Introducción
El problema de la Asamblea Constituyente (AC) se transformó en tema de debate nacional en Brasil. El conjunto de los partidos de la oposición burguesa (PMDB,PP, PDT) y la mayoría de las organizaciones de izquierda sostienen hoy en el país la necesidad de una Asamblea Constituyente. En el PT, la bandera de la AC fue excluida del programa adoptado en su Reunión Nacional, realizada en junio del 80, ya que su dirección considera inoportuno levantarla en la actual situación. El propio gobierno, que no oculta su oposición a la Constituyente, admitió la posibilidad de una reforma constitucional a través del actual Congreso.
En pocas palabras, lo característico del debate sobre la Asamblea Constituyente es que salió del círculo de la izquierda minoritaria, que hasta entonces era la única que levantaba esta consigna, para convertirse en debate nacional. Por lo tanto es fundamental examinar que significa, en la situación actual, la AC, cual es el interés de las distintas clases en su convocatoria y cual debe ser la posición de los marxistas; no sólo para la comprensión teórica del problema, sino para intervenir en la actual situación política, señalando el camino para la solución radical de los grandes problemas nacionales y democráticos.
La descomposición del régimen militar
La situación política brasileña se caracteriza actualmente por un proceso de descomposición y agotamiento del régimen militar, que se combina con un claro ascenso de la lucha obrera. Desde un punto de vista más genérico podemos afirmar que el período contrarrevolucionario abierto con el golpe del 64 comenzó a agotarse a partir del 74 y se cerró con el estallido de las primeras grandes huelgas obreras de 1978 en el ABC (región de concentración metalúrgica de San Pablo), que desencadenó una ola huelguística que atravesó el país. Varios gremios de trabajadores, en varios estados del país, recurrieron a la acción directa como medio para solucionar la miseria y superexplotación de la clase trabajadora.
Tomamos el año 1974 como referencia, en primer lugar, porque el partido del gobierno (ARENA-Alianza Renovadora Nacional) fue estruendosamente derrotado en las elecciones de entonces; en segundo lugar, porque la pequeño burguesía también desde entonces y, a diferencia de ’1968,, (cuando no llegó a acompañar en su conjunto la gran resistencia del movimiento estudiantil), se vuelca hacia la izquierda, como una reacción defensiva frente al avance de la crisis económica y, sobre todo, como un reflejo de la impasse creciente de la dictadura; en tercer lugar, porque como resultado de la crisis económica el frente burgués ve quebrado el equilibrio alcanzado durante la fase de expansión del ciclo económico de 1965 a 1973.
Podemos decir, por lo tanto, que el régimen político surgido de serias derrotas políticas del proletariado y de las masas comenzó a entrar en contradicción con una etapa política marcada por nuevas relaciones de fuerza entre las clases. La contradicción estalla en forma abierta cuando en 1978 el proletariado, a través de su acción directa, ocupa un lugar de primer plano en la situación nacional.
El gobierno militar tuvo que considerar esta situación. Con Geisel, el gobierno toma la iniciativa de desencadenar un proceso que el mismo denomina de "abertura política", buscando modificar ciertos métodos de dominación de la dictadura, con el propósito de abrir válvulas de escape para el régimen militar e impdir que los explotados busquen su propia organización. La “abertura” tenía como objetivo abrir un espacio en el aparato estatal para fracciones de la burguesía separadas del poder y abrir un período de maniobras políticas para mantener un régimen que no podía más apoyarse exclusivamente en la represión. A pesar de toda la imaginación creadora aplicada en buscar medios para cerrar la brecha abierta entre el régimen y el proletariado en ascenso, el desarrollo de los hechos ha demostrado que el cambio en los métodos de dominación no puede darse en frío, o sea, sin choques y roces graves.
Una de las primeras manifestaciones de esta evolución crítica en el plano de la abertura fue el cierre del Congreso en abril del 77, para el lanzamiento de una serie de medidas antidemocráticas que fueron conocidas como el “Pacote de Abril”. Estas anularon las elecciones directas para gobernadores previstas para principios de 1978 e instituyeron la figura del senador “biónico” —elegido indirectamente— con el objetivo de mantener la mayoría gubernamental en el senado, aun perdiendo las elecciones. Recordamos este hecho porque fue en este contexto que el MDB (Movimiento Democrático Brasileño-partido de oposición creado por el gobierno) lanzó la bandera de Asamblea Constituyente. La reivindicación de AC tenía, por un lado, un carácter preventivo, es decir, fue levantada como alternativa para encuadrar el ascenso de masas -cuya tendencia era entonces indicada por la movilización estudiantil-frente a la intransigencia de la camarilla militar. Por otro lado, fue la expresión de la reacción de clase de los sectores burgueses que temían que el plan de abertura abortase, pues para sectores de la burguesía que estaban alejados del poder en los últimos años, la abertura no es sólo una tentativa de controlar a las masas en la nueva etapa política, sino también un recurso para dividir los costos de la crisis económica entre las diversas fracciones capitalistas.
