Hacia el 40° aniversario de la huelga de 1984 de los obreros de la construcción de Neuquén

Un hito histórico del movimiento obrero

Características económicas, políticas y sociales de Neuquén en los 80

Con la llamada crisis del petróleo de mediados de los 70 y el consecuente aumento del precio del barril, en la provincia de Neuquén se intensificó lo que hasta entonces era una actividad no predominante. Dice la Doctora en Historia de la UNCo, Orietta Favaro, en el texto “Territorio-Estado. La explotación del petróleo en un espacio nacional. Neuquén, 1918-1955” que “la participación de Neuquén en el total nacional de petróleo –apenas provincializada (1960)– era del 10%, mientras que el gas era del 8,3% (1960)”. Y que en la provincia la producción hidrocarburífera comienza a tener importancia recién a mediados de los 70 e inicios de los 80 con descubrimientos importantes como Puesto Hernández en 1968 y Loma de la Lata en 1977. “Recién en los años 80 los hidrocarburos se constituyeron en la principal fuente de ingreso de Neuquén, un tercio del presupuesto provincial” afirma Favaro.

Es durante esas décadas de los 70 y los 80 cuando se construyen grandes obras en la provincia como la central de Alicurá, la PIAP, la central de Piedra del Águila, la destilería de Plaza Huincul, etc. Antes se había construido el complejo Chocón-Cerros Colorados. Se trata de obras que ocupan miles de obreros cada una en forma directa. Esto produjo un alto impacto en una provincia que hasta ese momento no tenía grandes ciudades. Es durante este tiempo que la provincia construye varios complejos habitacionales en el oeste de la Capital (actual Gregorio Alvarez, Melipal, etc., lo que durante la huelga de los obreros de UOCRA de 1984, se denominaba “Cordón Progreso”) y en ciudades del interior.

Las construcciones de los complejos habitacionales, que luego se extenderían más hacia el oeste (Gran Neuquén Norte y Sur, San Lorenzo, etc.), casi indefectiblemente se iniciaron con la toma de tierras y los asentamientos precarios ante el crecimiento poblacional y la inexistencia de viviendas populares para satisfacer la demanda.

Ese nivel de obras atrajo a masas obreras del interior del país y, luego del golpe de Pinochet en 1973, a una cantidad importante de obreros activistas chilenos. En conjunción con grandes complejos habitacionales nació una numerosa clase obrera de la construcción que con trabajo bajo convenio o “en negro”, o como trabajadores de las pequeñas empresas subcontratistas, fueron la base de las grandes luchas de la UOCRA y de la huelga de 1984 y de los posteriores hitos como la caminata de Piedra del Águila, entre otros.

Hubo un rápido crecimiento de la población. El censo de 1970 arroja una población provincial de poco más de 150.000 personas. Diez años después había crecido a un poco más de 240.000 habitantes. En ese decenio la tasa de crecimiento medio anual de la población neuquina fue del 4,7%, cuando a nivel nacional era de 1,8%.

Para dimensionar la magnitud de las concentraciones obreras en las grandes obras, cabe decir que según datos oficiales la mayoría de las localidades de la provincia, y aun departamentos enteros (como el caso de Aluminé, Los Lagos en la zona de Villa La Angostura, Picún Leufú y otros) tenían en 1980 menos habitantes que los obreros, por ejemplo, que construían la central de Piedra del Águila.

En 1980 las principales actividades que concentraban la mano de obra eran la actividad agrícola (12,5%), el comercio (14,2%), los servicios incluyendo el empleo público (33,2%) y, por supuesto, la construcción (16,6%). Esta última se había triplicado respecto a su incidencia en los años 60 (citado en “Neuquén 40 años de vida institucional” de Graciela Blanco, María Beatriz Gentile y Juan Quintar).

El año de la huelga a nivel país, y por supuesto en la provincia, según los datos de la Dirección de Estadísticas y Censos de Neuquén, fue hiperinflacionario: ¡¡700%!! Los reclamos de reconocimiento de zona desfavorable, aumento salarial y otros, alimentaban la tendencia a los reclamos obreros. Para colmo el sistema judicial neuquino había emitido un fallo que autorizaba a no pagar los francos compensatorios. Esto sumado a las pésimas condiciones de trabajo creó el sustrato que llevó a miles a la huelga.

La vida política y electoral, según reflejan los resultados de los comicios de 1983 para gobernador y vice, estaba concentrada en el MPN (53%), el PJ (22%) y la UCR (19%). La tendencia electoral que llevó a la UCR a ganar la elección nacional no se registró en Neuquén hasta las elecciones de diputados nacionales de 1985, cuando los radicales (39%) ganaron la elección sobre el MPN (27%) y el PJ (23%).

