Polonia: La revolución política


Publicado en Política Obrera N° 314



Hace ocho semanas, un impresionante movimiento hacia la huelga general comenzó a extenderse por Polonia -un Estado Obrero burocrático, sometido al control de la burocracia del Kremlin. El detonante de esta gigantesca movilización obrera, fue el aumento del precio de la carne ( en un 60 por ciento) y de otros alimentos, así como la decisión de elevar las normas de producción en las fábricas. Estas medidas estuvieron latentes y fueron parcialmente aplicadas desde 1976, cuando en junio de ese año también hubo un debut de huelga general, que obligó al gobierno a recular. Desde entonces se fue dando una situación de carestía efectiva (debido a la escasez o a la falta de productos en los mercados), de presión para elevar los ritmos de trabajo, de despidos de obreros que lideraban las luchas y, también, de huelgas parciales de resistencia en innumerables fábricas. Esta pulseada feroz entre la burocracia y el proletariado se transformó, justamente, en una lucha general a principios del pasado mes de julio, cuando el gobierno decidió encarar una ofensiva en toda la línea contra el nivel de vida de los trabajadores.


Durante, aproximadamente, cinco semanas, las huelgas fueron extendiéndose de un lado a otro, sobre la base del reclamo de un aumento salarial que compensase los aumentos de precios de productos alimenticios. El gobierno se vio obligado, ante la amplitud del movimiento, a tirar la toalla en todos los casos, con la finalidad de evitar la politización de la movilización, que, ya en algunos lugares, se expresaba en el reclamo de elecciones libres en los sindicatos, o en el derecho de huelga y a la existencia de sindicatos libres, es decir, independientes del Estado, y democráticos. Es evidente que estas reivindicaciones se desprendían casi naturalmente de toda la situación de opresión de la clase obrera por parte del Estado burocrático, que es el empleador único del país, es decir, de la falta total de organizaciones de defensa propia de los trabajadores (los sindicatos existentes han sido transformados en una pura correa de transmisión del aparato del PC y del Estado). Un aspecto decisivo que explica la tendencia hacia una huelga política consciente de masas es el hecho de que el proletariado polaco viene de tres grandes experiencias (en 1956, 1970 y 1976), en las que las promesas de autorreformas por parte de burocracia, así como las concesiones económicas, se hacían humo inmediatamente con el reflujo de la crisis política. Lo que está en juego, por eso, en la actual movilización, no es sólo arrancar los aumentos salariales sino conquistar los derechos de organización que permitan derrotar a la burocracia y sus planes antiobreros.


 


Es precisamente en esta dirección que los acontecimientos dieron un salto hacia mediados de agosto, con la entrada en la lucha de los astilleros de Gdansk, en el Báltico. Aquí se impuso en toda la línea el pliego de reivindicaciones económicas y la reincorporación de los obreros despedidos por su papel en las luchas anteriores, pero quedó en pie la reivindicación del derecho a una organización de los sindicatos independientes del Estado, así como la decisión de continuar la huelga en apoyo a los pliegos de reivindicaciones de las restantes fábricas de la región. En la fábrica Elmor se fue más lejos y se exigió la libertad política y la convocatoria a elecciones libres (“Córriere della Sera”, 17/8/80). Al día siguiente esta reivindicación fue incorporada por el Comité de Huelga interfábricas del Báltico, que, al momento de escribir este artículo representa a 250 fábricas y a 30.0000 obreros en huelga, y al cual se han incorporado otras 50 fábricas, con 30.000 obreros, de la vecina ciudad de Szcsecirio.


 


El carácter amenazante que va tomando esta movilización se acrecienta por dos hechos que apenas han aparecido en la prensa: un movimiento hacia la huelga en las minas de carbón de Silesia (que constituyen el corazón económico del Estado y, como veremos luego, son objeto de la codicia de los acreedores internacionales de Polonia) y la huelga efectivamente lanzada por los agricultores de la región de Grejek (a unos cincuenta kilómetros de Varsovia), en solidaridad con los obreros del Báltico y en defensa de reivindicaciones propias. Este sector del campesinado resolvió, asimismo, enviar alimentos a Gdansk, para sostener la huelga obrera.


