A 20 años del Argentinazo: la vigencia de la rebelión popular

Movimiento piquetero: del Argentinazo al resurgimiento actual

Rebelión contra los punteros, crisis capitalista y lucha de clases

El movimiento piquetero fue una reorganización de la clase obrera argentina y su capacidad de lucha, luego de la derrota de las huelgas estatales que enfrentaron al menemismo en una primera etapa (ferroviarios, telefónicos), la aplicación de las privatizaciones y el ciclo de fuerte ascenso de desempleo y pobreza que impactó sobre todo desde 1994. En momentos de desocupación masiva, y con los sindicatos bajo el control de una burocracia sindical fuertemente colaboracionista, la acción obrera se dotó de nuevas organizaciones de lucha. Las organizaciones del movimiento piquetero han retomado métodos de acción directa en la lucha y de deliberación obrera (asambleas, delegados revocables) que remiten directamente a las experiencias de los activistas obreros que impulsaron su creación. Las puebladas contra el hambre fueron marcando el nuevo ciclo de la lucha de clases, como el Santiagueñazo de 1993, que fue un verdadero levantamiento contra todas las sedes del Estado y los distintos partidos patronales. En 1994 y 1995 empezaron los procesos de organización de desocupados en Neuquén, como resultado directo del tendal de desocupados que dejó la privatización de la petrolera estatal YPF y con base en el activismo que había recuperado la seccional del sindicato de la construcción provincial en la década del ’80 y en los partidos de izquierda, conformando una Coordinadora de Desocupados que debió enfrentar detenciones y persecuciones. Para 1996 se daban las primeras experiencias de organización en el conurbano. Se fueron sucediendo piquetes y puebladas cada vez más virulentas con eje en los centros petroleros que habían sufrido despidos masivos como Tartagal y Mosconi en Salta o Cutral-Có en Neuquén. Todo esto ha sido estudiado y reflejado con precisión por Luis Oviedo en su libro Una historia del movimiento piquetero. No vamos a reproducir aquí su reconstrucción de los primeros pasos de este movimiento de lucha y sus fundamentos políticos. Recomendamos su lectura a todo militante, a todo luchador del movimiento piquetero y a todo estudioso interesado en el fenómeno.

El movimiento piquetero ha sido la respuesta de una fracción masiva de la clase obrera argentina a una instalación permanente de la desocupación, la pobreza y el hambre para una parte significativa de sus integrantes. Conviene dar algunos datos para reseñar el carácter estructural de este fenómeno. El desempleo en 1983 era de un 3,9%. Luego de una década de crecimiento relativamente lento pero sostenido, en 1994 llega a un 10,7% y no baja de un 10 por ciento por más de una década, con un pico en mayo de 2002 de un desempleo oficial de 21,5%. En la década kirchnerista hubo una recuperación del empleo que nunca llegó a recuperar los niveles de principios de los ’80, con un punto más bajo de 6,4 en el cuarto trimestre de 2013. El desempleo oficial de 2021 es del 9,6%, aunque esta cifra puede parecer describir una mejor situación que la que efectivamente se está atravesando. Sumando a los subocupados y demandantes de empleo, que el Indec no considera desocupados pero que son parte del universo de la precarización, informalidad y pobreza, la situación se asemeja más a la crisis de 2001 y 2002 que lo que se reconoce. La suma de desocupados y subocupados daba en 2001 el 29% y en 2002 llegó al 35%. En 2021 ya ha vuelto a subir al 26,6%. Para tener una idea de cómo impacta esto en los niveles de vida de los trabajadores podemos señalar que en octubre de 2001, dos meses antes de la rebelión popular, el 38,3% de la población estaba bajo el nivel de la pobreza, mientras que en el primer cuatrimestre de 2021 este índice ha llegado al 40,6% de la población. La desocupación y subocupación se ha vuelto un rasgo permanente, mientras crecientes sectores de los trabajadores ocupados caen bajo el nivel de la pobreza.

Incluso en el momento de mayor recuperación económica y de empleo del kirchnerismo, cuando se hablaba de “tasas chinas” de crecimiento económico, una fracción importante de los trabajadores no logró reingresar al mercado de trabajo formal y fue mantenida bajo el nivel de la pobreza. La extensión de formas de precarización laboral refuerza la pauperización de la clase obrera, que incorpora la posibilidad de pelear por el ingreso de alguna asistencia estatal o comer una comida en un comedor popular o merendero como estrategia para complementar el salario, que no cumple en muchos casos ni siquiera los niveles necesarios para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo del obrero. Este empobrecimiento de la clase trabajadora es parte de una tendencia internacional que se condice a la etapa declinante del capitalismo. La burguesía despliega todas sus estrategias para compensar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia con una mayor explotación. La desocupación masiva es funcional a generar una mayor presión contra los salarios, al mismo tiempo que un resultado de la extensión de las jornadas laborales y la intensificación de los ritmos laborales. En Argentina es innegable que esta pauperización ha sido el resultado de las políticas de sucesivos gobiernos que impulsaron reformas laborales y que promovieron formas de trabajo precario que debilitaron las conquistas laborales formales e hicieron crecer a la fracción de la clase obrera que no tiene acceso a estos. Esta realidad ha sido la base social para una continuidad de los movimientos piqueteros en los barrios del país, incluso cuando dejaron por un tiempo de ser el sector más dinámico de la lucha de clases. Como hemos planteado desde el Partido Obrero desde un primer momento, la acción de un movimiento de desocupados refuerza la unidad de la clase obrera. En vez de hacer una acción de presión contra el salario por la existencia del ejército de reserva de fuerza laboral, como Marx caracterizó a la población desocupada, el movimiento piquetero independiente ha sido sostén de cada conflicto obrero relevante en dos décadas de la lucha de clases del país, colocando la solidaridad de clase muy alto en el aguante de fábricas ocupadas y huelgas, ayudando a quebrar el aislamiento que la burocracia sindical instala contra el activismo combativo. El Polo Obrero en particular, como expresión del clasismo dentro del movimiento piquetero, ha tenido una conducta ejemplar de este principio de solidaridad de clase en veinte años de historia, poniendo el cuerpo para la conquista de las 6 horas del subte, sosteniendo a las fábricas recuperadas y las grandes huelgas fabriles. La dirección sindical burocrática ha rechazado organizar a los desocupados, luego de convalidar los procesos de reforma laboral, privatizaciones y despidos.