En el MPN se encendieron las alarmas tras la derrota electoral de 1985 y entonces se acordó de “nuestra pobreza” en una reunión de gabinete de junio de 1986 (citado por Felipe Sapag en su libro El Desafío). Se anunció allí un plan de construcción de 11.500 viviendas del Plan Federalismo para revertir la situación que su candidato Pedro Salvatori debía enfrentar en la elección provincial del año siguiente, en las cuales el MPN volvió al triunfo con el 46% de los votos sobre un 28% de la UCR. El PJ fue dividido a esa elección ya que un sector encabezado por Oscar Massei junto a partidos del centroizquierda de aquel momento (Democracia Cristiana, PI y otros) formó un frente electoral que obtuvo el 11% de los votos y el PJ el 9%.

Organización de la huelga

El cuerpo de delegados había votado, en consonancia con las asambleas de obras, el lanzamiento de una huelga. La intervención de la UOCRA, a cargo de Daniel Avalos del PJ, una y otra vez levantaba el inicio de la medida a último momento. Cansados del manoseo, los obreros de varias obras de la Capital y alrededores se autoconvocaron a una asamblea en las puertas del sindicato. Muchos provenían de los planes de viviendas que se construían en el llamado “cordón Progreso”, emulando a los “cordones industriales” chilenos. Al llegar al sindicato lo encontraron cerrado y lleno de matones armados en su interior. Fue un momento clave. El 23 de octubre de 1984 un sector del activismo, con Juan Yáñez (del PO) a la cabeza, decidió ratificar el inicio de la huelga y la elección de un Comité de Huelga para dirigirla y organizarla. Este Comité tomó como primer medida la organización de una dirección, la creación de comisiones de prensa, negociación, fondo de huelga y la edición de un boletín. Todo basado en un aguerrido cuerpo de delegados. Se convocó a una Multisectorial de apoyo y se montó la olla popular como base de agrupamiento, en pleno centro de Neuquén, en el monumento a San Martín, frente al municipio.

La influencia de los militantes del PO en la construcción en ese Comité de Huelga, compartido con dirigentes que provenían de otras fuerzas políticas, incluso patronales, aseguraba así que la huelga pudiera extenderse al interior y a las grandes obras y también la posibilidad de transformarla en una causa popular, dado el impacto y la conmoción que había causado en los sectores populares y en otros sindicatos.

El Comité de Huelga funcionó el primer día en el local del sindicato de prensa, prestado para la ocasión. Pero era un lugar extremadamente pequeño, por lo que luego trasladó su funcionamiento al local de la Unión Ferroviaria, más céntrico y cercano a la olla popular. Otras veces funcionó en la iglesia del barrio Bouquet Roldán, a cargo del cura “obrero” Héctor Galbiati.

La Multisectorial de apoyo a la huelga tuvo a su cargo diversas tareas organizativas como laimpresión de volantes y la recolección de víveres para la olla popular, entre otras. El impacto de la huelga puede medirse en un hecho: el Comité de Apoyo confeccionó una credencial por la cual habilitaba al portador a solicitar esos víveres en comercios. El autor de esta nota, munido de esa credencial solicitó a un frigorífico a la vera de la ruta 22 una donación de carne: llenamos el baúl de un auto con lo donado.

La simple mención de actuar en apoyo a la huelga generaba reacciones a favor, aun en sectores del comercio de mediana envergadura. Muchos entendían que el salario de los obreros de la construcción alimentaba el consumo local en buena medida. La explotación petrolera y su proletariado aun no se habían desarrollado al nivel de años posteriores.

Organización de la antihuelga

Mientras la organización y la huelga se extendía incorporando nuevas obras desde el Estado provincial (MPN) y nacional (UCR) y las organizaciones políticas patronales y empresarias, se tejía la trama para liquidarla.

Como parte de ese objetivo, a una semana de iniciada la huelga, las Juventudes Políticas de Neuquén tomaron la iniciativa de convocar en el mismo lugar donde estaba instalada la olla popular a una concentración “en defensa de la democracia en Argentina y en Latinoamérica”, ante el inminente primer aniversario de las elecciones que consagraron a Raúl Alfonsín como presidente, el 30 de octubre de 1983.

