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“Polonia: ¿Desafío a los imposible?”


K. Pomian es un profesor universitario polaco que fue miembro del Partido Comunista (POUP) hasta su exclusión en 1966. Dos años más tarde fue privado de su cátedra universitaria en Varsovia. En 1973, y luego de varios meses de desocupación forzosa, se radicó en Francia, desde donde ha contribuido y participado de diferentes movimientos contra la represión burocrática.


El libro "Polonia: desafío a lo imposible?” es una recopilación de artículos aparecidos en diversas revistas entre 1977 y 1980, con un pequeño agregado escrito inmediatamente después del golpe de Jaruzelsky.


El análisis del autor, que es común a diversos sectores de la "intelligenzia” polaca, es que el Estado burocrático polaco, en los últimos 25 años, ha sufrido una creciente disgregación debido a dos factores esenciales: el papel histórico excepcional de la Iglesia polaca (de modo que el Estado "no logra conquistar el monopolio de la creencia”) y la restauración de una explotación privada en el campo (el Estado perdió "el monopolio de la producción agrícola e industrial”, pág. 23). A su vez, entre 1976 y 1979- con la elección de un Papa polaco y el viaje de éste a Polonia en 1979, se abre una nueva fase, pues se "despertaron las esperanzas”, borrando las frustraciones seculares e insuflando un nuevo sentimiento y fuerza en el pueblo (Pág. 33).


Para el autor la emergencia de Solidaridad tiene su raíz en estos dos fenómenos, más aún se nutre de ellos (pág. 34). La escuela de pensamiento con la que se identifica Pomian consiste, precisamente, en afirmar que primero, el desarrollo de la influencia cultural de la iglesia fue un prerrequisito indispensable de los acontecimientos de agosto y, segundo, que ese desarrollo fue una respuesta progresiva de la sociedad al totalitarismo estatal. Para esta tendencia la contradicción del Estado polaco se plantea en términos de totalitarismo y liberad, es decir, que recusan la vigencia de una caracterización clasista. De ahí que pongan un signo igual entre la democracia imperialista, y aún de la Iglesia -oscurantista, jerárquica, totalitaria (la burocracia de los estados obreros se le asemeja en más de un aspecto), con el progreso histórico.


Para el marxismo revolucionario el desenvolvimiento de la influencia política de la Iglesia y la reconstrucción parcial del campesinado constituye, primero, una de las diversas variantes del proceso de descomposición de los Estados obreros burocráticos y, segundo, refleja el lado reaccionario de ese proceso de descomposición, expresando la presión imperialista. El autor ni se detiene a considerar las variantes húngara de 1956 o checoslovaca en 1968, ni la directa y más rica: la del ascenso más o menos directo a la revolución victoriosa. El aprovechamiento de los fenómenos de “liberalización” en esos estados, en los casos de variantes que potencian a sectores como la Iglesia, sólo es posible a condición de marchar contra la influencia de éstos. El acercamiento entre la Iglesia y el PC desde bien antes del 80, como los recientes acuerdos entre Glemp y Jaruzelsky, en perjuicio de Solidaridad, han puesto de relieve la realidad del rol de las distintas tendencias que pugnan en Polonia, y explica por qué la corriente política de los Pomian ha llevado a la derrota a Solidaridad.


No se puede colocar, sin embargo, a la revolución política obrera en Polonia como un sub-producto del campesinado y la Iglesia, sin faltar a la verdad histórica. El primero y el último de los actos de la revolución política hasta hoy, en Polonia, fueron insurrecciones obreras: Poznan, 1956; Gdansk, 1980 (en el medio hubo otros tantos levantamientos proletarios). La burocracia apeló a la Iglesia y a la descolectivización del campo como maniobras reaccionarias para desviar al proletariado de la guerra civil contra la burocracia.


