La flexibilidad laboral del centroizquierda

A propósito de Garzón Maceda


La Uepc, el sindicato docente de Córdoba, ha publicado unos "Apuntes sobre flexibilidad, desregulación y empleo", de Lucio Garzón Maceda (1), que resumen los conceptos volcados por el laboralista cordobés en una mesa redonda realizada en el local sindical. La importancia de estos "Apuntes …" va más allá de esta circunstancia. Lucio Garzón Maceda es hombre de consulta obligada de vastos sectores de la burocracia sindical, no sólo de Córdoba, y una voz escuchada por el activismo que está despertando a la vida gremial y política. Cuando los trabajadores de Cormec ocuparon la planta, Garzón Maceda fue el primer convocado y, desde la improvisada tribuna, fijó una estrategia que influye hasta el día de hoy en la conducta de la Comisión Provisoria.


 


"Lamentablemente, debemos trabajar con flexibilidad"


 


La idea de que la flexibilización laboral es un producto inevitable de la modernización capitalista fue planteada con estas palabras en las puertas de Fiat Auto. Para Garzón Maceda, los "equipos flexibles (flexibilizados) permiten responder a una demanda incierta y fluctuante (porque) en mercados que crecen y cambian con celeridad, el modelo fordista de equipos rígidamente especializados, no daría respuesta adecuada". La evolución del capitalismo habría llevado a que el crecimiento sea hoy más lento que el proceso de destrucción de empleos, "que se produce de manera simétrica, mundialización, competencia (y) tecnificación, de por medio".


 


A partir de esta caracterización, entiende que hay dos tipos de flexibilidad: la interna, dentro de la fábrica, que supone la polivalencia y la flexibilidad horaria, que permite "reaccionar mejor a las variaciones del mercado, sin perder productividad", y la externa, que es la que Garzón Maceda enjuicia particularmente. Esta, el "ideal liberal", supone que las condiciones de trabajo pueden ser revisadas permanentemente, al compás de la bolsa mundial, y elimina la estabilidad del trabajador. En este caso, dice Garzón Maceda, el trabajador "es un ajeno a la empresa, se pierde fidelidad, no hay posibilidad de capacitar ni de desarrollar polivalencias (y) obstaculiza la búsqueda de una mecanización flexible". La alternativa es un trabajador polivalente, con estabilidad laboral y flexibilización salarial acotada, lo que supone un salario mínimo fijado por un convenio marco por industria y negociaciones por fábrica. El modelo sería Europa, por su red social y los convenios "articulados", un lugar en el que "la empresa puede continuar siendo competitiva pese a que sus salarios sean altos no sólo es el precio el determinante, sino la calidad y la innovación (…Alemania)".


 


Entonces, en materia de flexibilidad, existe un mal menor.


 


Los supuestos falsos


 


Los supuestos del laboralista cordobés no existen en el mundo real.


 


La flexibilidad no es una exigencia impuesta por la demanda incierta y fluctuante de una economía "globalizada", en crecimiento, profundamente competitiva y tecnificada. Entre 1945 y 1965, la economía mundial creció a un 5% anual; entre 1975 y 1995, al 2%. Las profundas fluctuaciones, que existen, no tienen que ver con la demanda, sino con el proceso de racionalización capitalista, provocado por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Las empresas no se expanden en función del desarrollo del mercado capitalista, sino por la eliminación de la competencia, en un proceso de furioso fagocitamiento entre pulpos (un ejemplo de la crisis actual es la propia industria automotriz, en la que las terminales se convierten en importadoras, las nuevas fábricas son armadurías con vistas al "intercambio compensado" en el seno del Mercosur, y las multinacionales ocupan el lugar de las autopartistas radicadas).


 


Más allá de tal o cual fluctuación, la competencia bajo el capitalismo se dirime en el grado de explotación al trabajador y esta lucha es hoy doblemente mortal, por una crisis en desarrollo de características históricas.


 


Por estas razones, la flexibilidad laboral no es una exigencia impuesta por los cambios tecnológicos del proceso de trabajo. Si el trabajador eventual o flexibilizado fuese una necesidad generada por los procesos de trabajo modernos, no se entiende porqué esto debería llevar a una reducción directa de los salarios horarios y de los sueldos mensuales, y a una derogación de los beneficios sociales, una tendencia presente en todo el mundo. La flexibilización laboral expresa la necesidad de la clase capitalista de recomponer la tasa de beneficio, ampliando el grado de explotación de los trabajadores, y esta tendencia toma ahora una forma absoluta (rebaja de salarios) por la existencia de la crisis. Se trata de una tendencia mundial e imparable, que no se detiene en la estabilidad laboral, ni en los salarios mínimos, ni en los convenios "marco".


 


¿Alemania?


 


La propia Alemania, que ha sido presentada como el ejemplo de un capitalismo capaz de generar producciones internacionales competitivas sobre la base de la calidad y la innovación, y al mismo tiempo salarios altos y consumo entre la población, no escapa a la regla general. La clase capitalista alemana atribuye la actual crisis de su país a estas "cualidades", invocando que la falta de colocación de los productos del país en el mercado internacional, o sea, la falta de competitividad, reside en los "altos costos salariales" y los "excesos de seguridad social".


 


Esta caracterización tiene dos evidencias.


 


En los últimos años se verifica una transferencia masiva y creciente de capitales alemanes hacia el exterior, que busca explotar un "costo laboral" mucho menor fuera de sus fronteras el costo de la hora de trabajo en Alemania es de 18 dólares, en Europa del Este de apenas 3.


