Introducción
El Partido Obrero se ha empeñado en los últimos años en la organización de la mujer.
El objetivo de este artículo (que originalmente fue escrito como trabajo final del seminario Una aproximación teórica e histórica al sujeto mujer y a la categoría de género de la carrera de Historia de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA) (1) es analizar a grandes rasgos el abordaje hacia la cuestión de la mujer por parte del Partido Obrero.
Para ello, fue necesario en primer lugar resumir el planteamiento que de la cuestión de la mujer realizaron los fundadores del marxismo-leninismo-trotskismo.
En primer lugar se analiza el planteo de Carlos Marx y Federico Engels, sobre el origen histórico de la situación de la mujer y el concepto de doble explotación.
Luego se analizan algunos escritos de Lenin, el programa por él elaborado en cuanto a las reivindicaciones de la mujer y la lucha política llevada adelante para defender ese programa.
Por último se aborda el análisis de León Trotsky, tanto en los aspectos programático-reivindicativos, como en los problemas prácticos planteados en la URSS. También se analizan los cambios sufridos con el avance de la burocracia stalinista.
Luego se analizan los materiales del Partido Obrero, bajo el interrogante de si realmente es respetado el programa del trotskismo, y qué grado de compromiso hay frente a la cuestión de la mujer: ¿El problema de la mujer es una cuestión de compromiso o una cuestión estratégica para nuestro partido?.
Ese es la pregunta que este trabajo intentará responder.
1. Rastreando la cuestión de la mujer en Marx y Engels
Ya en 1846, en La ideología alemana, Marx y Engels planteaban que “la primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos” (2). La división sexual del trabajo tiene una importancia central en el interés de ambos fundadores del socialismo científico por rastrear el origen histórico de la propiedad y la división de clases, lo que los lleva a buscar el origen de la dominación de la mujer por el hombre en la familia monogámica.
Engels analiza con detenimiento el problema en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Allí caracteriza que la introducción del pastoreo y la agricultura, al mismo tiempo que da origen a la propiedad privada, impone modificaciones en las formas de matrimonio sindiásmico, dando paso al matrimonio monogámico, y echando por tierra los derechos hereditarios maternos de la gens.
“El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción” (3).
Esta derrota histórica de la mujer, trae consecuencias contradictorias entre sí. La monogamia es obligatoria para la mujer, no así para el hombre, dando pie a una poligamia de hecho. Junto a esta imposición, se desarrollan la prostitución femenina por un lado, y la figura del amante de la mujer y la infidelidad matrimonial por otro, situación que Engels llega a calificar de institución social indestructible.
Si la monogamia tiene su origen en la necesidad de la certeza de la paternidad en función de la herencia patriarcal de la propiedad, en la realidad esto no pasa de una certeza moral, avalada por la codificación legal.
Esta sería en cierta medida una especie de venganza individual de la mujer, que se rebela de las imposiciones del matrimonio monogámico.
La familia monogámica pasa a ser un reflejo de las contradicciones y los antagonismos reinantes en la sociedad. La eliminación de la propiedad privada y el pasaje a la propiedad colectiva de los medios de producción plantea una doble revolución social. La modificación de las bases económicas de la sociedad, por la cual la familia individual deja de ser la unidad económica de la sociedad, plantea, según Engels, la pregunta de cómo se verán modificadas las relaciones matrimoniales.
La respuesta a la que arriba es la siguiente: en tanto la economía doméstica se transforma también en una cuestión social, colocando como principal preocupación el cuidado y educación de los hijos, los condicionamientos sociales y morales que la burguesía impuso al matrimonio se modificarán.
La igualdad de derechos de la mujer y los hijos respecto al padre, junto a una mayor libertad sexual, debieran consolidar nuevas formas de matrimonio que privilegien el amor sexual individual, lo cual llevará a una nueva forma voluntaria de monogamia, pero en igualdad de condiciones para el hombre y la mujer.
Más allá del acierto o no de Engels en su pronóstico sobre el futuro de las relaciones matrimoniales, lo central del análisis de Marx y Engels tiene una vigencia primordial: la dominación del hombre sobre la mujer tiene un origen social e histórico concreto, ligado a la aparición de la propiedad privada. La posibilidad de superar este sometimiento en términos generales para todo el género femenino, se liga a las posibilidades de eliminación de la propiedad privada y la división de clases en términos revolucionarios.
