A 20 años del Argentinazo: la vigencia de la rebelión popular

La izquierda debe sacar un balance de su intervención

El 19 y 20 de diciembre se cumple el vigésimo aniversario del Argentinazo. Seguramente todo el mundo periodístico y político hará notas conmemorativas. Para la vanguardia obrera y la izquierda revolucionaria es una oportunidad para realizar un balance histórico-político y tratar de avanzar en qué enseñanzas se pueden extraer.

La casi totalidad de las corrientes de izquierda que se reclaman revolucionarias coinciden -con diferentes matices- que se trató de un movimiento revolucionario.

Para el Partido Comunista Revolucionario (PCR), se “abrió una situación revolucionaria”. Para el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), se trataba de “una verdadera revolución popular” equiparable en cierto sentido con la “revolución democrática de 1982” que habría derribado al dictador Galtieri. El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) caracteriza también que se trataron de “jornadas revolucionarias” las que se protagonizaron el 19 y 20 de diciembre de 2001. Para el Partido Revolucionario Marxista Leninista (PRML) se trató de una “rebelión que conmovió a la Argentina” que, de acuerdo con la definición de Lenin, presentaba “aquellos elementos propios de una situación revolucionaria”. No nombro otras organizaciones con posiciones de igual talante por razones de espacio.

Existe unanimidad de que la renuncia y huida de De la Rúa, un presidente -elegido por el voto popular dos años antes-, derribado por una masiva y combativa rebelión popular, constituye un hecho inédito y revolucionario en la historia nacional.

Por qué no se transformó en una revolución socialista

En este punto, también la gran mayoría de los partidos de izquierda levantan un argumento común: por la falta de una dirección revolucionaria que guiara esta histórica rebelión a la victoria.

Para el Nuevo Movimiento al Socialismo (MAS) “faltó organización, faltó un partido revolucionario capaz de hegemonizar esa fuerza social y llevarla a la victoria”. 

El PTS afirma que “la ausencia de un partido revolucionario forjado en momentos previos impidió que el movimiento avanzara en objetivos políticos claros”. Afirma que “por ello no se transformó en una insurrección, un ‘Argentinazo’, sino que de conjunto los actos que se fueron componiendo; los saqueos, los cacerolazos, movilizaciones y los combates por la Plaza de Mayo del día 20, constituyeron una jornada revolucionaria”.

Posiciones similares de otras corrientes de izquierda no salen de lo obvio y evidente: el Argentinazo no se transformó en una revolución triunfante y no hubo un partido revolucionario de peso. Así planteado no define nada y, por lo tanto, solo se puede extraer una conclusión tautológica, que es necesario un partido revolucionario para impulsar la revolución y llevarla a la victoria. En general, esta conclusión, de que los estallidos revolucionarios en todo el mundo no triunfan por la ausencia de un partido revolucionario, es utilizada por la izquierda internacional para explicar el fracaso o estancamiento tanto de los procesos como de los grupos de izquierda que intervienen en los mismos.

Esta muletilla no esclarece nada, lo único que hace es trasladar la pregunta: ¿por qué las organizaciones de izquierda no se constituyen en esos partidos revolucionarios?

Sobre el espontaneísmo y la acción revolucionaria

Para ello hay que entrar a analizar la política que desenvuelven las organizaciones de izquierda, en la preparación, el estallido y el posterior desarrollo de una situación revolucionaria.

Esto es obviado o tratado superficialmente por los partidos de izquierda. Lo resuelven planteando que el Argentinazo se trató de una “irrupción espontánea”. “Todo comenzó con un estallido espontáneo”, dice un folleto del MST de principios de 2002.

Hace mucho que la ciencia demostró en la biología que no existe la generación espontánea. En las ciencias sociales y políticas ¿es diferente?

Si se refieren a que la salida a la calle de centenares de miles el 19 y 20 de diciembre no se debió a una disposición precisa, adoptada y organizada por las centrales obreras u otras organizaciones de trabajadores y de la izquierda, es un recurso que puede ser justificado. Pero nadie puede negar que el Partido Obrero (PO) -y otras organizaciones con más o menos rigor- venían convocando a esta irrupción popular. El recurso de la caracterización de la “espontaneidad” es usado para evitar balancear las políticas concretas que se desarrollaron en este período.

¿Quiénes trabajaron a favor y quienes en contra de un Argentinazo revolucionario?

La teoría marxista sobre la crisis capitalista y la creación de situaciones revolucionarias

Cuatro años de recesión económica, fenomenal incremento del cierre de empresas y de la desocupación, feroz endeudamiento y cesación de pagos, etc., eran componentes de la caracterización general del impasse del capitalismo en Argentina, como expresión agravada de tendencias internacionales. La tendencia al colapso económico y a la disolución de las relaciones y bases capitalistas estaban plenamente planteadas y en desarrollo. Esta caracterización catastrofista era desarrollada por el PO, que planteaba que se marchaba a un colapso económico y a una fuerte crisis revolucionaria. Esto, en contraposición de otras organizaciones de izquierda, que planteaban que estábamos ante la crisis de un “modelo” económico, que podía ser prevenida y superada por otro modelo diferente de gestión capitalista (abandono de la convertibilidad, devaluación monetaria, etc.), que permitirían alejar el fantasma del colapso.

Los cambios de políticas económicas no iban a resolver la crisis, sino solo a definir qué sectores -incluso de la burguesía- la iban a pagar en mayor proporción y quiénes serían beneficiados. Por otra parte, nuestra caracterización partía de que el impasse burgués para modificar su rumbo económico ya estaba bloqueada por una fuerte lucha de intereses económicos contrapuestos. Y no se iba a dar sin graves crisis y choques políticos. El impasse capitalista era mucho más grave y profundo que las derrotas parciales que sufrieron las masas en todo el período. La catástrofe capitalista en marcha iba a acicatear una intervención protagónica de las masas, con la posibilidad de crear situaciones revolucionarias.

Crisis económicas, crisis políticas, intervención de las masas y creación de situaciones revolucionarias

La izquierda democratizante negaba estas caracterizaciones: no creía en la tendencia al agotamiento, la crisis capitalista y el colapso. Y, probablemente, menos en una irrupción revolucionaria de las masas.

La diferencia de caracterización determinaría cómo se preparaba cada organización respecto del desenlace de una crisis histórica.

La vanguardia piquetera

La descomunal desocupación originó el desarrollo del movimiento piquetero de los desocupados. Históricamente, los capitalistas consideraban que la crisis y la desocupación masiva eran elementos que desorganizaban las posibilidades de acción revolucionaria de los trabajadores. La lucha por la supervivencia debía acicatear las tendencias subjetivas entre los trabajadores y desocupados. La burocracia sindical, pasada con prebendas y corrupción al campo del menemato, acompañó las políticas antiobreras y fue responsable directa de la derrota de las grandes huelgas (telefónicos, ferroviarios, petroleros y otras) contra las privatizaciones y de la “flexibilización” laboral. Dejó libradas al garete a estas masas desocupadas. Pero el efecto desmovilizador obtenido en los primeros momentos de la ofensiva capitalista para descargar la crisis sobre el pueblo trabajador se fue superando con la constante profundización de la misma y la falta de perspectivas de superación. Empujó a sectores de las masas a intervenir en defensa de sus condiciones de vida más elementales. Con eje en los trabajadores petroleros despedidos se desarrollaron los grandes cortes de ruta con barricadas y enfrentamientos con las fuerzas represivas en Cutral-Co y el norte de Salta, que galvanizaron al país. Se fue creando el combativo movimiento de los piqueteros. El primero que entendió la potencialidad de este movimiento de los trabajadores desocupados fue el PCR, que salió con su Corriente Clasista y Combativa (CCC) a organizarlos. Ya hemos planteado, en otros trabajos, que jugó un rol revolucionario en este terreno (que hoy, como veremos, ha perdido completamente al transformarse en un movimiento cooptado por el Estado y la curia). Sobre la base de estas experiencias (en las que el PO intervino activa e incondicionalmente) es que nos lanzamos a organizar masivamente a los desocupados.

Duhalde, en su libro Memorias del incendio, caracterizó que “así nació (entre los despedidos por la privatización de YPF) este movimiento piquetero que se dio por fuera de todas las instituciones tradicionales del gremialismo y la política. Sin embargo, al poco tiempo, las fuerzas más radicalizadas de la izquierda comenzaron a infiltrar algunas de esas nuevas agrupaciones. El blanco de las críticas de este movimiento, que adquirió una dimensión nacional y muy masiva al constituirse en el conurbano bonaerense, era el gobierno de Carlos Menem, insensible hacia los reclamos de los desocupados que su propia política económica había generado” (pág. 74).

La intervención del PO en este terreno lo llevó a crear a fines del año 2000 en un plenario nacional al Polo Clasista (que poco tiempo después pasó a llamarse Polo Obrero). Una organización política-reivindicativa, de organización común de los trabajadores ocupados y desocupados, basándose en los principios piqueteros de acción directa y organización independiente. Una misma clase entre el trabajador en actividad que se continúa cuando es echado a la calle y viceversa. Esta intervención de nuestro partido en la lucha piquetera significó una fuerte proletarización de nuestra actividad, lo llevó a penetrar en las barriadas obreras, tradicionalmente “organizadas” en torno del peronismo y dependientes del trabajo asistencial de las punteras y la Iglesia.

