Hace 50 años se fundaba la Unión de Juventudes por el Socialismo

Al calor del ascenso revolucionario del período, nacía en 1972 la juventud del actual Partido Obrero.

“Los días 9 y 10 de diciembre de 1972 la Tendencia Estudiantil Socialista Revolucionaria y los Círculos Barriales de la Juventud realizamos nuestro Primer Congreso Nacional, donde constituimos la UNIÓN DE JUVENTUDES POR EL SOCIALISMO”

“Joven trabajador, aprendiz, estudiante: tu lucha es la nuestra, el imperialismo y el capitalismo son nuestro enemigo, la organización es nuestra arma de combate”

Así arranca el folleto con el que miles de compañerxs salieron a militar las resoluciones del primer congreso de la juventud del actual Partido Obrero. El evento había contado con la presencia de 1.000 jóvenes en la Facultad de Arquitectura, quienes votaron como principal resolución la formación de una organización revolucionaria de masas de la juventud, la UJS.

En este artículo vamos a repasar el contexto, los debates y las perspectivas de aquel histórico congreso.

El mundo en aquellos años

La UJS, como no podía ser de otra manera, es hija del Cordobazo y del ascenso revolucionario de la segunda mitad de la década de los ‘60. El espíritu militante y revolucionario se sentía en todo momento en aquellos años, como cualquier participante de aquellas luchas puede atestiguar. El mundo era asaltado por una ola revolucionaria que tenía al Mayo Francés y a la Primavera de Praga como máximos exponentes, y a la juventud en un lugar protagónico. Latinoamérica, marcada a fuego por los hechos de la década pasada -la Revolución Boliviana (1952) y la Cubana (1959)-, no era la excepción.

La arquitectura diplomática de la segunda posguerra era dinamitada por todo tipo de movimientos de características revolucionarias y, en gran parte, anticapitalistas. El movimiento de protesta contra la barbarie imperialista en Vietnam, el Black Power en Estados Unidos, los movimientos nacionalistas revolucionarios en el “tercer mundo”, la recuperación de sindicatos que se lanzaban a la huelga y a las calles, los centros y federaciones estudiantiles que se levantaban como herramienta de discusión, organización y lucha contra el orden social capitalista.

Todos estos procesos tenían en común dos cosas. Primero, como señalamos, que la juventud tenía un lugar protagónico en todos ellos. En segundo lugar, que eran herramientas de lucha de los explotados y oprimidos, que se levantaban contra los “treinta años gloriosos” (que como solía resaltar Pablo Rieznik, ni fueron treinta ni fueron gloriosos).

Sucede que, luego de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo yanqui, el británico y el estalinismo sostuvieron una serie de conferencias, culminando en los acuerdos de Yalta y Potsdam, ambos en 1945, cuya finalidad era evitar una nueva ola revolucionaria en Europa y en sus respectivas zonas de influencia, como había ocurrido en 1918-9. Se repartieron el mundo en los dos bloques, y ambos mantuvieron el punto fundamental del acuerdo: combatir a toda costa la revolución internacional.

Sin embargo, la lucha de clases no entiende de acuerdos diplomáticos, y la cuestión de la superación del orden capitalista volvió a salir a la luz ya en la década de 1950, pero sobre todo durante los ‘60. Todas estas luchas ponían de relieve que el imperialismo y el estalinismo no podían frenar la rueda de la historia, y que mientras el sistema capitalista siga en descomposición, va a seguir a la orden del día superarlo, y seguirán brotando luchas de los oprimidos en todo el mundo.

Argentina, entre el Cordobazo y el GAN

Nuestro país entraba a principios de la década de 1970 en una de las etapas más ricas en debates y conclusiones políticas de su historia. La marca ulterior era el ascenso clasista, obrero y juvenil que comienza definitivamente con el Cordobazo del ‘69, pero que tuvo manifestaciones previas con diferentes y poderosas huelgas. Desde ese mayo cordobés, el clasismo comenzó a avanzar en los sindicatos, sacándose de encima a la burocracia sindical traidora, y protagonizó gestas históricas. De hecho, en 1972 asistíamos a los últimos momentos de la dictadura. Comenzada por Onganía y su promesa de quedarse en el poder indefinidamente, había sido herida de muerte por el Cordobazo, y desde entonces se descomponía aceleradamente: en el lapso 70-71 hay, golpes internos mediante, tres presidentes: Onganía, Levingston y finalmente Lanusse. Este último va a ser el que tenía que desactivar la bomba que era la situación del país. Los militares comenzaron el proceso de salida a la dictadura por temor a que el ascenso revolucionario del proletariado argentino devenga efectivamente en una revolución proletaria.

