El MIR chileno: su origen, su evolución, y su continuidad estratégica

La comprensión de las circunstancias y características del surgimiento del MIR y las distintas etapas de su evolución tienen no solo un interés histórico, sino que, antes bien, una necesidad política insoslayable en el marco de los acontecimientos revolucionarios que tuvieron eclosión en octubre de 2019, que aún no se han agotado y que, lejos de eso, los presentes sucesos, en un contexto del resurgir de alzamientos populares en América Latina y el mundo, con especial énfasis en Estados Unidos, hacen imprescindible la construcción de un partido obrero y socialista en Chile. Para ello, parte de dicha empresa es extraer las conclusiones debidas sobre la trayectoria, acción y programa del MIR.

A fines de los años ’50 y comienzos de los ’60, un conjunto de factores internacionales y nacionales conmovieron a la izquierda chilena, y en especial a su juventud, creando las condiciones para el surgimiento de nuevos agrupamientos que buscaban superar las limitaciones políticas de los partidos históricos de la izquierda chilena, el PC y el PS.

La semi-insurrección urbana del 2 y 3 de abril de 1957, conocida como la Batalla de Santiago, cuando obreros, estudiantes y pobladores de Santiago, Valparaíso, Concepción y otras ciudades ocuparon durante dos días las calles, haciendo retroceder a los carabineros y obligando al gobierno a desplegar las fuerzas del Ejército, desbordó y sorprendió a los propios partidos de izquierda. Como reconocía el Comité Central del PC a mediados de abril: “La verdad es que fuimos un poco sorprendidos por la magnitud del movimiento, el 2 de abril escapó a las manos del Partido (Comunista), de la CUT (central obrera) y del Frap (el Frente de la izquierda chilena)”.

Gran parte de la generación que formará el MIR cuestionó el rol de “bomberos” para apagar el fuego de esa juventud insurgente, tanto del PC, como del PS y del PR (radicales), que formaban el Frap (Frente de Acción popular) y la propia CUT (a excepción de su líder Clotario Blest). Se comienzan a producir rupturas, tanto en la juventud comunista como en el socialismo hacia la izquierda. Incluso, un sector de ellos que forma el Movimiento 2 de Abril termina confluyendo con la organización trotskista chilena, el POR.

El clima político de las masas trabajadoras se movía hacia la izquierda. En las elecciones presidenciales de setiembre de 1958, la candidatura de Salvador Allende, por el Frap, obtuvo el 28,5% de los votos, frente al candidato de la derecha, Jorge Alessandri, que logró el 32,1% y fue consagrado presidente.

A estas experiencias locales debemos agregar el impacto de la Revolución Cubana de enero de 1959, que produjo una conmoción en toda América Latina y que, en 1961, tras derrotar la invasión patrocinada por los yanquis en Playa Girón, declara que su rumbo es hacia el socialismo. A lo que debemos sumar la crisis del movimiento comunista internacional ante las críticas del PC Chino al PC de la URSS, con el que estaba alineado el PC chileno.

Las corrientes que van a confluir en el MIR

En el congreso de fundación del MIR, en agosto de 1965, van a confluir varios grupos y organizaciones que se fueron formando y desarrollando desde 1960, en un proceso peculiar que hizo confluir en una única organización muy diversas experiencias y orientaciones.

Un sector importante estaba impulsado por el líder de la CUT, Clotario Blest, quien formó en 1961 el M3N por una gran movilización obrera del 3 de noviembre de 1960 y que congregaba a numerosos activistas sindicales con planteos clasistas y anticapitalistas, criticando el reformismo de los partidos del Frap. No se proclamaba partido sino que buscaba reagrupar a las diversas rupturas que se iban produciendo en los partidos de la izquierda tradicional e incluso corrientes anarco-sindicalistas y al partido trotskista POR que se integró, y todos ellos formaron el Movimiento de Fuerzas Revolucionarias. Dos años más tarde se forma con estos mismos componentes y nuevas incorporaciones el Partido Socialista Popular, que elige como secretario general a Humberto Valenzuela, un histórico dirigente sindical del POR.

Paralelamente se fueron agrupando en otra organización, La Vanguardia Revolucionaria marxista, otros sectores como un importante agrupamiento de estudiantes de izquierda de Concepción, del cual van a surgir importantes líderes del MIR. Allí van confluyendo diversas rupturas del PC, la Juventud Comunista y el PRT, otra organización trotskista.

