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Trotsky frente a la Carta de los 46 y la Conferencia de Moscú de 1924

El punto de partida para la gestación de la oposición de izquierda contra la burocracia stalinista

El período que va de la enfermedad y la posterior postración de Lenin, hasta el momento en que se oficializa la figura de León Trotsky como líder de la Oposición de Izquierda, guarda un interés particular. En una serie de notas anteriores, “La última batalla de Lenin fue contra Stalin” y “1923: el bloque Lenin-Trotsky”, describimos la última voluntad política de Lenin al enfrentar a la burocracia del partido. 

En función de quitar a Stalin del poder y barrer con la burocracia partidaria, Lenin solicitó a Trotsky conformar un bloque político -para enfrentar importantes desviaciones políticas impulsadas por una camarilla de rasgos crecientemente burocráticos, fisonomizada en torno a Stalin (nombrado formalmente Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS)- destinado a intervenir en las reuniones del Politburó, el Comité Central e incluso en el XII Congreso partidario.

En las notas nombradas arriba, hemos caracterizado lo que se han dado en llamar “las vacilaciones de Trotsky” para emprender una batalla abierta contra Stalin, que no se correspondieron con la campaña que impulsó la troika, constituida por este junto a Zinoviev y Kamenev, contra el ex jefe del Ejército Rojo. La camarilla tuvo una brevísima tregua durante el desarrollo del XII Congreso, para arremeter, cuando este finalizó, en los más duros términos una vez que vio salvado su pellejo.

Un movimiento oposicionista venía forjándose desde hace tiempo en la tierra de los soviets. La plataforma de los 46 implicó un primer y más amplio agrupamiento de opositores, mientras que la conferencia de Moscú dejó ver a un sector de militantes dispuestos a emprender la lucha contra la burocracia. 

La campaña de la troika y el cambio de posición de Trotsky 

Las “vacilaciones” de Trotsky en el XII Congreso a la hora de enfrentar a Stalin, partían del temor de ser acusado de querer usurpar el lugar que Lenin dejaba tras su postración. En definitiva, las “vacilaciones” en no ir a una batalla a fondo contra la troika, sólo pueden ser explicadas a partir de la caracterización política que Trotsky sostuvo de Stalin y la camarilla en ese momento, meses decisivos para el destino del partido y el Estado. No creía que fuera necesario desplazarlos ya, por lo que instó a establecer una serie de acuerdos sobre políticas necesarias a resolver en el Congreso, con Stalin y Zinoviev.

Su ilusión de reformar la dirección del partido coincidió con el interés de Stalin en que no sea revelada la “bomba” (“Testamento Político”) que Lenin había preparado antes de su postración total, es decir: su destitución del puesto de secretario general. Sin interrupciones ni objeciones, Trotsky pudo dar a conocer sus puntos de vista sobre el GOSPLAN: la necesidad de acelerar la planificación industrial estatal, mientras que guardó silencio tanto sobre las denuncias georgianas como el resto de las duras acusaciones de burocratismo que el Politburó recibía de decenas de opositores. 

Esta visión más cauta de Trotsky se vino abajo completamente tras el XII Congreso, momento en que la burocracia, consciente de haber zafado de un golpe demoledor, arremetió sin miramientos contra uno de los dos grandes líderes de la revolución de octubre. Zinoviev se transformó en el portavoz de la campaña antitrotskista, acusando a Trotsky no sólo de arremeter contra las masas campesinas, sino incluso culpándolo por la derrota de la revolución alemana en octubre de 1923, cuando fue el propio Buró Ruso el gran director del fracaso. 

En este marco, Trotsky no tenía otra opción que responder al ataque de Stalin y compañía. Salvo los miembros del CC y algunos otros dirigentes más, el común del partido no creía que Trotsky estuviera enfrentado desde hacía tiempo con el secretario general y el presidente de la Internacional Comunista, Zinoviev, por lo que no dejaron de ser sorpresivos sus duros artículos publicados desde diciembre de 1923 en las páginas de Pravda. Actuaba ya como parte de una Oposición mucho más amplia que se erigía contra la burocracia partidaria. Esta Oposición se estructuró en torno a la declaración de los 46, la Conferencia de Moscú y, sin dudas, el liderazgo de Trotsky.