Llama la atención que gran parte de la izquierda lo hiciera episódica y aparatosamente. Corrientes como el PTS solo han intervenido menos que ocasionalmente (o se han retirado a la menor dificultad), inventando “teorías” anticlasistas para justificar su inacción y oposición en este terreno. Posición que mantuvo con altibajos durante estos veinte años hasta el día de hoy. No mojarse los pies en el barro de las barriadas, pontificando sobre cómo debiera ser la organización de los desocupados, forzando diferenciaciones y oponiendo a estos de los trabajadores en actividad, lo evidencia como una corriente con fuertes desviaciones pequeñoburguesas. Es evidente que mantener esta posición antipiquetera durante dos décadas es un prejuicio que lo ha ido alejando de la lucha de las masas y metiendo cada vez más en un rumbo electoralista.

Ante la inacción cómplice de la burocracia sindical, el movimiento piquetero se fue fisonomizando como el sector de las masas en lucha en ascenso y figura protagónica de la oposición al régimen en el terreno de la lucha de clases.

Frente único y lucha por la unidad piquetera

Considerando que se abría una perspectiva revolucionaria en la situación política nacional nos empeñamos en tratar de avanzar en la organización independiente y revolucionaria del movimiento piquetero. Sus luchas, en las cuales el PO tuvo protagonismo (norte de Salta y otras), conmocionaban al país, pero estaban aisladas unas de otras. Su trascendencia política se veía limitada por el carácter local de las movilizaciones. El PO planteó que era necesario transformarlo en un movimiento nacional, unificado, que levantara un programa reivindicativo y un planteo político alternativo contra el poder.

Paso a paso, fuimos avanzando. Impulsamos el Congreso Piquetero en Salta, que unificó todo el norte piquetero (Tartagal, Mosconi, etc.).

Planteando -mientras participábamos activamente- en los históricos piquetazos de La Matanza, Florencio Varela y otros la necesidad de un plenario nacional de las organizaciones piqueteras y de los trabajadores, para coordinar un plan de lucha nacional. Uno de los objetivos era ir construyendo una alternativa obrera nacional frente al desplome del régimen. En el conurbano bonaerense, las movilizaciones eran dirigidas mayoritariamente por la FTV, una rama más combativa de la CTA, dirigida por D’Elía y por la CCC.

Nuestro planteo estaba dirigido a todas las organizaciones que estaban al frente de las luchas piqueteras. No era un planteo de aparato del PO sino una necesidad de la lucha en curso. Respondía al interés general de las masas piqueteras, la necesidad de su centralización nacional en un plan de lucha común. El llamado a un frente único de lucha no estaba dirigido a burocracias pasivas opuestas a la movilización obrera, sino a direcciones que con sus características estaban organizando y movilizando a sectores de la clase.

Pero, de entrada, recibimos una negativa, tanto de la FTV como de la CCC, la Aníbal Verón y otras organizaciones. Solo el PO y el Congreso Piquetero del Norte (por iniciativa nuestra) planteábamos la necesidad del plenario nacional piquetero.

Lucha contra la cooptación y el asistencialismo

Los primeros piquetazos fueron respondidos con la represión, con mártires, detenidos y militarización. Pero, pronto, la burguesía entendió que no alcanzaba con meter bala y palazos contra el pueblo piqueterizado. La Iglesia jugó un papel importante en impulsar la constitución de “comités de emergencia”, donde integraba a las direcciones piqueteras junto a organizaciones patronales y el Estado, para buscar salidas asistenciales al hambre y la miseria. El PO rechazó y denunció estos comités como intentos de enchalecar la movilización detrás de repartos asistenciales, colocando a las direcciones piqueteras inmiscuidas como cómplices de “lo posible”, que solo negociaban algunos paliativos (y sus direcciones eran tentadas para ser corrompidas). Renunciaban a la lucha por un seguro al desocupado, por un salario mínimo digno, por el reparto de las horas de trabajo. Por la unidad de los trabajadores desocupados con los ocupados. Fue una dura lucha política de argumentos y de organización y movilización independiente.

Agudización de la crisis

La CTA había sido un actor importante (aunque no directo en el armado de la Alianza entre la UCR y el Frepaso). Pero la renuncia del Chacho Álvarez, el nombramiento de Cavallo, las rebajas salariales de Patricia Bullrich, el ataque de López Murphy a la educación y otras fue creando divisiones y una brecha.

La CCC había integrado en el pasado inmediato la “Mesa de Enlace” con la burocracia “opositora” de Moyano y la CTA de De Gennaro. La crisis hundió esta “Mesa de Enlace” al ritmo del avance de la derechización de la Alianza, gestora del fenomenal ajuste contra el pueblo.

Simultáneamente, los “Comités de Emergencia” no solo no daban abasto con los reclamos de las masas hambrientas, sino que el Estado -en su ajuste fiscal- mezquinaba los aportes y no cumplía con los acuerdos pactados. Varios dirigentes activistas fueron procesados. La agitación del PO en favor del plenario nacional fue ganando terreno en pronunciamientos de asambleas y organizaciones piqueteras.

Fue esta combinación de factores que llevó a que finalmente se concretara el frente del PO con la FTV-CTA y la CCC en la convocatoria común al Plenario Piquetero Nacional. El Frente Único no es una construcción lineal ni, mucho menos, automática. No es una maniobra de un partido autoproclamado como dirección, sino que tiene que responder a necesidades objetivas y debe ser hecho entre fuerzas reales. El fuerte trabajo de preparación, agitación e intervención del PO en todo este proceso de luchas (“Carta Abierta al movimiento piquetero y a los partidos de izquierda”, etc.) es el que abonó nuestra autoridad para impulsar su convocatoria.

Asamblea Nacional Piquetera (ANP)

La realización de la ANP, el 24 de julio en La Matanza, fue una gran conquista para la centralización del movimiento de lucha de las masas. El PCR-CCC atravesaba un momento en el que jugaba un papel clasista en la organización de sectores de las masas desocupadas y las convocaba a la lucha. Superando parcialmente -y en forma contradictoria- sus limitaciones frentepopulistas y de subordinación a las burocracias sindicales (Moyano, CTA, etc.), se establecieron acuerdos sólidos y claros para impulsar la convocatoria al Plenario Nacional. Esta convocatoria probablemente tuviera perspectivas estratégicas diferentes para sus convocantes (como se evidenció en el Argentinazo, donde terminaron “borrándose”). Pero su debacle futura no impidió el arribo a acuerdos para impulsar la organización independiente y potencialmente revolucionaria de las masas en lucha. La negativa a rechazar esos acuerdos, basándose en diferencias ideológicas (porque más adelante pueden llegar a traicionar) indica una tendencia sectaria (infantilmente autoproclamatoria) en la izquierda. Ajena a la lucha de clases, subsumida en sus propias caracterizaciones estáticas y agoreras, que luego se “confirmarían” fatalmente. No son una guía revolucionaria sino un justificativo de la pasividad autoproclamatoria.

A la Asamblea Nacional Piquetera concurrieron 2.000 delegados de todo el país. Estaban representados los principales movimientos piqueteros (salvo el de Castells). Los partidos de izquierda intervinieron en forma marginal. Algunos de ellos crearon organizaciones piqueteras poco antes (MST, Movimiento Sin Trabajo Teresa Vive; MAS, Frente de Trabajadores Combativos, etc.), con un trabajo superficial, impulsados por la convocatoria del Plenario Nacional.

Se estableció un acuerdo político-reivindicativo, porque se coincidió en debatir en el congreso piquetero la crisis nacional y las salidas alternativas que debía plantear el movimiento allí reunido. Como no existía una estrategia común, se resolvió que el plenario se iniciara con tres intervenciones. Por el PCR habló Rosa Nassif, por la CTA lo hizo el economista Claudio Lozano y por el PO intervino Jorge Altamira.

El PCR planteó la necesidad de luchar por un gobierno de unidad popular que convocara a una Asamblea Constituyente.

La CTA propuso colocar como centro una campaña por una política redistributiva basada en un “seguro de formación y empleo” que debía culminar en una consulta popular.

El PO planteó que la realización de esa Asamblea Nacional significaba un salto del movimiento piquetero, que lo convertía en un factor político de peso en la situación nacional y potencialmente en una alternativa de los explotados contra el régimen en bancarrota. La crisis planteaba la cuestión del poder y propuso que el movimiento piquetero resolviera como perspectiva de su lucha la consigna de “Fuera De la Rúa-Cavallo. Por una Asamblea Constituyente Soberana”.

En el marco de este debate, la Asamblea Nacional Piquetera rechazó la presencia de Mario Cafiero (diputado elegido en la lista de Duhalde, que se había pasado al ARI de Carrió y años más tarde sería candidato del MST) y Hugo Moyano (dirigente burocrático del MTA, la CGT “opositora”) que se hicieron presentes y fueron casi unánimemente abucheados.

