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El proceso de restauración capitalista en Cuba


El socialismo cubano ya utiliza métodos económicos de corte capitalista y los empresarios estadounidenses son hoy los mejores aliados del presidente Castro en la búsqueda del levantamiento del embargo económico a la isla, para así introducir sus negocios en la 'perla de las Antillas' (1).


 


Es indudable que el gobierno norteamericano, bajo la presión de los monopolios yanquis, está interesado no solamente en impedir la aprobación de la ‘ley Helms-Burtonque incrementa las medidas de bloqueo, y que ya tiene media sanción de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, sino además en revertir la actual política de la Casa Blanca e intentar llegar a un entendimiento con Castro.


 


La ‘cuestión cubana’ es parte fundamental de la crisis política norteamericana, en la medida en que Clinton no tiene el apoyo del Congreso dominado por el Partido Republicano —en el que incluso, congresistas demócratas apoyan el endurecimiento del bloqueo.


 


La ley Helms-Burton responde al interés de los grandes capitales expropiados por la Revolución Cubana, que pretenden la indemnización por las propiedades confiscadas y derechos políticos para los ‘gusanos’.


 


Estas exigencias están objetivamente obstaculizando la posibilidad de los monopolios norteamericanos de penetrar más abiertamente en el mercado cubano, para lo que deben concretar ‘asociaciones de capitales’ a través de sus filiales en México, Canadá y otros países.


 


Por otra parte, la línea ‘dura’ contra Castro conduciría a una mayor crisis económica en la isla, y a posibles ‘estallidos’ sociales y políticos, poniendo en riesgo la posibilidad de cumplir con la deuda externa y de avanzar con las ‘reformas’.


Particularmente significativa es la posición actual del senador herrerista Carlos Garat, quien se declara rabiosamente antimarxista y que recientemente se pronunciara contra la invitación a Fidel Castro por Sanguinetti, y que ahora —al regresar de un viaje a La Habana— afirma: “No veo otra salida que no sea ayudar a Castro, porque no creo que haya otra persona en Cuba que pueda dar vuelta la página y tener el apoyo y la credibilidad de la gente”, defendiendo la continuidad de Fidel como la vía para que Cuba “se incorpore nuevamente al circuito occidental, sobre la base de una economía liberal y de mercado” (2). El senador del Partido Nacional “consideró que si en estos momentos el presidente de Cuba dejara el gobierno y se ensayara un nuevo relacionamiento con los EE.UU. e, incluso, accediera al poder un gobierno democrático, no se estaría en condiciones de llevar adelante las reformas que se están concretando” (ídem). “Me temo que en las circunstancias que vive Cuba podría derivar en una anarquía absoluta”, declaró.


 


La política de Clinton busca abrir una negociación con el gobierno cubano, para que los monopolios norteamericanos puedan realizar ‘inversiones' en la isla y la ‘reforma económica* vaya acompañada de la respectiva 'reforma política ’, es decir, el reconocimiento de derechos políticos al exilio de Miami —por lo menos, a través de la libertad para algunos presos políticos (que Castro ha venido liberando), y de la negociación con el ala ‘moderada' de la ‘contra’(negociación que ya está en curso).


 


Es indiscutible que la invitación cursada por el presidente uruguayo Sanguinetti a Fidel Castro, para que visitara el Uruguay, forma parte de la política del gobierno Clinton de acelerar un acercamiento con el castrismo.


 


Por otra parte, la ‘voltereta’ protagonizada por el presidente argentino Carlos Menem, quien de encabezar una cruzada por el derrocamiento de Castro pasó vertiginosamente a ‘opositor al bloqueo’, fue una muestra palpable de que forma parte de una campaña de conjunto tendiente a viabilizar una negociación entre el imperialismo y el castrismo.


 


A estos movimientos, hay que sumar el unánime rechazo a la ley Helms-Burton en las Naciones Unidas, así como la oposición a la misma del F.M.I., el Banco Mundial y los países de la OEA. Esta presión internacional está al servicio de la política de Clinton, en su esfuerzo por ganar a la opinión pública norteamericana al planteo del cese del bloqueo y del reconocimiento del gobierno cubano. Meses atrás, analistas del Pentágono y de los servicios secretos rusos habían concluido que la permanencia de Castro era preferible, para lograr la ‘reforma económica y política* en la forma más indolora posible.