La “Carta de los 46”

La “Carta de los 46 al Politburó del Comité Central del Partido Comunista Ruso” significó, sino el primero, el más decisivo paso dado por la oposición contra la troika hasta entonces. Presentada el 15 de octubre de 1923, fue firmada por notables miembros bolcheviques, entre ellos nombres como Evgueni Preobraszhensky, Antonov-Ovséienko, Yuri Piatakov (elogiado por Lenin en el Testamento escrito meses atrás) y Liev Sosnovsky. Estos destacados dirigentes, que en su mayoría tenían dos décadas de militancia en el partido, enviaron la carta al Politburó para que sea discutida internamente en la dirección y luego trasladada a los distintos organismos de base del partido. 

La Carta unificaba un planteo de oposición a la troika y la necesidad de abrir la democracia partidaria, con el detalle en particular de contener al final del texto aclaraciones individuales y grupales. (En ellas, algunos firmantes se distanciaban de la caracterización económica y la necesidad de una planificación industrial, mientras que otros cuestionaban la definición que se hacía de la dirección como una fracción burocrática, considerándolo algo exagerado o no del todo justo).

Así, algunos más cercanos a Trotsky, entendían que el punto decisivo era superar la crisis que azotaba al país, “riesgo de colapso económico extremadamente agudo” (Carta de los 46, Pág. 55). Para conseguirlo se debía garantizar una mayor democracia partidaria que abra la discusión a la base militante y promueva a los dirigentes desplazados.

Otros, algunos de ellos con pasado en la llamada Oposición Obrera, comprendían que la crisis interna era el problema en sí mismo, por lo que se debía volver al régimen interno previo al X congreso de 1921. El balance sobre la necesidad de cercenar las fracciones internas no era homogéneo, algunos lo consideraron necesario en un momento mientras que a otros les pareció innecesario desde siempre. Sin embargo, todos compartían la opinión de que una sola fracción se venía fortaleciendo desde ese momento: el aparato, crecientemente burocrático, que dominaba el partido. 

Los 46 acordaban en proponer “al Comité Central, como primera y urgente iniciativa, convocar una conferencia de los miembros del CC, junto con sus más eminentes y activos funcionarios del partido, de modo tal que la lista de convocados comprenda un cierto número de compañeros que tengan opiniones distintas de las de la mayoría del Comité Central”. (Carta de los 46, Pág. 57) No sólo no se dio lugar a la publicación de la Carta, sino que la troika hizo una moción de censura en el propio CC, juzgando a los 46 por haber violado la prohibición de fracción resuelta en 1921. Paradójicamente, se prohíbe el cuestionamiento a la propia prohibición al ser considerada una falta disciplinaria. 

Trotsky, los 46 y su denuncia

El 8 de octubre de 1923, tan sólo una semana antes de la Declaración de los 46, llegó una carta al CC y al CCC (Comité Central de Control) enviada por Trotsky. En ella se arremetía contra la burocracia en los términos que él mismo había descartado en el XII congreso. Finalmente, Trotsky activaba la “bomba” preparada por Lenin. La troika hizo una rápida y lógica, pero sobre todo conveniente, asociación de cara a su campaña antitrotskista: Trotsky estaba detrás de una fracción declarada contra la dirección, encabezaba a un grupo de dirigentes que incluía a elementos comprobadamente fraccionales, a los que Lenin ya habría combatido en el pasado.

Si bien es muy probable que Trotsky haya estado en conocimiento de la declaración de los 46, e incluso es innegable su influencia en parte de lo allí postulado, lo cierto es que no fue él ideólogo, ni tuvo una directa participación en su elaboración. Trotsky planteó, de igual modo que en uno de los párrafos de la Carta de los 46, que el problema central del país es “la racionalización de la industria de Estado y reducción de las tijeras” (Trotsky, Nuevo Curso, Pág. 62). Valiéndose del apoyo otorgado por Lenin al GOSPLAN, en sus últimos días de vida consciente, Trotsky arremetió contra el caos organizado desde la cúspide y sostuvo la necesidad de que la base del partido discuta el conjunto de los problemas económicos y las soluciones que se imponían en este momento. Es bajo este ángulo que centralmente cruza a la dirección y exige el restablecimiento de la democracia partidaria frente a la “burocratización del aparato” (Trotsky, Nuevo Curso, Pág. 63). 

A la denuncia ya generalizada por miembros de la oposición (designación a dedo de secretarios y desplazamiento de las voces críticas), Trotsky agrega el rechazo al estado semipolicial que rige en las filas partidarias, por el que muchos temen dar a conocer sus posiciones por miedo a ser definidos como opositores y perder así el derecho a participación en la vida partidaria. La opinión personal es ocultada por lo que el debate interno termina siendo dinamitado. Sin embargo, lo más grave por estos días será para Trotsky la puesta en práctica de un método de delación. 

