San Pablo, 1980
“La Revolución proletaria y los Estados obreros burocráticos”, tal es el título de un libro que acaba de aparecer bajo la firma de Stephan Just, miembro del Comité Central de la Organización Comunista Intemacionalista (OCI). Se trata de un texto originalmente publicado el año pasado en “La Veritt”, órgano oficial de la OCI, en ocasión del centenario del nacimiento de León Trotsky.
Desde Albania a Cuba, pasando por Chi na y Vietnam, el libro considera la emergencia de Estados obreros a partir de la Segunda Guerra Mundial. El tratamiento de la cuestión es extremadamente superficial; el autor tiene una manifiesta dificultad para la síntesis conceptual y pasa revista a tan amplia temática con descripciones de cada caso, extraídas de textos de terceros, frecuentemente tan deshilvanadas como extensas. Téngase en cuenta que el opúsculo tiene poco más de 100 páginas y casi la mitad del mismo está dedicado a citas y transcripciones sobre todos los países apuntados, donde abundan desarticuladamente fechas, datos y lugares de las más diversas partes del globo.
El interés del libro reside en que se trata del primer texto oficial de la OCI en el cual, 20 años después de la expropiación del capital en Cuba, se reconoce que tenemos en la isla un Estado Obrero. Durante dos décadas la organización francesa sostuvo lo contrario, afirmando que en el país de Fidel estábamos en presencia de un Estado burgués, cuyos “escombros el gobierno castrista se empeñaba en mantener. La modificación, aparentemente, está en la dirección correcta. Sin embargo, el libro de Just pone de relieve que no se trata de una legítima revisión programática y que su fundamento teórico es absolutamente incorrecto. En esencia puede resumirse así: para Just y la OCI el Estado obrero cubano no es el resultado de la expropiación de la burguesía sino funda mentalmente de la reconstrucción del aparato estatal por los agentes directos de la burocracia stalinista. En esto consiste el absurdo teórico, puesto que caracteriza el pasaje del Estado burgués al Estado obrero no en relación a una medida revolucionaria -expropiación del capital- sino, de una contrarrevolucionaria- la confiscación de la independencia nacional en favor de una capa contrarrevolucionaria, que es posterior a las medidas radicales de transformación social. El valor del libro de Just es que pone de relieve la tremenda distorsión de los análisis de la OCI en relación al significado de la revolución proletaria y de la construcción de los Estados obreros.
¿Qué es una revolución proletaria?
De acuerdo a Stephan Just el movimiento que derribó a la dictadura cubana de Batista en 1959 fue una “revolución proletaria". La utilización abusiva de este concepto es una constante en todos los análisis de la OCI, para la cual cualquier movimiento de masas contra el Estado burgués es por definición, una revolución proletaria. El error de la OCI, reiterado en la obra de Just, se encuentra en el desconocimiento de lo esencial para caracterizar una revolución: la dirección que la encabeza y la base social en la cual se apoya. Este criterio responde a un rigor metodológico elemental: revolución social significa sustitución de una clase por otra en el poder y no apenas desmantelamiento del viejo régimen y su aparato estatal. Este último es el lado puramente 'negativo' de la cuestión, lo fundamental es ver a partir de que es substituido, con que métodos, porque clase y que dirección.
Just dice que la fuga de Batista y la desagregación de sus fuerzas armadas marcan el “inicio clásico de una revolución proletaria: la disolución del ejército y la policía sancionan una situación de hecho, son sustituidos por el ejército rebelde y por una policía reclutada entre los partidarios de Castro, dirigidos por éste. Por otro lado, el aparato administrativo y la justicia permanecen intactos y, como máximo son depurados. La marina, que se ligó a lastro a último momento, permanece igualmente intacta”-Es decir, revolución proletaria es sinónimo de desmantelamiento, parcial, del antiguo aparato estatal. Es un error, pues esto caracteriza a toda revolución. En realidad el componente específicamente proletario de la revolución cubana es el que precisamente Just no toca, la huelga general de una semana de enero de 1959 termino de liquidar a la dictadura de Batista. No obstante, esta huelga no tuvo un carácter decisivo con independencia de la dirección guerrillera, el movimiento pequeño burgues revolucionario, el castrismo. Pero como este va a ceder el poder normal a los burgueses, se va a iniciar un período de doble poder que culminará con la destitución de los políticos y la constitución de un gobierno independiente de la burguesía. La pequeña burguesía se convierte, momentáneamente, en dirigente del Estado revolucionario. Pero esta clase no tiene política propia: o reconstruye el Estado burgués o se funde con el programa elemental del proletariado (expropiación del capital). El castrismo, al ir más allá de su programa inicial, expropiando al gran capital, perderá la mayoría de su base que tomará el camino de Ib contrarrevolución.
