A 50 años del golpe militar en Chile

Entrevista a Roberto Gramar y Mónica, protagonistas de la lucha contra el golpismo pinochetista

En este 50° aniversario del golpe reaccionario de Pinochet y la caída del régimen de la Unidad Popular, quizás sea útil retomar la experiencia de Política Obrera (antecedente del Partido Obrero) en ese momento. Lo podemos hacer a través de los relatos de Roberto Gramar (Marcelo) y Mónica (Ester). Estos viejos militantes -Gramar fue uno de los fundadores de PO y Mónica se incorporó un par de años después- decidieron partir a Chile luego del triunfo de la UP. 

Se instalaron en Concepción -la segunda o tercera ciudad del país- fuertemente marcada por la actividad del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Marcelo era profesor en la Universidad de Concepción, un trabajo que facilitaba enormemente la militancia política. Entre 1971 y 1973 Marcelo y Mónica lograron organizar una veintena de compañeros bajo la bandera del trotskismo, con un trabajo significativo en el movimiento obrero de la región, en particular en la actividad pesquera.

Pasemos, entonces, a las entrevistas de la compañera Mónica y el compañero Marcelo. Estas son ante todo un homenaje a los compañeros caídos en las jornadas de 1973 y posteriores, que se alzaron con valentía contra la dictadura y la represión, a pesar del estrangulamiento al que la UP sometió al movimiento obrero con el cántico de la “transición pacífica al socialismo”.


Reportaje a Roberto Gramar

-¿Dónde te encontrabas el 11 de septiembre de 1973?

-Estaba en Buenos Aires. Aproveché las vacaciones en la Universidad de Concepción por las “fiestas patrias” para viajar a la Argentina a tramitar la amnistía decretada por el gobierno de Cámpora, que exigía la presentación física ante la justicia.

-¿Cómo reaccionaste ante el golpe ?

-El golpe y sus características me sorprendieron. Pensaba que la burguesía chilena iba a tomarse su revancha con la rendición política de Allende y la UP. El presidente tenía planificado hablar por la televisión el 12 o 13 de septiembre para capitular ante todas las exigencias de los partidos de la burguesía. Pero era una rendición parlamentaria, que iba a ser aprobada por el Partido Comunista e iba a abrir una brecha con el movimiento obrero, que se organizaba al margen de sus partidos, en los “cordones industriales” y otras formas de lucha. No hay que confiar en las buenas maneras de la burguesía. En Chile no había habido un golpe desde los años 20. En 1973 se tomaron la revancha. Por otra parte, el imperialismo norteamericano que intervino directamente en la preparación y financiamiento del golpe, necesitaba de una “acción ejemplar” en la región. No hay que confiarse nunca en los juramentos “democráticos” de los partidos e instituciones de la burguesía.

-¿Cuál fue la reacción de los partidos obreros?

-Llamó la atención también (y es la otra cara de la moneda) la facilidad con la cual procedieron los millicos. Escuchábamos la radio durante la movilización del día 11 por la tarde a la espera del anuncio de un foco de resistencia y nada. El balance fue que el PC no movió su aparato salvo para proteger a sus dirigentes, algunos núcleos del PS trataron de resistir, sin los medios ni el apoyo del centro, el MIR “retiró” sus militantes a la espera de un momento mejor. La clase obrera chilena y el conjunto de los sectores oprimidos pagaron muy caro esta pasividad ante el golpe. Al cabo de uno o dos días tuvimos que rendirnos a la evidencia de que fue una derrota histórica sin combate, la peor de las derrotas.

-¿Cómo reaccionó el partido?

-Volcó sus fuerzas a la movilización callejera pero explicó al mismo tiempo que la derrota había sido posible por la política de los partidos obreros, el PC en primer lugar. No había que hacer ninguna concesión en este sentido. La obra del estalinismo fue acompañada por el castrismo. Castro visitó Chile durante semanas en 1971 para elogiar la “vía pacífica” al socialismo y se borró en 1973. Se apoyó cada acto y movilización. Cata de Guanigni jugó su rol en este sentido. PO era una organización relativamente reducida en relación al peso político de las otras organizaciones de la izquierda, pero jugó un rol de primer plano en la movilización y en la lucha teórica que se abría el 11 de septiembre, con los foquistas y los stalinistas. Vale la pena recordar que organizamos un acto en Unione e Benevolenza que reunió elrededor de 300 compañeres, que escucharon atentamente dos largas exposiciones sobre el proceso chileno de Jorge Altamira y mia.

