos a niveles catastróficos, comprometiendo las condiciones de existencia de la humanidad. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así.

Asistimos a una constante renovación de la humanidad. El futuro se abre en el horizonte en el empuje enérgico y entusiasta de las nuevas generaciones. Hoy, que el mundo se acerca al precipicio de la barbarie internacional, la crisis capitalista sacude las ilusiones de nuestra juventud, volcándola a las calles. Las tendencias del capital hacia su disolución empujan a los gobiernos a una confrontación internacional en momentos en que aún no han podido doblegar las protestas en sus propios países. La guerra comercial prepara el terreno para la guerra. La más grande contradicción del capital reclama su resolución. La revolución emerge como perspectiva para millones de jóvenes. Pero el movimiento obrero mundial aún es presa de sus propias limitaciones. La regimentación de las burocracias sindicales, a lo largo y ancho del planeta, ramifica en lo profundo del proletariado la contención política de los partidos del régimen. Su contención reside en las condiciones de la burguesía para imponer una salida contra las masas. Pero la clase obrera ocupada y desocupada pelea por recuperar sus sindicatos y sus organizaciones. En momentos en que los recursos estatales son destinados a rescatar los espectaculares quebrantos del capital, la disputa social por la riqueza de un régimen que se hunde se transforma en una rapiña desesperante de los fondos públicos. La recesión, la caída de la industria, la crisis de la vivienda y la desocupación de millones de trabajadores se expanden por todo el planeta y le sigue la respuesta internacional de la clase obrera aún atomizada, aún aislada. Pero en la cohesión progresiva de su lucha, avanzando bajo las banderas del clasismo y del socialismo, conquistará su unidad internacional, contra su burocracia sindical y sus partidos, pero con ella también contra el propio régimen social.

Los gobiernos, la burguesía y la burocracia sindical han cerrado filas en defensa de la precarización laboral, la tercerización y toda forma de flexibilización. La destrucción de los convenios colectivos y el desencuadramiento sindical han minado progresivamente la base de sustentación de la burocracia, hoy ella misma convertida en empresaria. En Argentina, un poderoso movimiento de lucha recorre los sindicatos, crece y se desarrolla, bajo la comprensión de la necesidad de expulsar a la burocracia sindical para acabar con la tercerización y la precarización laboral, y para colocar los sindicatos al servicio de las masas trabajadoras y de una perspectiva de independencia política para la nación trabajadora.

Bajo estas banderas luchaba Mariano. Su lucha es la lucha de toda la juventud, de las mujeres, de la clase obrera y de las masas en general, que se levantan contra el capital, sus gobiernos y la burocracia sindical, contra toda forma de explotación, opresión, precarización y barbarie, por un futuro de libertad para toda la humanidad.


[1]. Sin firma. (21/10/2020) “Denuncian negociados de Pedraza detrás de la muerte de Ferreyra”. La Política Online. Recuperado de: https://www.lapoliticaonline.com/nota/nota-68760/

[2]. Sin firma. (10/08/2020) “La CGT y movimientos sociales lanzaron plan para crear más de 4 millones de empleos”. Telam. Recuperado de: https://www.telam.com.ar/notas/202008/500811-la-cgt-y-movimientos-sociales-lanzaron-plan-para-crear-mas-de-4-millones-de-empleos.html

[3].  Karl Marx, El capital, México, Siglo XXI, 2008, T. I, V. 2, p. 540.

[4]. Constitución del Imperio Alemán – 11 de agosto de 1919. Recuperado de: https://ezequielsingman.files.wordpress.com/2016/03/constitucion-de-weimar-alemania-19191.pdf

[5]. RENGO (2019) “Pamphlet English JTUC-RENGO (Japanese Trade Union Confederation)”. Recuperado de: http://www.jtuc-rengo.org/about/data/rengo2020-2021.pdf

[6]. Manzoni, C. (2017, 19 de febrero) “Escenario. El mapa empresarial de un país donde las pymes son las grandes empleadoras”. La Nación. Recuperado de: https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/el-mapa-empresarial-de-un-pais-donde-las-pymes-son-las-grandes-empleadoras-nid1985790/

[7]7. D’ Ovidio M., Malamud, L., Cremona, M., Martelletti, L., & Peña, J. (2007) “Quién es quién en la cadena de valor del sector de Indumentaria Textil, hacia una solución conjunta en el sector”. Fundación El Otro e Interrupción. Recuperado de: https://esclavitudcero.files.wordpress.com/2008/03/industria-textil-cadena-de-va

[8]. OIT  (2020, 21 de abril) “Nuevo informe de la OIT: el trabajo doméstico es uno de los sectores más vulnerables ante la crisis”. Organización Internacional del Trabajo. Recuperado de: https://www.ilo.org/buenosaires/noticias/WCMS_742286/lang–es/index.htm

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Referencias bibliográficas:

Christian Rath: Trabajadores, tercerización y burocracia sindical. El caso Mariano Ferreyra, Buenos Aires, Biblos, 2011.

Karl Marx: El capital, México, Siglo XXI, 2008.

Frederick W. Taylor (1967): Principles of Scientific Management (1911), Nueva York, Harper.

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