Otra visión sobre la historia del movimiento piquetero

Nicolás Salas. El pecho en la ruta. Orígenes y desarrollo de las organizaciones piqueteras camino a la rebelión popular (1996-2001). Buenos Aires, Lengüero-Anred, 2021, 316 pp.

El libro de Nicolás Salas es un aporte a la construcción de la historia del movimiento piquetero. Su trabajo nos acerca de manera pormenorizada a los orígenes y al desarrollo de las organizaciones sociales de cara a la rebelión popular de 2001, mediante uin avance cronológico -año a año- en cada capítulo. Utiliza el método de la historia oral, recuperando la voz de los protagonistas de los distintos movimientos sociales. En concreto, recorre los orígenes del movimiento a lo largo y a lo ancho del país, comenzando con las experiencias de las puebladas de Cultra-Có y de plaza Huincul, de Mosconi, de Jujuy; la luchas en el conurbano bonaerense, en Mar del Plata, en Chaco, en Córdoba.

El trabajo de Salas tiene por objetivo contribuir desde un periodismo militante a comprender el fenómeno del movimiento piquetero, como algo único en el mundo. A la luz de la organización y del desarrollo actual del movimiento piquetero, y al haberse cumplido el vigésimo aniversario de las jornadas del 19 y del 20 de diciembre de 2001, el autor abona a la comprensión de este sector social, gran protagonista de las luchas de clases de las últimas décadas.

Lejos de buscar embellecer las experiencias de organización el autor nos invita a comprender los orígenes y el desarrollo de las organizaciones, entendiendo en su devenir las constantes tensiones y diferencias: discusiones en torno de la adquisición de planes sociales; las estrategias de autonomía respecto del Estado o el desarrollo de prácticas más institucionalizadas con los Gobiernos; debates acerca de la relación entre los movimientos sociales y los partidos.

La reconstrucción histórica del libro permite responder una pregunta que implícitamente el autor nos invita a reflexionar, acerca del porqué el movimiento piquetero no pudo conformarse como frente único, a pesar de los distintos intentos de constitución de coordinadoras y, en ese sentido, por qué ante la rebelión popular de 2001 el movimiento piquetero no pudo trasformase en una alternativa de poder.

Las dos Asambleas Nacionales Piqueteras realizadas en La Matanza en el año 2001 fueron la mayor expresión de máxima unidad. Participaron los llamados sectores duros -el Polo Obrero, el MTR, el MTD (solo duró una asamblea), MTL, Patria Libre, CTD Aníbal Verón- y los llamados sectores institucionalizados -el FTV de Luis Delia y la CCC de Alderete-. El intento de esta máxima unidad de acción no llegó a transitar en unidad las jornadas del 19 y del 20 de diciembre. El abandono de la movilización pautada por parte de las corrientes “institucionalistas”, la falta de perspectivas y de estrategias en común, la asimilación al Estado e, incluso, las tensiones por personalismos y liderazgos son algunos de los factores que explican las divisiones moleculares de los distintos grupos.

El libro focaliza su estudio en la provincia de Buenos Aires. Específicamente, en la zona sur del conurbano. El autor reconstruye al por menor las experiencias y los debates del sector autonomista de las organizaciones piqueteras. En particular aborda los distintos agrupamientos del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados), como también el CTD Aníbal Verón, y la experiencia de la Coordinadora Sur. Si bien los sectores autonomistas promulgaban las ideas de cambio social, de rechazo y de denuncia al sistema de producción capitalista, se caracterizaban por no tener un programa definido ni una estrategia única. Cada sector -incluso de los MTD- se diferenciaba según quién lideraba la organización en los respectivos distritos. A su vez eran sectores que rechazaban la idea de organización partidaria, desde una visión en teoría antiverticalista en pos de la “organización de las bases”, lo que conllevaba a prejuicios y a rechazos a la hora de organizarse con organizaciones como el Polo Obrero, pese a que este funcionaba sobre la base de asambleas permanentes.

Un aspecto fundamental que nos invita a indagar este libro es el método de organización asamblearia como característica formalmente distintiva de los espacios de organización de los partidos tradicionales. Que los miembros de las organizaciones tengo un espacio de intercambio y de resolución como las asambleas le daba un estímulo a la participación. En especial, a las mujeres, que en muchos casos tenían por primera vez un lugar donde poder expresarse por fuera de las sombras del trabajo doméstico.

El trabajo también pone en discusión si los métodos asamblearios eran realmente participativos o si existía un uso desvirtuado de las asambleas. Esto último sugería que en lugar de ser un espacio deliberativo terminaba por ser una simulación de decisión colectiva, en la cual simplemente se refrendaba la línea del dirigente o de un partido sin un debate exhaustivo, debido -entre otros- a una falta de esfuerzo por parte de las organizaciones de llevar a cabo una explicación pedagógica de los debates en curso.

