La burguesía y la dictadura traicionan las reivindicaciones nacionales


POLÍTICA OBRERA Y LA GUERRA DE LAS MALVINAS


 


P.O. 328, págs. 1 a 3, 5/4/82


 


 


 


¿Cómo se ha planteado la burguesía argentina la ocupación de las islas Malvinas y como ha ido estructurando sus posiciones políticas en el curso de los acontecimientos?


 


Cuando una nación oprimida, como lo es Argentina, se encuentra en una situación de conflicto, e incluso de guerra, contra una o varias naciones opresoras -en tomo, precisamente, a una reivindicación nacional indiscutible- ello no significa que el gobierno burgués ocasionalmente en la dirección del Estado, ni la clase burguesa en su conjunto, hayan modificado su naturaleza histórica antinacional. Colocar, en el curso de un conflicto o guerra nacional, a todas las clases de la nación oprimida en un mismo plano es, simplemente, un crimen político. La dictadura y la burguesía tienen intereses específicos en este conflicto, que no son otros que los de reforzar su posición mediante un compromiso conveniente con el imperialismo norteamericano, a expensas del inglés, y mediante un reforzamiento del control político y de la explotación económica de la clase obrera, que se obtendría mediante una demagogia realizada en nombre de la emergencia nacional.


 


Por esto, el hecho de un conflicto o guerra nacional conducida por los explotadores nativos, uniformados o no, no cancela, ni siquiera atenúa, el antagonismo del proletariado contra estos opresores internos, coyunturalmente en choque con el imperialismo. La existencia de una guerra nacional (históricamente justa para la nación oprimida, injusta para la nación opresora) sólo altera la modalidad de la lucha contra la burguesía nativa. Otra cosa importante es que, para el proletariado, la participación en un conflicto o guerra contra el imperialismo no debe tener un fin nacional en sí, sino que debe servir para forjar la unidad de todo el proletariado mundial contra el imperialismo. Mientras la burguesía argentina llama al imperialismo angloyanqui a la “cordura”, para arribar cuanto antes a un compromiso traidor a los reales intereses nacionales, la clase obrera argentina debe llamar al proletariado angloyanqui a sabotear la agresión de su burguesía imperialista y a aprovechar la crisis para denunciar y provocar la caída de los Reagan y Thatcher.


 


Los intereses de la burguesía en el conflicto


 


Aunque es claro que bajo una dictadura militar (y más aún en el caso de la Argentina, manejada por cerradas mafias gansteriles) no existe un control directo de los explotadores sobre el gobierno, debe partirse de la convicción de que la burguesía argentina no fue tomada desprevenida por la ocupación de las Malvinas. Que los militares tenían “in mente” una acción militar en el sur era conocido desde el inicio de los conflictos con Chile (1978), y era presumible por el acelerado armamentismo argentino, al punto que el presupuesto militar para 1982 fue previsto en 12.000 millones de dólares (un 20 por ciento del producto bruto nacional). A partir del empantanamiento del conflicto con Chile aumentaron las sospechas y los comentarios respecto a una invasión de las Malvinas.


 


Desde el punto de vista de los intereses del conjunto de los explotadores, la cuestión de una iniciativa militar se presentaba como una combinación especial de problemas estructurales y coyunturales. La ambigüedad del status jurídico de diversos territorios de la región se había transformado en un factor de crisis debido a la creciente presión de las potencias imperialistas para definir el cuadro de: a) la explotación económica (pesca y petróleo) de la región; b) la formación de una alianza en el Atlántico Sur; c) la clarificación del panorama de fuerzas frente a los próximos conflictos en relación a la Antártida.


 


(A partir de aquí, dígase de paso, puede verse claramente que la reivindicación de las Malvinas no tenía sólo un carácter sentimental susceptible de uso demagógico, sino un carácter nacional que hace a la cohesión del estado frente a las presiones del imperialismo).


 


Las tres cuestiones antes mencionadas tienen también una ligazón con los cambios que se han ido operando en las relaciones económicas internacionales de Argentina, a saber, la decadencia completa del comercio con Europa occidental y el fracaso de las expectativas de sustituirlo por los mercados latinoamericanos y de los Estados Unidos. Esta situación planteaba la reapertura de la ruta comercial del Pacífico hacia los activos mercados asiáticos y con el oriente soviético.


