Historia del trotskismo argentino (Primera parte)


Historia del trotskismo argentino

(Sus orígenes hasta 1945)


Primera parte


 


INDICE


Introducción……………………………………….64


Los orígenes del trotskismo en Argentina…………………………………………66


El primer grupo sudamericano de la Oposición de Izquierda…………. 66


Dos grupos por un nuevo partido………. 67


Una unidad efímera………………. 68


El fracaso de la LCI y el "entrismo” en el PSO……………. 69


Fin del Entrismo: nuevamente el problema de la unificación ….               70


El problema de la liberación nacional…………..72


 


 


Introducción


Surgido durante la década del 30, el movimiento trotskista argentino recién conquistará alguna influencia en el movimiento obrero y estudiantil por los años 50, que aumentará durante los 60 y 70. Sus primeros 15 años de historia, sin embargo, lo marcarán de un modo singular, y alumbran muchas de sus vicisitudes posteriores.


En primer lugar, por su origen mismo. Como en otros países latinoamericanos (y europeos) surge de una escisión del PC, aunque sumamente minoritaria. Por añadidura, el PCA está lejos de gozar en ese momento (fines de los 20) de una gran influencia en el movimiento obrero, sindical o políticamente. Por un lado, las corrientes anarquistas y anarcosindicalistas poseen aún hegemonía dentro de un proletariado que continúa marcado por las tradiciones “anti-políticas” de sus orígenes, bajo la influencia de la inmigración europea. Para medir, aún deformadamente, la influencia política del PC, digamos tienen las elecciones de 1928, obtiene 7.600 votos, contra 6.60C0del PS —aunque a la deformación propia de un recuento electoral haya que sumar la circunstancia de que un gran porcentaje de los obreros son extranjeros. Añádase a aquello la presencia aplastante del radicalismo, que es literalmente plebiscitado en esas elecciones (838.000 votos). El PCA, que como Partido Socialista Internacionalista en su origen, había amenazado ser un competidor importante del PS, se ha visto además sumamente debilitado por una hemorragia de escisiones durante los años 20.


Minoritarios, los trotskistas se encuentran de entrada delante de un período de neta reacción política: escasos en número, sus militantes son también perseguidos por el gobierno fascistizante de Uriburu. Las posibilidades de desarrollar una importante fracción dentro del PC (como en Chile y Brasil), se desvanecen. Paradójicamente, el primer pico de ascenso del movimiento obrero (1933-36) va a fortalecer sobre todo al PC, quien tendrá a partir de entonces una influencia determinante en el destino del proletariado organizado. Para ese momento, el núcleo oposicionista inicial ha literalmente desaparecido sin dejar rastros. El relevo ha sido tomado por militantes mucho más jóvenes y sin experiencia, aunque incluyendo a un ex sindicalista anarquista expulsado del PC. La debilidad de los trotskistas no impide que el PCA se sume entusiastamente a la campaña contra el “hitlero-trotskismo” lanzada por la IC y el PCUS, caza de brujas que agrava el sino de por si reaccionario de la etapa, simbolizada por el Ministerio del Interior fascista, Sánchez Sorondo, quien propone que los obreros continúen vistiendo su uniforme de trabajo en su casa y en la calle, para “distinguirlos”.


Jóvenes y sin experiencia, numéricamente débiles, marginales de un movimiento obrero cuyas organizaciones se debilitan, los grupos trotskistas de la época son el teatro ideal para el florecimiento de disputas personales y de diques. Pero realizan asimismo un notable esfuerzo por superar su handicap original, en el que se orientan a clarificar su programa de intervención. La polémica sobre el planteo de “liberación nacional" que se desarrolla en sus filas constituye, en su modalidad, una verdadera novedad en el movimiento de izquierda de la época. Veamos por qué.


La década del 30 se caracteriza mundialmente por los preparativos para una segunda conflagración interimperialista, sobre todo luego del ascenso del nazismo al poder en Alemania, que materializa la peor derrota del movimiento obrero durante el siglo XX. Este eje de la política mundial tiende a transformarse cada vez más en el eje de la situación política de cada país. Todo el esfuerzo de los revolucionarios internacionalistas, con León Trotsky a su cabeza, se centra en dotar a la vanguardia obrera de un programa y de una organización para intervenir en la catástrofe que se avecina. La elaboración del Programa de Transición y la proclamación de la IV Internacional significan que se ha logrado preservar al bolchevismo, contra la burguesía imperialista que prepara una nueva guerra, y contra la burocracia stalinista, que procura un statu-quo con el imperialismo mundial. Un aspecto fundamental del programa revolucionario para la nueva situación, es el consagrado a la actitud de los pueblos coloniales y semicoloniales frente a la guerra imperialista: “el tronar del cañón en Europa suena la hora de su liberación” —afirmaba el Manifiesto de la IV Internacional frente a la guerra, uno de los últimos escritos de Trotsky.


Es esta cuestión la que está en debate (para el 99 por ciento de ellos, de un modo inconsciente), entre los trotskistas argentinos durante los años 30, cuando en Argentina también el problema de la guerra comienza a dominar la situación política. En esa polémica, sin embargo, parece que pasara al revés la película de la lucha ideológica del socialismo ruso previo a la Revolución de Octubre.


En la Rusia zarista, bolcheviques y mencheviques se encontraban de acuerdo sobre el carácter de las tareas inmediatas de la revolución, correspondientes a una revolución burguesa. La divergencia comenzaba al discutirse qué clase habría de dirigirla: la burguesía liberal, respondían los mencheviques, los obreros y los campesinos instaurando una dictadura democrática, respondían Lenin y los bolcheviques. La intervención de Trotsky rechazó la posición menchevique, que colocaba a la clase obrera a remolque de una burguesía que había harto demostrado su incapacidad de llevar a cabo su propia revolución democrática; y corrigió la posición bolchevique, señalando que el alzamiento democrático de los campesinos habría de llevar al poder a la única clase revolucionaria de las ciudades: el proletariado. Este, una vez en el poder, no podría limitarse a ejecutar medidas democráticas, sino que se vería de inmediato obligado a atacar la propiedad privada burguesa, dando así inicio a la revolución socialista. Esta célebre formulación de la "revolución permanente” (que no se detiene ante los límites democráticos), fue un formidable anticipo de la dinámica de clases de la Revolución Rusa, y se incorporó desde entonces al arsenal teórico del marxismo. Su alcance programático universal consiste en que analiza la mecánica de clases de toda revolución que se plantea en su inicio resolver las tareas democráticas irresueltas por la burguesía.


Pues bien, entre los trotskistas argentinos un acuerdo formal existía sobre el carácter “permanente” de la revolución, es decir, sobre que ésta daría lugar a la toma del poder por el proletariado (de otro modo, desde luego, no hubiesen sido trotskistas). Pero este acuerdo carecía de importancia, pues lo que estaba en discusión era nada menos que el punto de partida, sobre el que no había habido desacuerdos entre los marxistas rusos: ¿Qué carácter tienen las tareas inmediatas de la revolución? ¿Existen tareas democráticas incumplidas en Argentina? No, las tareas son puramente socialistas, respondía un sector que prácticamente identificaba a la Argentina con las metrópolis imperialistas. Sí, las tareas son agrarias, democráticas y antiimperialistas, respondió hasta el cansancio otro sector, sin ir mucho más allá. Sin contar, como lo veremos, toda una serie de posiciones híbridas y ambiguas que, mediante el eclecticismo, pretendían eludir una respuesta tajante a la cuestión.


Se trata de una notable involución política, tanto más lamentable cuanto que prácticamente todas las energías de los trotskistas se dispersaron en este debate hasta 1945. En realidad, el atraso político de los trotskistas refleja una situación más general: mientras los marxistas rusos constituían corrientes reconocidas y dirigentes del movimiento obrero, los trotskistas argentinos no escapan a la escasa diferenciación política del proletariado. Las corrientes que gozan de un cierto predicamento, o bien están en vías de desaparición (anarquismo), o bien constituyen variantes contrarrevolucionarias cristalizadas (socialdemocracia y stalinismo). La nefasta política de estas corrientes, y la confusión política de los trotskistas, fue un factor decisivo para que esa indiferenciación se perpetuase con el surgimiento del peronismo, que colocará al movimiento obrero políticamente a la cola de la burguesía durante tres décadas. Ni que decir que esto también tendrá una influencia política fundamental sobre la evolución política ulterior del trotskismo argentino.


La influencia sobre los trotskistas del atraso político del movimiento obrero y del peso de los sectores contrarrevolucionarios dentro de la “izquierda” es visible de muchas formas: habrá quienes se opongan a la consigna de “liberación nacional” porque ésta es planteada por el stalinismo, que como parte del viraje hacia la política de “Frente Popular”, la convierte en una etapa previa y separada de la revolución proletaria; de hecho, en una capitulación permanente ante la burguesía. La confusión política de ciertos trotskistas, se refleja en que en lugar de rechazar el contenido reaccionario de esta política, rechazan sólo su forma (la consigna).


La cuestión de las consignas a plantear en Argentina frente a la guerra imperialista está estrechamente vinculada con este debate. Hay que hacer notar que, en este plano, el movimiento obrero argentino no carecía de tradiciones revolucionarias. La oposición a la dirección del PS, que planteó la participación argentina en la Primera Guerra Mundial, estuvo en el origen de la escisión que habría de dar lugar al Partido Comunista Argentino. En estas páginas veremos las dificultades del trotskismo para conservar y superar la tradición de los Socialistas Internacionalistas argentinos, abandonada por el PC, que planteó primero una neutralidad pro-nazi (mientras duró el pacto Hitler-Stalin), para luego transformarse en un agente del belicismo aliado.


El movimiento trotskista -la Oposición de Izquierda, la IV Internacional- es, además, un movimiento internacional. Los debates programáticos dentro del trotskismo argentino conciernen a toda la Internacional: la dirección de la IV tendrá un papel decisivo en la discusión y en la evolución de los grupos argentinos.


Por último, y una vez señaladas sus limitaciones, es preciso indicar que la lucha ideológica dentro del trotskismo argentino es la más rica del movimiento trotskista latinoamericano de los años 30, al cual influirá notablemente.