El primer congreso del MIR

El congreso de fundación, en agosto de 1965, reúne al Partido Socialista Popular (PSP) y al Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM), que se autodisuelven en la nueva organización que agrupa a toda esta amplia diversidad de corrientes. Y se incorporan los sindicalistas liderados por Clotario Blest.

En el I Congreso se aprueba una Declaración de Principios, cuyo borrador fue redactado por el dirigente trotskista Luis Vitale, un programa de lucha propuesta por Clotario Blest, bases organizativas y una Tesis Insurreccional, que fue modificada para precisar que para llevarla adelante debía haber un ascenso relevante del movimiento popular. Según el propio Vitale1Luis Vitale, Contribución a la historia del MIR (1965-1970), Ed. Del Instituto de Investigaciones Sociales “Pedro Vuskovic”, Santiago 1999., esto fue modificado para evitar caer en una desviación foquista.

La Declaración de Principios desarrollaba planteos propios del trotskismo, como la revolución permanente y que “sin el derrocamiento de la burguesía no hay posibilidad efectiva de liberación nacional y reforma agraria, tareas democráticas que se combinan con tareas socialistas”. Criticaba la revolución por etapas y a los partidos de la izquierda tradicional por sostener la vía pacífica y parlamentaria y “olvidar la acción directa y la tradición revolucionaria del proletariado chileno”.

Culminaba señalando que la fundación del MIR era para unificar, “por encima de todo sectarismo, a los grupos militantes revolucionarios”. Se adoptaron los principios del centralismo democrático y se eligió un Comité Central de 15 integrantes y como secretario general al dirigente trotskista Enrique Sepúlveda, e incluía a otros dirigentes de esa corriente como Humberto Valenzuela, Luis Vitale y Clotario Blest, junto a un núcleo de jóvenes entre los que destacaban Miguel Enriquez, Luciano Cruz y Bautista van Schowen.

Del fortalecimiento del MIR hasta la crisis y división de 1969

En los primeros años, el MIR tuvo un importante crecimiento. En el III congreso de 1967 agrupaba a 1.500 militantes, casi el triple que en su fundación. Tenía presencia en el movimiento sindical, entre la juventud y en los movimientos de pobladores. Dirigía la Federación Estudiantil de Concepción y tenía fuerte presencia en Santiago y otras ciudades. Se fueron conformando las células, las direcciones regionales y se editaba una prensa (El Rebelde) y una revista (Estrategia) y un aparato político-militar que hasta entonces había efectuado algunas “expropiaciones” de armas. En 1964 había sido elegido presidente con el 50% de los votos el democristiano Eduardo Frei, que logró el voto de importantes sectores populares pero que, al poco tiempo, fueron desencantándose de su gobierno y anticipaba un proceso político más volcado a la izquierda.

Pero al mismo tiempo que se producía este desarrollo, el MIR no dejaba de ser un amontonamiento de grupos y corrientes que convivían y que si bien no formaban tendencias formales en su seno, tenían visiones muy distintas de hacia dónde debía rumbear el MIR.

Los vínculos internacionales, y en especial con Cuba, fueron un factor importante que va a culminar en 1969 con una crisis y división del MIR, en las vísperas del cuarto congreso que ya no fue unificado. Quien va a convertirse en el nuevo secretario general, Miguel Enríquez, fue enviado a Cuba en 1967 y hubo algún enviado del Che Guevara en 1966 que, según Vitale, no se reunió con la dirección del MIR sino con algunos sectores, sin conocimiento del Comité Central. El propio Miguel Enríquez va a justificar después la división, caracterizando que en los primeros años, el MIR era “una bolsa de gatos, de grupos, fracciones, sin niveles orgánicos mínimos”.

No hay ninguna evidencia de que el MIR haya participado en el apoyo a la guerrilla del Che en Bolivia en 1967, aunque sí participaron luego de la derrota en el rescate a los sobrevivientes, junto al ELN boliviano liderado, primero, por el “Inti” Peredo y, luego de su muerte en Teoponte, por su hermano, el “Chato” Peredo.

En las vísperas del IV Congreso, que iba a realizarse en agosto de 1969, un artículo de Miguel Enríquez, titulado “No a las elecciones. Lucha armada, el único camino” anticipaba un debate político fuerte. El descontento con el gobierno de Frei era palpable. Y la orientación de Enríquez planteaba un volantazo respecto de los principios que se habían votado en los congresos anteriores. Hay que tener en cuenta que en el III Congreso el joven Miguel Enriquez, de 23 años, fue nombrado secretario general.

