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A 50 años del golpe militar en chile

¿Por qué Perón apoyó a Pinochet en Chile?

El 11 de septiembre se van a cumplir 50 años del golpe perpetrado por las fuerzas armadas chilenas contra el gobierno de la Unidad Popular (UP) presidido por Salvador Allende. Es pertinente por su profundo significado político volver a considerar sus características, el contexto en que se dio y los alcances de sus enseñanzas para el presente.

El contexto mundial

Es necesario considerar los antecedentes que dieron lugar al triunfo de la UP en las elecciones de 1970, no solo locales sino en su contexto. Durante el año 68 se produjeron profundos movimientos de rebelión popular en el mundo. Un mundo dominado por la Guerra Fría entre los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN contra la URSS y China. En el centro del imperialismo, en los EEUU se desenvuelve una lucha de gran importancia contra la guerra de Vietnam, muchos jóvenes se niegan a alistarse para combatir y reclaman el retiro de las tropas del territorio asiático (fue emblemática la negativa de Mohamed Alí, el gran boxeador negro que llegó a decir: “mi enemigo está acá”); a su vez se despliega una lucha tenaz por los derechos civiles de la población afrodescendiente. Eso da lugar a fuertes enfrentamientos callejeros por ambas circunstancias y el estado yanqui  reacciona con brutales represiones y culmina con el asesinato de uno de los líderes de la causa de los negros, Martin Luther King y posteriormente con Malcolm X. La guerra de Vietnam terminará con el triunfo de la Ofensiva Tet (ataque de los guerrilleros del Vietcong en 72 ciudades) iniciada el 30 de enero del 68, correspondiente al primer día del calendario lunar que regía la cultura vietnamita, y da lugar a las negociaciones de París para el retiro incondicional de las tropas yanquis.

En Europa en ese 68 emblemático sucede el mayo francés, que se inicia con una revuelta estudiantil en Nanterre, sigue con la toma de la Sorbonne y culmina con una huelga general que terminará dando por tierra con el régimen impuesto por la burguesía francesa finalizada la 2da. Guerra con la presidencia de Charles De Gaulle y la complicidad del estalinismo. Los líderes de ese movimiento eran jóvenes anarquistas, maoístas y trotskistas. El enfrentamiento con la dirección del PC estalinista de la clase obrera es brutal y logra en esas circunstancias la adhesión de importantes contingentes proletarios.

Es precisamente en el 68 que también  tiene lugar la “Primavera de Praga”. Se desenvuelve en Checoslovaquia un proceso de movilización antiburocrática en las masas obreras y amplios sectores del Partido Comunista que da por tierra con el férreo control de la burocracia pro-soviética: cae el gobierno y las masas sublevadas entronizan en el poder a Alexander Dubchek. La burocracia neostalinista de la URSS no puede tolerar el levantamiento de masas contra la burocracia antiobrera, las tropas rusas ocupan Checoslovaquia y se dirigen a Praga, para aplastar la sublevación. Los enfrentamientos en las calles son registrados por la prensa internacional y generan gran solidaridad con el pueblo checo. 

En América Latina había triunfado la revolución cubana en el 59 generando entusiasmo en las filas revolucionarias de todo el continente. En Argentina estalló el Cordobazo el 29 de mayo del 69. Se inicia un ascenso revolucionario de masas que produce un cambio en la relación entre las clases, voltea al gobierno militar de Onganía y la dictadura militar comienza a pensar en una salida “institucional” pseudodemocrática, que contenga el desarrollo del clasismo y la izquierda. En Bolivia se desarrolla un crecimiento de la lucha obrera con fuerte injerencia del trotskismo que culminará con la Asamblea Popular. En Perú una fracción de las fuerzas armadas de corte nacionalista toma el poder encabezadas por el general Velazco Alvarado proponiendo limitadas nacionalizaciones y reparto de la tierra.

Es en ese contexto que en Chile se va desarrollando un fuerte crecimiento de las luchas obreras y populares contra el gobierno de la Democracia Cristiana que encabeza Eduardo Frei, quien pretendía una “modernización de la economía” de la mano del imperialismo yanqui. Esas luchas hacen crecer y fortalecer a las organizaciones de izquierda. Este ascenso culmina con el triunfo electoral de la Unidad Popular conformada por el Partido Socialista, el Partido Comunista, el MAPU y organizaciones menores con el liderazgo indiscutido de Salvador Allende, perteneciente al PS.