 


El detonante: la brutal crisis económica


 


En ausencia de los factores estructurales antes mencionados, la ocupación de las Malvinas no se hubiera planteado como un problema de fondo. Pero no fueron ellos solos, sino la impasse- impresionante del conjunto de la burguesía, ante la crisis económica, los que alinearon a la burguesía detrás de la dictadura en la decisión de invadir. Qué duda puede caber de que si en lugar de la impresionante bancarrota actual existiera un ‘‘milagro” a la brasileña (1969-73), la burguesía argentina no hubiera arriesgado un choque con el imperialismo!


 


El primer interés de la burguesía en suscitar la cuestión de las Malvinas es, por supuesto, paralizar a la clase obrera. Esto entraña un aspecto político general y otro aspecto de contraofensiva contra las últimas movilizaciones obreras, en particular. En lo general se pretende suscitar un “gran acuerdo nacional” con la activa participación de la camarilla militar, lo que era considerado imposible antes del conflicto. En el otro aspecto, se trata de paralizar todas las reivindicaciones obreras, primero en nombre del “esfuerzo de guerra" y después en nombre de la “recuperación”.


 


En este plano se buscaría orientar el entusiasmo “nacional” de sectores de la pequeña burguesía, para coaccionar a la dase obrera.


 


El segundo interés estaba planteado por la posibilidad, para un amplio sector de la burguesía, de imponer la llamada “economía de guerra”, es decir una intervención estatal que redujera las tasas de interés y la competencia extranjera, así como un aprovechamiento de la mayor demanda del Estado por causa de un conflicto. En una palabra, arrancar por esta tortuosa vía la “reactivación”, tan deseada desde 1975. El problema de la “economía de guerra1’ ha provocado una aguda discusión dentro de la burguesía, precisamente porque se plantea transferir en beneficio de la burguesía agraria e industrial los superbeneficios hasta aquí obtenidos por el capital financiero. Un tercer interés es que un resultado favorable del conflicto, obtenido por medio de un compromiso con los yanquis pudiera impulsar el desarrollo de una industria bélica.


 


Disciplinar a la clase obrera y ahogar sus reivindicaciones apremiantes; forzar una reactivación; obtener un más alto status internacional en acuerdo con el imperialismo; estos fueron y son los objetivos del capital nacional.


 


El desarrollo del conflicto comienza a romper el frente burgués


 


La agudización del choque entre Argentina y Gran Bretaña fue modificando las características de conjunto del conflicto, hasta entrarse en un estado de guerra controlado. Los objetivos del imperialismo yanqui no cambiaron en ningún momento durante la crisis, y ellos siguen siendo, precisamente, concluir como el principal beneficiario de un arreglo, en el qué Argentina obtendría el reconocimiento de la soberanía a cambio de la cesión de derechos económicos y militares, que sólo podrían ser aprovechados, no por el capital o el Estado británico, sino por el imperialismo yanqui.


 


Pero en la medida en que el imperialismo inglés tuvo que mandar la flota para salvar a la Tatcher (y al capital financiero que ella representa), así como para salvar la posición mundial del imperialismo inglés; y como la dictadura argentina no podía retirarse sin algún papel que tuviera estampada la palabra soberanía; la crisis internacional se agudizó, y Estados Unidos entendió que la vía más segura para controlarla era el apoyo directo a Gran Bretaña. A partir de la evidencia de que el compromiso con los yanquis estaba en peligro, todo un sector decisivo de la burguesía comienza a plantear la capitulación lisa y llana.


 


Junto a la agudización de la crisis internacional, otro factor que fue modelando la actitud de la burguesía, fue el hecho de que no había una línea dura contra la clase obrera, sino que la dictadura se limitaba a apoyar el trabajo de contención de la Multipartidaria y de la CGT. Es decir, que existía apenas una tregua momentánea, capaz de romperse en cualquier momento.


 


La ausencia de medidas económicas intervencionistas, la liberalidad con la fuga de capitales (para mantener intactas las relaciones con el capital internacional) han provocado, a su vez, una situación de bancarrota insostenible, que ha acentuado la desconfianza de la burguesía en el curso que se imprimía a los acontecimientos.


 


Durante el período de la misión Haig, la posición del gran capital nacional se manifestó por medio de Alsogaray (“La Nación", 29/4) quien planteó que el gobierno debía aceptar un retiro de las Malvinas a cambio de un reconocimiento de la soberanía a plazo cierto (5 ó 10 años). Alsogaray llega a acusar, en esta declaración, al gobierno de no haber delimitado con precisión sus objetivos. Pero la posición de Alsogaray va a ser asumida, en gran parte, por la cancillería en las negociaciones con Haig.