En plena preparación del IV Congreso, el 27 de julio de 1969 fue convocada una reunión del Comité Central en la que la mayoría (nueve), liderada por Miguel Enríquez, le plantea a los otros seis miembros que había que consumar la división porque las diferencias eran insuperables, que había que preparase para la lucha armada mediante expropiaciones y que no tenía ningún sentido intervenir en el inminente proceso electoral de 1970.

A pesar de que la minoría intentó contemporizar y llegar a discutir las diferencias en el congreso, la división siguió adelante y la minoría del Comité Central fue depurada.

Es importante a esta altura hacer un balance de esta década, que va desde la formación de los primeros grupos y organizaciones en 1960 hasta la crisis y depuraciones de 1969. El trotskismo chileno, representado por el POR, y que había redactado incluso muchos de los principales documentos del MIR, no pudo nunca superar el amontonamiento amorfo donde todo se mezcla sin verdadera claridad. Y la corriente foquista que en los primeros años parecía larvada copó la organización. Hay que tener en cuenta que los propios dirigentes del POR tuvieron una actitud conciliadora emparentada con sus aliados argentinos del PRT-ERP de Santucho. Relación que después va a continuar y desarrollar más ampliamente el “nuevo” MIR, post 1969, ya con el liderazgo de Miguel Enríquez, y que va a llevar a la coordinación del MIR, el PRT argentino, los Tupamaros uruguayos y el ELN boliviano en una efímera Junta Coordinadora Revolucionaria.

Posteriormente, este copamiento foquista del MIR terminaría con el abandono del MIR de Clotario Best y sus compañeros. Esto determinó acciones al margen de las masas, consistentes en asaltos a bancos y propaganda armada. Cabe destacar que el acertado concepto de combatir el punto de vista pacifista de llegar al poder mediante la acción parlamentaria fue encarado en forma unilateral, lo que le impidió al MIR desarrollar una iniciativa propia en el plano político y electoral, sobre la base de presentar un programa de independencia de clase respecto de los partidos del capital, en ocasión de las elecciones de 1970, que llevaron a la Unidad Popular al gobierno. El antielectoralismo infantil del MIR lo llevó a la postre a actuar como furgón de cola “crítico” del gobierno de la Unidad Popular (UP). Tanto es así, que el MIR, con enorme rapidez, cambió de caracterización sobre el frente de la Unidad Popular y el período abierto con su ascenso. Esta caracterización era un problema esencial para la estrategia y táctica revolucionarias en Chile: ¿qué clase de construcción política era la UP? La UP se constituyó impulsada fundamentalmente por el PC, para superar las llamadas “limitaciones” del Frap, que fue la alianza electoral del PC y PS en las elecciones anteriores. El PC planteó claramente la necesidad de marchar hacia un frente popular, incorporando al seno del frente de los partidos obreros a sectores de la burguesía nacional. Esto para dar señales claras ante las clases dominantes que la UP no luchaba por imponer un gobierno obrero y campesino, sino que se mantendría dentro del respeto del Estado burgués. En la realidad, lo que se incorporó a la UP no fueron sectores de la burguesía nacional o progresista, sino “sombras” de la burguesía (Asociación de Productores Independientes -API- y otros) que sirvieron -sin embargo- para limitar el programa y una perspectiva revolucionaria de la UP. En Chile se desarrollaba un tumultuoso ascenso de luchas obreras y populares, y la UP se presentó como el intento de controlar y contener las mismas, impidiendo su proyección revolucionaria, como un reaseguro de que no se iba a encarar la lucha por un gobierno de trabajadores. El frente popular que era la UP venía a frenar y controlar la dinámica revolucionaria que adoptaba la lucha de clases, no a impulsarla y profundizarla. Esta era una caracterización central que la dirección del MIR eludió. En su momento fue un debate de importancia en las filas revolucionarias. Mientras que el Partido Obrero de Argentina, por ejemplo, lo consideraba un frente popular, las corrientes centristas (el morenismo y otras) le daban un carácter progresivo, porque lo consideraban un gobierno reformista o la expresión de “un movimiento nacionalista, agrario, democrático y anti-imperialista con dirección pequeño burguesa” (Revista de América N° 10).

En lugar de realizar una política de esclarecimiento sobre el rol contrarrevolucionario (de oposición a la revolución) de la UP, el MIR pasó de una política ultraizquierdista foquista a una adaptación al gobierno allendista, rifando su influencia en sectores del campesinado pobre, sectores empobrecidos urbanos, el movimiento estudiantil y de vanguardia de la clase obrera. A partir de aquí, el MIR se dedicó a apoyar lo “positivo” y criticar lo “negativo” del gobierno allendista, confiando en una evolución del mismo, o sectores del mismo, hacia un choque revolucionario con la reacción militar y derechista.

