Declaración de fundación de la Tendencia Cuartainternacionalista


1. La Tendencia Cuartainternacionalista ha sido constituida por el POR do Solivia, PO do Argentina, CEMTCH (Comité de Enlace de Militantes Trotskistas de Chile), OTR (Organización Trotskista Revolucionaria) de Perú, Tendencia Trotskista de Brasil y por Política Proletaria de Venezuela, en la Conferencia que tuvo lugar los días 4-6 del mes de abril de 1979.


 


2. La Tendencia Cuartainternacionalista delimita su posición política en la forma siguiente:


 


a) Parte del Programa de Transición de la IV Internacional redactado por León Trotsky y puntualiza su posición frente a los problemas emergentes de la situación política imperante, lo que la define como una organización independiente de las diferentes corrientes que se reclaman del trotskismo (Secretariado Unificado, CORCI, etc.). Nace con la finalidad de concentrar, alrededor de claras ideas políticas programáticas revolucionarias, a tendencias y elementos capaces de construir el partido mundial de la revolución socialista, es decir reconstruir la IV Internacional fundada en 1938.


 


3. Esta nueva organización nace en medio de una situación política convulsionada y que corresponde al período de desintegración de la sociedad capitalista. Sin embargo, no nos está permitido deducir de aquí que el trabajo político que se emprende no tenga que vencer descomunales obstáculos, como consecuencia de las traiciones a la revolución y a la clase obrera por parte de la socialdemocracia internacional, convertida en una vulgar agencia del imperialismo, del stalinismo contrarrevolucionario y corrupto y también de los renegados del trotskismo, que como el SU y el CORCI han concluido apartándose del Programa Revolucionario y de las normas organizativas bolcheviques.


 


La Tendencia Cuartainternacionalista tiene plena conciencia que los trabajos encaminados a fusionar al SU y al CORCI despertarán o despiertan infundadas esperanzas en los militantes y simpatizantes poco politizados acerca de que por esta vía pueda estructurarse mecánicamente una poderosa organización trotskista mundial.


 


Nos apresuramos en denunciar que se trata de la vergonzosa capitulación de los que hasta ayer enarbolaron la bandera de lucha contra el pablismo revisionista. De igual manera que el Congreso de fundación del SU en 1963 importó la fusión sin principios entre el grupo pablista timoneado por Mandel, Frank y consortes con el SWP, que por un tiempo animó la existencia del CI. El CORCI, convertido por voluntad de la OCI francesa en un grupúsculo exitista y totalmente extraño a la concepción y métodos del trotskismo, no dubita en sacrificar el poco honor que le queda , para lograr su fusión con los pablistas como el único camino que le puede permitir sobrevivir organizativamente. La Tendencia Cuartainternacionalista dice a los explotados y a los revolucionarios de todos los países que este camino no conduce a la estructuración del partido revolucionario porque importa el abandono de los objetivos históricos del proletariado y de los métodos organizativos bolcheviques. Una de las tareas revolucionarias del momento consiste precisamente, en desenmascarar tales maniobras confusionistas y extrañas al movimiento obrero.


 


Las organizaciones que conforman la TCI han librado una larga y sostenida lucha en el marco del CORCI, contra la OCI francesa y las minúsculas capillas que le hacen eco alrededor de problemas programáticos. Fueron las únicas que lucharon a través de documentos, por realizar y darle una justa base programática a la III Conferencia Trotskista Latinoamericana, la que fue sistemáticamente torpedeada por la OCI.


 


La OCI es la responsable de la prematura degeneración del CORCI, que en ningún momento ha logrado convertirse en una poderosa corriente revolucionaria internacional y menos en una eficaz dirección. La dirección francesa que usurpa el nombre del trotskismo, ha concluido convirtiendo al CORCI en un dócil instrumento que manipula a su antojo para el logro de sus bastardos fines; controla estrecha y despóticamente a las llamadas secciones nacionales mediante el sistema de la doble militancia, esto cuando todavía no existe una internacional y no se aplica el centralismo democrático, como consecuencia de la falta de la debida homogenización política y doctrinaria; el verticalismo y el providencialismo practicado por la OCI, tanto en Francia como en el exterior, no han podido menos que destruir el centralismo democrático.


