“Arguments for socialism”


Por Tony Benn Ediciones Penguin Books (1980)


 


La decadencia no le ha dado un minuto de respiro al capitalismo británico, y este retroceso constituye la base de su profunda crisis política. Si las estadísticas marcan la declinación económica del viejo imperio, las luchas y divisiones en el seno de sus dos principales partidos —conservador y laborista— son un claro indicador de las tormentas políticas.


Con el gobierno conservador de Madame Thatcher, surgido en 1979, que prometía reflotar al capitalismo inglés sobre las espaldas de la clase obrera, se profundizó la recesión económica, aumentó el número de quiebras y continuó sin parar el declinio económico. La Thatcher aprovechó a fondo la colaboración de la burocracia de los sindicatos y del laborismo, que sumieron a la clase obrera inglesa en un profundo retroceso, como lo revela que el número de huelgas el año pasado fue el más bajo de los últimos 40 años. Pero la ofensiva conservadora no tiene perspectivas, porque la crisis económica mundial sigue car-' comiendo las frágiles bases del capitalismo inglés. Ahora, se añade un nuevo elemento, y es el comienzo de cambio en el movimiento obrero. En marzo una huelga minera obligó a la Thatcher a retroceder, luego se produjo la huelga en los servicios públicos, se sucedieron marchas contra la desocupación, etc. Si en 1979 la Thatcher presentó un frente unido, gracias a un programa de ataque sin tregua al movimiento sindical, ahora tiene que hacer frente, junto a la resistencia obrera, a una división interna en su partido y en la Confederación Patronal.


Por el lado laborista, los gobiernos de Wilson y Callaghan, no sólo condujeron a la derrota electoral del partido a manos de la derecha de los conservadores sino a un profundo dislocamiento de éste y a una crisis estructural de los sindicatos. Detrás de esta crisis está el callejón sin salida en que se encuentran los planteos reformistas del laborismo. Las exigencias de la crisis económica del capital le impusieron ceder en toda la línea ante una política de ataque profundo contra el movimiento obrero.


La división en los dos principales partidos, en el cuadro de una sin igual crisis económica y de agotamiento de la política reformista, plantean el principio de una crisis del régimen político, de una caída anticipada de la Thatcher a más tardar para las elecciones previstas para 1983.


Como respuesta a esta crisis se fue delineando, dentro de los distintos sectores que se reclaman de la izquierda del laborismo, un ala dirigida por Tony Benn, que sintetizó sus propuestas políticas en un libro publicado en 1979 y reeditado por Penguin Books bajo el título “Arguments for Socialism” (Argumentos para el Socialismo). Tony Benn (un ex Lord), fue miembro de los gabinetes de Callaglian y Wilson, es decir, que es un hombre que sale del “establishment”. La importancia actual del libro radica en que gran parte de sus propuestas fueron aprobadas en el Congreso del Labour Party en octubre pasado y que Benn es un candidato a “líder" del Labour (el “líder" es el primer ministro en caso de triunfar en las elecciones). Como resultado de esto una decena de parlamentarios laboristas se escindieron y formaron otro partido, el “Council for Social Democracy”, denunciando que el Partido Laborista se deslizaba por la pendiente del marxismo y de la subversión de las instituciones del Estado británico.


Arguments for Socialism" pretende ser también una crítica a la experiencia de los gobiernos laboristas anteriores, sobre todo los de Wilson y Callaghan en los cuales Tonny Benn fue Secretario de Industria (1974) y de Energía (1975-79).


Tony Benn se coloca en la tradición fabina, cristiano socialista, de la dirección del Labour, desde su fundación.


– “Marx, Engels, Rosa Luxemburgo y Trotsky, junto a una amplia franja de filósofos socialistas extranjeros – mezcla Benn – han sido leídos por los socialistas británicos así como hemos desarrollado nuestras propias creencias en la libertad, democracia e igualdad y esto está reflejado en la Constitución del Lobour Party” (pág. 39).


El intento de conciliar la Biblia con El Capital, la lucha por el derrocamiento del capitalismo con su evolución gradual humanista, para finalmente presentar al Lobour Party como algo extraño a las clases, está en vivo antagonismo con el marcado carácter de clase del desarrollo político británico, toda vez, que el Labour Party nación, se desarrolló y se sostiene en los sindicatos obreros, la organización de masas del proletario.


Esta contradicción refleja el pasado gradualista del capitalismo británico y la capacidad que tuvo, por un tiempo, de crear una aristocracia obrera. Lamentablemente para él, Benn quiere resucitar este legado en condiciones de un capitalismo en picada, que evoluciona hacia los 3 millones de desocupados y que se prepara para un ataque todavía más a fondo contra los trabajadores. Este solo dato demuestra que esta fracción no puede en modo alguno darle una perspectiva revolucionaria al proletariado inglés. No es más que un exabrupto transitorio de la lucha interna en el laborismo, de la poca diferenciación política existente y maniobras del reformismo para contornear la radicalización de las masas.