 


Dentro de la propia Alemania, la clase obrera está librando una lucha denodada contra el intento de provocar una reversión histórica de sus conquistas sociales, que incluiría el aumento de la jornada diaria, el corte de vacaciones, la eliminación de restricciones al empleo femenino nocturno y el corte de la asistencia social y del subsidio a los desempleados. Los capitalistas de Alemania, presentados como defensores de los "recursos humanos" y de la calificación productiva, ponen como ejemplo a Taiwán o a Europa del Este, y utilizan a la masa de desempleados de Alemania oriental como un factor de presión para hundir salarios y conquistas.


 


La imagen de un capitalismo emancipado de la explotación del trabajo ajeno, fundado en aliviar la jornada de trabajo y mejorar la calidad de vida (que ha sido "comprada" incluso por todo un sector de la izquierda), no corresponde a este mundo (capitalista).


 


Convenio "marco"


 


Garzón Maceda opone la negociación colectiva "articulada" vigente en ciertos países de Europa al convenio individual que hoy rige en Nueva Zelandia, país que ha pasado a ser, no sólo para el laboralista, el paradigma del "capitalismo salvaje". Impugna en este país la eliminación del sindicato, la ausencia de salarios mínimos nacionales o regionales insertos en los convenios centralizados y la formación del salario en base al rendimiento.


 


No sólo no existe una oposición absoluta entre el convenio "marco" y el contrato individual, sino que aquél puede sólo disimular la existencia de éste. El planteo de negociación colectiva "articulada", doctrina oficial de la burocracia de la CGT y de la CTA, delata la intención de establecer "convenios marco" que luego pueden ser "ajustados" a las necesidades antilaborales de cada empresa, incluyendo el contrato individual. Las empresas han introducido la modalidad del trabajo en "círculos", con el objetivo de imponer una diferenciación de salarios entre distintos grupos de obreros, aun cuando ejecuten la misma tarea: por esta vía se cuela el "salario individual", el ingreso en base a la "productividad" y la competencia abierta entre los trabajadores. Los "mínimos salariales" pueden cumplir la misma función que el actual "salario mínimo", es decir, ninguna.


 


La negociación "articulada" no preserva el convenio por industria, que fue impuesto por los sindicatos para suprimir la competencia entre los trabajadores, y puede ser el taparrabos del convenio por empresa y del "arreglo" individual. Tiene todos los defectos y ninguna virtud: anula el convenio único y saca la negociación de los acuerdos por empresa de manos de los representantes de estas empresas, reservándola a la burocracia.


 


Devaluación


 


Para Garzón Maceda, todo el debate sobre la flexibilización está distorsionado por la ley de "convertibilidad", que somete al país a un peso sobrevaluado y crea una situación que fuerza devaluaciones encubiertas o indirectas, tales como la desregulación laboral, las exenciones impositivas a los empresarios y la baja de las remuneraciones. En lugar de subir el tipo de cambio (devaluar) para impulsar un vuelco exportador, el gobierno rebaja el costo laboral para lograr el mismo objetivo sin tocar la paridad cambiaria.


 


En el debate burgués entre "estabilizadores" y "proteccionistas", Garzón Maceda se ubica entre estos últimos y es partidario de que este sinceramiento preceda todo el debate sobre la reforma laboral ("si el objetivo es abaratar costos, primero hay que conseguir que haya demanda de trabajo y después buscar el trabajo barato, porque sin pedidos, nadie toma empleo aunque sea baratísimo"). Para conseguir que haya trabajo, Garzón Maceda propone crear una demanda a través de fuentes presupuestarias de financiación sustitutiva que deberían pagar los empresarios, protección para ciertos rubros de la industria alejados de la competencia internacional y, aunque "de eso no se habla", la devaluación. Un programa antipopular y antiobrero, aunque se lo vista de otro modo y, por sobre todas las cosas, "carente de equidad". No llama a desconocer la deuda externa, componente fundamental del gasto público; no dice cómo hacer para cobrarles a los empresarios que ya no pagan sin anular el secreto bancario y disponer el control obrero sobre la banca, el gran capital y el comercio exterior, por lo que banqueros y empresarios aportan cero. Los trabajadores, en cambio, se deben "poner" rigurosamente con una nueva rebaja de salarios a través de la devaluación y la aceptación de la reforma laboral.


 


Frepaso


 


Garzón Maceda no habla sólo por él. Sus posiciones apuntan en la misma dirección del Frepaso, una franja del radicalismo y el 99 % de la burocracia sindical. Punto por punto, es la propuesta del Frepaso frente a la flexibilización laboral presentada por Carlos Auyero (Clarín, 29/11), que incluye "un sistema flexible de retribución", un "salario base articulado" y "una participación en los beneficios" o ingreso por productividad laboral hacia adelante (el Frepaso no plantea arrancar el aumento salarial que corresponde al 40% de incremento en la producción logrado por el esfuerzo obrero en los últimos años).


 


Esto no es otra cosa que la aplicación del convenio Fiat a escala nacional, un tejido antiobrero que la burguesía nacional y el propio imperialismo están armando frente a la bancarrota capitalista y que busca, allí donde puede, entrampar a los propios trabajadores.


 


 


 


Notas:


1. Lucio Garzón Maceda: laboralista cordobés, asesor del Smata Córdoba durante muchos años y secretario de Trabajo del gobierno de Alfonsín, durante una parte de su gestión.

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