Por motivo de la crítica situación económica, en el verano de 1923 estallaron una serie de huelgas obreras, que por su alcance enfurecieron a la troika. La automática respuesta de la camarilla fue instaurar un régimen de delación, por el que cualquier miembro del partido estaba obligado a informar a la GPU, el CC o el CCC ante la sospecha de posibles casos de reagrupamiento fraccional o conspiración que hayan tenido lugar en la huelga. Este método, generalizado por el estalinismo en un futuro inmediato, será rechazado por Trotsky en tiempo real. 

Su solución, aún en plan de abrir un debate partidario respecto al régimen interno, será: “Poner fin al burocratismo de los secretarios. Hay que restaurar los derechos de la democracia del partido, lo bastante como mínimo para impedir que el partido se seque y se degenere. La base del partido debe expresar las razones de su descontento en el mismo seno del partido, debe participar realmente en la construcción del aparato organizativo, conforme a los estatutos y, sobre todo, al espíritu de nuestro partido.” (Trotsky, Nuevo Curso, Pág. 67)

Pero la evolución del copamiento burocrático ya no solo del Estado, sino, fundamental, del Partido, sigue su curso. En la biografía de Trotsky, escrita por Jean Jacques Marie, se informa que: “Cuatro días después de la Carta de Trotsky, el 12, el buró de organización establece la nomenklatura, es decir la lista de cargos del partido y el Estado (los soviets) cuyos titulares son nombrados por el Comité Central y en consecuencia por la secretaría general” (pág. 295).

“Nuevo Curso” como maniobra de la troika

Para Trotsky, la burocratización partidaria era el factor que explicaba la emergencia de un fraccionalismo partidario. Trotsky le daba al burocratismo partidario un sentido específico: “no es un resabio del período anterior en vías de desaparecer sino, por el contrario, un fenómeno esencialmente nuevo, originado por nuevas tareas, nuevas funciones, nuevas dificultades y nuevos errores del partido” (Trotsky, Nuevo Curso, Pág. 11). Sin embargo, romper con el viejo curso no equivalía a dar por tierra con la vieja generación que conducía la organización, al menos así lo presentaba públicamente. “Lo preciso es que esta vieja generación cambie de orientación y así pueda ejercer en el futuro una influencia preponderante sobre toda la actividad autónoma del partido”. (Trotsky, Nuevo Curso, Pág. 9)

En estos términos, Trotsky hizo público el debate sobre el “nuevo curso” en la prensa partidaria durante el mes de diciembre. Fue la propia camarilla, con Zinoviev a la cabeza, la que habilitó el 7 de noviembre el debate en las páginas del Pravda en medio de una crisis política que amenazaba con escalar aún más contra la troika. El 5 de diciembre, Stalin y Kamenev dictaron una resolución en la que “el partido debe emprender una seria modificación de su política en el sentido de una aplicación metódica y estricta de la democracia obrera, lo que implica para todos los camaradas la libertad de examinar y discutir públicamente los principales problemas del partido, así como, la elecciones de funcionarios y órganos colegiados desde abajo.” (Broué, Pág. 221). Trotsky la apoya, llegando incluso a proponer modificaciones en su elaboración que son aceptadas. La moción tiene un único objetivo para la camarilla: dar cobertura a una dirección acorralada, es una válvula de escape a una discusión política que puede terminar desbordándolos si no es direccionada por ellos mismos.

Así, la propia burocracia tomará en sus manos el problema del “Nuevo Curso”, reconociendo que existe un problema burocrático, como un primer y necesario paso para disipar las críticas que se fueron forjando contra sí mismos. La maniobra del “Nuevo Curso” oficial fue advertida por Trotsky en tiempo real: “Los partidarios del “viejo curso” que votan la resolución del comité central con la convicción de que todo seguirá igual” (Trotsky, Nuevo Curso, Pág. 13). Sin embargo no podía despreciarse el espacio abierto por la burocracia, el cuál permitiría sostener una batalla política. 

La XIII Conferencia

Finalmente, el debate público le sirvió más a la camarilla, para anticipar y preparar la acción, que a la oposición para abrir una discusión real en la base partidaria, de cara a la Conferencia. La persecución de dirigentes opositores no cesó a lo largo de estos meses, entre ellos Antonov-Ovséienko, que fue retirado de su puesto de principal comisario político del Ejército Rojo. Otros dirigentes opositores fueron trasladados a puntos lo suficientemente alejados o a puestos menores, en una clara advertencia para todo aquel que se muestre crítico al aparato. 