En Argentina, los trotskistas llegan al viraje político del 4 de junio de 1943 (que prepara el gran viraje de Octubre de 1945 -nacimiento del peronismo) de un modo muy distinto que el burocratizado PC y el esclerosado PS. Cómo, es lo que vamos a ver, anticipando que hemos abusado conscientemente del uso de las citas —dejar hablar a los actores— a sabiendas que los estudios sobre el trotskismo latinoamericano son casi inexistentes, y por lo tanto es conveniente no dar nada por obvio.


Es plenamente válida para la Argentina la reflexión de Guillermo Lora: “Una de las debilidades del trotskismo latinoamericano consiste en que ha perdido su propia tradición, no conoce su historia, lo que lo obliga muchas veces, a repetir viejos errores” (Historia del POR, Ed. Isla, La Paz, 1978, p. 55).


Los orígenes del trotskismo en la Argentina


-Sólo en un sentido limitado puede hablarse de una historia propia del movimiento trotskista argentino— la corriente política representada por el trotskismo se define como internacional por naturaleza, y exige ser juzgada en esa escala en cuanto a su programa, sus análisis y su actividad. Pero este internacionalismo no es una abstracción, opuesta a las especificidades nacionales sobre las que un movimiento político cobra forma. Antes bien, como lo dijera el propio Trotsky: “lo más importante y lo más difícil en política es, en mi opinión, por una parte definir las leyes generales que determinan la lucha de vida o muerte de todos los países del mundo moderno; por otra descubrir la especial combinación de esas leyes que se da en cada país”. (1)


La historia de los primeros años del trotskismo argentino (y de algún modo, toda su historia) está marcada por el combate por establecer esa correlación mencionada por Trotsky, y su traducción en una política precisa. Nuestro eje se sitúa, pues, resueltamente, en el terreno de la lucha de ideas —tanto más cuanto que en el período concernido los grupos y personas que son sus actores distan mucho de ejercer una influencia importante en el movimiento de las masas. Es un hecho que la claridad en la formulación de sus ideas constituye una precondición para el enraizamiento en las masas de una vanguardia revolucionaria que (como la cuartainternacionalista) surge con un carácter muy minoritario. Y más aún para la conservación de ese enraizamiento una vez conquistado. La historia de la lucha por las ideas (el programa) quizá no tenga importancia para quienes se interesan en los movimientos políticos sólo en la medida que hayan recibido su “consagración histórica”. Por el contrario, es desde este punto de vista que presenta interés la historia de los primeros años del movimiento trotskista argentino, como lo demuestra la influencia que ella tuvo en otras organizaciones de la IV Internacional en América Latina.


Primer grupo sudamericano de la oposición de izquierda


En tales términos se refirió el órgano de la Oposición de Izquierda norteamericana al primer grupo oposicionista surgido en Argentina (2). Este estaba compuesto por tres obreros, los tres extranjeros: Roberto y M. Guinney (ingleses) y Camilo López (¿español?), que contaban con una nutrida experiencia en el movimiento obrero y revolucionario (3). El grupo no surge del Partido Comunista “oficial”, sino de la última escisión que éste conoció antes de su total burocratización: el Partido Comunista de la Región Argentina (luego “de la República Argentina”, y finalmente “Concentración Obrera”) dirigido por José Penelón. Parece ser que es la indefinición de éste ante el surgimiento de la Oposición de Izquierda Internacional, su tentativa de preservar el carácter puramente “nacional” de la escisión, lo que mueve a los Guinney y a López (que ocupan cargos de responsabilidad en el PCRA, R. Guinney es administrador de “Adelante", su semanario), defensores desde 1928 de las posiciones de Trotsky, a separarse desde 1929 para fundar el “Comité Comunista de Oposición”.


Roberto Guinney habría estado desde 1927 en correspondencia con James P. Cannon, delegado del PC yanqui al Congreso de la IC, del cual logró sacar clandestinamente las críticas de Trotsky —ya desterrado en Alma Ata— al proyecto de programa.


Se trata pues, del primer grupo sudamericano de la O-posición que hace su aparición pública, pero ni con mucho del más importante. Basta comparar su exiguo número con la Izquierda Comunista Chilena (escisión mayoritaria del PCCh encabezada por su dirigente Hidalgo), o con la escisión surgida de la Juventud Comunista Brasileña (que durante los años 30 estará en paridad de fuerzas con los “oficiales”) para comprender que el título de “los primeros” tiene un valor relativo. El propio PC argentino estaba marcado por su relativa debilidad respecto a sus pares de los países vecinos, lo que no le impidió (y quizás favoreció) ser posteriormente el eje del aparato stalinista en Sudamérica: en 1929 la Conferencia Sudamericana de los PPCC tiene por sede Buenos Aires, y los Ghioldi y Codovilla serán principalísimos actores de la “bolchevización” (stalinización) de los partidos sudamericanos. Síntoma de su debilidad, el PCA conoció cuatro escisiones durante los años 20: por lo menos en tres de ellas encontramos mezclados nombres luego vinculados al trotskismo argentino. Mateo Fossa, Héctor Raurich y Angélica Mendoza participan de la fracción “de izquierda” de los “chispistas” (del nombre de su periódico “La Chispa”) que, enfrentada con un aparato dirigente que se intenta consolidar tempranamente, dio nacimiento en 1925 al efímero Partido Comunista Obrero (4). La posterior escisión de los “frentistas” (postulantes del frente único con, o de la disolución en, el Partido Socialista) cuenta como dirigente, al lado de Alberto Palcos y Silvano Santander, a Luis Koiffman, fundador y dirigente del socialismo internacionalista y del PC, posteriormente militante trotskista en la década del 30 (5). Finalmente, la escisión “pendonista” (con la cual, según la historia “oficial” del PC, “se cierra el ciclo de las divergencias interiores”), cuenta en sus filas con los primeros oposicionistas de izquierda, que no lograrán, sin embargo, reagrupar a los arriba mencionados.


Nacimiento duro, entonces, que se endurecerá aún más de resultas de las condiciones políticas que pronto van a imperar en el país. A lo largo de la década del 30, sólo algunos de los divergentes con la línea oficial del PC y de IC irán llegando, y en orden disperso, al movimiento trotskista, el cual se encontrará, además, casi permanentemente dividido.


Pero no nos adelantemos. En Marzo de 1930 el pequeño núcleo inicial publica el primer número del periódico “La Verdad" (del que sólo saldrán dos), en el cual figura el famoso “Testamento de Lenin”. Luego “un grupito, en su mayoría del idioma israelita, nos salió al encuentro (…). Después que este grupo sacó a luz un periódico en idioma idish, titulado ‘Tribuna Comunista’, se disolvió.


“Llegó después la dictadura uriburista. Algunos de nuestros pocos militantes fueron encarcelados, mientras nuestra situación social y monetaria empeoraba, día a día”. (6)


Pese a ello, y con una actividad muy reducida, el grupo logra preservarse durante el reaccionario período uriburista, y son ocho los militantes que lo rebautizan como “Izquierda Comunista Argentina” (ICA) en 1932, abriendo asimismo un pequeño local. Como toda la Oposición de Izquierda Internacional, se colocan sobre el terreno de la reforma del PC y de la IC. Estos los gratifican con el epíteto de “policías” desde las columnas de su órgano “La Internacional”, mientras el partido vota “unánimemente” resoluciones de condena al “trotskismo”. La ICA publica un “Boletín de Oposición”, mimeografiado, donde expone con toda claridad las posiciones de la O-posición internacional (crítica del socialismo en un solo país, condena de la política del Comité Anglo-Ruso y del bloque de las cuatro clases en China, de la teoría del social fascismo, reivindicación del centralismo democrático contra el burocratismo stalinista, etc.) y llega a plantear algunas críticas a la actividad del PCA: el divisionismo sindical practicado a través del Comité de Unidad Clasista al margen de los sindicatos y centrales existentes (CGT y FORA), el olvido de la cuestión agraria patentizado en la ausencia de tesis y programa sobre el problema… Las críticas al PCA no pasan de allí, no se critica por ejemplo la posición reaccionaria y sectaria que éste tuvo frente al golpe militar contra el gobierno de Irigoyen —gobierno calificado de "radical-fascista" y de "más peligroso que el propio Uriburu por las ramificaciones —de la UCR— en el movimiento de masas”. (7)


El grupo ingresa entonces al período conocido como la "década infame” con un bagaje político y organizativo escaso. Situación ideal para que, ante la segura afluencia de algunos militantes al movimiento dirigido a escala internacional por el prestigioso León Trotsky,florezcan las querellas de personas y de camarillas, justo en el momento en que aquel hace frente a la construcción de una nueva Internacional, luego del 4 de agosto del stalinismo que significa el triunfo de Hitler.


Dos grupos por un nuevo partido


Durante 1932 vuelven de España, luego de haber completado allí sus estudios, dos jóvenes argentinos: el ya nombrado Héctor Raurich, y un joven ex militante del PS, Antonio Gallo. En España han estado en contacto con Andrés Nin y con la Izquierda Comunista Española. Estos, que los han ganado para sus ideas, escriben a la ICA anunciando su llegada. Al llegar a la Argentina, sin embargo, se ponen en contacto con algunos dispersos disidentes del PC y con un grupo de intelectuales, que proyectan sacar una revista (entre ellos se cuenta Elias Castelnuovo). El proyecto se va modificando sobre la marcha, y la revista que saldrá ("Actualidad ) será un vocero oficioso del PC. Es recién una vez fracasada su participación en el proyecto, que el ya constituido "grupo Gallo-Raurich se pone en contacto con la ICA, a través del deportado militante español, J. Ramos López.