 


Todo esto ocurre en medio de una fenomenal censura de informaciones y de bloqueo al traslado de activistas por el país.


 


Lo que se ha establecido en el Báltico, con la formación del Comité de Huelga Interfábricas (las fábricas están ocupadas y los transportes parados), es lo que la historia ha bautizado con el nombre de Soviets (consejos), es decir, una organización de combate, que representa directamente las masas en lucha, es decir, una organización que no sólo constituye la forma más acabada del frente único del proletariado, sino que, por eso mismo, goza de una autoridad indiscutible, y que, por tal razón, limita la autoridad del Estado y se contrapone a ella. Significa que los obreros se encuentran en una contradicción irreconciliable con la dictadura burocrática, y que aspiran a cambios de fondo en el régimen política Que las instituciones del Estado burocrático ya no corresponden con la realidad política del país quedó simplemente probado en el caso siguiente: el comité de empresa de los ferroviarios de Lublin (al sudoeste de Varsovia) resolvió, luego de la huelga, de julio en esa ciudad, “conceder" un 15 por ciento de los pues» tos al comité de huelga, quien no sólo los rechazó, sino que impuso nuevas elecciones, en las que ganó todos los cargos del consejo de empresa (“Jómal do Brasil'’, 29/8/80). Así se efectiviza la expulsión de los burócratas estatales de los sindicatos y se concreta la independencia de estos del Estado.


 


Ahora bien, por muchas razones, entre ellas el lugar que Polonia ha venido a ocupar en los últimos años en la política internacional, los acontecimientos polacos tienen una proyección directa tanto sobre el este como sobre el oeste de Europa. Sobre el este, porque pone en cuestión todo el sistema de Estados totalitarios liderados por la burocracia rusa. Sobre el oeste, por que Polonia se ha transformado en un experimento avanzado de penetración del imperialismo en el seno de un Estado obrero, es decir, de un Estado donde el capital ha sido expropiado). “La solidaridad occidental (con Polonia) -dice el Corriere della Sera (18/8/80)- debe manifestarse en todas las formas económicas posibles”; ahora ya no parece importar, según se ve, lo elevada que sea la deuda externa polaca. “Helmut Schmidt (que ofreció a Gierek 1.200 millones de marcos -dice también el Corriere (17 /&)- se encontrará siendo otra vez el hombre de punta de occidente en la confrontación con el Este”. Los alemanes opinan lo mismo: “Esta orgullosa suma de dinero del Oeste capitalista debe permitir que Polonia no se pierda” ("D'ér SPiegel”, 18/8/80).


 


Lo que las huelgas, ocupaciones y formación de comités plantean en Polonia es el desarrollo de la revolución política, y esto sin necesidad de que el proletariado lo formule explícitamente, en todos sus términos, al comienzo de esta movilización, o que lo tenga que hacer fatalmente en esta movilización (y no en la siguiente). Porque mientras sería un error criminal jugar la movilización presente al todo o nada (lo que sería negarle el derecho a maniobras, reagrupamientos, etc., para ganar fuerza), es indudable que la presente lucha llevada hasta sus últimas consecuencias, plantea el derrocamiento de la burocracia stalinista.


 


La impasse del régimen burocrático


 


La crisis polaca es el resultado ineluctable de la incapacidad del régimen burocrático para desenvolver las fuerzas productivas en el cuadro del totalitarismo interior y de la colaboración de clases con el imperialismo, en el exterior. En los Estados burocráticos sólo la burocracia ha encontrado satisfacción a sus aspiraciones sociales, no así las masas trabajadoras. Incluso el pleno empleo, la seguridad social y el control de la carestía (que son una expresión deformada de las grandes conquistas históricas en la lucha contra el capital) están ahora en cuestión, como lo revelan en primer lugar, las alzas de precios, en segundo lugar, el deterioro de las pensiones y jubilaciones (que los obreros piden que se equiparen con las de la policía) y, en tercer lugar, los despidos y el aumento de los ritmos de producción. .Esto quiere decir que la burocracia asigna los recursos nacionales, no en función del interés de la mayoría trabajadora, no en función de reforzar la cohesión social y política del proletariado, sino en función de sus propios apetitos. Esta orientación antiigualitaria del plan económico se ha agravado, a su vez, por su propio método de gobierno, que está fuera de todo control democrático. La burocracia dirige el país como un cuerpo extraño a su tejido social. Es por eso que en la crisis actual los burócratas no se animan a usar como chivo emisario a la "crisis mundial" y están prestos a admitir sus “errores”.