La existencia de una fracción creciente de los trabajadores fuera de la estructura sindical estatizada ha dado un peso creciente para su contención y subordinación al Estado al aparato de punteros barriales de los partidos patronales, que se fue ampliando y perfeccionando. Esto no fue por oposición a la burocracia sindical, sino que esta, principalmente mediante el PJ, ha sido parte de la organización de este entramado. Otros partidos, como la UCR o partidos provinciales, han construido sus propios aparatos asistenciales y punteriles. El PJ bonaerense, comandado por Duhalde como gobernador, ha sido considerado uno de los aparatos políticos más complejos que se hayan construido. El control de la recepción de la asistencia estatal a cambio de apoyo político llegó a niveles verdaderamente escalofriantes. Las manzaneras comandadas por su mujer, “Chiche” Duhalde, demandaban lealtad política para entregar los sachets de leche y bolsas de alimentos que distribuían manzana por manzana en toda la geografía del conurbano bonaerense. El PRO de Mauricio Macri, que surgió luego del Argentinazo en la Ciudad de Buenos Aires, fue construyéndose con fracciones de los partidos patronales preexistentes, incluidos muchos políticos del PJ (Rodríguez Larreta, Santilli, Ritondo) y sus punteros barriales.

La instalación del movimiento piquetero con fuerza en el conurbano a fines de los ’90 fue una lucha física con el aparato de punteros y manzaneras del PJ para conquistar la posibilidad de organizarse independientemente sin represalias. Como documenta el libro de Oviedo, en numerosos casos, la red de manzaneras fue subvertida y ganada por el naciente movimiento de lucha. La extensión y masificación del movimiento bajo el gobierno de la Alianza coincidió con una creciente diferenciación política en su interior. El programa del Congreso de Desocupados del Norte de Salta de 2000 fue un modelo para el Polo Obrero y otras organizaciones combativas, ya que trazaba una orientación de unidad de la clase obrera y de transformación social anticapitalista (impuesto extraordinario sobre las petroleras para satisfacer las reivindicaciones obreras). Las corrientes dominantes de la primera etapa del movimiento piquetero, la FTV-CTA y la CCC (orientada por el llamado Partido Comunista Revolucionario) impulsaron primero multisectoriales con sectores burgueses opositores, donde las reivindicaciones obreras quedaban subordinadas y postergadas para favorecer los planteos de cámaras patronales y la Iglesia, para luego pasar a integrar los llamados consejos de emergencia, que planteaban integrar a los dirigentes piqueteros a una decisión de reparto de migajas asistenciales en una cogestión entre los grupos piqueteros que aceptaban este camino junto a funcionarios del Estado, empresarios e Iglesia. La integración a estos organismos junto al Estado, así como la radicalidad de las acciones de lucha (pasos alternativos a los cortes) dominaban las polémicas en una creciente diferenciación en el movimiento.

Para el Polo Obrero, los planes sociales y la provisión de alimentos no era una salida a la desocupación. Articulaba un programa de transformación para terminar con la desocupación. Por un seguro universal al desocupado, creación de puestos de trabajo genuino (por oposición a los precarios y planes sociales -o sea, trabajo en planta permanente, bajo convenio colectivo), reparto de las horas de trabajo, planes de vivienda y obra pública estatales para crear empleo. La CCC y la FTV se limitaban a discutir la distribución de la asistencia que el Estado estaba dispuesto a distribuir. Más allá de las críticas a la política estatal, el Polo Obrero tomó tempranamente en sus manos la distribución de estas conquistas parciales y su distribución bajo control de las asambleas de desocupados y cuerpos de delegados revocables como un paso necesario en la lucha inmediata. La organización de comedores populares, cuyo sostenimiento se pasó a reclamar al Estado, fue reconocido como una forma de dar músculo a la organización naciente. Los planes sociales operan como un sostenimiento mínimo, un piso salarial de hecho que ha dado en los años a muchos reclamos de cámaras patronales que aspiran a poder pagar menos que lo que sectores han conquistado en concepto de asistencia social. Rechazando los métodos de presión para controlar la asistencia a las movilizaciones algunos movimientos piqueteros tomaron de los punteros patronales, el Polo Obrero ha logrado mediante el debate en asamblea y la formación de conciencia transformar las conquistas parciales arrancadas al Estado burgués en escalones de organización de un enorme movimiento de lucha contra el Estado capitalista.

La heterogeneidad del movimiento no impidió que las Asambleas Nacionales Piqueteras de 2001, realizadas en la Iglesia Sagrado Corazón de La Matanza, lograran unificar a todos los movimientos de lucha en planes de acción comunes, que verdaderamente colocaron contra las cuerdas al gobierno hambreador de De la Rúa.