‘‘En vista de las escasas fuerzas con que contábamos la ICA, procuramos conocer de cerca el pensamiento y la idea de estos dos camaradas llegados de España y que al parecer no habían sido ‘volteados’ por las 'ofertas' de los oficialistas (…). Para ellos, nosotros habíamos cometido un pecado grave, el de haber salido a la luz y en público, un pequeño grupo de obreros con poca fuerza y con una preparación -según ellos deficiente. Para lavarnos de este pecado, nos proponían como Jordán el ingreso a una ‘sinagoga’ que vendría a ser una gran revista teórica que pensaban ellos editar. Recién después fundaríamos en Argentina la verdadera oposición. A todo esto, sin a-somo de amor propio de nuestra parte, les hemos contestado que nosotros habíamos organizado hace 4 años la Oposición Comunista de Izquierda en Argentina. Convencidos de a pedantería y el oportunismo del grupo Gallo-Raurich , salvando excepciones, no pudimos aceptar tan estúpidas imposiciones y tuvimos que retirarnos…" (8)


Así presenta la ICA la primera división del trotskismo argentino. El precoz Gallo (tiene entonces 20 años) publicó a principios de 1933 un pequeño folleto titulado “Sobre el movimiento de Setiembre. Un ensayo de interpretación marxista” Su grupo (del que ya Raurich se ha alejado como militante activo, cumpliendo al parecer un rol de “inspirador ideológico") se organiza ese mismo año y publica a partir de Agosto el periódico “Nueva Etapa", órgano de la Liga Comunista.


La ICA logra unificarse, en cambio, con un grupo expulsado del PC a fines de 1932, y que tiene a su cabeza al conocido sindicalista Pedro Milessi (que responde por esos años a los seudónimos de Pedro Maciel o Eduardo Islas). Milessi era ya secretario general del sindicato de empleados municipales -su expulsión del PC y la de la decena de los militantes que lo siguen bajo la acusación de “trotskismo”—, que él en un principio negó.


Pero a principios de 1933 se encuentra dentro de la ICA, y en superioridad numérica. Esto es importante, porque en la primer asamblea general del grupo se hará elegir secretario general del mismo, colocando a una mayoría de sus partidarios en los organismos dirigentes. Los viejos miembros de la ICA protestan vivamente: sostienen que el "Grupo Maciel” no ha publicado aún en "La Verdad” las razones de su conversión a la oposición, que ha aprovechado la superioridad numérica para aprobar la participación de la ICA en el Congreso contra la guerra organizado por el stalinismo en Uruguay (para el cual han designado como delegado al propio Milessi), etc. Pero la "vieja” ICA se encuentra sumamente debilitada: el 24 de febrero de 1933 ha muerto su líder, Roberto Guinney, de 64 años, víctima de una infección. Otros dos militantes se retiran al interior del país a ganarse la vida; Camilo López, elegido al CC de la "nueva” ICA cae gravemente enfermo. La protesta de los pocos que quedan da lugar, según ellos mismos, a su expulsión (M. Guinney y "Juana”) o a su suspensión (el tesorero Ostrovsky). Agotados, en un último documento de Diciembre de 1933, relatan amargamente su fracaso y luego se retiran de la vida política (9). Al mismo tiempo, la ICA bajo la dirección de Milessi adopta el nuevo nombre de "Liga Comunista Inter-nacionalista”- “bolchevique-leninista, Sección Argentina” (en conformidad con las decisiones del pleno internacional de la Oposición de Izquierda de Agosto de 1933), y comienza a publicar el periódico impreso "Tribuna Leninista”.


Dos grupos, pues, con una decena de miembros cada uno, que se disputarán agriamente la representatividad del nuevo Partido Mundial de la Revolución Socialista que se comienza a construir.


"Tribuna Leninista” (que aparece con bastante regularidad durante 1933 y 1934) aparece como más activa en el campo sindical: sostiene que el 90 por ciento de sus miembros son obreros. En su primer número reconoce que "en nuestro país el nivel de capacitación política de los comunistas comprendidos los oposicionistas, no es muy grande” (10). Su preocupación esencial es la elaboración de consignas para el movimiento sindical, donde se nota la influencia de las publicaciones internacionales de la Oposición, sobre todo de la española (que vive en esos momentos los prolegómenos de la situación que conducirá a la guerra civil). “La Alianza Obrera contra el fascismo deviene una necesidad insoslayable, así como la creación de milicias obreras deviene una cuestión de vida o muerte para todas las organizaciones obreras” (11). En otra ocación, al publicar la CGT un manifiesto donde apoya al gobierno del general Justo, llama a los sindicatos a dejar de cotizar mientras se mantenga su dirección (12). La elaboración teórica y política (la única que podía despejar a este esfuerzo de su carácter empírico o de mera copia de consignas elaboradas para otros países y otras situaciones) quedaba a cargo de Milessi, quien en una pintoresca sección denominada "De punta y Hacha”, comentaba las noticias de la prensa nacional o internacional…


“Nueva Etapa "(cuyo grupo está compuesto mayoritariamente por estudiantes o "intelectuales”) busca, por el contrario, dar a sus ideas la forma de artículos de fondo o tesis. Su eje es la consigna de un "frente común de los trabajadores y de los partidos y organizaciones proletarias contra el fascismo". Pero se interroga asimismo sobre las causas del fracaso de la intentona fascista de Uriburu, que había sido reemplazado en el gobierno por el general Justo, quien gobernaba con los métodos seudodemocráticos del "fraude patriótico”: "… un rasgo característico de la sociedad argentina: su retraso en todos los órdenes. De esta ley general, menos que nadie, se ha visto excluido el fascismo (…) en este país semicolonial, retardatario, sin industrias, no hay tradiciones históricas, culturales, sociales. No hay otras que las tradiciones liberales de la Revolución de mayo o la llamada ‘generación del 90’, inconveniente a los fines fascistas”. Todo lo cual no impedía que el "conflicto político de la actualidad en el país no es de una manera inmediata entre la revolución proletaria y la burguesía. La amenaza del proletariado no reviste caracteres de agudeza (…) la antítesis presente en el país es entre la democracia burguesa y el fascismo. Quien no ve esto, no ve nada, y si se quiere ver otra cosa, hay que rechazarla terminantemente (…). El peso propio del gobierno de Justo es poco menos que nulo. Se sustenta sohre el cruce de fuerzas políticas o-puestas (…) . Este equilibrio entre los fascistas y los radicales no puede durar. Es el preludio de una dictadura propia o el período de transición de una guerra civil y la dictadura fascista". Pero “El fascismo no es un movimiento de masas. El radicalismo cuenta con la mayoría inmensa de la población; ¿cuál de ambos métodos ofrecerá en el porvenir inmediato a los ojos del imperialismo y de la burguesía agropecuaria perspectivas mayores de estabilidad? Una perspectiva o salida democrática no está excluida, sino que es muy probable.” (13)


El artículo que citamos pertenece a uno de los más capacitados militantes de la época, el estudiante rosarino David A. Siburu, quien fue dirigente estudiantil del PC en Rosario, para luego romper junto a un grupo de militantes de ese sector y pasarse al trotskismo (“Nueva Etapa” era editado en Rosario). En el análisis de las contradicciones políticas de la Argentina, tiende a asemejar a ésta a las condiciones prevalecientes en ese momento en las metrópolis imperialistas europeas (“democracia burguesa o fascismo”). No se tiene en cuenta que las metrópolis que mantienen en su órbita a la Argentina (EEUU e Inglaterra) pertenecen al llamado “imperialismo democrático”. En general, la caracterización del país como “semicolonia”, sirve para presentar a la burguesía argentina como un mero apéndice del imperialismo, sin ningún rol político propio: “no le concede éste (el imperialismo) al Estado argentino ni las fuerzas mínimas de vigilante de sus negocios (…) .Un gobierno que no sea instrumento del capital financiero en las circunstancias presentes es, en general, imposible” (14). La política argentina, así, sería una repetición, ex post, de la existente en los países imperialistas.


Se comete el error de sostener al fascismo como engendrado antagónicamente por la democracia burguesa, y no por la revolución proletaria. Si la clase obrera no es la amenaza, el fascismo no tiene lugar, como una alternativa de los métodos burgueses democráticos. Se evidencia, en esto, una ausencia de programa, pues se cae en el impresionismo al considerar a las escaramuzas entre las reducidas bandas del nacionalismo oligárquico y los radicales como un choque entre las superestructuras políticas del fascismo y la democracia. Son en realidad, un aspecto del Estado policial que acompañó a la restauración de la oligarquía vacuna concentrada en los invernadores del “Chilled beef”.


En cuanto a los principios, ambos grupos se sitúan plenamente sobre los del movimiento internacional por la IV Internacional. Un gran espacio polémico era concedido al lanzamiento mutuo de invectivas personales. “NE” acusaba a los dirigentes de “TL” de “pensar antidialecticamente”. Milessi respondía calificando al “ciudadano Ontiveros” (A. Gallo) y a sus seguidores de “intelectualuchos”. La interpretación del centralismo democrático también es objeto de disputas. Alguna dicusión se produce, aún en plano secundario, sobre el rol del radicalismo en la política argentina, de la cual lamentamos no poseer los materiales (13a). A fines de 1934, E. Islas (Milessi), secretario general de la LCI-BL”, firma una carta abierta proponiendo la unidad: “se argumenta en contrarío que esa unificación no es posible ni deseable, sin una previa puesta de acuerdo en las cuestiones nacionales. En primer lugar, no existen tales cuestiones desligadas de los problemas internacionales; en segundo lugar, y aun suponiendo múltiples asuntos de origen secundario, su solución no puede ser fruto exclusivo de especulaciones filosóficas o … doctrinarias, sino que debe marchar aconsonantada con la luchas cotidianas como determinantes y como fruto de un trabajo colectivo…”(14).


La LCI-BL había logrado reunir 17 militantes, y editaba un periódico sindical (“Resurgir bolchevique”) y otro juvenil ("Luchas Juveniles”); la LCI (“N.E.”) era algo más numeroso y había llegado a establecer núcleos en La Plata, Córdoba y Rosario (donde había reclutado al dirigente estudiantil del PC Daniel A. Siburu). Y la unidad se produjo… luego que la LCI-BL expulsara previamente a Milessi, en un episodio que nos queda oscuro. Milessi continuará ligado al trotskismo y reaparecerá más tarde como dirigente.


Una unidad efímera


Los dos grupos se fusionan a principios de 1935. “Nueva Etapa” y “Tribuna Leninista” desaparecen para dar lugar a “IV Internacional”. Se trata probablemente de la única ocasión en que existió en Argentina un solo grupo trotskista.


