A mediados de mayo se realizó una Conferencia Internacional de la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional (FT-CI), en donde tiene un rol central el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina. La misma aprobó una resolución central: “La reactualización de la ‘época de crisis, guerras y revoluciones’ y las perspectivas para una izquierda revolucionaria internacionalista”.
Fue preparada por la presentación de documentos previos: La guerra de Ucrania y la reactualización de las tendencias a las crisis, guerras y revoluciones de Claudia Cinatti; El fin de los “vientos de cola” de la globalización neoliberal desde fines de 1970 de Juan Chingo; y Más allá de la “restauración burguesa”: 15 tesis sobre la nueva etapa internacional en contrapunto con Maurizio Lazzarato” de Emilio Albamonte y Matías Maiello, entre otros.
En esta nota de análisis crítico haremos referencia en las citas a la resolución central, tomando algunos aspectos de los otros documentos para mejor ilustrar al lector.
¿Cambio de caracterización?
El PTS y la FT-CI se han presentado siempre como una corriente pretendidamente “realista” del marxismo, contraria a la concepción marxista revolucionaria que plantea que el capitalismo se encuentra sumergido en una etapa de descomposición y que esta crea la base objetiva para la revolución social.
Hace años el Partido Obrero (PO) de Argentina viene debatiendo con el PTS su rechazo a reconocer las tendencias al colapso capitalista y la creación de situaciones revolucionarias a través de la marcha de la crisis capitalista mundial. La guerra y la bancarrota capitalistas directamente no figuraban en sus análisis.
Ya en diciembre del 2020, en oportunidad de una conferencia previa realizada por el PTS, le hicimos llegar una colaboración para el debate, en donde se señalaba que:
“en referencia al cuadro internacional, el documento (oficial del PTS) comienza señalando que los pronósticos más optimistas prevén una “recuperación limitada luego de la gran caída”, y que se auguran “mayores tendencias a los choques entre las clases y los Estados”. De conjunto, la caracterización del PTS no rompe con los moldes de su vieja concepción teórica anti catastrofista, que pondera los “equilibrios inestables” y las supuestas “tendencias contrarrestantes” del capital para pilotear su tendencia al colapso. Lo demuestra el hecho de que, en toda la Tesis, que cuenta con una extensión de 44 mil caracteres, ni siquiera figuren los conceptos “crisis capitalista”, “bancarrota capitalista” y “guerra comercial”, ni tampoco las palabras “depresión” y “guerra”. Es una verdadera hazaña literaria que en la Tesis de un partido que se reivindica del marxismo revolucionario se pase por alto que asistimos a la mayor crisis del capitalismo en toda su historia, solo comparable a la crisis de la década del 30. Como se sabe, aquella crisis fue la causa última de los numerosos procesos revolucionarios que tuvieron lugar durante esa década y, a su turno, de la Segunda Guerra Mundial. La comparación con la actualidad no es antojadiza. En la presente crisis se está poniendo en evidencia el fracaso de los paquetes de estímulos, el cuadro de extenuación en el que se encuentran las arcas fiscales, el crecimiento sin precedentes del endeudamiento público y privado, lo que redunda en una depuración masiva de capitales con sus respectivos despidos en masa y cierres de empresas, la intensificación de la guerra comercial y monetaria entre los Estados con el consecuente recrudecimiento de las tendencias belicistas(…).1“Pablo Giachello. (20 de diciembre de 2020). “Aporte del Partido Obrero sobre las Tesis del PTS y la crítica de Altamira”. La Izquierda Diario. https://www.laizquierdadiario.com/Aporte-del-Partido-Obrero-sobre-las-Tesis-del-PTS-y-la-critica-de-Altamira
Hoy, casi tres años más tarde, la guerra es una realidad y la bancarrota capitalista se revuelve una y otra vez, en cada momento con mayor “vitalidad”.
El PTS y la FB-CI parecieran haber tomado en cuenta esta realidad: pues el título de su actual Resolución nos habla de “La reactualización de la ‘época de crisis, guerras y revoluciones’”.
Pero no es honesto votar una “resolución internacional”, que estaría cambiando la caracterización que venían levantando, sin balancear las posiciones sostenidas. Esto, ya indica que, probablemente, el nuevo documento de la FB-CI, no saque todas las conclusiones correspondientes.
¿Ha habido un cambio entonces en las posiciones del PTS-FT?
“Como lo venimos definiendo –dice el documento– se ha abierto un período en que las tendencias profundas de la época imperialista de guerras, crisis y revoluciones (Lenin) están nuevamente en primer plano” (destacado mío). La guerra directa entre la OTAN y Rusia ha estallado hace un año y medio. Tenemos varios años de levantamientos populares en diferentes zonas del globo (Chile, Perú, Sri Lanka, Francia, etc.) y bancarrotas financieras bancarias impresionantes. ¿Se ha abierto ahora una época de guerras, crisis y revoluciones?
De igual manera el PTS-FT “reconoció” la crisis del 2008 –que antes había desdeñado– una vez que esta estalló.
Con el diario del lunes, todos acertamos los pronósticos deportivos del fin de semana pasado.
Sin embargo, el PTS-FT nos sigue hablando hoy de un “panorama económico incierto”.
En el inicio del documento dicen que “en el terreno económico” hay “perspectivas inciertas de la economía internacional, con amenazas de nuevas crisis bancarias y de deuda”. Todo seguiría siendo “incierto”. La reciente crisis bancaria habría sido contenida por la clase capitalista, aunque “sin embargo, que no haya llegado a escenarios más catastróficos no significa que el peligro de una nueva crisis bancaria o financiera se haya disipado definitivamente”, afirman. ¿Por ahora se habría disipado –aunque no “definitivamente”– la crisis?
Para el PTS-FT, no estaríamos entonces frente a una grave crisis del sistema capitalista que, con altibajos circunstanciales, se irá agravando con grandes catástrofes económico-sociales; sino que puede que sí o puede que no: depende.
¿De qué depende? ¿De las medidas que adopten los monopolios capitalistas y los gobiernos imperialistas?
Si fuera así no estaríamos ante una crisis histórica del capitalismo: habría medidas que podrían impedir la catástrofe capitalista y la tendencia objetiva hacia la revolución social. Este es el punto de vista de la caracterización general del PTS-FT: el capitalismo siempre tendría una salida a las crisis que se le vayan presentando.