Gran Acuerdo Nacional (GAN) fue el nombre que recibió el acuerdo entre los militares y los principales partidos burgueses nacionales, que habían formado unos años antes La Hora del Pueblo, pidiendo elecciones sin proscripciones. El GAN no fue otra cosa que el intento por parte de la burguesía nacional de salir del empantanamiento de la dictadura mediante la convocatoria a elecciones, integrando al peronismo, aunque inicialmente manteniendo la proscripción de Perón. La burocracia sindical acompañó el proceso frenando todo lo que pudo las luchas obreras.

Perón, ante su imposibilidad de presentarse como candidato, va a apadrinar a Héctor Cámpora, quien organiza el Operativo Retorno que traía a Juan Domingo por primera vez al país desde 1955. Lo que sigue ya se conoce: impotente para frenar el ascenso obrero que amenaza con desbordar al gobierno, Perón va a darle un golpe a su subordinado, y de la mano de la burocracia sindical y los López Rega va a tomar en su persona la tarea de infringirle una derrota al ascenso obrero. Creando incluso para ello la Triple A, que organiza el terrorismo de Estado mucho antes que la dictadura genocida de Videla.

La UJS nace posicionándose contra la “dirección colaboracionista” del movimiento obrero, enfrentando el pacto CGT-CGE y denunciando que el peronismo se adaptaba a la tentativa de rescate al régimen. En esa línea, va a llamar a conformar un frente antiburocrático y “anticolaboracionista”.

Política Obrera y la juventud

Ya antes del Congreso de la UJS, el entonces Partido Obrero, Política Obrera, tenía una importante inserción en el estudiantado y tuvo un papel destacado en los combates que se fueron librando contra la dictadura. Un signo de la etapa era la solidaridad obrero-estudiantil, particularmente marcada en los secundarios. La lucha contra la Reforma Educativa y por la libertad de organización del movimiento estudiantil, y la puesta en pie de los centros de estudiantes (que tuvo un punto culminante con la ocupación del Nacional Buenos Aires en 1971) fueron hitos importantes. También la ocupación de la fábrica de neumáticos Goodyear del ’68, donde Política Obrera construyó su juventud al fuego de la solidaridad de los secundarios.

En ese marco, se constituyó y se fue desarrollando la Tendencia Estudiantil Socialista Revolucionaria (TERS), que tendría como objetivo intervenir con una política de clase en el movimiento estudiantil. De la mano de esta vendría la penetración en las universidades. En 1971-72, la TERS ingresa a la mesa directiva de la FUA, con nuestro compañero Pablo Rieznik.

A la par, se formaron los Círculos Barriales de la Juventud, en lugares como la porteña Villa Pueyrredón. De esta manera se llega al Congreso de la TERS-CBJ en 1972, realizado a la par de un congreso del Frente Único Clasista impulsado por Política Obrera.

La cuestión generacional

¿Necesita la juventud una organización propia? ¿No es acaso suficiente con el Partido? Este fue un debate central de cara al congreso, aunque no es original. El debate ya estuvo presente en la formación de la III Internacional, fundada en 1919 tras la Revolución Rusa. Ello en oposición a la II Internacional, cuya dirección socialdemócrata era reacia a la organización propia de la juventud (Karl Liebknecht, dirigente del ala izquierda del socialismo alemán y referente de la juventud socialdemócrata, encarnaba la radicalización de las nuevas generaciones dentro del partido, que la dirección pretendía regimentar).

Lxs compañerxs de Política Obrera tenían claro que no era una cuestión de jóvenes contra adultos. Lxs jóvenes debían organizarse junto a la clase obrera y “por el Gobierno Obrero y Popular, y el Socialismo”, pero con una organización autónoma, que plantee sus reivindicaciones y entienda, al mismo tiempo, que solo superando al capitalismo van a poder ser satisfechas completamente. Esa organización sirve como puente para ganar a las masas de la juventud a la construcción de un partido revolucionario.