Esta divergencia entre el clasismo y la colaboración de clase es una grieta que se fue reabriendo repetidamente en el movimiento piquetero a lo largo de los años. El Polo Obrero encaró esta pelea siempre desde la búsqueda del más amplio frente único posible para llevar adelante una lucha práctica por las necesidades de los trabajadores frente al Estado, nunca desde un ajuste de cuentas ideológico.

Frente a Duhalde: el Bloque Piquetero y las ANT

Una primera divisoria de aguas fue la negativa de la CTA y la CCC a darle una continuidad, negándose a convocar la tercera Asamblea Piquetera prevista para fines de 2001 y la continuidad de sus planes de lucha contra el gobierno de De la Rúa. Esto se hizo bajo el argumento de promover un ala centroizquierdista de recambio y un plebiscito para una reforma parlamentaria de asistencia universal de subsistencia (Frente Nacional contra la Pobreza -Frenapo). Esta orientación contraria a la tendencia a la rebelión popular se coronó con la ausencia de la movilización convocada en común para el 20 de diciembre bajo el argumento de no coincidir en un supuesto golpe comandado por Duhalde y los intendentes del PJ. Contradictoriamente, el gobierno de Duhalde encontró a estas mismas organizaciones en una Mesa de Diálogo Argentino, un “consejo de emergencia” de escala nacional, tratando de imponer una tregua y acaparar el reparto de la asistencia del Estado mediante su acuerdo con funcionarios e Iglesia. Se pretendía contener con una asistencia miserable a la peor crisis social de la historia argentina y el impacto conjunto de la devaluación, la recesión gravísima y el corralito, que había liquidado los ahorros de las capas medias.

El Polo Obrero reagrupó en el seno de la Asamblea Nacional Piquetera, el Bloque Piquetero Nacional con los sectores dispuestos a continuar los planes de lucha contra el gobierno y que rechazaron esta integración luego del Argentinazo. El Bloque fue el núcleo de importantísimos planes de lucha que se abrieron paso frente a la política de cooptación y represión y de la convocatoria de siete Asambleas Nacionales de Trabajadores Ocupados y Desocupados que articularon al movimiento piquetero combativo mediante el método de debate de delegados electos con mandato, todo un universo de sectores en lucha que despuntaron con la rebelión popular: asambleas populares, sindicatos y centros de estudiantes ganados por la izquierda, fábricas recuperadas por sus trabajadores frente a la fuga de sus patrones. Desde la ANT se coordinó con sectores que no participaban de ella, como la Coordinadora Aníbal Verón, el plan de lucha reprimido por el gobierno de Duhalde el 26 de junio de 2002, dando lugar a la Masacre de Avellaneda. Fue la reacción popular a esta represión, acaudillada por estas fuerzas, la que obligó a Duhalde a retirarse del gobierno y convocar una elección anticipada. Estas ANT fueron elaborando un planteo de fondo frente al gobierno de Duhalde y el recambio que encarnó Néstor Kirchner, defendiendo un planteo de independencia de clase y definiéndose por la pelea por un “gobierno de los trabajadores y el pueblo” como salida de fondo.

Mientras el PO promovió esta intensa lucha política en el interior del movimiento más dinámico que la clase obrera había visto en décadas, una parte importante de la izquierda se abstuvo de intervenir, despreciando el terreno de lucha de los movimientos de desocupados. Fue la posición del MST por un largo período (votaron, por ejemplo, en el Suteba Matanza antiburocrático en contra de la participación del sindicato en los cortes de desocupados del distrito) hasta que tardíamente salieron a constituir su propio movimiento con métodos de aparato y sin protagonismo político significativo en todo el período de luchas. El PTS ha mantenido su oposición al movimiento piquetero al día de hoy. Escudado en el rechazo a administrar las conquistas al Estado, desprecian la intervención en el movimiento existente. Equivaler arrancar conquistas al Estado a una integración a este es de un sectarismo político extremo. La actividad en los sindicatos, que el PTS no rechaza, implica una dedicación equivalente a pelear por el reconocimiento de las organizaciones existentes de parte del Estado, y su Ministerio de Trabajo y la homologación estatal de las conquistas logradas frente a las patronales. La condena a la militancia en el sector más oprimido de los trabajadores es un prejuicio pequeñoburgués y un abandono de la lucha política frente a las tendencias de colaboración de clases que se desarrollan en ese sector de los trabajadores. Si los sectores combativos del movimiento hubieran seguido la política del PTS hoy no habría ala independiente del movimiento piquetero. El PTS ha espasmódicamente organizado pequeños grupos barriales que no son parte de la lucha reivindicativa ni las acciones de masas del movimiento piquetero y que se han extinguido rápidamente.

Algunas corrientes han intervenido en el movimiento piquetero para luego pasar a plantear su disolución frente a la relativa recuperación económica de los años kirchneristas. Es el caso del MAS, que disolvió la FTC Nacional, la organización que dirigía, así como también de los planteos de Jorge Altamira -hace unos años- hacia el interior del PO cuando promovió un debate caracterizando que sectores del Polo habían dejado de constituir un movimiento de lucha para conformar una realidad puramente asistencial. Esta posición llevó en algunas regionales a su conclusión lógica, el cierre del Polo. El desarrollo posterior del Polo Obrero y el movimiento piquetero han desmentido estas posiciones con un gran protagonismo en la lucha de clases.

Los sucesivos congresos del Partido Obrero dieron una orientación al trabajo del Polo y caracterizaron un nuevo ascenso del movimiento de desocupados como consecuencia del impacto del ciclo de crisis capitalistas. El trasfondo de estos planteos evidentemente se basaba en considerar erróneamente que el capitalismo argentino estaba en tren de resolver el problema de la desocupación y el hambre y que, por ende, el movimiento piquetero no estaba jugado a tener un protagonismo en la próxima etapa.