Evidentemente, la burguesía intenta que las necesarias modificaciones del régimen frente a la nueva situación política no se den de forma revolucionaria y lleven a la eventual caída de la dictadura militar; intenta evitar la intervención directa de las masas en defensa de sus propios intereses, contra la opresión brutal que hace 16 años impera en el país. La burguesía se empeña, en ese sentido, en que los militares comanden la "redemocratización” del país. Conciben la constituyente desde un punto de vista puramente formal, o sea el de enmendar la presente constitución en un cuadro de compromiso con la dictadura. La AC surge como parte de una maniobra para interesar a las masas en el problema parlamentario, dentro de los límites que pueden servir para desviarlas de su movilización revolucionaria.
En síntesis, la AC es el resultado de las contradicciones políticas planteadas por la nueva etapa frente a la que las diversas clases intentan reacomodarse.
La Constituyente en los países semicoloniales
El que la propia burguesía proclame la AC frente a la emergencia de la crisis política que se agrava debe llamar la a-tención en otra dirección: el de la existencia de un problema constitucional para los propios explotadores, o sea, el problema de su centralización política en el estado y como plantear, a partir de esto, sus relaciones con los explotados.
Este es un problema no resuelto por la burguesía brasileña en la historia del país, marcada justamente por una gran cantidad de asambleas constituyentes y de modificaciones en la “Carta Magna de la Nación" que, nunca permaneció sin modificaciones por más de una década. El propio régimen militar dio lugar a una “nueva constitución” en 1967, en la que se introdujeron empíricamente diversos tipos de “enmiendas” al sabor de las circunstancias. Los constitucionalistas burgueses dicen que en realidad el país carece de constitución y que el texto actualmente existente es tan solo una “colcha de retazos”.
Sería unilateral, o superficial, vincular el re aparecimiento de la AC solo al carácter de excepción del régimen militar. De forma más genérica debemos señalar que el propio régimen militar es una consecuencia de la fragilidad de la burguesía y del atraso del país. Ambos factores, íntimamente vinculados explican que no estuviesen dadas las condiciones para la implantación de un régimen constitucional burgués estable, cuya base material es, justamente, un amplio desarrollo capitalista, que el país, semicolonial y oprimido por el imperialismo, desconoce. Esto explica que en Brasil, como en el conjunto de los países atrasados, la centralización de la burguesía se realiza, frecuentemente, no a través de una representación orgánica de las diversas fracciones en el juego parlamentario y de los tres poderes, sino mediante gobiernos de tipo dictatorial recurriendo en mayor o menor grado al fusil y a la fuerza de los militares. Es en este sentido que Trotsky decía que los gobiernos en los países atrasados tendían todos a adoptar, frente a la debilidad de la burguesía, una forma bonapartista o semibonapartista. En Brasil el régimen militar, ahora en crisis, es la expresión de este problema de fondo, o sea, de la no realización de las tareas democráticas en un país que se incorporó a la economía mundial capitalista sin haber alcanzado internamente la base para una democracia clásica. Ahora que el régimen está en crisis, estos problemas democráticos y nacionales vuelven a adquirir fuerza renovada y es, en este contexto, que debe analizarse el problema de la AC.
En realidad, no es que los representantes de la burguesía nacional no hayan intentado resolver el problema, plantean-do la necesidad de un poderoso desarrollo de las fuerzas productivas y del mercado interno en el contexto de la unidad nacional. Lo fundamental, sin embargo, es que fracasaron completamente en esta tarea.
Este es, en definitiva, el balance histórico de la revolución de 1930, es decir, la revolución que se inició como un movimiento de unidad nacional contra el federativismo oligárquico acabó en una dictadura bonapartista que centralizo burocráticamente al Estado, sin golpear de hecho la oligarquía, maniatando a las masas con una implacable regimentación política. El período varguista (30-37) marca el agotamiento de la burguesía nacional como clase con pretensiones de estructurar un Estado independiente y democrático, poniéndose a la cabeza de las masas oprimidas. La dictadura que hoy impera en el país se instauró con el fracaso del nacionalismo burgués y fue expresión e instrumento de las tendencias centraliza-doras del gran capital nacional e imperialista para someter aún más las fuerzas productivas al imperialismo y para profundizar el atraso y sometimiento de los diversos Estados de la Unión. Si es cierto, que la dictadura tuvo un papel centralizador con métodos autoritarios, también es cierto que fue está centralización autoritaria hecha bajo la bota militar la que agravó y llevó a mayores extremos la desigualdad del desarrollo económico y político de la Nación y sus estados.