Solo aquel que lucha por la revolución social puede aceptar sin temor que los jóvenes se organicen por sus propios medios. Así lo señalaba ya la Oposición de Izquierda Internacional en 1933, en una declaración dirigida a un Conferencia de la Juventud reunida en París y titulada “La obediencia ciega, la disciplina revolucionaria y la juventud”. En ese texto, escrito por León Trotsky, afirmaban que “la juventud no puede aceptar el marxismo por mandato; debe asi­milarlo por sí misma, mediante un esfuerzo indepen­diente del pensamiento. Precisamente por eso debe tener no solo la oportunidad de educarse sino también la de equivocarse, para poderse elevar, a través de sus propios errores, a una concepción comunista. La disci­plina burocrática y artificial se hizo polvo en un momen­to de peligro. La disciplina revolucionaria no excluye, exige, el derecho a la comprobación y a la crítica. Solo por esta vía se podrá crear un ejército revolucionario indestructible”. Lenin, ferviente partidario de este principio, lo había sintetizado años atrás al señalar que la organización de la juventud es una “escuela de comunismo”.

Una organización de masas y la cuestión de la legalidad

La UJS, entonces, se proponía como una organización de masas, cuya tarea era organizar y educar a la juventud obrera y explotada, en el marco de la lucha de la clase trabajadora. Esa juventud que se incorporaba a los sindicatos y era protagonista del ascenso del clasismo era el campo natural de una organización como la nuestra. Sin embargo, el planteo no se quedaba ahí, sino que apuntaba a construir una “política de clase” en las universidades y colegios, pretendiendo ganar a la lucha revolucionaria a los miles de estudiantes que eran parte de la lucha contra la dictadura y construían la característica unidad obrero-estudiantil de la época. Lxs estudiantes e “intelectuales” debían ser ganados a la lucha por el socialismo, y debían contribuir en la educación y organización de las juventudes barriales.

Estaba claro que esta organización lucharía por el socialismo, porque solo así se lograría conquistar las reivindicaciones más profundas de la juventud. Por esto mismo, esa misma resolución fundacional rechazaba el “liberalismo organizativo” y el “aislamiento intelectual”.

La organización de la juventud debía ser una organización de combate; no alcanzaba con formarse en la teoría marxista, tenía que forjarse al calor de la lucha obrera. Y, por esto mismo, era necesario que esté organizada de manera disciplinada, bajo los métodos del centralismo democrático, y fuese parte de la estructuración de un partido revolucionario de la clase obrera.

No se trataba de un planteo burocrático, sino de una cuestión de estrategia política: para derrotar al sistema capitalista se requería una organización que sepa organizarse de manera clandestina, y al mismo tiempo utilizar todas las herramientas de la “lucha legal”, sobre todo en aquellos años donde se alternaban dictaduras militares con cortos períodos “democráticos”.

En este punto, el debate sobre la legalidad ocupó un lugar en el congreso. No se buscaba conseguir una legalidad para la UJS por un objetivo institucionalizador. Se trataba de una cuestión de principios: la clase obrera (y su juventud) había sido la clase social que opuso resistencia al golpe del ‘55, frente al abandono sin lucha de Perón, y que enfrentó a todas las dictaduras que conoció nuestro país -sobre todo en los ‘60 y ’70, cuando estas eran apoyadas por distintas fracciones del régimen político, desde el PJ y la UCR hasta el PC. En el ocaso de la dictadura de Onganía, la pelea por las libertades democráticas era una lucha central, y tenía un capítulo importante en conquistar la legalidad para la UJS, como condición indispensable para levantar una organización revolucionaria de masas de las juventudes obreras y explotadas.

Teniendo esta lucha revolucionaria como horizonte, la UJS no ha despreciado a lo largo de estos 50 años ningún medio para organizar a la juventud. Lo mismo en la lucha callejera contra la dictadura o junto al movimiento piquetero que en las facultades y colegios, llevó y lleva el programa del socialismo y busca organizar a cada joven que quiere dar una lucha.

El frente único

La cuestión del “frente único” atravesó no solo a nuestro congreso fundacional, sino a los debates que recorrían a toda la clase obrera en aquella época. Unificar las fuerzas antiburocráticas en los sindicatos, colegios y universidades era para los revolucionarios un problema central.

Preparado por la dictadura, el peronismo y el radicalismo, el GAN constituía un inmenso operativo para desmovilizar a la clase obrera, que comenzaba a desbordar los clásicos métodos de contención de la burocracia sindical. Desde sus modestas posiciones, Política Obrera va a luchar por oponer a este cuadro el frente único de los activistas y las organizaciones antiburocráticas en los sindicatos, y en todo el proceso de luchas populares y antidictatoriales. En ese marco se levantó la propuesta de un “frente electoral clasista” para los comicios de 1973. Con todo, nuestra organización se había planteado con demora la intervención en la lucha electoral, por lo que esa orientación no llegó a cuajar y tuvimos una participación marginal en ese proceso, volviendo a tener un importante protagonismo en el proceso de lucha contra el nuevo gobierno nacionalista burgués.