Pero la crisis del capitalismo inglés y del Labour obligan a Benn a presentar un programa por referencia a la crisis del régimen político. Es lo que él denomina “alternativ eco-nomic strategy” y “democratic socialism”. Lo primero es una condensación de su gestión como Secretario de Industria y Energía, que se resumen básicamente en una especie de “democracia industrial", de publicitación de las cuentas y negocios de los trust, defensa de los consumidores, etc. Se trata del planteo clásico reformista de "democratizar” los trust que no sólo deja en pie su dominio de la economía sino que busca el consenso obrero con la acción de los monopolios. Es lo opuesto del control obrero que impone la soberanía obrera sobre los capitalistas, abriendo el camino a su expropiación. Lo relevante de los planteos de Benn son sus propuestas políticas y los medios para llevarlos adelante. Propone una democratización del Estado, comenzando por el Labour Party, por medio de la elección de los parlamentarios por las secciones locales con reselección anual, y elección del líder del Labour no sólo por los parlamentarios sino por los sindicatos y circunscripciones. Además, propone abolir la Cámara de los Lores (pero no propugna suprimir la Monarquía) y el retiro de Gran Bretaña del Mercado Común Europeo. Para esto Benn realiza una defensa a ultranza del sufragio universal y del parlamentarismo. “Pero cuando los pobres y los desfavorecidos están armados con la papeleta electoral o la maquinaria electoral pueden votar por escuelas y hospitales y casas para sí y sus familias que, como individuos, no podrían pagarlos” (pág. 143).


Son estas propuestas las que abrieron la ilusión de que podría operarse una depuración de los dirigentes más corrompidos y colocar a dirigentes más ligados a la base al frente del Labour. Esto provocó una cierta efervescencia en los cuadros sindicales y un relativo crecimiento en la afiliación individual al L.P..pero al mismo tiempo la mayoría de la burocracia fue reajustando sus alianzas para impedir el progreso de esta llamada ala izquierda. En la medida en que Benn es un convencido de las bondades del sufragio y un enemigo de la acción directa de las masas, sus prepuestas de cambio tienen el límite del aparato que controla los sindicatos y el Labour. Esto es aún más acentuado por el nivel de retroceso del movimiento o braco, lo que facilita las trenzas en la burocracia sindical y partidaria.


Benn propugna la abolición de la Cámara de los Lores por obsoleta e innecesaria, pero no de la Monarquía. “Todo el hombre se manifiesta en este pequeño detalle”, decía Trotsky de los Benn de su época. Porque declararse democrático y socialista y no plantear la abolición de la Monarquía es oponerse a la transformación completa de la sociedad de sus lastres “reales”. Porque contra todo lo que sostienen, inclusive los laboristas, que se trata de una figura decorativa, la Corona es —en los papeles y puede serlo en la práctica— la máxima autoridad del país. Confirma o no a un nuevo gobierno, puede arbitrar en caso de crisis política o parlamentaria, pero sobre todo la burguesía puede utilizarla como una fuerza extraparlamentaria contra la clase obrera. La Monarquía es pues un reaseguro contra u-na crisis del Estado, situada por encima de las instituciones representativas.


La crisis económica mundial y el retroceso absoluto de Gran Bretaña obliga al capitalismo inglés a un replanteo de sus relaciones con el resto de la burguesía mundial. Benn, en su libro, propugnó rediscutir las condiciones del Reino Unido en el mercado común europeo (pag. 163) para luego modificarla por la del retiro completo de la comunidad económica europea. Es evidente que este planteo toma en cuenta la crisis del mercado común con las devaluaciones monetarias periódicas pero esto no significa que la vuelta a una suerte de proteccionismo, que preserve al capital inglés de sus competidores europeos, salve a la economía británica.


Benn propugna también el control parlamentario de las fuerzas armadas y sus servicios de seguridad, y señala que es la manera de “impedir la remota posibilidad de un golpe militar en momentos en que la nación se encuentre en dificultades”(pag. 176). ¡Preocupación significativa en un país como Gran Bretaña! Esta postura se ha demostrado hasta el cansancio no sólo como falsa sino sobre todo que el rol parlamentario ha sido el de frenar a las masas para salvar la acción militar.


Los planteos de Benn representan una tentativa de renacimiento del centrismo como alternativa a la crisis laborista. Se trata de un centrismo, como decía Trotsky, de elasticidad muy limitada y de una cualidad de izquierda profundamente oportunista (“Adonde va Inglaterra”). Se opone a la acción directa de las masas, confía en la acción parlamentaria y es absolutamente incapaz de señalar cómo pretende resistir a la acción del gran capital contra las masas y contra las propias medidas que propugna.


Al impasse del capitalismo británico y mundial, Benn le suma el impasse de la política reformista. La vanguardia obrera laborista no puede entramparse en el democratismo de Benn pues es incapaz de dirigir al proletariado, máxime' cuando lo que está planteado es una aceleración de la crisis económica y de los enfrentamientos entre las clases.


 


25/6/81

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