Kirchnerismo, cooptación y después

Cuando fracasó el intento del gobierno de Duhalde de cooptación de un ala moderada del movimiento y masacre contra el ala combativa que trató de consumarse en el Puente Pueyrredón, el gobierno sucesor de Duhalde que encabezó Néstor Kirchner, y en particular el gobernador de la provincia de Buenos Aires Felipe Sola, dedicaron enormes recursos y energías a dividir y cooptar el movimiento piquetero que había conmovido el país. De conjunto, el movimiento surgido del Argentinazo no había podido ser derrotado. La imposibilidad de darle un cierre mediante la represión condicionaría toda una etapa política en la que el movimiento obrero no ha podido ser derrotado ni siquiera desmovilizado y en que la burguesía ha ejercido múltiples recules por el miedo a la rebelión popular.

Para el trabajo de contención crearon grupos nuevos patrocinados por funcionarios del Estado (Movimiento Evita) y buscaron ofrecer la división de movimientos locales contra las agrupaciones en las que se había dividido el movimiento, ofreciendo más planes y alimentos a quienes se abrieran de las organizaciones centrales. Luego de unos años de trabajo divisionista, lo que eran una decena de organizaciones habían llegado a ser un centenar. Kirchner se comprometió personalmente a actuar para colocar en la causa judicial por la Masacre de Avellaneda información reservada de los servicios de inteligencia que podría colocar tras las rejas a los autores intelectuales de la represión criminal. La promesa nunca se cumplió, pero la colaboración con el Estado dividió a la Coordinadora Aníbal Verón, que venía sosteniendo planteos autonomistas y basistas.

Kirchner encaró una política para el sector sobre la base de estabilizar un elenco de organizaciones sociales “propias”, en parte cooptadas (FTV de D’Elía, Barrios de Pie), en parte creadas desde arriba (Movimiento Evita, Frente Transversal). Congeló los planes sociales existentes en su monto y en nuevas incorporaciones, licuando los ingresos con la inflación. Para completar un ingreso los desocupados debían incorporarse a cooperativas de trabajo fuera de convenio, a destajo, que se realizaba en condiciones de fuerte explotación laboral para construir viviendas o instalar redes de agua. La CCC de La Matanza ha informado de paros realizados contra su dirección en la instalación de una red de agua por el pago miserable y las demoras persistentes en el cobro. Los microemprendimientos y cooperativas significaban el ingreso de fondos que pretendían corromper a una capa de dirigentes de las organizaciones que debían declarar lealtad al gobierno para mantener el flujo de fondos. Nunca constituyeron una vía real para completar un ingreso por encima de la línea de la pobreza, y la mayoría de los proyectos ni siquiera se materializaron.

Estas organizaciones sociales cooptadas dejaron de reconocerse como movimiento piquetero, o sea de acción directa, y buscaron una sobrevida como movimientos sociales oficialistas, compitiendo por los mismos recursos con punteros de gobernadores e intendentes que tributaban al mismo gobierno. El kirchnerismo en todo momento se apoyó alternativamente en la estructura tradicional del PJ y en los sectores cooptados que provienen de la centroizquierda y estos movimientos sociales, a veces apoyándose en uno contra el otro. La integración al Estado ha ido asemejando cada vez más a estos movimientos a los punteros contra los que se levantó el movimiento en su origen, tanto en el contenido de su política como en sus prácticas.

Con cierta recuperación económica basada en los altos precios de materias primas, el movimiento de desocupados pasó por unos años a un relativo segundo plano. Aunque efectivamente sube la tasa de empleo, la permanencia de un núcleo significativo de desocupación, subocupación, trabajo en negro e incluso un sector ocupado que busca complementar sus ingresos con la asistencia arrancada al Estado permanece. En esta etapa de reflujo no se sostiene la unidad de las ANT y el Bloque Piquetero. Las tendencias a la disgregación son múltiples. Por un lado, sectores que van confluyendo con el kirchnerismo. Por otro, sectores que no buscan una integración con las luchas del movimiento obrero ocupado en la nueva etapa ni darse otra proyección política, y se dedican a la administración de las escuetas conquistas de una etapa anterior (planes devaluados, bolsones de alimentos) y/o a orquestar choques con la policía aislados de cualquier movimiento de masas. Mientras, el Polo Obrero se esfuerza por empalmar con el clasismo que va recuperando sindicatos en la pelea por una nueva dirección del movimiento obrero.

Crisis capitalista y rebrote piquetero

La fuerte crisis capitalista internacional que se origina en 2008 sacude la situación. La crisis económica lleva al kirchnerismo a intentar cobrar retenciones mayores a la burguesía agraria para poder sostener los pagos de la deuda externa. Este conflicto da lugar a una ruptura en la burguesía argentina que viene siendo sostén del kirchnerismo. El fuerte conflicto “con el campo” ubicó a parte del movimiento piquetero en la órbita de la Sociedad Rural y el grupo parlamentario opositor que será la base para el futuro gobierno de Macri. Allí se alistan la CCC, el MST-Teresa Vive y el MTD de La Matanza de “Toti” Flores. Otros sectores hasta el momento independientes profundizan una integración con el kirchnerismo, como el MTL del Partido Comunista o sectores del MTD Aníbal Verón.

El Polo Obrero promueve un frente de organizaciones piqueteras que se mantienen independientes de ambos bloques y que organizan un acampe en la Plaza de Mayo por un pliego de reclamos frente a la desocupación y carestía que se vuelven a disparar. A diferencia de las carpas que la burguesía agraria había colocado frente al Congreso nacional, este acampe piquetero que se monta el 7 de julio de 2008 es reprimido con dureza por el gobierno de Cristina Kirchner, con decenas de detenidos y golpeados.