Pero las medidas alternativas que eventualmente puedan adoptar los economistas capitalistas solo lograrán modificar la forma de la catástrofe, qué sectores capitalistas se verán más protegidos por sus Estados, qué forma asumirían la competencia y las guerras imperialistas.
En el documento preparatorio El fin de los “vientos de cola” de la globalización neoliberal desde fines de 1970 el PTS afirma que la crisis del 2008 –que “había mostrado las vulnerabilidades del ciclo neoliberal” – habría sido contenida por “el fenomenal apoyo prolongado por parte de los bancos centrales y los gobiernos, especialmente en Norteamérica, Europa Occidental y Japón (que) evitó una destrucción de capital en los sectores industrial, financiero o comercial significativa, a la vez que también hubo una ausencia de destrucción de capital ficticio. Por el contrario, el volumen de este último ha seguido aumentando con mucha fuerza, gracias a las políticas de Quantitative Easing que proporcionaron un flujo permanente a los bancos, en particular, y a los mercados financieros en general”.
Pero solo la banca Lehman dejó un pasivo de 430 mil millones de euros y el mismo PTS señala en un pie de página que se calcula en unos 9 billones de dólares la “destrucción de capital” de los inversores en la crisis del 2008. Por otra parte, ya el capital ficticio, cuando se mantiene así por largos períodos, es una fase de destrucción de capital que no encuentra ubicación productiva, más que en la especulación. Y la existencia de cerca del 20% de grandes compañías en calidad de “empresas zombies”, es decir que desahuciadas y en quiebra, subsisten por la financiación regalada (a tasa 0%) por el Estado, va en aumento.
Todos estos simples datos el PTS los conoce, pero sin embargo considera que “en el terreno económico pudo mantenerse la globalización neoliberal”. Si se pudo mantener la globalización neoliberal, entonces, tenía razón el dirigente de Izquierda Socialista Sorans cuando planteó que el “acople” de los EE.UU. con China se mantenía incólume. Y que, por lo tanto, no habría siquiera guerra comercial.
En forma “realista” el PTS dice estar dispuesto a considerar que “en un marco de aceleración de la crisis (…) el sistema capitalista mundial es más vulnerable hasta que no logre una salida, aunque sea parcial a la agudización de sus contradicciones”.
Pero cualquier “salida aunque sea parcial” planteará calamidades catastróficas desde el punto de vista social e inevitablemente guerreras: porque el desarrollo de la crisis capitalista lleva directamente a la guerra. El pronóstico de las tendencias hacia la guerra del imperialismo yanqui contra China no es un ejercicio de pálpito o ciencia-ficción sino una derivación obligada del análisis de la crisis capitalista que está fracturando al mercado mundial e impulsando las guerras comerciales y, finalmente, la guerra militar.
Si predomina la tendencia a la “globalización”, significa que los choques entre EE.UU. y China son ocasionales y secundarios y pueden ser, en definitiva, superados.
El PTS-FT prefiere dejar la caracterización en un cierto limbo: “La rapidez del cambio de las condiciones económicas es uno de los elementos sorprendentes del actual enrarecimiento de la situación económica”.
Así la conclusión central del PTS-FT es que teniendo en cuenta esta situación no definitiva aún, su partido e internacional deben “prepararse” para cuando se entre en una bancarrota total y se abran tendencias revolucionarias hacia la guerra civil. No sería aún el momento.
Las oscilaciones frente a la guerra
Esta indeterminación del PTS-FT respecto al desarrollo de la crisis capitalista (incertidumbre) se evidencia también frente al problema de la guerra.
El PTS-FT en su texto “La guerra de Ucrania y la reactualización de las tendencias a las crisis, guerras y revoluciones” afirma:
“retomando (…) definiciones de Trotsky, las consecuencias estratégicas de la guerra de Ucrania indican que, como mínimo, estamos ante un deterioro significativo (¿ruptura?) del “equilibrio capitalista”, lo que significa que se reducen los márgenes para el desarrollo evolutivo y que las crisis, el militarismo de las grandes potencias, así como las tendencias a la revolución y la contrarrevolución, están inscriptas en la lógica de la situación.”
La guerra en desarrollo entre la OTAN y Rusia ¿“deteriora el equilibrio capitalista”? ¿Se “reducen los márgenes para el desarrollo evolutivo”?
¿Qué márgenes quedan para un “desarrollo evolutivo” del capitalismo?
En la etapa actual de crisis del imperialismo, los “equilibrios” y “desequilibrios” se producen constantemente. Lo que importa en el análisis de estos fenómenos es la tendencia general: ¿la crisis capitalista marcha hacia un período de estabilidad mundial o lleva inevitablemente a la guerra al mundo capitalista?
Para los bolcheviques, y para Trotsky, las guerras económicas y la disputa sobre los países atrasados, eran parte de la tendencia concreta al enfrentamiento militar de las potencias imperialistas.
La Internacional Socialista, a principios del siglo XX, vino denunciando la tendencia a la guerra mundial y la necesidad de movilizarse contra ella y por la revolución mundial, desde varios años antes de que esta se presentara, no recién cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914. No fue por improvisación o incomprensión que la mayoría de la socialdemocracia se negó a considerar que estaba frente a la guerra imperialista que durante varios años había venido pronosticando y denunciando. La caracterización que aplicó fue una “teorización” trucha de su apoyo a la burguesía imperialista, de traición a la revolución.
Pero, segundo y fundamental, en un mini balance realizado en el documento votado ahora por su Conferencia, el PTS-FT afirma que respecto a la guerra en Ucrania:
“Nuestra política desde el inicio del conflicto, que consideramos correcta sintetizada en la declaración de la FT, fue “¡No a la guerra! Fuera las tropas rusas de Ucrania. Fuera la OTAN de Europa del este. No al rearme imperialista. Por la Unidad Internacional de la clase trabajadora. Por una política independiente en Ucrania para enfrentar la dominación rusa y la dominación imperialista”.