El MIR no pudo ver y en consecuencia no actuó contra le ley de Requisa de armas y los allanamientos a las fábricas resueltos parlamentariamente a instancias de la propia Unidad Popular. Porque su visión sobre el carácter reformista de ese gobierno lo hizo pensar en la factibilidad de la corrección de su rumbo. Sin embargo, se trataba de un clásico gobierno de frente popular, esto es de un gobierno cuya acción consistió en estrangular toda iniciativa independiente de la clase obrera, sobre la base de la acción del Estado y de los aparatos burocráticos de los partidos obreros contrarrevolucionarios que actuaban en las organizaciones de masas, tal como lo hizo el PC en la CUT. Vamos a ver luego que términos de programa y estrategia iba a constatarse en un programa cuya finalidad era la defensa de la democracia como paso hacia la lucha por el socialismo, sobre la base de ir ganando progresivamente más espacio en el terreno del régimen capitalista. Cabe agregar a esta altura algunas reflexiones y conclusiones sobre lo señalado. En primer lugar, como se ha señalado, la revolución cubana influyó decisivamente, tanto en el surgimiento como en la deriva posterior del MIR. Y señalar, en ese sentido, que la evolución de la dirección castrista también tuvo una influencia decisiva en el rumbo político del MIR, lo cual lo llevó al seguidismo a la Unidad Popular. Tengamos presente que Fidel Castro viajó a Chile en 1971, durante el gobierno de Allende, para avalar su política de respeto de las instituciones del Estado burgués.

Pero esa influencia de la revolución caribeña también tuvo lugar en forma distorsionada, lo cual se expresó en las acciones armadas del MIR, al margen de la experiencia concreta y de la evolución política de las masas. En realidad, es completamente falso que algunos centenares de guerrilleros (que sin duda tuvieron un papel heroico) tomaran el poder al margen del movimiento real y de la evolución de la conciencia de las masas y de su propia vanguardia. Lo real es que el Movimiento 26 de Julio había conquistado importantes posiciones sindicales en el movimiento obrero, que había ganado un enorme prestigio e influencia, del mismo modo que en el movimiento estudiantil, circunstancia que hizo madurar una grandiosa huelga política de masas, a caballo de la cual las fuerzas rebeldes ingresaron en La Habana, Santiago y otras ciudades de la isla. El Movimiento 26 de Julio vino a jugar el rol organizador de la revolución ante la ausencia de un partido obrero de masas. Pero eso mismo, por ser un partido sin las tradiciones del marxismo revolucionario, junto a las presiones de la burocracia soviética, dieron lugar al apoyo del Estado cubano y su dirección a gobiernos de frente popular o de colaboración de clases, como fue la Unidad Popular de Chile, el gobierno nacionalista burgués de Velazco Alvarado en Perú o el de Cámpora en Argentina, abandonando por completo la independencia política de la clase obrera que debía expresarse en la construcción de un partido obrero en cada país de América Latina, como parte de la construcción de una Internacional obrera socialista y revolucionaria (en la conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas) se perdió esa oportunidad).