Cristina Kirchner enfrentaba serias grietas en su estructura de sostén político. Su vicepresidente Julio Cobos dio el voto en el Senado para enterrar la ley de retenciones al agro que había dado origen a la crisis política. El ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, participó de la lista opositora que derrotó a Néstor Kirchner en las elecciones parlamentarias de 2009. El ex jefe de Gabinete y actual presidente, Alberto Fernández, fue parte de esta fuga de oficialistas a la burguesía opositora.

El gobierno anunció, a la luz de esta situación, su más ambicioso plan social, el Programa Argentina Trabaja. Este nominalmente suponía la creación de centenares de cooperativas simultáneas cuyo sueldo era pagado por el gobierno independientemente del tipo de tarea que se realizase ni cualquier realidad productiva ni organizativa. Los ingresos eran diez veces superiores a los devaluados planes sociales. Como con los viejos planes sociales, el gobierno intentó usar estas cooperativas para reemplazar trabajo estatal con menores condiciones laborales y salariales. De conjunto, pretendía valerse de la asignación de miles de puestos en estas cooperativas ficticias para recomponer un aparato político de arriba para abajo, haciendo depender los ingresos de la fidelidad de gobernantes locales y organizaciones sociales a su política.

El Polo Obrero tuvo frente a esto una política audaz. Por un lado, impulsó el empadronamiento de miles de desocupados que estaban siendo excluidos del ingreso a estos puestos por la manipulación de los punteros. Por otro, impulsó un frente único para un plan de lucha muy intenso que se extendió por largos meses hasta lograr quebrar el bloqueo para el ingreso a quienes estaban organizados independientemente. En este proceso confluyó con organizaciones que habían roto en distintos momentos con el gobierno, como Barrios de Pie y la CCC. El plan de lucha tuvo un alto impacto político, con acampes de días enteros en las cercanías de la Plaza de Mayo o el Ministerio de Desarrollo Social.

La conquista del ingreso de miles de compañeros a este programa significó para el Polo una reorganización de todo su trabajo, la apertura de nuevos barrios e incluso provincias, fruto del empadronamiento. Un caso importante fue el de Misiones. El impacto de la crisis inmobiliaria de Estados Unidos en la industria maderera local generó una desocupación masiva. La iniciativa de tomar en sus manos el empadronamiento de desocupados de parte del equipo docente del PO de Eldorado dio lugar a una masiva organización en la provincia que tiene su epicentro en esa localidad.

Se desarrolló una crítica sistemática del fraude laboral de las cooperativas y el intento de usarlas para reemplazar tareas estatales. Se editó un boletín sindical con esta orientación, “En la cuadrilla”, que se distribuyó de a miles entre las cooperativas que limpiaban calles, plazas o reparaban escuelas.

Era, en esta orientación de organizar a los trabajadores precarizados que el Polo Obrero de la zona sur del conurbano, junto a otros grupos piqueteros, un sostén de las acciones de los tercerizados ferroviarios que reclamaban el pase a planta permanente. El Polo Obrero fue protagonista del corte de vías del 20 de octubre de 2010, atacado por la emboscada de la burocracia sindical ferroviaria donde fue asesinado Mariano Ferreyra y fue herida gravemente Elsa Rodríguez, dirigente del Polo de Berazategui.

La lucha por justicia por Mariano abriría un enorme campo político para la izquierda, desnudando la connivencia del kirchnerismo con el fraude laboral de la tercerización, el vaciamiento de los servicios públicos privatizados y subsidiados por el Estado, la burocracia sindical empresarial integrada al Estado y el uso de patotas como represión paraestatal. El capital político de esta lucha, la simpatía ganada de miles sobre esa base y la posición independiente sostenida frente a la crisis del gobierno con el campo, cuando gran parte de la izquierda se encolumnó detrás de los bloques patronales, fueron la base de la conformación y crecimiento del Frente de Izquierda y los Trabajadores desde 2011.

Los piqueteros frente al gobierno de Macri

El triunfo de Macri en 2015 significó un cambio de frente de la burguesía luego de doce años de experiencia de las masas con los límites del nacionalismo burgués para aplicar las medidas de fondo que reclama el capitalismo en crisis.

La derrota de Scioli respondió en gran medida a que el propio kirchnerismo venía llevando adelante el ajuste que las patronales y el imperialismo necesitaban, por lo que perdió el apoyo de parte de su base electoral. Macri propuso llevar adelante las reformas que reclamaba la burguesía: las reformas laboral, previsional e impositiva, la libertad del movimiento de capitales y el inicio de un nuevo ciclo abierto de endeudamiento. El kirchnerismo se adaptó a esa orientación de los capitalistas ofreciendo un candidato a la medida: Daniel Scioli. Pero ante la copia, ganó el original y se inició un gobierno de ofensiva directa contra los trabajadores.

El movimiento piquetero tuvo distintas posiciones frente a la emergencia de un gobierno “neoliberal”. El Polo Obrero basó su intervención en la lucha de clases tomado en su conjunto y no solo en sus propias luchas reivindicativas. Participó de los acontecimientos que sacudieron a la clase obrera, como la pueblada obrera en el Congreso el 14 y el 18 de diciembre de 2017 contra la rebaja de la movilidad jubilatoria hasta el acampe contra el hambre a fines de 2018 -que rompió “el clima post G20”, con el que, como dijeron varios medios nacionales, el gobierno se apoyó para augurar un diciembre en “paz”-, pasando por la enorme lucha del movimiento de mujeres por #NiUnaMenos y aborto libre, seguro y gratuito, los paros nacionales y sus piquetes contra la orientación desmovilizadora de la CGT y las ocupaciones de fábrica y huelgas como Siam, AGR o Interpack.