La UJS, nacida al calor de estos debates, va a denunciar no solo al peronismo como artífice del pacto antiobrero y antinacional, sino al estalinismo que se colocaba como furgón de cola de las negociaciones entre Perón, Lanusse y Balbín. Va a llamar a participar de las elecciones con un frente de los “partidos y organizaciones obreras anticolaboracionistas”.

El congreso de fundación sostuvo que “una organización de masas de la juventud es un instrumento indispensable para canalizar, organizada y centralizadamente, con un programa de combate, la fuerza del movimiento de la juventud trabajadora y la juventud estudiantil. La Unión de Juventudes por el Socialismo se pronuncia por un Frente Único Antiimperialista de la juventud, dirigido por la clase obrera, para combatir por la independencia política del movimiento obrero, contra los planes de la ‘unión nacional’ con los gorilas, radicales y peronistas”.

El “frente clasista de la juventud”, en palabras del congreso, era parte de una lucha general por el socialismo, y contra el régimen político levantado en nuestro país en 1955, que en 1972 estaba agotado y asediado por las luchas obreras. Es decir que el planteo de frente único de la clase obrera está en el ADN de nuestra organización.

La respuesta al militarismo no es el pacifismo

En el marco de un escenario dominado por las fuerzas armadas que concentraban en sus manos el poder político, el problema del militarismo fue también discutido durante el Congreso del 72.

El congreso combatió la tendencia pacifista reivindicada por una parte del llamado progresismo, que levantaba en oposición al foquismo de las organizaciones guerrilleras actuantes en el período. La UJS entendía que la lucha contra el militarismo, fogoneado por la burguesía que brindó su apoyo y sostén a la dictadura, requería que la juventud aprenda el oficio de las armas, y no que le diera la espalda. No se trata de hacer una oposición abstracta entre “lo militar” y “lo civil”: para una organización como la UJS, que sabía que la lucha revolucionaria implicaba, llegado el momento, el alzamiento en armas de las masas contra el Estado capitalista, “el desarme pacífico del alto mando reaccionario y del ejército es utópico y reaccionario”.

La resolución sobre el militarismo va a plantear que “el servicio militar debe realizarse en la zona de residencia, debe afectar solo una parte del horario de trabajo (el que será igualmente retribuido); el domicilio no será reemplazado por el cuartel”. Va a exigir derechos políticos para los soldados y suboficiales, atendiendo un reclamo de aquella etapa: que quienes tengan edad para ser enviados a un cuartel o a la guerra la tengan también para elegir y ser elegidos, y organizarse en sus sindicatos y en las organizaciones políticas que quieran.

Por la educación, la vivienda y el trabajo: las reivindicaciones de la juventud obrera

El congreso fundacional de nuestra corriente votó una plataforma que recogía los reclamos fundamentales de la juventud obrera.

Se reclamaba por el acceso irrestricto al trabajo y a la educación, planteando reivindicaciones tales como “una bolsa de trabajo con plazas suficientes para toda la juventud, controlada por las organizaciones obreras: 4 horas de trabajo y 4 de estudio sin afectar el jornal”; la lucha contra la discriminación salarial a los jóvenes (que tiene su correlato con el “primer empleo” impulsado hoy en día por macristas y peronistas) y por los plenos derechos sindicales en los sindicatos (en muchos casos, estaba prohibido ser electo como delegado sindical hasta los 22 años).

Llama la atención el planteo educativo del congreso, por lo avanzado de la plataforma: “Computar el horario escolar como parte de la jornada laboral retribuida. Gratuidad de la enseñanza y del material pedagógico. Plena libertad política en el seno de los institutos de enseñanza. Aumento del presupuesto educacional.”

Se reclamaba por una “escuela única bajo la dirección del proletariado”. Incluso luchas actuales, como las planteadas contra las reformas reaccionarias, ya estaban presentes en ese entonces. Esto decía esa resolución: “Elección de las autoridades educativas por sufragio universal; derecho a las organizaciones obreras a presentar candidatos. Mayoría obrera en la conducción educacional. Abajo la ‘reforma educativa’, la ‘departamentalización’ y los planes de estudio reaccionarios. Por la estatización de todos los establecimientos privados de educación. Por un plan único de educación al servicio de la liberación nacional y social y de la revolución proletaria.”