 


Hasta fines de la década del 60, los países de la Europa Oriental (y la URSS) se desarrollaron, preferentemente, en un marco autártico, con escasos contactos con la economía mundial. Dentro de ese cuadro regresivo tuvieron que hacer frente a su atraso histórico y ejecutar los pasos fundamentales de las primeras etapas de la industrialización, aprovechando las ventajas del sistema de la propiedad estatal y de las posibilidades de la planificación. Pero la autarquía fio permite ir más lejos y la insistencia en ella conduce directamente a la impasse, esto porque el progreso subsiguiente a la productividad del trabajo exige aprovechar las conquistas técnicas y la división del trabajo internacionales. Esta impasse se tradujo en las rebeliones obreras de 1956 y 1970, cuando el proletariado se negó a cargar con el inviable “socialismo en un sólo país” Claro está que las fuerzas productivas de la humanidad (sin cuyo concurso la edificación del socialismo es imposible) están bajo el control del imperialismo. Pero lo que esto demuestra es que la perspectiva estratégica de la coexistencia o colaboración con el imperialismo es un callejón sin salida para los Estados obreros.


 


Es precisamente a partir de las crisis polaca (1970) y checoeslovaca (1968), y de disturbios en la propia Unión Soviética, que la burocracia introduce una corrección a la autarquía y se lanza desenfrenadamente a buscar la “ayuda” imperialista; En Polonia, específicamente, el nuevo gobierno de Gierek creyó que podía saltarse la resolución de las contradicciones del Estado totalitario, apelando al capital financiero internacional. Así, hizo un planteo de industrialización acelerada con el uso de recursos externos. Las importaciones subieron un 15,4 por ciento de promedio anual en 1970-75, y-en 1973 crecieron hasta un 23 por ciento. Gracias a esto, las inversiones también subieron un 18,4 por ciento y en 1973, un 25 por ciento. Lógicamente, el producto bruto creció a un ritmo del 9,7 por ciento anual, contra el 6 por ciento en el período de 1965-70. Esto creo" una euforia económica y la ilusión de que las crisis del pasado no se repetirían. La burocracia se hundió más en el inmovilismo, y todas las reformas prometidas en el 77 quedaron en el olvido. Pero las exportaciones polacas no crecieron al ritmo de las importaciones, y esto por la razón de que el mercado mundial está dominado por el capitalismo, lo que plantea hacerle concesiones decisivas en la propiedad de los medios de producción y recursos naturales del país. A esta característica estructural se agregó la crisis mundial, que se iníciate en 1973 y el aumento de los precios del petróleo. El resultado fue: una deuda exterior de 20.000 millones de dólares. La producción industrial que llegó a crecer un 14 por ciento en 1975 fue cayendo en el ritmo de crecimiento hasta reducirse en un 2 por ciento en 1980. Las inversiones, que í llegaron a subir un 20 por dentó, en 1975, fueron declinando hasta reducirse en un 9 por ciento en 1979.