Pero a renglón seguido, vergonzantemente, confiesa que:
“Así en el inicio del conflicto señalábamos la relevancia del elemento de autodeterminación nacional, destacando al mismo tiempo, las medidas opresivas contra la minoría rusoparlante, dentro de los factores a tener en cuenta para una política independiente en el conflicto, marcado por la invasión rusa y la intervención por procuración de EE.UU. y la OTAN.”
Erróneamente el PTS-FT venía planteando apoyar la “defensa” de Ucrania –¿en forma independiente de la OTAN?– frente a la invasión de Putin. No propugnaba el derrocamiento de Zelensky por parte de las masas trabajadoras ucranianas. Se hacía tributario de las posiciones de la mayoría de la izquierda oportunista que colocaba el problema de la defensa de la integridad física de Ucrania, como el eje principal de la guerra en curso. Y, por lo tanto, hacían causa común con el imperialismo de la OTAN.
El señalamiento de que se trataba de una guerra inter imperialista quedaba anulado por colocarse en el campo de la defensa nacional contra los rusos, junto a Zelensky y Biden.
El PTS-FT también planteó luchar por la autodeterminación de la “minoría rusoparlante” del Donbas… ocupado por los rusos.
¿Les parecería que así se trataba de un planteo de “autodeterminación nacional” “independiente” y equilibrado? Cuando en realidad estaban levantando una posición de descuartizamiento de Ucrania, entre la OTAN y Rusia, en una eventual tregua negociada.
A pesar de la “corrección” que dice el PTS-FT haber tenido en su posición inicial, ahora ha cambiado de posición. Pero –se justifican– no es el PTS el que se “equivocó”, sino que la “realidad” cambió. A continuación del párrafo reproducido arriba, señalan:
“Ahora bien, a medida que se amplíe (y ya se fue ampliando) la intervención directa de EE.UU. y la OTAN, aquel elemento de autodeterminación nacional queda cada vez más a un segundo plano para determinar nuestra política en tanto se subordina al enfrentamiento militar entre potencias.”
Tomaron la guerra entre Rusia y Ucrania/OTAN como una lucha limitada por un pedazo de territorio para dominación imperialista y no como una conflagración que avanza rápidamente por el camino de la guerra mundial imperialista. Se dejaron cegar por la presión de la propaganda democratizante del imperialismo.
Esta política del PTS-FT es la que bloqueó la posibilidad de hacer un frente común con el PO para impulsar una movilización independiente contra la guerra.
De todas maneras, su cambio de posición queda incompleto, porque no plantea la lucha por la destitución de los gobiernos capitalistas de Zelensky y Putin, transformando la guerra interimperialista en guerra civil de los trabajadores contra el capital. Su nueva formulación actual para desarrollar una política independiente frente a la guerra pasa “por el retiro de las tropas rusas, contra la OTAN y el armamento imperialista, por una Ucrania obrera y socialista, en la perspectiva de los estados unidos socialistas de Europa”. Más o menos lo mismo que la anterior. Porque la clave es plantear una política derrotista en ambos bandos, propugnando la confraternización de los soldados y trabajadores y la revolución que derroque a los gobiernos capitalistas ruso y ucraniano. (¿Sigue el PTS con una política defensista vergonzante respecto al ejército de Zelensky?).
El salto que planteó el desarrollo de la guerra de Ucrania no es solo el hecho de que esta se desarrolla en Europa, sino que es el enfrentamiento entre grandes potencias y producto directo de la crisis capitalista.
El PTS-FT negó la marcha hacia la guerra que se desarrollaba frente a sus ojos, porque no entendió el carácter catastrófico de la crisis capitalista mundial y su tendencia inevitable a la guerra imperialista mundial.
En todos sus textos, el PTS-FT insiste en que no son lo mismo las guerras comerciales que la guerra militar. Es una verdad de Perogrullo. Pero la guerra comercial es el caldo en el que se está cocinando la guerra militar imperialista. Esta ceguera política es para que ellos insistan en dejar claro –tomando, por ejemplo, las tensiones yanquis con China– que “un conflicto de este tipo no aparece como lo más probable en lo inmediato y no está descartado que en medio de las tensiones se sucedan momentos de distensión” (resolución central de la Conferencia). Esta caracterización encubre que las tendencias bélicas no solo están presentes, sino que el conflicto está escalando.
Luego de bajarle el precio a las posibilidades de un choque militar eso no ha sido un impedimento para apresurarse en proclamar que –a pesar de ser amigos de lo “concretito”– en caso de un ataque de China sobre Taiwán, estarán con una posición derrotista sobre China, por ser este un ataque de carácter imperialista. Este “apresuramiento”: ¿es una nueva adaptación a la propaganda imperialista contra China?
En la guerra de la OTAN contra Rusia, no importa ahora el grado de “precisión (de) cuál será su evolución y eventual resolución” como condiciona su razonamiento el PTS. Sino indicar que vamos estratégicamente hacia esa guerra mundial imperialista, si la revolución proletaria no detiene este curso catastrófico.
Aquí también, el PTS-FT plantea que “se ha abierto un período en el que tenemos que prepararnos para giros bruscos en la situación y la potencial emergencia de la lucha revolucionaria de la clase trabajadora” (resaltado mío).
Falta todavía: hay que prepararse para el futuro, pero por ahora….
Pero en el documento preparatorio central para la Conferencia Internacional de la FB-CI escrito por Albamonte y Maiello (Mas allá de la restauración burguesa: quince tesis sobre la nueva etapa de la situación internacional en contrapunto con las elaboraciones de Maurizio Lazzarato)2El trabajo presentado al debate por Albamonte y Maiello, se trata de un documento extraño, archi difícil para ser discutido por una militancia obrera, no intelectual, como material central de una Conferencia Internacional. De debate aparentemente académico, partes enteras resultan abstrusas, mezclando “polémicas” parciales con distintos intelectuales académicos. Y con esto no me refiero a Maurizio Lazzarato, cuyo libro no he tenido oportunidad de leer, por lo cual sería desconsiderado fijar posiciones. Pero sí indicar que su título está bien ubicado y resulta interesante y vivificante: “Guerra o Revolución. Porque la paz no es una alternativa”. afirma que es “necesario repensar la guerra en el nuevo contexto que vuelve a plantear la perspectiva -no necesariamente inmediata- de la guerra entre potencias”. Para Albamonte y Maiello en la guerra en Ucrania “la intervención de EE.UU. y la OTAN (…) es abierta pero su involucramiento militar no es directo”. ¿Y la “guerra económica” de EE. UU. contra China? También es abierta y trae aparejada crecientes tensiones militares pero no es aún una ‘batalla en un campo entre hombres y maquinaria’”. Conclusión del PTS: “Estas ‘sutiles’ diferencias hacen, ni más ni menos, que no estemos aún ante la tercera guerra mundial” (Tesis VIII).