Durante todo el período que consideramos la propia debilidad organizativa (y política) de los trotskistas les impone en general una división que, si muchas veces incluye factores personales, en otras hasta obedece simplemente a causas "regionales” (dispersión geográfica). Pero en general todos los grupos y personas se consideran parte del mismo “movimiento”, al que así denominan, y que carece muchas veces de contornos precisos. Con ese carácter, el "movimiento” ha existido siempre desde la constitución del primer grupo. La afirmación de J. A. Ramos sobre "la prolongada campaña antitrotskista llevada a cabo durante más de 30 años por el grupo dirigente del PCA, tanto más meritoria y previsora por cuanto durante muchos años no existieron grupos o tendencias trotskistas en el país” (15), no parece haber sido compartida como Ramos mismo lo indica, por el propio PC, del cual una circular interna de 1935 afirmaba "EL TROTSKISMO ES UN FILTRO DE PROVOCADORES (…) sobre las ligazones con los elementos trotskistas :tanto Milos como la Pino, como Spector y como Pereyra, buscan establecer la mayor cantidad posible de contactos y ligazones con compañeros del partido. ¿Por qué? Para servirse de nuestros compañeros más inexpertos, como conductos para enterarse de las cuestiones internas del partido y tratar de pasar por esos conductos su veneno contrarrevolucionario. Mantener ligazones con esa gente declaradamente contrarrevolucionaria y enemiga del Partido es prestarse a sus maniobras y no se concibe que compañeros lo hagan conscientemente”. (16)


De no haber mantenido su existencia orgánica, no se explica que los grupos trotskistas hayan sido receptáculo de varias de las pequeñas escisiones recurrentes del PCA en los años 30 y 40. Ramos (que trata de borrar cualquier referencia respecto a su pasado trotskista) falsea conscientemente la realidad y se contradice con lo anterior en el mismo volumen citado, afirmando despectivamente que durante los años 30 "sus adherentes (al trotskismo) no pasaban de 20 o 30 personas en toda la República y sus instrumentos de propaganda apenas consistían en una revista de aparición tan irregular como los modestos periódicos que la reemplazaban a través de sus largos silencios”. (17)


La unificación en la LCI significa un momentáneo incremento en la actividad de los trotskistas, pues no sólo une a los militantes de los grupos anteriores, sino también a otros que se habían mantenido independientes. Además de "IV Internacional” (cuyo primer número aparece en Abril de 1935), en Córdoba el militante Aquiles Garmendia (que fallecerá pocos años más tarde) y el boliviano Tristán Maroff (que ha participado en el Congreso de fundación del POR boliviano en esa ciudad) comienzan a editar "América libre”, revista de la que cinco números aparecerán de Junio a Diciembre. Luis Koiffman dirige la edición, a principios de 1936, de una revista cultural "trotskizante” llamada "Visión”; a fines de ese año ese mismo militante intenta crear, sin éxito, un agrupamiento "amplio” dirigido a intelectuales, llamado Agrupación de Propaganda Marxista. En fin, Antonio Gallo, líder del grupo, publicó en 1935 un folleto de 64 páginas —“¿Adónde va la Argentina?”— (subtitulado “Frente Popular o lucha por el socialismo”), destinado a polemizar con la izquierda del PS, que pronto se escindirá para formar el Partido Socialista Obrero.


Es interesante observar cómo en él cobran confusamente forma las ideas centrales que distinguirán a la corriente mayoritaria dentro del movimiento trotskista argentino hasta 1943 y cuya influencia se extenderá mucho más allá: “Marianetti (dirigente de la izquierda socialista, luego del PSO y del PC, NDA) admite que el único modo de liberar al país de la dominación del capital monopolista es mediante la lucha revolucionaria del proletariado. Entonces, ¿qué significa la ‘lucha por la liberación nacional’? ¿Acaso el proletariado como tal no representa los intereses históricos de la Nación en el sentido que tiende a liberar a todas las clase sociales por su acción y a superarlas por su desaparición? Pero para ello necesita, precisamente, no confundirse con los intereses ‘nacionales’ (que son los de la burguesía, pues esta es la clase dominante) que en el terreno interior y exterior se contradicen agudamente. De manera que esa consigna es rotundamente falsa (…) afirmándose nuestro criterio de que sólo la revolución socialista puede ser la etapa que corresponde -para hablar en esos antipáticos términos de fichero que impiden a los obreros entender de qué se trata— a los países coloniales y semicoloniales".


Políticamente, la alternativa seguía siendo "democracia o fascismo": “realizar ahora una política contra el radicalismo, sería tan erróneo como aliarse con él (…). En las actuales circunstancias de defensiva en que se halla la clase obrera, hacer de ellos (el partido Demócrata Progresista, NDA) un enemigo inmediato, sería un error. Hay que mantener una alianza tácita, apoyarles en cuanto sea indispensable y bajo determinadas condiciones contra la reacción declarada, impulsándolos hacia adelante por nuestra acción". (18)


Así, frente a la alianza con la burguesía y la teoría de la revolución por etapas de los partidarios del Frente Popular, la LCI propugnaba, no la independencia de clase en la lucha por la liberación nacional, sino la supresión lisa y llana de la liberación nacional del programa del proletariado. En los hechos, esto conducía a un abstencionismo frente a los problemas democráticos, y a dejarle la iniciativa en relación a ellos a los partidos de la burguesía “democrática" (a los que se pretendía radicalizar) -justo en el momento en que éstos, mediante su integración creciente al sistema político de la “década infame”, demostraban hasta la saciedad su incapacidad para afrontarlos.


En el número 3 de “IV Internacional" (mayo 1936) se sacaban otras consecuencias de esta teoría (en un artículo programático titulado “¿Qué quieren los partidarios de la IV Internacional?”): “(…) reconocimiento del carácter internacional y por lo tanto permanente de la revolución proletaria; rechazo de la teoría del ‘socialismo en un solo país’ así como de la política del nacional-comunismo que la completa (liberación nacional). (…). 5) contra el social-patriotismo y la defensa nacional. Por el derrotismo revolucionario ante la guerra y sus preparativos”. (19). La asimilación de la Argentina a una metrópoli imperialista es aquí completa. Un “nacional-comunismo”, cubierto tras la consigna de “liberación nacional”, y condenado por el bolchevismo, había existido en Alemania durante la revolución de 1923, pero se trataba en ese caso de un país imperialista. Al pronunciarse por principio contra la “defensa nacional" de la Argentina, a la que sin embargo se reconoce como una semicolonia, se coloca a los trotskistas en una posición de neutralidad proimperialista en caso de un conflicto político, o militar, de la Argentina con el imperialismo. Ese habría de ser justamente el caso en el período político posterior, y la perspectiva política de los trotskistas se encontraba falseada desde el inicio.


El fracaso de la LCI y el "'entrismo" en el Partido Socialista Obrero


A principios de 1936, la LCI cambió su nombre por el de Partido Obrero. Con esa denominación actuó seis meses. Quedó por dilucidar si se trató de un simple cambio de marbete o del reflejo de un incremento real de su actividad. En cualquier caso, el pronto abandono del nombre parece indicar las grandes dificultades en estructurar un número creciente de militantes en una sólida organización marxista, capaz de no desplomarse ante los inevitables contratiempos. Los hechos posteriores confirmarían esta idea. En Junio, el Partido Obrero se re-transformaba en la LCI. Su actividad comienza a experimentar un sistemático retroceso, con índices de disgregación. C. Lia-cho, a la sazón periodista en “La Razón”, se había alejado de la LCI con divergencias y acusando a Gallo de “haberlo plagiado” (!) en su folleto ya mencionado. Liacho era, según Liborio Justo, otro de los “discípulos" de Raurich. A fines de 1936 ingresó en el PS para trabajar en su ala izquierda, que pronto dio lugar al P.S. Obrero. Así comenzó el “entrismo”.


Toda profundización en este período del trotskismo argentino deberá tomar especialmente en cuenta esta experiencia entrista, sobre la cual no han faltado materiales. La LCI no había tenido éxito en poner en pie un “Partido Obrero”, se encontraba aislada del movimiento obrero, había tenido una actividad marginal durante las importantes huelgas de 1933/36. Mateo Fossa, que ha encabezado la huelga de la madera de 1934, ha tenido un rol importante en la de la construcción de 1936, y ha llegado a presidir el Congreso Constitutivo de la CGT ese mismo año, no es aún un militante del trotskismo, teniendo sólo simpatía por sus ideas (20). Este aislamiento nacional se encuentra reforzado por el aislamiento respecto al movimiento internacional, con el cual existen lazos muy débiles. El entrismo estaba indudablemente inspirado por el llamado “viraje francés”, que llevó sucesivamente a los trotkistas franceses y norteamericanos a entrar al PS con el fin de intervenir en la evolución de su ala izquierda y reforzar sus posibilidades de reclutamiento (los españoles rehusaron mayoritaria-mente ponerlo en práctica). En esos casos fue el objeto de resoluciones específicas de parte de la dirección de la Liga Comunista Internacionalista (organización mundial de los partidarios de Trotsky) y dio lugar a serias polémicas e incluso a escisiones con algunos que se opusieron por razones “de principio” (la fracción de Oheler en los EEUU, por ejemplo). No fue este el caso de la Argentina.


La discusión sobre la conveniencia del entrismo dividió las filas de la LCI argentina (A. Gallo encabezó la oposición) y su efectivización se presentó más bien como un fenómeno de disgregación de ésta. Luego del ingreso de Liacho y la constitución del PSO, los sectores estudiantiles de La Plata (con “Jorge Lagos”, Reinaldo Frigerio) y Córdoba (con “Costa"-Esteban Rey) de la LCI, ingresaron a él. Los “antientristas” de la LCI comenzaron a disgregarse -el último boletín de ésta apareció en Diciembre de 1937. Finalmente, también ellos intentaron ingresar al PSO (Gallo mismo trató de hacerlo, sin éxito).


Sobre el PSO, poco y nada hay escrito. La versión más corriente lo presenta como un mero apéndice del stalinismo. Ciertamente que postulaba un Frente Popular con la participación de socialistas y comunistas, y que varios de sus dirigentes después lo serán del PC: Benito Marianetti, Ernesto Giudici. Pero muchos de sus militantes volverán a fines de los 30 al PS (21) y algunos, como Joaquín Coca, que postula una especie de frente “anti Concordancia" (coalición conservadora que gobernaba mediante el “fraude patriótico”) entre radicales y socialistas, evolucionarán hacia el nacionalismo: Coca militará en el Partido Laborista que sostuvo la candidatura de Perón. La prédica de los trotskistas alcanzó, además, cierta repercusión. Parece apresurado calificar al PSO como una fracción stalinista cristalizada.