Esa política, junto al bloqueo imperialista, aisló a Cuba, la cual ha ingresado en un proceso de restauración capitalista bajo la misma dirección castrista que dirigió la revolución. Cabe señalar que esta dirección en todo este proceso se deshizo del sector más combativo de las direcciones sindicales originarias del 26 de julio, para sustituirlas desde el poder del Estado por personajes de la burocracia estalinista, que antes de la revolución cubana había apoyado a Batista. Fue un viraje en relación al choque que, años antes, la dirección castrista había tenido con el PC prosoviético, encarnado en Escalante, con quien en ese momento la dirección castrista tuvo un choque de importante magnitud, incluso con la embajada soviética en La Habana. El foquismo consiste en la expropiación política de la acción independiente de las masas, incluso en lo referente a su armamento. Es habitual también que el mismo exprese una política de defensa de la burguesía o fracciones de la misma. Tal es el caso de Montoneros en Argentina, cuyas acciones armadas tenían la finalidad del regreso de Perón, cuya concreción fue la herramienta usada para liquidar los progresos en el terreno de la independencia política conquistados a partir del Cordobazo y para lo cual el peronismo en el gobierno organizó la Triple A para masacrar a la vanguardia obrera y juvenil, como así también para dar golpes de Estado en algunas provincias -como son el caso del Navarrazo en Córdoba, que destituyó al gobernador Obregón Cano, o el desplazamiento de Bidegain en la provincia de Buenos Aires para colocar a Calabró (un hombre de la burocracia de la UOM) en su lugar. El otro ejemplo foquista en la Argentina ha sido el del ERP, cuya política también fue de acciones armadas en reemplazo de la acción propia e independiente de la clase obrera, sobre la base del desprecio a la capacidad de la misma por independizarse políticamente de la burguesía. Eso llevó al ERP a desenvolver acciones armadas resonantes, como el secuestro y asesinato del presidente de Fiat en 1972, en el entendimiento de que esto obraría como estímulo a la lucha de los trabajadores de la fábrica automotriz, provocando un progreso en su organización y conciencia, o en 1975, con la acción trágica del ataque al batallón Viejo Bueno, que obró como un factor adicional y accesorio, un pretexto para el golpe genocida del 24 de marzo de 1976 y, sumado a eso, la circunstancia de sustraer a obreros de vanguardia de las fábricas, llevándolos a una trampa, incluso estimulada por los servicios de inteligencia del Ejército infiltrados en el ERP. La acción foquista se oponía por el vértice a la tarea tenaz y paciente de agitación, propaganda y organización al interior del movimiento obrero, partiendo de su situación concreta y de sus reivindicaciones, así como también de las denuncias que desnudarán el papel del gobierno y la burguesía, con el propósito de elevar a la clase obrera a clase consciente de su rol histórico, y en consecuencia, organizarla en un partido propio con la finalidad de luchar por su propio gobierno. Las acciones foquistas progresaban en momentos en que no aparecían las masas en la escena política. Eso ocurrió en el Cordobazo y en la gran huelga de junio y julio de 1975, donde la clase obrera ocupó el centro de la situación política, y no como resultado de la propaganda armada, sino de su propia experiencia, y cabe señalar que las acciones armadas brillaron por su ausencia. Señalemos que la acción foquista como expresión del desprecio a la acción de la clase obrera encontró su correlato en términos de programa y estrategia política en el ERP al plantearle al PC argentino un frente para la defensa de la democracia, cuando éste ya estaba empeñado en un gobierno de amplia coalición democrática cívico-militar, siendo parte de la agitación golpista de la burguesía para dar una salida a la crisis. Vamos a ver que lo afirmado sobre el ERP va a repetirse en el MIR chileno, ambos influidos por el guevarismo.

Destaquemos que el foquismo se opone por el vértice al armamento obrero, cuya concreción es el fruto de la acción de masas, de la crisis que tiene lugar en las instituciones armadas del Estado burgués, lo cual lleva a su escisión, y a la deserción y confraternización con la clase obrera en lucha. Tal es lo que ocurrió en 1952 en Bolivia, pero chocó con el estrangulamiento por parte del MNR, que frustró el acceso al poder de la clase obrera, en la Revolución Rusa, también en la revolución china de 1949, precedida por la deserción de millones de soldados del ejército de Chiang Kai Sek y de la propia revolución cubana que tuvo lugar en medio de un abandono masivo de las tropas de Batista de las filas del ejército, al calor de la crisis provocada por la irrupción popular.    