 


Por su parte, el diario The New York Times afirma que Fidel Castro “no representa más una amenaza para los Estados Unidos”, y que si Estados Unidos puede manejar sus relaciones con China y Vietnam, “seguramente puede hallar una vía más sofisticada para negociar con Castro”. “Si los hacedores de política norteamericana de hoy no hubieran heredado un embargo contra Cuba, ellos no tendrían motivos para imponerlo” (3).


 


Esta tendencia del gobierno norteamericano a una ‘apertura’ hacia Castro, tiene como finalidad habilitar la participación de los grandes monopolios yanquis en el proceso de restauración capitalista en curso en la isla, evitando que pierdan terreno frente a los capitales europeos.


 


Según el periodista Carlos Castillo (Agencia IPS): “Europeos y estadounidenses intensificaron desde fines de septiembre su carrera diplomática y comercial por la conquista de posiciones estratégicas en el cada vez más abierto mercado capitalista de Cuba”. El análisis de IPS se basa en las siguientes informaciones:


 


*“Bill Clinton anunció una serie de medidas destinadas a permitir un mayor intercambio con la isla”, lo que “dejó claro que la Casa Blanca no quiere dejar campo libre a los europeos en La Habana”.


 


*“La Unión Europea anunció a fines de septiembre que iniciaría negociaciones formales con Castro para normalizar las relaciones políticas y comerciales”, “Alemania, hasta ahora el principal aliado anticastrista de Washington en Europa, ha dado en las últimas semanas claras señales de que está modificando esa posición. El gobierno de Bonn ya no prohíbe a fundaciones semioficiales y organismos no gubernamentales alemanes el establecimiento de contactos con similares cubanos para financiar proyectos de carácter social en la isla caribeña”.


 


*Y lo más revelador: “incluso el súper cauteloso Vaticano inició un diálogo secreto con los dirigentes comunistas de La Habana buscando un acercamiento entre Fidel Castro y el Papa Juan Pablo II. La Santa Sede ha suministrado cerca de 20 millones de dólares en ayuda humanitaria a Cuba en los últimos tres años y fuentes religiosas en La Habana consideran muy probable una visita del pontífice a Cuba en febrero de 1996”. Otro elemento fundamental: “el Papa acaba de visitar los Estados Unidos donde consiguió que Clinton levantara la prohibición de las remesas de dinero a Cuba por parte de familiares exiliados en territorio norteamericano. Esa prohibición había sido restablecida hace un año en ocasión de la crisis de los balseros y representaba un serio daño para Cuba pues involucra una cifra de 300 a 500 millones de dólares al año” (4).


 


*También ilustrativo sobre esta pugna en torno a la penetración económica en Cuba, sea que “el ex presidente Jimmy Cárter también se lanzó a la arena al promover en Atlanta, Georgia, una reunión de disidentes cubanos con emisarios de Fidel Castro, para profundizar los intentos de diálogo entre las dos partes. Cárter quiere incorporar a Cuba en su exitosa carrera de negociador de crisis, ilustrada ya en casos como Haití y Corea del Norte”. “La iniciativa de Cárter —continúa IPS— y las nuevas medidas anunciadas por Clinton aparentemente son movidas por el deseo de no dejar demasiados espacios para la ofensiva europea, en un momento en que la diplomacia estadounidense está inmovilizada por los anticastristas republicanos”. El análisis que al respecto publica ‘La República’ es concluyente: “Clinton parece dispuesto a hundir el bloqueo en el Caribe y Cárter podría ser la punta de lanza” (5).


Más allá del bloqueo, los capitales yanquis ya están buscando *invertir’ en la isla caribeña: “Es habitual a esta altura ver jets de ejecutivos aterrizar en el aeropuerto de La Habana. Existen igualmente rumores de que empresarios estadounidenses, ignorando el bloqueo y las prohibiciones de Washington, viajan a Cuba en embarcaciones de paseo que salen de Florida declarando otro destino” (ídem). Según IPS: “Cerca de 60.000 cubanos reciben sueldos de empresas extranjeras y aproximadamente 30 por ciento de la población nacional (unas tres millones de personas) ya ha dolarizado su economía doméstica”.


 


El análisis de IPS concluye: “El interés de europeos y estadounidenses es ocupar espacios estratégicos en la porción capitalista de la economía cubana, que crece continuamente. Fidel Castro promete que su país seguirá siendo socialista, pero ya es claro que coexistirá con un sector privado y lucrativo, que, según expertos como el estadounidense Andrew Zimbalist, muy probablemente acabará siendo mayoritario en la industria y en el comercio de la isla. Es esta tajada del pastel cubano que la UE y Washington se disputan con una intensidad cada vez mayor”.


