“Sociedad y Articulación en las Tierras Altas Menas. Crisis terminal de un modelo desarrollo”. Alejandro islas, compilador


“Sociedad y Articulación en las Tierras Altas jujeñas. Crisis terminal de un modelo de desarrollo". Alejandro Islas, compilador. Ediciones Investigación y Desarrollo, del Movimiento Laicos para América Latina (MLAL), Buenos Aires, 1992.


 


El trabajo citado, resultado de una investigación abordada en forma conjunta por el MLAL (financiado por el Vaticano) y la Universidad de Buenos Aires, presenta una visión de la crisis actual de la provincia de Jujuy, complementada con una consideración histórica de la apropiación terrateniente de la tierra, de la función del Estado en ese proceso y de las reacciones campesinas, consecuencias de ello, a fines del siglo XIX.


 


Conceptualmente, los autores se ubican dentro del campo de las teorías burguesas “del desarrollo” y de la "cooperación internacional’’, comprometidos, como se definen, "en la búsqueda de soluciones a los problemas de los sectores más desprotegidos de la sociedad' , pero desechando -como consecuencia de la “crisis” de los 80 -aquellas concepciones que buscaban interpretar las crisis de desarrollo del capitalismo desde una visión global (las teorías de la “modernización" y de la “dependencia"). La teoría de “la dependencia”, de la que son ex tributarios (confiesan que su desaparición “ha dejado un vacío desagradable dentro de los estudios sobre el desarrollo”), teoría que elevaba la dependencia a la condición de una categoría económica en sí misma y, por lo tanto, ajena al desenvolvimiento del capitalismo imperialista y consecuencia necesaria de él (por lo que podría superarse sin destruir las relaciones sociales capitalistas de producción), habría pasado de moda sin que ninguna otra nueva "haya sido capaz de sustituirla". El talón de Aquiles de las concepciones de la dependencia —señalan— “ha siempre sido la noción implícita (…) de alguna alternativa 'independiente' para el Tercer Mundo. Esta alternativa teórica nunca existió en la práctica, seguramente en el sentido de un camino de desarrollo no capitalístico y, por lo que parece ahora, tampoco por medio de las así llamadas revoluciones socialistas".


 


Así, de un plumazo, se decreta la extinción de “una teoría de validez universal”, para pasar a “interesarse" por los “modelos parciales típicos de la economía del desarrollo" que permitan elaborar “estrategias de desarrollo" puntuales.


 


El escamoteo teórico les permite a los autores desentenderse de la crisis del capitalismo mundial (que niegan) y explicar la “crisis terminal del modelo de desarrollo" de Jujuy como consecuencia de la descomposición “que padece ese ‘modelo' de capitalismo local". “El título del libro —entonces— no debe entenderse en el sentido de 'final del capitalismo’, sino de final de un determinado modelo de desarrollo”.


 


Transformada la provincia de Jujuy en una isla, el capitalismo mantiene su vigencia inevitable tanto nacional cuanto internacionalmente.


 


La crisis jujeña La tesis central reside en adjudicar la génesis de la descomposición de la provincia al "modelo" adoptado localmente —basado en la agroindustria azucarera—, caracterizado como incapaz de generar desarrollo y responsable de la ausencia de empleo productivo (un 50 por ciento de la Población Económicamente Activa es absorbida por el empleo público y el comercio), del aumento del desempleo y de la falta de una estructura industrial capaz de crecer y de diversificarse. Este proceso, que se analiza especialmente entre 1960 y 1985, se intensifica como consecuencia de la política del Estado provincial, en el sentido de que se niega a intervenir “con una política industrial activa dejando al 'libre juego del mercado’ el funcionamiento del sistema económico, pero adoptando una política de absorción de la fuerza de trabajo que los sectores privados han sido incapaces de emplear (o que, inclusive, estaban expulsando)".


Esta acción “nociva" del Estado provincial favoreció, así, a los sectores empresariales más grandes (particularmente, a la empresa Ledesma, de los Blaquier), los cuales lejos de estar interesados en el "desarrollo" de la provincia, pudieron beneficiarse ampliamente “del modelo".