Tanto en la Juventud Comunista como en las filas del Ejército Rojo, las posiciones de la Oposición ocupaban un lugar destacado, lo mismo que en la mayor parte de las células de Moscú. Más allá del aislamiento al que fue sometido Trotsky por la burocracia, junto a la infección palúdica que durante esos meses le impidió participar activamente de la lucha política, su posicionamiento público fortaleció a la oposición que venía desarrollándose y que, sin dudas, necesitaba un liderazgo de esa jerarquía. La presencia del principal líder de la revolución (en actividad) probablemente ejerció un efecto decisivo en los dirigentes opositores. No así en las masas, que en su mayoría desconocían aún la ruptura de Trotsky con la dirección y que tampoco pudieron acceder a los textos publicados, ya que el Pravda los dio a conocer recién luego de la Conferencia de Moscú. 

El historiador Pierre Broué entiende que más allá de los lugares conquistados por la Oposición, su obsesión por no ser acusada de fraccionalista sólo mejoró las oportunidades de la troika. La camarilla era consciente de los cuidados que Trotsky tenía para no ser acusado de indisciplinado, señalamiento que de todos modos iba a sufrir. Así, la Conferencia XIII, celebrada en Moscú el 16 de enero de 1924, contó con una subrepresentación de la Oposición, mientras que la troika supo valerse artificialmente de una mayoría a partir de las maniobras ejecutadas en la elección de los delegados. 

Preobraszhensky, Radek y Piatakov intervinieron en nombre de la Oposición, defendiendo tanto la necesidad de introducir una nueva orientación política (en línea con el GOSPLAN) como reclamando el reestablecimiento del régimen de discusión interna del partido. Fue, sin embargo, Stalin quien introdujo inicialmente el problema de la “burocratización”, acusando a Trotsky de emprender una campaña en función de quebrar la unidad partidaria. A su turno, se encargó de descargar duras acusaciones al ex jefe del Ejército Rojo, resaltando su pasado menchevique, sus planteos “anticampesinos” y su demagógica alianza con los sectores más jóvenes frente a la “vieja guardia bolchevique”. Stalin, característico por mantenerse en silencio, tuvo en esta Conferencia una voz tan efusiva como la del propio Zinoviev. Consideró que era momento de salir de las sombras, aparecer como el portavoz de la defensa de los “leales” burócratas que había ido posicionando en las direcciones partidarias  y dejar a la vista quién poseía el verdadero poder en el partido.

La ausencia de Trotsky por la enfermedad contraída, la superioridad numérica de la troika frente a la Oposición y el clima de creciente terror sembrado a fuerza de desplazamientos, dieron a la camarilla una oportunidad decisiva de cara al futuro del partido y el Estado. La Conferencia se posicionó frente a la Oposición, ratificando la moción votada hacía tres años y prohibiendo las fracciones, llamó a una formación “leninista” (falsamente disciplinada a las autoridades burocráticas) de la militancia y delineó la convocatoria de los obreros a la dirección contra la predominancia de la juventud estudiantil alineada con la oposición antiburocrática. Estas resoluciones iban en línea con la visión sostenida y defendida por la propia burocracia, que no sólo se dio el lujo de barrer con las resoluciones de apertura democrática partidaria y centralización industrial estatal que reclamaba la Oposición, sino que a su vez supo inaugurar oficialmente un relato de persecución y campaña antitrotskista. 

El nombre propio de Trotsky fue empleado como nunca. En él radicaban las razones de todos los males. La acusación fue en ausencia del acusado, quien por indicación médica se alejó de Moscú en dirección al sur. La “bomba”, el ataque contra Stalin y la camarilla encomendado por Lenin a fines de 1922, fue activada tardíamente y sin su propia presencia, la figura que mejor podía batallar contra la burocracia. Todo parecía estar asegurado para la conveniencia de la troika, que ya no se detendría más en su marcha contra el ala consecuente de la revolución bolchevique. 


La lucha de los 46 se transformó en el punto de partida para la gestación de la Oposición de Izquierda contra la burocracia stalinista.


Bibliografía:

Broué, Pierre; “El Partido Bolchevique”, Alternativa, Buenos Aires, 2007.

Deutscher, Isaac; “Trotsky. El profeta desarmado”, Era, Madrid, 1985. 

Trotsky, León; “El Nuevo Curso (y anexos)”, Ediciones Sedov, Valencia, 2015.

Trotsky, León; “Mi Vida”, Antídoto, Buenos Aires, 1990

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