Una serie de “detalles” ubica esta convocatoria como una punta de lanza de la ofensiva política oficial contra la huelga. El local donde se reunieron fue la Asociación Bancaria, donde se reunía la CGT local, cuyo secretario general era el judicial Jorge Izquierdo, del MPN, y opuesto cerrilmente a la huelga. Las adhesiones que recibió la convocatoria no dejan lugar a dudas de sus objetivos: del MPN, UCR, PJ, la cámara patronal ACIPAN, la CGT, la propia UOCRA que enfrentaba a la huelga con sus matones, y diversos sindicatos en manos de la burocracia. Pero también se sumaron la APDH, la Pastoral Social del Obispado, la Asociación de Profesionales de varios hospitales, el Consejo Superior de la UNCo, el PI, el PSP, el PC, el MAS, SUTEN (antecesor de ATE) y hasta un Comité Chile Democrático. (RN, 26/10/84).

Bajo el eufemismo de “defensa de la democracia” se constituyó un verdadero frente popular que jugaba su papel reaccionario contra la huelga, ya que la misma era considerada “subversiva” por el poder. De hecho, el 30 de octubre el acto que se realizó a metros de la olla popular, con la presencia del gobernador Felipe Sapag como principal impulsor, constituyó un ataque contra la huelga. Todo esto mientras el Ministerio de Trabajo de Nación arremetía con una conciliación obligatoria y la Legislatura votaba la clásica Comisión Mediadora. Todos apostaban a que la huelga sería prontamente disuelta con estas iniciativas en su contra.

Sin embargo, la reunión del frente popular “en defensa de la democracia” se dio en el mismo día en que la huelga pegaba un salto al extenderse y realizar una multitudinaria movilización. La huelga abarcaba, según los propios huelguistas, más de 40 obras en varias localidades: Neuquén capital, Zapala, Picún Leufú, Senillosa, Plottier, Centenario, etc.

Mientras la UJS se solidarizaba con la huelga y no fue parte de la convocatoria de las Juventudes Políticas de Neuquén, la FJC fingía apoyar a los obreros llamando al gobierno a dar respuesta a los reclamos, pero se pronunciaba por la defensa de la democracia criticando tanto a la ultraderecha como a la ultraizquierda, cuando era precisamente el gobierno el que acusaba a la llamada “ultraizquierda” de promover una huelga desestabilizadora del orden institucional.

En esa línea el propio comité del PC emitió un comunicado pronunciándose a favor “de los objetivos” de la convocatoria del acto promovido por las Juventudes Políticas de Neuquén, y reclamando “una efectiva defensa de la democracia institucional y enfrentar con éxito los intentos de desestabilización”. (RN, 29/10/84). Para el PC la democracia de miles de obreros de la construcción con sus asambleas y su huelga debían subordinarse a la “democracia institucional” que promovió su derrota a través de la violenta represión que incluyó la actuación de las patotas armadas del MPN y los servicios de inteligencia.

Solo luego de unos días, ante la tenacidad y la extensión de la huelga, muchos de los firmantes de la “fiesta de la democracia” también se pronunciaron formalmente por apoyar a los huelguistas. No se trató de un viraje político. No hay que pasar por alto que el frentepopulismo no se priva de actuar como quinta columna al interior de la clase obrera en lucha. Así, travestidos tras su “apoyo”, los delegados afines a esas organizaciones (PC, PI, Juventud Peronista, etc.), mocionaron al interior de los huelguistas que los militantes políticos (de la “ultraizquierda”) se abstuvieran de participar de las acciones gremiales. Obviamente esto no tuvo mayor efecto práctico.

Las nuevas maniobras luego del 30 de octubre de 1984

La provocación montada a través de las Juventudes Políticas de Neuquén produjo un choque político mayúsculo con la huelga. Hubo dos marchas, la que encabezaron los enemigos de la huelga y la de los huelguistas. El día anterior, el 29 de octubre, el gobernador Felipe Sapag anunció que sería parte del acto de las Juventudes Políticas en persona, tratando así de otorgarle autoridad política al mismo. La idea era demostrar que “las mayorías” estaban con la “democracia institucional” y no con quienes fueron caratulados por Luis Sapag (hijo del gobernador) como “infiltrados de la CIA que fomentan la revolución bolchevique” (sic).

El acto provocativo no disolvió ni la huelga ni la olla popular, a pesar de los ataques llevados a cabo mediante una campaña de denuncias falsas de agresiones, acosos de mujeres y demás difamaciones en los medios de comunicación.

De modo que la “santa alianza” contra los obreros, tuvo que recrudecer sus maniobras y apeló a otros mecanismos que se complementaron dos días después del acto, con la declaración de ilegalidad de la huelga por parte del Ministerio de Trabajo de la Nación.