 


Islas explica, además, que un tercer "actor" se agrega a la presente tragedia jujeña. Se trata del Estado nacional. Desde la visión 'necesariamente parcial de los autores, un factor “externo", pero que influye en el devenir del "modelo jujeño". El equipo de estudio del MLAL se lamenta del supuesto "giro” adoptado por el Estado nacional —un actor tan “independiente" cuanto el capitalismo mundial y el Estado provincial—, que ha entrado en la variante del “ajuste”, yendo, en la concepción de los autores, en contra del “bienestar colectivo" que antes defendía.


 


“El modelo impuesto de achicamiento y redimensionamiento del Estado (…) está produciendo —dice Islas- rápidamente el deterioro del bienestar, que otrora fuera una de las características esenciales de Argentina dentro de América Latina. Pero este modelo impulsado desde los países centrales, asumido con entusiasmo por los gobiernos del continente, y que con características particulares se está llevando a cabo en todos los países de la región (excepto Cuba), se liga explosivamente con el fracaso del modelo de crecimiento y acumulación capitalista que se empieza a evidenciar en la década del 60".


 


La explosividad de la realidad social se plantearía por la combinación de la pobreza que generó “el desarrollo del modelo local” y la política de "exclusión social” adoptada por el Estado nacional, que ha abandonado su “histórica” preocupación en los planos de la salud, la educación, el empleo y la vivienda.


 


Es decir, a la eximición del capitalismo de cualquier enfermedad terminal, se agrega un majestuoso blanqueo del Estado, hoy perdido en una política de "exclusión social" que lo apartó de su histórica preocupación por defender el "bien común". Las caracterizaciones expuestas sin ninguna demostración, profundamente subjetivas y caprichosas, alivian a Islas con una “salida": Explotando el libre albedrío, si el capitalismo no está en crisis (y lo que se derrumban son “modelos” y políticas que pueden modificarse), se pueden "ensayar" todo tipo de "estrategias de desarrollo”. El Estado nacional puede dejar su sesgo "neoliberal”, el Estado provincial “fortalecerse" y hasta los capitalistas redimirse gracias a la presión del Estado, convirtiéndose, como dice Islas, en “capitalistas serios".


 


Uno de los aciertos de la investigación reside en la abundante demostración de la catástrofe que significó y significa para Jujuy el capitalismo. Sólo los elementos aportados en el volumen, correspondientes al año 1992 (una realidad hoy infinitamente peor), dan pleno testimonio. En ese momento, tomando los índices de pobreza, la provincia se encontraba dentro de las cinco peores del país y sus zonas más pobres correspondían a la región del Ramal, la más rica del Estado jujeño, epicentro de la producción azucarera y en la que están instalados los principales ingenios. En el Ramal, en 1992, el 48 por ciento de las familias estaba por debajo de los niveles de subsistencia. Desde el punto de vista de la vivienda, en la región que incluye a la Capital, la más urbanizada y destinataria del mayor porcentaje de los servicios, el 43,9 por ciento de las casas son de precariedad extrema, sin baño, sin cocina, sin agua. Estimaciones técnicas elaboradas por la provincia, demuestran que el 65 por ciento de los hogares recibe salarios bastante por debajo de la canasta familiar mínima y que, como consecuencia de la destrucción de las obras sociales y de la salud, el 37 por ciento de la población carece de toda cobertura.


 


Contrariamente a las consideraciones expuestas por los investigadores del MLAL, en el análisis respecto al papel de los Estados nacional y provincial, estos, lejos de haberse apartado “recientemente" de sus papeles de garantes del “bien común", fueron y son protagonistas de la concentración económica en favor de los grandes capitalistas regionales y la explotación de las masas jujeñas.