Sectores combativos de la docencia, opositores a la burocracia de Maffei, plantearon la necesidad de una Ctera piquetera. De Gennaro (secretario general de la CTA) habló prometiendo construir “el paro general”. Hay sectores de la izquierda que insisten en que, “a pesar de todo”, diferentes sectores de la burocracia convocaron ese año a paros, no colocando los mismos en el terreno de la presión que significaba la lucha piquetera nacional.

La ANP resolvió finalmente un plan de lucha nacional por la derogación de los decretos de ajuste del gobierno y la libertad de los presos piqueteros.

Es necesario volver a insistir: es llamativo que la izquierda democratizante, nucleada en Izquierda Unida (IU) -la alianza entre el MST, Partido Comunista (PC) y personalidades o grupitos de la llamada izquierda peronista- y también los pequeños grupos izquierdistas tuviera una intervención tan marginal (o ausente) de este histórico evento de los trabajadores. (No es casual que no haya en el presente, en los balances que presenta esta izquierda democratizante en el 20° aniversario del Argentinazo, referencia al mismo).

En IU no era casualidad o un error. Se había opuesto al desarrollo del movimiento piquetero, al que caracterizó primero como “marginal” y luego como una desviación “luchista”, a la que oponía pretendidas salidas políticas, que para IU era la preparación para intervenir en la próxima campaña electoral. Su intervención, escasa, en la primera ANP tuvo el propósito de no quedar completamente aislada de esta irrupción y de autopublicitarse para la campaña electoral. 

Era evidente que IU descartaba la perspectiva de lucha por una salida revolucionaria.

Estrategias diferentes se estaban enfrentando en la izquierda.

La segunda ANP

El plan de lucha piquetero fue masivamente cumplido nacionalmente. Los distintos movimientos y localidades se sumaron entusiasta y combativamente. Jornadas, como la multitudinaria Marcha a Plaza de Mayo del 8 de agosto, tuvieron un fuerte impacto político nacional. Ante la debacle de los partidos burgueses y centroizquierdistas y las ausencias de las centrales sindicales, inmersas en la tregua, el movimiento piquetero se convertía en el referente político nacional de las masas en lucha.

Esto potenció aún más la convocatoria de la segunda ANP que se realizó el 4 de septiembre. También potenció la lucha política antes y durante su desarrollo. La izquierda democratizante de IU se propuso tratar de cambiar el curso del desarrollo que tuvo la primera ANP. El PC, en el intermedio entre una y otra asamblea, había intentado crearse una base con el Movimiento Territorial de Liberación (MTL) -empujado también por tendencias en su base hacia la lucha piquetera- para intervenir tratando de que el movimiento piquetero se fuera encuadrando en una oposición electoral al régimen.

Era una perspectiva común del ala izquierda (entonces) del centroizquierda (Carrió y el ARI que venían de romper con la Alianza, el cura Farinello alentado por sectores de la Iglesia, etc.) que coqueteaban con el movimiento piquetero para tratar de encuadrarlo en la constitución de un nuevo frente centroizquierdista (con el beneplácito de De Gennaro) que “superara” la hecatombe de la Alianza, con vistas a sus planes electoralistas.

Pero en el marco político en que se desarrolló esta segunda ANP aparecían condiciones más avanzadas de una crisis prerrevolucionaria.

El movimiento piquetero había logrado ya instalarse como una referencia nacional objetiva para las masas en lucha. No solo de los desocupados, sino del movimiento estudiantil, sectores obreros y populares. Las movilizaciones piqueteras eran saludadas por amplios sectores de las clases medias.

También la crisis del régimen había pegado un salto con el virtual defol de la provincia de Buenos Aires (emisión de los “patacones” como moneda paralela, etc.), lo que había incentivado la lucha y movilización de nuevos sectores de las masas. Una histórica y combativa huelga docente bonaerense por tiempo indeterminado con base en autoconvocatorias fue lo más destacado. Acompañado por manifestaciones de estatales en La Plata y otras.

La segunda ANP se encontraba ante la necesidad de definiciones trascendentales, que plantearan también el problema central del poder, para dar una respuesta de los trabajadores ante la catástrofe del régimen.

Se desarrolló un importante debate político en la ANP. Finalmente se aprobó un programa más desarrollado que en la primera ANP. Planteaba el no pago de la deuda, la renacionalización de los bancos y empresas privadas de servicios y estratégicas, la reestatización de la jubilación privada (AFJP), y, fundamental, un planteo de poder manifestado en la votación de la consigna “Fuera el régimen hambreador” y “reclamar y organizar un paro activo nacional de 36 horas y la huelga general”.

La orientación estratégica de la CTA -de colocar al movimiento piquetero detrás de su campaña por la Consulta Popular sobre el Seguro de Empleo y Formación, lo que significaba subordinarlo al Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo) junto a la “pequeña y mediana empresa”, la banca “cooperativa” y los partidos centroizquierdistas- quedó desplazada.

Finalmente, la segunda ANP dio otro paso trascendental: convocó, explícitamente, un Congreso Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados, planteando la unidad piquetera de la clase obrera.

Este debate estratégico fue zanjado burocráticamente por la dirección de la CTA. Esta resolvió -con su aparato- transformar una jornada de marcha a Plaza de Mayo, votada como parte del plan de lucha por la ANP, en un acto de lanzamiento del Frenapo. Este estaba integrado por fuerzas como el ARI y el Polo Social (que -presionadas por la burguesía- se habían declarado abiertamente antipiqueteras), la banca cooperativa y la central empresaria Apyme. Se pretendía colocar al movimiento de lucha piquetero a la rastra de la centroizquierda antipiquetera y encausarlo hacia el electoralismo.

Frente a esta situación, el PO llamó a boicotear esa marcha, que era una desvirtuación total de las resoluciones de la Segunda ANP. Nuestra posición fue acompañada por grandes organizaciones piqueteras como el MIJD (Castells), la Aníbal Verón y el MTR.

La CCC-PCR, colocada entre la espada y la pared, entre las resoluciones de la ANP y su estrategia histórica, decidió girar y acompañar a D’Elía y la CTA en el acto de la Frenapo.

La consulta popular tenía un carácter distraccionista y desmovilizador. En lugar de luchar por la derogación de los decretos de ajuste contra el pueblo, que estaba implementando el gobierno, se proponía una “redistribución de la riqueza” futura, en un país que se sumergía en la miseria y la descomposición capitalista. Contra el plan de lucha y el llamado a organizar la huelga general que había votado la ANP, planteaba el recurso de una “consulta” (ni siquiera reglamentada constitucionalmente) para que el corrupto Parlamento la tratara como ley.

Nuestra oposición al acto CTA-Frenapo no era directamente contra la consulta, sino contra la subordinación política del movimiento obrero piquetero en lucha, tras una coalición burguesa de defensa del orden burgués.

Se enfrentaban dos estrategias diferentes, antagónicas. En torno de esta problemática se dividió la ANP.

Con el boicot al acto del Frenapo se salvó la existencia independiente del movimiento piquetero. Y se sentaron las bases para construir la formación del futuro Bloque Piquetero Nacional.

Elecciones en una situación prerrevolucionaria

La burguesía se orientó a tratar de canalizar la protesta popular en torno del proceso electoral de octubre. Hemos visto en la reciente experiencia de Chile (pero también Perú, Bolivia, etc.) cómo la burguesía utiliza la “salida” electoral como un recurso para contener las movilizaciones de características revolucionarlas, dividirlas, contenerlas, desviarlas de sus objetivos y encausarlas en un cuadro controlado. En la Argentina también intento hacerlo, pero finalmente no pudo evitar el Argentinazo. La izquierda democratizante la transformó en su eje central. Era parte de la estrategia impulsada por IU de confluir hacia un frente de izquierda-centro con los sectores disidentes de la Alianza. Ya hemos señalado la oposición de IU a la lucha piquetera en sus inicios, porque esta no estaba incorporada a esta estrategia electorera frentepopulista. El objetivo del PO, definido públicamente en su congreso partidario (principios de julio), no fue el electoral. Caracterizamos las próximas elecciones como secundarias en el cuadro de crisis y descomposición en marcha. Su resultado no iba a modificar esta tendencia. La energía del PO fue puesta en la lucha por transformar al movimiento piquetero en dirección política alternativa de las masas, en la inevitable rebelión que se aproximaba. Lo que dio como resultado directo la convocatoria a la Asamblea Nacional Piquetera.

La intervención de los revolucionarios en un proceso electoral no es rutinaria. Es la continuidad de la política que está llevando adelante. Depende de la caracterización del momento político que se vive y de la acción de masas en marcha. Si la situación fuera abiertamente revolucionaria quizá correspondería boicotearlas y desarrollar a fondo el poder paralelo que pudieran haber constituido las masas en lucha.

En el cuadro existente, el PO propuso una acción unificada de frente único, defendiendo la independencia de clase contra las opciones burguesas. Sacamos una “Carta Abierta” a todo el movimiento piquetero, dirigida a todas las corrientes políticas que intervinieran en él y a los partidos de izquierda.

En el campo de la ANP defendimos este frente “para que los piqueteros tengan su propia expresión, su propio programa, sus propios candidatos”.