Los trotskistas se van organizando en fracción (o fracciones) dentro del PSO. La dirigida por Liacho edita un periódico mimeografiado, “Frente Proletario”-“Boletín del Marxismo Revolucionario” (cinco números de Agosto a Diciembre de 1937). A principios de 1938 realizan en Córdoba una conferencia Nacional, con militantes de esa ciudad, Buenos Aires y La Plata. En Agosto de ese año (poco antes del fin del “entrismo’’) editan una revista llamada "Marxismo”, “Organo de la fracción marxista revolucionaria del Partido Socialista Obrero”.


Los ingresados posteriormente llegaron a controlar el centro del PSO en Liniers (Provincia de Buenos Aires), y editaron tres números de "Izquierda”, "Organo de afiliados para afiliados”, de Febrero a Agosto de 1938. La militancia en el PSO permitió sacar relativamente a los trotskistas de su aislamiento, ponerlos más en contacto con los problemas del movimiento obrero: Mateo Fossa se acerca definitivamente al "movimiento” a partir de esa militancia (22). El propio Fossa y algunos otros militantes llegan a ser candidatos a diputados en las elecciones legislativas: entre ellos Homero Cristalli (más adelante conocido como J. Posadas), quien había militado organizando el sindicato del calzado de Córdoba, que aprovecha su relativa notoriedad como futbolista en el equipo de Estudiantes de La Plata para presentar su candidatura en esa ciudad. Al PC llegó a preocuparle esta actividad dirigida esencialmente contra la alianza estratégica con la burguesía materializada en la política del Frente Popular. Bajo la pluma de Crestes Ghioldi, sostuvo: "Entre los enemigos jurados de la Alianza democrática están los trotskistas. Su rol no proviene de su número, insignificante. Su rol proviene de su actividad de sabotaje, abastecen de argumentos contra el Frente Popular, tratan de ganar tribunas, se introducen en los otros partidos obreros para desarrollar su pertinaz acción anticomunista. (…) Cubriéndose con la consigna demagógica de la revolución proletaria en la situación y condiciones actuales, intentan aislar al PC, escindir al movimiento obrero, sabotear cualquier tentativa de unidad (…) Hay que luchar con la mayor intensidad contra la influencia ideológica del trotskismo”. (23)


Veamos los fundamentos programáticos de la crítica de los trotskistas al Frente Popular. La fracción dirigida por Liacho afirmaba, en el primer número de "Frente Proletario” (artículo titulado "Nuestros Propósitos"): “Reivindicación del carácter socialista (democrático-socialista) y permanente de la revolución proletaria en el país. Reivindicación del internacionalismo proletario. La lucha antiimperialista es, en primer término, una lucha contra la burguesía nacional".


La confusión teórica es total. Se enuncia una revolución que sería al mismo tiempo democrática y socialista, o sea, que poseería simultáneamente dos caracteres de clase diversos y opuestos. En realidad, se trata de un intento por superar mediante una fórmula ecléctica el problema del carácter de las tareas de la revolución. Además, hasta se pierde el sentido de las palabras: si la lucha antiimperialista es en primer término contra la burguesía nacional, ni siquiera se ve por qué llamarla así.


Poco después, en el Nro. 4: "La revolución rusa demuestra que son traidores al proletariado quienes sostienen la posibilidad de solucionar los problemas democráticos —liberación nacional, cuestiones campesinas y pequeño burguesas— en el régimen burgués y que son peligrosos confusionistas quienes desligan la lucha por la liberación nacional y por las libertades democráticas de la revolución socialista". En el único número de "Marxismo" se afirmaba: “En la lucha contra el imperialismo, el partido debe sostener la consigna siguiente: en la República Argentina, de acuerdo a las condiciones objetivas, económicas y políticas, no hay lucha contra el imperialismo desligada de la lucha contra la burguesía nacional en su conjunto. La liberación nacional la realizará únicamente el proletariado como caudillo de los demás sectores oprimidos, luchando y tomando el poder político, y el peligro de una intervención imperialista terminará cuando sea derribado el capitalismo por la revolución proletaria internacional”. (24)


La concesión al planteo de “liberación nacional" es aquí solo verbal. La fórmula de la “revolución permanente” está planteada al revés. En su formulación original, la “revolución permanente” explica la dinámica que permite al proletariado, apoyándose en la revolución democrática (liberación nacional, revolución agraria), conquistar el poder político e iniciar la revolución socialista, la que no puede detenerse en el marco nacional y se transforma en revolución internacional. Los trotskistas recorrían el camino inverso: partían de la conclusión (la toma del poder) para explicar el punto de partida (las tareas y la dinámica de clases de la revolución). La formulación se falseaba necesariamente: nuevamente se colocaba en el mismo plano la lucha contra el imperialismo y la lucha contra la burguesía nacional; y en lugar de establecer la correlación entre la lucha contra el imperialismo y contra la burguesía (la lucha nacional sólo puede ser consecuente por medio de la lucha de clases; en la lucha contra el imperialismo se agrava, y no debilita, el antagonismo con la burguesía nacional) se identifica a ambos. El rol nefasto de este esquema consiste en ocultar las' tareas políticas de los revolucionarios: emancipar a las masas de la influencia política de la burguesía y sus partidos (UCR), demostrando su incapacidad de luchar contra el imperialismo e impulsando la movilización. En lugar de ello, se planteaba un esquema doctrinario que los reducía a condición de secta, mientras el socialismo reformista y el stalinismo desarrollaban una política que ataba indefinidamente a la clase obrera tras la burguesía. No sabemos del destino ulterior de Liacho: poco después, finalizado el “entrismo” por expulsión de los militantes trotskistas, abandonará toda actividad política.


El otro sector “entrista”, incurría más profundamente en el mismo error. Antonio Gallo escribía en el Nro. 1 de "Izquierda”:


"…basándonos en ellos y en el análisis de la realidad nacional, sostendremos, fundamentalmente, lo siguiente: el carácter de la evolución capitalista del país, según lo afirman incluso Justo y Del Valle Iberlucea y que ahora niegan algunos advenedizos; por consecuencia, el carácter socialista de la revolución en nuestro país”. (25)


Anotamos al margen que Gallo alcanza en ese momento cierta notoriedad gracias a una conferencia radiofónica que pronuncia sobre la historia del tango, en el marco del concurso "¿Cuál es el mejor tango?” organizado por la revista "El Suplemento”.


Fin del entrismo: nuevamente el problema de la unificación


Bajo el manto de una aparente calma chicha, la situación política argentina evolucionaba conforme el mundo se iba acercando a la Segunda Guerra Mundial. Para las elecciones presidenciales de 1937, el radicalismo levantó la "abstención revolucionaria” y presentó la candidatura de Alvear, representante del sector conciliador de la UCR. Será derrotado (fraudulentamente, como era normal) por el candidato de la Concordancia, que no es ni un militar ni un conservador, sino el radical antipersonalista ’ Ortiz, con buenos puentes hacia la UCR- El PSO (lo mismo que el PC) adhirió a la candidatura de Alvear. Los trotskistas en su seno (y los pocos de afuera también) sostienen en cambio las candidaturas del PS, negándose a apoyar a un candidato de un partido burgués. El proyecto de una "izquierda socialista” organizada en partido se va desvaneciendo. Muchos militantes del PSO vuelven al PS, otros emigran más tarde al PC (indudable inspirador del sostén a Alvear). El PSO conservará una existencia cada vez más languideciente hasta mediados de los años 40, cuando los cambios políticos lo barrerán de la escena.


Las exclusiones de los trotskistas serán pronunciadas en 1938. Mateo Fossa, que había ido a México representando varios sindicatos a un congreso sindical latinoamericano organizado por el stalinismo y sus aliados (ver apéndice documental) se enterará a su retorno de su exclusión. En México, Fossa se había entrevistado tres veces con Trotsky —el texto de las entrevistas será rápidamente reproducido en folleto- y le había demandado personalmente su adhesión a la Cuarta Internacional. Tanto el texto como las impresiones verbales de Fossa tendrán mucha repercusión no sólo entre quienes se consideraban como más o menos pertenecientes al "movimiento', sino también entre sectores obreros ligados a él. Para algunos, será la primera vez que el problema de la construcción de la Cuarta en Argentina estará planteado seriamente. Dedúzcase de ello la importancia de la autoridad personal de Trotsky, aún ejercida de manera indirecta. Como quiera que sea, con su exclusión del PSO, se inicia para los trotskistas una etapa de desorganización.