Un freno a este desarrollo hacia la guerra abierta, afirman, sería…. la “globalización” (“la integración global hace que las medidas tomadas para atacar al enemigo puedan terminar afectando más al propio agresor que al agredido”). Estamos ante un embellecimiento del PTS-FT de un desarrollo “global” del capitalismo que lo haría interdependiente: una variante de la vieja teoría del super imperialismo -que según Kautsky, Hilferding y la socialdemocracia reformista (devenida en contrarrevolucionaria) aminoraba las contradicciones del desarrollo capitalista.
¿De qué tipo de guerras estamos hablando?
La primera y segunda guerras mundiales tenían claramente –con propias diferencias– el objetivo de imponer un nuevo reparto del mundo entre las potencias imperialistas para salvar a unas en detrimento de las otras, frente a la saturación de la superproducción de mercancías y capitales y la crisis capitalista en curso. La perspectiva de la tercera guerra mundial también tiene que ser inscripta en la misma crisis del capital que ha avanzado en conquistar el mundo y que para desarrollarse unos necesitan colonizar nuevos mercados, hoy ya ocupados por otros adversarios competidores. Pero es una guerra diferente. No se trata solo de choques entre potencias imperialistas (que compiten constantemente entre sí) y de avances sobre las soberanías de los países atrasados, sino de avanzar decisivamente sobre los procesos de restauración capitalista en los países donde había sido expropiado el capital.
La restauración capitalista en la URSS y en China se ha efectivizado hace años, lo que significó la privatización de gran parte de las empresas estatales. Las burocracias stalinistas llevaron adelante procesos de restauración capitalista en sus Estados. Por un lado, es necesario destacar que la restauración no devolvió el poder a las viejas clases dominantes de la época zarista o del imperio celeste, prácticamente inexistentes. La casi totalidad del desarrollo del aparato productivo en estos países ha sido producto del sacrificio de las masas trabajadoras, manipulado por la acción de los Estados burocráticos. Cuando se planteó el paso concreto a la restauración esta se realizó a través de la construcción de una nueva clase burguesa oligárquica, devenida del travestismo de las viejas burocracias. Estas burocracias para impedir el avance de la revolución política proletaria (Checoslovaquia, Polonia, Hungría, etc.) se echaron de bruces a la privatización restauracionista, en alianza con el imperialismo, pero en su provecho.
¡Pero esta no es la restauración capitalista que propugna el imperialismo!
El capital financiero mundial no luchaba por la restauración capitalista como parte de un principio económico y/o político-filosófico genérico, sino como una forma de descargar la sobreproducción de mercancías y capitales que ha desarrollado, en la colonización de nuevas áreas.
No se trata de la “restauración capitalista en un solo país”, lo cual es inviable, como lo era la “construcción del socialismo en un solo país”. Se trata de la restauración capitalista de los estados obreros burocratizados, por el imperialismo mundial.
La creación de una nueva clase oligárquica burguesa proveniente de las filas de las burocracias estatales aparece a los imperialistas como un desvío y un privilegio corrupto, que hay que desmontar. Estos nuevos regímenes apoyados en forma bonapartista en las creadas oligarquías burguesas han pasado a ser una vía para la penetración imperialista en sus países, pero también un límite para circunscribir esa acción, a la defensa de sus nacientes y aún débiles burguesías oligárquicas. Es en ese sentido que el imperialismo yanqui –acompañado por los otros imperialismos– presiona para hacer eclosionar la resistencia gubernamental de los Putin y Xi Jinping para que abran en forma incondicional sus mercados a la penetración salvaje del capital financiero internacional, lo cual barrería a gran parte de las débiles burguesías oligárquicas nacidas con la restauración burocrática y llevaría a una colonización imperialista (incluso con claros signos de ruptura de la unidad nacional) de estos nuevos mercados. Esto plantea la amenaza de la guerra imperialista, para doblegar a las burocracias burguesas restauracionistas o efectivamente vencerla militarmente y ejecutar la colonización imperialista. Guerra en la que los yanquis quieren implicar como aliados al resto de las potencias imperialistas.
Todas las potencias imperialistas siguen esta tendencia guerrerista contra Rusia y China, para imponer la restauración capitalista del imperialismo. Los choques de algunas potencias imperialistas con EE.UU. son “normales”: los capitalistas compiten entre sí en la búsqueda de ganancias. También hay empresas yanquis que se “resisten” a las sanciones económicas contra China, porque se resienten sus negocios y ganancias. En la Segunda Guerra Mundial había empresas norteamericanas trabajando en la Alemania de Hitler (Ford, Kodac, etc.). Alguna vez Lenin planteó que en su competencia los “burgueses se van a pelear para ver quién nos va a vender la soga con la que los vamos a ahorcar”.
En esta fase de la crisis, los EE.UU. han logrado plegar y subordinar al resto de las potencias imperialistas a sus planes guerreristas contra Rusia y China. Lo cual no desmiente los roces y choques con ellas para ver qué costos y beneficios pueden obtener y para defender sus posiciones en el mercado mundial. Roces y choques que pueden terminar con enfrentamientos (incluso militares) dentro del frente imperialista. Los gobiernos restauracionistas ruso y chino especulan con esto para armar una estrategia de alianzas y contención al guerrerismo del Pentágono. A Putin esta hipótesis estratégica le ha fracasado hasta ahora: enfrenta el militarismo conjunto de toda la OTAN.
El PTS-FT caracteriza que China no es imperialista, sino que “cuenta con rasgos imperialistas” y señala que esto es importante para diferenciar, porque recién si se preparara para constituir su “hegemonía mundial alternativa” se plantearía “un nivel muy superior de enfrentamiento”, la guerra, con los EE.UU. Aunque reconoce que los yanquis están desarrollando una creciente “militarización de la zona”. Pero se consuela, estamos todavía en una “guerra comercial”: “Ni EE.UU., ni China parecen querer una guerra por Taiwán en la actualidad”.