Nuestra caracterización era que el resultado electoral final no iba a modificar las tendencias al colapso económico, a la crisis política y a la rebelión popular (que fue lo que sucedió). Pero que frente a las elecciones era necesario intervenir para agitar masivamente las propuestas políticas de la ANP y no aislarse de un proceso que iba a tratar de interesar a las masas en general. Como es sabido, la CTA se orientó al apoyo político a los centroizquierdistas. El PCR-CCC rechazó nuestro planteo (se realizaron incluso reuniones con su dirección), terminando por adoptar una actitud abstencionista. Esto para no romper con sus aliados estratégicos de la CTA, el MTA de Moyano y las patronales “patrióticas” de las Apyme, la Federación Agraria, etc. No querían dividir en la política, afirmaban, lo que estaba unido en la lucha. Lo cual no era cierto, porque estos “aliados” rompían los acuerdos de lucha y/o se oponían al movimiento piquetero. En lugar de ampliar, restringían el movimiento de lucha. Lo que la CCC dividía era el movimiento de lucha manifestado en la primera y segunda ANP.

IU también, con planteos autoproclamatorios, rechazó el frente único en el terreno electoral. No por problemas de candidaturas, sino porque se oponía a levantar la consigna “Fuera De la Rúa-Cavallo. Por una Asamblea Constituyente”. Para el PO, que realizó un frente con el MAS, las elecciones eran un episodio a explotar con vistas a reforzar la agitación y presencia ante la inminencia potencial de una crisis revolucionaria. El frente con el que intervenimos fue el resultado de la vasta campaña que realizamos para formar un frente de organizaciones piqueteras y de la izquierda para intervenir en las luchas y en la campaña electoral.

Los resultados electorales demostraron que, efectivamente, el gobierno cayó en picada, perdiendo 5 millones de votos y el PJ un millón. Crecieron candidaturas “independientes” como la de Zamora, completamente ajena a la lucha de clases, pero que expresaba un repudio diluido a todo el régimen. También el votoblanquismo y la impugnación activa. Evidenciaba una masa de disconformidad que no lograba ser canalizada por una alternativa de peso, como habría sido con seguridad el frente piquetero y de la izquierda. La izquierda también creció, el PO tuvo su votación más alta desde el inicio de este período constitucional. Y en la piquetera Salta logró elegir concejales y legisladores como representantes de lucha del movimiento piquetero, que habían sido perseguidos, encarcelados, etc.

La marcha hacia el Argentinazo

El resultado electoral no aminoró la marcha de la crisis. Por el contrario, la avivó al sumar la evidencia de la falta de apoyo popular al gobierno y el retroceso de la oposición PJ. Se potenciaba la crisis de poder y la propia burguesía discutía alternativas al respecto: la salida de Cavallo y también de De la Rúa, así como la emergencia de un gobierno de “unidad nacional”, entre la Alianza y el PJ con diversos recursos a desarrollar (convocatoria adelantada de elecciones en el 2003, etc.).

En el esfuerzo por dotar de una dirección al levantamiento que se aproximaba reiteramos una “Convocatoria” (ver tapa PO, 1°/11) a los partidos de izquierda y organizaciones piqueteras. Para organizar un plenario nacional y debatir cuál debía ser la salida a esta crisis, que en su desenlace planteaba la cuestión del poder.

Pero la izquierda hizo oídos sordos a esta propuesta, no caracterizaba que hubiera tal “crisis de poder”, sino solo una crisis política que quería explotar electoralmente. IU, particularmente el PC, se sometía a la estrategia del Frenapo, que quería reciclar la centroizquierda en alianza con la izquierda democratizante con vistas a las elecciones de 2003. El PCR-CCC tampoco quiso dar ese paso: su planteo programático estratégico lo debía llevar al frente con el ARI y el Polo Social, pero la radicalización presionó para que no lo concretara.

Se logró, finalmente, luego de las elecciones, un primer acuerdo con los partidos de izquierda, convocando a una marcha contra el pago de la deuda externa, bajo la consigna “Fuera De la Rúa-Cavallo”, incorporando esta posición que hasta el momento IU se había negado a levantar. El llamado conjunto fue firmado por IU, el FOS y el PO, y concurrieron a la marcha toda la izquierda (salvo el PCR-CCC y, lógicamente, Zamora).

El acuerdo y la manifestación conjunta abría la posibilidad para que la izquierda se uniera en una lucha común frente a la crisis de poder, planteando la consigna de Asamblea Constituyente soberana. Pero, nuevamente, el PC abandonó este avance volviendo a girar en la órbita del Frenapo, cuyos socios centroizquierdistas eran partidarios de “defender las instituciones”.

La defensa de la ANP

Similar lucha se desarrolló en el seno del movimiento piquetero.

La ANP había quedado paralizada, producto del giro electoralista-centroizquierdista de la CTA, que se apartó de las resoluciones votadas en la segunda ANP. Y de la subordinación política de la CCC a esta parálisis. La segunda ANP había votado convocar a un Congreso Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados. Pero la CTA bloqueaba avanzar por este camino de independencia de clase. Sin embargo, fue un período de nuevas y crecientes luchas piqueteras de los desocupados y de sectores trabajadores (huelga minera de Río Turbio, piquetazo de Aerolíneas, ocupación de edificios y paros telefónicos, huelga y movilizaciones de los choferes de Transporte del Oeste y otros). Producto de pronunciamientos piqueteros en favor y de estas luchas en curso se volvió a reunir la Mesa de Coordinación de la ANP para volver a fijar un plan de movilización y -fundamental- la fecha de la tercera ANT para antes del 30 de noviembre. Se aprestaba otra instancia importante. Los dirigentes nacionales de la CTA explicaron su oposición a que la ANT siguiera creciendo como una referencia de lucha y política independiente. Contraproponían que la Mesa Piquetera se “integrara” a una coalición política “amplia y pluralista” en el marco de la Frenapo. La divergencia estratégica persistía y se profundizaba. El Frenapo seguía las orientaciones antipiqueteras y de búsqueda de un capitalismo “no mafioso” al estilo de los planteos de Carrió.

Solo el PO y el MTR se opusieron en forma abierta a este planteo y defendieron la ANP. Con el centrismo de la CCC se logró, sin embargo, y por escrito, colocar la fecha tentativa de la tercera ANP.

Pero, como en los días posteriores las Asambleas Distritales que se debían ir convocando previamente no se concretaban, como así tampoco la fecha de la tercera ANP, el PO sacó una “Carta Abierta a las Organizaciones Piqueteras” planteando la necesidad de convocar a la misma. “La necesidad de una intervención independiente de los trabajadores en la crisis política y económica planteada es más imperiosa que nunca”, decía nuestra prensa (15/11). Se venía encima algo así como un Argentinazo. Aunque nuestra propuesta de luchar por una Asamblea Constituyente soberana, que ejerciera el poder, no era aceptada por diferentes sectores, planteábamos discutir la propuesta, “pero luchemos en conjunto para que se vayan ya. Convoquemos ya al tercer congreso para que una vez más salgamos a romper toda tregua y seamos la referencia política nacional que todo el pueblo en lucha nos reclama”.

Un intento de Cavallo de recortar drásticamente los planes de empleo y empujar un nuevo ajuste (postergación del aguinaldo, etc.) -en el marco de su plan de déficit cero- fue respondido con un lanzamiento de cortes indefinido de rutas por parte de la Mesa Piquetera. Debiendo, después de varios días de corte, ceder el gobierno, devolviendo los planes quitados. En el acto de levantamiento del corte en La Matanza, el MTR y el PO reclamaron que se convocara la tercera ANP. Pavimentada por esta victoria, era una urgente necesidad. Pero las medidas que lanza Cavallo frente al colapso bancario (corralito) volvieron aún más conservador al Frenapo-CTA, que las apoyó en aras de salvar a sus socios “cooperativos” (Credicoop). El Frenapo-CTA se concentró más directamente en organizar la Consulta Popular. A esta altura era recontra-evidente su carácter distraccionista, opuesto a la convocatoria de la tercera ANP.

Frente a la parálisis de la Mesa Piquetera, acaecida por la política frenadora de la CTA y la CCC, avanzamos en coordinar con otras organizaciones piqueteras partidarias de convocar ya a la ANP. Así se sentó las bases del Bloque Piquetero Nacional con el MTR, en primer lugar, y otros nucleamientos, que debutó convocando a una jornada de lucha para el 5 de diciembre, pronunciándose por impulsar un paro activo nacional y la convocatoria inmediata a la tercera ANP. Sin ultimatismos de ruptura con la Mesa Piquetera, se logró abroquelar un conjunto de fuerzas para impulsar el programa votado por la ANP y abrir un curso de lucha unificada, eventualmente superador. El piquetazo del 5 tuvo gran poder de convocatoria y repercusión.

