Una historia de sumisión al imperialismo
En este 40 aniversario de la guerra de las Malvinas, es preciso hacer un balance histórico, sobre cuál fue la actitud de la burguesía argentina frente a la usurpación británica sobre las islas. En prensaobrera.com “mucha colonia, nada de patria” planteamos “la incapacidad de todos los gobiernos para ejercer consecuentemente la recuperación de ese territorio robado se deriva directamente de los mil lazos que unen al imperialismo con esos gobiernos”. Gobiernos de la misma clase social: la burguesía argentina.
Antes de la etapa imperialista, la burguesía terrateniente porteña mostraba signos profundos de sumisión ante la corona británica. A lo largo del siglo XIX la Argentina se convirtió en semicolonia del imperialismo inglés. Durante toda la etapa agro exportadora los gobiernos se cuidaban de llevar adelante reclamos para no incomodar a sus socios mayoritarios.
Cuando los milicos se lanzaron a la aventura de la ocupación, no lo hicieron como una medida contra el imperialismo. Buscaban el apoyo del imperialismo más fuerte, el yanqui, para lograr una mediación con el inglés. Pensaban que los yanquis iban a devolver los favores que le hizo la dictadura argentina en la lucha “contra el comunismo” en Centroamérica. Incluso la burguesía argentina se negó a tocar los intereses británicos dentro del territorio continental en medio de la contienda bélica.
La usurpación de los ingleses
Las Islas fueron habitadas de forma esporádica primero por franceses e ingleses. Los últimos se retiraron en 1774 debido a las enormes dificultades del clima y las distancias con la metrópolis. Las islas Malvinas fueron ocupadas por las fuerzas españolas en 1775, quienes abandonaron el territorio en 1811. Este despoblamiento se produjo a partir de la invasión napoleónica a la Península Ibérica y la Revolución de Mayo de 1810 en el Río de la Plata. El gobernador realista de Montevideo resolvió reunir todas las fuerzas militares de las que disponía a fin de enfrentar a los revolucionarios de Mayo, por lo que ordenó evacuar las Malvinas. Las islas quedaron despobladas.
En 1820 el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina) mando una fragata para tomar posesión de las islas. Impulsado por los informes de que la zona estaba siendo depredada de forma ilegal por balleneros que venían de Estados Unidos y del Reino Unido. Después de las dos caídas del gobierno central en las Provincias Unidas (1820 y 1827) el territorio de las Malvinas quedó a cargo de la provincia más fuerte, Buenos Aires.
El poblamiento argentino prosperaba con la instalación de granjas y los primeros nacimientos en las islas de niños argentinos malvinenses. Paralelamente los capitalistas comerciantes ingleses comenzaron a mirar hacia las islas del atlántico sur. “En julio de 1829 un financista de apellido Beckington envió una carta al primer ministro británico en la que solicitaba al gobierno de Su Majestad que se apoderara de las Islas Malvinas” (Caillet-Bois, Ricardo R. 1982. Una tierra argentina: Las Islas Malvinas)
Frente a la depredación de la fauna del archipiélago, el gobierno argentino de las islas prohibió la caza y la pesca no autorizadas. Tres barcos estadounidenses fueron detenidos acusados de violar la normativa. El gobierno de Washington protestó argumentando el derecho estadounidense de pescar donde le diera gana y acusó de piratería al gobierno de Buenos Aires. Atacó el asentamiento argentino en Malvinas y detuvo a sus autoridades. Frente a la manifiesta debilidad militar de Buenos Aires, Inglaterra, asociada a los intereses de Estados Unidos, se decidió a actuar. En diciembre de 1832 los ingleses tomaron la islas.
Rosas y la patria por la deuda
Los revisionistas, siempre se han ocupado de armar una alternativa “nacional y popular” contra la historia liberal. Rosas aparece, por ejemplo, como un gran defensor de los intereses nacionales. Pero este relato histórico no soporta una mínima revisión. Por ejemplo: “De acuerdo a documentación que se guarda en archivos locales, como de Gran Bretaña, Rosas puso en la mesa de negociaciones la cuestión Malvinas y la posibilidad de cancelar la deuda con los tenedores a cambio de entregarles las islas a los ingleses” (Infobae). Frente a la presión de los tenedores de bonos de la primera deuda externa (el empréstito Baring Brothers) en los años 1843 -1844, Rosas ofreció las islas como forma de pago.
Algo así como la patria por la deuda externa.
Pero los ingleses ya habían tomado las Malvinas, por la fuerza y no estaban dispuestos a pagar un solo centavo por las mismas. Por este motivo le contestaron “no se les puede ofrecer a los acreedores una reclamación pendiente. (“El día que Rosas quiso vender las Malvinas”. La Nación. Emilio Ocampo. 9/1/2013).