El triunfo en las elecciones de 1970 genera un gran fervor en las masas chilenas y una enorme simpatía en toda América Latina. Pero Allende firma un “Pacto de Garantías Democráticas” con la Democracia Cristiana garantizando a la burguesía chilena que no va a romper con las instituciones de la democracia burguesa y que su “vía al socialismo” se hará a través de ellas. Mantendrá ese acuerdo político hasta el final de su gobierno y de su propia vida, maniatando las aspiraciones de las masas trabajadoras.

Las relaciones argentino-chilenas

En julio de 1971 los parroquianos de un bar de la ciudad de Salta ven con sorpresa y hasta estupor que el General Alejandro Agustín Lanusse, presidente de la dictadura militar argentina y el presidente de Chile por la UP, Salvador Allende ingresan para compartir un café luego de una reunión con importantes consecuencias para ambos países.

El líder del Ejército Argentino había cambiado la orientación de su antecesor Onganía sobre la política exterior. Hasta su asunción Argentina había tributado a la política de “fronteras ideológicas” aliándose con la dictadura brasileña que en 1964 había desplazado del poder al presidente Janio Cuadros. A ese acuerdo le llamaban “el eje atlántico” contra el “eje del pacífico” que constituirían el Chile de la UP y el gobierno nacionalista de los militares peruanos de Velazco Alvarado.

Lanusse se definió por una política exterior que se denominó de “pluralismo ideológico”. El concepto de la “Seguridad Nacional” en acuerdo con el Pentágono y de corte profundamente antimarxista se reformula para adecuarlo a las nuevas condiciones políticas.

Sin desatender los pactos con los yanquis Lanusse tiene que intervenir para cambiar el rumbo de la política de la dictadura argentina por la encerrona que le había producido el Cordobazo. Inicialmente plantea el llamado a elecciones sin proscripciones incluyendo al peronismo y hasta llegó a aspirar a presentarse él mismo como candidato a la presidencia.

La reunión de Salta había terminado con importantes acuerdos respecto de la delimitación de fronteras sobre el canal de Beagle, buscando un arbitraje que terminara con las provocaciones de ambos lados de la cordillera tendientes a una confrontación que ambos mandatarios querían desterrar. Esos acuerdos continuaron con la reunión de Antofagasta que formalizaron una protección de los trabajadores chilenos que eran relevantes en la cosecha de la fruta del lado argentino. Ambos mandatarios se comprometían a respetar las normas vigentes en los organismos internacionales.

Lanusse pensaba que estas definiciones de convivencia con el Chile de la UP y las que llevó adelante en su visita al Perú de Velazco Alvarado lo habilitaban para postularse como presidente, pero sucedió la fuga del penal de Rawson de guerrilleros presos que secuestraron un avión de línea y lo dirigieron a Santiago de Chile.

El gobierno argentino inmediatamente solicitó la extradición de los presos fugados y Allende hizo las gestiones pertinentes ante la Corte de Justicia chilena para que fueran enviados de vuelta. La acusación era de piratería aérea condenada por los organismos internacionales y otros delitos concomitantes. Estaba todo dispuesto para que los seis prófugos fueran devueltos cuando el 22 de agosto son fusilados en Trelew 19 presos que no habían podido fugarse al llegar tarde para embarcarse en el avión con destino a Chile. Ese suceso modificó radicalmente la posición argentina respecto del gobierno chileno. La Corte trasandina intervino manifestando que las organizaciones internacionales no habilitaban la devolución a sus países de origen de aquellos que hubieren cometido delitos, pero que peligraba su vida si fueran devueltos. De tal modo que los 6 argentinos profugados obtuvieron un salvoconducto con el que se embarcaron en un avión con destino a La Habana.

En Buenos Aires se desarrollaron grandes movilizaciones en repudio a los asesinatos de Trelew y la dictadura militar desistió de presentar al General Lanusse como candidato en las elecciones  que se realizarían el 11 de marzo de 1973. Perón será inhabilitado para presentarse a las elecciones pero será representado por el Dr. Cámpora y se populariza la consigna “Cámpora al gobierno Perón al poder”.