La lucha por la conquista de la clase media

Hay sectores de “opinión” que reprochan a la izquierda por un débil trabajo sobre las capas medias. El resultado de las elecciones de octubre estaba indicando que la clase media abandonaba al gobierno de la Alianza y se pasaba a la oposición. Era fundamental llevarla a la unidad con el movimiento obrero piquetero en lucha. La lucha piquetera había despertado simpatías en vastos sectores medios. En la universidad, donde se venía de una gran movilización contra el ajuste del ministro López Murphy, que obligó que este debiera ser renunciado, es donde se concentró, en una primera etapa, esta lucha y evolución. El dominio histórico de los centros de estudiantes y la Federación por parte de la rama estudiantil de la UCR (Franja Morada -FM), ahora en Alianza con el Frepaso, fue sometido a una fuerte presión. No solamente no enfrentaba el curso ajustador del gobierno, sino que se corrompía (cobraba planes de trabajo en forma trucha). Con políticas de frente único se fueron recuperando los centros de estudiantes, echando a FM. El PO estuvo en primera línea impulsando este proceso, mientras sectores de la izquierda se oponían a este curso. El PCR, porque históricamente buscaba constituir una alianza con FM, caracterizada como parte de los sectores patrióticos y progresistas con los cuales conformar un gobierno popular. El PTS, por un acentuado sectarismo autoproclamatorio. Antes del estallido del Argentinazo, en la universidad se fue destituyendo a los personeros gubernamentales y se fue piqueterizando: se fue conformando la Fuba piquetera. La juventud estudiantil tuvo un rol protagónico en los enfrentamientos del 19 y 20 de diciembre. Pero, lamentablemente, débilmente organizada debido a que las facultades ya estaban cerradas por el receso vacacional.

Cuando se decretó el corralito, la clase media con sus cacerolazos primero y luego con sus piquetes y marchas confluyó en el Argentinazo. “Piquete y cacerola: la lucha es una sola” fue una consigna central, que indicaba la tendencia a unirse al movimiento piquetero en lucha.

La burocracia sindical y el paro del 13 de diciembre

Es correcto exigir a las organizaciones obreras, dirigidas por burocracias, que rompan con sus políticas de colaboración de clases y convoquen a planes de lucha para enfrentar los ataques capitalistas.

Pero sectores de la izquierda abren -con este reclamo- una ilusión en que las burocracias presionadas pueden ponerse a la cabeza (aunque en forma inconsecuente) de la lucha obrera.

Las burocracias son contrarias a la independencia de la clase obrera. Son políticamente subsidiarias de la burguesía, del Estado y la conciliación de clases. La CTA se colocó detrás del Frenapo y la búsqueda de la reconstitución de un frente aliancista de centroizquierda con el ARI y el Polo Social. Las diferentes fracciones de la burocracia cegetista no querían romper lanzas con la Unión Industrial (UIA), las patronales impulsaban un cambio de política económica hacia una devaluación de la moneda argentina, ni con la gobernación peronista de Ruckauf.

Por eso, el paro del 13 de diciembre hay que verlo como un paso medido por parte de la burocracia, una maniobra, para no ser superada por el desarrollo de las tendencias huelguísticas en las masas (como sucedió en la lucha contra el Rodrigazo de 1975). El paro fue garantizado en gran medida por los piquetes que cortaron las rutas. Y muchas patronales lo dejaron correr. Saludarlo, como hace gran parte de la izquierda, como la entrada en la lucha del movimiento obrero ocupado, y depositar expectativas en que iba a convocar al paro de 48 horas, subjetivamente frenaba. El carácter de la lucha planteada imponía, no paros aislados “de advertencia” sino la marcha hacia la huelga general para derribar al gobierno, para imponer el “Fuera Cavallo-De la Rúa”. La huelga general iba a salir por la acción de masas, superando a las burocracias sindicales en las fábricas y gremios, en las regiones. Recién si la huelga general se imponía, la burocracia iba a convocar a un nuevo paro para no perder su ascendencia. Es lo que hizo el 20 de diciembre cuando las masas movilizadas habían derribado a De la Rúa y las fábricas, objetivamente, estaban parando, porque sus trabajadores no podían llegar a las empresas y/o estaban manifestando en las calles. Rápidamente, decretando la victoria popular, la burocracia levantó el paro y se sentó en la mesa del PJ a armar la continuidad gubernamental.

El Argentinazo

La Mesa Piquetera había votado -bajo presión del MTR, el PO y otros agrupamientos- una gran marcha hacia Plaza de Mayo para el jueves 20 de diciembre. Azar y coincidencia.

Simultáneamente, el Bloque Piquetero estaba dando los pasos para realizar un plenario general el sábado 22, con el objetivo de balancear la marcha de la lucha, reagrupar fuerzas e impulsar la convocatoria de la tercera ANP.

Pero ante el inicio de las grandes movilizaciones de masas y los choques con la policía el 19, la CTA y la CCC decidieron levantar la movilización del 20. Esta, originalmente, iba a entrar por tres puntos diferentes a la Capital y marchar hacia la Plaza de Mayo. Cuarenta y ocho horas antes, la CTA había planteado su oposición a la consigna “Fuera De la Rúa-Cavallo”, planteando reemplazarla por la de “Fuera Cavallo”. Participaba abiertamente en una de las maniobras intentadas por el gobierno para impedir su caída. El miércoles 19, junto con el estado de sitio y la fuerte represión, fue anunciada la renuncia de Cavallo. Pero eso no detuvo la irrupción popular que se incrementó. La posición boicotista de la CTA indicaba su defensa de las “instituciones” y del gobierno De la Rúa, como planteaba la centroizquierda frenapista, contra la movilización popular en marcha. La CCC se plegó a esta vuelta de espalda a la lucha del Argentinazo. En un reciente balance publicado en las páginas de su periódico partidario dice que el PCR se preparó después del Santiagueñazo (1993) para un Argentinazo triunfante. Pero estuvo ausente y por causa directa de su orientación política estratégica frentepopulista. Uno de sus dirigentes, Ardura, se justificó en ese momento planteando que se trataba de un golpe peronista y haber recibido “informaciones” de que se montaba una provocación para reprimir a los piqueteros. La represión contra la movilización popular se dio con numerosas víctimas, pero las masas movilizadas tiraron al gobierno de De la Rúa y abrieron, al decir del PCR, una “situación revolucionaria”.

Por sobre esta renuncia, el PO acordó mantener la marcha del 20 con otras organizaciones piqueteras y de izquierda, bajo la consigna “Fuera De la Rúa-Cavallo”. A pesar de la brutal represión marchamos junto a diversos sectores sindicales (el sindicato de docentes universitarios AGD-UBA, seccionales combativas del Suteba, etc.), de piqueteros (MIJP y otros) y de izquierda. Nos acompañaron sectores del MAS, el FOS, Convergencia. IU vaciló, prefirió quedarse en el Congreso, haciendo propaganda mediática.

Es necesario hacer un balance concreto de la actuación de cada corriente frente al proceso que llevó al Argentinazo. Lo demás es sarasa y ocultamiento de un balance crítico de intervención.

¿Cómo se fue preparando cada partido de izquierda en este prolongado proceso de luchas que fue generando las condiciones para el Argentinazo?

Se enfrentaron en la lucha política y en la acción diferentes estrategias políticas. Por eso, no cabe decir que lo que faltó fue un partido revolucionario de peso, sino por qué no se logró esto.

El PO tuvo muchos errores políticos y organizativos -inevitable en cualquier corriente que lucha-, pero tenía una orientación para ir creando la dirección revolucionaria que la etapa exigía.

Nueva etapa revolucionaria. Necesidad de un comando político unitario

La irrupción del Argentinazo abrió una nueva etapa de convulsiones políticas y grandes iniciativas de masas. Sin haber sacado un balance real, las organizaciones de izquierda enfrentaron la nueva situación con viejas anteojeras.

El ascenso a la presidencia provisional de Rodríguez Saá fue una expropiación de la explosión revolucionaria de las masas. Aplicó una demagogia populista, intentando confundir y desmovilizar a las masas dueñas de la calle. Gran parte de la izquierda democratizante fue arrastrada por esta demagogia. La FTV-CTA y la CCC, luego de estar ausentes del Argentinazo, se colocaron en el campo de Rodríguez Saá, diciendo defenderlo contra la “derecha”.

IU también vaciló, presentando la declaración de defol de la deuda como una conquista popular, cuando había que denunciar que se trataba de una maniobra para renegociar la deuda y su pago, sobre la base de una reestructuración financiera (ajuste contra el pueblo incluido), que es lo que efectivamente haría el gobierno de los Kirchner. No alcanzaba solo -fundamental- con denunciar la maniobra frenadora de Rodríguez Saá. Había que impulsar la lucha reivindicativa de los trabajadores y explotados para agotar cualquier ilusión en el nuevo gobierno y colocar a las masas en pie de lucha.

Para ello era fundamental impulsar una dirección política del proceso revolucionario, para mostrar al movimiento multitudinario de lucha de las masas la existencia de un centro político independiente de las variantes de salvación del régimen, que estaba sometido a la presión de “que se vayan todos”. Ayudar a superar la acción desorganizada de la tremenda irrupción de masas. Logramos tempranamente, el 22 de diciembre, que se armara un acuerdo entre IU, el FOS y el PO en torno de una declaración común que llamaba a convocar a una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados, partidos de izquierda, movimientos piqueteros, sectores sindicales combativos y toda organización de lucha (estaban naciendo las Asambleas Populares en los barrios) que estuvieran enfrentando la continuidad gatopardista del sistema económico-social-político de descomposición capitalista. Era necesario estructurar una convocatoria, lo más unitaria posible, que pudiera impulsar la organización de masas y la creación de una alternativa de poder.