Significativamente, Pomian no señala un factor económico y social esencial del proceso de desagregación de la burocracia: la industrialización operada en Polonia, que le dio cohesión social a la clase obrera y minó la base social de la burocracia y de la Iglesia (en este último caso porque quebró el carácter agrario del país y su base social terrateniente). Sin esta transformación social no se explicarían los levantamientos obreros, ni Solidaridad, una organización eminentemente proletaria que, contra la opinión de Pomian, relegó por completo a la Iglesia. No fueron ni los productores agrarios privados ni la Iglesia las fuerzas motrices de la lucha contra la burocracia. Esta lucha fue obrera y dio lugar a la creación de organismos eminentemente proletarios y clasistas (consejos obreros, autogestión obrera, sindicatos independientes).


Los factores que señala Pomian son expresiones de la dislocación burocrática, pero el proletariado no debe apoyarlos, porque como fuerza política consciente la Iglesia es contrarrevolucionaria, y porque como fuerza social, el campesinado no tiene porvenir histórico. El Estado burocrático debió recurrir a esas "instituciones disidentes" para que cumplan con la función de estrangular el movimiento de la revolución proletaria por una vía indirecta. En el régimen burocrático, la Iglesia pasó a defender al campesino privado y a los intereses generales del imperialismo, y a utilizar el sentimiento religioso de las capas obreras de reciente origen campesino contra el movimiento revolucionario del proletariado en su conjunto. La Iglesia "coqueteó” con los levantamientos obreros, pero para jugar un papel fundamental en su estrangulamiento. En todos los momentos decisivos, la Iglesia hizo causa común contra Solidaridad: se opuso a las huelgas de agosto de 1980 (si hasta Pomian reconoce que "ni tampoco una homilía bastante ambigua del cardenal Wyszynski retransmitida -innovación sin precedentes- por la televisión (después de haber sido censurada, es cierto) lograron debilitar la determinación de los obreros de Gdansk de ver sus reivindicaciones satisfechas"- pág. 31), llamó a no movilizarse contra la burocracia sino buscar un acuerdo social, culpó a Solidaridad por el golpe de Jaruzelsky y ahora pactó con éste un acuerdo político contra Solidaridad. La opresión burocrática en todos los niveles, incluida la religiosa, reavivó ese sentimiento entre las masas en abierta contradicción con el desenvolvimiento social del país.


La influencia de la Iglesia no tiene por base una supuesta hegemonía cultural de ésta, como lo prueba la vida cotidiana en Polonia, que se asemeja a la de Europa occidental en relación a todos los tabúes religiosos (aborto, divorcio, papel de la mujer). La Iglesia quiere usufructuar la derrota obrera de diciembre del 81 y su papel en la misma para ampliar su rol político para que no levante cabeza Solidaridad (acuerdo Glemp- Jaruzelsky), a cuenta de los intereses generales del imperialismo mundial.


El autor se mueve en el círculo de totalitarismo vs democracia y es así que plantea posiciones históricamente reaccionarias. Dice: "Una economía donde toda la esfera de la producción y de la circulación está estatizada y donde existe una planificación imperativa a partir del centro desemboca virtualmente en los campos de concentración" (pág. 40).


Pomian arremete no contra la gestión burocrática sino contra la estatización y la planificación en general, esto es, contra la dirección y distribución conscientes por parte de la sociedad de la producción social. Hay que concluir que para el autor el reino de la libertad es el reino de lo espontáneo y no de lo consciente, el mundo donde la necesidad impone su tiranía bajo la forma del fetichismo de los productos del hombre social.


Pero la planificación, o sea, el dominio consiente de la economía por la sociedad, solamente es posible si las masas democráticamente lo elaboran y ejecutan. En Polonia, como en todos los Estados obreros, lo que existe es una fachada de planificación porque ésta se realiza al margen y contra la voluntad soberana de las masas. Más aún, como surge del estudio del grupo “Experiencia y el Futuro” (Estado de la República) del año 1978, lo que impera es la improvisación, la descoordinación y, las inversiones irracionales decididas por burócratas solamente con el propósito de promocionarse y sacar mayores prebendas. Esto explica, entre otras cosas, las numerosísimas industrias inviables. En definitiva, no una planificación central sino una improvisación burocrática.