 


El papel del Estado


 


En la estructura económica de Jujuy, la propiedad de la tierra constituye un aspecto clave. El papel del Estado nacional en este punto, fue y es clave en función de garantir la concentración capitalista y la explotación de una amplia y pauperizada fuerza de trabajo. Desde comienzos de siglo, tal cual analizan los autores, el Estado ha “mantenido” a un amplio conjunto de pequeños productores sin el pago de impuestos, guardándose el derecho de propiedad de las tierras, mayoritariamente encuadradas en la propiedad fiscal. Islas se pregunta por qué un Estado capitalista no genera un mercado de tierras, para responderse que históricamente “ha cumplido un rol de bisagra entre las empresas que requieren afluencia de mano de obra concentrada en períodos anuales y la misma fuerza concentrada en tierras fiscales.


 


La política de tierras ha sido una más de las políticas públicas encaminadas a la localización (impedir el aumento de la emigración) y a garantizar en las unidades domésticas rurales la reproducción de la fuerza de trabajo".


 


Es decir, el Estado “benefactor”, desde los orígenes, no ha sido otra cosa que una herramienta al servicio de los Blaquier y Cía. La incapacidad de poder sostenerse con la producción en las parcelas, obliga a los trabajadores jujeños a conchabarse, por chauchas y palitos, al servicio de los capitalistas locales. En palabras de Islas, “en la Puna es el Estado argentino el que impide el mercado inmobiliario. La parcela para la agricultura y pastoreo es un refugio de la unidad (familiar) cuando el ingreso salarial no alcanza". Para consolidar esta estructura, desde el origen (1874), el Estado, por la vía del exterminio de las comunidades indígenas y del aplastamiento de sus reclamos ante la tierra (masacre de Quera), permitió que la tierra de los habitantes autóctonos fuera subastada por chirolas “entre hacendados que impondrán regímenes despóticos de trabajo obligatorio con el pago de arriendos abusivos”. Los trabajadores rurales jujeños, para parar la olla, necesariamente debían y deben conchabarse temporalmente en las grandes empresas e ingenios de la provincia.


Del mismo modo, “el modelo capitalista de plantación seguido en Jujuy", base del cuadro actual de paupérrima pobreza de las masas, contó entre sus principales objetivos impulsar la industria azucarera, “que centró su crecimiento y extensión en el mercado interno con grandes niveles de protección y subvención estatal” (Rutledge — 1987—, citado por Islas).


 


La crisis jujeña no es la derrota e impotencia de un “modelo”. Es la descomposición catastrófica del capitalismo que, hoy, se expresa también en la quiebra y la desintegración de su Estado.


 


La peor de todas


 


Con excepción del historiador nórdico, lan Rutledge, que no pertenece al equipo de investigación del MLAL, el resto de los autores concluye sus artículos repudiando las “políticas salvajes de ajuste”, defendiendo a la democracia por medio del “desarrollo económico-social equitativo” y planteando como salida el fortalecimiento del Estado “fuerte” y “social” que, por medio de su “poder de regulación”, corrija desigualdades y promocione “recursos para los sectores más pobres". De todas las “utopías", la más reaccionaria: humanizar al capital. Esto aun cuando Islas reconoce que, ante cualquier intento de convertir a las grandes empresas en “capitalistas serios” preocupados por lo social, los grandes capitalistas “amenazan con el cierre y el consiguiente despido". Límite éste con el cual se habría topado "el Frente de Gremios Estatales así como la CGT provincial en la crisis estatal jujeña en los años 1990-1991”.


 


Para el MLAL, “sólo un Estado capaz de retomar su rol de garante del bienestar colectivo (…) puede llegar a ser el instrumento a través del cual la sociedad puede encontrar el camino hacia el desarrollo", lo cual sólo es viable “a través de un proyecto político de cambio: cosa esta última —señalan— que no parece existir hoy a nivel nacional y mucho menos a nivel provincial".


La respuesta al pronóstico antepuesto, cuatro meses después, la dieron las masas con el ‘Santiagueñazo’, expresión de "la rebelión de las fuerzas realmente productivas contra el parasitismo capitalista” (Prensa Obrera n° 409) y contra su Estado, casi pulverizado por la ira y la movilización popular.

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