Por una campaña internacional
La guerra imperialista “contra el terrorismo” está afectando directamente la situación política en todos los países, tanto en las metrópolis como en la periferia.
Desde el comienzo, después del 11 de septiembre, la doctrina de Bush ha declarado una guerra indefinida de agresión contra los pueblos oprimidos en el exterior, desde Medio Oriente y Asia hasta África y América Latina, y también contra las libertades civiles y derechos sociales en su país. La invasión de Afganistán y luego la guerra de ocupación de Irak estuvieron interconectadas con las “Actas Patrióticas” I y II en EEUU y con una nueva ola de leyes “antiterroristas”, medidas de seguridad de emergencia y acuerdos internacionales de cooperación y vigilancia interpolicial en Europa e internacionalmente.
Cada lucha por la libertad, por pan y trabajo, por los derechos civiles y sociales, y del movimiento de masas contra la guerra y contra la globalización capitalista, es enfrentada por los capitalistas e imperialistas con la violencia de la represión estatal.
Así como la resistencia iraquí y la Intifada luchan heroicamente contra la ocupación del imperialismo y del sionismo, toda la población civil local está reducida al status de prisionera política. No es casual que el Pentágono norteamericano planee ahora, después de la masacre de Falluja, establecer un puesto estratégico de alta tecnología, un campo de concentración para miles de sobrevivientes. En Palestina, el régimen de apartheid sionista utilizó la oportunidad de la “guerra contra el terrorismo” para una escalada en sus ataques genocidas contra la población palestina en Gaza y Cisjordania, así como también contra la población árabe-palestina que vive dentro de la “línea Verde” en Israel, como lo demostró la cacería de brujas contra el movimiento Abnaa El Balad y el encarcelamiento de su dirigente, el compañero Mohammad Kan’ane.
En América Latina, la represión estatal es llevada adelante por los gobiernos locales, a menudo de centroizquierda, que actúan en nombre del imperialismo y del FMI, como bien lo han demostrado la ocupación y represión en Haití, la represión contra el movimiento campesino de los sin tierra en Brasil y al movimiento piquetero en Argentina, con el encarcelamiento de muchos de sus luchadores.
Guantánamo, el Auschwitz del tiempo actual, no está lejos de la patria (EEUU). Recientemente se supo que en la Universidad de New York se realizó un siniestro curso de “seguridad interior” acerca de “técnicas de interrogación” y “tecnología para la vigilancia”, relacionado con el Homeland Security Management Institute, dirigido por el coronel John J. Perrone, quien había servido como comandante del Grupo de Operaciones Conjuntas de Detenidos en Guantánamo.
Las bárbaras condiciones de Guantánamo y el infierno de Abu Ghraib son exportados y luego reimportados a los países de Norteamérica y Europa. Los nacionalistas vascos tienen un destino similar a manos de los torturadores españoles con la asistencia activa de la policía francesa. En Grecia, con el pretexto del desmantelamiento de los grupos de guerrilla urbana “17 de Noviembre” y ELA (Lucha Revolucionaria del Pueblo), se ha quebrado el marco jurídico-legal establecido, fueron introducidos nuevos procedimientos policiales de emergencia y una legislación especial terrorista, se establecieron cortes especiales y se dictaron sentencias a cadena perpetua en juicios sin las evidencias legales necesarias, además de falsos testimonios provistos por los servicios de seguridad de Grecia, la inteligencia británica y la CIA. Ahora el régimen especial de detención de prisioneros políticos en Grecia es bajo confinamiento subterráneo y sin ningún acceso a la luz natural; no es diferente de aquellos que hicieron famosa la prisión de Stamheim en Alemania y las celdas “ciegas” de Turquía. Estos prisioneros no son considerados ni como presos políticos ni como presos comunes legales, sino solamente como “detenidos”, la misma denominación que tienen los prisioneros de guerra en Guantánamo.