 


Economistas cubanos llaman a "superar el carácter dual" de la economía


¿Qué está pasando en el lado cubano?


 


La discusión en la burocracia cubana -—y sus resultados— apuntan a acelerar el proceso de restauración capitalista, a partir del reconocimiento del fracaso de la‘apertura’ económica procesada en los últimos años.


 


Un libro recientemente publicado (6), apunta en ese sentido: “Cuba tendrá que superar el carácter dual de su economía si pretende un aprovechamiento óptimo de la inversión extranjera” (Agencia EPS).


 


“La apertura al capital foráneo forma parte de un paquete adoptado por el gobierno para superar la peor crisis conocida en el país desde la revolución de 1959. Esas medidas están llevando a que en la isla haya dos modelos económicos que coexisten conflictivamente, perjudicando la recuperación económica. Esa es la tesis (del) libro”.


 


El planteo de estos economistas es “un modelo socialista de desarrollo pero sin la ‘mirada complaciente’ que acompañó a ese proyecto en el pasado”. Es decir, acabar con la planificación estatal y obligar a las empresas estatales a ‘competir’ o declarar la quiebra… con el consiguiente aumento de la desocupación. La creación de un ejército de desocupados es un prerrequisito para la restauración del capitalismo en Cuba, ya que solamente sobre la base de mano de obra ‘libre’ (es decir, que no tenga más remedio que aceptar ser explotada) puede funcionar el modo de producción capitalista.


 


De manera coincidente, economistas reunidos en un congreso en febrero último reclamaron la necesidad del "diseño de una empresa pública autónoma de carácter mercantil”.


 


“Entre los principales obstáculos (de la reforma económica, el libro cita) la convivencia entre dos sectores con actores, modo de organización y lógica de financiamiento totalmente diferentes. De un lado se encuentra el sector ‘nuevo’ o ‘emergente’ donde predominan las sociedades o empresas con participación extranjera; del otro, el sector tradicional formado por empresas estatales sin participación de capital foráneo. El llamado sector ‘emergente’ se orienta al exterior o a sectores internos poseedores de divisas, funciona con el dólar, se mueve por señales de mercado y no siempre se subordina a las prioridades nacionales. El 'tradicional’ se dirige al mercado interno y a algunas exportaciones, opera con moneda nacional, está dirigido por mecanismos de planificación central y se subordina a las prioridades nacionales”.


 


El proceso de restauración es descripto por los economistas mencionados, como un avance del sector privado y ‘eficiente’ sobre el sector estatal e ‘ineficiente’-. “Mientras el (sector) ‘emergente’ muestra un alto nivel de eficiencia, sobre la base de un mayor equipamiento material y una mejor retribución laboral, el ‘tradicional’ suele mostrar baja eficiencia y unos niveles muy deteriorados de equipamiento y de estímulo a los trabajadores”.


 


El balance del libro es que “A pesar de los esfuerzos oficiales por atraer fuentes de financiamiento hacia las más diversas ramas de la economía, a principios de este año el sector emergente abarcaba sólo 13 por ciento del mundo empresarial”.


 


La propuesta de los autores del libro —que se lamentan que ‘solamente’ un 13% esté en manos del gran capital internacional— es “reestructurar la economía en un sistema único e integrado que recupere, con los equilibrios necesarios, una dinámica de crecimiento y desarrollo”.


 


De este modo, queda al desnudo el objetivo de la burocracia dirigente, de avanzar en el proceso de restauración capitalista, con sus secuelas de desmantelamiento de industrias “obsoletas”, desocupación y mayor diferenciación social.


 


La nueva ley de inversión extranjera


 


Los dirigentes cubanos se han jactado una y otra vez del carácter democrático de sus instituciones, señalando por ejemplo que las elecciones de diputados a la “Asamblea del Poder Popular” fueron precedidas por miles de reuniones y asambleas. Lo que nunca han discutido estas reuniones han sido las leyes fundamentales aprobadas por esa “Asamblea” como la despenalización de la tenencia de dólares o la nueva ley de inversiones extranjeras, con el objetivo de mandatar a sus diputados.


 


En octubre pasado la “Asamblea del Poder Popular” aprobó… ¡por unanimidad! la nueva “Ley de la Inversión Extranjera” (N° 77), que significa un gran paso en el proceso de penetración imperialista y de restauración del capitalismo.