De qué fase capitalista venimos y dónde nos encontramos
El análisis del PTS-FT se basa en una deformada caracterización del desarrollo capitalista. Para el PTS-FT la etapa de las “guerras y revoluciones” estuvo postergada un largo período por el tumultuoso desarrollo capitalista de la “globalización”. Esta se habría desarrollado “como una tercera etapa de la época imperialista, marcada por la ausencia de revoluciones (…) comparables a las décadas sin revoluciones que siguieron a la Comuna de París en el siglo XIX”.
Lo que dio lugar, nos dicen, a “el avance relativamente pacifico de la ofensiva neoliberal durante varias décadas en la extensión de la democracia capitalista”. Esto es un embellecimiento gratuito del desarrollo y accionar imperialistas.
En primer lugar, la analogía es incorrecta. En el período posterior a la derrota de la Comuna de París de 1871, el capitalismo estaba –con sus crisis y fluctuaciones– todavía en ascenso y en desarrollo, hasta principios del siglo XX cuando la Revolución Rusa de 1905 pasó a evidenciar su agotamiento y su pase a la fase imperialista, parasitaria y reaccionaria en toda la línea. En cambio, ahora no solo estamos plenamente en la etapa imperialista, sino que esta ha entrado en crisis y descomposición. Mientras que en la fase en ascenso del capitalismo de libre competencia se planteaba la conquista de la “democracia” con sus derechos políticos, de independencia y unidad nacional, etc.; en la actualidad la bandera formal de la democracia es usada por el imperialismo para justificar sus agresiones económico-político-militares contra los países atrasados y los regímenes de restauración capitalista, acusándolos de totalitarismo, para mejor ocultar sus intentos de dominación y opresión. Porque, por supuesto, esta intervención imperialista no se da ni en forma pacífica, ni extiende la instauración de democracias. Es solo una bandera propagandística, justificadora de los golpes e intervenciones militares que desarrolla el imperialismo. Que instauran democracias títeres del imperialismo o nuevos regímenes bonapartistas y no solo en los países periféricos, sino también en las metrópolis imperialistas. En este “período pacífico” hemos tenido una situación de guerras e intervenciones imperialistas permanente que no se han detenido ni un momento (invasión a Panamá, Malvinas, Guerra del Golfo, Afganistán, década de guerras múltiples descuartizando Yugoslavia, etc.). Fueron períodos donde estallaron fabulosas sublevaciones revolucionarias populares (Argentinazo, Bolivia, Venezuela, etc.) y guerras civiles permanentemente.
Para el PTS-FT “la ofensiva neoliberal en muchos países de la periferia, casi toda América Latina, una parte de África y Asia vino de la mano de la extensión de la democracia burguesa con más o menos rasgos bonapartistas según el caso”. ¿Y los golpes de Estado reiterados en Perú, Bolivia, Paraguay, Honduras, Brasil? Es un embellecimiento democratizante de las políticas de ajuste. Lo que falló es la “calidad” de las políticas de las direcciones nacionalistas burguesas y frentepopulistas, no el producto de la vitalidad de la ofensiva “globalizadora” neocapitalista.
El planteo del PTS-FT de que ahora es necesario “repensar la relación entre guerra y política luego de décadas de neoliberalismo y restauración burguesa” es encubridor de la política democratizante realmente llevada adelante por una parte de la izquierda. (No queremos extendernos con análisis que ya hemos realizado en otras oportunidades, pero el PTS-FT se “preparó” con su participación protagónica durante más de una década, en “partidos amplios” como el Nuevo Partido Anticapitalista -NPA- francés, etc.).
Para el PTS-FT todo el período anterior a la actual guerra de Ucrania se trató de una tercera etapa de auge del imperialismo que desarrolló parcialmente las fuerzas productivas. Por eso nos habla en la “Tesis VIII” del documento presentado por Albamonte y Maiello, sobre que el período neoliberal impulsó “la escala histórica alcanzada por la integración de la economía mundial (que el capitalismo es incapaz de llevar hasta el final)” lo que hace que sea más difícil, “más borroso el límite entre ‘guerra económica’ y guerra militar propiamente dicha”. Insistir sobre la “globalización” -que existió desde la guerra de 1914 con formas diferentes en cada período- es tragarse la propaganda imperialista sobre el desarrollo y el progreso “parcial” del capitalismo. Por eso el PTS-FT afirma que “un crecimiento capitalista, más en la época imperialista, nunca es armónico” para inmediatamente aclarar: “eso no implica que haya crisis permanente”.
La bancarrota capitalista del 2008 y la guerra de Ucrania no terminan de definir para el PTS-FT la situación que es “incierta” y que no está todavía en una tercera guerra mundial declarada. La tiene que “repensar”.
Llevada en última instancia esta caracterización ‘realista’ y ‘conservadora’ del PTS-FT es justificativa de que los levantamientos populares que recorren el mundo no hayan triunfado instaurando gobiernos obreros. No habría habido condiciones objetivas: el capitalismo seguía aún en un curso de desarrollo, limitado, impulsando un rol integrador de la economía mundial, aunque no podía llevarlo hasta sus últimas consecuencias, según el PTS-FT. Un planteo de este tipo va en contra de las bases teóricas del Programa de Transición escrito por Trotsky y adoptado por la IV Internacional que plantea que el requisito objetivo previo para la revolución, de los límites del desarrollo capitalista, no solo ha sido alcanzado y madurado, sino que comienza a pudrirse. Y que el problema a resolver para el triunfo de las revoluciones es el de la crisis y falta de direcciones revolucionarias. El problema pasa por la política que desarrolla la izquierda que se reclama revolucionaria antes y durante los procesos que llevan a los levantamientos de masas.
¿Cómo se prepara el PTS-FT?