Esta situación liga los destinos de la lucha de género por la emancipación de la mujer, con la lucha de los trabajadores por la eliminación de la división clasista de la sociedad, en un proceso de lucha común pero a la vez contradictorio.
Esta elaboración teórica y programática no es en absoluto patrimonio exclusivo de Marx y Engels. Ellos se nutren del trabajo y las luchas de numerosas mujeres por sus derechos. Ya en 1843, en su obra Unión Obrera, Flora Tristán unía la lucha por los derechos y la igualdad de la mujer, a la lucha más general de la emancipación de los trabajadores, estableciendo a esta última como condición de la vigencia plena de la primera.
Pero esa unidad de objetivos entre la lucha de clases y de género no está exenta de profundas contradicciones en la práctica.
León Trotsky va a analizar a fondo estas contradicciones en el análisis de la situación de la mujer en la URSS, luego de la revolución victoriosa de octubre de 1917 (ver sección 3).
2. Lenin y el problema de la emancipación de la mujer
Lenin retoma el análisis de Marx y Engels, teniendo muy presente el programa y las reivindicaciones de la mujer para su emancipación, bajo el capitalismo en primer lugar, y luego bajo la revolución triunfante en Rusia.
En primer lugar parte del análisis de que el capitalismo incorpora al mercado laboral a mujeres y niños en la necesidad de reducir los salarios de la mano de obra. Esa incorporación es denunciada en términos de sus efectos sobre la superexplotación de la clase obrera, pero de ninguna manera se plantea el reclamo de la prohibición del trabajo de las mujeres. Por el contrario, se caracteriza la incorporación de la mujer al ámbito laboral como un progreso, en cuanto la mujer abandona el aislamiento del hogar y se incorpora en forma directa a la experiencia de los trabajadores. El planteamiento de la prohibición del trabajo femenino pertenece a los sectores reaccionarios que pretenden aislar a la mujer en el embrutecimiento de las ollas y los quehaceres domésticos. La independencia económica de la mujer representa, a la vez, la posibilidad de desprenderse del yugo del marido en el ámbito familiar. En ese sentido el reclamo elemental es el de igualdad de salarios del hombre y la mujer.
Asimismo, Lenin libra una importante batalla por las reivindicaciones de la mujer en el ámbito de la IIª Internacional, demostrando que los derechos democráticos de la mujer forman parte indisoluble de la lucha por las reivindicaciones democráticas de los trabajadores. En ese sentido, el reclamo de la igualdad de derechos ante la ley de hombres y mujeres, el derecho al voto y al divorcio, pertenecen al programa del socialismo revolucionario.
En el Congreso Socialista Internacional de Stuttgart se aprueba gran parte de este programa, en una abierta lucha contra algunas secciones nacionales, como la austríaca, que plantea la imposibilidad de luchar por el voto femenino si aún no se ha logrado el acceso al voto por parte de los hombres. Lenin defiende el planteo de que la lucha por las reivindicaciones democráticas para los trabajadores no puede tener distinción de género, y que al plantear esta división artificial cualquier lucha entablada pierde la fuerza de un sector fundamental de los explotados. Del mismo modo, el congreso se declara en contra de la posición de la Sociedad Fabiana (inglesa) que plantea una comunión de intereses entre las mujeres obreras y de la burguesía en la lucha por los derechos políticos del género. Se plantea que la lucha por estos derechos está encuadrada en la lucha de los partidos de la clase proletaria.
Luego de la toma del poder en Rusia por el Partido Bolchevique, se procede a la puesta en práctica de gran parte de este programa. Lenin defiende en sus escritos los avances gigantescos de la URSS en materia de derechos legislativos para la mujer, obtenidos en pocos meses, contraponiéndolos a los lentos avances de los países capitalistas.
La legislación de la URSS eliminó cualquier elemento de subordinación de la mujer al hombre, ya sea en el ámbito doméstico, laboral, político o incluso militar, ya que se plantea la incorporación de la mujer a las milicias revolucionarias.
Pero la preocupación de Lenin va más allá de la cuestión legislativa. En los debates con Clara Zetkin pone de relieve la necesidad de la incorporación de la mujer a la política activa en ámbitos propios. Esto al constatar que, a pesar de los avances legislativos, la participación de la mujer en el ámbito sindical y político no registra un aumento relevante. Largos debates al interior del partido y a escala internacional tienen como objetivo la formación de organismos propios de intervención de la mujer, como condición indispensable para las tareas prácticas de la revolución. La edición de materiales, el funcionamiento de organismos y la aplicación de métodos específicos, pasa a ser una preocupación de primer grado en los últimos años de vida de Lenin, testimoniado en numerosos documentos de sus obras y en los cuadernos de Clara Zetkin.