Entre esos mecanismos se buscó a través de ese Ministerio de Trabajo “institucionalizar” los reclamos, convocando a reuniones con la presencia de las patronales, la conducción normalizadora de la UOCRA y los representantes de los huelguistas. La dirección de la huelga, acertadamente, nunca se negó a la negociación, y lo hizo siempre de frente y poniendo a consideración de las asambleas cualquier propuesta que hubiera. Las reuniones se sucedían y los delegados huelguistas informaban en las masivas asambleas esas “propuestas” de parte de la patronal y los organismos oficiales, las que se reducían a una extorsión: había que levantar la huelga o se la iba a declarar ilegal. Una y otra vez las asambleas rechazaban el chantaje.

Uno de los mandatos de las asambleas fue que la conducción de la UOCRA se retirara de la negociación ya que no era una de las partes en conflicto, cosa que ocurrió ante la firmeza de la huelga.

Un reclamo de la huelga era el pago de un adicional por zona desfavorable, que otros gremios ya cobraban. El Ministerio de Trabajo tiró un globo de ensayo, anunciando que gracias a la gestión de la comisión normalizadora de la UOCRA se había conseguido un plus por zona desfavorable y que en unos días llegaría a Neuquén un funcionario nacional para efectivizarlo. La respuesta del Comité de Huelga fue: “son solo palabras, promesas”.

Desnudada esta maniobra el Ministerio de Trabajo declaró la ilegalidad de la huelga, que fue apoyada por la Cámara Argentina de la Construcción de Neuquén a través de una solicitada. Días antes la Cámara patronal había pedido al ministerio dejar de lado la ley 14.786 de conciliación obligatoria con la cual la cartera de trabajo presionaba, y pasar lisa y llanamente a la declaración de ilegalidad.

Una primera consecuencia de la declaración de ilegalidad fue que Techint despidió 40 obreros que construían la Planta de Agua Pesada, que se había sumado a la huelga. La planta se llenó de presencia policial que aportó el gobierno del MPN, el que, acto seguido, recibió a las patronales en la Casa de Gobierno para asegurarles “la libertad de trabajo”. En tanto se producían nuevos despidos y más presencia policial en otras obras en huelga.

Fue entonces que las esposas de los huelguistas juegan un papel clave armando piquetes de huelga que recorrieron las obras convocando a sumarse a los que vacilaban o volvían al trabajo ante el amedrentamiento patronal. Así se logró que muchas obras retomaran la medida de fuerza.

Otra “mediación”

Si bien los despidos, la declaración de ilegalidad y la presencia de fuerzas policiales en diversas obras golpeaba en el ánimo de los huelguistas, no es menos cierto que en lo esencial la huelga seguía su curso asentada en el cuerpo de delegados y las asambleas. Incluso al inicio de noviembre, una asamblea de obreros de la construcción de Cipolletti se movilizó a la sede la UOCRA de esa ciudad en apoyo a la huelga en Neuquén.

Entonces con parte de aquellas organizaciones que habían festejado la “democracia institucional” junto a los verdugos de la huelga y sostenedores del golpe del 76, pergeñaron poner en pie una nueva entidad que actuara como “mediadora” con el objetivo de “acercar a las partes”.

Paso seguido se autoasignaron el papel de representantes de los obreros al reunirse con la patronal para “conocer” que propuesta ofrecían esas patronales. Esto luego de la declaración de ilegalidad, de los despidos y la intimidación policial en las obras y en las barriadas obreras. Por supuesto la patronal no ofrecía más que rendición y palos.

Integraban este engendro “mediador” propatronal la UCR, el PJ, el PC, la CGT, la Pastoral Social del Obispado y el MPN. Esta “mediadora” que los obreros aceptaron, buscando romper la ofensiva estatal-patronal, colocaba en un mismo plano como “traba” para una solución, tanto a la ilegalidad de la huelga como la continuidad de la misma. Es decir, reclamaba que los obreros cedieran bajo presión, porque serían la única parte que ponía algo concreto para la “mediación” que decían buscar, en tanto el objetivo central era precisamente que se terminara la huelga.

Esta “mediadora” era parte de una nueva estrategia: hacer demagogia con los “legítimos reclamos”, pero denunciando que los obreros eran “usados” por dirigentes subversivos y sediciosos. Buscaban romper la autoridad política del Comité de Huelga basada en las asambleas día por medio que garantizaban un funcionamiento democrático de los huelguistas.

Por su parte la UOCRA publicó una solicitada donde culpaba de la huelga a “agitadores profesionales extranjeros” (reflotando un vocabulario de la dictadura militar) y la caracterizaba como una huelga en rebeldía con las autoridades oficiales de la UOCRA. Por último, el interventor de la Comisión Normalizadora de UOCRA intimó a los huelguistas a optar entre “agitadores extranjeros, el caos y la anarquía” ó la “justicia y equidad” y los convocó a levantar la huelga. La intimación fue rechazada masivamente por los huelguistas.