 


Según esta ley “Pueden ser autorizadas inversiones extranjeras en todos los sectores, con la excepción de los servicios de salud y educación a la población y las instituciones armadas, salvo en su sistema empresarial” (Artículo 10).


 


Las autoridades cubanas justificaban las normas anteriores, que permitían la privatización de las empresas estatales, afirmando que el Estado mantenía el 50% del capital de estas empresas, y por lo tanto estaba garantizado el control sobre el capitalista extranjero. Ahora esta ley autoriza la instalación de “empresa(s) de capital totalmente extranjero, (en las que) el inversionista extranjero ejerce la dirección de la misma, disfruta de todos los derechos y responde por todas las obligaciones prescritas en la autorización” (Artículo 15).


 


Este punto fue —según diversas fuentes— uno de los centros en la discusión en el seno de la “Asamblea del Poder Popular”. Finalmente, el gobierno habría ‘tranquilizado’ a los diputados con el argumento de que las ‘inversiones’ que impliquen un 100% de capitales extranjeros, requerirán de la autorización del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.


 


Esta ley ofrece garantías completas al capital internacional con respecto a sus inversiones en la isla, incluyendo la posibilidad de ‘fugar’ los dividendos hacia fuera de Cuba, y estableciendo grandes ventajas impositivas. (“El Estado garantiza al inversionista extranjero la libre transferencia al exterior, en moneda libremente convertible, sin pago de impuesto o ninguna otra exacción relacionada con dicha transferencia, de: a) Las utilidades netas o dividendos que obtenga por la explotación de la inversión; y b) las cantidades que deberá recibir en los casos a que se refieren los artículos 3,4 y 6 de esta Ley—producto de la venta de la totalidad o parte de sus acciones-”. Artículo 8).


 


La ley también liquida el monopolio estatal del comercio exterior: “Las empresas mixtas, los inversionistas nacionales y extranjeros partes en contratos de asociación económica internacional, y las empresas de capital totalmente extranjero, tienen derecho, de acuerdo con las disposiciones establecidas a tales efectos, a exportar su producción directamente, y a importar, también directamente, lo necesario para sus fines” (Artículo 29).


 


Además de ello, “Con el fin de estimular las exportaciones y el comercio internacional, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros puede autorizar el establecimiento de Zonas Francas y Parques Industriales, en áreas delimitadas del territorio nacional” (Artículo 50). En dichas ‘zonas francas’, regirá “un régimen especial en materia aduanera, cambiaría, tributaria, laboral, migratoria, de orden público, de inversión de capitales y de comercio exterior, y en las que pueden participar los inversionistas extranjeros para realizar operaciones financieras, de importación, exportación, almacenaje, actividades productivas o reexportación” (Artículo 51).


 


La nueva ley considera también como una “inversión” a los “derechos de propiedad intelectual y otros derechos sobre bienes intangibles” (Artículo 19), es decir, se abre paso al reconocimiento de patentes internacionales, que es una de las vías de la colonización económica de las naciones atrasadas por el imperialismo.


 


Uno de los aspectos más debatidos en el Parlamento cubano, fue si se permitía o no la participación de los cubanos de Miami en estas ‘inversiones’. “El acápite sobre quiénes podrán invertir sacó a flote el dilema de si se aceptarán capitales privados de cubanos residentes fuera y dentro del país. Algunos diputados se pronunciaron por excluir a ambos, otros por aún no incluir a los de dentro. En ese sentido, el presidente Fidel Castro resaltó que la Ley tiene un carácter no discriminatorio, siempre que la inversión aporte divisas convertibles, mercado o tecnología” (7). Para tranquilizar a los más reticentes, el presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón, afirmó que “En el caso de los cubanos residentes en Estados Unidos (…), son las autoridades de ese país las que impiden a esas personas y a los propios estadounidenses invertir sus capitales en Cuba” (8).


 


También se debatió si los cubanos residentes en la isla podrían participar de las 'inversiones’. De hecho, el título de la ley oculta la autorización para el funcionamiento de empresas privadas por parte de ‘inversores nacionales como ‘socios’ del capital extranjero, lo que significa establecer el régimen legal bajo el cual procesar la transformación de la burocracia en clase capitalista, y también legalizar el surgimiento de una 'nueva burguesía1' (más o menos vinculada a los capitalistas en el exilio).