 


El crecimiento industrial entre 1970»75 fracasó en crear los recursos necesarios para aumentar las exportaciones y la producción interior. La razón de ello pone a luz todo el régimen de impasse burocrática: de un lado, porque creció en gran escala la producción de bienes de consumo durables (grabadores, automóviles, televisores, etc), en dirección fundamentalmente, al consumo de las capas burocráticas. De esta manera, quedaron sin resolver los grandes problemas de abastecimiento de productos de primera necesidad, y también la renovación tecnológica de la industria. De otro lado, porque la planificación burocrática provocó desperdicios fenomenales: máquinas que no tenían edificios para ser instaladas, edificios vacíos porque no había máquinas, insuficiencia de formación profesional, etc. La economía polaca sufrió brutalmente el aumento de los precios del petróleo, pero este hecho sirve para iluminar la negligencia en volcar una masa de inversiones en los recursos energéticos polacos, lo que se explica por la orientación “consumiste” del plan, así como por el bloqueo internacional a un desarrollo independiente de estos recursos.


 


El régimen burocrático se encuentra en una impasse fenomenal en lo que respecta a la crisis agraria. Luego de una colectivización forzosa y brutal, la burocracia tuvo que recular devolviendo el 90 por dentó de las tierras a manos privadas. Es capaz, por naturaleza, de impulsar una cooperación libre, se vio obligada a reintroducir el equivalente al minifundio (4,9 hectáreas promedio por productor). Otro signo del atraso es que, aproximadamente, el 40 por dentó de los agricultores, tiene más de 55 años de edad. En estas ' condiciones la modernización es imposible. Un ejemplo: la explotación privada usa 24 personas para explotar 100 hectáreas; las granjas del Estado solamente 9 (“Der Spiegel"). Pero, nuevamente, el régimen totalitario es incapaz de operar una transformación libre, cooperativa, a la gran producción, lo que importaría él control de gestión de los trabajadores. Todo esto determina el pasaje de la euforia 1970-75 a la crisis 1976-80.


 


En estas condiciones para hacer frente el déficit del balance comercial ; y de pagos, la burocracia se lanzó a incrementar la exportación de todo lo que, justamente, era necesario dentro del país: alimentos y carbón (la exportación de automóviles y la construcción naval —donde se da el epicentro huelguístico— queda bloqueada por la crisis mundial). La carestía (y el desabastecimiento) irrumpió, entonces, con toda fuerza: 12 por dentó de aumento en los pre-dos en 1978» 25 por ciento en 1979. Los salarios no siguen esta curva de precios: se opera, vía la inflación, una confiscación de los salarios. Por eso es que los huelguistas han estado reclamando que sólo se exporte lo que sobre del consumo interno. Pero esto significa declarar la moratoria de la deuda externa, golpear la colaboración con el capital extranjero, torpedear la detente, etc, etc, —la estrategia fundamental de la burocracia.


 


El "remedio" de la burocracia y del imperialismo


 


Esta solución a los problemas de la deuda externa (Polonia tiene que pagar 7.000 millones de dólares solamente en 1980) es dictada conjuntamente por la burocracia y los acreedores internacionales, es decir, el imperialismo. La austeridad es la condición que pone éste para renegociar la deuda, pero no la única.


 


En la primavera pasada (europea) viajó a Varsovia David Rockefeller, que representa a la banca más expuesta por los problemas de pago de Polonia. "Es muy verosímil —dice “Corriere della Sera"— que a cambio de una reprogramación de los vencimientos de la deuda, Rockefeller haya reclamado medidas de reequilibrio entre precios y costos, y una reducción del déficit de presupuesto, como acostumbra a hacerlo el FMI con sus “caitas de intención”. Está claro que el plan del gobierno “comunista” dé Polonia fue dictado por el imperialismo.


 


Otra exigencia de la banca internacional es que Polonia abra sus cuentas y estadísticas a la inspección del FMI, como ya lo vienen haciendo Yugoslavia y Rumania. Esta exigencia fue directamente planteada como condición para otorgar un empréstito de 500 millones de dólares que tomaría a su cargo un consorcio de bancos extranjeros (“Néw York Times”, 14/8/79). La función de este planteo es clara: un primer paso para conseguir voz y voto en las orientaciones de la economía polaca. Desde el año pasado, el Banco del Estado viene proveyendo, a los bancos internacionales, de toda una información “confidencial que nunca antes había sido revelada” (ídem).