El legado del leninismo está ligado al planteo de que la verdadera emancipación de la mujer sólo será posible bajo el comunismo, y por lo tanto ligado indisolublemente a la lucha por la revolución socialista.
3. Trotsky y su programa
Si Lenin plantea la preocupación acerca de la organización de la mujer, incluso bajo las dificultades de una revolución triunfante, es Trotsky quien la retoma y realiza un análisis de las contradicciones entre la lucha de clases y de género.
León Trotsky es, dentro del marxismo, quien ha encarado el problema de la mujer más a fondo, tanto desde el punto de vista programático como práctico.
Luego de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, retomó la cuestión de la mujer en numerosos escritos, charlas y conferencias.
En algunos de esos escritos, reunidos en La mujer y la familia (4), puede verse una evolución temporal en sus planteos: los primeros recogen sus preocupaciones en los años inmediatamente posteriores a la revolución, y luego, en el artículo “Thermidor en el hogar” (5), que forma parte de la obra La Revolución Traicionada, retoma la situación de la mujer bajo el stalinismo.
Trotsky adhiere al análisis marxista de la doble explotación que sufre la mujer: en el ámbito laboral y en el ámbito doméstico.
El planteamiento reivindicativo que da salida a esta situación tiene dos enfoques: desde el punto de vista de la igualdad de derechos jurídicos, civiles y políticos con el hombre, y desde las particularidades o diferencias de género de la mujer respecto del hombre.
De este modo, frente al análisis de la situación concreta real de la mujer, Trotsky resume los planteos de dos de las corrientes que dieron origen al feminismo: el feminismo individualista y el feminismo relacional; traducido al lenguaje coloquial, podríamos hablar de feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia (6).
El feminismo individualista, con centro en América y Gran Bretaña, hace hincapié en la igualdad de derechos de la mujer, en cuanto individuo, respecto del hombre. El feminismo relacional, con centro en Francia, centra su análisis en la pareja hombre/mujer, y reclama los derechos de la mujer en función de sus diferencias de género respecto al hombre (7).
Trotsky toma alternativamente uno y otro enfoque en forma complementaria: “La Revolución de Octubre cumplió honradamente su palabra en lo que respecta a la mujer. El nuevo régimen no se contentó con darle los mismos derechos jurídicos y políticos que al hombre, sino que hizo -lo que es mucho más- todo lo que podía, y en todo caso, infinitamente más que cualquier régimen, para darle acceso a todos los dominios culturales y económicos. Pero ni el todopoderoso parlamento británico, ni la más poderosa revolución pueden hacer de la mujer un ser idéntico al hombre, o hablando más claramente, repartir por igual entre ella y su compañero las cargas del embarazo, del parto, de la lactancia y de la educación de los hijos” (8).
Para responder a estas diferencias, la revolución intentó reemplazar al antiguo hogar-familia, por un sistema de servicios sociales (maternidades, guarderías, lavanderías, etc.) que absorbiera las funciones económicas de la familia y liberara a la pareja de esa carga.
En su análisis de la situación posterior a la revolución, Trotsky analiza las dificultades para trasladar los cambios que la revolución introdujo en las relaciones de propiedad y producción, al ámbito de la familia.
El atraso productivo y los efectos de la guerra civil retrasan las posibilidades del Estado obrero de modificar masivamente la esfera del trabajo doméstico. Hasta que el Estado no se haga cargo de las tareas del hogar, a partir de los servicios de lavandería, guardería, comedor, salud, etc., no se puede aspirar a que la mujer ejerza plenamente sus derechos igualitarios en los ámbitos laboral, sindical y político.
Un problema que preocupa particularmente a Trotsky es la necesidad de erradicar el atraso y la brutalidad que impone el alcoholismo al interior de la familia obrera, y que somete a la mujer y a los hijos al maltrato por parte del hombre. El esfuerzo del Estado por la educación, acompaña esta necesidad de erradicar el atraso y el oscurantismo al interior de la familia, impuestos por el alcohol por un lado, y la religión por otro.
Por lo tanto, para Trotsky no hay igualdad de derechos que valga si no se resuelven los problemas prácticos que la mujer enfrenta día a día. Aquí entran a jugar las reivindicaciones y derechos de género.