-¿Qué actividades se organizaron?

El partido consideró que, por encima de la movilización callejera, se imponía la necesidad de que los militantes alcancen el “balance de la UP” y su política de atarle las manos y los pies a la clase obrera. Con los medios que teníamos, organizamos una serie de charlas a lo largo del país, desde Tucumán hasta Santa Cruz, y viajando en omnibús. Se publicó en PO una serie de artículos y se participó en todo tipo de actividades. En Buenos Aires había miles de chilenes que partían al exilio. Nuestro trabajo político nos permitió ganar a un núcleo proveniente del MIR (que se conocía como “fracción disidente del MIR”) y renovar de esta manera la presencia y la actividad del trotskismo.


Rerportaje a la compañera Mónica

-¿Dónde estabas el 11 de septiembre?

-En Concepción, con una de nuestras hijas, mientras Marcelo había viajado a Buenos Aires con la hija mayor. Me enteré del golpe a través de la radio, en la mañana temprana del día 11. El compañero Agustín vino a la casa a concertarse. No teníamos ninguna idea precisa de lo que podía pasar, ni de lo que podía significar el golpe. En la calle, conversábamos con los vecinos (vivíamos en un barrio obrero) y la idea más difundida era que el golpe iba a fracasar y que el gobierno iba a triunfar, como había sido el caso en junio. Con el compañero, resolvimos ir al campus de la Universidad, situado no muy lejos del centro, a “limpiar” la oficina de Marcelo. Lo pudimos hacer sin mayores dificultades

-¿Cómo encontraron a la gente en la ciudad?

-La ciudad estaba paralizada, sin gente en la calle y en la Universidad. Los milicos estaban en todas partes, rodeaban la Universidad, pero sin enfrentamientos. Para nosotros el desconcierto era importante y la única decisión a la que atinamos fue que había que ocuparse de mi situación y asegurar un seguimiento.

-¿Qué pasó luego?

-Hay que tener en cuenta que Concepción  no era Santiago; estaba en el área de la Marina. El mismo día 11,  los milicos emiten un bando por el cual ordenan que todos los extranjeros debían presentarse el día 12  bajo pena de muerte. Discutimos entre nosotros qué actitud tomar y se decidió que había que presentarse: no disponíamos de los recursos para “pasar a la clandestinidad”. Dejé a mi hija de 5 meses con unos vecinos, me presenté y quedé detenida.

-¿Cómo fue tu detención?

-La situación fue empeorando con el transcurso de los días. Primero nos enviaron al estadio de fútbol de la ciudad y luego a la isla Quiriquina, bajo el control de la Marina. Los detenidos marchábamos en fila y éramos golpeados por los milicos, con heridas que podían ser graves. Algunos detenidos eran extraídos y se sabía que iban a ser torturados. Pasábamos de la angustia a la resignación y tratamos de proteger nuestra moral, para no ser derrotados sin combate. Esta situación duró más o menos 1 semana. El cónsul argentino en Concepción se presentó en el Estadio y nos comunicó que pasábamos al arresto domiciliario. Recuperé a mi hija.

Durante el arresto domiciliario, nos comunicaron un bando militar que echaba del país a los “extranjeros subversivos” y sus familias. Para ello se los citaba en el Comando Militar, para ponerlos en un ómnibus y despacharlos a la Argentina. Nos “despide” el general Washington Carrasco, comandante militar, bajo la presencia del cónsul, que había organizado toda la operación. Entre nosotros se comentaba que nos “iban a liquidar en el camino”. Éramos 16 adultos y 11 criaturas en un colectivo de línea, custodiado por marinos armados. Nos dejó en el medio de la cordillera y de una tormenta de nieve. Creíamos que las criaturas no iban a sobrevivir y las protegíamos con todos los elementos disponibles. Horas después llegó un ómnibus comandado por la Gendarmería para llevarnos a Bariloche.

Así llegamos a la Argentina el 5 de octubre de 1973 y en la entrada nos ficharon a mí y a mi hija Miriam Alejandra de “subversivos”. Nos reencontramos con Marcelo y un par de días después tomábamos un avión a Buenos Aires e iniciamos nuestro periplo como exiliados chilenos.


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