Pomian cuestiona los instrumentos políticos de la burocracia y los identifica con la economía estatizada. Pero ésta es una conquista del proletariado que la burocracia permanentemente erosiona. Es una tendencia de la propia burocracia desmantelar el plan en favor de una suerte de reforma de las empresas, de la autonomía de éstas, y de la convergencia con el capital internacional. El problema es que la burocracia, con plan central o no, quiere seguir con el poder exclusivo de nominar a los altos funcionarios de las empresas, asegurándose que el aparato controle el conjunto de la vida social ("Nomenklatura”). Pomian, en cambio, apoya los movimientos autogestionarios que reclaman que los puestos gerenciales sean abiertos. Se trata entonces, de una postura que busca cooptar a las capas gerenciales excluidas de la trenza actual al régimen político burocrático.


De lo dicho hasta aquí se desprende lo que es el pensamiento estratégico de Pomian y que comprendió a amplios sectores de la oposición polaca: existiría en los Estados obreros una lucha entre el totalitarismo y democracia, definidos estos al margen de su contenido de clase. Identifican así a Occidente y la Iglesia con la libertad y la economía estatal y el plan central con el totalitarismo. Es notable esto porque la llamada “democracia occidental” se asienta en el totalitarismo más extremo (el imperialismo) y la Iglesia es, por excelencia, una institución totalitaria. La oposición de estos a la burocracia no tiene un carácter progresivo porque la demagogia de la "libertad” tiene el contenido de la restauración capitalista. No hay que olvidar que ambos condenaron los "excesos” de Solidaridad y justificaron el golpe de Jaruzelsky como una necesidad para restablecer la disciplina en las fábricas.


Pomian no analiza muy extensamente el período que va de las huelgas de Gdansk, en el verano polaco de 1980, hasta el golpe de Jaruzelsky. Destaca, eso sí, que Solidaridad tenía una estructura "territorial y profesional” siendo, en realidad, "una federación de sindicatos, no de ramas de la industria o de oficios, ano de regiones…” (pág. 201). La fuerza de Solidaridad radicaba en esa característica soviética, en el agrupamiento de todo el proletariado, sin ningún tipo de distinción, contra el Estado burocrático.-


El autor le reprocha a la burocracia que buscara "politizar cada cuestión y que en cada lucha lo único que persiguiera fuera la derrota del adversario. Y -agrega- no son solamente los hábitos adquiridos durante 35 años, que empujan en ese sentido. La enseñanza leninista sobre la pretendida imposibilidad del doble poder, dogma fundamental inculcado a cada apparatchik, conduce a tratar de enemigo a cualquiera que aspira a la independencia…”(pág. 165). Este "reproche” se vuelve contra Pomian puesto que desmiente la ilusión de que la burocracia podría actuar de otra manera que no fuese la de "mantener la integralidad del poder” (idem). Pero mientras la burocracia actuaba en función de liquidar el poder representado por Solidaridad, Pomian elogia que ésta no actuara para liquidar el poder de la burocracia. El autor arremete contra el supuesto dogma leninista pero no percibe que Lenin la desarrolló para que el proletariado comprendiera que en una situación revolucionaria debe utilizar sus organizaciones de poder para barrer con el régimen opresor. El golpe de Jaruzelsky confirmó, en un sentido contrarrevolucionario, la enseñanza leninista y volvió a pulverizar las teorías gradualistas y pacifistas.


Pomian considera un acierto el levantamiento de la huelga del 31 de marzo de 1981 en respuesta a la provocación burocrática de Bydgoszsz, decidida a último momento por Walesa: "el balance del acuerdo pasado entre el gobierno y -Solidaridad para poner fin a la crisis de Bydgoszsz se mostró desde el punto de vista de este último y del país ampliamente positivo, más positivo inclusive que lo que se esperaba el 31 de marzo” (pág. 162). El acuerdo consistió, sin embargo, en concesiones insubstanciales por parte del gobierno que, en cambio, logró que la dirección de Solidaridad se revelara ante el conjunto de la nación dispuesta a no cruzar los límites del Estado burocrático. Esa huelga precisa-mente venía siendo reclamada en todo el país y amenazaba por esto con abrir las vías a la insurrección. Para la burocracia la lección de Bydgdoszsz fue precisamente esa: puesta ante el umbral de la revolución, la dirección de Solidaridad sacrificaba la movilización obrera en función de preservar el statu-quo con el sistema burocrático. Por esto mismo Bydgdoszsz marcó una inflexión en el movimiento de las masas porque colocó a éstas -por la política de su dirección- ante el límite insalvable del respeto al rol "dirigente” del PC.