A partir del predominio del foquismo en la dirección del MIR, éste desarrolló acciones de propaganda armada consistente en asaltos a bancos, a personajes empresarios o militares, o comisarías, con la idea de que estas acciones iban a influir sobre la conciencia revolucionaria de las masas, induciéndolas a la imitación de las mismas en forma masiva para enfrentar al Estado burgués. Esto se sostuvo hasta el ascenso de la Unidad Popular y de las elecciones que la llevaron al gobierno, incluso a partir de la caracterización de que las mismas darían como triunfador al Partido Nacional (de derecha), cuyo candidato era Alessandri. La sorpresa que le causó al MIR el triunfo de la Unidad Popular ni siquiera le mereció una reflexión (siendo que esto les impidió participar en la campaña electoral de 1970 con posiciones propias) y, de inmediato, viraron hacia un apoyo crítico a Allende, con quien pactaron formar parte nada menos que de su guardia personal. El pacto de garantías que Allende firma con Tomic (candidato democristiano), en el que el primero se compromete a no imponer un gobierno obrero y campesino o la dictadura del proletariado, no fue cuestionado en lo más mínimo por la dirección mirista. Se trataba de un pacto que condicionaba el voto a favor de la asunción de Allende a la presidencia en el Parlamento, dado que éste había obtenido la primera minoría y dependía de ese voto. Cabe señalar, no obstante, que la postura del allendismo no fue una simple maniobra, sino que dicho compromiso era realmente parte su política de liquidar la movilización independiente de las masas que lo llevó, más adelante, a disolver los cordones industriales en la etapa preparatoria del golpe pinochetista, del impulso y voto de la ley de Requisa de armas contra la clase obrera y del frente único con los mismos verdugos al llenar el gabinete de ministros de varios de sus exponentes, incluido el propio Pinochet. Cabe destacar en forma particular que el contexto en el cual se firmó ese pacto era de una ruptura creciente de la juventud de la Democracia Cristiana hacia la izquierda, que de haberse producido un voto de su partido en el Parlamento contra el ascenso de Allende, se hubiera manifestado en forma exponencial. El MIR careció de una política de frente único frente a la vanguardia obrera, especialmente del PC, que frente a cada crisis buscaba orientar su lucha en un sentido independiente respecto a la burocracia pequeño-burguesa del aparato de la Unidad Popular, a la que el MIR pretendía presionar a través de su ala izquierda del PS y del Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu). Estas crisis tenían lugar ante cada capitulación frente a la Democracia Cristiana o las fuerzas armadas por parte de la Unidad Popular. El predominio de esta política fue un callejón sin salida frente a la necesidad de organizar la lucha por el control obrero, por la organización independiente y combativa de los trabajadores, por la movilización callejera, etcétera (de las cuales hemos dado ejemplos de una importancia política decisiva).

El golpe pinochetista

El golpe del 11 de septiembre de 1973 fue pavimentado por el frente popular presidido por Allende por sus sucesivas capitulaciones ante las fuerzas armadas y la burguesía. El MIR fue sorprendido por el acontecimiento. Las masas chilenas habían sido desarmadas políticamente. Ni siquiera pudo el MIR obtener las armas que Fidel se había comprometido a entregarles, debido a un compromiso de éste con Salvador Allende, lo cual llevó a la dirección mirista a buscarlas en la embajada cubana. Cabe decir aquí que la influencia del castrismo en el seguidismo del MIR a la Unidad Popular fue decisiva. Hay que añadir que el intento de resistir el golpe junto al PC y al Partido Socialista fracasó porque estos le soltaron la mano ante el intento mirista inmediatamente posterior al golpe, aunque lo fundamental fue su subordinación política al frente popular durante todo su gobierno. Los intentos posteriores de resistencia de características foquistas luego del golpe fracasaron todos. Incluso el intento heroico de copamiento de un puesto militar en Neltume, que termina en una derrota, el mismo 11 de septiembre de 1973. Pero el MIR no saca un balance de la experiencia de la Unidad Popular, de cómo ésta contuvo a las masas en lucha y abrió el camino al golpe. Su secretario general, Miguel Enríquez, se niega a sacar ese balance: “no nos parece el momento de revivir antiguas diferencias en el seno de la izquierda”, dice. Oculta la ilusión del MIR en la marcha hacia el socialismo a través de la transformación interna, revolucionaria, del gobierno allendista. Sucesivos fracasos llevarán a la mayoría de la dirección del MIR al exilio. Pero en 1979 reanudan su acción foquista con asaltos y atentados. Nuevamente, un accionar foquista, pero en un planteamiento claramente democratizante y frentepopulista. El MIR planteará un frente democrático burgués, pero sin delimitarse del frentepopulismo, sin criticar el rol nefasto y contrarrevolucionario del estalinismo, sin plantear la lucha por la independencia política del proletariado. En 1980 matan al teniente coronel Vergara Campos, director de la Escuela de Inteligencia del Ejército, e insisten en organizar una guerrilla en Neltume en 1981, fracasando nuevamente. Ya diezmados en 1980, no obstante, insisten en una política al margen de la conciencia y desenvolvimiento de la lucha de los trabajadores. En 1983 matan al general Urzúa, intendente militar de Santiago, circunstancia que los aísla más. La labor de inteligencia pinochetista se acentúa a partir de entonces y comienza la caza de la dirección, algunos de cuyos integrantes son capturados y asesinados. Es que la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) había desplegado un aparato de inteligencia y de espionaje que permitió infiltrarlos, lo cual demuestra lapidariamente la gravedad de actuar al margen de una caracterización política y del estado de ánimo de la clase obrera. Ese mismo año 1983 tiene lugar una gran lucha de los trabajadores con epicentro en las minas de cobre, dirigido por el Comando General de Trabajadores (CNT), cuya dirección estaba integrada principalmente por dirigentes de la Democracia Cristiana. Ya la burguesía estaba preparando un recambio político. El MIR no tuvo ningún papel en este reanimamiento de la clase obrera.