Todas estas intervenciones y maniobras fueron preparatorias de la maniobra final que montó el gobernador Felipe Sapag para justificar su brutal represión del 13 de noviembre.

Finalmente, la zona fría …era un cuento

Como parte de las tantas maniobras, cuando el delegado del Ministerio de Trabajo de la Nación anunció que en días se otorgaría la llamada “zona fría” (un adicional salarial), el dirigente de la huelga Juan Yánez le contestó que no había nada escrito. Finalmente, en la primera semana de noviembre, a más de 15 días de iniciada la huelga, fue el propio Ministerio de Trabajo el que tuvo que admitir que no existía el reconocimiento de tal adicional. Los huelguistas redoblaron sus acciones decidiendo una marcha con sus esposas e hijos (con guardapolvos) hacia la sede de la cartera laboral, repudiando la maniobra que se había orquestado desde ese organismo.

El anuncio del ministerio de que tal reconocimiento de la zona desfavorable no existía dejó a la comisión “mediadora” sin una herramienta con la cual ellos también presionaban el levantamiento. Entonces como el ladrón que grita ¡al ladrón!, para no quedar descolocada la comisión criticó al delegado del ministerio, tratando de salvar la ropa de su propia responsabilidad en el operativo para que cese la huelga solo con promesas.

Hasta la burocracia tuvo que fingir un cambio de conducta. El propio delegado normalizador de la UOCRA tuvo que abrir las puertas del sindicato y admitir que sesionara allí el plenario de delegados de la huelga. Incluso hasta dijo que podrían sumarse a la misma. Estaba claro que las maniobras de unos y otros se estaban quebrando ante la firmeza de la huelga y la posición de independencia política de su conducción.

Mientras esto ocurría, en las calles y un grupo de obreros iniciaba una huelga de hambre en las escalinatas de la catedral (actividad promovida por el obispado), en los despachos oficiales se tramaba otra maniobra, más siniestra aun para acabar con la huelga.

Entonces el gobierno y las patronales fingieron otorgar algunos reclamos menores, para ganar tiempo para preparar las condiciones políticas para la represión. Se anunció con bombos y platillos, luego de una negociación con los huelguistas, que las empresas estaban dispuestas a pagar algunos días caídos, el salario familiar del mes y reincorporar a los despedidos. Aunque respecto a este último punto varias empresas se mostraban intransigentes en ceder, entre ellas Techint con los 150 despidos que sumaban en la Planta de Agua Pesada. Y por supuesto esas reincorporaciones serían “por etapas” sin mayores precisiones.

Con reincorporaciones sin precisión y el rechazo de un reclamo fundamental de la huelga como es el pago del 40% por zona desfavorable (o zona fría), lo ofertado por las patronales se reducía al pago de unas chirolas, un simple adelanto de 60 o 40 horas de salario.

El conflicto entraba en una fase decisiva. El gobierno provincial fingió un operativo represivo previamente a los palos, para medir la reacción de los huelguistas: una columna de móviles policiales, haciendo sonar sus sirenas se dirigió hacia el lugar donde funcionaba la olla popular. Fue un momento de extrema tensión, pero la caravana policial dobló una cuadra antes de la olla ya que, según la propia policía, se trataba de una exhibición de nuevos móviles adquiridos recientemente. Era una demostración de fuerza y del plan real que tenían los gobiernos y las patronales.

Ante la posibilidad de un paro provincial: represión

El gobernador sentenció sus propósitos cuando definió a esta altura de la huelga que la misma era “un callejón sin salida”. Es que ninguna maniobra patronal-oficial prosperaba. Para colmo, la huelga agitaba la base de otros sindicatos y comenzaba a vislumbrarse la remota, pero posibilidad al fin, de que la CGT tuviera que lanzar un paro en apoyo a los reclamos, para lo cual convocó a un plenario. Judiciales, el sindicato del secretario general de la CGT, emitió un duro comunicado contra las patronales. Días antes había ocurrido un hecho de confraternización de los huelguistas con una movilización de los no docentes de la UNCo hacia Casa de Gobierno y otros sectores tenían sus propias medidas de acción. Varias comisiones vecinales se expresaron en apoyo a la huelga. Había un ambiente de huelga general.

Fue entonces cuando el gobierno provincial ejecutó su más siniestra maniobra. Al mediodía ante un reclamo de esposas de los huelguistas con sus hijos en las puertas de la Casa de Gobierno en donde instalaron una réplica de la olla, el gobernador Felipe Sapag rodeado de custodios y funcionarios enfrentó al pequeño grupo y se produjo un forcejeo con algunos custodios. Para magnificar los hechos Felipe Sapag no subió al auto oficial como hacía cotidianamente, sino que caminó varias cuadras para victimizarse.