 


Por supuesto que estas medidas van de la mano con el surgimiento de ‘nuevas casas de cambio’ en la isla, e incluso con la abolición del monopolio estatal de la banca. Ya la ley autoriza a las empresas extranjeras o ‘mixtas’ a manejar cuentas en bancos extranjeros. En el futuro está planteada la autorización de nuevos bancos. No en vano, la “ley de la inversión extranjera” no prohíbe la ‘inversión’ en el sector financiero.


 


Esta ley se fundamenta en que “Para ampliar y facilitar el proceso de participación de la inversión extranjera en la economía nacional, es conveniente adoptar una nueva legislación que brinde mayor seguridad y garantía al inversionista extranjero y permita obtener fundamentalmente y en función del desarrollo sostenible del país y de la recuperación de la economía nacional, recursos financieros, tecnologías y nuevos mercados en cualquier sector productivo y en el sector de los servicios donde se identifiquen intereses mutuos”, es decir, en el reconocimiento de que la política (y la “legislación”) vigentes hasta el momento habían fracasado en la atracción de capitales:


“Los indicadores de ese fracaso son varios. De los 5.000 millones de dólares de inversiones extranjeras anunciadas de distintas fuentes, sólo se han concretado unos 500 millones de dólares (9), y la mayor parte está concentrada en el turismo. La producción azucarera ha caído al punto histórico más bajo, unas tres millones de toneladas, como consecuencia de los excesivos cortes de caña de las zafras posteriores a 1991. La prevista para el año corriente deberá ser aplicada exclusivamente al pago de los préstamos internacionales contraídos para financiarla. El bajísimo nivel de reservas de divisas y el déficit comercial han impedido que se pudiera renegociar la deuda externa, que supera los 9.000 millones de dólares, contraída en el ‘floreciente’ período de 1980/85. Cuba está considerando seriamente aceptar inversiones bajo la forma de canje de títulos de la deuda externa, lo que llevaría a una extranjerización descomunal. La continua sanción de leyes destinadas a favorecer al capital extranjero, es una expresión de los pocos resultados obtenidos hasta ahora por las leyes que se encontraban en vigencia. Es claro que el capital extranjero está a la expectativa de un arreglo de conjunto y de la posibilidad de explotar la economía cubana con vistas al mercado norteamericano” (10).


 


Esta ley va más allá que todas las leyes y decretos vigentes, e incluso que la Constitución aprobada en 1992, que autorizaba excepcionalmente las privatizaciones.


 


Este nuevo paso se fundamenta en que “En el mundo actual, sin la existencia del campo socialista, con una economía mundial que se globaliza y fuertes tendencias hegemónicas en el campo económico, político y militar, Cuba, en aras de preservar sus conquistas y sometida además a un feroz bloqueo, careciendo de capital, de determinadas tecnologías, muchas veces de mercado y necesitada de reestructurar su industria, puede obtener a través de la inversión extranjera, sobre la base del más estricto respeto a la independencia y soberanía nacional, beneficios con la introducción de tecnologías novedosas y de avanzada, la modernización de sus industrias, mayor eficiencia productiva, la creación de nuevos puestos de trabajo, mejoramiento de la calidad de los productos y los servicios que se ofrecen, y una reducción en los costos, mayor competitividad en el exterior, el acceso a determinados mercados, lo que en su conjunto apoyarían los esfuerzos que debe realizar el país en su desarrollo económico y social”. En esta larga parrafada, la burocracia castrista presenta al capital financiero internacional como el vehículo para el progreso económico y social, sin detenerse a reflexionar qué resultados ha tenido esta política en la ex-URSS, Polonia, China o, más cerca, en Nicaragua.


 


Como señalara Prensa Obrera “Fidel Castro ha repetido en numerosas oportunidades que el peor error de su vida fue no haber previsto el derrumbe de los estados obreros burocráticos. Sin embargo, tampoco ahora parece entender la naturaleza de lo ocurrido, puesto que sigue calificando al bloque que formaban esos estados como 'campo socialista’. Pero si eran ‘socialistas’ Cuba está condenada al mismo destino, pues se considera a sí misma socialista. De cualquier modo, lo que Castro no parece prever ahora es otra cosa: el destino que le depara seguir el camino 'aperturista’ de aquellos socialistas incluida China. El fracaso de la ‘apertura’ es el principal recurso del que se vale ahora el imperialismo para reclamar la aceptación, aunque sea ‘gradual’, de sus ‘planes políticos’ (11).