Su política desde la década del ’90 hasta hoy

Tampoco en los años posteriores va a tener un papel que enfrente a las maniobras de la burguesía con una política independiente y clasista. Efectivamente, en 2003 forma parte de Juntos Podemos Más (siendo Podemos una sigla que significaba Poder Democrático y Social) y cuyo eje de campaña era Por un Chile justo democrático y solidario, lo cual expresa con elocuencia la subordinación del MIR al Estado burgués y su vulgar electoralismo contemporáneo, en aparente contraste con su perspectiva de la década del ’60, pero en rigor, coincidente con ella, habida cuenta de su política subordinada a la defensa del Estado burgués de la década del ’70 durante el gobierno de Allende. En la segunda vuelta, Juntos Podemos se quiebra porque el PC llama a votar a Bachelet y el Partido Humanista (PH) (con su candidato Hirsch); el MIR llamaba a votar nulo contra Piñera y la Concertación de Bachelet, sin tener diferencias de fondo con ésta. En realidad, la posición del MIR pretendía ocultar con esto su oportunismo político de la primera vuelta, dado que en la misma el programa era similar al de la Concertación. El MIR también funda el Movimiento de Izquierda Democrática Allendista (Mida), nombre que expresa la reivindicación del frente de colaboración de clases que llevó a la derrota a la clase obrera chilena en 1973 y la perspectiva de defensa del régimen capitalista, por ser la democracia una de las formas que adopta el Estado burgués en defensa de las relaciones de producción basadas en la explotación de la fuerza de trabajo obrera.

En 2017, el MIR apoyó al candidato del Frente Progresista, Marco Enríquez Ominami, un exponente del Grupo de Puebla, cuya función es la defensa del pago de las deudas externas en América Latina, de ajustes brutales contra los trabajadores y de sometimiento al FMI, completamente impotentes frente a los golpes del imperialismo y la derecha continental, habiendo maniatado a las masas ante los golpes en Brasil y Bolivia. Señalemos que la dirección del MIR, en ese sentido, ha enviado un saludo al Foro de San Pablo en su 30° aniversario. Recordemos que el Grupo de Puebla no es más que la continuidad de éste, devaluada, pero que su función es la de promover frentes de colaboración de clases para estrangular la lucha de los trabajadores y llevarlas a la derrota, como ha ocurrido.

Esta deriva democratizante del MIR tiene su continuidad en la actual etapa de rebelión popular en Chile. Antes de la misma apoyó al Frente Amplio con la misma estrategia democratizante y hoy se reproduce. En el suplemento especial de El Rebelde del 54° aniversario dicen: “la tarea de la izquierda es democratizar la sociedad chilena. Terminar con la constitución dictatorial mediante una asamblea constituyente es una tarea ineludible, pero hasta el momento sectores de la izquierda que tienen fuerza social solo agitan esta demanda en momentos electorales. De lo que se trata es que luego de estos procesos en los que se despliega un enorme esfuerzo por parte de las fuerzas populares de izquierda se politice la sociedad chilena y quede una fuerza organizada que permita darle continuidad a la lucha democratizadora de manera consciente”. Luego pone como ejemplos al Mida y al Juntos Podemos. Es decir que el planteo de constituyente del MIR no es más que un planteo de reformas en el marco del régimen capitalista.

Con la finalidad de impulsar una asamblea constituyente, el MIR fundó el Movimiento Allendista por la Asamblea Constituyente por una Nueva Constitución, cuya declaración de octubre de 2019 no plantea la necesidad de expulsar a Piñera de La Moneda para imponer una constituyente soberana sobre la base de un gobierno de las organizaciones en lucha de la clase obrera y las asambleas populares. En el MIR está ausente el planteo clamoroso de Fuera Piñera.