El Comité de Huelga desmintió las agresiones y denunció la provocación gubernamental.

“Les mostraremos los dientes”

El hecho fue magnificado por el gobernador y los medios como un “atentado a la democracia” y de “actitud sediciosa”. Sirvió de excusa para lanzar la represión de la huelga al día siguiente.

En conferencia de prensa, Sapag descargó todo el odio de clase contra los obreros y su lucha. Y tal como lo pedían los empresarios, envió a las fuerzas represivas a garantizar “la libertad de trabajo” en las obras. Prácticamente las militarizó. Pero también dijo respecto al “orden” público, refiriéndose a la olla popular, las movilizaciones, los piquetes, etcétera, que se había llegado a “un límite”, preanunciando el operativo represivo del día siguiente.

Desde la comandancia de Gendarmería, los partidos patronales y hasta el ministro del Interior del gobierno nacional se solidarizaron con el gobernador. El directorio de YPF también se sumó al repudio de “los violentos hechos”.

Con el respaldo de todo el arco empresario y político patronal, los gobiernos evaluaron que estaban en condiciones de ejecutar la operación represiva en defensa de lo que el propio gobernador definió como “el estilo de vida de los neuquinos”, y agregó que el mismo “será marcado por los neuquinos”, en una exaltación del chovinismo. Como parte de este operativo el MPN convocó a movilizar contra la huelga y el gobierno inició una causa penal contra los huelguistas.

La provocación oficial del gobernador Sapag del mediodía, previa al plenario cegetista convocado para la tarde, forzó una nueva situación. La CGT se “olvidó” del paro anunciado en apoyo a los obreros de la construcción, y terminó apoyando “incondicionalmente” lo actuado por la comisión mediadora, que se limitaba a exigir el cese de la huelga a cambio de chirolas.

Es más, la Cámara Argentina de la Construcción casualmente, concurrió al plenario de la CGT a llevar una nueva propuesta, para que sea la central sindical la que la acercara a los obreros en conflicto. Lo cual se realizó, pero fue nuevamente rechazada por los obreros. También visitó el cónclave cegetista una patota y dirigentes del MPN para exigir el apoyo al gobernador.

Quedó en evidencia que la provocación del gobernador se trató de una escena montada para bloquear la mínima posibilidad que la CGT decidiera un paro provincial o su apoyo a la huelga. Por la noche, ante la movilización oficialista convocada el gobernador pronunció aquella frase: “nos han mostrado las garras, les mostraremos los dientes”.

Pero no se quedó en una frase retórica, sino que trazó toda una línea política de abierto corte derechista cuando afirmó que a “los mercenarios que responden a intereses espurios internacionales que están mezclados en el Partido Obrero, en el Movimiento al Socialismo y otros grupos de izquierda que se están equivocando, mostrémosle ahora de una vez por todas que hemos perdido la paciencia”.

Línea que exhibió montando el acto frente a la olla popular y movilizando frente a los que hacían huelga de hambre en las escalinatas de la catedral. Precisamente por la noche dos autos arrojaron volantes contra los dirigentes de la huelga Juan Yánez y Evaristo Selesky y luego tirotearon la carpa que alojaba a los ayunantes.

El desenlace de la huelga

Con el respaldo político del gobierno nacional, los partidos patronales y las cámaras empresarias, el gobernador consideró que había llegado el momento de reprimir la olla popular y lanzar las patotas emepenistas sobre el local de la Unión Ferroviaria donde funcionaba el Comité de Huelga y el Comité de Apoyo.

Y así lo hizo. En las calles la infantería y el camión hidrante reprimían a mansalva, mientras con la cara cubierta, patotas de civil arrestaron a los obreros presentes en la Unión Ferroviaria. Y en las barriadas las razias policiales hacían estragos. Varios obreros resultaron impactados por balas de goma y debieron ser atendidos en hospitales y clínicas, incluidos una mujer embarazada y un niño. Ocho obreros fueron detenidos. Se atacó a mansalva, había que “mostrar los dientes”.

Hipócritamente la policía justificó su accionar en que los obreros “obstaculizaban el tránsito” y “no guardaban las mínimas normas de urbanidad” (sic). En la represión fue detenido el dirigente Evaristo Selesky y puesto a disposición de la justicia penal. Juan Yánez y otros dirigentes lograron escabullirse a la detención y mantuvieron su intervención en forma clandestina para las fuerzas represivas.