Macri siguió al kirchnerismo en la cooptación de organizaciones sociales y hasta lo institucionalizó mediante un pacto de paz social con el naciente Triunvirato Piquetero, también llamado trío de San Cayetano, por el apadrinamiento de la Iglesia católica y en particular el papa argentino Jorge Bergoglio a este bloque, conformado para promover la contención social. La CCC, el Movimiento Evita, que conformó la CTEP con otros grupos más pequeños y Barrios de Pie, más un conjunto de grupos de la llamada cuarta pata que sumaron su firma a la paz social, como FOL, FOB, FPDS, MTD. El pacto le garantizaba al macrismo “tres años de paz social”, según decía expresamente, a cambio de privilegios y asistencia en la relación con el gobierno “liberal”.

Con cientos de miles de planes y otras reivindicaciones, la CTEP agrupó a muchas organizaciones. Casi todas las que venían actuando independientemente (varios MTRs, 29 de Mayo) se colocaron “bajo el paraguas de los cayetanos”.

Esto bloqueo un frente de acción más amplio contra el gobierno de Macri, a pesar de lo cual el Polo Obrero comenzó a reagrupar a una serie de organizaciones como el MST Teresa Vive, el MTR Votamos Luchar, MAR, Cuba-MTR y, más tarde, la ruptura de Barrios de Pie.

El 14 y 18 de diciembre de 2017, el combate de las catorce toneladas de piedra contra la reforma previsional marcó el principio del fin del gobierno de Macri. El Triunvirato de San Cayetano y la burocracia de la CGT se encolumnaron detrás del peronismo de cara a las elecciones de 2019. Esto provocó la ruptura de Barrios de Pie, que se sumó al armado de Cristina con Victoria Donda y Daniel Menéndez, que forman Somos, y otro sector que empieza a formar parte de lo que es hoy la Unidad Piquetera y que políticamente está vinculado con sectores del peronismo opositor (Randazzo).

El Polo Obrero luchó por una alternativa política y de lucha callejera contra Macri y la catástrofe que nos dejaron los gobiernos de las últimas décadas, previendo la orientación antiobrera que efectivamente llevó adelante la derecha en el gobierno.

En 2018, durante la reunión del G20 que se desarrolló en el país, regía fuertemente el pacto de Macri con el triunvirato y las centrales obreras, y solo la izquierda y los movimientos y sindicatos combativos se movilizaron. Cristina Fernández en su fracasada contracumbre dijo, en un reclamo a la ingratitud de los capitalistas del país y el mundo por no respaldarla en la búsqueda de un nuevo periodo de gobierno, que fue ella la que convirtió “al movimiento piquetero en organizaciones sociales”, es decir en apéndices asistenciales del Estado. En este punto hay una coincidencia estratégica entre las distintas alas de la burguesía. La Iglesia y los principales diarios de la burguesía han alertado en numerosas ocasiones que el ajuste contra los trabajadores debe estar acompañado por un importante gasto asistencial del Estado para evitar un nuevo proceso de rebelión como el de 2001-2002. Estos fondos pretenden ser usados para domesticar al movimiento piquetero y transformarlo en un apéndice del Estado. El Triunvirato ha sido un intento de construir una burocracia piquetera estatizada a imagen y semejanza de la burocracia sindical de la CGT y CTA.

Esta contención social tiene patas de barro. La dinámica de la crisis capitalista es implacable y ha actuado para socavar la gobernabilidad de los sucesivos gobiernos.

La fuga de capitales precipitó el derrumbe del macrismo, de la mano del fracaso de la apertura económica y la crisis de la deuda, y mientras tenía plena vigencia el pacto con el triunvirato y por supuesto con la CGT. El Polo Obrero amplio el frente de lucha con desprendimientos del triunvirato y de lo que era la CTEP, hoy Utep, y lanzaba un plan de lucha con acampes de 24 y 48 horas que debieron enfrentar la represión policial para instalarse.

El acampe de 48 horas de 2019 obligó a todo el arco político nacional a pronunciarse y hasta se movilizó la CTEP, fue cuando el entonces candidato Alberto Fernández llamó a abandonar las calles y quedarse en casa, y en una sesión del Congreso la misma noche del acampe, se vota la emergencia alimentaria que duplicaba la asistencia a los comedores, tratando de darle un cauce parlamentario a parte de los reclamos de la movilización piquetera.

El Congreso de Punta Lara en 2019

La experiencia con el macrismo significó un enorme campo de delimitación política de la burocracia sindical, la Iglesia, el Triunvirato Cayetano, el gobierno, el Estado y los partidos patronales; lo que impulsamos fue el frente único y la unidad de la clase obrera ocupada y desocupada, que no fueron solo consignas.

Frente a la inminente derrota del macrismo, el congreso del Polo Obrero de noviembre de 2019 en la localidad bonaerense de Punta Lara fue una escuela de lucha política y reivindicativa para miles de nuevos luchadores, que hicieron una rápida experiencia en la lucha de clases contra la derecha en el poder.

La autoridad política y el lugar ganado por el Polo de hoy ante el gobierno de Alberto Fernández, que pacta con el FMI, fue ganada en la lucha contra el gobierno de Macri. Mientras el Triunvirato de San Cayetano se preparaba para entrar como funcionarios al gobierno ajustador de la burguesía y otros grupos vacilaban frente al nacionalismo burgués que se preparaba para ser gobierno, una vanguardia de mil delegados del Polo discutía en su congreso cómo salir inmediatamente a preparar la lucha contra el ajuste que estaba obligado a aplicar el nuevo gobierno patronal y a conquistar a las masas para esa tarea.

