El informe Brandt


"Norte-Sur – Un programa para la supervivencia” es el informe de una “comisión independiente sobre problemas internacionales del desarrollo” que se constituyera en 1977 bajo la presidencia de Willy Brandt. Fue publicado bajo la forma de libro el año pasado y la traducción al español fue editada por la “Editorial Pluma”, con el subsidio financiero del Banco de la República de Colombia.


El llamado “Informe Brandt” se presenta como una respuesta al actual impasse económico y político en que se encuentra la situación mundial, cuya profundidad aparece enfatizada en largas consideraciones. Se afirma que “la crisis que actualmente atraviesan las relaciones internacionales y la economía mundial presenta grandes peligros que parecen tornarse cada vez más graves… la década de los 80 puede presenciar aún mayores catástrofes que las ocurridas en la de los 30” (págs. 47 y 72).


El diagnóstico del Informe es que “no se ha reconocido suficientemente que uno de los principales factores que explican la crisis actual es el abismo que separa a los países ricos de los pobres… abismo tan amplio que en los dos extremos la gente parece vivir en mundos diferentes" (pág. 47). Junto a esto, se insiste, reiteradamente, está planteado el problema del armamentismo que constituiría el material mismo de la catástrofe: “es posible que con las armas estemos ya cavando nuestra propia tumba" (pág. 21). Más que un presagio, se trata de una realidad cotidiana para una parte entera de la humanidad, si se considera que frente a los 800 millones de miserables y hambrientos que pueblan el planeta “la mitad del uno por ciento del gasto militar anual financiaría todo el equipo agrario que se necesita para aumentar la producción de alimentos y permitir el casi total autoabastecimiento en los países de bajos ingresos y de producción alimentaria deficitaria”, o que por el precio de apenas “un jet de guerra, que vale 20 millones de dólares, se podrían establecer 40.000 farmacias de aldea”, o lo que cuesta un tanque moderno, un millón de dólares, “financiaría 1.000 aulas escolares para 30.000 niños”, etc. … (pág. 22).


Para superar este panorama el “Informe Brandt” postula un acuerdo global entre los diversos regímenes políticos del planeta, es decir, en el cuadro de las relaciones sociales y políticas actualmente vigentes. Por esto, el documento propone que los acuerdos comiencen a estructurarse a partir de una “reunión cumbre en favor de la supervivencia”, entre jefes de Estado de algunas naciones representativas del Norte y del Sur. Es precisamente una reunión de este tipo que se realizará en octubre del presente año en la ciudad de Méjico.


La esencia del “Informe Brandt” consiste en plantear que la factibilidad de una solución a la crisis mundial surge de la existencia de “intereses mutuos y recíprocos entre el Sur y el Norte".


Se insiste en que el "desarrollo del Sur" sería benéfico para los países del “Norte”, asociados todos por una necesaria e inevitable interdependencia. En este contexto se plantea la necesidad de un “acuerdo global” para superar tanto los problemas más graves del “Sur” (miseria, pobreza, hambre), como las barreras que afectan actualmente el comercio de bienes y capitales a nivel mundial. Esto se conseguiría, fundamentalmente, a través de la “industrialización del Sur” con "masivas transferencias de fondos" del Norte, eliminando las barreras proteccionistas que afectan actualmente al comercio y estableciendo una total cooperación política entre "Norte y Sur”.


¿Norte-Sur o naciones opresoras y naciones oprimidas?


La denominación "Norte-Sur” en la clasificación de las naciones del planeta no debe ser pasada por alto porque indica ya el carácter mistificador y utópico que revisten una serie de propuestas del libro. Norte-Sur aparece como una determinación neutra o natural-geográfica para ocultar lo que es en realidad la polaridad de una relación social específica que nada tiene de “natural”: la explotación capitalista del mundo. La división entre naciones opresoras y oprimidas es una determinación social esencial del régimen capitalista, en su presente fase.