El golpe fachista de Pinochet

El imperialismo y el gran capital desconfiaban de la capacidad del gobierno del Frente Popular chileno (al que se incorporaron sectores burgueses del partido radical, etc.) de contener el ascenso de las masas. Estas pugnaban por imponer sus reivindicaciones históricas que golpeaban al capital. La burguesía chilena fue mostrando su oposición cada vez en forma más abierta, generando un caos económico profundo. Allende había viajado a la URSS para solicitar apoyo económico, sobre todo de alimentos y volvió con las manos vacías. El agio, el mercado negro y la falta efectiva de productos generaba interminables colas para comprar y a precios inalcanzables para la población. Mientras que el control obrero era la única medida que podía combatir el desorden económico promovido por la burguesía  para abrir el camino al golpe fachista, el gobierno se negaba rotundamente a movilizar a las organizaciones obreras y que incluso se hicieran cargo de la distribución de alimentos y todo tipo de elementos necesarios en la vida cotidiana a través del control obrero desde las fábricas y los centros de producción, facilitando el sabotaje de los comerciantes y volcando a una clase media -hastiada de las dificultades y el descontrol que los organismos estatales eran incapaces de resolver- hacia la derecha cada vez más abiertamente golpista.

Esta situación puso de relieve que la revolución no puede detenerse en las reivindicaciones democráticas y nacionalizaciones limitadas y reformas agrarias marginales (indemnizadas, etc). Y si no se desarrolla hacia el control obrero de la producción y distribución, la nacionalización de la gran industria, la banca y el comercio exterior y una planificación económica socialista es dominada por el caos de la descomposición del capital. Para ello había que avanzar hacia la constitución de un gobierno obrero y campesino, cosa que Allende rechazaba explícitamente.

La Democracia Cristiana intenta una movilización callejera a mediados de junio que es barrida de las calles por sectores obreros que defienden al gobierno. Había resultado insuficiente para la burguesía y el imperialismo que Allende, cediendo a las presiones de la derecha, incorporara a partir del 2 de noviembre del 72, varios militares como ministros de su gobierno. 

Entre los golpistas se diferenciaban los que querían un golpe blando en acuerdo con Allende y los abiertamente partidarios de un golpe sanguinario. 

En julio de 1973 se produce un intento golpista que es frenado por la movilización de masas y los mandos institucionales del Ejército, dirigido por el general Prats. Pero la presión golpista se continuó puertas adentro y culminó con la aceptación de Allende de desplazar al comandante en jefe Prats, y la asunción del general “legalista” Pinochet. Varios militares más se incorporan a carteras ministeriales claves del gabinete. La asunción de Pinochet se hace con la anuencia de Allende y su gobierno que alude a la “tradición democrática” de las fuerzas armadas chilenas. En el seno de la marina se había desarrollado una desobediencia de la suboficialidad respecto de los mandos sospechados de golpismo. Lo que pone en alerta a su conducción en manos del Almirante Merino que llevará adelante una “ordenada” depuración de los antigolpistas. Bajo el nuevo gabinete militar y las órdenes de Pinochet se realizaron requisas en los barrios populares  por parte del ejército y los carabineros que se hacen una constante para evitar la organización armada de las masas. El desarrollo de los llamados “cordones industriales” que cumplen el papel de organizar de manera regional unificada la actividad reivindicativa de los sindicatos (que en Chile tenían la particularidad de ser por empresa y no por rama) solamente unidos por una central de trabajadores en manos del PC que se negaba a todo reclamo sobre el gobierno de la UP, al que defendía incondicionalmente frenando las luchas de las masas. El periódico del PC chileno (El siglo, 8/7/1973) planteará abiertamente: “Hemos tenido, tenemos y tendremos confianza en las Fuerzas Armadas”. Los “cordones” son especialmente allanados y desmantelados, preparando el terreno para que el golpe en marcha pudiera desarrollarse sin grave resistencia organizada de las masas desarmadas física y políticamente.