Los recursos de los primeros años de la revolución no eran suficientes para llevar adelante con éxito este plan. Se necesita un desarrollo en gran escala de las fuerzas productivas, para que el socialismo no se transforme en la “socialización de la miseria”. Lamentablemente, en la URSS se asiste, junto al enquistamiento de la burocracia stalinista en el poder, a un nuevo giro en la situación de la mujer.
El potencial realmente revolucionario de la introducción de la mujer en la vida política y productiva en forma masiva, se ve puesto de relieve por la negativa.
Junto con la consolidación del stalinismo en el poder, se asiste a la política de “regreso al hogar”, exaltando las virtudes de las tareas domésticas y enviando nuevamente a las mujeres al yugo de las ollas. Del mismo modo, se asiste a una política de prohibiciones respecto al derecho al aborto: “Estos señores se han olvidado evidentemente de que el socialismo debería eliminar las causas que empujan a la mujer al aborto, en vez de hacer intervenir bajamente a la policía en la vida íntima de la mujer, para imponerle las alegrías de la maternidad” (9). Para Trotsky la ley de abortos de 1936 es una ley dirigida contra la mujer, que significa un retroceso frente a la situación lograda previamente.
La base de la reacción stalinista, es planteada en la siguiente frase: “El motivo más imperioso del culto actual de la familia es, sin duda alguna, la necesidad que tiene la burocracia de una jerarquía estable de las relaciones sociales y de una juventud disciplinada por cuarenta millones de hogares que sirven de apoyo a la autoridad y el poder” (10). Se desarrollan y exacerban, por lo tanto, las tendencias más conservadoras de la mujer en el ámbito familiar.
La situación social de la mujer y de la familia está íntimamente ligada a los fundamentos económicos y políticos de la sociedad. La cuestión de la mujer va a seguir sin resolución hasta el establecimiento de una sociedad económica y políticamente igualitaria. El programa del trotskismo es una contribución ineludible a la hora de analizar el programa, las reivindicaciones y los métodos para alcanzar la emancipación de los trabajadores en general y de las mujeres en particular.
Cualquier corriente o partido que se reclame parte del programa del marxismo-leninismo-trotskismo no puede eludir la cuestión de la mujer en su programa y en su intervención práctica. Mucho menos, utilizar la trillada excusa de que existen “tareas pendientes más inmediatas o importantes”, ya que el legado del trotskismo demuestra que sin la mujer organizada, no hay triunfo posible de los trabajadores.
En la siguiente sección se analiza cómo es abordada la cuestión de la mujer por uno de los partidos que reivindican esta tradición teórica en nuestro país, a partir de los artículos que aparecen en su periódico semanal.
El programa trotskista en Argentina: el Partido Obrero
El Partido Obrero es uno de los partidos de la izquierda argentina que reivindica el programa del trotskismo y de la IVª Internacional, y que se ha afirmado en los últimos años como uno de los partidos más importantes de la izquierda, tanto en términos político-organizativos como en el terreno electoral.
Para analizar cómo este partido encara el tema de la mujer, he recurrido a seleccionar los artículos que abordan esta temática del periódico semanal Prensa Obrera, desde mediados del año 1995, hasta el final del año 1998. A los efectos de hacer posible el análisis, se han seleccionado exclusivamente los artículos referidos a cuestiones reivindicativas, programáticas u organizativas centradas solamente en el tema de la mujer, excluyendo los artículos referidos a frentes de intervención de la mujer en forma conjunta con el resto de los trabajadores, ya que incluir los últimos también obligaría a analizar prácticamente el conjunto de la publicación.
Lo primero que surge del análisis de los artículos es que mientras en los dos primeros años en estudio aparecieron unos pocos artículos, referidos a la política frente a los Encuentros de Mujeres de esos años, o a algún conflicto en particular (Proyecto de Salud Reproductiva, o lucha por el ingreso de mujeres al colegio Monserrat, en Córdoba), en los años 1997 y 1998 la cantidad de secciones y artículos referidos a la mujer y a sus movimientos va creciendo, llegando a ocupar la tapa del Nº 543 con el balance del XII Encuentro de la Mujer realizado en San Juan, y dos, tres y hasta cuatro páginas (de una publicación de 12), durante la casi totalidad del año 1998.
A simple vista, analizando el espacio destinado, pareciera que el interés acerca de la problemática de la mujer ha ido creciendo.