Entretando, el movimiento había reclutado un nuevo miembro, sobre cuyas características conviene detenerse. Liborio Justo era hijo del General Agustín P. Justo, presidente de la República de 1932 a 1937. Pero no sólo a ese hecho debía su notoriedad. Estudiante en el período del movimiento universitario de la Reforma, había jugado un papel dirigente en éste, y sido un miembro activo de los grupos culturales a los que influyó (Nueva Generación, Nueva Sensibilidad). Un libro sobre la Patagonia, editado varias veces, le había procurado un nombre literario. Viajero inquieto, había recorrido Europa, los EEUU y buena parte de América Latina cuando, en 1933, “conversando con José Gabriel, a quien conocía y había descubierto mi condición de comunista y de trotskista, le dije: -Si los stalinistas me admiten, pienso ingresar en sus filas y cumplir en ellas una trayectoria que tengo delineada, antes de aparecer públicamente como trotskista”. (26)


Como sea, en 1934 viaja a los EEUU vinculándose con los trotskistas de ese país, e igualmente con la fracción “ultra izquierdista” de Oehler, recientemente excluido. Es en 1935 que ingresará al PC (o que se transformará en un "compañero de ruta” como señala Alexander, lo cual es más probable). Por poco tiempo. En 1936, un hecho espectacular (de los que era afecto) lo hace entrar "en los murmullos del pueblo” (27): en ocasión de la recepción a Roosevelt se hace expulsar del recinto de la Cámara de Diputados luego de gritar "Abajo el imperialismo norteamericano!” -delante del presidente yanqui. Ese mismo año, en oportunidad de una encuesta sobre los medios para defender la cultura contra el avance del fascismo, recomendará secamente: "el uso de una ametralladora”. Una ola de críticas se levanta en su contra, incluidas las de los propios stalinistas. Justo aprovecha la ocasión para romper con ellos, publicando una "Carta Abierta a los compañeros comunistas – Rompiendo con la Tercera Internacional”, en la que critica la política nacional e internacional del stalinismo, los procesos de Moscú contra los viejos bolcheviques, proclama su solidaridad con Trotsky y la necesidad de una nueva internacional. Si bien su ruptura tiene un carácter individual, no deja de tener cierta repercusión. La carta abierta fue publicada por la conocida revista "Claridad" e incluso reproducida por los trotskistas chilenos con fines de propaganda. De inmediato se lanzó a una actividad sobre la cuestión que en esos momentos conmovía al país todo, especialmente a la clase media intelectual: la guerra civil española. Publicó un periódico (“España Obrera”) en el cual, amén de las informaciones, se criticaba la política del Frente Popular, se denunciaba la represión contra el POUM de Nin y Maurin, y se defendían las posiciones de la IV Internacional. Liborio Justo no temía enfrentarse ni con su clase ni con sus amigos de ayer, pero probablemente su personalidad correspondiera más que ninguna otra en Argentina a la del “militante tipo” de la IV, descripto por Trotsky: “…la IV ha reagrupado elementos valientes a quienes no les gusta ir a favor de la corriente… gente inteligente que tiene mal carácter, siempre indisciplinados… pero siempre más o menos ‘out-siders , separados de la corriente general del movimiento obrero. Su gran valor tiene evidentemente su lado negativo, porque quien nada contra la corriente no puede estar ligado a las masas”. (28)


Su personalidad, sus antecedentes, su propia cultura política y hasta los recursos personales de que dispone dada su situación social (29) lo predisponen a jugar de entrada un rol dirigente en el movimiento trotskista argentino. El 7 de Noviembre de 1937, con motivo de la recepción de una carta de Diego Rivera (famoso pintor mejicano, amigo de Trotsky y militante cuartista) sobre la Pre Conferencia Americana de la IV Internacional, Justo convoca a una reunión en su casa a la que asisten representantes de todas las “tendencias" del movimiento. Justo (en esa época "Bernal”) plantea la necesidad de una acción unificada, en primer lugar la edición de una revista “lo que se malogró -dice- por la actitud de los compañeros que habían ingresado dentro del PSO, representados por Liacho, quienes se presentaban como grupo, lo que resultaba inaceptable para nosotros que entendíamos deber tratarnos como individuos” (30) —frase que retrata su caudillismo.


“Nosotros”, es decir, los “antientristas” (para Justo los entristas cometían el error de no publicar un órgano cuartista independiente), encabezados por Justo, Gallo, “J.P." y Milessi (que en ese momento se desempeñaba en la dirección de la USA, central sindicalista formada luego de la división de la CGT en 1936) acordaron publicar unidos tal revista. El proyecto se demoró, según Justo, por las viejas desavenencias personales entre Gallo y Milessi, que concluyeron apartándose este último. En Julio de 1938 apareció el único número de “Nuevo Curso” que reproducía esencialmente artículos de la prensa trotskista internacional. Poco después, Milessi, "J.P.” y un grupo de seguidores comienzan a publicar "Inicial”, que continuará publicándose hasta 1941 y cumplirá un rol importante de agrupamiento.


Por fin, Justo y Gallo también se separarán, asimismo por "motivos personales". En ese momento de dispersión (el grupo del PSO viene de ser expulsado y se encuentra desorientado por el abandono de la actividad de su "Líder”, Carlos Liacho) Justo decide partir en cruzada contra los "males” del trotskismo argentino, publicando un folleto impreso: “Como salir del pantano”. En él se acumulan invectivas personales (“Juana Palma es, según Gallo, la Rosa Luxemburgo argentina. Convengamos. Tiene cierto parecido físico… El Sr. de Peniale, revolucionario de volumen -físico-… Milessi estará en su puesto haciendo de caudillo del Partido Radical..El punto fuerte de Gallo son sus estudios sobre el tango…, etc.) críticas políticas, críticas a opiniones vertidas en conversaciones de café, críticas a las concepciones filosóficas y hasta a los gustos artísticos de los "dirigentes”, en fin, propuestas respondiendo a la pregunta del título. Desde luego que los afectados tendieron a agruparse al margen y contra Justo, incluso Narvaja, el único por el que observó cierta piedad ("un capaz e inteligente compañero del litoral"). Pero muchas de sus críticas apuntaban justo a vicios evidentes de la militancia trotskista del país. En su entrevista con Trotsky, Fossa se había quejado que una buena parte de los bolcheviques leninistas de Argentina eran "onanistas de café” (31). Justo evidenciaba una voluntad de militar seriamente, lo que le valió el apoyo de ciertos sectores (el grupo de "estudiantes de La Plata” de Jorge Lagos, un grupo de "estudiantes anarquistas” encabezado por Jorge Abelardo Ramos -"Sevignac”- "Irían” el propio Mateo Fossa) con los cuales comenzó a publicar en Abril de 1939 "La Internacional” (luego “La Nueva Internacional”) que será la base sobre la que se construirá el G.O.R. (Grupo Obrero Revolucionario).


El GOR se mostró muy activo, editando su prensa en gran tiraje -5.000 y hasta 10.000 ejemplares en ocasión del asesinato de Trotsky pese a su escaso número de militantes, unos 15.


Este esfuerzo de aparato, sin embargo, no ocultaba la impaciencia por montar un grupo político importante sin pasar por un paciente trabajo militante: la mayoría de los periódicos eran regalados en puertas de fábricas y plazas públicas.


Un obrero del transporte —yugoslavo— que participo del GOR, recuerda: “Quebracho (nuevo seudónimo de Justo, NDA) desplegaba una actividad extraordinaria en el movimiento, explicable por sus condiciones económicas, su voluntad de trabajo en un movimiento bajo su jefatura, su haber ideológico, además de cierta mayor seguridad en el trabajo ilegal del que pudiera gozar cualquier otro militante” (32). Todo ello no impidió que se retiraran del GOR Lagos (Frigerio) primero, a fines de 1939, en desacuerdo con la consigna de "liberación nacional” (sobre lo que nos ocuparemos) para formar su propio grupo; Ramos después (en .una disputa mucho más oscura en la que pretendió expulsar a Justo) que formó con sus seguidores (seis estudiantes, nos dice el obrero arriba citado) el grupo “Bolcheviques Leninistas” (B.L.)- a los que hay que agregar al propio Gallo, que había reiniciado la publicación de “Nueva Etapa” y reconstituido la LCI ya mencionada. El grupo “Inicial" hizo alguna tentativa unitaria que fracasó, a fines de 1939, pero que le atrajo algunos militantes dispersos. Poco después le tocó a un grupo de "independientes, probablemente una nueva escisión del PC (33) intentar formar una Comisión de Unificación, que fracasará en unir a todos los grupos, pero que permitirá el acercamiento de "Inicial”, “Nueva Etapa”, el "grupo de La Plata", el “de Rosario” y aún el "de Córdoba” (animado por Posadas, y que pronto volverá a su aislamiento inicial). Es a este proceso al que se refiere Orza (el obrero transportista mencionado) quien se desprende en esa ocasión del GOR. al constituirse el grupo con el nombre de ‘Inicial’ enseguida empezaron a delimitarse dos posiciones: una cuya preocupación principal era la lucha antistalinista, llegada a expresarse como corriente antimarxista a (…) esta discrepancia ideológica nos llevó a formar otro grupo, La Liga Obrera Socialista, integrada por Ontiveros, Miguel, Mecha, Marga, Angélica, Fernández, el grupo de obreros tranviarios de los talleres ferroviarios de Liniers y de otros militantes, con la adhesión del grupo de La Plata -Lagos— y el de Rosario -Narvaja-. En realidad fue el único grupo trotskista que tuvo una cierta base obrera. El papel de cerebro teórico lo desempeñaban Ontiveros, Narvaja, Lagos…” (34). Estamos en Marzo de 1940, y en Julio, Ramos y su grupo adhieren a la LOS. En apariencia la inmensa mayoría de los cuartistas argentinos se han unificado. Pero la dispersión es el signo del momento: Lagos y Posadas vuelven a “abrirse” poco después, para volver a su “independencia regional”. La Conferencia Nacional de la LOS, prevista para fines de 1940, no se realiza. La LOS, que había escrito al Comité Ejecutivo de la IV Internacional -desplazado ya de París a Nueva York con motivo de la guerra— pidiendo su reconocimiento como sección, deberá reducir sus aspiraciones.


Entretanto el GOR, en el que había quedado Mateo Fossa, redobla sus esfuerzos gracias a la actividad de Quebracho, continúa publicando su prensa y se refuerza incorporan o a algunos núcleos obreros en Resistencia y Mendoza. En ay de 1941 estima que su crecimiento es suficiente como para transformarse en Liga Obrera Revolucionaria (LOR).


El problema de la liberación nacional


Si nos hemos detenido brevemente en la figura de Quebracho, es porque su presencia en el “movimiento” argentino obrará como un verdadero catalizador de las posiciones políticas en juego. Bien que el no fuese ajeno al clima de disputas y enconos personales existente, se preocupó asimismo por dar un carácter político a las divergencias.