 


Apenas 48 horas después (“La Nación”, 22/4) un diplomático del "establishment’’ argentino, Lucio García del Solar, da un paso más al frente, y plantea que hay que conformarse, no con el reconocimiento de la soberanía a largo plazo, sino con el “entendido” de que las negociaciones conducirán a la soberanía, "con el apoyo norteamericano". Según García del Solar había que "agregar un toque de realismo político”. Este hombre del gran capital dejaba, en ese momento, la puerta abierta a una intervención de la ONU, según que hubiese guerra o no. Esto es importante porque demuestra que la función de la ONU está reconocida como reemplazando a la mediación Haig, pero en la misma dirección. Existe una coincidencia clara entre estos burgueses antinacionales y el PC en relación a la ONU.


 


Exactamente al día siguiente, Bonifacio del Carril, también del “establishment” (de nuevo en “La Nación”) plantea aceptar la administración tripartida y comenzar negociaciones sobre la soberanía. Como se ve la gran burguesía quiere el compromiso a cualquier precio con el imperialismo, así como la injerencia directa del imperialismo yanqui.


 


El MID: ¿Teleguiado por el Departamento de Estado?


 


Como es sabido, todo el mundo (y en particular la Multipartidaria) apoyó la ocupación de las Malvinas. Solo nuestro partido la crítico, porque una cosa es apoyar una reivindicación nacional, otra cosa es apoyar la oportunidad, los métodos y la finalidad policía de conjunto con que se hace esta ocupación. Estar de acuerdo con un aumento salarial no quiere decir que se deba estar de acuerdo con una huelga decretada sin conocimiento de la base, sin organización y con la finalidad de abortarla. Pero al igual que una huelga de este tipo nos enfrentamos con los rompehuelgas, en el choque con el imperialismo llamamos a las masas a atacarlo en todos los planos.


 


Pero el 25 de abril, el MID, sorpresivamente, saca una solicitada en que habla de sus “reservas iniciales” respecto a la ocupación, y en la necesidad de "distinguir entre la acción de las fuerzas armadas… y la decisión política del gobierno”. La conclusión del MID es que no "se evaluó las relaciones de fuerza internacionales” y de que existiría el peligro de "salir del (campo occidental) por la contingencia del conflicto". En buen castellano, el MID plantea la posición yanqui sin mencionar directamente la necesidad de retirarse de las Malvinas en horma prácticamente incondicional. (Esto se lo va a encargar como veremos, a Camilión).


 


Aunque la Posición del MID es enteramente proyanqui, no se identifica con la de Alsogaray y compañía, pues para él lo esencial es la reactivación económica a costa de la gran banca. De aquí puede deducirse que la burguesía industrial ya no cree en los beneficios reactivadores del conflicto, ni en que este produzca espontáneamente un viraje político democratizante. Ni que decir que el plan de reactivación que formula el MID, consiste en la libertad de precios y en la privatización de las empresas del Estado.


 


La posición exacta del MID sobre la actual etapa del conflicto fue formulada por Camilión en dos reportajes en un diario brasileño -lo que quiere decir que están englobados en esto Viola, Liendo y compañía. Para Camilión tampoco se evaluó bien las "relaciones de fuerza” y también existe el peligro de "injerencias extrañas”. A partir de aquí plantea que hay que retirarse y negociar, ya que el “desenlace de las con-versaciones es previsible: que las Malvinas sean argentinas”. Para el ex ministro es esencial la intervención de la ONU -como alternativa complementadora de la misión Haig.


 


Esta fuera de duda que estos planteamientos tienen re-presentantes concretos en la camarilla militar, y que si demoran en imponerse es porque hay choques internos, y porque puede estar buscándose una guerra limitada para justificar la paz impuesta por los yanquis a través de la ONU.


 


¿Unidad Nacional?


 


Como se ve, la burguesía que ha embarcado al país en el conflicto abandona sin vergüenza hasta la menor de sus reivindicaciones ".nacionales” —y pretende que el costo de la guerra (sumado al de la crisis preexistente) lo paguen las masas.


Urge entonces, no ir atrás de la imposible unidad nacional que pregonan la CGT, el PC y el peronismo, sino reconstruir las organizaciones de la clase obrera (desde la Comisión Interna hasta la central obrera) para dar la batalla contra el entreguismo antinacional y el ataque a los trabajadores.

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