En el período de crisis que se abre las fuerzas integradoras reflejadas por la dictadura militar abren paso a las fuerzas desintegradoras del Estado Nacional.
Es la prueba de la caducidad histórica de la burguesía nacional y de su incapacidad para resolver las tareas de la Nación, -independencia y unidad nacionales, revolución agraria -la que permite afirmar que las banderas de la democracia política solo serán consecuentemente resueltas por la revolución proletaria. Por eso la vigencia de la AC como un aspecto de las tareas democráticas históricamente no cumplidas en el país, no significan que el país pasará por un período histórico de democracia burguesa bajo la dirección de la burguesía nativa. Es este, precisamente, el punto de partida para integrar correctamente el planteo de AC en el programa revolucionario.
Las diversas posiciones sobre la Asamblea Constituyente
La reivindicación de AC por diversas fracciones burguesas indica, como acabamos de ver, que con el agotamiento del régimen militar, los explotadores se plantean el problema de su centralización en el Estado. Al plantear la constituyente, por lo tanto, los diversos sectores de la burguesía no sólo buscan un recurso para desviar las masas de una movilización independiente contra el Estado capitalista, sino que buscan también un medio para reconstruir su representación política en el aparato estatal. Por esa razón es que buscan atraer las masas hacia diversas maniobras en función de su propia perspectiva y transforman el problema de la AC en un problema nacional, o sea, que interesa al conjunto de las clases sociales (en este sentido es que es necesario fijar un punto de vista de clase, revolucionario).
Examinar brevemente como tomaron posición los diferentes partidos de la burguesía y también aquellos que se reivindican de los trabajadores frente al problema de la constituyente posibilitará una caracterización más precisa del problema.
El partido del gobierno -ARENA antes, hoy PDS (Partido Demócrata Social)— se ha opuesto hasta ahora, como indicamos en la introducción, a la convocatoria de una Asamblea Constituyente, limitándose si es necesario a aceptar una reforma de la Constitución en el cuadro del actual congreso fantoche, elegido bajo la legislación proscriptiva vigente. Representa el punto de vista de la camarilla militar que intenta mantener firme la conducción del proceso de “apertura", dando con gotero un espacio mayor para el parlamento regimentado y para la autonomía de los estados, actuando empíricamente en función del ascenso de masas y de compromisos con diversas fracciones burguesas para ampliar su base de apoyo.
El Partido Popular (PP), formado a partir de algunos sectores disidentes del ARENA y de la llamada “ala moderada" del viejo MDB, mantiene la tesis original de aquel partido sobre la necesidad de convocar a una constituyente. Sin embargo, uno de sus principales líderes, el senador Rancredo Neves, admitió reiteradamente que aceptarían negociar una reforma de la constitución a partir del actual parlamento y sus poderes “constituyentes”. Aparentemente en el PP se agrupan sectores del gran capital financiero e industrial del centro sur del país, lo que explica que esté articulado con mayor fuerza en los estados de San Pablo, Minas Gerais, Rio de Janeiro y Paraná. Estos sectores buscan posiciones en el aparato estatal con el objetivo de una “justa" distribución de la crisis económica entre las diversas fracciones de los explotadores. Es significativo que los representantes del PP condicionen un pacto con el gobierno, que incluiría una Constituyente regimentada, a una Reforma Ministerial y, particularmente, a un cambio de la política económica. Una revista burguesa (ISTO E) decía recientemente que el nombrado Tancredo Neves aspiraría sustituir al actual ministro de economía Delfin Neto. En el PP y el PDS se articulan los intereses del gran capital agrario y bancario del país. En el plano político buscan establecer una coalición, ya sea a través de una división del trabajo a partir de la cual el PP accedería a la gobernación de algunos estados importantes del país, ya sea por medio de la distribución de cargos en el Poder Ejecutivo.
En lo que respecta al PMDB la bandera de la AC parece ser sobre todo un recurso político de quien se candidata como abogado del Estado burgués frente a un desarrollo explosivo de la crisis social. El planteo de la Constituyente, levantado por este partido, encubierto por una amplia verborragia democrática, forma parte del plan de rescate del régimen vigente frente a la proyección revolucionaria del movimiento de masas. Ulisses Guimaraes, presidente del partido y clásico representante de la "sombra de la burguesía" ya adelantó en varias oportunidades que la Constituyente no alteraría el mandato presidencial de Figueiredo, lo que demuestra que se trata de armar una composición con el régimen militar inconstitucional y no de proponer una genuina alternativa de democracia política irrestricta.