La polarización en torno a dos grupos principales (LOS y GOR) ayudó a la politización de las diferencias. Pero mucho más ayudó la propia evolución de la situación política. La abstracción y el personalismo de los planteos se fueron desdibujando frente a la necesidad de definiciones políticas precisas ante una situación cambiante. La exacerbación de la disputa interimperialista, que conduciría en breve plazo a la guerra, interimperialista, que conduciría en breve plazo a la guerra, trastornaba todas las relaciones dentro de la burguesía argentina, y las de ésta con los distintos imperialismos. Dividir a la burguesía argentina entre aliadófilos y germanófilos sería un esquema demasiado simplista: a ello habría que agregar la disputa que en el campo aliadófilo se libraban (con menos ruido) los sectores tradicionales proingleses y proyaquis. En fin, ninguna clasificación de este tipo podría rendir cuenta cabalmente de que no se trataba de una mera disputa entre agentes de imperialismos rivales, sino de una burguesía que discutía su reubicación frente a un sistema imperialista debilitado y en crisis, que amenazaba con transformarse radicalmente de resultas del conflicto mundial. La historia dijo que esta crisis podía llegar a refractarse de manera singular en la institución por excelencia del Estado  – el Ejercito – produciendo un resultado inesperado  para todos los sectores en pugna, a través de crisis su vas y de una intervención de las masas. Por el momento ios cambios se reflejaban en el deterioro del sistema político de la "década infame”: a la novedad de un presidente ex radical hubo que agregarle el contrasentido de que éste interviniera la provincia de Buenos Aires, en manos de un conservador (el filofascista Fresco) que era el símbolo mismo del “fraude patriótico". Las viejas oposiciones políticas (conservadores/radicales, radicales/socialistas, socialistas/comunistas, etc.) tendían a ceder espacio a otras nuevas: un aliento de Frente Popular había corrido las calles de Buenos Aires cuando la tribuna del 10 de Mayo de 1936 albergó un formidable anticipo de la Unión Democrática de 1945 -UCR, PDP, PC, y PS.


Dentro del movimiento trotskista, Quebracho ocupaba por su propia extracción familiar y experiencia, un lugar privilegiado para analizar los conflictos en el seno de la burguesía argentina. Lo hizo con agudeza en una serie de artículos y folletos, donde trató asimismo de fijar los lineamientos de la conducta política a adoptar por los trotskistas. Fueron estas posiciones las que hicieron precipitar claramente las divergencias políticas. Transcribiremos algunas lo más brevemente posible.


“La Argentina es un país semicolonial sometido al imperialismo. Esta situación se deriva, en primer término, de su condición de país agropecuario que la coloca frente a los grandes países industriales, en una situación de dependencia análoga a la que se encuentra el campo respecto a la ciudad. La Argentina ha sido, durante largos años, una especie de apéndice económico de Europa y particularmente de Inglaterra, que absorbe buena parte de su producción. Esta situación deformó por completo el desarrollo armónico de las fuerzas productivas del país, paralizando su evolución industrial y la consiguiente creación de un mercado interno, al mismo tiempo que permitiendo a la oligarquía ganadera argentina con intereses paralelos al imperialismo inglés —eternizarse en el poder hasta llegar a constituir el principal freno al progreso de la República (…) Hipólito Irigoyen, aunque no en la forma en que lo exigían los verdaderos intereses del país, significó una pequeña reacción contra este estado de cosas. Por eso mantuvo la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mundial, por eso pretendió nacionalizar el petróleo y por eso, también, la oligarquía y el imperialismo lo derribaron (…) el partido Radical no fue desalojado del poder por verdaderamente antioligárquico y antiimperialista, sino por mal servidor de la oligarquía y el imperialismo"(35). Para reducimos a lo Esencial, títulos y subtítulos de otros artículos darán idea de su contenido: “Los socialistas de la Casa del Pueblo, vanguardia bélica del imperialismo anglo-francés – Los stalinistas mantienen una ‘neutralidad’ al servicio del nazismo (se vivía la momentánea vigencia del pacto Molotov-Ribbentrop, NDA) — El pueblo argentino no quiere ir a la matanza. El grito do: neutralidad se extiende por todo el país — Mantengamos la neutralidad, no en nombre de Hipólito Irigoyen, sino en nombre del internacionalismo obrero – Mientras Hitler ‘protege’ a Europa de Inglaterra, EEUU se apresta a ‘proteger’ la América Latina de la amenaza nazi – El país marcha hacia el establecimiento de un gobierno de fuerza, resultante de la lucha abierta entre los sectores oligárquicos vinculados a los bandos imperialistas en pugna — ¿Debemos sometemos e ir a morir al servicio del imperialismo o luchar por la liberación nacional?". Para redondear el pensamiento de Justo, veamos su respuesta a esta última pregunta: “Es preferible la tutoría yanqui a la miseria —se ha convertido hoy en la voz de orden de la burguesía ganadera argentina (…) Aprovechemos la declinación evidente y posible caída definitiva del imperialismo inglés, que tiene engrillado al país y paraliza su progreso, para alcanzar nuestra liberación económica. En ninguna forma es posible permanecer impasible ante la perspectiva de que esas compañías de servicios públicos, empresas industriales, sociedades agrícolas y Bancos ingleses cambien de dueños y vayan a parar, como herencia de guerra, a manos de los EEUU, según todas las posibilidades parecen indicarlo. Lo mismo puede decirse de territorios que legítimamente pertenecen a la Argentina, como las Islas Malvinas. El pueblo argentino debe exigir y tomar medidas para que le sea restituido todo lo que le pertenece (…) El pueblo tiene ante sí un doble camino en que se abre esta doble perspectiva: luchar por la liberación nacional o someterse e ir a morir al servicio del imperialismo que lo oprime y explota. Su vanguardia, el proletariado revolucionario, debe hacerle elegir su ruta”.(36)


Había acá úna evidente preocupación por extenderle un "certificado de ciudadanía” a la IV Internacional en Argentina —Quebracho incursionaba en temas e incluso empleaba vocablos que hasta el momento habían sido el patrimonio de sectores nacionalistas (algunos grupos reformistas, FORJA) (37) y con menor medida del propio stalinismo. Pero la polémica que desataron los representantes del “viejo” movimiento trotskista no fue en absoluto terminológica. Bajo la pluma de Antonio Gallo, “Inicial” publicó un artículo titulado "La posición de la IV Internacional -¿Liberación nacional o Revolución Socialista?” en el que se leía: “Conquista teórica definitiva. Hace treinta años, el dirigente reformista Juan B. Justo afirmó lo que constituye una conquista teórica irrenunciable del proletariado argentino en su conjunto, ratificada por centristas del tipo Del Valle Iberlucea, enriquecida y completada por los distintos movimientos marxistas habidos en el país y defendida sobre todo, por los dirigentes de la IV Internacional en Argentina: el carácter capitalista de la evolución del país y el carácter socialista de la revolución. Este principio es la piedra fundamental de la lucha de clases del proletariado argentino, su mejor conquista en el terreno teórico (…) El que niegue esto es un vulgar traidor al proletariado.


“La burguesía argentina, a diferencia de la de los demás estados indoaméricanos se basa en una economía de cierto grado propio, tiene una gran experiencia, cuenta con un Estado bien organizado y un aparato de represión formidable. Ya ha hecho su revolución y está dispuesta a gozar de sus beneficios. No tiene el menos propósito de lanzarse a ninguna revolución 'antiimperialista'. (…) José Carlos Mariátegui, el gran marxista americano, hizo notar acertadamente esta diferencia existente tre la Argentina y los demás estados americanos. El radicalismo v la oligarquía son cómplices por igual del capitalismo financiero internacional que domina económicamente a la Arnentina ( ) No hay más revoluciones democráticas, sino revoluciones socialistas. La IV Internacional no admite ninguna ronsiana de “liberación nacional” que tienda a subordinar al proletariado a las clases dominantes y, por el contrario, asegura que el primer paso de la liberación nacional proletaria es la lurha contra las mismas.             .              ,              .


“Hace poco el señor Marianetti reedito esta consigna stalinista y últimamente la han hecho suya un señor Quebracho v los fascistas de la Alianza de la Juventud Nacionalista. Pero en las filas de la IV Internacional no se logrará introducir la infusión al respecto. En un artículo reciente de ‘La Nueva Internacional' (Inero de 1940), el camarada J. Lagos califica de ‘Variante del Frente Popular’ a la consigna de 'liberación nacional’, posición que es exactamente idéntica a la de los fascistas (…) La ‘liberación nacional' no tiene nada que ver con nuestro movimiento. ¡Por la lucha de clases! ¡Por la revolución socialista! (38)


Pocas veces se había hablado tan claro -el dedo estaba puesto en la llaga. Jorge Lagos había en efecto defendido posiciones similares dentro del GOR (en el que las posiciones de Quebracho alcanzaron luego hegemonía), antes de separarse v pasar a engrosar la LOS. Para ésta escribió un folleto en Octubre de 1940 -que jugó un importante rol en ese momento-en el que podía leerse: “Así como valoramos en su verdadera importancia el rol combativo de la clase media urbana y rural, nos negamos terminantemente a condicionar el caracter, la intensidad, la forma del movimiento social de la clase obrera a las veleidades, inconsecuencia y debilidad de la pequeño burguesía tal como lo pretenden los panegiristas del antiimperialismo. ’ Hay que tener la audacia del ignorante y el desparpajo del charlatán para referirse del modo general que lo hace el autor del folleto (Quebracho,NDA) a la paralización de la evolución industrial del país, como si el país no tuviera industrias e igualmente a la creación del mercado interno como si éste no existiera. Las características de nuestros países no denuncian deformación alguna de la economía capitalista -por el contrario, la suya es la forma natural de existencia del capitalismo en las semicolonias en la época del ‘capitalismo moribundo' (…)


El proletariado argentino, dos millones y medio de obreros industriales exclusivamente, explotado tan infame y violentamente… deberá disponerse a declarar la huelga y eventualmente apoderarse de las fábricas extranjeras, respetando las nacionales (…) La clase obrera de nuestros países debe encarar la lucha que la burguesía es incapaz de intentar pero, lejos de plantearse tareas de Revolución Nacional, lejos de buscar los futuros amos nacionales, debe pensar, trabajar y luchar por su propio poder, por la Revolución proletaria. En conclusión. Existe en los teóricos apristas, stalinistas, nacional pequeños burgueses y fascistas la tendencia a disfrazar la explotación de la burguesía nacional con la que realiza el imperialismo en combinación con ella; en separarlas, en presentar supuestos e inexistentes grupos burgueses semicoloniales interesados en romper lanzas contra el imperialismo”.