Desde el mismo día de la asunción del gobierno de la UP las masas pugnaron por avanzar rápidamente hacia una situación de poder obrero. La enorme movilización del 4 de septiembre en recordación de los tres años de la asunción de la UP con 500 mil personas en las calles de Santiago, desbordando a sus direcciones, no dio lugar a una contraofensiva del gobierno contra el golpismo, sino a mayores esfuerzos de este para demostrar su capacidad de contención de masas y su defensa del estado burgués. El objetivo principal del golpe del 11 de septiembre, fueron los militantes de la izquierda y de las organizaciones obreras, generando el terror en las barriadas populares y masacrando sin piedad, generando una frontera de clase muy nítida a través de un baño de sangre.

Las masas chilenas que enfrentaron el golpe, carecieron de una dirección política, confiada ésta en los mandos militares “democráticos”. La estrategia de la dirección de la UP y especialmente del estalinismo se demostró en plenitud. La política de Frente Popular largamente denunciada por Trotsky confirma en ésta nueva experiencia todo su rigor y certeza.  

En Chile “la vía pacífica al socialismo” a través de las instituciones burguesas llevó a la catástrofe a su pueblo. Solo el poder obrero gestado por las masas con una dirección política revolucionaria con independencia de clase puede enfrentar el fachismo y triunfar.

La actitud del gobierno peronista frente al golpe de Pinochet

Las autoridades surgidas del golpe de Perón contra Cámpora, para dar lugar a las elecciones del 23 de septiembre del 73 que lo llevaron a la presidencia, tardaron solo 5 días en reconocer al nuevo gobierno de Pinochet. La relativa cautela se debió a que se pensaba que podía haber una respuesta de las masas chilenas que evitaran la consolidación del golpe de estado. Perón, que había sido plebiscitado, hizo declaraciones a la prensa internacional de justificación de los militares chilenos aduciendo que los responsables del golpe eran los izquierdistas, escondiendo la feroz represión pinochetista en marcha: “La guerrilla molesta, daña la vida política y económica del país. Pero no tendrá éxito: si la guerrilla insiste, sucederá lo que en Santiago, donde la responsabilidad no fue de los militares, sino de los guerrilleros” (La Razón 26/9/1973). Perón atacaba no sólo a la resistencia chilena, sino particularmente a las masas en lucha en la Argentina, llamándolas a renunciar a su movilización independiente.

Días antes, ante el estallido del golpe derechista en Uruguay y de la Huelga General, Perón se había negado a repudiar el golpismo y apoyar la lucha de las masas. Ante las preguntas de los periodistas evadió: “No conozco los hechos a fondo porque estuve estudiando las cuestiones de Europa”.

El general Perón, calificado por la burguesía argentina luego del golpe del 55 como el “tirano prófugo”, es requerido por sus mismos detractores para que retorne al país a “poner orden” usando su autoridad política ante sectores de las masas. El Cordobazo, el rosariazo, y la insurgencia que vivía la clase obrera con importante presencia de la izquierda, hicieron que los “gorilas” recurrieran a su odiado adversario político. Perón respondió a esa expectativa con creces: inmediatamente de su regreso al país calificó de infiltrados marxistas a la JP, denunció a los trotskistas por impulsar la lucha obrera y apoyó decididamente a la vieja burocracia sindical. Luego apeló a la creación de la triple A para atentar contra la vida de los militantes populares.

El marco del retorno de Perón a la Argentina fue un cuidadoso operativo político con  la anuencia del Departamento de Estado de los EEUU. Es oportuno recordar que durante el gobierno del Dr. Ilia, en 1964, el avión que traía de regreso a Perón fue detenido en Río de Janeiro y enviado de vuelta a Madrid. Entonces el imperialismo consideraba innecesaria su presencia y un factor de conflicto en el Cono Sur. Pero las circunstancias habían cambiado y la dominación imperialista requería de su autoridad política sobre las masas. Como parte de su contraofensiva latinoamericana y mundial, el imperialismo armó los golpes derechistas de Bolivia, Uruguay y Chile. La dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse ya no controlaba la situación. Para el Departamento de Estado el retorno de Perón resultaba una pieza clave de su ingeniería política para integrar a todos los países del Cono Sur en una lucha contra la revolución. Este tendría el objetivo de frenar la radicalización revolucionaria en la Argentina, donde no se podía dar un golpe, porque la que estaba en crisis era la dictadura asumida en 1966. Los golpes contrarrevolucionarios de Uruguay y Chile de 1973 debían contar con la neutralidad de la Argentina.