El 17 de noviembre de 2019, el MIR publicó una declaración contra el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, concertado desde la Unión Demócrata Independiente (UDI) hasta el Frente Amplio que antes había apoyado. En la declaración del comité central del MIR dice: “(…) 2. Dicho acuerdo es funcional a las necesidades del gran capital por reformar y actualizar la Constitución del ’80 y es contraria a las necesidades del pueblo por democratizar la sociedad. Las fuerzas políticas de la ex Concertación han firmado sin problemas pues ya lo habían hecho en el denominado gran acuerdo nacional para la transición a fines de los ’80. Lo novedoso es que se develaron los jóvenes frenteamplistas, oxigenando la esencia de la constitución dictatorial”. Como vemos, realiza una correcta denuncia pero veremos que limitada, por respetar los marcos del régimen democrático constitucional. Es un planteo democratizante con vocinglería radical. La declaración termina haciendo un llamado: “El MIR llama a los trabajadores y pueblos de Chile, y en particular a los jóvenes, a continuar organizándose de la forma que estimen necesario y conveniente para luchar contra la injusticia neoliberal hoy disfrazada de Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. Nuestra lucha es el mejor homenaje a las víctimas de violaciones de derechos humanos y a los que han fallecido, tanto en los días previos como después de la firma de este acuerdo”. No llaman a luchar por el Fuera Piñera. Están por detrás de una importante franja del movimiento de lucha. Aunque pretenda disimularlo, el MIR se adapta por izquierda a la concertación.

El 17 de diciembre de 2019, el MIR declara su satisfacción por el resultado del plebiscito por haberse rechazado que la constituyente sea integrada por miembros del Congreso y su preocupación central es que se “respete criterios como la paridad de género, escaños reservados para los pueblos originarios, y que se garantice la participación de dirigentes sociales, laborales e independientes, bajando los umbrales para que su participación se dé en igualdad de oportunidades que las que tienen los militantes de los partidos actualmente legales y no que existan ciudadanos de primera y segunda categoría al momento de armar una nueva carta constitucional”. Luego reclama por la legalización de todas las fuerzas políticas, incluido el MIR para poder participar con sus candidatos. Otra vez, el MIR expresa su cretinismo constitucionalista, en la ilusión de que con Piñera en el gobierno y la subsistencia de las instituciones del Estado burgués pueda llevarse a buen puerto las reivindicaciones democráticas y económicas de los trabajadores y oprimidos, que el MIR en esta declaración limita a cuestiones formales de carácter constitucional como la paridad de género, escaños para los pueblos originarios, etc., como si esto se resolviera en el marco de un debate constitucional. Las reivindicaciones planteadas por el MIR para la constituyente no solo parten de una ilusión de que con Piñera en el gobierno son factibles; además en algún caso se trata de planteos incorrectos en su contenido: por ejemplo, plantea el aumento del salario mínimo y aumento de los sueldos, sin señalar el monto, que debe alcanzar el costo de la canasta familiar. Los demás aspectos del programa son solo maquillajes, puesto que hace referencia a la supresión del IVA, al congelamiento de tarifas, a la rebaja de los sueldos de ministros y funcionarios, etc., pero no menciona la abultada deuda externa con los fondos de inversión y la gran banca, y su repudio, omite la nacionalización sin pago de la banca y el comercio exterior bajo control de los trabajadores, la nacionalización de la minería bajo control obrero, el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, en el contexto de la gran desocupación existente, un impuesto de emergencia progresivo al gran capital para financiar un plan de obras públicas que incluya un plan de viviendas. No incluye en medio de la pandemia, una consigna que plantee la centralización y estatización de la salud, del mismo modo que la nacionalización del sistema educativo bajo dirección de sus trabajadores y estudiantes, suprimiendo la educación privada. No plantea la supresión de las AFP y un sistema estatal de jubilaciones y pensiones bajo gestión de trabajadores activos y jubilados. Carece de un programa que ataque los intereses de la clase capitalista que sirva para poner en pie y dar una orientación al movimiento de lucha. Y algo central: no plantea la disolución de Carabineros, una institución odiada por las masas, en la cual se apoya Piñera y la burguesía para sostener el pinochetismo de nuevo cuño y el ataque a las masas. No es casual que el Fuera Piñera esté ausente, porque lo que no está presente es un planteo socialista y revolucionario (un programa puente hacia el gobierno obrero), lo que no está presente es un planteo de defensa de la clase obrera, de la mujer trabajadora y no se expresan las reivindicaciones de los pueblos originarios sino en el aspecto formal de una representación constituyente y no como un choque entre los expropiadores latifundistas y los despojados pueblos originarios. Como es lógico, somos partidarios de la legalización del MIR, pero debemos señalar su rol democratizante. La rebelión popular de octubre de 2019 y su continuidad actual demandan una salida obrera y socialista para Chile y la constitución de un partido obrero independiente de la burguesía y la pequeño burguesía, de un partido socialista revolucionario.


1. Luis Vitale, Contribución a la historia del MIR (1965-1970), Ed. Del Instituto de Investigaciones Sociales “Pedro Vuskovic”, Santiago 1999.

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