Según el “Informe Brandt” “los intereses mutuos del Norte y del Sur se basan en los cambios implícitos en la industrialización del Sur” (pág. 106). El razonamiento es formalmente el siguiente: la industrialización del Sur, al mismo tiempo que resolvería los problemas más extremos del atraso y la pobreza, crearía oportunidades para la inversión del recurso de que dispone el Norte —el capital—; crearía —además— un flujo de divisas capaz de mantener en un nivel adecuado el comercio internacional y favorecería la exportación de productos manufacturados del Sur, eliminando su monoexportación de productos primarios. Siendo tan simple la cuestión lo que el “Informe” no explica es por qué fórmula tan ventajosa no fue ya aplicada. Y no podría explicarlo porque escamotea, precisamente, el contenido de explotación que fundamenta el “abismo” que separa a las naciones de la Tierra.


En realidad, el atraso del “Sur” es la fuente de superlucros del capital que viene del “Norte”, es decir, de una enorme masa de plusvalía que acaparan los grandes monopolios y trusts que han extendido sus negocios en el “Sur”. Así como el monopolio de un adelanto tecnológico en manos de un trust constituye una fuente de superganancias, en relación a las empresas que operan con tecnologías menos avanzadas, el monopolio del desarrollo de las fuerzas productivas por el Norte imperialista es una fuente de superbeneficios en relación a las semicolonias.


En los países atrasados la tasa de ganancias es elevada porque la participación del trabajo vivo en todas las ramas de la producción es relativamente alta en relación al trabajo muerto (maquinaria, medios de producción); y es del trabajo vivo, de su exacción, que el capital obtiene su lucro. El conjunto de los factores que hacen al atraso —incluyendo los bajos salarios y las materias primas baratas— son los factores fundamentales del lucro del capital imperialista y por esto éste está interesado en mantenerlo. Esto no significa, de ningún modo un estancamiento absoluto de las naciones atrasadas (el capital imperialista subvierte permanentemente este atraso) sino la exacerbación de sus desigualdades sociales internas y el bloqueo al ulterior desarrollo de las fuerzas productivas. La industrialización no puede despegar auténticamente sin una revolución social que barra con las supervivencias arcaicas, lo contrario sería una nueva agregación de industrias artificiales (Irán bajo el Sha). Pero el imperialismo es el enemigo número uno de toda revolución social; por su naturaleza está condenado a aliarse con las clases más reaccionarias y conservadoras. La misión Brandt no aprendió nada del fracaso de la Alianza para el Progreso, que contaba (como no cuenta Brandt) con el apoyo del imperialismo yanqui.


Si por industrialización de las naciones atrasadas se entiende apenas un cierto aumento del producto industrial en el conjunto del Producto Bruto de un país atrasado, como resultado fundamental de la inversión externa y de la descomposición del régimen agrario esto es exactamente lo que viene sucediendo desde hace tres décadas. Como es evidente esto no ha ayudado en nada a evitar la crisis económica mundial actual ni los problemas esenciales de la pobreza y la miseria de los llamados países periféricos. El “Informe Brandt” se limita a repetir, en este sentido, viejas fórmulas, rodeadas de inflamadas consideraciones morales sobre los intereses “mutuos”, pero es incapaz de realizar el más mínimo diagnóstico de la situación actual y un balance de las últimas décadas.


Utopía y realidad


Uno de los planteos centrales del “Informe” es su propuesta de “transferencia masiva de fondos” hacia los países “periféricos”. Ahora bien, ¿de dónde saldrían los fondos?


El “Informe” postula la imposición de un gravamen a nivel planetario sobre el comercio mundial. Cuando se sabe que en la actualidad un porcentaje enorme del comercio internacional es un verdadero contrabando realizado entre filiales de las grandes empresas imperialistas, a través de sobre y subfacturaciones de las más variadas especies, el planteo no pasa de una absoluta inocuidad. Un sistema tributario internacional es impensable sin un “gobierno internacional” —como se llega a sugerir en el propio “Informe”—. Pero si el imperialismo pudiera resolver sus contradicciones internas a través de un supergobierno planetario… no sería imperialismo. Lo que rige en las relaciones interimperialistas es la fuerza del poder económico y del poder militar… y por esto lo que prima es la tendencia al proteccionismo y a la guerra comercial. La fantasía del superimperialismo, que pertenece a Kautsky, capaz de moderar las fricciones internas del sistema, fue enterrada bajo el salvajismo sin igual de dos guerras mundiales.