Y, efectivamente, Perón trabajara no solo para frenar el ascenso revolucionario en Argentina, sino contribuyendo a la derechización terrorista en el Cono Sur. En primera instancia creando las fuerzas parapoliciales de las Triple A para asesinar a los militantes obreros y de izquierda.

Rápidamente Perón recibe en la Casa Rosada a Álvaro Puga, enviado de Pinochet, en una reunión de más de dos horas. Luego manda al Jefe de Inteligencia del Ejército, el general Carlos Della Tea, a Santiago llevando ayuda material y la certeza del respaldo político a los genocidas trasandinos. Cómo se advierte en un “acta secreta” -recientemente desclasificada- de la dictadura chilena. Luego Perón se reunirá el 16 de mayo del 74 personalmente con Pinochet, en la base aérea de Palomar donde se compromete la venta de armas y atender el reclamo chileno contra exiliados que estarían en la zona cordillerana argentina. 

Estallado el golpe las embajadas se llenaron de asilados políticos para salvar sus vidas del terror pinochetista. De la embajada argentina en Chile llegó un avión con refugiados desde Chile. Estos fueron retenidos durante 15 días en el Aeropuerto de Ezeiza, prácticamente presos. Tuvieron que hacer una huelga de hambre para ser aceptados. Perón quería confinar a los chilenos en campos de concentración en zonas selváticas de Misiones y Chaco. Y a los extranjeros (uruguayos, bolivianos, etc.) remitirlos a sus países de origen (lo que bajo dictaduras gobernantes significaba su muerte o prisión) u otros países. La movilización democrática en la Argentina logró impedir estos propósitos.  

En abierta contradicción con la posición del gobierno peronista las calles de Argentina se llenaron de manifestantes para repudiar el golpe. Fueron marchas multitudinarias como nunca se habían visto por un hecho sucedido en otro país. Convocadas por las Juventudes Políticas que integraban la JP, el Partido Comunista, el Partido Intransigente, además de toda la izquierda (Política Obrera, Partido Socialista de los Trabajadores, etc). Esas movilizaciones ofrecían su apoyo a un levantamiento del otro lado de la cordillera y contribuir desde Argentina a su triunfo. Desde ya que la CGT y el PJ hicieron mutis por el foro. Pero luego de 3 días de gigantescas movilizaciones la JP y el PC desisten de continuar esa lucha que alteraba el cuadro político local y ante la presión de la posición de Perón de contemporizar con el golpe fachista.  

En el periodo de la entrevista de Perón y Pinochet en El Palomar, el por entonces embajador norteamericano en Chile envía al Departamento de Estado información respecto a la estructuración de un entramado de relaciones entre los servicios de inteligencia de Brasil, Uruguay, Bolivia, Chile y Argentina contra las organizaciones y militantes populares. Se iniciaba el “Plan Cóndor” de represión terrorista paraestatal en el Cono Sur. Pinochet tendrá una segunda reunión –esta vez con Isabel Martínez de Perón que había asumido la presidencia ante la muerte de Perón- donde toma mucha más forma este plan. Se sucederán en Buenos Aires atentados contra el General Prats y políticos uruguayos realizados por servicios chilenos y de Uruguay con la cobertura de las autoridades argentinas. Y en el 76, será asesinado el general Torres de Bolivia derribado por el golpe de Banzer.

El peronismo se jacta de la defensa de los derechos humanos. Pero el golpe pinochetista evidencia el compromiso de Perón, Isabel -y años más tarde de Menem- con el verdugo chileno. Que fue homenajeado con medallas por el estado argentino.

Dos años y seis meses después del golpe en Chile la burguesía argentina con apoyo del imperialismo y de la iglesia instaura otra dictadura genocida. Los procesos desarrollados en el marco de la “democracia burguesa” a ambos lados de la cordillera habían  resultado una herramienta  insuficiente para contener la lucha de los pueblos por su emancipación dando lugar a un baño de sangre para imponer un retroceso a las condiciones de vida de las masas y satisfacer las necesidades del capital. La experiencia no debe caer en saco roto.


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