Termina con un párrafo de tono profético: “Dentro de este gran movimiento social en que las ciudades industriales tendrán un rol director, el movimiento nacional pasará a segundo lugar. Lo importante será la Revolución Social que, sin duda, tendrá consecuencias continentales. Nuestra revolución será proletario-socialista y no de Liberación Nacional burguesa”. (39)


La discusión toma apoyo en características nacionales, incluso aceptando la existencia de “dos millones y medio de obreros industriales” en la Argentina de 1940, lo que constituye un exabrupto o una exageración. Pero la discusión tiene un alcance programático mundial, pues lo que se debate es la naturaleza misma del sistema imperialista. Nadie niega, formalmente, el carácter simicolonial de la Argentina; el problema es qué se entiende por ello, y qué conclusiones es necesario sacar, en relación al lugar ocupado por el proletariado nativo frente al imperialismo y la burguesía nacional.


El debate concierne, pues, a la IV Internacional en su conjunto. La LOS intentó dar forma programática a sus ideas al respecto en las tesis que precedieron la ya citada (y fallida) “1° Conferencia Nacional”, a fines de 1940, tesis que llevan por título “¿Revolución Socialista o liberación nacional?”: "El movimiento de la independencia fue en la Argentina una revolución burguesa, a diferencia de otros países del continente, donde no tuvo características tan nítidas, como en Perú, por ejemplo. En la República Argentina hay proletariado y capitalismo, beneficio y plusvalía, y por lo tanto, lucha de clases y la estrategia del proletariado debe ser la de la revolución socialista (…) Los formalistas pedantes y los oportunistas… reemplazan la dinámica de clases por nociones puramente nacionales. En consecuencia, si la Argentina es un país semicolonial por mucho que hace más de un siglo goce de una independencia política, se convierten en abanderados de la ‘liberación nacional’. La teoría y la estrategia marxistas rechazan terminantemente, en todos los casos, la estúpida idea de que el proletariado deba convertirse en abanderado de ideas y de movimientos burgueses de ‘liberación nacional’ (…) como partido defiende siempre y en primer término la revolución socialista y la contrapone dialécticamente a la independencia nacional.


Es una miserable concesión reaccionaria abandonar la lucha de clases y la revolución socialista para lanzarse a agitar una consigna que, aparte de sernos ajena, es principal motivo de agitación demagógica de fascistas y stalinistas y que, por lo tanto, es resistida por todos”.


“¿Qué es la liberación nacional? ¿El pago de las expropiaciones, o sea el más pingüe negocio de sus agentes radicales y conservadores? En nuestro país la liberación nacional no es ni puede ser otra cosa que la coordinación monopolista de los transportes o la compra de los ferrocarriles propuesta por Pinedo. El ‘antiimperialismo’ que implica la ‘liberación nacional’ de fascistas, stalinistas y quebrachistas es una superchería reaccionaria. El mundo debe regirse conforme al capital financiero internacional o conforme al régimen socialista internacional… El único antiimperialismo de buena ley es el socialismo. El único antifascismo de buena ley es el socialismo. Que los advenedizos y aventureros como Quebracho funden la quinta internacional… 4)Las características de país semicolonial avanzado, la relativa evolución industrial, el alto porcentaje de obreros, las características de la explotación agraria, las tradiciones teóricas, políticas y organizativas del proletariado y, sobre todo, las condiciones de la actual época imperialista, de madurez para una economía socialista mundial, determinan la estrategia de la vanguardia proletaria, la sección argentina de la IV Internacional en formación. Es decir, la estrategia de la lucha de clases y de la revolución socialista. La revolución no puede detenerse en las medidas democráticas ni en los límites nacionales Se extenderá a los demás países americanos y buscará la solidaridad de los trabajadores estadounidenses. El problema así planteado elimina toda consideración oportunista y demagógica de ‘liberación nacional”'. (40)


La posición está formulada con claridad, aunque no con seguridad: se afirman primero las características nacionales para fundar la estrategia de una revolución puramente socialista (es decir, que no recoge tareas democráticas y nacionales en su programa), para afirmar a continuación que aunque aquellas no existieran, serían las condiciones internacionales las que la justificarían. En cuanto a la conclusión política fundamental para el momento, la de la actitud frente a la guerra mundial, este grupo se inclinará -en consecuencia, hay que reconocerlo, con todo lo expuesto- por la clásica consigna del ‘‘derrotismo revolucionario” (en 1941,"Inicial” afirmará: “En Argentina debe ser transformada la guerra imperialista en guerra civil”), sin preocuparse demasiado por el hecho de que Argentina no había entrado en la guerra. Sin embargo, éste era el motivo principal de conflicto entre la burguesía argentina y los yanquis, quienes en Marzo de 1942 van a prohibir la exportación hacia Argentina de una serie de productos básicos, debido a la negativa del gobierno argentino a alinearse incondicionalmente detrás del belicismo norteamericano (en la Conferencia de Río de Janeiro de 1942).


 


NOTAS


(1)  L. Trotsky, "Sobre la liberación Nacional", Ed. Pluma, 1976, p.67


(2) "The Militant", 21/12/1930.


(3) Roberto Guinney había nacido en Inglaterra y se había educado en San Petesburgo -Rusia- en la época de Alejandro II. Vuelto a Inglaterra conoció allí al líder del "new unionism", Tom Mann. Emigró luego a Argentina, donde ingresó al PC en 1923. Fue secretario de su sector de lengua rusa y ucraniana. Dirigente del PCRA (de Penelón). (Datos tomados de "The Militant", cit.) Los nombres de los militantes del CCO-ICA, que hemos podido localizar son: R. y M. Guinney, Camilo López, "Juana", Ostrosvsky y Manulis.


(4) Mateo Fossa en "La Opinión", "Mateo Fossa, el argentino que estuvo con Trotsky", 9/1/72.


(5) Robert J. Alexander, "Comunism in Latin America", Rutgers University Press, New Jersey, 1957, p.160. También Emilio J. Cor-bióre, "La fundación del Partido Comunista" en "Todo es Historia". 106, Marzo 1976, Buenos Aires.


(6) "Breve reseña del movimiento cuartainternacionalista argentino", Ed. Acción Obrera , Bs.As. 1941.


(7) "Boletín de Oposición", Febrero de 1933, Bs.As. — y "Esbozo de historia del P.C. Argentino", citado por J.A. Ramos, "Historia del Stalinismo en Argentina", Ed. Coyoacán, Bs. As. 1962, p. 31.


(8) "Breve reseña"…"


(9) Idem.


(10) Tribuna Leninista", Número 1 Bs.As., Diciembre 1933.


(11) Idem, Número 7, Octubre 1934.


(12) Idem, Número 1


(13) "Nueva Etapa", Número 1, Rosario, Agosto 1933.


(13a) En el número 6 de "N.E.", David A. Siburu, quien era su principal redactor junto con Gallo (el grupo "N.E." se asienta principalmente en Rosario), sostiene: "en los actuales momentos, vociferan sin ton ni son contra el radicalismo, es servir al fascismo y a la reacción que se han encumbrado sobre su derrota", en alusión a "Tribuna Leninista'',Citado por la LOR en Análisis esquemático de las posiciones doctrinarias frente^ a los problemas nacionales sostenidas en su desarrollo por el movimiento cuartainternacionalista argentino" (sic). Ira. parte, "Los Maestros", Bs.As. Agosto 1941.


(14) "T.L." número 7


(15) Ramos, op. cit. 85.


(16) Carlos Silveyra, "El Comunismo en Argentina", CPAACC, Bs.As 1936, p. 255.


(17) Ramos, op. cit. p. 123. Sería un error deducir que Ramos considera entonces una organización política como existente cuando ésta supera los 30 militantes. Más bien debería pensarse que piensa tal cosa cuando su caja supera los 30 dineros.


(18) "Análisis esquemático…"


(19) Idem


(20) "La Opinión" cit.


(21) Alexander, "comunism…', 165


(22) "La Opinión" cit. Los editores de "Pluma," se equivocan cuando presentan a Fossa como "formando parte del primer grupo trotskista de la Argentina"(L.T. cit. p. 71). Fossa se incorpora en el período relatado.


(23) Arturo Jauretche, "FORJA y la Década Infame", Ed .Mar Dulce, 1969, Bs.As. p. 123


(24) "Análisis esquemático…"


(25) Idem.


(26) Quebracho, "Cómo salir del pantano”, Ed. Acción Obrera Bs.As. 1939 , p.8


(27) Rogelio García Lupo, P-ólogo a "Masas y Balas", de Lebodón Garra, Ed. de la Flor, Bs.As. 1974, p.7


(28) Jean Jacques Marie, "Le Trotskisme", Flammarion París 1977, 93


(29) "La Opinión" ci., y "Cómo salir…" p.10


(30) "Cómo salir…", 11.


(31) "La Opinión", cit.


(32) Miguel Medunich Orza, "Los intelectuales de izquierda vistos por un obrero", Ed. Astral, Bs.As. 1970, p.38


(33) Robert J. Alexander, "Trotskysm in Latin America", Hoover University Press” Stanfors University, California, 1973, p.53.


(34) Medunich Orza, op. cit., 41. Miguel es Oscar Posse, Mecha es Mecha Bacall, Marga es Margarita Gallo, hermana de Antonio Gallo, Angélica es probablemente Angélica Mendez, dirigente sindical docente men-docina, ex militante del PC escindida con los "chispistas", ligada a Raurich y con seguridad al trotskismo, profesora universitaria (en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires), llamada "La Negra".


(35) "La Argentina frente a la guerra mundial”, Ed. Acción Obrera, Bs.As. 1940


(36) Idem


(37) FORJA: Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina. Grupo de jóvenes de la Unión Cívica Radical, que propugnan una orientación nacionalista que continúe y supere los límites del "Irigoyenismo" —Irigoyen es el presidente radical tumbado por el golpe de 1930. Enfrentados al ala conciliadora de Alvear. Participan de FORJA Jauretche, Dellepiane, etc. Se inspiran en las obras del escritor nacionalista Raúl Scalabrini Ortiz. Algunos forjistas se integrarán porteriormente al peronismo. Fueron acusados de mantener relaciones con algunos sectores nazis.


(38) Liborio Justo, "Estrategia Revolucionaria", Ed. Fragua, Bs.As., 1957, p.77


(39) "Estrategia…", 85 y 86.


(40) Idem, 79 y 80.


 

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