Las encuestadoras coinciden en que el Frente Amplio tendrá una amplia mayoría en las elecciones de octubre próximo, y que probablemente triunfará con mayoría absoluta, o sea, sin necesidad de segunda vuelta.
Los partidos tradicionales de la burguesía (“blancos” y “colorados”), que han gobernado por más de un siglo y medio, no reúnen entre ambos el 40%; el Partido Colorado del presidente Batlle está al borde de la extinción (menos del 10%).
Las elecciones expresarán la profunda descomposición del régimen político; Uruguay participa plenamente de la tendencia que recorre a América Latina, de bancarrotas económicas, crisis políticas, emergencia de gobiernos capitalistas de centroizquierda y agudización de la lucha de las masas. Las semejanzas con el proceso de disgregación de los regímenes y partidos burgueses venezolanos, argentinos, bolivianos o brasileños, no son por lo tanto casuales: reflejan un período en desarrollo a escala de todo el continente.
Debacle económica
Durante 2002, el derrumbe de la “plaza financiera” uruguaya provocó la fuga de casi el 50% de los depósitos de la banca, una “corrida” que condujo a la quiebra de los principales bancos; la moneda se devaluó un 65%, mientras la deuda externa aumentó en 3.000 millones de dólares y el producto bruto cayó a la mitad. Actualmente, la deuda pública de Uruguay equivale al 110% del PBI.
El gobierno pretende que “la crisis quedó atrás”. Pero el aumento de las exportaciones -basado en la superexplotación de la clase obrera (rebaja salarial, impuestazos sobre sueldos y jubilaciones, etc.)- es precario. La supuesta mejora económica se contradice con el incremento del endeudamiento estatal (en lo que va del año la deuda externa aumentó en 600 millones de dólares; el déficit público en 2003 llegó al 10% del PBI). Por otra parte, la crisis bancaria no está cerrada, sino apenas “diferida”.
Los vencimientos de la deuda en los próximos cinco años superan los 6.000 millones de dólares: más de la mitad del PBI anual. Si a esto se suma la obligación de devolver los depósitos a los ahorristas estafados, queda claro que lo peor de la crisis está por venir.
El Frente Amplio
El FA nació en 1971 como una alianza de los partidos obreros (PC, PS) con la Democracia Cristiana, grupos que rompían con los partidos tradicionales, y un sector nacionalista del Ejército. Fue un instrumento que subordinó el movimiento obrero al Estado capitalista -y no sólo bajo su forma “democrática”, como quedó demostrado cuando un sector del FA buscó una convergencia con un sector supuestamente “antiimperialista” de las Fuerzas Armadas, conduciendo a la derrota a la heroica huelga general de 15 días contra el golpe de Estado de junio de 1973.
Tras 12 años de dictadura militar, el Frente Amplio participó en 1984 de la negociación con el régimen militar -junto a los partidos burgueses- que condujo al “Pacto del Club Naval”. La “democracia” parida en ese acuerdo favoreció a los gobiernos proimperialistas de colorados y blancos, y la integración de los sindicatos al Estado.
La bancarrota del nacionalismo burgués latinoamericano y el derrumbe de la burocracia estalinista aceleraron la evolución del Frente Amplio hacia las posiciones del imperialismo: defensa de las privatizaciones y de la “flexibilidad” laboral, apoyo a la “integración” dominada por los monopolios internacionales (Mercosur), defensa de la “plaza financiera”. Esta política se expresó durante casi 15 años particularmente en el gobierno frenteamplista en la Alcaldía de Montevideo.
Durante 2002, cuando Batlle estuvo a punto de renunciar a la presidencia ante la debacle económica y la tendencia de las masas a la huelga general, el candidato presidencial del Frente Amplio se comprometió públicamente a “ayudar a Batlle a llegar al 2005”. El FA se ha venido ampliando hacia su derecha, con blancos y colorados, incluso después de la formación del FA-Encuentro Progresista.
Lulismo a la uruguaya
Según el candidato del FA-EP, Tabaré Vázquez, “En Uruguay estamos mucho más próximos de Brasil y Chile. Nos sentimos más identificados con estos dos gobiernos” (El Observador, 4/8). Lo subrayó cuando “tomó distancia del presidente venezolano Hugo Chávez”.
Es que mientras el chavismo está obligado a movilizar a las masas (y al mismo tiempo intentar regimentarlas), el Frente Amplio de Uruguay está dedicado sistemáticamente a desmoralizar a su propia base electoral.