El mismo carácter utópico revisten las invocaciones morales en favor de la reducción de las inversiones en armamento, mostrando las maravillas que podrían operarse si “se dedicara solamente una parte de ese gasto improductivo al gasto productivo del desarrollo” (pág. 21). Pero resulta que este gasto improductivo es justamente una fuente de valorización del capital que permite elevar incluso (por ocupar capital excedente) la tasa de beneficio en el resto de los ramos productivos. La utopía consiste en querer liberar a la humanidad del peso del armamentismo sin liberarla del capitalismo que lo genera. Fuera de la utopía reformista, en el conjunto de prioridades establecidas por el informe, como puntos de partida para un acuerdo global entre el Norte y el Sur, se encuentra implícito el objetivo de permitir una todavía más amplia internacionalización de la economía bajo la hegemonía del gran capital imperialista. Así en lo que se refiere al problema del capital extranjero, todas las medidas propuestas apuntan a "garantizar" sus inversiones en las naciones oprimidas. Por esto se indica que sería deseable un régimen internacional que establezca que “los países anfitriones no deben restringir transferencias corrientes como son las utilidades, regalías y dividendos o la repatriación de capital”. Con mayor énfasis todavía se señala que cualquier “nacionalización debe venir acompañada de una justa y efectiva compensación, realizada bajo principios internacionales similares, que deben incorporarse a las leyes nacionales” (págs. 288/9). Poco más adelante se afirma también que “es necesario y legítimo que el FMI imponga condiciones a los miembros que utilizan el crédito” (pág. 321). Cuando se trata de los negocios del gran capital desaparece la demagogia humanizante que campea en todo el texto y se plantean, sin medias vueltas, los viejos clisés de la política imperialista.


Conclusión


El “Informe Brandt” fue precedido ya por otro tipo de informes similares, como el denominado "Reestructuración del Orden Internacional” elaborado por un grupo de especialistas para el Club de Roma y el denominado NOEI (Nuevo Orden Económico Internacional), aprobado en 1975 por las Naciones Unidas. Este último —el NOEI— fue presentado por los gobiernos burgueses de los países atrasados, reclamando una mayor participación en el ingreso mundial y la aceptación de ciertas medidas de disciplinamiento al ingreso de capital extranjero en los mismos. El “Informe Brandt” representa una respuesta a estos reclamos, buscando una composición, desde la óptica del gran capital. Por esto mismo postula que las negociaciones se lleven a cabo a través de una especie de “paritaria" de representantes del “Norte” y del “Sur” y no a través de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el cual el voto de los países imperialistas es formalmente minoritario. Lo que nos importa destacar aquí es que, de todos modos, el punto de vista común de todos estos documentos es el de la aceptación del cuadro político mundial en el cual se desarrolla el antagonismo “Norte-Sur” (eufemismo que, además, encubre a la URSS entre los representantes del “Norte” desarrollado). Es decir, no se propugna la liquidación de tal cuadro sino su "mejoría” mediante una “más equitativa” distribución del ingreso mundial entre los distintos países, normas "más justas” en la regulación de sus relaciones, etc. … Se trata, por lo tanto, de planteos burgueses, esto es, que propugnan una serie de medidas correctivas en el cuadro de la hegemonía del capital imperialista en la economía mundial.


Que el “Informe Brandt” busque introducir su política con los métodos de la zanahoria y no del garrote, criticando el belicismo, propugnando el “diálogo” y “la paz” y ofreciendo una que otra mínima concesión, no cambia la esencia del asunto. Se trata de una variante de los planteos del imperialismo bajo el ropaje del colaboracionismo socialdemócrata.

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