Tal es el movimiento real de la revolución cubana que Just sustituye por un esquema inventado. Desde el punto de vista teórico, definir a la revolución cubana desde su inicio como proletaria, como el uso abusivo “urbi et orbe” de tal concepto, que es tan propio de la OCI, impide un análisis científico del proceso de la revolución social y de las tareas que plantea para los marxistas. Estos errores de caracterización, a los que volveremos más adelante, 9on más flagrantes en el análisis de la cuestión del Estado obrero.
¿Qué es un Estado Obrero?
Un Estado obrero es aquel que se basa en la propiedad estatal de los medios de producción. Transitoriamente, un Estado obrero puede existir en su debut, como un régimen de control obrero de los medios de producción privados, como fue el caso en los primeros meses que siguieron a la revolución rusa de octubre. Se trata, en cualquier caso, de una situación episódica y conflictiva que debe resolverse por la expropiación del capital, colocando las relaciones sociales de propiedad en correspondencia con el Estado obrero o, en sentido contrario, por una restauración contrarrevolucionaria del Estado burgués. Podríamos resumir lo apuntado diciendo que la Expropiación de los expropia-dores", siguiendo la famosa definición de Marx, es el asiento del Estado obrero, Just revisa esta cuestión y, en un abuso de la dialéctica, plantea que así como puede haber un Estado obrero sin expropiación del capital también puede haber expropiación del capital sin que haya un Estado obrero.
Esta revisión fue planteada por la OCI justamente para fundamentar su extraña posición respecto al caso cubano. Just cita en relación a la cuestión un “informe de la OCI sobre la revolución cubana" que data de 1961 y que reivindica plenamente, en el cual se dice: “Un buen número de camaradas recurrieron, con el objeto de definir a Cuba como un ‘Estado Obrero’, al criterio de las relaciones de propiedad. Según ellas, Cuba es un Estado obrero porque lo esencial de la industria, del comercio y del transporte fue nacionalizado luego de la expropiación de la burguesía… piensan, con Trotsky, que la nacionalización de toda la propiedad burguesa por un Estado burgués, posible teóricamente, es imposible en la práctica. Sin embargo, experiencias recientes muestran, que esos argumentos puedan dejar de ser válidos en circunstancias particulares; así la ‘República social-fascista’ de Mussolini expropió a la burguesía italiana en 1944… así también, la nacionalización es una de las soluciones de un Estado burgués en un país atrasado donde la burguesía está en formación…"
Pues bien, el descubrimiento de la OCI sobre la no validez del razonamiento de Trotsky es una completa estafa teórica. En primer lugar, no es cierto que la ‘República Social Fascista’ de Mussolini expropiara a la burguesía. Se trata de una falsedad que Mandel largó hacia 1948 y que Just mantiene con vida como su alban testamentario. La ley de socialización de Mussolini, sólo preveía la reglamentación de la producción y la nacionalización paga de los servicios públicos. Pero Alemania y los pulpos suizos de electricidad se opusieron a esto, y todo quedó en la nada. Trotsky antes ya del inicio de la guerra en “La revolución Traicionada "se había referido a las bravuconadas de Mussolini (que se declaraba dueño del Estado y capaz de hacer con él lo que quería inclusive socializar la producción, afirmando que podía hacer todo lo que quería “menos una cosa: expropiar al capital”. (Just deforma la “precisión teórica" de Trotsky pues para éste nacionalización no era expropiación de los capitalistas, ya que en la primera o se los retribuía con una indemnización o seguían cobrando sus dividendos como accionistas (ver “La Revolución Traicionada").
Está' claro que en Cuba no se trata de la nacionalización sino de la expropiación del capital. Un Estado burgués en un país atrasado puede recurrir a algunas nacionalizaciones y eventualmente confiscaciones, pero está excluido que expropie a la burguesía Just, que introduce la cita indicada, que niega el carácter obrero del Estado cubano señalando que la posición allí reflejada “era plenamente justificada", concluirá con una apreciación levemente modificada y dirá que “justo en el momento en que fue realizado, este análisis se tornaba insuficiente… determinando interpretaciones posteriores que deben ser revistas”. No dice cuales son tales interpretaciones erróneas, lo cual es un escamoteo y falta de honestidad, y 'Sobre la necesidad de revisarlas indica que apenas señalará “algunas reflexiones en vista de la discusión necesaria". Son estas reflexiones las que indican, precisamente, que la discusión necesaria va por muy mal camino.