Barrida la olla popular (un verdadero centro de organización política de la huelga) y con un estado de sitio en las barriadas y los dirigentes presos o con pedido de captura, la versión de todo el régimen fue que el conflicto se había “solucionado”.

A tal punto que se calificó la intervención de la comisión mediadora como “un éxito” (obviamente no para los obreros). La propia comisión dijo en un balance de la huelga que “el levantamiento no debe ser interpretado por los trabajadores como una derrota. Por el contrario, el retorno al trabajo les permitirá reencontrarse con los cauces legales para canalizar sus pedidos de legítimas reivindicaciones”. Luego acusa que “la forma como se conducía el movimiento, de esencia legítima, (implicaba) un serio peligro para la paz social y la estabilidad de las instituciones democráticas”. Y se adjudica que tras “doce días de grandes esfuerzos” esa comisión “logró las condiciones básicas para el levantamiento de una medida de fuerza que había sido declarada ilegal”. Las firmas del comunicado son elocuentes: MPN, UCR, PJ, CGT, Obispado y …PC.

Es la voz misma de las patronales, festejando el aplastamiento de la huelga mediante la represión que incluyeron los métodos de bandas armadas parapoliciales.

La Federación de Entidades Empresarias Neuquinas, se expresó en términos similares. La CGT también se pronunció contra “los agitadores profesionales” y advirtió que no reconocería “ninguna huelga salvaje … al margen de la validez o no de los reclamos”.

Cenizas quedan

Sin embargo, ni la represión de todo un régimen, pudo desmantelar la organización alcanzada por los huelguistas. En forma precaria, en la clandestinidad, el Comité de Huelga pudo tomar algunas medidas para impedir que la momentánea derrota fuera más a fondo. Algunos dirigentes de la huelga, con Juan Yáñez a la cabeza, lograron reunirse y realizar un balance de lo actuado. Sostener a quienes dudaban. En el local del antiguo comedor universitario tuvo lugar una de esas reuniones (un año después en ese lugar se haría un festival como parte de la campaña electoral de 1985 del Frente de Trabajadores presentado por el PO y encabezado por Evaristo Selesky).

El cuerpo de delegados se declaró en sesión permanente y llamó a los obreros a “mantenerse organizados alrededor” del mismo. Y orientó que la lucha debía continuar colocando en primer término “la libertad incondicional de los detenidos o con pedido de captura”. Juan Yañez desde la clandestinidad envió una carta a sus compañeros en la que hizo un repaso de los reclamos que llevaron a la huelga y recuerdó algo fundamental: los paros del 12 de abril, 3 de setiembre y 8 de octubre que no tuvieron respuesta alguna de las patronales.

Esto para desmentir la afirmación del gobernador Sapag, que, tratando de dictar cátedra sobre cómo se conduce un conflicto obrero, había dicho que “si un dirigente responsable quiere lograr una reivindicación nunca utiliza de entrada la medida más extrema. Siempre hay un día de huelga, dos días … pero acá han ido directamente al todo o nada” (El Desafío, Felipe Sapag, pág. 297).

También refuta que al estar clandestino se hubiera “borrado” de la lucha, ya que algunos dirigentes de la huelga, bajo la presión oficial, usaban ese argumento para que apareciera públicamente y lo pudieran detener. En esa carta, Juan Yáñez llamaba por un lado a “mantenerse unidos alrededor de las Comisiones Internas y el Cuerpo de Delegados” para “vigilar el cumplimiento de los compromisos de la patronal y el gobierno, y la marcha de las negociaciones que se abren” y para “prepararnos para imponer la dirección honesta y combativa que necesitamos en nuestro sindicato”.

Es que estaba en danza la convocatoria a elecciones en la UOCRA Neuquén, donde la fractura entre dirigentes más proclives a la conciliación y los del clasismo se expresó en la presentación de la lista Naranja apoyada por el MAS y la Morada por el Partido Obrero.

Las cenizas se hacen fuego, otra vez

Producidas las elecciones en la UOCRA en abril de 1985, la lista Naranja obtuvo el triunfo en Neuquén, desplazando a la lista Blanca del delegado interventor Daniel Avalos, apoyado por el PJ y todo el arco patronal.

Fue una victoria desde las cenizas de la huelga, sin dudas. Las bases seguían estando a favor de quienes dirigieron esa heroica epopeya obrera. Y de paso también desmentían al gobierno y sus aliados que decían que “los dirigentes se aprovechan de los obreros que sufren necesidades”. La estrategia del MAS, no solo en la UOCRA sino también en diversos sindicatos al estructurar la lista Naranja fue conformar una lista “amplia” donde casi invariablemente colocaba a la cabeza a algún dirigente proveniente de las filas radicales, incluyendo una “pata peronista”.