Todos los textos discutidos y votados en la Conferencia Internacional del PTS-FT insisten en plantear que “hay que prepararse”, que todavía no estalló la crisis final, ni la guerra mundial. Y que para prepararse es necesario elaborar una estrategia revolucionaria que parta de caracterizaciones bien concretas. Sin la distinción entre guerra económica y guerra militar “seriamos incapaces de comprender la situación concreta” y de elaborar una estrategia ajustada, afirman Maiello y Albamonte. E insisten, profusamente y en forma –tenemos que reconocerlo– un poco pedante, sobre la importancia del trabajo de caracterización correcta que vienen desarrollando, sobre la situación que se viene atravesando. La conclusión a la que arriban es que, siendo una etapa preparatoria, el PTS-FT tendría la necesidad de concentrarse en “la preparación política para cuando la lucha de clases se transforme en guerra civil”.
Este planteamiento se repite infinidad de veces en todos los documentos presentados.
¿Qué significa prepararse para el PTS-FT?
El documento central votado por la Conferencia es más bien genérico y sobrio en este punto. Afirma que la nueva situación “implica que tenemos que prepararnos para nuevas formas de lucha de clases, más radicales de lo que vimos en el último tiempo y, a su vez, articular formas de intervención que respondan a la situación concreta (por ejemplo, en torno a la pelea por el frente único, tácticas como ‘los comités de acción’(…)”.
Pero en los documentos preparatorios, Albamonte plantea en larguísimas y abigarradas páginas una serie de debates con académicos donde entiende que la “preparación política” para encarar la futura “crisis final” pasa por una lucha, de pretendida orientación gramsciana, en la superestructura político-cultural. (Esto es lo que viene haciendo el PTS-FT con su trabajo concentrado sobre la intelectualidad académica). Albamonte se muestra preocupado por “la necesaria problematización de los mecanismos de la democracia burguesa actualmente existentes y su papel en el sostenimiento de la dominación del capital”. En particular en un debate sobre como unir los “movimientos” o “identidades” que luchan por sus reclamos -contra manifestaciones antidemocráticas y opresivas de los regímenes capitalistas sobre las “minorías” (aborto, mujer, racismo, LGBTIH, xenofobia, medio ambiente, etc.)- con la lucha en conjunto a la clase obrera. Albamonte considera que esta es una divisoria central que define “dos estrategias en la izquierda”. Y se mete en una polémica sobre el hecho de que la lucha de los movimientos no debe ser separada de la lucha de conjunto de la clase obrera. Que no debe dividir a los obreros blancos de sus hermanos de clase de color, ni a las mujeres de los hombres, etc. Para no dividir a la clase trabajadora, los movimientos de lucha específicos deberían articularse en una guerra estratégica común. Albamonte aplica un esquema del militar Clausewitz quien –según él– afirmaba que en una guerra es necesario saber concentrar el poder de resistencia y fuego en torno a un objetivo, en cada momento. “En términos estratégicos, el problema consiste en identificar el centro de gravedad del enemigo y concentrar fuerzas en él”, dice Albamonte. Por supuesto que es necesario luchar por imprimir una dirección socialista revolucionaria al frente único que suele plantearse en estos movimientos de lucha, donde hay corrientes pequeñoburguesas o conservadoras “radicalizadas” que tratarán de separar (mujeres contra el patriarcado, dirigido a no coincidir en la lucha con los trabajadores del género masculino, etc.), para mantener dicha lucha aislada de la “política”. Pero se trata de cómo los revolucionarios se incorporan a cualquier movimiento de lucha contra las arbitrariedades del régimen y se colocan como la vanguardia consecuente de la movilización por su triunfo. Ya Lenin enseñó (¿Qué Hacer?,1902) que un partido obrero revolucionario debe realizar una agitación revolucionaria en forma permanente, tomando todos los agravios que sufren los obreros y todos los sectores explotados y oprimidos, para llegar a transformarse en la vanguardia de la clase obrera y de las masas explotadas.
Esta “preocupación” de Albamonte, no lo lleva, sin embargo, a intervenir en Argentina, organizando el movimiento de lucha piquetero de los trabajadores desocupados y precarizados, a pesar de que es el principal movimiento de lucha de las masas obreras y explotadas. Tiene razón Albamonte (a pesar suyo): estamos ante una divisoria central que define “dos estrategias en la izquierda”. ¿De qué “preparación política” está hablando cuando su no intervención sobre el movimiento piquetero no solo es conscientemente no protagónica, acompañando –indirectamente– la campaña de la derecha que ha colocado como un centro político nacional la eliminación de los piquetes de lucha del movimiento piquetero?
La preocupación de Albamonte gira en torno a “la necesaria problematización de los mecanismos de la democracia burguesa actualmente existentes”. ¿Tiene como centro de la “preparación política revolucionaria”, las intervenciones electorales, las reformas constitucionales y afines? No podemos dejar de recordar sus propuestas de participar en frentes electorales con el nacionalista y centroizquierdista Mélenchon en Francia. O el empeño en compartir las listas electorales “en forma democrática” del centroizquierdista PSOL junto a elementos derechistas como Erundina, Boulos y compañía.
¿Autoproclamación?
Para Albamonte se trataría de impulsar “el desarrollo de instituciones de autoorganización para crear un poder alternativo. Superar las formas ‘ciudadanas’ de las revueltas es indispensable para una estrategia de autoorganización basada en consejos/soviets capaces de derrotar al Estado burgués”. Todo esto está analizado en un denso lenguaje academicista. Esta disquisición sobre los movimientos de lucha sería para bloquear el “papel desmovilizador que jugaron formaciones políticas como Syriza, Podemos, Boric, etc., así como las burocracias sindicales y de los diferentes movimientos, es claro que el principal problema estratégico es cómo impedir que estos movimientos se transformen en base de maniobra de políticas neorreformistas o populistas de izquierda, o queden confinados a la mera resistencia”.
Desde Marx y Lenin en adelante no se conoce otro camino que el de la delimitación política y la acción revolucionaria.
Es evidente que un partido revolucionario de la clase obrera tendrá que encarar múltiples problemas políticos. Pero “el principal problema estratégico” es enfrentar las políticas frentepopulistas y de colaboración de clases con una política obrera independiente y revolucionaria, que tenga por norte estratégico la lucha por el gobierno de los trabajadores. No es con “autoconstrucción”: la formación de consejos/soviets solo podrá darse en medio de un proceso de amplia movilización de masas, como instrumentos directos de la necesidad de dar una dirección de coordinación de la lucha en curso. No se trata de recetas autoconstructivistas, sino de políticas revolucionarias de independencia de clase.