El stalinismo y Cuba
Uno de los peores vicios del análisis teórico es el esquematismo, es decir, cuando se intenta enchalecar la realidad en un preconcepto. Es lo que lamentablemente le sucede a Just. Así una vez que admite que en Cuba “el mantenimiento de la expropiación del capital… solamente puede servir de prueba de la existencia de un Estado obrero”, el dirigente de la OCI se pregunta: “el movimiento 26 de Julio, movimiento pequeño burgués, podía construir un Estado obrero en Cuba? La respuesta a esta cuestión es importante: si es afirmativa, esto quiere decir que organizaciones pequeño burguesas son capaces de construir Estados Obreros”. Como Just ya tiene por adelantado el esquema de respuesta —pequeño burgueses no pueden construir un Estado Obrero, aún deformado— todo su análisis está dirigido a demostrar como el Estado Obrero cubano es, en verdad, una obra del “aparato stalinista, pieza maestra en la construcción de un nuevo aparato de Estado”.
El error aquí es doble. Por un lado, no se entienden las transformaciones operadas en la relación entre la dirección castrista y su base pequeño burguesa que se volatiliza; por otro lado se concluye embelleciendo a la burocracia stalinista contrarrevolucionaria colocada como “pieza maestra” en la transformación de Cuba en un Estado Obrero.
Así, lo que se niega a un partido pequeño burgués se lo admite sí para la burocracia rusa. Pero esta puede expropiar al capital no como posibilidad en general ( ¡ya que es contrarrevolucionaria! ) sino cuando se le plantea la necesidad defensiva de integrar a otras regiones a su territorio (Polonia 1939) o a Otros Estados a su dispositivo militar básico (Europa Oriental). No es este el caso de Cuba, y es por eso que la burocracia rusa entró rápidamente en colisión con estas dos revoluciones.
En lo que cabe a la dirección castrista fijar y cristalizar el calificativo de “movimiento pequeño-burgués” es incorrecto, el análisis de la evolución de la dirección castrista debe ser integrado con el movimiento de la revolución en Cuba. Impulsando e impulsado por la revolución de objetivos inicialmente democráticos (burgueses), la dirección castrista chocó con el imperialismo y la burguesía y se vio obligada a expropiar al capital, medida revolucionaria con la cual estableció la base social decisiva de un Estado obrero (esto es lo primero que Just se niega a reconocer) y se transformó en una dirección pequeño burguesa (subjetivamente), sin base social pequeño burguesa (esto es lo segundo que Just niega). Esta es la peculiaridad del castrismo, peculiaridad que refleja la contradicción entre una revolución sin igual en la que no se ha formado una vanguardia proletaria (consciente).
En el proceso revolucionario de la isla del Caribe, a la burocracia del kremlin le corresponde, no el mérito de echar los pilares del Estado Obrero sino la responsabilidad (que comparte con el imperialismo) de buscar su burocratización y su degeneración.
Just, forzado por su esquematismo, concluye invirtiendo la cuestión y presentando a la burocracia como el factor clave en la construcción del Estado obrero contra una dirección que por su “naturaleza de ciase pequeño burguesa” no podría jamás realizar tal cosa. El esquematismo ha quedado a salvo, la realidad ha pasado de largo.
Lo que Just no dice ni plantea en su análisis es, sin embargo, revelador: en la crisis de los misiles, cuando Castro se negó a aceptar los términos del acuerdo yanqui-ruso, o en la pugna contra la fracción Escalante, para tomar dos ejemplos, de que lado estaba la OCI: del lado de la burocracia rusa que quería un Estado obrero del lado del castrismo “pequeño burgués incapaz de expropiar al capital”.
Una vez más el análisis esquemático se revela como una fuente de parálisis y estrangulamiento para una real intervención práctica revolucionaria de los marxistas. Es esta una de las características decisivas de la degeneración prematura de la OCI, de la cual el autor del libro que criticamos es uno de sus máximos dirigentes.
Mario dos Santos.