Esta actitud de Don Juan Manuel de Rosas no debe sorprender, ya que el “restaurador” entregó la causa del Uruguay como parte de la Confederación para terminar con el bloqueo anglo francés del puerto de Buenos Aires. “Rosas con la resistencia de la Vuelta de Obligado (1845) defendió el derecho de la clase de los terratenientes a continuar su explotación del país, sin tutelas. Pero sobre todo defendió los intereses de la aduana porteña que le cobraba impuestos a los terratenientes del litoral, del resto del interior y también a la nación paraguaya. Para defender estos privilegios en 1849 entregó la verdadera causa nacional en juego, que era la defensa de la Banda Oriental como parte constitutiva de la Confederación” (Prensa obrera, 170 años de la batalla de Caseros).
La cobardía de la patria agro exportadora
Después de la caída de Rosas, en la batalla de Caseros, el tema de Malvinas fue olvidado por la burguesía porteña durante 35 años. En el marco del nuevo proceso de reorganización nacional encarado por Mitre y el recrudecimiento de la guerra civil contra el interior. La oligarquía porteña estaba dispuesta a desmembrar el país para defender sus intereses. Como lo demostraron Alsina y Mitre, en la revolución del 11 de septiembre de 1852, meses después de Caseros. En este cuadro antinacional no había lugar para el reclamo de Malvinas. La asociación oligárquica con el imperio británico, no debía ser perturbada. Antes que las Malvinas y “la patria” estaba la bolsa.
El roquismo, que se comportó de forma brutal con los indígenas de la Patagonia. Con una embestida que provocó 14.000 asesinados (incluidos mujeres y niños) llamada la “Conquista del Desierto”. Realizó algunos reclamos aislados sobre Malvinas, pero sin levantar demasiado la voz para no ofender a sus mandamases británicos. En 1884 el gobierno de Roca le informó al gobierno inglés que pretendía dirimir la cuestión de Malvinas por la intervención de un arbitraje internacional, esto paralelamente que el imperialismo dividía impunemente el continente africano.
La respuesta inglesa fue una rotunda negativa, esgrimiendo que no existía cuestión que discutir, humillando nuevamente al gobierno argentino como 35 años antes. Ese mismo año el Instituto Geográfico Militar Argentino publicó un mapa de la república, que incluía las islas Malvinas. Ante las firmes protestas de la embajada británica, la cancillería argentina de forma deshonrosa respondió con evasivas y declaraciones de amistad.
Durante la presidencia Juárez Celman, se presentó una tímida carta de protesta: “el gobierno argentino mantiene su protesta respecto a la ilegítima ocupación de las Islas Malvinas”. El representante británico respondió diciendo que “los derechos de la corona no eran discutibles” (Muñoz Aspiri, José, Historia completa de las Malvinas). Desde 1888 hasta 1913 el tema volvió a ser olvidado por el gobierno argentino. El 21 de julio de 1908 la corona británica emitió un documento donde incluía dentro de sus posesiones coloniales las islas Georgias (Malvinas) y parte de la Patagonia (la totalidad de Tierra del Fuego, parte de la provincia argentina de Santa Cruz y de la región chilena de Magallanes).
El gobierno británico nunca intentó explicar esta gran provocación. Lo más llamativo, es que no hubo respuesta de los gobiernos argentino ni chileno ante esa absurda pretensión. La indolencia de las autoridades argentinas ante los avances británicos de este período no sólo sobre los archipiélagos, sino sobre las intenciones continentales, es sorprendente. Sobre todo teniendo en cuenta la reacción del gobierno radical de Yrigoyen, pocos años después, frente a la huelga de los obreros del sur argentino. Conflicto conocido como la Patagonia rebelde donde el ejército argentino fusiló, sin juicio previo al rededor de 2000 obreros huelguistas.
Luego de casi 90 años de ocupación de parte de los ingleses, en 1922, bajo el gobierno argentino del radical Alvear, quien sucedió a Yrigoyen y fue opositor al mismo, se rechazo la correspondencia postal, telefónica y telegráfica desde y hacia Malvinas. Frente a la protesta británica, Buenos Aires respondió nuevamente de forma cobarde, alegando que la medida no era oficial, sino que se trataba de iniciativas de funcionarios individuales. A partir de 1928, en el segundo gobierno de Yrigoyen, las comunicaciones con las islas fueron plenamente restablecidas.
Malvinas era un forúnculo para la burguesía argentina. En 1930 se firma el pacto Roca-Runciman. Julio Roca señala en esa oportunidad que “la Argentina era la joya más preciada de la corona británica”. ¿Se orientaba a pasar al país de su condición semicolonial a una colonial?
En un estudio realizado por Víctor García Costa, sobre los diarios de sesiones de la Cámara de Diputados desde 1854 al 1900 (46 años), el tema Malvinas solo se toco una sola vez (para conceder a los herederos de Luis Vernet, primer comandante de las Malvinas, una compensación). La otra noticia que tenemos de una intervención parlamentaria es recién en 1934, cuando el diputado del Partido Socialista, Alfredo Palacios, presentó un proyecto “que permitiría al pueblo conocer nuestros derechos a la soberanía sobre el Archipiélago y, por lo tanto, sobre la Antártida”. A partir de entonces comenzó, lentamente, a desarrollarse la campaña de esclarecimiento de que “las Malvinas son argentinas”.