No sólo es una cuestión de espacio. Los planteos referidos al programa y la organización de la mujer evolucionan. En términos generales, el Partido Obrero reivindica la tradición heredada del marxismo, el leninismo y el trotskismo. En ese sentido considera que la lucha de clases por la emancipación de los trabajadores del yugo capitalista es una condición básica para la emancipación de la mujer en forma plena.
En este aspecto la lucha de clases ocupa un lugar central en su análisis, pero no contraponiéndola artificialmente a los problemas o las cuestiones de género.
En un sentido estricto, los artículos y debates que aparecen en el año 1996, alrededor del planteo del PO hacia el XI Encuentro de Mujeres, encuentran a esta organización en una toma de posición de carácter general sobre el problema. Por carácter general entiendo el desarrollo de una posición políticamente correcta pero sin profundizar en ella. O fijar una posición correcta de reivindicaciones y métodos de organización del movimiento de mujeres sin ser parte sustancial del mismo. Con esto no quiero decir que el PO no participara en las luchas llevadas adelante en el país, o que sus militantes no participaran en los Encuentros de la Mujer. Me refiero a fijar una posición frente a un acontecimiento particular (Encuentro de Mujeres), todavía en forma rudimentaria, y entablando debates con organizaciones feministas y participantes en general, del estilo de si en los encuentros se hace política o no, o si lo importante es la lucha de género o de clases.
Lo que podríamos llamar un debate arcaico, que ya fue superado en términos teóricos y programáticos por Trotsky, quien planteó la lucha de la mujer por sus reivindicaciones de género como parte fundamental del programa de los trabajadores por su emancipación.
Sistemáticamente, en los artículos se delinea el programa reivindicativo de la mujer: derecho al divorcio por petición de una de las partes, derecho al aborto legal y gratuito a cargo del Estado, defensa de la educación, salud, etc.; igualdad ante la ley, y en las actividades políticas y sindicales. Se podría denominar a esto un programa de carácter general.
En cuanto al lugar de la mujer dentro del partido, se puede ver un importante número de mujeres firmando artículos y cartas, y ocupando roles sindicales de responsabilidad. En cuanto a las candidaturas electorales, sus listas están ocupadas por un porcentaje de mujeres superior al cupo femenino establecido por ley, y ocupando los primeros puestos. En dos de las tres elecciones presidenciales desde 1983 a esta parte, una mujer ocupó la candidatura a la vicepresidencia.
Pero es a partir del 97 que se nota un cambio y una evolución en los planteos. El tema de la mujer no aparece sólo en ocasión del Encuentro de la Mujer, sino que aparece como parte fundamental de numerosas luchas, siendo la más importante de ellas la ocupación de la fábrica de Editorial Atlántida, ante el cierre fraudulento impulsado por la patronal. En ese conflicto, las esposas de los obreros jugaron un rol fundamental. Lejos de ser un factor para la desmovilización de los trabajadores, las mujeres (y los hijos) se colocaron en la primera fila del conflicto, difundiéndolo, recolectando el dinero para el fondo de huelga, haciendo el primer cordón humano cuando la policía intentó el primer desalojo, etc. El papel de la comisión de esposas de Atlántida colocó a muchas mujeres por primera vez en una lucha, y realizando tareas fuera de su hogar. Esta experiencia ha sido relatada extensamente en Prensa Obrera, y significó un paso muy importante en la percepción del rol protagónico que la mujer estaba ocupando en muchos conflictos en el país. Que esta percepción caló hondo al interior del propio partido se evidencia en las resoluciones adoptadas a partir de la propuesta de la comisión de esposas de Atlántida de realizar un acto central en Buenos Aires con motivo del Día Internacional de la Mujer.
A partir de la Asamblea de Trabajadores del 12 de diciembre de 1997, donde esta propuesta fue aprobada, Prensa Obrera inició una campaña por la realización de un acto político central el Día Internacional de la Mujer, fundamentando la propuesta en que dicho aniversario no es patrimonio de la burguesía, y poniendo de relieve que en esa fecha se reivindica a la mujer trabajadora en lucha. En ese sentido, el planteo de realizar un acto donde fueran oradoras las mujeres que protagonizaban luchas en ese momento, y que se transformara en un evento centralizador de los distintos movimientos de mujeres existentes, demostraba el creciente protagonismo de la mujer en el país, a partir de los cortes de rutas en Cutral Co y Jujuy.