Se dieron algunos pasos que tuvieron repercusión pública, como la movilización unitaria del 1° de enero sobre el Congreso, en oportunidad de la asunción de Duhalde, que enfrentó y derrotó los intentos violentos de una gran patota peronista para echarnos de la calle.

Pero IU solo quería un acuerdo para conformar una alternativa electoralista (y con sectores de la centroizquierda) para eventuales elecciones en 2003. No un comando político para reforzar una intervención independiente de las masas en lucha y una salida obrera.

Nuevo desarrollo del Bloque Piquetero

Desde antes de la marcha piquetera del 5 de diciembre, las fuerzas que habían conformado el Bloque Piquetero habían convocado a un nuevo plenario para el sábado 22 de diciembre, después de la realización de la planificada marcha del 20. Esta tenía como objetivo inicial defender el programa de la segunda APN y convocar de inmediato al tercer Congreso Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados. La fecha de dicho plenario se mantuvo, a pesar del estallido del Argentinazo. Era más importante que nunca y se transformó en el Primer Plenario del Bloque Piquetero Nacional. Allí se aprobó una declaración en la que se llama a todos los trabajadores y organizaciones obreras y, particularmente a las que integran la APN, a ganar las calles por un programa reivindicativo. Se plantea impulsar la constitución de Asambleas Populares en barrios y distritos. Y se reitera la necesidad urgente de convocar a la tercera ANP, votándose un plan de movilizaciones.

Hubo sectores que fueron partidarios de colocar ya la fecha de la tercera ANP. Se resolvió no convocarla directamente: planteamos la necesidad de una campaña, agotando las posibilidades de intervención con la CTA y la CCC -a pesar de su sabotaje a las jornadas de lucha anteriores- para ver si podíamos sumarlos en las nuevas condiciones políticas del Argentinazo. Y darle mayor fuerza y amplitud a la convocatoria.

Finalmente terminó convocándose para la primera quincena de febrero.

Balance

Sectores de la izquierda democratizante suele colocarnos el mote de que somos autoproclamatorios para impugnar nuestros planteos políticos. Pero en cualquier balance real que se realice sobre la experiencia que llevó al Argentinazo puede verse que el PO batalló como nadie para constituir un frente político-reivindicativo apelando a diferentes formas (con los partidos de izquierda, con las organizaciones piqueteras, etc.).

El rechazo a las diversas iniciativas ha provenido siempre de la izquierda democratizante. Empujada por su tendencia electoralista, trataba de imponer candidaturas, saboteando el desarrollo de un frente de lucha.

El papel de las Asambleas Populares

Desde antes del estallido del Argentinazo planteamos la perspectiva de convocar a la organización de Asambleas Populares en los barrios y distritos. Pero con el Argentinazo, estas dieron un salto importante incorporando a amplios sectores de las capas medias. Defendimos su constitución contra sectores ultras que las repudiaban porque decían que eran pequeñoburguesas, por defender los depósitos de los pequeños ahorristas. Enfrentaban al enemigo común del capital financiero con la movilización y la barricada callejera.

Jugaron un papel protagónico de primer orden con el cacerolazo que terminó con la renuncia de Rodríguez Saá. No solo impulsaron el cacerolazo, sino que organizaron manifestaciones y barricadas (piquetes) en los barrios, primero, y luego marcharon masivamente a Plaza de Mayo. Fuimos protagonistas -junto a otras corrientes y masas independientes- de su constitución. Fomentamos la tendencia a su centralización en la Interbarrial de Parque Centenario, lo que las convirtió en un nuevo factor político nacional. El cacerolazo nacional convocado por la Interbarrial para el 25 de enero fue un gran éxito.

Las Asambleas Populares superaban así el “carácter espontáneo” que la burguesía, Zamora y sectores anarquistas y oportunistas pretendían darle, resignándolas a espacios de deliberación y expresión. Impulsamos que la Interbarrial votara un programa de independencia frente al gobierno y se planteara un curso de movilización revolucionaria (Asamblea Constituyente, huelga general, etc.), dándole forma al planteo de “que se vayan todos”.

Nuestra orientación general era que se transformarán en órganos de lucha de las masas y no en centros de debates ideológicos o estratégicos.

Siendo evidente que se trataba de organizaciones de lucha policlasistas (a diferencia de las organizaciones piqueteras), buscamos fortalecer un ala proletaria y su alianza estrecha con el movimiento piquetero combativo e independiente. La consigna “piquetes y cacerolas: la lucha es una sola” fue bandera de las Asambleas Populares. ¿Por qué no llego a concretarse?

Esta tendencia fue bloqueada desde adentro y afuera de las Asambleas Populares. Por un lado, el gobierno centroizquierdista de la Ciudad de Buenos Aires, que pugnaba por transformarlas en “uniones vecinales”, cooptadas a los Centros de Gestión, para administrar problemas barriales. También buscaban subordinarlas a la centroizquierda con eje en sus planteos anticorrupción. Hubo un ataque organizado contra la aprobación de consignas revolucionarias y de lucha. Acompañadas de campañas macartistas para excluir a la izquierda o dividir las asambleas. El PCR tuvo también una actitud de ataque al carácter independiente de las asambleas, promoviendo “multisectoriales” superestructurales con sectores burocráticos y burgueses.

Pero, quizá, la oposición más larvada fue la de la izquierda democratizante. IU pretendía la “unidad” de los “piquetes y las cacerolas”, pero subordinada a la política electoralista y al intento de formar un frente de izquierda-centro. Es decir, quitándole todo filo revolucionario.

El debate estratégico en la izquierda se repetía nuevamente en el terreno de la lucha de las Asambleas Populares (ver capítulo del 1° de Mayo).

La Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados

La deserción de la CCC y de la FTV-CTA dejó a los movimientos piqueteros sin dirección común en mitad de la rebelión popular del Argentinazo. La intervención del Bloque Piquetero en las jornadas revolucionarias permitió la continuidad del movimiento piquetero. El Primer Plenario del Bloque Piquetero del 22 de diciembre retomó esa continuidad de lucha independiente.

El 15 de enero, 5.000 piqueteros del Bloque Piquetero marchaban hacia los ministerios reabriendo un curso político de lucha, como alternativa a las tendencias burocráticas y oportunistas que habían entrado a la “concertación” armada por la Iglesia con el gobierno de Duhalde.

Finalmente, se convocó a la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados (ANT) para el 16 de febrero, que fue sostenida con un plan de lucha. Fue un gran avance. Participaron físicamente 8.000 piqueteros: se elaboró una declaración de principios que retomaba la continuidad de la lucha piquetera y un plan de lucha nacional. Lamentablemente, sectores de la izquierda minoritarios jugaron un papel provocador, pretendiendo usar la asamblea como un torneo de divergencias ideológicas y de intrigas. Fueron sancionados por la masa de asambleístas que repudiaron su actitud. El PTS usó la asamblea como tribuna facciosa y al final se negó a reconocer las resoluciones votadas al igual que integrarse. El plan de lucha tuvo su epicentro en la Marcha Nacional de Trabajadores “Por pan y Trabajo. Que se vayan todos”, que se hizo entre el 11 y 15 de marzo. Corrientes como el MST y el PTS boicotearon todas las actividades, pero la repercusión nacional que tuvo los hizo venir a último momento al acto de culminación de la misma (para encubrir su parálisis y obtener algún rédito mediático). El 28 de marzo, la Mesa Nacional del Bloque Piquetero decidió excluir de sus filas -por unanimidad- al MST no solo por no existir como realidad, sino por transformarse en un quintacolumnista que calumniaba ante las Asambleas Populares a la mesa del Bloque Piquetero y su actividad.

1° de Mayo

El nuevo plan de movilización votado contemplaba la realización de un gran acto de lucha el 1° de Mayo en la Plaza de Mayo. Se invitaba a todas las organizaciones de lucha de las masas a participar: a las Asambleas Populares, al movimiento estudiantil, a los ahorristas, a todo el pueblo explotado. Para avanzar en la constitución de un frente de lucha. Nuestra perspectiva era avanzar en la lucha por echar a Duhalde y convocar a una Asamblea Constituyente soberana.

Pero esto fue saboteado por IU, teniendo al MST como principal fuerza de choque -que apeló a todo tipo de maniobra provocadora- para impedir un acto unitario convocado por el Bloque Piquetero. El trasfondo de esta posición era la orientación electoralista de IU que hundió la tendencia natural a la unidad con los piquetes por parte de las Asambleas Populares. Finalmente, hubo tres actos del 1° de Mayo: el de IU en el Obelisco, el de la CTA en Congreso y el convocado por el Bloque Piquetero en la Plaza de Mayo, que se transformó, por lejos, en el acto central y mayoritario, con la participación de los piqueteros, numerosas Asambleas Populares y otros. Se sumaron nuevos sectores piqueteros, el más importante fue la Aníbal Verón.