Otro de los elementos que analiza este libro es el peso gravitatorio de las mujeres dentro del movimiento, como punto fundamental para entender según el autor la influencia y capacidad de lucha dentro los barrios. Si bien las direcciones de los movimientos eran mayoritariamente masculinas, la emancipación de la mujer en términos de salir del ámbito privado de la familia a la lucha colectiva se transformó en un espacio de organización, donde las mujeres supieron construir sus redes de lucha y su organización con una agenda propia de las mujeres.

En el primer capítulo narra el inicio de las pueblas en el interior del país y los primeros activismos bonaerenses. El surgimiento del movimiento de desocupados vino a oxigenar una clase obrera diezmada ante derrotas sucesivas -entre ellas, la dictadura cívico militar del 76 (p. 25)-.  Aquí el autor cuenta las experiencias de las puebladas al interior del país, las cuales serán el principio de un camino de luchas y de resistencias a las políticas menemistas. El caso de Cultra-Có y de plaza Huincul, respuesta a la privatización de YPF, resultó el germen del movimiento piquero, debido a la radicalidad y a la masividad de la protesta, que logró torcer la balanza entre los objetivos del Gobierno y la conquista de reivindicaciones de los sectores populares.

Con el horizonte en las puebladas de Neuquén, en la provincia de Buenos Aires se empezarán a formar las primeras organizaciones piqueteras en el sur del conurbano y en La Matanza. La hipótesis del autor es que durante los 90 había un reflujo sindical atravesado por las privatizaciones y despidos masivos, que hacía que las masas de trabajadores se retraigan de cualquier lucha para cuidar sus puestos de trabajo. En ese sentido, algunos sectores con viejas trayectorias de militancia en los 70 van a encontrar en la organización de los desocupados la grieta para encausar la lucha contra las políticas neoliberales.

En 1995 se formará el movimiento de “ollas populares del barrio de La Matanza”. De esa experiencia surgirán organizaciones como el MTD de La Matanza y la Corriente Clasista Combativa (CCC). Por su parte, el Partido Obrero tendrá inserción en el armado de comisiones de desocupados. En paralelo en zona sur se formarán otros grupos del MTD; también el grupo Quebracho y Movimiento La Patria Vencerá, el Movimiento Territorial de Liberación (MTL).

El segundo capitulo aborda el año 1997, que está signado por las nuevas puebladas y por el avance de la organización piquetera en la provincia de Buenos Aires, con la proliferación de nuevos agrupamientos.

Afirma el autor que las nuevas puebladas en Neuquén, en Salta y en Jujuy abrirán un debate en torno de la acumulación política de estas en cuanto a la salida institucionalizada del conflicto en Neuquén. Esto mostró el problema de la falta de una perspectiva organizativa independiente a los partidos tradicionales. Por su parte las puebladas en Salta y en Jujuy ponen en relieve la acumulación de experiencias de lucha combativa independiente.

El tercer capítulo desarrolla las rupturas y las conformaciones de nuevas organizaciones y tendencias en un marco general de crecimiento de las organizaciones piqueteras. Por un lado, el autor afirma que algunos movimientos, como el MTD, estuvieron atravesados por discusiones políticas y personalistas sobre quién, cómo y con qué objetivos se organizaban los movimientos sociales. Las rupturas daban cuentan no solo de la existencia de debates políticos en torno de qué debía prevalecer: si el objetivo era la lucha reivindicativa (planes, subsidios, etc.) o si esta debía estar enmarcada en una lucha política por la emancipación social contra el capitalismo. Pero en esos debates había mucho, también, de disputas individuales, antes que un trasfondo de diferencias políticas reales.

A pesar de los límites y de las rupturas, las organizaciones independientes se seguirán desarrollando en distintos puntos de zona sur y de La Plata. En 1998 se convocó al Encuentro de Organizaciones Sociales, espacio que congregó más de 200 organizaciones -entre ella, exmilitantes setentistas, agrupaciones anarquistas y guevaristas, de donde surgieron la agencia de Noticias Redacción (AnRed) y las primeras coordinadoras antirrepresivas, que darán luego forma a CORREPI y nuevos agrupamientos del MTD-.

Con el nacimiento del Frente de Tierra y Vivienda (FTV) de Luis D’Elía -alineado a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) se conforma el llamado eje matancero, con la alianza del FTV y la CCC, que se forjarán en acuerdos de medidas de fuerzas y que tendrán en común una visión más dialoguista con el Estado, que se consumó en una alianza con el intendente de La Matanza. El abordaje de este sector del movimiento es un factor central a la hora de comprender la imposibilidad de la unidad con los sectores independientes al Estado.