En el congreso se atendía con seriedad el problema de la vivienda en una resolución específica, que se pronunciaba “contra el hacinamiento del hogar proletario”, y se planteaba como solución la confiscación de tierras ociosas y los monopolios de la construcción, y la puesta en pie de un plan de viviendas bajo control obrero.

Finalmente, queremos mencionar la importante resolución sobre los derechos civiles y políticos de les jóvenes. Arrancaba planteando: “Abajo los abusos de la patria potestad y la represión del Juez de Menores”. El punto de reclamar plenos derechos políticos para jóvenes mayores de 12 años, de elegir y ser elegidos, contra la proscripción sindical y por la libertad de agremiación estudiantil, no era solo por una cuestión democrática: se trataba de conquistas claves para la lucha en los lugares de estudio y de trabajo por poner en pie ese “frente clasista de la juventud”, y ganar a la lucha a aquellos jóvenes de vanguardia.

A medio siglo, la mayoría de esos reclamos siguen sin atenderse, demostrando que la caracterización fundacional de la UJS era cierta: el capitalismo en descomposición no puede resolver los problemas vitales de la juventud, y solo con la superación de este régimen podrán satisfacerse.

A 50 años de la UJS

La recién formada UJS se puso como objetivo fundamental “realizar la fusión de la juventud con la clase obrera en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, por el Gobierno Obrero y Popular y el Socialismo”. Esta declaración de principios tenía implícita una reivindicación del Cordobazo, donde la consigna cantada no fue por la vuelta de Perón sino aquella que decía “no deje de luchar por un gobierno obrero y popular”.

También la comprensión internacionalista de las tareas revolucionarias fue transversal al congreso. Para la presidencia honorífica del mismo fueron votados, junto a Adrián Saglietto (joven militante de PO en prisión) y los presos de la dictadura, las juventudes del POR boliviano y los comunistas que luchaban por las libertades políticas en Europa del Este, enfrentando la represión estalinista. La resolución internacional plantea como objetivo estratégico la lucha por una Internacional Revolucionaria de la Juventud.

La UJS era una organización necesariamente antiestalinista. La reivindicación de la revolución proletaria y el internacionalismo tenían que partir necesariamente del balance de la experiencia con el estalinismo que, cubierto por la autoridad y la gloria de la URSS, primero traicionó al proletariado internacional en las décadas del 20 y 30 (colaborando con el triunfo del fascismo en Alemania), y luego de la segunda guerra mundial pactaba con el imperialismo una estrategia de contención de la revolución proletaria. El estallido de estos pactos reaccionarios, producto de la lucha de clases internacional, fue un prerrequisito para la fundación de nuestra corriente. “Contra la Santa Alianza contrarrevolucionaria del Imperialismo y las burocracias estalinistas”: así cierra la resolución internacional del congreso.

En estos 50 años la UJS estuvo junto a la clase obrera en todos sus procesos de lucha fundamentales: contra la dictadura genocida, contra el Punto Final y la Obediencia Debida y contra las privatizaciones menemistas. Somos la juventud que estuvo en el Puente Pueyrredón junto al movimiento piquetero, y el 20 de diciembre echó a De la Rúa junto al pueblo trabajador. Somos la juventud que, con el método del frente único, recuperó la FUBA para luchar junto a la clase obrera, participando de todos los procesos de lucha del movimiento estudiantil, enfrentando todas las reformas reaccionarias en la educación, impulsadas por Menem, los K o Macri. Estuvimos entre quienes protagonizaron las jornadas del 14 y el 18 de diciembre del 2017, contra la reforma jubilatoria macrista. Estuvimos en el centro de la Ola Verde por el derecho al aborto y la Rebelión Educativa del 2018. Logramos, con lucha y piquete, meter preso a Pedraza y la condena de los autores materiales del asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, crimen contra la clase obrera.

Hoy, luego de la fundación de la Juventud del Polo Obrero en 2019, somos parte de la lucha que enfrenta a sectores muy importantes del proletariado al Estado capitalista, porque “la renuncia a organizar a cualquier sector de la juventud implica dejarla para que el nacionalismo burgués la organice contra nosotros”. La tarea de organizar a las juventudes del movimiento piquetero es parte de la pelea por separar a la clase obrera argentina del peronismo, y fundar un nuevo movimiento popular con banderas socialistas.

Las tareas planteadas por aquel congreso de 1972 siguen vigentes, y por lo tanto también nuestra lucha cotidiana.

Es la lucha de Mariano, la de Fischer y Bufano, 50 años y hasta la revolución.

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