El PO rechazó la preeminencia de esa selección, postergando a dirigentes como Juan Yáñez, Luis Vargas y otros que eran de la lista Morada.

Poco antes del vencimiento del plazo para la presentación de listas, el local del PO en calle Salta fue allanado por la policía y se llevaron detenido a Juan Yánez y se amenazó con su deportación a Chile, su país de procedencia. Se lo liberó por medio de una movilización con el tiempo justo para presentar la lista Morada en las elecciones.

La elección la ganó en forma aplastante la lista Naranja (577 votos). La lista Morada obtuvo 210 votos. El PJ apoyó la lista Azul que obtuvo 360 votos, ya que el interventor Daniel Avalos era impresentable, y su lista Blanca obtuvo apenas 151 votos. (Solidaridad Socialista, año 3, número 100).

Abrumadoramente los obreros votaron por los dirigentes de la huelga. La burocracia fue aplastada. La Junta Electoral nacional se resistió a reconocer la derrota en Neuquén y otras seccionales, pero finalmente ante nuevas movilizaciones, reconoció la victoria de la Naranja.

Con este “coletazo” electoral de la huelga se abría una nueva etapa que luego tendría fundamentales derivaciones en la política de la izquierda.

Ante la claudicación morenista al PC, nace el Frente de Trabajadores-PO

Hacia fines de 1985 había elecciones nacionales y en Neuquén se elegían tres diputados. La recuperación de la UOCRA dio un gran impulso a otros sindicatos como ATEN Capital, Sindicato de Actores, a las agrupaciones opositoras (como la Naranja y Blanca de ATE), etc.

Se abrió el debate para presentar una lista electoral basada en la izquierda y en los dirigentes que expresaron las luchas del último período. Esto se realizó en el marco de la constitución de un Frente de Trabajadores MAS-PO a nivel nacional, para presentar listas de independencia obrera en todas las provincias.

Así diversos dirigentes convocaron a asambleas y plenarios de sus sindicatos para avalar su participación en la lista neuquina.

La sede de la UOCRA fue asiento de la asamblea clave para lanzar la lista conformada por Evaristo Selesky en primer lugar; el secretario general de la seccional Capital de ATEN, el “flaco” Olariaga en segundo lugar y Raúl Toscani secretario general de Actores en tercer lugar. Como suplentes fueron la militante del PO y de Tribuna Docente, Susana De Luca; la combativa dirigente barrial Orlanda de la Parra, y el activista mapuche Luis Quilaleo.

Se llegó a la asamblea clave para convalidar la lista, con la presencia de unos 400 activistas. En la misma, el dirigente del MAS, Hugo Manes, exigió que el PO se retractara de una crítica vertida sobre su candidato nacional Luis Zamora, y condicionó a dicha retractación el sostenimiento del frente PO-MAS como base para presentar la lista electoral. El PO rechazó tajantemente esa pretensión de censura política. Por lo cual fue el propio Manes que propuso que se votara si se mantenía la lista o no. Manes especuló que el triunfo de la Naranja en la UOCRA meses antes le aseguraba ganar la asamblea, ya que había muchos activistas de la construcción en la misma. Se eligió entonces, de común acuerdo, una comisión de personas de reconocida honestidad por su trayectoria para contar la votación.

Triunfó la voluntad de sostener la lista tal cual y presentarla ante la justicia electoral, tras lo que la dirección del MAS estalló en improperios y se retiró de la asamblea. Toda una puesta en escena, porque en realidad lo que ocurría era que el MAS ya había llegado a un acuerdo electoral con el PC a escala nacional para formar el FREPU, y en Neuquén necesitaba romper la lista y su alianza con el PO.

Finalmente, con la personería del PO, se presentó el “Frente de Trabajadores”. Tanto el PO como el MAS venían de elecciones absolutamente marginales en 1983 (alrededor del 0,25% cada uno). Pero en Neuquén el Frente de Trabajadores obtuvo el 1,78%, superando al FREPU que sacó el 1,3%. Fue en la única jurisdicción donde una lista presentada por el PO, integrada por la vanguardia obrera combativa, le ganó al FREPU, toda una definición de cuan profundamente calaron en la conciencia obrera y su balance las experiencias de la huelga de 1984 y la recuperación de la UOCRA Neuquén. Eso demuestra que no hay derrotas duraderas, si la dirección de la lucha puede plantear un balance acertado del desenlace de esa lucha y sacar todas las conclusiones hacia adelante. Una enseñanza para las luchas por venir.


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