Nos preparamos en el Congreso de Punta Lara con esta caracterización:

El Congreso Nacional del Polo Obrero se desarrolla en las vísperas de asunción de un nuevo gobierno peronista -es decir del nacionalismo burgués- y en el marco de una crisis, social y económica excepcional, que forma parte de la crisis capitalista mundial, la fórmula Fernández-Fernández deberá abordar las tareas pendientes que dejó Macri y que reclama la clase capitalista de conjunto.

Las patronales reclaman la continuidad del ajuste en función de “equilibrar” las cuentas (déficit fiscal), lo que para los capitalistas significa un ajuste en el “gasto” del Estado, que incluye salud, educación, programas sociales, la pendiente reforma laboral, una nueva reforma previsional y la precarización laboral mediante las llamadas nuevas plataformas (Globo, Uber, etc.).

El telón de fondo de un nuevo gobierno peronista que, por otro lado, está atado con alambre entre los Massa, los K y los gobernadores, que formaron parte del ajuste de Macri votándole más de 100 leyes, deberá, por un lado, afrontar una deuda externa impagable y, por el otro, la expectativa de las masas obreras que lo votaron en masa con la expectativa de frenar el ajuste.

El candidato de la coalición conservadora entre el kirchnerismo, el PJ disidente de los gobernadores y Massa, que ganó las elecciones con un porcentaje menor al esperado, centró su campaña en los mercados, contra la calle y las luchas obreras, mientras apoyaba la especulación financiera (“el dólar a 60 es razonable”, dijo AF).

La cuestión central del gobierno de AF es la renegociación del acuerdo con el FMI, el presidente electo quiere seducir al capital y los especuladores financieros, nacionales e internacionales que reclaman poner en primer lugar la renegociación de la deuda externa, para garantizarse que el presupuesto nacional tenga esa prioridad y postergar las aspiraciones y las necesidades populares.

Esta caracterización le permitió al Polo desarrollar una política de frente único y enfrentar tempranamente y sin ninguna ilusión al gobierno ajustador del Frente de Todos, que integró al peronismo unido. El frente piquetero que constituimos se opuso por el vértice a la política de conciliación de clases que lleva adelante el Triunvirato.

El movimiento piquetero procesó una intensa diferenciación en dos campos frente al gobierno peronista. Los que se integraron al gobierno en secretarías de Estado de varios ministerios, como el Evita, Somos (ex Barrios de Pie) y la CCC, integrando el bloque de diputados del gobierno ajustador.

El inicio del gobierno del Frente de Todos marcó su rumbo antes de la catástrofe de la pandemia, cuando modificó a la baja el cálculo de la movilidad jubilatoria y rápidamente acordó con los bonistas privados.

Desde su inicio, el pacto del gobierno con la CGT, la UIA y los cayetanos se expresó en la rúbrica en el Consejo del salario mínimo vital y móvil de un mínimo de indigencia en las tres oportunidades en las que se reunió, con el voto a favor del Triunvirato de San Cayetano. En cada oportunidad, el Frente de Lucha Piquetero, que impulsa el Polo Obrero, se movilizó junto al Plenario del Sindicalismo Combativo reclamando que ningún trabajador esté por debajo de la canasta básica, incluyendo a los programas sociales.

Un tercer sector, conocido como la cuarta pata del Triunvirato (FOL, FOB, MTD, FPDS y otros), ligado a los emprendimientos productivos y una salida cooperativista y autonomista, comenzó a crujir con el ajuste de los nacionales y populares y finalmente se rompió. Una parte se integra al gobierno y otra comienza un acercamiento a acciones con la Unidad Piquetera que orienta el Polo. Otro sector rechaza la coordinación, no se suma a la unidad en la lucha y profundiza su autonomismo aparentemente apolítico, pero con fuertes lazos con el peronismo en el gobierno y con fuerte ilusión en el “progresismo” K.

Un debate ha recorrido y recorre hoy al movimiento de desocupados. Una parte de los movimientos son entusiastas de los microemprendimientos, cooperativas o más recientemente la “economía popular”. Con sus matices, remiten todas a una adaptación a la crisis capitalista y la renuncia a la lucha por abolir la propiedad privada de los medios de producción.

Para los marxistas no hay una economía popular dentro del capitalismo. Debemos plantearnos el debate sobre el poder de los trabajadores y un gobierno propio. La economía está regida por la clase social que domina los medios de producción, el crédito y el conjunto de los resortes del Estado. Una economía popular no puede convivir con el monopolio de los recursos económicos y el control del Estado de parte de los capitalistas.

Detrás de la llamada economía popular se esconde la más escandalosa precarización laboral que se ha consolidado con el ingreso de la UTEP a la CGT y es perfectamente funcional a la ofensiva capitalista de ataque a los convenios como parte de la reforma laboral.

Para recuperar el trabajo y la satisfacción de todas las necesidades humanas, que son más posibles que nunca con el actual desarrollo técnico y científico, es necesario una reorganización económica sobre otras bases sociales, bajo dirección de la clase obrera -es decir, el gobierno de los trabajadores.

No es mediante cooperativas o mediante la llamada autogestión que se puede conseguir el trabajo genuino. Reivindicamos la unidad de ocupados y desocupados sobre la base de una consigna central: el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario para poner fin a la desocupación. Se lo reclamamos al Estado y a las patronales mediante la acción directa y como una consigna transicional que -en última instancia- solo podrán resolver los trabajadores mediante su propio gobierno.