Quién apoya este planteo de la constituyente es el PCB -que está disuelto en el PMDB-. El stalinismo buscó en forma insistente señalar que la constituyente es compatible con el actual gobierno militar y que podría ser convocada por el propio Figueiredo. Esto demuestra que la función de la AC según el PCB, no es la de centralizar la movilización de masas contra el régimen dictatorial sino la de salvarlo de una eventual caída.
La reivindicación de “constituyente con Joao" del PC dio lugar a un debate en el cual posiciones supuestamente contrarias no rompen, al mismo tiempo, con la concepción burguesa sobre el problema.
Es lo que consideraremos enseguida.
Cómo debe estar planteado el problema de la Constituyente
Ciertamente, cuando el stalinismo plantea la “Constituyente con Joao" expresa que, en su afán de seguir a la burguesía está dispuesto a sacrificar las reivindicaciones democráticas más elementales. Si algo está claro es que el gobierno militar no puede, ni quiere, una Constituyente democrática basada en la libertad irrestricta de movilización y organización de los explotados.
Precisamente, un mérito de la posición adoptada por el Partido de los Trabajadores -PT-, que rechazó el frente que le reclamaban los partidos burgueses para una campaña por la Constituyente, es el de haber señalado que ésta es incompatible con el gobierno militar. Los dirigentes del PT han indicado que no es oportuna la consigna de la constituyente cuya realización sólo sería factible después de la caída del régimen" y “sin Joao".
El planteo, sin embargo, es insuficiente, La última constituyente convocada en el país -en 1946- se produjo luego de la "caída del régimen” (de Vargas) y fue un instrumento de la política burguesa e imperialista para recomponer sus métodos de dominación contra las masas, (la "caída del régimen” fue operada en el 45, no por el movimiento de las masas, sino por i un golpe militar). Por esto es fundamental | plantear que las masas no luchan por j cualquier liquidación del régimen sino por su derrocamiento revolucionario, como j resultado de la movilización independiente de los explotados. En este sentido la consigna de Asamblea Constituyente debe ser considerada desde el punto de vista de su valor para desarrollar el movimiento independiente de las masas para tirar abajo la dictadura.
El aparente enigma del huevo y la gallina (se plantea primero fuera la dictadura para luego convocar a la constituyente o se levanta la constituyente para oponerla a la continuidad del régimen) se resuelve planteando cuál es el carácter de esta reivindicación. Es decir, plantéame, la 1 Constituyente Democrática y Soberana en oposición a la dictadura, con libertades democráticas plenas, con voto para los analfabetos) con derecho de organización para los soldados y en estrecha relación con las reivindicaciones democráticas agrarias y antiimperialistas de la mayoría nacional: por la expropiación del gran capital rural e industrial, por la ruptura de todos los tratados de subordinación al imperialismo, por sindicatos independientes del estado y la burguesía, etc.
El planteo de la Constituyente Democrática y Soberana debe dejar claro que su valor como consigna no reside ' en las reformas jurídicas que realizaría; su utilidad y eficacia está determinada por el hecho de servir como instrumento para movilizar a las masas contra el régimen dictatorial. En este sentido la reivindicación de la Constituyente está subordinada a la acción directa y a la organización independiente de los explotados. En otras palabras: luchando por la Constituyente, recuperando sus organizaciones de dase, delimitándose de la burguesía, la clase obrera y la mayoría oprimida pueden llegar a imponer su propio gobierno -el gobierno obrero y campesino- sin nunca ver realmente una constituyente. Debemos agregar que la Constituyente es una institución burguesa, basada en el sufragio universal y en la que el peso social del proletariado aparece diluido, que ni antes ni después de la "caída del régimen” es una solución en si misma. Por esto mismo, en un período revolucionario, el peligro de la AC es que sirva como instrumento para estrangular él desarrollo del movimiento de los oprimidos bajo la dirección del proletariado. Hacer de la constituyente un fetiche es propio de las democracias formales, o sea, burguesas. Lamentablemente esto es lo que han hecho las organizaciones que se dicen trotskistas vinculadas al Comité Paritario (OSI, Convergencia Socialista). Los seguidores de Lambert hace un par de años cayeron en la vulgaridad de presentar la constituyente como expresión de la soberanía de las masas ocultando que inclusive en su forma más revolucionaria continúa siendo una institución burguesa, sostuvieron/, en cambio, que de ella surgiría el gobierno obrero y campesino. Recientemente, un documento común firmado por las tendencias estudiantiles vinculadas a la OSI y a Convergencia Socialista afirma que la Constituyente “abre la posibilidad de acabar con toda forma de explotación y opresión”. Se trata obviamente de un abandono completo de los principios del marxismo.
