Una pelea dentro de la burocracia
La AFL-CIO realizó su 25° Convención Constitucional los días 25-28 de julio en Chicago. Lo más destacado de la Convención fue la ruptura de tres de sus más grandes sindicatos, el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU), la Fraternidad Internacional de Transporte (IBT) y el Sindicato de Trabajadores de la Alimentación (UFCW). Junto con la Fraternidad Unida de Carpinteros (UBC), la cual renunció a la AFL-CIO en 2001, formaron la Coalición Cambio para Ganar (CTW). Uníos-Aquí, el conglomerado de confecciones, hoteles y restaurantes, ha renunciado desde entonces y se ha unido a la CTW. Cuando todo se aclare, el CTW tendrá cerca de un tercio de los ex miembros de AFL-CIO.
El presidente de la Seiu, Andy Stern; el presidente de los teamsters (camioneros), Jimmy Hoffa Jr.; el presidente de UFCW, Joe Hansen, y el presidente de UBC, Doug McCarron, proclamaron que sus objetivos eran transferir recui sos de la AFL-CIO a los sindicatos miembros mediante la reducción de las cuotas, poniendo más dinero en organizar sindicatos y menos en la acción política (entendido por ambos lados como ayuda al Partido Demócrata), concentrándose más en promocionar las prioridades legislativas y menos en las elecciones, apoyar solamente a los candidatos que apoyen prioridades laborales; fusionar los sindicatos más pequeños, más débiles, en sindicatos más grandes, más poderosos, formar alianzas estratégicas entre sindicatos para organizar industrias y grandes empresas, e incorporar negros, latinos y mujeres en la dirección de los sindicatos.
Estos objetivos no son nuevos ni únicos de la CTW En 1995, la Lista “Nueva Voz”, de John Sweeney, Richard Trumka y Linda Chávez-Thompson, apoyada por la mayoría de los dirigentes de CTW, fue elegida en una plataforma similar de emprender una organización enérgica. Este año, Sweeney y otros dirigentes incorporaron los objetivos de la CTW en su plataforma. Ambas direcciones están totalmente comprometidas en la tradicional perspectiva sindicato-negocios de dominación burocrática de los sindicatos, colaboración con los empleadores y su gobierno, y apoyo a los demócratas.
Las negociaciones para evitar la división continuaron hasta el último momento antes de la Convención, cuando Stera, Hoffa y Hansen anunciaron que boicoteaban la Convención y formaban la CTW. El principal escollo en las negociaciones parece haber sido una exigencia de los sindicatos de la CTW de obtener un voto calificado para poder elegir al sucesor de Sweeney, después de que se retire en la mitad de su mandato, más que por el voto del Consejo Ejecutivo de la AFL-CIO. Un voto calificado daría a los grandes sindicatos de CTW una voz decisiva en la elección del próximo presidente de la AFL-CIO, que de otra forma sería para Trumka. Los dirigentes de CTW dicen, esencialmente: “Nos vamos a quedar si podemos dirigir el espectáculo”.
Las bases sindicales no tuvieron ni voz ni voto en la división. Los sindicatos de CTW son incluso más verticalistas que los que se quedan en la AFL-CIO. La competencia entre la AFL-CIO y la CTW podría fortalecer a las bases, pero la división también acentúa el peligro de que los sindicatos de la AFL-CIO y la CTW se dediquen a robarse afiliados los unos a los otros, más que a organizar a nuevos trabajadores. También debilita a los consejos sindicales locales y de estado, y a los sindicatos industriales y de la industria de la construcción, al igual que a otros departamentos a través de los cuales la AFL-CIO ha tratado de coordinar la actividad de los sindicatos miembros.
La Convención de la AFL-CIO adoptó una Resolución Sindical Contra la Guerra (Uslaw), llamando al “rápido” retomo de las tropas yanquis en Irak. La resolución es vaga y expresada con un lenguaje patriótico de “apoyo a nuestras tropas”, pero es la primera vez, en los 50 años de historia de la AFL-CIO, que la Federación interfiere en una guerra imperialista. La Convención rechazó una propuesta del comité de resoluciones que llamaba a un retiro “tan pronto como sea posible”. La dirección de Sweeney permitió que la resolución fuera ampliamente adoptada porque sintió la necesidad de apaciguar a la izquierda para sobrevivir a la división.
La separación de la CTW no es como cuando la CIO se separó de la AFL en los años ‘30. Ni los burócratas de la AFL-CIO ni los de la CTW tienen soluciones para la crisis del movimiento sindical norteamericano. Los burócratas de la AFL-CIO han fracasado claramente en revertir la declinación. Los burócratas de la CTW ofrecen, en el mejor de los casos, una serie de fusiones y adquisiciones para incrementar la participación de mercado de sus propios sindicatos, no una perspectiva que revitalice a los sindicatos.
El movimiento sindical de EEUU solamente renacerá cuando los trabajadores tomen las cuestiones en sus propias manos, como lo hicieron en los años ‘30. Los trabajadores podrían recuperar los sindicatos burocratizados y organizar Wal-Mart, McDonald’s, Citibank, Toyota y otras empresas no sindicalizadas. Pero esto llevaría a un sacudimiento que está muy lejos de las tímidas maniobras de los burócratas de la AFL-CIO y la CTW.