En el cuarto capítulo se abordan centralmente algunos de los debates nodales que atravesará el movimiento piquero tras el triunfo electoral de Fernando de la Rúa, sobre qué hacer ante el ofrecimiento, por parte del Gobierno, de que las organizaciones se conviertan en asociaciones civiles y, de esa manera, administren los planes sociales. Las organizaciones piqueteras lograron acceder a planes sociales sin la intervención de los municipios, que funcionaban como patronales ultraprecarizadores.

El autor afirma que en este escenario se desarrollaron algunos de los debates fundamentales de movimiento piquetero: aceptar o no los recursos del Estado, subsidios al desocupado o planes sociales, construcción de organizaciones especificas de desocupados o incorporación dentro de los sindicatos, la relación entre la lucha social y la lucha política.

El quinto capítulo, describe la antesala a la rebelión popular, la consolidación de movimiento y el crecimiento de las organizaciones en la provincia de Buenos Aires y en Salta, durante el año 2000. Afirma el autor que las enormes pueblas de Salta se transforman en un hito de lucha territorial de quienes se enfrentaron al Estado y a las grandes petroleras.

En la provincia de Buenos Aires el saldo positivo del primer “Matanzazo” -un acampe de 3.000 personas sobre la ruta 3, a la altura de Isidro Casanova- impulsaba el crecimiento y lucha piquetera en toda la provincia. El “efecto contagio” profundizaba la crisis del Gobierno, mientras se afianzaban las organizaciones piqueteras en su lógica de confrontación con el Estado (p 190). El Gobierno se da una nueva estrategia: los “comités de crisis”, mesas interministeriales con representación municipal y provincial, que buscan canalizar las demandas y evitar el surgimiento de nuevas organizaciones piqueteras. La estrategia no pudo frenar la olla a presión de las luchas sociales. En esos meses se formaría la Coordinadora de Trabajadores Desocupados del Norte de Salta, con la votación de un programa de control obrero sobre el Estado y el negocio con las petroleras.

El sexto y último capitulo se zambulle en 2001 con la idea de colaborar en la interpretación del rol del movimiento piquetero en las jornadas de diciembre. La espontaneidad de las masas suele combinarse con la acumulación histórica de una clase obrera con fuerte tradición de lucha (p. 201).

Este capítulo aborda los distintos intentos de coordinación y su máxima expresión, la cual se llevará a cabo en la Asamblea Nacional Piquetera (ANP), una iniciativa discutida entre el Polo Obrero y la CCC que reunió más de 2.000 delegados de múltiples organizaciones sociales y sindicales, que votaron tres jornadas de lucha de cortes progresivos. La iniciativa de frente único no sobrevivió ante las irreconciliables estrategias dialoguistas por parte de la CCC y del FTV.

Los intentos de coordinación precedieron y continuaron a la ANT. Durante ese año se conformará la Coordinadora Sur, que agrupará a organizaciones del MTD y MTR de la zona Sur. La CTA lanzará el Frenapo (Frente Nacional Contra la Pobreza) un espacio policlasista, del cual participará el FTV y, en menor medida, la CCC. En diciembre, ante la imposibilidad de que se reúna la III Asamblea Nacional Piquetera se conformó el Bloque Nacional Piquetero, integrado por el sector combativo de las asambleas nacionales.

Finalmente, a mediados de diciembre se profundizan las acciones organizadas y espontáneas; comienzan los saqueos a los supermercados -de los cuales, la mayoría de las organizaciones sociales se delimita-, y la CGT convoca a una séptima huelga general contra el Gobierno.

La olla estaba por explotar. Al Gobierno le quedaban días. Sin embargo, afirma el autor, las organizaciones piqueteras y sus direcciones no habían logrado distinguir el golpe final que la sociedad le asestaría al Gobierno el 19 y el 20 (p.297). La rebelión popular venía construyéndose con las puebladas y con las luchas piqueteras, factor que les permitió ser parte de las jornadas de lucha. No obstante, después del “que se vayan todos” había un vacío de alternativa política que permitió que el peronismo vuelva a reconstruirse, luego de haber perdido la iniciativa ante la derrota electoral de 1999.

Este libro puede enmarcarse en un capítulo más de la historia del movimiento obrero combativo de nuestro país, de la historia de las luchas y de las resistencias de los de abajo, del sector más golpeado de la clase trabajadora ante la crisis capitalista y de las recetas de ajuste. Los desocupados tomaron la histórica tradición de lucha de los trabajadores y se transformaron en sector de vanguardia de confrontación al Estado.

Los enormes aportes, los límites, la adaptación a políticas de Estado, las estrategias combativas son el escenario que Nicolás Salas nos invita a explorar con el fin de contribuir a las luchas del presente y a las que vendrán. En un país donde la desocupación se organiza esto no es poca cosa, afirma el autor. Por lo tanto, estudiar su historia y su desarrollo es una tarea fundamental para las próximas batallas.

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