 


La ‘apertura política'… o los ‘gusanos’ se transforman en ‘mariposas’


 


Las movidas de Menem y Sanguinetti, dictadas desde Washington, están al servicio de impulsar una4apertura política’ en la isla, es decir, el cambio del régimen político, con la finalidad de otorgar no sólo derechos de propiedad sino también derechos políticos a los capitalistas, y en particular a la numerosa colonia de Miami.


 


“Precisamente, lo que diferencia a la transición3cubana de los procesos de restauración capitalista en China o Vietnam es la existencia de una numerosa colonia exiliada a pocas millas de la isla, cuya ‘reintegración’ implicaría otorgarle derechos políticos. En el debate de la última ley de inversiones extranjeras en la Asamblea Nacional de Cuba, Fidel Castro opinó que ya no debería usarse la calificación de ‘gusanos’ para los contrarrevolucionarios que viven en Miami. Esta misma ley autoriza a los cubanos exiliados a invertir en la isla, lo que a la larga apunta hacia el reconocimiento de derechos políticos.


 


“El gobierno Clinton exige la definición de los pasos que conduzcan a un cambio de régimen, porque un levantamiento del bloqueo a Cuba significaría que la isla se convertiría nada menos que en una plataforma excepcional de exportaciones hacia los Estados Unidos. La obtención de una4garantía’ de esa 'transición’ es lo que permitiría quebrar la oposición republicana al levantamiento del bloqueo. Dado el alineamiento de los grandes monopolios norteamericanos con el levantamiento del bloqueo, la ‘resistencia’ republicana está completamente condicionada a la falta de un acuerdo político entre Clinton y Fidel Castro” (12).


 


Es para forzar a Castro a esta negociación, que “El gobierno de Estados Unidos bloqueará probablemente los intentos del gobierno cubano de reingresar al Fondo Monetario Internacional” (13). El mismo diario informó que en los últimos 18 meses el gobierno de La Habana ha tenido contactos informales con funcionarios del organismo. El ingreso de Cuba al FMI es una condición para que el gobierno cubano pueda renegociar su deuda con el Club de París. El Financial Times también informó que Christian Noyer, presidente de los acreedores oficiales del Club de París, dijo hace tres semanas que “varios gobiernos presionan para que se llegue a un acuerdo informal sobre el alivio de la deuda oficial de Cuba”. Actualmente, Cuba debe pagar tasas de interés más altas que las corrientes, ya que no puede recurrir a préstamos a mediano y largo plazo, y únicamente obtiene préstamos a corto plazo.


 


La “apertura” y el movimiento obrero


 


El proceso de ‘apertura’ ha conducido a una mayor diferenciación social. Es más: “En el curso de esta ‘apertura’ el Estado cubano se ha ido transformando, eso sí, en un socio del capital extranjero para la explotación de los trabajadores. La contratación de los obreros requeridos por los capitalistas debe hacerse por intermedio del Estado, el cual recibe los salarios en dólares y paga a los trabajadores en pesos, embolsándose la diferencia entre el cambio oficial y el ‘negro’, que es de treinta veces. Esta relación resulta a la larga insostenible tanto para los obreros como para los capitalistas; en el caso de éstos, porque no pueden desarrollar su ‘política de personal’, es decir, de selección de los trabajadores y de diferenciación salarial. De todos modos, es previsible una profunda diferenciación potencial en la clase obrera, pues los contratados para trabajar bajo el capital privado se van convirtiendo en una masa de presión favorable a la completa ‘libertad de mercado’ (14).


 


En ese sentido, la nueva ley de la “inversión extranjera” —en otro de los puntos más debatidos en el Parlamento, según Cuba Internacional— establece que la contratación de personal para empresas mixtas o totalmente extranjeras se hará a través de una entidad empleadora cubana, salvo para los cargos de dirección y administración, los cuales podrán ser designados por la junta de accionistas de dichas firmas. Sin embargo, a modo de excepción “la empresa mixta podrá ser autorizada a contratar directamente de forma total o parcial, el personal requerido”.


En el último período, el gobierno cubano ha impulsado la revaluación del peso frente al dólar —e incluso se prevé establecer un ‘plan de convertibilidad’ para el año próximo, junto a nuevas medidas fiscales, que incluirían impuestos a los sueldos y aportaciones a la seguridad social, todo esto a través de una reducción del déficit del presupuesto y aumentos de precios.