Pomian sostiene que a partir de 1980 se habría producido un renacimiento del parlamentarismo y destaca el "inesperado despertar de la Diete, que ha comenzado a comportarse como si fuese un verdadero parlamento”, a pesar de ser elegido entre "obedientes” del aparato (pág. 196). Para el autor, las discusiones operadas en la Diete, donde se registraran votaciones divididas, hicieron que ya no fuese más "una simple cámara de registro de las decisiones del CC del POUP, lo que facilita enormemente el proceso de transformaciones pacíficas y' en acuerdo con la ley, inclusive si todo el peso de Solidaridad es necesario para mantenerlo en marcha” (pág. 1%).


Se ve aquí claramente el planteo estratégico de Pomian: la reforma pacífica y gradual del sistema totalitario a partir de sus propias instituciones digitadas. ¡.¡Tanta denuncia sobre el "totalitarismo” y del "doble poder” para sostener un parlamento fantoche y títere del régimen burocrático!!


Pomian identifica con un renacimiento del parlamentarismo lo que no es otra cosa que las divisiones y fricciones que se produjeron en el aparato del POUP como resultado de las movilizaciones obreras. Es un rasgo universal de los regímenes en descomposición política. Ni qué decir que no fue la Diete el centro de la situación política polaca sino el enfrentamiento extraparlamentario, la dualidad de poderes, entre las masas y(el régimen burocrático. Lo cierto es que mientras la Diete "discutía” y posaba de "reformadora”, el Ejército iba asumiendo el control de las ciudades preparando el golpe de estado» Los mismos diputados que asombraron con sus discusiones a Pomian, hoy votan "por unanimidad” los proyectos de Jaruzelsky.


El autor ve una oposición entre el parlamentarismo y la burocracia totalitaria. Pero el parlamentarismo, inclusive en las democracias más estables, ni que decir en los regímenes dictatoriales, está caduco porque está sometido a los truts y a la burocracia estatal y militar. El parlamentarismo no puede ser entonces el espejo en el que se refleje el proletariado de los Estados obreros.


Pomian reivindica el parlamento. Este planteo de Pomian se inserta en sus posiciones a favor de la apertura hacia Occidente, el desmantelamiento de la planificación, etc.


En un Estado obrero, el parlamentarismo sólo puede tener ese sentido, ya que las fuerzas motrices de la revolución son el proletariado o las masas pobres, y que no existe la base social de la democracia burguesa. Las reivindicaciones de la democracia tienen un carácter obrero y se manifiestan en la consigna de la expulsión de la burocracia de los órganos del Estado. Todas las insurrecciones en Polonia dieron lugar al mismo resultado.


En los Estados obreros la fuerza social del proletariado le imprime a su movilización un inconfundible rasgo clasista y rápidamente coloca a la orden del día la ocupación de fábricas, la formación de consejos obreros, sindicatos independientes, etc. Sucedió en Alemania (1953), Hungría (1956), Polonia (1956, 1970,1976, 1980).


El libro de Pomian concluye con un "post; scriptum” escrito inmediatamente después del golpe de estado de Jaruzelsky. La conclusión del autor es que el régimen burocrático-militar no podrá erradicar la "disidencia” polaca, asentada en una larga experiencia de luchas, pero, por sobre todo,, porque existe "una institución en la cual (los polacos) se reconocen y que ellos saben no colocará nunca al Cesar en los alta-res: la Iglesia” (pág. 228).


El pronóstico de Pomian se ha revelado completamente falso: la "normalización” de Jaruzelsky se asienta en un acuerdo con la Iglesia y ésta no ha du-dado ni un instante en atacar la resistencia impulsada por Solidaridad. El autor no se arredra ante la bancarrota de su pronóstico. Tenemos en este libro de recopilaciones la sinuosa y dolorosa trayectoria de un stalinista que ha evolucionado al clericalismo.  

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