La huelga de transporte de Nueva York: Termina con acuerdo entre bambalinas


Nunca se consultó a las bases


Con tanto lloriqueo, los patrones describieron un cuadro que les convenía al comienzo de la huelga de transporte de Nueva York. Pintan una dirección sindical débil, indecisa, y una ausencia de apoyo público hacia la huelga. “En la mañana del miércoles, los consejeros más cercanos de Roger Toussaint (el presidente de la TWU Local 100) lo alentaron a que hiciera frente a las difíciles circunstancias. Los trabajadores del sindicato de Toussaint, que habían parado el sistema de tránsito de la ciudad, estaban recibiendo multas y el escarnio público con cada día que pasaba de la huelga sindical. ‘¿Cuál es tu meta?’, le preguntaron gentilmente sus consejeros”.


Este artículo de The New York Times (23/12) continúa informando cómo se sucedieron frenéticos llamados detrás de bambalinas al alcalde Bloom-berg para que ayudara a Toussaint, mientras por detrás otros “líderes sindicales” lo urgían “abiertamente” a que levantara la huelga. Desde la perspectiva de la lucha de clases, saludamos la huelga masiva, votada en una también masiva asamblea y llevada a cabo contra de la voluntad de la dirección sindical “internacional” de la TWU nacional. Saludamos la efectividad del 100% de todos y cada uno de los piquetes, mientras los medios hacían el mayor de los esfuerzos para mostrar a los trabajadores como egoístas porque se ‘robaban’ la Navidad. Algunos, incluso, cruzaron cualquier límite cuando calificaron casi como terroristas a los trabajadores al comparar la huelga con la “catástrofe” del 11 de Septiembre.


 


Enfrentando esa presión, en cada estación de subte y en cada parada de colectivos había una tradicional ronda de piqueteros norteamericanos caminando, con sus carteles diciendo “Si no hay contrato, no hay trabajo”; “Un plazo es un plazo”; “Los trabajadores del transporte merecemos respeto”, y los más modestos pero poderosos “Necesitamos tu apoyo”. La cruda nieve, el frío y los embotellamientos del tránsito mostraban que la clase obrera norteamericana estaba en movimiento.


 


Y aunque la norma era el silencio y la falta de apoyo de parte de otros sindicatos y confederaciones regionales, el Consejo del Trabajo de Troy (en el norte del estado de Nueva York) votó en forma unánime el llamado a que la AFL-CIO convocara a una huelga general en el Estado de Nueva York en apoyo a la huelga de los trabajadores del transporte (nyc.indymedia.org, 22/12).


 


Pero una huelga que comenzó con una votación en asamblea fue levantada, no en asamblea sino simplemente, por una votación de la Mesa Ejecutiva de la TWU Local 100, el 22 de diciembre, sin ninguna consulta con las bases, y sin ningún contrato ganado. Por supuesto, no es una sorpresa que la burocracia sindical de Nueva York haya fracasado en organizar marchas y huelgas de simpatía en lo que es la capital financiera del capitalismo mundial, y que haya dejado a la TWU Local 100 a la merced de los políticos y la prensa patronales, y bajo toda la presión de los burócratas colegas de Toussaint.


 


Más aún, días después, en Navidad, el contenido del acuerdo todavía era desconocido para los trabajadores que habían estado “en piquetes helados, las veinticuatro horas, durante tres días”, de acuerdo al lacónico boletín oficial del sindicato. Los trabajadores recibieron mensajes de texto en sus celulares y mails explicando que “los detalles [del acuerdo] estarán disponibles para todos los trabajadores del transporte muy pronto”.


 


Recién el martes 27 de diciembre se hizo público un “memorando de entendimiento” para una nueva negociación del convenio colectivo, preparado entre la TWU Internacional y la TWU Local 100, por un lado, y el Departamento de Tránsito de Nueva York, por el otro. Lo más importante del memo es lo que no establece: por un lado, se mantienen las enormes multas contra el sindicato y contra los trabajadores (de hasta dos días de salario por cada día de huelga), así como las demandas del alcalde de Nueva York, Bioomberg; por el otro, por encima y más allá de los detalles del acuerdo, el memo estipula que sólo necesita ser aprobado por la mesa ejecutiva de la TWU Local 100 (aunque se espera que la aprobación final provenga de un voto de las bases en su conjunto).


 


Aunque fue retirada la demanda patronal de aumentar la edad de retiro de los 55 a los 62 años, se mantiene la del pago de un adicional del 1,5% de los salarios de los trabajadores para el seguro de salud. También se pospone el reclamo patronal de introducir el llamado “sistema de dos niveles” (two tier system) que establece condiciones de trabajo, jubilatorias y de salud para los trabajadores que se incorporen a partir de la firma del nuevo convenio. Este sistema apunta a utilizar a los trabajadores contratados como un ariete contra los nuevos… para después reemplazar, anticipadamente, a los primeros por los segundos.


 


El nuevo contrato será efectivo por tres años completos, pero caducará en la semana del 15 de enero, y no, como el vigente, durante la semana de Navidad. Esto constituye una enorme concesión de la burocracia, en términos del poder de negociación de los trabajadores. Aunque muchos detalles no verán la luz durante semanas, parece que el nuevo acuerdo, aunque cajonea el “sistema de dos niveles”, involucra un gran número de concesiones, completamente fuera de contexto con la militancia y combatividad de la huelga, que fue apoyada en un 100% por las bases.


 


Lo que se desnudó ante los ojos de todos es que la enorme crisis en los sistemas de salud y de fondos de pensión de los Estados Unidos, al borde del colapso, obliga al gran capital a arremeter contra la clase obrera, no sólo en los países coloniales y semicoloniales, sino justo en el corazón de la propia metrópolis norteamericana, de manera de obligarlos a pagar la cuenta. En esta tarea los ayuda la burocracia sindical, que enfrenta una creciente oposición de parte de los trabajadores de base, quienes han demostrado heroicamente que están más que dispuestos a luchar para defender sus condiciones de vida y de trabajo. Ellos tendrán la última palabra, en ésta y en las muchas batallas por venir.


 

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