 


De esta manera, la gestión por ese empréstito fracasó, pues sólo fueron reunidos 300 millones de dólares. El motivo de esto no fue sólo la inseguridad de la situación económica polaca, sino toda una disputa interimperialista en tomo al aprovechamiento de esta crisis. Primero Francia y luego Alemania se cortaron solas, y ofrecieron préstamos al margen del consorcio con la clarísima afirmación de que el carbón polaco (en plena alza de los precios de la energía) es suficiente garantía de la deuda contraída. Es evidente que Polonia se ha transformando en un puesto de avanzada de la estrategia de penetración capitalista en Europa oriental, la URSS y China. El sentido último de toda la negociación es poner los recursos polacos bajo la tutela del capital financiero internacional (de los 1.200 millones de marcos que Schmidt logró obtener de un consorcio de bancas alemanes, sólo 400 millones están destinados al pago de la deuda externa, los otros 800 se destinan a financiar la exportación de carbón a Alemania.


 


La burocracia no puede dar una salida


 


La situación es bien clara: mientras la burocracia está obligada a impulsar una política de carestía y de crisis (reducción de inversiones), la huelga obrera está arrancando conquistas económicas muy importantes. Esto nos está diciendo que el gobierno maniobra para frenar el movimiento, y de ninguna manera que esté dispuesto a garantizar el mantenimiento de las reivindicaciones que le son impuestas.


 


Pero a esto se agrega un hecho fundamental: los trabajadores consideran sus planteamientos económicos apenas como una introducción a su reclamo fundamental, que es sindicatos democráticos independientes del Estado burocrático. La revista “Der Spiegel", ya citada, reconoce sin ambajes que “el reclamo de asociaciones libres es, sin duda, irrealizable sin una subversión de todo el sistema dominante".


 


Sin embargo, en un cable enviado desde Moscú por el corresponsal del “New Yor Times" (18/8/80) se dice que: “la dirección rusa probablemente concordaría con la aceptación, por parte del gobierno polaco… de los sindicatos libres” Lo que el Kremlin no aceptaría sería “la abolición de la censura” (ídem). Es decir, sí a la libertad sindical, no a la política. También el corresponsal del "Corriere” en Varsovia dice que “sólo la propuesta de crear sindicatos libres tiene alguna esperanza de éxito.


 


Lo que nos parece que deja claro esta información .es que la burocracia está reparando una maniobra final para estrangular la reivindicación de sindicatos Ubres. Porque es obvio que no puede existir un sindicalismo independiente con una libertad de tendencia y organización política sólo para el PC y el Estado. Lo que resulta de aquí es que la burocracia podría llegar a autorizar (¡como lo recomienda “The Economist", 9/8!) un pluralismo en las elecciones para los comités de empresa (no existe sistema de elección directa nacional) y otorgar a éstos mayor autonomía. El objetivo es que la huelga y la crisis refluyan y volver como en el pasado, a reforzar todo el control totalitario. Los obreros han cobrado conciencia de esto, pues el Comité Interfábricas del Báltico, incorporó la libertad política a sus reivindicaciones.


 


En las condiciones de un Estado totalitario, menos aún que en una democracia burguesa, tiene viabilidad la construcción de sindicatos paralelos; lo que se impone es recuperar los sindicatos dominados por el Estado, expulsando a la burocracia de todos los niveles.


 


La huelga política de masas en Polonia no está ante la alternativa de todo o nada. Más aún, la ausencia de una dirección revolucionaria hace muy difícil esperar que el poder pase a manos de la clase 3 obrera. Pero en la medida en que la huelga se amplíe y desarrolle, y que cree sus organizaciones de combate independientes, más rápida y profundamente se minarán las bases del Estado burocrático, más firme y claramente se desarrollará la conciencia de la clase y su vanguardia, más rápidamente se pasará a una nueva etapa de la lucha.


 


¡Fuera los burócratas de los sindicatos y del Estado! ¡Que los comités interfábricas se conviertan en direcciones sindicales provisorias y convoquen a elecciones libres en todos los niveles sindicales! 21/8/80. 


 

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