Esta propuesta chocó contra las organizaciones políticas y feministas de la Multisectorial de la Mujer (hoy Movimiento de Mujeres), que se opusieron de plano a la organización de un acto central, dedicándose a las tradicionales mesas de agitación, con reivindicaciones generales. En este caso esas organizaciones no percibieron el cambio operado en la situación de la mujer en el país.
Es a partir de esta lucha política que la cuestión de la mujer va evolucionando en las posiciones del Partido Obrero. Extensas páginas dan cuenta de luchas, reivindicaciones, pronunciamientos sobre las necesidades de la mujer. Se comienza a delinear un planteamiento de conjunto frente a la situación política del momento y a la fisonomía que toma y que debería tomar la lucha de la mujer, y se actualiza un planteamiento programático para intervenir en la situación cotidiana que enfrentan las mujeres (11). Ya no es un programa de carácter general, extraído de algún manual de marxismo; es un programa de acción en dos partes. Por un lado, las reivindicaciones referidas a la situación de los trabajadores: subsidio a los desocupados, aumento salarial igual al costo de la canasta familiar, reparto de las horas de trabajo, contra la flexibilización laboral que ataca en primer lugar las conquistas de la mujer. Por otro lado, la lucha por el derecho a un propio proyecto de vida de la mujer: aquí ingresan un conjunto de planteos en defensa del derecho a la maternidad y al aborto, evolucionando del viejo planteo de los Encuentros de “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, al reclamo actual del PO de “Aborto legal y gratuito”, ya que si esta última condición no se cumple, en la situación de miseria imperante el reclamo es prácticamente obsoleto.
Al mismo tiempo que se delinea este programa, se plantea la necesidad de una organización permanente de la mujer, independiente de los partidos patronales y la burguesía. Para esto se parte del análisis de que los Encuentros de la Mujer son un importante foro de debate, pero sus resoluciones no tienen carácter práctico y no son llevadas adelante si no es por la voluntad individual de las participantes. Del mismo modo, ningún partido, por más revolucionario que se reclame, puede dar cuenta de una lucha a fondo por las reivindicaciones de la mujer con el alcance que esta lucha merece. El Partido Obrero considera que la mujer necesita su propia organización, más allá de los partidos. Por más consecuente que pueda ser, el movimiento de mujeres es eso, un movimiento, y por lo tanto tiene características propias y diferentes (no opuestas) a un partido. No se trata en este planteo de deformaciones del tipo Partido de Mujeres, o formación de ramas femeninas de los partidos, que terminan alejando a la mujer de los organismos de decisión y poder de los mismos. Se trata de que la mujer se organice en forma independiente, con sus métodos y materiales.
Es a partir de la evolución de este concepto que se conforma el Plenario Autoconvocado de la Mujer Trabajadora, que organiza el acto por el Día Internacional de la Mujer en Plaza Congreso el 6 de marzo de 1998, y comienza a funcionar como un plenario autoconvocado, sin jerarquías ni discriminación, “horizontal”, como les gusta proclamar a las corrientes que se oponen a una organización permanente de la mujer. En él participan las militantes del Partido Obrero y numerosas mujeres independientes. Han participado también en forma asistemática organizaciones feministas y han sido observadoras militantes de otros partidos.
El funcionamiento de este Plenario ha ido derivando en resoluciones organizativas de gran importancia, como la edición de un periódico propio del Plenario, llamado Trabajadoras, que tuvo cinco números durante el 98, llegando a venderse 400 ejemplares de una edición en el XIII Encuentro de Mujeres realizado en el Chaco.
Como extensión del Plenario, se ha impulsado la formación de comisiones de mujeres en distintos barrios y sindicatos, para introducir la lucha por reivindicaciones concretas en cada una de ellas.
La participación del Plenario de Mujeres en el Encuentro del Chaco demostró que este es un movimiento real. Prensa Obrera le dedicó 4 páginas al balance de la intervención en el Encuentro, ya que las 150 mujeres del Plenario que participaron en el Encuentro, y la propuesta de poner en pie una organización permanente de la mujer a nivel nacional, se transformó en el eje del Encuentro contra el cual polemizaron todas las corrientes políticas participantes. Si bien el planteo de una organización permanente no triunfó, esto se debió a la posición de organizaciones políticas (Alianza, Ptp) que bloquearon la iniciativa en muchas comisiones, siendo en cambio muy bien aceptado por numerosas compañeras en los debates.