Perón y el intento de indemnizar a los piratas
“El presidente argentino Juan Domingo Perón intentó comprar las islas Malvinas al Gobierno de Londres el año 1953, según revelaron documentos oficiales de aquella época hechos públicos en la capital británica” (El País, 2 de enero de 1984). Esta propuesta fue realizada por un representante del gobierno que asistió a la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra, el 2 de junio de 1953. El concepto de indemnización por una usurpación territorial no tiene nada que envidiar a las políticas claudicadoras de todos los gobiernos anteriores.
El gobierno británico ocultó (y rechazó)la oferta por temor a que la noticia hiciera caer al primer ministro de esta nación. Esta política de indemnizar a los piratas es la misma que el gobierno de Perón llevó adelante con el tema de los ferrocarriles. En 1949, Perón nacionaliza los ferrocarriles, indemnizando a los ingleses por material obsoleto. El 85% de los bienes ferroviarios tenía más de treinta años de uso. La compra de los ferrocarriles se produce cuando los capitalistas ingleses pretendían deshacerse de los mismos y las concesiones estaban a punto de vencer.
El imperio británico había caído en desgracia después de la segunda guerra mundial, en la Argentina perdió su rol de país imperialista por excelencia. Este papel fue siendo sustituido por el capital norteamericano. A principios de la década de 1960 la Argentina ya se había convertido plenamente en semicolonia de los Estados Unidos.
Los gobiernos militares, a partir del golpe de Ongania hasta Lanusse, tuvieron una relación de sumisión total a los intereses de los británicos y los isleños (colonos ingleses). Reprimiendo incluso acciones de reivindicación de la soberanía. No avanzando en nada en la cuestión de la recuperación del territorio pero abasteciendo a los isleños de los materiales necesarios. Frente a la falta de avances en las negociaciones el tercer gobierno de Perón, propuso la “soberanía compartida”. “El objetivo era entrar en negociaciones sobre la base del condominio, una co-soberanía argentina sobre las Islas y que el producto final pueda ser un tratado que solucione la disputa anglo-argentina” (Lanús, Juan Archibaldo,1984. De Chapultepec al Beagle. Política Exterior Argentina 1945-1980).
Los británicos desde 1970 habían ordenado una cantidad de relevamientos geológicos, con el objetivo de comprobar si en las islas había petróleo. A mediados de los 70 los estudios concluyeron que era muy posible. Varias empresas petroleras británicas dirigen su atención hacia las islas. Esto obligó al gobierno de Isabel Martinez de Peron a repudiar esa intención, pero sin tomar ninguna medida efectiva contra los intereses británicos en nuestro país.
La burguesía apoyó la ocupación hasta que los ingleses decidieron venir
La dictadura planificaba un control de los mares del atlántico sur de conjunto con el imperialismo yanqui. Las proyecciones de la dictadura eran de asociación y sometimiento con el imperialismo yanqui y britanico. La dictadura armó la pantomima de Malvinas pensando que los ingleses no iban a venir a la guerra por Malvinas, producto de su retroceso y debilitamiento militar. Pensaba que los yanquis los iban a convencer de no hacerlo. Esta maniobra fue apoyada por la clase patronal, que nunca realizó ninguna medida efectiva para recuperar las islas, por que el objetivo era salvar a la dictadura asesina que ella misma puso en el poder. Durante la guerra no se afectaron los intereses británicos en el continente. Todos los partidos del régimen fueron a Malvinas junto a Videla para el acto de nombramiento del gobernador argentino.
Pero el gobierno inglés no podía mostrar debilidad frente a la crisis que se había ido desarrollando en el marco de la rebelión del pueblo irlandés y su propia clase obrera. La Thatcher decidió venir. Y entonces, finalmente, los Yanquis la ayudaron (como cuando se dio la usurpación de las Malvinas en 1833). La burguesía entonces rápidamente viró. Los milicos mostraron toda su inoperancia militar mandaron a los colimbas al frente y en muchos casos se rindieron sin pelear. Mostrando que solo estaban preparados para llevar adelante el terrorismo de estado contra su propio pueblo, como incluso sucedió en las islas contra los mismos soldados argentinos.
La burguesía argentina –como todas las burguesías nacionales semicoloniales- es una clase opresora y semi oprimida también por el imperialismo, con quién tiene que compartir la explotación de “sus” trabajadores. Cuando la burguesía nacional intenta modificar en algo esta situación, es incapaz de movilizar a la nación explotada contra el imperialismo. Teme dar lugar a una acción independiente y revolucionaria de la clase obrera. Ante el choque con el imperialismo rápidamente recula. Solo los trabajadores argentinos, en alianza con los trabajadores de toda América latina vamos a recuperar la soberanía sobre las Islas, en el marco de la expulsión del imperialismo inglés, yanqui y de todo el imperialismo mundial de Argentina y del continente.