 


Según Brecha (15), “Al mercado se agregaron los efectos de la entrada en vigor de nuevas tasas y tarifas y la eliminación de no pocas gratuidades. Con el objetivo de disminuir un exceso de liquidez que alcanzó los 11.000 millones de pesos en mayo de 1994, el gobierno subió las tarifas de la electricidad, el transporte terrestre y aéreo, los servicios de correo, los impuestos por documentos, el precio del ron, cigarrillos y puros y empezó a cobrar el agua, el alcantarillado y la entrada a museos, actividades culturales y deportivas”. Como reflejo de esta carestía, “Por primera vez en varias décadas, una encuesta del Centro de Estudios Sociopolíticos del Partido Comunista indicó que los cubanos consideraban muy alto el costo de la vida” (16).


 


La miseria social se ha incrementado enormemente. A los bajos salarios y la creciente prostitución, se suma el surgimiento de la abierta mendicidad: el semanario Juventud Rebelde, el segundo órgano del país, reconoció en su última edición la existencia de un número creciente de personas “que duermen a la intemperie, piden ayuda en las esquinas más céntricas, llevan la casa a cuesta y pocas veces recuerdan su origen” (17).


 


Estos planes serían un intento del gobierno cubano de superar la impasse de la aperara’ y sortear la necesidad de una ‘transición política’, a través del establecimiento pleno de las relaciones de mercado. No es casual que en sus últimos discursos, Fidel Castro haya señalado el ‘trato des-igual’ de Washington hacia Cuba con relación a China o Vietnam, y que realice un viaje a China —cuyo modelo pretende trasplantar a la isla. Castro se ha referido en muchas oportunidades a las ‘ventajas’ del ‘modelo chino’. El pasado 26 de julio, Fidel Castro lo señaló en su discurso: “Los desastres increíbles ocurridos en los países de la antigua URSS, a pesar de sus enormes recursos energéticos, de materias primas y de financiación externa, frente a los éxitos impresionantes de China y Vietnam, indican con claridad lo que puede y no puede hacerse si se quiere salvar la revolución y el socialismo” (18).


 


El ‘modelo chino’ no es otra cosa que la restauración capitalista impuesta a sangre y fuego contra la clase obrera… lo que no va a impedir que China también recorra el camino de la descomposición política y nuevas ‘rebeliones populares’.


 


Ante la inminencia de estos planes económicos, un conjunto de investigadores del Centro de Estudios de América (CEA), organismo adscripto al Comité Central del Partido Comunista Cubano, advirtió que ello “generaría niveles de desempleo y de inflación que eliminarían cualquier consenso alrededor del proyecto de reformas económicas” (19). Es decir, el fantasma de los ‘estallidos sociales’ está presente en los análisis oficiales cubanos.


 


Ya la despenalización de la tenencia de dólares y la autorización de los ‘ex-gusanos’ de Miami a enviar divisas a la isla, había acrecentado enormemente la diferenciación social. Del mismo modo, los sectores vinculados a las inversiones extranjeras y el turismo acceden con mayor facilidad a la moneda norteamericana. Según estimaciones oficiales, el 44% de la población tiene acceso con mayor o menor frecuencia a las divisas extranjeras (20).


 


Es evidente que en Cuba se está llevando adelante el mismo programa de restauración capitalista que se ha venido implementando en la ex URSS, Europa del Este y China. La liquidación más o menos acelerada del régimen político surgido de la revolución de 1959, es una consecuencia inseparable de este proceso. Ya están produciéndose negociaciones secretas —con el gobierno de Clinton y el Vaticano— en el sentido de una ‘apertura política’ hacia el exilio en Miami.


 


Cualquiera sea el ritmo de este proceso, el mismo está produciendo ya una tremenda diferenciación social, e incluso podría provocar un estallido social.


 


El temor a este estallido es lo que motiva el ‘gradualismo’ de un sector de la burocracia cubana. Las masas cubanas han sido testigos de la miseria social que las políticas restauracionistas han provocado en el antes mal llamado ‘campo socialista’. No es casual entonces que los dirigentes del PC cubano se nieguen a reconocer abiertamente a dónde conduce su política y la presenten como un resultado ‘inevitable’ de la actual ‘correlación de fuerzas mundial’.