El Plenario Autoconvocado de la Mujer Trabajadora se ha dedicado a llevar a la práctica algunas de las resoluciones del Encuentro: campaña por el desprocesamiento a Mirta Insaurralde, procesada en Santa Fe por practicarse un aborto terapéutico; acto de denuncia frente al Hospital Santojani, donde a una adolescente deficiente mental víctima de violación se le negó el derecho a un aborto, etc. Se realizó un acto en la puerta de la Facultad de Ciencias Sociales el 25 de noviembre, Día Internacional de lucha contra la violencia que se ejerce hacia la mujer, luego de una campaña por la realización de un acto con oradoras que denunciaran la actual situación de violencia que representa la desocupación.
Así, la organización continúa y las actividades también.
El déficit que puede marcarse en la actualidad en el abordaje de la cuestión de la mujer, tanto en Prensa Obrera como en Trabajadoras, es la falta de una elaboración teórica más profunda. La evolución en el terreno programático y práctico debe ser acompañada de un estudio a fondo de lo elaborado en los últimos años en materia de género, de feminismo y de historia de mujeres. Lo que se ha avanzado en el campo intelectual en este sentido no debe ser desechado, ni tampoco incorporado como paquete, sino que hay que enriquecer la intervención práctica con los avances teóricos hechos por las mujeres, que pueden ayudar a llevar la lucha de la mujer por sus reivindicaciones y derechos a un estadio superior al actual.
El empirismo puro, si bien se basa en la herencia del marxismo y del trotskismo más fiel, no es un camino aconsejable. Debe ser acompañado por una elaboración teórica que acompañe esa práctica. En esa tarea está el Partido Obrero, y este artículo es un modesto aporte para iniciar ese debate.
Conclusión
Luego de analizar el origen del tratamiento de la cuestión de la mujer en los fundadores del marxismo, luego en Lenin y más tarde en Trotsky, se puede concluir que para esta corriente política, la mujer en sí misma ocupa un lugar estratégico.
Doblemente explotada, dominada más allá del terreno de las clases, pero cuya dominación está íntimamente ligada a la aparición de las mismas, sus reivindicaciones y derechos no son un problema “sectorial” o de “minorías”, sino que forman parte ineludible del objetivo de emancipación de los trabajadores.
En nuestro país, como vimos, el Partido Obrero ha tomado este programa. Del análisis de sus artículos y de la práctica que de ellos se desprende, se puede concluir que para el Partido Obrero la cuestión de la mujer y su participación en la situación política no es un planteo de compromiso, sino que tiene una importancia de tipo estratégico. Sin la mujer organizada, no hay revolución posible, y sin revolución no hay derechos plenos para la mujer.
Bibliografía:
-Carlos Marx y Federico Engels, El Manifiesto Comunista, Ed. Polémica, Buenos Aires, 1975.
-Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1944.
-Flora Tristán, Unión Obrera. Feminismo y Utopía, Ed. Fontamara, México, 1993.
-V.I. Lenin, La mujer y el progreso social, Ed. Anteo, Buenos Aires, 1975.
-August Bebel, La mujer. En el pasado, en el presente y en el porvenir, Ed. Fontamara, México, 1989.
-León Trotsky, El Programa de Transición, Ediciones El Yunque, Buenos Aires, 1983.
-León Trotsky, La mujer y la familia, Juan Pablos Editor, México, 1974.
-Karen Offen, “Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo”, en Zona Franca, Año II, Nº3.
-Evelyn Reed, La evolución de la mujer, Del clan matriarcal al clan patriarcal, Ed. Fontamara, México, 1994.
–Prensa Obrera, años 1995, 1996, 1997, 1998.
–Trabajadoras, números 1 al 5.
Notas:
1. Seminario a cargo de la profesora y activista del movimiento de la mujer, Marcela Nari, recientemente fallecida en un trágico accidente automovilístico [NdR].
2. Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1944, pág. 596.
3. Ídem, pág. 591.
4. León Trotsky, La Mujer y La Familia, Juan Pablos Editor, México, 1974.
5. León Trotsky, “Thermidor en el Hogar”, en León Trotsky, Op. Cit.
6. Karen Offen, “Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo”, Zona Franca, Año II, Nº 3.
7. Ídem, página 19.
8. León Trotsky, Op. cit., pág. 67.
9. Ídem, pág. 73.
10. Ídem, pág. 75.