Tabaré Vázquez llegó a entrevistarse con Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para proponerle que sea el futuro ministro de Economía. Ante la negativa del banquero, Vázquez designó al senador del ala derecha del FA Danilo Astori, uno de los redactores de la ley de privatización de la petrolera estatal, impulsada por el gobierno de Batlle. Los trabajadores petroleros, junto al activismo sindical y de izquierda, debieron reunir cientos de miles de firmas para someter a plebiscito y finalmente derogar (con el 62% de los votos) una ley que habían apoyado tres senadores del Frente Amplio.
Astori y Vázquez se pronunciaron por mantener la jubilación privada, así como el secreto bancario, y eliminar el monopolio que mantienen algunas empresas estatales -las que serán “asociadas” con capitales privados. Al mismo tiempo, Astori ha anunciado que eliminará las limitaciones legales al despido de funcionarios públicos y que reformará el seguro de desempleo para exigir una contraprestación de trabajo, una “reforma laboral” que los colorados han anunciado largamente y no han logrado concretar.
La “izquierda radical”
El “ala radical” del Frente Amplio-Encuentro Progresista, en la cual militan los grupos vinculados al “Secretariado Unificado” (PST, Corriente de Izquierda), difícilmente alcanzará (con suerte) un 3% de los votos de todo el FA-EP. Es probable que ni siquiera llegue a ser expulsada al estilo de Heloísa Helena de Brasil (SU), ya que difícilmente conquistará representación parlamentaria. Tras 33 años de vegetación dentro del frente popular, el PST -“sección uruguaya del Secretariado Unificado”- obtuvo 387 votos en las “elecciones internas” del 27 de junio pasado (el 0,08% de los votos del FA).
La Corriente de Izquierda (CI) ha propuesto a todos estos grupos conformar un bloque en “defensa de los principios fundacionales del Frente Amplio”. Dice el llamamiento que “es absolutamente imprescindible lograr que el Frente Amplio acceda al Gobierno, como único medio de salvación nacional”, y que “aparece como evidente que en forma aislada, cada grupo es impotente más allá del cumplimiento de su deber esclarecedor, para incidir y pesar en las definiciones políticas frentistas, en las direcciones que consideramos conveniente para el país y para el propio triunfo del FA en las cercanas elecciones de octubre”. La “impotencia” de “cada grupo” y de todo el “bloque” surge, precisamente, de considerar que un gobierno capitalista y fondomonetarista pueda ser el “único medio de salvación nacional”. No es casual, entonces, que los integrantes del ala “radical” sean los más desmoralizados de toda la desmoralizada base militante del Frente Amplio.
La política del PT de Uruguay
El Partido de los Trabajadores es el único que se ha preparado sistemáticamente para la etapa política que se abre. Desde su fundación ha caracterizado al FA como un recurso de la burguesía para estrangular la tendencia de las masas a una acción independiente.
En los años 2001-2003, el PT no sólo denunció permanentemente la política de la dirección “lulista” del Frente Amplio. Impulsó una campaña hacia las bases obreras que votan al FA, con consignas transicionales como “Fuera Batlle y el FMI; que gobierne una Asamblea constituyente soberana para declarar el no pago de la deuda externa, el salario mínimo vital y móvil, la confiscación de la banca bajo control obrero, y el subsidio estatal a todos los desocupados”. El PT es el único partido que ha impulsado sistemáticamente la organización reivindicativa y piquetera de los desocupados, mientras que el FA-EP y su burocracia sindical repudiaron expresamente cualquier posibilidad de lucha por el pan y el trabajo.
El FA-EP encauza el voto popular porque ha tenido éxito en dominar las tentativas de rebelión que se manifestaron en las masas desde la huelga general del 73’; la formación de una central antiburocrática (PIT) en 1984-85; la huelga de la construcción (con los “fogones” y piquetes), en 1992; o recientemente, la gran huelga municipal de Montevideo. En este cuadro, intervenimos en las elecciones para plantear la necesidad política de un reagrupamiento obrero y socialista. El PT de Uruguay llamó a constituir un “Frente de Trabajadores y de la Izquierda Clasista” y ha presentado candidatos obreros y socialistas en oposición a los candidatos burgueses y pequeño burgueses sometidos al imperialismo.
El PT denuncia al futuro gobierno centroizquierdista como un gobierno de capitalistas y banqueros. Interviene en las elecciones preparando el futuro período de luchas, en el que tenderemos un puente hacia la base obrera del FA, impulsando consignas como la expulsión del FMI y el no pago de la deuda externa, la nacionalización de la banca bajo control obrero, fuera los ministros capitalistas, por la unidad socialista de América Latina. Por esta vía, ayudaremos a la clase obrera a superar a su actual dirección pequeño-burguesa y proimperialista y construir un partido obrero revolucionario.