Una nueva ANT siguió profundizando el reagrupamiento piquetero combativo y votó un plan de lucha que tenía como uno de sus epicentros el corte de puentes de la provincia a Capital el 26 de junio. Como es conocido, el gobierno de Duhalde quiso provocar una derrota importante que hiciera refluir al movimiento piquetero independiente. Se montó un operativo policial-militar (con Gendarmería y Prefectura Marítima) que desarrolló una fortísima represión con numerosos heridos y los compañeros Kosteki y Santillán asesinados.

El MST, en forma facciosa, boicoteó la jornada. La CCC, igual que en el Argentinazo, estuvo ausente. Las ausencias se debían no a errores de apreciación, sino a orientaciones políticas divergentes con la puesta en pie de un frente de lucha clasista independiente.

El tiro le salió por la culata a Duhalde. En lugar de producir una derrota histórica e introducir la división y desmoralización en la masa de lucha piquetera, generó el repudio nacional, las manifestaciones realizadas en los días siguientes fueron imponentes. Duhalde tuvo que echar lastre y adelantar la convocatoria electoral para principios de 2003.

Interpretaciones y balances

No he usado citas pretendidamente demostrativas (las hay a montones) del balance que aquí se ha volcado. Sino debatir sobre las políticas y las estrategias (con los balances) desarrolladas por la intervención de la izquierda en la histórica lucha del Argentinazo. Me he referido solo a los problemas centrales que se plantearon, a las políticas concretas que llevaron adelante las diferentes corrientes.

Muchas corrientes de izquierda plantean que el Argentinazo fue -parafraseando a los bolcheviques rusos respecto de la revolución de 1905- un “ensayo general” de la próxima revolución en la Argentina. También varias corrientes afirman sobre la necesidad de aprender y superar los errores cometidos en 2001. Pero, en general, no salen de plantear que se notó la ausencia de un partido revolucionario con peso de masas que dirigiera el proceso hacia el triunfo. No explican por qué no había y qué política debería haber desarrollado concretamente.

La CTA levantó su compromiso para marchar el 20 de diciembre porque caracterizó que estaba en marcha un golpe. Veinte años después, la derecha de la UCR y del PRO siguen planteando lo mismo. No distinguen entre movimientos golpistas y estallidos revolucionarios de masas. Como si en todo proceso de cambio revolucionario no hubiera fuertes divisiones -y lucha por el poder- en las clases dominantes (revolución rusa en febrero 1917, etc.). Sino, no habría planteada una situación de lucha por el poder. Esa división en las alturas es una condición necesaria para incitar a la acción revolucionaria de masas.

La CCC, siguiendo a la CTA, justificó su ausencia en que se estaba frente a una provocación de los “servicios” para masacrar a los piqueteros. Pero, pasado el primer momento, ha lanzado un operativo de cuño stalinista-orwelliano de falsificación sobre los hechos, sobre su rol en ese período y el mismo 20 de diciembre. Se trata de un verdadero “relato”. En su semanario Hoy (1°/12/2021) afirma sin ningún rubor que: “El 20 de diciembre se realizó la jornada nacional de lucha convocada por las organizaciones participantes en la Asamblea Piquetera, a propuesta de la CCC. Ante la imposición del estado de sitio, en el Gran Buenos Aires, esa jornada se realizó en el propio conurbano, por parte de la CCC, que sufrió heridos de bala y detenidos por violentas represiones en La Matanza y en Pilar; también hubo delegaciones que marcharon desde el Gran Buenos Aires a la Capital a participar allí en los combates…”. La presencia de individuos que fueron por su iniciativa de lucha es considerada como “delegaciones”. Ya en la segunda nota, a la semana siguiente (9/12/2021), el Hoy plantea que en la lucha callejera en el centro de la Capital (a la cual decían que no habían podido llegar) “tuvieron importante protagonismo compañeros de la JCT, el PCR, la Cepa, el MUS y la CCC”. Y encima critican a las organizaciones que sí estaban: “empujaban marchar encolumnados con grandes pancartas y carteles, mostrando estar más preocupados por la escenografía, que por la efectividad de la lucha popular”. Más todavía, el articulista-“relator” ofrece como prueba la transcripción de un texto interno de febrero de 2002, destinado a la “formación” de los cuadros de la CCC, donde se critica a “esa izquierda que entiende que la revolución es un paseo con una movilización al centro y así se toma el poder”.

Pero más allá de estos “relatos” autofalsificados, es interesante el capítulo de balance que sacan y que reproduzco a continuación: “Por qué no se pudo imponer un gobierno” (subtítulo subrayado en la nota de Hoy): “El Argentinazo abrió una nueva situación. No se pudo avanzar más, en primer lugar, porque el movimiento obrero llegó dividido y dirigido mayoritariamente por fuerzas que, en las jornadas decisivas del 19 y 20 de diciembre, desmovilizaron a sus organizaciones. En segundo lugar, no hubo un centro coordinador, la mayoría de las direcciones de las fuerzas populares, incluso las que se definen como de izquierda, rechazaban el camino del Argentinazo, ilusionadas con el camino electoral. Fueron sorprendidas por el Argentinazo”.

Estos dos puntos, aunque imprecisos, son básicamente correctos. Las burocracias sindicales mantuvieron bloqueada la intervención organizada del movimiento obrero no solo el 19 y 20 de diciembre, sino todo el período previo de la crisis que hundió en la miseria al pueblo. Y también después del Argentinazo, permitiendo que terminara pasando el superajustazo de Duhalde contra el pueblo: devaluación monetaria, inflación, etc. Con estas direcciones burocráticas quería el PCR reconstituir una “mesa de enlace”.

Segundo: efectivamente no hubo un centro coordinador porque el PCR-CCC, siguiendo a la FPV-CTA, había roto la Mesa de la Asamblea Nacional Piquetera, que venía coordinando al conjunto del movimiento piquetero y atrayendo a sectores combativos del movimiento obrero. Y también siguiendo al FTV-CTA levantó la movilización para la jornada -votada de común acuerdo por la mesa piquetera- para el mismo 20 de diciembre. Se “preparó” para el Argentinazo durante cinco años, pero clavó la cita. Esto no fue producto de malas “informaciones” recibidas, como afirman, sino de una caracterización y una orientación política ajena a una política de independencia de clase.

Otro elemento del balance presentado en el mismo Hoy (8/12/2021) es sobre el “resurgimiento de la corriente nacionalista” en las Fuerzas Armadas que habría “neutralizado” las posibilidades represivas contra el pueblo. Es un embellecimiento gratuito, típico de quien ha buscado, durante décadas, la confluencia con sectores militares pretendidamente nacionaloides. Y muchas veces de los más reaccionarios, antiobreros y macartistas (Seineldín). Una corriente nacionalista habría intentado salir a la calle junto al pueblo sublevado. Los militares no salieron de sus cuarteles por un sentido elemental de preservación. La marea humana combativa los habría escisionado si intentaban reprimir. La burguesía no presionó para enviarlos a reprimir, para preservar su unidad en apoyo al régimen. Prefirió buscar otros medios “políticos” para tratar -habiendo fracasado el estado de sitio, decretado por De la Rúa, pero pedido insistentemente por el gobernador peronista Ruckauf y otros gobernadores del mismo palo- de contener y encauzar la rebelión del Argentinazo.

Por último, no faltaba en este “balance” el planteo elemental, autoproclamatorio, que también justifica su política proburguesa actual:

“En cuarto lugar, se demostró la necesidad del crecimiento de las fuerzas clasistas y combativas del movimiento obrero y de las corrientes democráticas, anti-imperialistas y antiterratenientes en el movimiento popular. Esto, así como la necesidad del crecimiento numérico y organizativo del PCR y de su preparación, mantiene toda su vigencia, para avanzar en el camino revolucionario y más temprano que tarde dar vuelta el viento a favor del pueblo y de la patria.”

El frente con el kirchnerismo y la Cámpora, pagadores seriales de la deuda “pública” y del ajuste contra el pueblo ¿es parte de ese fortalecimiento de las corrientes democráticas, anti-imperialistas y antiterratenientes? La represión y los desalojos contra los ocupantes de tierras en Guernica, ¿fortalece las corrientes democráticas? ¿Por qué no estuvo el PCR-CCC en la masiva marcha del reciente 11 de diciembre contra el acuerdo y por la ruptura con el FMI que impulsó el FIT y un importante frente de organizaciones que se reclaman de la lucha anti-imperialista? Sí estuvo el día anterior, junto a Cristina, Máximo Kirchner y Alberto Fernández, apoyando una negociación “justa” del ajuste contra el pueblo que está imponiendo el FMI y ejecuta el gobierno.

La intervención política y en la lucha de clases del PCR-CCC después del Argentinazo se ha derechizado aceleradamente (apoyo a Rodríguez Saá, tregua con Duhalde, participación con los terratenientes agrarios en la defensa de los “derechos del campo”, etc.). Hoy comprometidos e integrados al frente defensor del régimen del ajustazo antipopular.

Las anteojeras programáticas stalinistas que los llevan a buscar un frente con una burguesía nacional anti-imperialista para llevar adelante una “revolución patriótica” -¿contra el gobierno en cuyo frente participa el PCR?- les impide incluso el elemental deber de un marxista: una caracterización de clase de la situación política.