 


Estos métodos organizativos típicamente stalinistas y contrarios al ABC del trotskismo, no han caído del cielo, son más bien la consecuencia obligada de importantes desviaciones teóricas y en la base de todas ellas se encuentra la falta de comprensión de las burguesías nacionales de los países atrasados, de la identificación, pese a toda la conducta contradictoria de la OCI, de las metrópolis imperialistas con la periferia semicolonial. Esta incomprensión se manifiesta en un manejo torpe de la consigna del FUA, que en los primeros momentos fue identificado con el Frente Popular por parte de la dirección francesa, y considerado como objetivo estratégico del presente periodo de lucha y no como una táctica válida hasta tanto el proletariado no se convierta en dirección política de la nación oprimida y conquiste el poder. La OCI se ha desplazado desde posiciones que importaron la negación de la existencia misma de los movimientos nacionalistas burgueses hasta una total capitulación frente a ellos, desde posiciones unas veces proimperialistas y otras veces ultraizquierdistas, hasta posturas inconfundiblemente democratizantes y mencheviques que siembran ilimitadas ilusiones acerca de la posibilidad revolucionaria del parlamentarismo, o que considera a la Asamblea Constituyente como un tránsito institucional al gobierno obrero, o que buscan sustituir a las organizaciones sovietistas por las Asambleas Constituyentes, como demuestra la desastroza política del POMR desarrollada en el Perú. Ha sido abandonada del todo la estrategia revolucionaria de la clase obrera y que no es otra que la dictadura del proletariado, para dar paso a las maniobras puramente coyunturales. No es casual que la OCI hubiese dado muestras inequívocas de su total falta de comprensión de la revolución proletaria, incomprensión que es resultado del planteamiento fatalista y mecánico de la llamada teoría de la revolución inminente. La dirección francesa no comprende que revolución proletaria y partido de la clase obrera son dos aspectos inseparables y se condicionan de manera mutua. Como quiera que para la OCI toda insurrección, combate, movilización e inclusive alboroto protagonizado por las masas es ya la revolución proletaria, es indiferente que estos estén dirigidos por las direcciones burguesas y la construcción del Partido revolucionario puede seguir el camino de los sucios contubernios y de ninguna manera debe considerarse una tarea prioritaria de nuestra época. En el trasfondo del torpe Planteamiento hecho acerca de los sindicatos en los países atrasados, se encuentra también una desviación del programa revolucionario.


 


La OCI y el CORCI plantean a diferencia del bolchevismo un particular método de construcción de la Internacional, que consiste en el aglutinamiento de elementos antitrotskistas, por el medio de la claudicación y de las fusiones forzadas. La TCI plantea que la IV Internacional solo puede estructurarse alrededor de un claro programa revolucionario teniendo como viga maestra el centralismo democrático, que debe entenderse como el derecho a la discrepancia, a la formación de fracciones y a la amplia discusión interna consideraras como la mejor forma de preparar una unitaria y granítica acción en el seno de las masas.


 


La TCI nace con la firme decisión de entroncarse en el Movimiento de los explotados y no desea permanecer como una secta inoperante, razón por la que repudia todo intento de control burocrático de las secciones nacionales y declara su voluntad de forjar una política revolucionaria a través de una amplia discusión internacional; existiendo ya el programa de la revolución proletaria internacional coadyuvará para que en los diferentes países la concretización de los principios generales de transformación social se traduzcan en programas nacionales.


Si el CORCI ha dejado de ser el canal por el cual puede construirse el partido de la revolución mundial, el mal llamado SU se ha desplazado al campo del enemigo de clase y ha abandonado el programa trotskista. Se trata ni duda cabe, de una organización irrecuperable para el movimiento revolucionario.


 


El SU se incorporó, en el pasado inmediato, a las posiciones pequeño burguesas y aventureras del foquismo casuista. Ha conocido el más resonante descalabro en una política a la que dedicó todos sus recursos y a la que subordinó los movimientos de su organización íntegra. Nadie ignora que el foquismo y el terrorismo individual son completamente extraños al trotskismo. No puede tratarse de un error momentáneo y secundario, porque importa el abandono de la concepción marxista de la revolución de nuestra época y del rol dirigente que debe jugar el proletariado en ella. En otras palabras el SU abandonó el programa trotskista en su integridad por el foquismo y el aventurerismo casuistas. Hay errores y errores. Algunos de ellos se refieren a aspectos tácticos e inclusive a puntos programáticos secundarios. Estas desviaciones pueden muy bien ser superadas por el camino de la autocrítica. Pero, cuando se trata del abandono de los principios del programa quiere decir que una organización se desplaza del campo revolucionario al de la contrarrevolución. La organización que protagoniza tan descomunal salto es irrecuperable para el proceso revolucionario.


 


La supuesta autocrítica que fue presentada en su X Congreso no es tal porque no toca la raíz del problema, no da una explicación, desde el punto de vista de clase, de las razones por las que se desplazó hasta el polo opuesto del trotskismo, de las razones por las cuales se prestó a servir intereses clasistas extraños a los del proletariado. En el futuro tampoco tendrá lugar esta autocrítica, porque supondría la desaparición del SU.


 


Los centristas de toda laya y los elementos que no atinan a salir de su confusión, se sienten como peces en el agua en el SU porque esta organización les permite exponer sus criterios que tienen muy poco que ver con el marxismo. El SU es, en realidad, una federación de las tendencias más diversas y discrepantes. Esta extrema expresión de liberalismo, que no tiene nada que ver con el partido revolucionario, se traduce en una excesiva flojedad organizativa resultado de la carencia de ideas programáticas firmes. Este método de “organización” es totalmente extraño al trotskismo y con su ayuda sólo se puede poner en pie una organización totalmente opuesta a la IV Internacional, como lo es ya el SU.