Esta conclusión simple es llevada en cambio por Albamonte al terreno de que el problema sería visibilizar al obrero no solo como asalariado, sino también como “productor”, en una interpretación pretendidamente gramsciana. Y encarar la lucha contra el dominio político-ideológico del liberalismo en el terreno de la “sociedad civil”. Este es el terreno preferido del PTS-FT tan preocupado por la intelectualidad academicista.
En este “proceso de preparación” superestructural, con base en la clase media y la academia, el PTS deja de lado la intervención directa en la lucha de clases, en la Argentina, en forma directa rechazando la militancia sobre el movimiento piquetero.
Las nuevas formas de lucha que propugna ahora el PTS-FT
Con un poquito de autobombo, el documento central de la Conferencia destaca que su organización francesa (Révolution Permanente) “cumplió un papel muy importante en la organización de los sectores más avanzados” en el transcurso de la histórica movilización de masas que se desarrolló durante meses contra la reforma previsional de Macron.
¿Que proponía Révolution Permanente? según la resolución aprobada:
“La lucha por la autoorganización de la vanguardia obrera para poder incidir, a partir de allí, en el curso de la huelga contra la estrategia para desgastar al propio movimiento que lleva adelante la burocracia sindical y para imponer una huelga general que pueda hacer caer en forma revolucionaria a Macron.”
Para ello habría “apelado a tácticas de reagrupamiento de los sectores en lucha impulsando el Réseau pour la Grève Générale (Red por la Huelga General)”.
En un plenario al que caracterizan como un “gran éxito político” informan haber reunido en el mes de marzo “más de 600 personas” con la concurrencia de trabajadores “de sectores estratégicos y contando con la participación de estudiantes, periodistas e intelectuales importantes”. Debe haber sido una reunión importante, en el marco de un movimiento de masas que movilizó a millones en sus jornadas de lucha.
Pero “la Red” es un agrupamiento amplio, colateral de su partido Révolution Permanente. La misma Resolución votada lo señala al decir que “la realidad de La Red es que es mucho más amplia que Révolution Permanente”. La “táctica audaz” consiste en que “los militantes de Révolution Permanente “seguirán fortaleciendo la coordinación y autoorganización” apostando al desarrollo de su construcción, “a la vez que abren un debate sobre la necesidad de una organización política, un partido anticapitalista, socialista y revolucionario que sea una herramienta para dar estas peleas y luchar por una alternativa frente a la crisis en curso”. (¿Estarán preparando la constitución de un nuevo “partido amplio” en el que intervendría Révolution Permanente?).
Es de destacar que el PTS-FT en el transcurso de este proceso, no levantó la consigna estratégica de “Fuera Macron”. ¿No había cuestión de poder?
El esquema de autoorganización que propugnan Révolution Permanente y el PTS-FT suena a un esquema preconcebido, semi anarquista, surgido de la cabeza de sus dirigentes. La ola de huelgas que se desarrolló durante meses en Francia fue dirigida por la coordinación Intersindical de las Centrales Obreras. Son las confederaciones y los sindicatos (y sus delegados) los que convocaban a los paros y marchas. El problema entonces era cómo estructurar un movimiento de características antiburocráticas del activismo dirigido al seno del movimiento sindical para disputar por una dirección de lucha a las burocracias. En el Congreso de la CGT francesa hubo un conato aislado, deformado y minoritario de esto.
El paralelismo antisindical, allí donde los trabajadores están organizados, no es el camino para ganar la dirección de las masas trabajadoras y explotadas. La autoorganización proclamada por el PTS va en dirección opuesta a la recuperación clasista y antiburocrática y, por lo tanto, es funcional a la burocracia y a sus esfuerzos por perpetuar su control de los sindicatos. Las iniciativas de autoorganización (auto convocatorias, plenarios abiertos de activistas, mecanismos de coordinación, etc.) son necesarios – más aun imprescindibles- pero sin abandonar y renunciar a la disputa estratégica por la conquista de la dirección de las organizaciones obreras donde se nuclean y referencian los trabajadores.
La Red de Révolution Permanente propugna “la pelea por poner en pie ‘comités de acción’. Lo cual implica la pelea por lograr la participación de la base en los lugares donde se desarrollen, o al menos el activismo”.
¿Las bases sindicales tienen que venir a los “comités de acción” que organice el PTS-FT o los revolucionarios debemos entrelazarnos con las masas trabajadoras en las organizaciones donde estas se organizan?
Botón de muestra
En la reciente sublevación que se ha venido desarrollando en Jujuy (Argentina) el PTS se “empeñó” en poner en práctica su orientación de impulsar la “autoconstrucción”, convocando a una “Asamblea del Pueblo”. Una iniciativa ajena a los procesos de organización y por fuera de los movimientos de lucha en desarrollo. Ya en su primera convocatoria “paralelizó” la medida de lucha que venían desarrollando los docentes. Las siguientes convocatorias languidecieron hasta desaparecer porque se evidenciaron como una “asamblea del pueblo” … del PTS. Se trata de una política no de autoorganización de las masas (o incluso de la vanguardia real) en lucha, sino de autoconstrucción del PTS, que no ayuda a que el movimiento evolucione en su conciencia y organización.
La propuesta del PTS-FT de impulsar “comités de acción” no es solo para Francia, sino lanzada como una “táctica audaz” para todo el proletariado mundial. Es una posición similar a la que viene propugnando el sectario y provocador World Socialist Web Site (WSWS) norteamericano que va un pasito más allá porque propone una “alianza internacional de comités de base”.
Trotsky, propuso a fines de 1935, en Francia, la constitución de “comités de acción” del frente popular. El ascenso revolucionario, producto de la movilización de las masas trabajadoras contra las amenazas fascistas, llevó a la burocracia estalinista a impulsar la constitución de un frente popular con sectores de la burguesía “democrática”, en oposición al frente único que se había constituido en las movilizaciones entre obreros comunistas y socialistas.
Trotsky en su libro ¿Adónde va Francia? consignó: “El último congreso de la Internacional Comunista, en su resolución sobre el informe de Dimitrov, se ha pronunciado por la creación de comités de acción elegidos como apoyo de masas del “frente popular”. Esta es, por cierto, la única idea progresiva de toda la resolución. Pero es precisamente por eso que los stalinistas no hacen nada por su realización. No pueden decidirse a hacerlo sin romper la colaboración de clases con la burguesía”.
