El agotamiento político de Bush es ya un tema recurrente de la prensa de todo el mundo. El gobierno yanqui se encuentra a la defensiva en todos los terrenos. Arrastra penosamente el fardo de Irak y la desastrosa actuación en Nueva Orleans, luego del Katrina, mientras las denuncias de los “escándalos” y de la corruptela oficial se han convertido en cosa de todos los días. A comienzos de febrero, Paul Pillar, el especialista más importante sobre Medio Oriente de la CIA hasta que renunció, en 2005, lanzó “un ataque sin precedentes a la Casa Blanca” por la manipulación de los servicios de espionaje para justificar la guerra en Irak. Aparentemente, nada nuevo. “Sin embargo, nunca antes un funcionario tan importante de la CIA acusó tan claramente a Bush” (Rupert Cornwell, The Guardian, 11/2). Un lobbista involucrado ahora en una investigación por todo tipo de trapisondas y lavado de dinero -Jack Abramoff- no sólo resulta que era el niño mimado de los parlamentarios del partido republicano: acaba de declarar que se reunió con Bush “casi una docena de veces e incluso había sido invitado al rancho texano del Presidente” (ídem). En un reciente reportaje televisivo en plena CNN. dos “popes” de la prensa yanqui, conocidos por haber deschavado el “Watergate” que terminó con Nixon, acaban de denunciar que en el Congreso no hay ley que salga sin que se ponga plata para comprar a los “representantes”. Faltó que dijeran “que se vayan todos”. Detrás de la crisis del régimen yanqui operan factores muy poderosos asociados a los límites insalvables del actual orden capitalista. Una crisis que ahora se asocia a una re-vitalización del movimiento de los trabajadores.
Delphi sería como la punta de un iceberg. GM anunció recientemente que registró una pérdida neta de 8.600 millones de dólares en 2005. Aunque en esa pérdida están descontados costos excepcionales de reestructuración, una quiebra de Delphi, la caída de beneficios sin tales anticipos se situaría en torno a los 3.400 millones de dólares, en contraste con el beneficio de 2.800 millones en 2004. Los pronosticadores económicos comenzaron a incluir la posible caída de General Motors. “Si el sindicato va a la huelga, la GM podría cerrar y sufrir pérdidas masivas que podrían llegar a los 20.000 millones de dólares, según Jonathan Steinmatz, de la banca Morgan Stanley” (Europa Press, 6/2).
El nuevo plazo que se ha fijado la patronal para fin de marzo ha abierto una nueva ronda de negociaciones con el sindicato; a las que se integrarían representantes de GM que podrían apoyar con “contribuciones financieras”. Robert Miller, el mandamás de Delphi, “cambió la posición que la empresa ha mantenido hasta el momento hacia sus trabajadores, a los que ha culpado públicamente de las dificultades por las que atraviesa Delphi” (EFE, 17/1). El representante de la burocracia del sindicato (UAW) planteó, por su lado, que una salida alternativa sería que el Estado subsidie la producción de autos y resuelva el problema de la quiebra de los fondos de pensión, uno de los puntos centrales en el conflicto.
Negocios y lobby
La quiebra anunciada por Delphi, como toda quiebra capitalista, no deja de ser al mismo tiempo un nuevo negocio; hasta hace un tiempo “los ejecutivos enfrentaban la quiebra de sus empresas como testimonio de un fracaso… mientras que ahora se transformó en una oportunidad de beneficios para la cúpula dirigente” (“Bankruptcy Bonus Bonanza”, en boletín Too Much, 16/1). Si, mediante extorsiones, balances amañados y maniobras de todo tipo, consiguen quebrar convenios, negociar la cesación de pagos con otros capitalistas y evitar el cierre, las acciones de sus empresas quebradas repuntan y los ingresos de ejecutivos pueden ser multimillonarios, atados al valor de las propias acciones.
Miller es un experto en la materia, pues ya ejecutó este tipo de operaciones en un enorme monopolio del acero -Bethlehem Steel-y en otro de la aeronavegación -United Airlines.
La perspectiva de convertir la paritaria de negociaciones en una suerte de “lobby” del quebrado capital automotriz con su gobierno ha convertido todo el asunto Delphi-GM en una especie de ‘cuestión de Estado’. La prensa dice que Bush se muestra “reticente”. Es que la crisis actual ha puesto de relieve que las monstruosas ganancias de todo el capital yanqui en los años recientes estuvieron apuntaladas por una suerte de apropiación monstruosa del salario “diferido o indirecto” de los trabajadores para gastos de salud y provisionales. Por eso los “fondos” respectivos de gigantescos monopolios capitalistas están en la ruina. La apelación a una salida financiada por el Estado tiene mucho de fantasía y no sólo por los monstruosos déficits fiscales. Para encarar esta cuestión se requiere un gobierno fuerte, para imponer a los obreros yanquis los costos de este desaguisado. Y no es el caso del de Bush.