 


En este sentido, es ilustrativa la discusión entre el ex-ministro de Economía español —y asesor del gobierno cubano—, Carlos Solchaga, y el presidente de la Comisión Económica del Parlamento cubano, Osvaldo Martínez. El español recomendó “acelerar” el proceso de “reformas económicas”, advirtiendo que una “apertura demasiado lenta” puede producir “una explosión social incontrolable”. Ante esto, el dirigente cubano respondió que “es el grado de comprensión popular el que dicta la velocidad de las reformas” (21) y que éstas deben hacerse “a la velocidad que el consenso social permita”. Solchaga afirmó que “En Cuba se exageran con frecuencia los peligros de Europa del Este” (22), “en alusión a la desintegración de la Unión Soviética y de otros países donde se desencadenaron guerras étnicas, como en la ex Yugoslavia”.


 


Es por ello que “El proceso político hasta ahora se ha caracterizado por el empirismo, es decir que el pueblo es llamado a discutir cada medida aisladamente, bajo la presión de los fracasos y de las necesidades o de los arbitrios del gobierno, pero nunca un programa de conjunto, una estrategia, que desnudaría las consecuencias abiertamente capitalistas de la política en curso” (23).


 


Este procedimiento niega a las masas cubanas toda posibilidad de deliberación y resolución políticas, desnudando su tutelaje por parte del Estado y su completa incapacidad de autodeterminación política. Presentar al ‘poder popular’ como una forma de ‘autogobierno’, no es más que una impostura.


 


Ante esta discusión estratégica en el seno de la burocracia dirigente, y entre el castrismo y el imperialismo, la clase obrera cubana e internacional necesitan un programa político y económico alternativo a los planes restauracionistas.


 


Estos planes se fundamentan en el ‘aislamiento’ de Cuba, con relación a sus antiguos ‘apoyos’ internacionales (la burocracia stalinista). El aislamiento de la revolución cubana solamente puede ser roto a través de las luchas populares que recorren América Latina y el mundo, contra los regímenes capitalistas con los que la burocracia castrista pretende ‘asociarse’.


 


Por el contrario, la ‘integración’ de Cuba al Mercosur y a la OEA, inseparable de la restauración política y económica, no significa la salvación de la revolución y sus conquistas, sino su liquidación.


 


Los trabajadores debemos levantar un programa de transición que una la defensa de las conquistas que el proceso restauracionista viene a liquidar, con la perspectiva del gobierno obrero y de la revolución socialista latinoamericana e internacional.


 


“Frente a las concesiones al capital extranjero que el gobierno califica como necesarias e imprescindibles, se impone que los trabajadores reclamen una completa libertad para defenderse directamente, sin sufrir la tutela del Estado, cuya burocracia está sometida a la presión descomunal del imperialismo y de sus propios intereses. Esto significa libertad para organizar sindicatos independientes y el derecho de huelga, así como el control obrero de la producción y de las empresas. Con relación a las reformas políticas, que apuntan a una coexistencia entre el Estado actual y una suerte de ‘democracia representativa* para la ‘contra’ de Miami, se impone reivindicar los principios y derechos de una democracia obrera, es decir, la completa libertad de organización, de expresión y de acción de las tendencias que defienden la Revolución y sus conquistas” (24).


 


El levantamiento de este programa es la base para la defensa de las conquistas de la Revolución Cubana y de las luchas que van a protagonizar las masas cubanas frente al proceso restauracionista. Y es al mismo tiempo una vía para la reconstrucción del internacionalismo obrero, que se plantea como una necesidad y una oportunidad históricas frente al hundimiento del stalinismo.


 


 


Notas:


1. La República, 22/6/95.


2. La República, 8/12/95.


3. La República, 27/10/95.


4. Prensa Obrera, N° 469,17/10/95


5. La República, 22/6.


6. ‘Cuba: la reestructuración de la economía. Una propuesta para el debate ’, de los economistas Julio Carranza, Luis Gutiérrez y Pedro Monreal, asesores del Comité Central del PCC.


7. Cuba Internacional N° 297.


8. (ídem).


9. Financial Times, 26/9/95.


10. Jorge Altamira, en Prensa Obrera, N° 469, 17/10/95


11. Idem.


12. Idem.


13. Financial Times


14. Prensa Obrera N° 469, 17/10/95


15. Brecha, 6/10/95.


16.(ídem).


17. LaRepública, 28/7/95.


18. La República, 25/11/95.


19. El Mercurio, 16/9/95.


20. Financial Times, 26/9/95.


21. La República, 17/11/95


22. Idem.


23. J. Altamira,Prensa Obrera, N° 469, 17/10/95


24. J. Altamira, Prensa Obrera, N° 469, 17/10/95


 

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