Cerca de un siglo después el PTS-FT deforma el pensamiento revolucionario y de acción de Trotsky, transformándolo en una receta general universal. Por supuesto que ningún revolucionario puede estar en contra de impulsar la constitución de comités de base, de acción o cualquier organismo que ayude a reagrupar y coordinar a sectores de la vanguardia. Pero estas no pueden ser inventadas por la imaginación política de un dirigente, sino expresarse por tendencias concretas en la lucha de clases. Los soviets, por ejemplo, no fueron inventados por los bolcheviques, estos los tomaron de la coordinación realizada por las masas en lucha y supieron ver la dinámica general y transformarlos en una ley histórica para los grandes procesos de lucha de masas y revolucionarios.
La práctica histórica del PTS argentino va en contra de sus enunciados de impulsar la formación de “comités de acción” como instancias de frente único y de coordinación de la vanguardia. Solo si los dirigen ellos –tendrían que agregar– y le sirven para hacer proselitismo a sus filas. Demasiado estrecho.
La resolución central de la Conferencia del PTS-FT señala que:
“En Argentina, donde está el PTS que es la organización más numerosa de la FT, aunque la crisis del país es profunda y se plantea la perspectiva de enfrentamientos, aún no hay grandes procesos de lucha de clases como los que fuimos mencionando. En estas condiciones es que estamos llevando adelante una lucha preparatoria fundamental por aumentar la influencia política de la izquierda revolucionaria sobre franjas de masas no solo a través de una gran agitación política “por arriba” donde decenas de referentes del PTS –nacionales y provinciales que han sido protagonistas de múltiples luchas y experiencias– actúan como “tribunos del pueblo” buscando influir con aspectos de nuestro programa y estrategia con una política hegemónica a los sectores más avanzados, sino avanzando en una construcción de partido orientada hacia las estructuras estratégicas de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil, con las asambleas del PTS y las agrupaciones, para, de conjunto, amplificar nuestra capacidad de articular “volúmenes de fuerzas” en la lucha de clases.”
La verdad es que el PTS argentino tiene una presencia marginal en la lucha de clases. Por una definición pequeñoburguesa no solo no participa, sino que suele atacar al movimiento piquetero organizado bajo banderas de independencia política, que es el que se ha ido organizando en las barriadas obreras y plebeyas del Gran Buenos Aires y todo el país y el que viene llevando adelante las principales acciones de lucha y de masas contra los gobiernos y sus planes de ajuste fondomonetaristas. También es marginal en el movimiento obrero sindical en donde, por ejemplo, no ha participado y se ha opuesto electoralmente a la lista antiburocrática que ganó el Sindicato del Neumático, el principal sindicato industrial con influencia dirigente de la izquierda clasista y el que ha protagonizado las huelgas más importantes del período. Lo mismo sucede en las combativas listas y sindicatos de los docentes y profesores, donde es una pequeña minoría, etc., etc.
¿En qué sectores de las masas trabajadoras y explotadas tiene el PTS argentino una posición dirigente?
Su pretendida influencia política se basa en un “trabajo editorial” y sobre la intelectualidad académica y de clase media. Y su política gira en torno a una posición abiertamente electoralista: con más de un año de anticipación proclamó, en forma unilateral, las candidaturas presidenciales centrales que debiera llevar en las elecciones de octubre de este año el FIT.
En todo este período se ha negado abierta y rotundamente a casi toda actividad de movilización conjunta (rechazo a actos unitarios, etc.) del FIT. En las marchas y movilizaciones su columna es una de las más chicas, por lejos respecto de las que moviliza nuestro Partido Obrero e incluso el MST, también integrante del FIT. Cuando afirman en la Resolución aprobada por el PTS-FT que “llevan adelante una lucha preparatoria fundamental por aumentar la influencia política de la izquierda revolucionaria sobre franjas de masas” se refieren a sus candidaturas y a las campañas electorales. Una práctica totalmente deformada según la metodología marxista revolucionaria.
Pero esto no es de hoy. El PTS no participó de las Asambleas Nacionales Piqueteras en los 90, ni tampoco de las Asambleas Nacionales de Trabajadores en los 2000, que fueron grandes instancias de lucha unitaria y coordinación de la vanguardia obrera y popular. También combatió y ninguneó al Plenario Sindical Combativo, máxima instancia de reagrupamiento antiburocrático y clasista, durante largos períodos, para finalmente “incorporarse” tratando de boicotear su alcance de movilización con polémicas charqueras y sabotajes en las jornadas de lucha votadas, evidenciando al mismo tiempo su presencia marginal en el movimiento obrero. “Participó” marginalmente de las Marchas Federales que fueron impulsadas por la Unidad Piquetera. Etc. Etc. Y ni que hablar de que se opuso y se opone más o menos sistemáticamente a que el Frente de Izquierda (FIT) pasara de la unidad en las listas electorales a un plano de frente de unidad y movilización independiente en la lucha política permanente.
Sus intentos de imponer una “política hegemónica” lo llevan a una pseudo “autoorganización”, debiera decir autoproclamación, aislándose de los sectores en lucha que no logra controlar. Por eso cuando habla en la Resolución votada en su Conferencia Internacional de impulsar la constitución de “comités de acción”, debemos ver que en Argentina –donde el PTS es la organización “madre” de la FT- se refiere a… ¡sus propias asambleas del PTS!
La Conferencia Internacional del PTS-FT reafirmo las posiciones conservadoras y de autoproclamación de una corriente centrista sectaria democratizante. La Conferencia fijo como “política internacionalista” el seguimiento de su política en Francia por parte de todas las secciones que lo integran. Uno de los objetivos centrales de esta campaña consistiría en “aprovechar para pedir opiniones de intelectuales en cada país sobre el proceso francés” y la de promover giras como las que hizo algún militante francés por Argentina y España: “Nos proponemos desarrollar este tipo de actividades internacionalistas en las principales organizaciones de la FT-CI” culmina el documento votado por la Conferencia.
Un poco de ruido gatopardista (cambiar formulaciones manteniendo en pie su estrategia conservadora democratizante) y pocas nueces.
Julio 2023