Nos orienta el planteo de que la crisis la paguen los capitalistas. La necesidad de esa unión se expresa en el apoyo a todas las luchas y plantea un programa de unidad con los desocupados, también en la lucha contra el gatillo fácil, en la enorme lucha por la tierra y la vivienda; como en el asentamiento masivo en Guernica en 2020, que durante cinco meses colocó el gran tema de la tierra y la vivienda en la agenda nacional, al tiempo que fue un símbolo de la ruptura de la contención y puso en evidencia el carácter de clase del gobierno de los Fernández cuando mandaron a desarrollar un violento desalojo contra las familias que lo habitaban.

El sector más contestatario del Triunvirato, el MTE de Juan Grabois, crítica a su gobierno por no implementar una asignación universal al desocupado, resignado a que “ya no habrá trabajo genuino”. Incluso Grabois se pronunció por un acuerdo con el FMI, si se vota ese reclamo, mientras tanto se integran a la CGT y forman parte del gobierno ajustador.

El crecimiento del Polo Obrero y la Unidad Piquetera

En meses, el Polo comenzó un proceso de crecimiento extraordinario que fue sumando a decenas de miles de compañeras y compañeros. Hoy supera los 100.000 compañeres organizados en casi todo el país, con presencia en 21 provincias, en un proceso de expansión que sigue en marcha.

Las acciones de lucha, aún bajo la pandemia, impactaron a propios y extraños por su masividad. Las multitudinarias movilizaciones que arrancaron importantes reivindicaciones y fueron tapa de los medios masivos. En diciembre de 2021, la Unidad Piquetera da un salto político, llenando la Plaza de Mayo contra el pago de la deuda, fijando posición frente a la crisis abierta en la negociación que continúa entre el gobierno y el FMI.

Una parte de ese crecimiento ha sido a expensas de las organizaciones oficialistas que sufren la parálisis de la CTEP atada al carro del Frente de Todos y de la CGT sin que haya significado mejora alguna para los trabajadores agrupados allí. Más de diez mil compañeros provenientes del Movimiento Evita, CCC, Somos abandonan estas fuerzas que no luchan frente al ajuste y lo justifican.

Esto es también un síntoma de la desilusión de amplias masas obreras con el gobierno y que luego se expresó en la alta votación en las barriadas obreras al FIT-U, que fue precedida por la extraordinaria campaña del Polo Obrero en esas barriadas en las elecciones parlamentarias de 2021. Esta intensa participación en la campaña electoral del Polo se coronó con la obtención por primera vez en su historia, de concejales en distritos con alta tradición de voto al peronismo, como La Matanza, José C. Paz, Moreno y Merlo. La participación inédita de miles de piqueteros en la campaña electoral del Frente de Izquierda, así como el apoyo importante logrado en sus barriadas, con picos de más del 10% en los mismos distritos que son un centro de movilización y organización del Polo Obrero, indican un salto en la ruptura política con los punteros patronales que comenzó hace más de 25 años. En las barriadas obreras se está procesando una lucha para terminar con el sometimiento político a la patronal que ha significado el peronismo para la clase obrera, y el Polo es un sujeto protagónico en esa pulseada.

En estos veinte años, el Polo Obrero se mantuvo defendiendo la independencia política de los gobiernos capitalistas, lo que es tal vez nuestra mayor conquista, tanto durante el gobierno de Menem, de De la Rúa-Chacho Álvarez, Duhalde o de los Kirchner.

Frente al macrismo, el movimiento piquetero, y en particular el Polo Obrero, ha sido una herramienta vital contra la política de ajuste, manteniendo el frente único y la unidad con la clase obrera ocupada. Frente a la asunción de un nuevo gobierno peronista, tempranamente se caracterizó que venía al rescate de los banqueros y los capitalistas, y que venía a someter entonces a los trabajadores.

La unidad de ocupados y desocupados fue y es un sello distintivo del Polo Obrero. Desde la defensa de las fábricas ocupadas-recuperadas del período del Argentinazo como Zanón, Grissinopoli, Lavalan, el Hotel Bauen o Brukman, a la conquista de las seis horas del Subte, donde fue un sostén del cuerpo de delegados clasista, o en el último período junto al Sutna clasista (el Polo fue un sostén clave del movimiento de lucha que derrotó el recurso preventivo con el que la patronal de Fate pretendía concretar despidos masivos) y al Plenario Sindical Combativo. Lo que para algunos -incluidos sectores de la izquierda- es una excentricidad o una novedad, para el Polo Obrero y el Partido Obrero siempre fue la clave de la acción de lucha de los trabajadores en esta etapa de declinación capitalista: unir ocupados y desocupados frente al ataque del capital. Mientras la desocupación y la precarización está en ascenso en todo el mundo como resultado de la política de la burguesía para sostener sus ganancias frente a la crisis capitalista, el Polo Obrero mantiene esta conducta que lo ha caracterizado en toda su historia.

El movimiento piquetero, entendido como la acción consciente de los desocupados y precarizados como parte de la clase obrera y su lucha contra el capitalismo, tiene un enorme desafío en la actual etapa: o se convierte en una correa de transmisión del asistencialismo y contención, como quieren Cristina Kirchner y todo el régimen político patronal, o se constituye en un factor de lucha por las reivindicaciones inmediatas, y en ese camino une sus fuerzas a la clase obrera ocupada mediante un programa común y discute una salida para los trabajadores mediante un gobierno de los trabajadores. En esa perspectiva se dirigen los esfuerzos del Polo Obrero.

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