La orientación general del MST en todo el período en torno del Argentinazo fue la de una corriente centrista, con desconfianza hacia una salida revolucionaria y de claro tinte electoralista. Esto, en primer lugar, ninguneando el rol protagónico central que jugó el movimiento piquetero. En sus balances, en la explosión “espontánea” (es de las corrientes que más insiste en esta caracterización que obvia de analizar cómo se llegó subjetiva y concretamente al Argentinazo) tuvieron un rol esencial las Asambleas Populares, que prácticamente no existían y que se crearon después del Argentinazo.

En un balance sobre el Argentinazo, publicado recientemente (“Hechos, claves y debates de un ensayo general”, Alternativa Socialista, 1°/12/2021), haciendo somera referencia al proceso previo al Argentinazo nos habla del “creciente proceso de movilización social de gran parte de los distintos sectores de la sociedad” (ahorristas, sindicales, etc.), colocando en forma totalmente subordinada a los piqueteros (“corte de rutas y calles por parte del movimiento de desocupados que luego se convertiría en un potente movimiento piquetero”). ¿Luego? El movimiento piquetero es precedente al Argentinazo, fue central en la oposición de lucha de las masas contra el gobierno aliancista y galvanizó la resistencia popular: ¡la Argentina se fue haciendo piquetera!

El MST entró tarde y superficialmente a la lucha por la centralización nacional y la proyección política del movimiento piquetero en la ANP. No constituyó originariamente la fundación del Bloque Piquetero Nacional que tomó y continuó las banderas de la ANP abandonadas por la CTA y la CCC. Desarrolló con toda saña una lucha facciosa en el seno de las Asambleas Populares contra los piqueteros. Que llevó incluso a que organizara -con todo tipo de maniobras espurias-, el 1° de Mayo de 2002, un acto paralelo al convocado, en Plaza de Mayo, por las organizaciones piqueteras y la mayoría de las Asambleas Populares. El balance del MST dice que después del Argentinazo “el movimiento de masas mantuvo por más de diez meses consecutivos una movilización constante y dio los primeros pasos para su auto-organización en las asambleas barriales”. Obviando, ni más ni menos, la gran marcha piquetera del 26 de junio del 2002 que fue ferozmente reprimida por el gobierno de Duhalde con el asesinato de Kosteki y Santillán. La formidable reacción popular nacional canalizada por los piqueteros, hundió los planes abiertamente continuistas de Duhalde. Para frenar la radicalización en ascenso, tuvo que echar lastre y adelantar la convocatoria electoral. Muchísimas Asambleas Populares fueron a la jornada de lucha del 26 de junio. El MST no (igual que la CCC). Pero la causa de todo esto no es una cobardía física -se trata de una organización militante-, sino su orientación política electoralista, que lo llevaba a enfrentar el combate por crear una alternativa política de lucha en torno del movilizado movimiento piquetero. En la II Interbarrial Nacional de las Asambleas Populares, realizada en agosto, el MST votó en contra de todas las mociones mayoritarias, que colocaban el centro en la denuncia en las elecciones convocadas por Duhalde y la necesidad de confluir con el movimiento de fábricas ocupadas y el movimiento de lucha piquetero. El eje de la actividad del MST giró en torno de una campaña para que Luis Zamora asuma la candidatura central de una “postulación de la izquierda como una alternativa de gobierno”. El plenario de Lanús, donde una asamblea piquetera con la presencia de 1.000 delegados, votó la movilización del 26 de junio a todos los puentes entre provincia y Capital, como parte de un plan de lucha, el MST no solo lo boicoteó, sino que envió una brigada de compañeros que se dedicó a juntar firmas para presionar a que Zamora acepte su nominación como candidato del frente electoral que querían constituir. (Al mismo tiempo, IU estaba negociando la constitución de un frente con Alicia Castro (Frente para el Cambio, Farinello, etc.). Esta orientación fue la viga maestra del MST, que colocó el centro de su accionar en el electoralismo, inevitablemente de carácter frentepopulista, al que pretendía subordinar, en definitiva, la lucha de clases obrera y popular. Lo llevaría, años más tarde, a integrarse a Proyecto Sur, de Pino Solanas; a un frente con el hoy cambiemista Juez, en Córdoba, etc. Incluso impulsó una oposición activa a la formación de un frente de independencia obrera y a la formación del Frente de Izquierda (FIT) en 2011.Trató que se disolviera en Proyecto Sur. Recién cuando todas las tendencias centroizquierdistas nacionalistas burguesas y frentepopulistas fracasaron y se hundieron como parte de la marcha de la crisis y su disgregación en torno de las variantes centrales de la burguesía, es que el MST se acercó al FIT. Hoy en día lo integra. Pero no se trata solo de la falta de un balance autocrítico de su política en el pre y post Argentinazo, sino que hoy, dentro del FIT, plantea que hay que “renovar” la orientación del mismo, integrando a “personalidades” en un nuevo guiño centroizquierdista (lo que lo llevó incluso a presentarse en internas diferenciadas dentro del FIT).

El PTS ha tenido una intervención protagónica marginal en el proceso que llevó al Argentinazo. Su defecto más destacado es su oposición militante (sectaria-facciosa) a una real actividad de frente único y, especialmente, su militancia antipiquetera, que mantiene hasta el día de hoy. En una reciente nota (“Causas y consecuencias de 2001”, 3/12/2001) hace un balance de tipo objetivo, donde están totalmente ausentes los factores subjetivos. Fundamental, para un análisis no sociológico, sino militante-revolucionario. En la misma afirma que es fundamental “tener memoria de 2001 (…) para que se critique y supere”. Correctísimo. Pero ¿cuál es la crítica y cuál la propuesta de superación que hace PTS? Eso está ausente. En sus balances, el PTS solo señala las “limitaciones” -ausencia de la clase obrera ocupada, explicando la importancia “sociológica” de su lucha-, pero no cómo se trató de superarlos, no el proceso vivo que generó una fuerte lucha política. En un artículo para la revista Nueva Sociedad (diciembre de 2021), el mismo columnista del PTS coloca una cita trascendental de un libro del historiador Julio Godio: “Con el fin de impedir el agravamiento de la crisis política, la CGT y la CTA procuran que los trabajadores ocupados no converjan con los movimientos de desocupados o piqueteros…”. Lo transcribe a Godio, pero eso no es analizado por el PTS. No hay una palabra sobre la intensa lucha que se desarrolló en tal sentido. Lucha, no de palabra, sino por medio de la acción directa y las iniciativas políticas clasistas, tomando como protagonista a la clase obrera piquetera desocupada para romper el bloqueo burocrático-peronista-centroizquierdista a las iniciativas y organizaciones construidas por la lucha (ANP, ANT, etc.). Y los pasos que se pudo avanzar en ese sentido (ferroviarios del Sarmiento, Sutebas, Metrovías, etc.).

¿Puede haber un nuevo Argentinazo?

Seguro. Aunque la historia no se repite de la misma forma, todos los ingredientes de la creciente y pavorosa crisis económica y social (al borde del default y la hiperinflación, etc.) y la descomposición de las fuerzas políticas burguesas (retroceso político-electoral peronista y del frente derechista, división de estos bloques, etc.) así lo evidencian. Falta completar, avanzar, desde el punto de vista de la intervención protagónica de las masas trabajadoras y explotadas.

No podemos -ni debemos- sentarnos a esperar la irrupción de lucha de la clase obrera y los explotados.

Debemos impulsarla, organizarla y preparar subjetivamente la alternativa de dirección. Que no surge automáticamente, cuando se produce la explosión de lucha de masas, sino en todo el proceso de resistencia que va preparando la misma.

La constitución del FIT y su progreso como alternativa electoral y política independiente de clase de los trabajadores es un importante gran paso adelante. El Frente Unico de la izquierda y los sectores combativos del movimiento obrero y los explotados es una herramienta central. No solo en el FIT. Sino también en la constitución de la Unidad Piquetera. Y del Plenario Sindical Combativo. Pero en la cancha se ven los pingos. No se nos debe escapar que las corrientes no han sacado un balance de su intervención en el proceso del Argentinazo. Y que aquellos problemas continúan vigentes. El FIT-U es un frente único ubicado en el campo de la independencia de clase, pero en el que conviven posiciones contradictorias y perspectivas divergentes. El gran desafío es proyectar al FIT-U a todos los terrenos de la lucha de clases y remover las tendencias al electoralismo, a políticas de colaboración de clases o al aliento a frentes difusos, donde quedan desdibujadas las fronteras de clase. Es necesaria la convocatoria a un Congreso del FIT-U en común, para ayudar a crear una polarización política diferente en la Argentina, teniendo a la izquierda como abanderada de lucha y movilización, y permitiendo atraer a organizaciones activistas. Como sucedió en la reciente marcha unitaria del 11 de diciembre contra el acuerdo del gobierno con el FMI. Donde se ha logrado reunir a un centenar de organizaciones políticas, sindicales, piqueteras, estudiantiles y populares para ir a la lucha.

Debemos profundizar en el balance del Argentinazo.

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