Trotsky, cuando defendía la consigna de AC para China decía, justamente, que era importante combatir las tendencias mencheviques y oportunistas que pudieran surgir en el PC en relación a la cuestión. Pero, decía, de ello resulta la necesidad de no tachar de oportunismo las consignas democráticas, sino de prever garantías y elaborar métodos de lucha bolcheviques en favor de las mismas. En grandes líneas estos métodos y garantías son los siguientes:
1. El partido debe recordar que, en relación con su principal objetivo, la conquista del poder con las armas en la mano, las consignas democráticas no tienen más que un carácter secundario, provisional, pasajero y episódico. Debe explicarlo. Su importancia fundamental reside en que permiten desembocar en la vía revolucionaria.
2. El Partido debe, en la lucha por las consignas de la democracia, arrancar las ilusiones constitucionales y democráticas de la pequeño burguesía y de los reformistas que expresan sus opiniones, explicando que el poder en el Estado no se obtiene mediante formas democráticas de voto, sino mediante la propiedad y el monopolio de la enseñanza y del armamento.
3. El Partido deberá explotar a fondo las divergencias de puntos de vista que existen en el seno de la burguesía -pequeña y grande- con respecto a las cuestiones constitucionales, creando las vías posibles hacia un campo de actividad abierta; combatir a favor de la existencia legal de sindicatos, clubes obreros y de prensa obrera, crear, cuando sea posible, organizaciones legales del proletariado situadas bajo la influencia directa del Partido tender cuando sea posible, a legalizar más o menos los diversos terrenos de actividad del Partido, pero, ante todo asegurar la existencia de su aparato ilegal, centralizado, que dirigirá todas las ramas de la actividad del Partido, tanto la legal como la ilegal.
4. El Partido debe desarrollar un trabajo revolucionario sistemático entre las tropas de la burguesía.
5. La dirección del Partido debe desenmascarar implacablemente todas las vacilaciones oportunistas que tienden hacia una resolución reformista de los problemas planteados al proletariado chino, y deben separarse de todos los elementos que se esfuerzan conscientemente en subordinar al Partido al legalismo burgués.
No es más que teniendo en cuenta estas condiciones que el Partido asignará a las diversas ramas de su actividad sus justas proporciones, no pasará al lado de un nuevo cambio de situación en el sentido de un resurgimiento revolucionario y entrará, desde un principio, en la vía de la creación de soviets, movilizará a la masa alrededor de éstos y se opondrá desde su creación, al Estado burgués, con todos sus camuflajes parlamentarios y democráticos".
Resumiendo, la vigencia general de la consigna está determinada por el no cumplimiento de las tareas democráticas en un país atrasado como Brasil y su función es la de agotar las ilusiones y la experiencia de las masas en la democracia formal burguesa que sus direcciones le presentan como solución universal.
Debemos unir la constituyente al programa de transformaciones radicales democráticas, agrarias y antiimperialistas que están a la orden del día -libertades democráticas, independencia de las organizaciones obreras del Estado, confiscación del gran capital agrario e industrial, ruptura de todos los tratados con el imperialismo —y debemos decir con toda claridad: en este combate los trabajadores se enfrentarán también con la caduca burguesía nacional, incapaz de dirigir la movilización revolucionaria por la victoria cabal de un genuino programa de independencia nacional y revolución agraria, abrirán camino no para una democracia burguesa plena regida por la AC y el sufragio universal, sino para su propio régimen político, el gobierno obrero y campesino apoyado en las organizaciones políticas de lucha de las masas —los consejos— “soviets".
Actualmente, cuando el planteo de AC está determinado por las fórmulas burguesas esta aclaración es fundamental. En la agitación debemos evitar generalidades y decir concretamente: la Constituyente Democrática y Soberana es incompatible con la dictadura militar. Es necesario denunciar el carácter burgués y de compromiso con la dictadura, de la constituyente reclamada por la oposición burguesa. Para los marxistas, el combate por la AC es el combate por poner en pie las organizaciones independientes y revolucionarias del proletariado y las masas, sindicatos y consejos (soviets). Sólo así se puede combatir por consignas democráticas sin ilusiones burguesas.