 


Tanto el SU como el CORCI hablan con frecuencia de gobierno obrero y campesino y lo hacen para encubrir su propia debilidad política y programática. Para ellos gobierno obrero y campesino no es sinónimo de dictadura proletaria, sino, más bien, una fórmula que equivale a un gobierno transitorio en el proceso revolucionario. Como quiera que esta fórmula es presentada como finalidad estratégica, hay que entender que en los países atrasados se la presenta como equivalente de gobierno burgués, en el que debe desembocar el FUA, que es frente de clases diversas y no únicamente del proletariado. Dicho de otra manera, el gobierno obrero campesino, en Doca de los renegados del trotskismo, no sería otra cosa que una versión modernizada de la fórmula de dictadura democrática de obreros y campesinos. Para ellos no es correcto hablar de estatización de los sindicatos ingleses ni siquiera cuando el partido laborista, organizado sobre la base de las entidades gremiales llega al gobierno. Únicamente el fascismo habría materializado la tendencia a la estatización de los sindicatos en nuestra época. Habría una diferencia cualitativa entre sindicatos de las metrópolis y de los países atrasados por considerar que los primeros se desarrollan dentro de la democracia formal burguesa.


 


4. El proyectado XI Congreso del SU puede despertar ilimitadas esperanzas acerca de su regeneración. La desesperación que se ha apoderado de muchos elementos, puede traducirse en tal actitud teñida de fuerte subjetivismo. Oportunamente demostraremos que los documentos fundamentales redactados por la dirección revisionista no tienen nada que ver con los planteamientos trotskistas ni con una autocrítica que pueda ser considerada digna del marxismo.


 


El movimiento trotskista de los países atrasados se ha estructurado partiendo de la teoría de la revolución permanente, en franca lucha contra el nacionalismo de contenido burgués. Tanto en su expresión civil y militar, el nacionalismo, que puede debutar como dirección de las masas de un país oprimido por el imperialismo, no tiene ya posibilidades de cumplir sus propias tareas y menos de consumar la liberación nacional. Esta pasa íntegramente a manos del proletariado. Los que, como los seguidores del SU y del CORCI, se detienen en los estrechos límites del democratismo, toda vez que se trata de la lucha por la democracia, c inclusive por la vigencia de las garantías constitucionales, aislándolas e inclusive contraponiéndolas a la política revolucionaria, que debe comprender todos los aspectos de la vida social, no 'hacen otra cosa que subordinarse al nacionalismo burgués.


 


5. Allí donde el nacionalismo ha logrado apoderarse de las masas, los mal llamados partidos comunistas ya no tienen posibilidades de jugar el papel de dirección política de los explotados. El papel fundamental que juega el stalinismo contrarrevolucionario en la periferia semicolonial no es otro que de servir de arsenal ideológico del nacionalismo burgués. El stalinismo en los países atrasados, como acertadamente señaló Trotsky, no hace otra cosa que ofrecer el plato recalentado del menchevismo. Cualesquiera que sean las oscilaciones de los PC, éstos, en sus períodos excepcionales de radicalización no dejan de considerar que, en los países atrasados, el poco desarrollo de las fuerzas productivas, obliga a luchar por la revolución democrática en la que todavía la burguesía nacional está llamada a jugar un papel protagónico de primerísima importancia. Es esto lo que tiene que explicarse para poner de relieve el carácter contrarrevolucionario del stalinismo, porque en los países atrasados la burguesía puede seguir ocupando un primer lugar en el escenario político como ocurre en el Brasil de nuestros días.


 


6. No está del todo descartado que los grupos foquistas y los terroristas puedan volver con ímpetu a la acción, pero sí lo está que puedan convertirse en direcciones revolucionarias de las masas.


 


El foquismo en la actualidad es una postura vergonzante busca reflotar bajo la careta de organización de masas. Inclusive los grupos que parecen haber realizado una severa autocrítica de sus equívocos de ayer, siguen siendo totalmente extraños a la clase obrera y a los explotados en general y persisten en su empeño de aparecer como sus sustitutos. Por esta razón están imposibilitados de transformarse en organizaciones revolucionarias masivas, lo qué no impide que puedan reclutar a algunos trabajadores desesperados.


 


El partido de la clase obrera, que siendo minoritario hoy tiene la posibilidad de convertirse en el futuro en caudillo nacional, no sólo es la expresión de la conciencia de clase, sino que se transforma, por ocupar un lugar en la lucha cotidiana de las masas, en el elemento imprescindible para la evolución de aquella.


 


Lima, 6 de abril de 1979


 

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