Más de 39.000 iraquíes murieron como consecuencia directa de combates o violencia armada desde el comienzo de la invasión norteamericana en el 2003. La estimación, realizada por el Instituto de Estudios Internacionales de Suiza, arroja cifras considerablemente más altas que las realizadas anteriormente: el Iraqi Body Count, basado en los informes de prensa, por ejemplo, estimó que el número de iraquíes muertos violentamente en los últimos dos años es de 28.000.
La estimación del instituto suizo se basa (y complementa) en la realizada por la revista médica británica The Lancet hace unos meses, que estimó en 100.000 el número de muertos causados por la invasión, comparando las tasas de mortalidad previa y actual. Los suizos se refieren sólo a las víctimas de actos de guerra; la diferencia entre su estimación y la de la revista británica obedece al empeoramiento de las condiciones de vida y sanitarias como consecuencia de la invasión.
Estas estimaciones son necesarias porque el alto mando norteamericano jamás se preocupó por llevar la cuenta de los civiles asesinados por sus tropas.
Otras estimaciones indican que los bombardeos de ciudades y barrios, el fuego de los blindados y las ametralladoras pesadas y las incursiones norteamericanas causaron “más del doble de muertos” que los ataques de la resistencia (El País, 16/7).